VIII.

Anya caminaba por aquel sendero en el gran jardín del palacio de Priwidor, observando los árboles a su alrededor, las aves sobrevolando en toda el área y escondiéndose entre el follaje. Se inclinó, quitándose los zapatos para sentir la hierba en sus dedos, era realmente agradable y le hacía recordar su vida en el campo.

Se recostó en el césped y sus dedos acariciaron la vegetación, era realmente agradable.

Recorrer en el jardín era su manera de relajarse, de sentirse libre e intentar no pensar en algunas cosas. Como unos días atrás, cuando estuvo a punto de caer de la escalera, fue ayudada por un hombre rubio que no había visto antes. Y antes de poder recuperarse del susto de su inminente caída, Damian la atrajo hacía su cuerpo. Anya fue consciente del olor característico del rey de Priwidor, pero su confusión fue hacia sus palabras.

Y como el hombre que la salvó había dicho que ella le pertenecía a Damian.

Por lo que el corazón agitado de Anya, por la cercanía del rey, se detuvo abruptamente al entender las palabras de aquel hombre. Que ella era la "adquisición" de Damian, y que todos sus buenas acciones y palabras se resumían a él intentando por todos los medios ganársela para que cooperara. Para que ella pudiera ser su herramienta para destruir Keodesea.

Anya se reprendió mentalmente de los pensamientos agradables que había tenido hacía Damian. Que no era una mala persona y más que nada, de todas las emociones que le había causado su cercanía. Estaba siendo demasiado estúpida, descuidada e inocente. Estaba olvidando todo lo que había hecho para traerla ahí. Le había dado sus visiones, consejos y un comportamiento ejemplar en la última semana. Había pasado casi un mes desde que ella había sido arrastrada a Priwidor.

Un mes lejos de casa, de su vida y de los Forger, las únicas personas sinceras que realmente la querían.

Se sintió melancólica, recordando los viejos tiempos, con el agua fría saliendo del tubo del patio, comiendo pan y queso cada mañana. En ese momento tenía una vida más afortunada en economía, pero todo había sido en obligación. A pesar de que después del incidente con ese hombre, que escuchó se llamaba Ewen, su convivencia con Damian, había seguido de la misma forma, con ella sonriéndole de forma fácil.

Porque a pesar de que por un instante había olvidado el cómo llegó ahí, eso había tenido una gran ventaja. El ganarse la confianza del rey de Priwidor. Algo que se había fijado como meta para lograr lo único que quería en ese momento. Y realmente pensaba que lo había logrado, al ver al hombre sonriéndole más seguidamente y el estar cómodo a su alrededor y hasta que parecía que la buscaba siempre con la mirada. Damian le pedía algunos consejos militares, en espera de alguna misión, antes de actuar de alguna manera. Siempre la consultaba, lo cual demostraba su total confianza en ella. El compartir cada comida junto, él realmente se veía a gusto a su lado. Por lo que Anya lo supo.

Era momento de salir de ahí, de escapar de aquella cárcel donde había sido encadenada.

—Siempre recostarse en el césped es una buena manera de pasar la tarde ¿sí?

Anya vio un rostro entrar a su campo de visión, más allá de su cabeza. Lo vio desaparecer y finalmente lo vio sentarse a su lado, en el césped. Lo cual le pareció tan fuera de lugar. Ella podía acostarse en el suelo porque había vivido en un pueblo rural, donde estaban en completo contacto con la tierra y su alrededor.

Clanblosson pasaba gran parte de sus días libres junto al rio, bañándose, o echada a un lado, porque estar ahí era más agradable que escuchar todas las cosas malas que los del pueblo le decían al verla caminar por las calles. Así que ese era su refugio y quería emular un poco aquella sensación que extrañaba en ese jardín, a pesar de no tener agua corriendo.

Pero la gente que vivía en ese reino y más aquel hombre rubio, que por sus ademanes, ropa y rostro dejaba en claro que era de alta alcurnia. Y el verlo ahí sentado, hacia que el cuadro resultara tan extraño. Anya se incorporó, sentándose, para no sentirse vulnerable en esa posición o como si él estuviera mucho más arriba, algo que sabía que era así.

—Si, a Anya le gusta mucho desde pequeña.

El silencio llenó el jardín y ella se entretuvo mirando las nubes grandes avanzar por el cielo celeste.

—Siento no haberme presentado adecuadamente hace unos días, pero Damian es tan posesivo. —Sonrió con ligereza. —Soy Ewen Egeburg, conde de Wessex. —Él se inclinó hacía ella, tomando su mano. —Y tú eres Anya, he escuchado tanto de ti.

—¿Cómo has escuchado de mí? —Pensó que tal vez los rumores de sus poderes habían llegado tan lejos, hasta el reino de Wessex.

—Desde antes que llegaras aquí, Damian habló mucho de ti y su deseo de tenerte. —Aunque Ewen estaba exagerando un poco sobre "hablar"

Porque Damian no hablaba casi nada y mucho de cosas que podrían perturbarlo o que desataran algún tipo de sentimiento, cualquiera que fuera. Pero Ewen llevaba tanto tiempo en contacto con el monarca de Priwidor para poder leerlo y saber que era lo que estaba pensando o que era lo que quería. Aunque si había visto a Damian de malas ante las noticias desfavorables cuando nadie encontraba a aquella chica.

Anya se tranquilizó al saber que la razón que la mortificada fue desechada.

—Y debo felicitarte por hacer lo que muchos queremos, golpear a Damian. —Inclinó la cabeza a un lado. —Eres realmente grandiosa.

—Desmond no necesita tanto esfuerzo para querer golpearlo.

El rubio a su lado rio ante la veracidad de las palabras de Anya, porque todos en algún momento habían querido golpearlo. Hasta él mismo, en todos esos años que habían compartido juntos. Sabía que no eran amigos, pero era como si lo fueran. O al menos Damian parecía soportarlo ante sus ocurrencias.

—Si, tienes razón. —Apoyó sus brazos en sus rodillas y se inclinó hacia adelante. —Es demasiado difícil vivir con él ¿cierto?

Anya caviló aquellas palabras ¿difícil vivir con Damian? Ciertamente al inicio no había soportado con verlo y mucho menos compartir alguna comida con el monarca. Pero después de aquel día en la cocina las cosas se habían relajado exponencialmente, por lo que todo había sido un poco más sencillo. Cuando estaban juntos Damian en ocasiones solía mencionar temas extraños sin sentido, pero Anya jamás se lo dijo.

Pero su personalidad complicada y como no podía sonreír de manera normal, podría hacer las cosas un poco menos fluida que con otras personas. Aunque Anya había tenido la teoría de que más que nada se sentía nervioso, de su presencia y sobre cómo no saber comportarse. Era de dominio público, además de sentido común, que él no se relacionaba con nadie y no le interesaban las relaciones sociales, por lo que solía faltar a fiestas o celebraciones que lo invitaban a otros reinos.

Aunque recordó la facilidad con la que las cosas podrían pasar entre ellos y como él últimamente superaba su espacio personal.

—Posiblemente es algo complicado.

Ewen contempló a su alrededor, como si comprobaba que no hubiera nadie alrededor, hasta que se acercó demasiado a ella, para que lo escuchara susurrar.

—Cuando te enojes con él o te sientas algo perdida, puedes buscarme.

Anya abrió los ojos sorprendida ante esa proposición ¿acaso...él le estaba diciendo que podría darle libertar de aquella prisión? Era algo sumamente sorpresivo. Considerando que solo se habían visto una vez ¿qué es lo que él ganaría con tenerla a su lado? No entendía el porqué de sus acciones.

—¿Y...eso para qué?

—Sé cómo lidiar con él y podría ayudarte si él intenta obligarte a cualquier cosa...yo podría ayudarte a lo que me pidas.

Ewen realmente se había sorprendido de ver que Anya Clanblosson era sumamente atractiva y que Damian se había guardado ese hecho al verse amenazado. Jamás en todo su tiempo de conocerlo había visto al rey de Priwidor celoso. Estaba siendo demasiado posesivo con alguien quien era una simple herramienta en sus planes. A menos que realmente hubiera otro tipo de interés. Aún se sentía confundido sobre eso.

Aunque el hecho de tener a alguien tan hermosa como Anya en Wessex le hacía considerar que estaba siendo desperdiciada en ese sitio y más por los maltratos que seguramente estaba viviendo a manos de Damian. Por lo que, si estaba en sus manos a ayudarle de alguna forma, quería hacerlo. Además, que estando con un hombre tan frio como Damian, ella podría necesitar una compañía cálida y él estaba dispuesto a dársela.

—Agradezco la oferta, pero por ahora estoy bien.

Ewen se puso de pie, listo para irse, pero volteó a observarla un momento más, con una sonrisa curveada en su rostro. Tal vez la mujer era más masoquista de lo que pensaba, pero sabía que Damian terminaría cansándole. Nadie podría soportar al gran tirano de Priwidor sin congelarse en el proceso.

—Cuando lo necesites, búscame.

Anya lo vio alejarse, dejándola a ella sentada en el jardín, pero ella sabía que no podría utilizar es opción y decidió desecharla. A fin de cuentas, ella saldría de ahí, mañana.

Ewen entró al castillo, con la imagen de la fémina en su rostro. Era demasiado encantadora y con un poco de suerte ella tomaría sus palabras y lo buscaría. Esperaba que Damian estuviera siendo más agradable, no quería involucrarse y crear una enemistad entre los reinos.

Se dirigió a la escalera para subir a la oficina del rey, cuando de reojo notó una figura moviéndose. Se sobresaltó al ver a Damian salir detrás de una columna, con los brazos cruzados. Parecía tan sombrío como siempre.

—Alteza, me ha asustado. —Pasó saliva por su garganta para hidratarla. —Justo iba a buscarlo a su oficina.

—¿Alguna cosa te mortifica? —Damian mencionó sin dejar de verlo.

—No lo entiendo.

—Te ves particularmente... nervioso.

Ewen se rascó la parte trasera de la cabeza, la verdad es que estaba preguntándose hace cuanto que Damian estaba por ahí y si lo había visto con Anya. Aún recordaba el enfrentamiento que tuvieron en la escalera por ella.

—No, para nada. —Intentó parecer despreocupado. —Solo he venido hablar algunas cosas con usted.

Damian asintió, mientras ambos subían por la escalera en completo silencio. Cuando llegaron a la oficina, el rey giró el pomo y abrió la puerta, pero se detuvo en ese movimiento.

—No te atrevas a ir en contra mía, en tomar lo que me pertenece, o me encargaré de destruirte. —Damian lo miró con gran imponencia, ira y una gran advertencia escrita en sus ojos ámbar que relucían en el más frio y despiadado odio.

Ewen comprendió que los había visto juntos. Él lo sabía. Por lo que tragó saliva y asintió.

Damian ingresó a la oficina, con el rostro mortíferamente serio, escuchando lo que el recién llegado había ido a decirle sobre el consejo de su reino. La realidad es que en el momento en que lo vio junto a Anya al jardín y acercarse más de lo necesario a la fémina, Damian quiso ir ahí y rebanarle la garganta.

Días atrás se lo había advertido, que no se acercara a ella y lo mataría. Por lo que después de la amenaza no podría quejarse. Solo debería actuar. Había sido lo suficiente bueno para lanzar una última advertencia. Pero en todo el tiempo que lo escuchó hablar, solo quería ahogarlo hasta que dejara de respirar.

Se habían confirmado aquel recelo sobre el que Ewen la conociera. Que notara que era atractiva e intentara algo con ella. Aun el hecho de que él lograra algo, era diferente. Damian mataría a cualquiera que intentara algo con Clanblosson, no cuando él había hecho tanto para tenerla. Y la idea de que ella se fijara en otro hombre, lo perturbaba.

Porque Anya le estaba haciendo sentir tantas cosas nuevas e inexplicables, cosas que había estado reprimiendo pero que ver a Ewen a su lado había dejado fluir y originado un fuego interior insoportable de contener. Algo de lo que no estaba seguro, que no tenía certeza que era, emoción por sus habilidades o admirado por tener la valentía de golpearlo, pero quería descubrir de que se trataba. Además, que él estaba casi que ella no era indiferente. O al menos eso le había demostrado.

Aquel día en esa oficina cuando él se había acercado lo suficiente, al intentar abrir la cortina, Damian pudo sentir su aroma corporal, dulce y atrayente. Y a pesar de que él estaba tan cerca, ella se había quedado quieta y sintió como su cuerpo se estremecía. Y cuando volvió del enfrentamiento, ella pudo verlo herido e irse. Pero ella lo ayudó a detener la sangre y vendarse. En condiciones normales Damian no hubiera permitido que nadie le ayudara, era demasiado orgulloso para demostrar debilidad ante alguien, pero...de alguna manera se sintió seguro en manos de ella. Sus dedos tocando su pecho y enviando descargas cálidas a todo su cuerpo.

Damian la había observado vendarlo con la debilidad en su cuerpo, pero con un solo pensamiento en su cabeza. Que quería probarla, probar sus labios y saber si su sabor era tan hechizante como su aroma.

Pero justo cuando pensó en hacer algo al respecto...el cansancio lo venció. Soñó con ella aquella noche, lo cual le hizo difícil despertar al día siguiente. Quería levantarse e ir a verla en ese momento, pero el pensar porque tenía tanta urgencia lo aturdida. ¿Qué era lo que sentía por ella?

Damian Desmond se había obsesionado con tenerla por su habilidad y facilidad para conquistar otras tierras. Pero al conocerla, al convivir aquellos momentos con ella, Damian se permitió conocer a aquella plebeya. Su valentía, personalidad fuerza e implacable, la intensidad de sus sentimientos, su brillante mirado, inteligente para aconsejarle modos de actuar que eran muy ingeniosos. Y como cada vestido que usaba le quedaba tan encantadoramente.

Además, que no podía dejar de pensar en lo linda que se veía siempre. Ese pensamiento fue brutalmente violento el día del festival, cuando estaban en el claro y el viento agitó su cabello y había usado aquel vestido blanco que resaltaba el color de sus ojos y el sonrojo en sus mejillas... estaba demasiado linda que Damian utilizó toda su fuerza de voluntad para no besarla en ese momento. Al verla así su corazón se agitaba tan fuerte y de forma descontrolada, impulsándolo a actuar, aunque no tenía ni idea de cómo actuar.

Él no tenía impericia en aspectos de mujeres, jamás había sentido necesidad...hasta ese momento. Él quería que Anya lo mirara y que le permitiera llegar tan lejos. Pero no sabía si aquella prohibición seguía vigente ¿se enojaría si él intentaba algo? Quería y sentía tanto, pero se sentía perdido. Esa situación lo estaba frustrando. A pesar de que ella se había quedado quieta en varias ocasiones cuando él se acercó ¿realmente sentía algo por él? ¿El tiempo juntos le habían originado los mismos sentimientos? No podía saberlo a menos que actuara o le preguntara directamente.

La incertidumbre lo estaba matando y su malhumor había crecido cuando Ewen la vio. Porque pudo ver su cara, y el interés que creció en el hacia ella. Y eso le irritó tanto, no quería que nadie más la apreciara como él. No estaba mintiendo a su advertencia, iba a matar a cualquiera que se atreviera a acercarse a ella. Él la quería para él como jamás había querido algo. No como algo tan banal como utilizarla con sus visiones, sino como algo más, algo a lo cual no podía ponerle nombre.

¿Y si eran imaginaciones suyas...que debería hacer? Estaba tan confundido.

—Alteza ¿está escuchándome?

Damian concentró su atención en el rubio enfrente suyo y torció la boca.

—Si, te lo enviaré firmado, ahora vete.

Necesitaba pensar, pensar sobre cómo actuar y poder contener su interior que buscaba desbordarse, antes de saber la respuesta de Clanblosson.

Anya observó su reflejo en el espejo, había elegido particularmente ese vestido para ese día tan especial. La falda y mangas era de color esmeralda y la zona del pecho, que llegaba hasta su cuello era de un color blanco, al igual que los bordes inferiores de la falda. Un corsé negro moldeaba su cintura. Había sentido que ese era el vestido indicado, el ultimo que utilizaría antes de escapar.

La idea de ser la última vez en el palacio de Priwidor la ponía ansiosa. Debía hacer las cosas rápido y sin titubear.

La puerta de su habitación sonó una vez, antes de que una figura entrara y se quedara de pie en media habitación. Damian Desmond estaba ahí, con traje azul oscuro, una especie de abrigo que cruzaba su pecho y se abotonaba al lado contrario, con el símbolo de Priwidor tejido en uno de los brazos y cadenas delgadas de oro que iban del cuello al brazo derecho. Se veía más elegante de lo normal o al menos Anya no recordaba ver ese traje antes. Lo hacía parecer el rey y esa ropa le favorecía tan bien, lo cual agitó el interior de Anya.

—Desmond

Pero el hombre se había quedado clavado en el suelo, observándola fijamente y sin pestañear, como si estuviera deslumbrado. Por lo que Anya se acercó hasta él, quedando enfrente suyo.

—¿Estas bien?

Damian no podía encontrar la voz en su garganta al ver la apariencia de Anya, el como aquel vestido, que de forma externa parecía tan normal, en Anya hacía resaltar toda su belleza. Desde el color de su cabello y más aún, el color de sus ojos, esos ojos en los que no podía dejar de pensar. Él estiró la mano y acarició su mejilla, inclinándose ligeramente hacia ella.

—Ese vestido te queda tan bien...—Susurró entre dientes. —Hace resaltar tus ojos. —Él se acercó más, mucho más, hasta que su aliento acarició el rostro femenino. —Estas hermosa.

Anya se quedó completamente quieta cuando él colocó su mano en su cintura y tiró un poco de ella, para acercarla más. Sus ojos ámbar brillando de tal manera que le quitaban el aliento por la intensidad y calidez que trasmitía, al grado de querer apartar la mirada, pero de alguna manera esa misma mirada no se lo permitía. Ella se quedó, aguantando la respiración cuando lo vio acercarse más. Su corazón latía tan fuertemente que estaba a punto de salirse de su lugar. Instintivamente Anya cerró los ojos, cuando sintió un ligero rose en sus labios y a su interior implorar por aquel contacto.

—Alteza.

Anya abrió los ojos de golpe y dio un paso así atrás. Vio a Damian completamente quieto en su lugar y como lentamente abrió los ojos y aquella calidez antes presente, fue remplazada por un odio enorme. El iris de sus ojos antes como miel, ahora eran oscuros.

—Siento interrumpir. —La voz antes segura de Jeeves, en ese momento sonó temerosa.

—Es mejor que sea algo verdaderamente importante. —Bramó Damian, con ira contenida.

—Ha llegado el consejo y...lo están esperando. —La duda en la voz de Jeeves aún era presente.

Damian le dedicó una mirada a Anya, rápida y dio la vuelta, caminando sin mirar al recién llegado. Sabía que si lo miraba en ese momento iba a matarlo y tendría las manos llenas de sangre antes de ir con el consejo.

El rey de Priwidor salió de ahí, sin decir una palabra.

Anya sentía las piernas temblando y se dejó caer en el suelo, hasta sentarse. Se llevó una mano a su pecho, su corazón parecía a punto de salirse y podía sentir sus mejillas calientes ¿qué era lo que Damian había intentado hacer? Ella sabía la respuesta, había visto a los Forger besarse tantas veces, pero ¿él quería besar a Anya? Era algo inverosímil. Aunque...le había dicho que era hermosa, una palabra que Anya aún no creía que había salido de la boca del tirado Damian Desmond.

Él le había hecho bajar toda la guardia... se sentía tan nerviosa y algo en su interior le decía que dejara atrás todo ese plan de escapar y se quedara. Y descubriera que tal era la textura de los labios de Desmond. Negó con su cabeza, se había decidido ir de ahí ese día y lo cumpliría. Por lo que se levantó cuando su corazón se calmó y tomó las cosas que había preparado. Una pequeña maleta.

No sabía a donde iría, pero estaría lejos mucho tiempo, al menos se llevaba una muda de ropa y algo para comer. Se sentó en su pequeña sala esperando, observando el reloj que estaba colgado en su pared. Había trazado su plan en torno a la junta del consejo, esperar a que el sol estuviera bajando y la junta estuviera en la parte más importante, para salir de ahí antes de que alguien lo notara. Se escabulliría por las escaleras de servicio y por la puerta de la cocina. Había comprobado que era una salida humilde para los empleados, pero era lo que necesitaba.

Una vez que esperó lo suficiente, se levantó, dándole un último vistazo a su cuarto y salió de ahí, sin mirar atrás. Avanzó rápidamente hasta que alcanzó la escalera y descendió. Una vez ante la puerta de la cocina, se asomó viendo a dos personas ahí, hablando. Si ella entraba, la reconocerían. Todos en ese castillo sabían quién era. Necesitaba una distracción o...

—Ha venido el carruaje con los vegetales —La mujer mayor le mencionó a la que parecía ser su hija o ayudante.

Ambas salieron por la puerta, en búsqueda de la mercancía y Anya supo que era su oportunidad. Se adentró, saliendo por la puerta donde las mujeres salieron y corrió, escondiéndose entre la estructura del castillo. Avanzó disfrazándose entre el follaje, con la adrenalina corriendo por sus venas. Estaba fuera, solo necesitaba llegar a la salida y...miraba a todos lados con el miedo de ser vista, de ser encontrada y arrastrada al castillo. Vio un guardia con una lanza caminar lentamente.

Su tiempo ahí le había permitido el conocer que en el día había cuatro soldados cuidando los alrededores, uno en cada punto cardinal del reino. Y que cada determinado tiempo se movían al otro extremo. Demoraban diez minutos de ida y regreso a su posición. Anya los había observado demasiado. Por lo que cuando lo vio desaparecer de su campo de visión, corrió, hasta que alcanzó la puerta abierta de la salida de empleados. Y la ciudad se abrió ante ella. El aire golpeó su rostro y las voces de la gente llegando de todos lados. Se aventuró saliendo de la calle principal que llevaba al castillo. Pronto atardecería, pero la sensación de Anya llenó sus venas.

Estaba tan cerca, solo debía salir de ahí. Por lo que decidió no pensarlo más y aventurarse. Se movió de forma discreta por las calles, consiguiendo una capa oscura que cubriera su rostro y cabello. El color de su cabello era algo particular, por lo que cualquiera que la viera la reconocería. Caminó por varios minutos, hasta que vio la entrada del reino, pero a varios guardias cuidando la entrada. Torció la boca, es algo que no había previsto. No conocía la entrada del reino y por eso no venía preparada.

Si la veían la reconocerían al momento, todos los soldados de Priwidor sabían cómo era.

Contempló a su alrededor, buscando alguna alternativa, otra puerta o una distracción y su atención se fijó en una carroza donde estaban metiendo mercancía. Se acercó, escuchando que planeaban salir del reino al pueblo conjunto por una venta. Esa era su oportunidad, por lo que cuando vio a las personas entrar las personas a la tienda, abordó a la parte trasera del carruaje y se refugió al final, detrás de unos contenedores. La adrenalina corría por sus venas, pensando que la atraparían. Por suerte los dueños del carruaje solo siguieron metiendo las cosas y finalmente dejaron caer la cortina.

Anya sintió su cuerpo relajarse, que había estado tenso por la situación. Pero aún no podía confiarse, hasta que saliera de ahí. Por lo que se acercó para mirar entre la lona que cubría la parte trasera. Debía estar cerca para saltar cuando estuviera lo suficiente lejos, si esperaba demasiado podrían descubrirla. La carroza comenzó a moverse, avanzando hacía la salida, su corazón latiendo fuertemente ante cualquier cosa que podrían salir mal.

Pensó en el plan que tenía una vez que saliera de ahí, a pesar de que podría ser un mal augurio sobre lo que podría pasar. Que estaría tentando a la suerte. Pero no podía evitarlo, estaba realmente emocionada. Debía alejarse lo suficiente para no ver el castillo y salir antes de que los dueños llegaran a su destino. Y de esa forma no habría nadie que la haya visto desaparecer y su ubicación sería desconocida.

Vio la puerta de la entrada acercándose poco a poco y el sabor de la libertad en su boca. La carroza se detuvo mientras había un intercambio de palabras entre los dueños del vehículo y los guardias que se aseguraban que todo estuviera en orden. Anya realmente esperaba que eso no significaba que tendrían que revisar la parte trasera.

Y la idea la hizo removerse incomoda, con el miedo destilando de sus dedos. El sudor descendiendo por su cuello. ¿Realmente estaba sucediendo esto? ¿Estaba a punto de ser libre por fin? Fuera de toda la mira de las personas y el resentimiento. Podría volver a ver a los Forger y esperaba estar ahí cuando naciera el que por palabras de Yor, era su hermano. La nostalgia la abatió y sintió que estaba demorando demasiado, quería alejarse lo antes posible. Mientras más pasaba, el miedo de ser encontraba se incrementaba.

Los escuchó reír con los guardias. Y de pronto la conversación se detuvo, una carroza estaba entrando al reino. Anya podía ver a través de la tela que cubría la carroza y tener una buena visión.

Una persona pasó enfrente de la carroza y vio una cabellera castaña y pensó en Damian. Pensó en cada momento con él y ese último encuentro en su habitación donde casi la besaba. Anya hubiera gustado besarlo al menos una vez. No sabía porque, pero realmente sentía aquella sensación de vacío de dejar las cosas así. Pero no podía arrepentirse, ella necesitaba salir de ahí.

La carroza que había llegado, finalmente entró al reino y Anya pudo verla pasar a su lado. La cortina de aquel vehículo elegante se movió y ella pudo ver la persona en el interior. Su corazón dio un salto fuerte y doloroso, a la par que sus ojos se abrían en gran sorpresa. Se formó un nudo en su garganta. Las imágenes volvieron a su mente como si fuera la primera vez que las hubiera visto y el miedo la atrapó.

Ella conocía a ese hombre y la oscuridad se cernió encima suyo.

Si, lo he subido de nuevo temprano porque más tarde no estaré en casa. Espero que tengan un buen día y que disfruten la historia.

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