VII.

Día 7: Universo alterno- Celos


La puerta sonó tres veces, resonando en la habitación en silencio. Anya detuvo los dedos en su cabello un segundo viendo a través del espejo de su tocador la puerta y en un ágil movimiento terminó su peinado. Se había sujetado el cabello en un moño, pero había dejado mechones cayendo por su rostro, enmarcándolo. Al verse al espejo recordó tanto en Yor y en como solía peinarse.

Se colocó algunas flores falsas en el cabello, cuando la puerta se abrió a su espalda.

Anya no entendía porque tocaban si al final iban a terminar abriendo de todas formas. Pero Jeeves siempre parecía desesperado, posiblemente entraba para asegurarse de que no hubiera escapado. O quizá eso mismo hacia con el rey. Cuando giró sobre su lugar, aún sentada en el tocador, se quedó totalmente quieta.

Porque no era Jeeves, sino Damian Desmond quien había entrado a su habitación.

Sus ojos se encontraron un segundo, segundo que bastó para que Anya recordara su cuerpo en la cama y sus pensamientos ante lo atractivo que era. Se sintió acalorada, por lo que desvió la mirada.

—No suelo tocar las puertas de mi palacio.

Anya se levantó, intentando despejar aquel sentimiento en la boca de su estómago, se distrajo rebuscando en el armario, aunque más que nada estaba haciendo tiempo para calmarse. A pesar de que habían pasado dos días desde que ella curó las heridas de Damian, no lo había visto hasta ese momento. Y verlo detonó que su corazón se agitara.

—Y yo creo recordar que deberías estar en cama al menos una semana más.

Ella giró una vez que notó que no podría seguir fingiendo y se acercó hasta él, lo más lejos que pudo. Se sentó en el sillón que había en su habitación, aunque la realidad quería salir al jardín.

—Eso fue una sugerencia y estoy mejor. —Él estaba de pie, cerca de ella y algo incomodo. —¿Tienes planes hoy?

Anya levantó su ceja.

—Estar aquí, caminar en el jardín, nada importante, no hay mucho que hacer aquí.

Él recordaba vagamente lo que sucedió cuando llegó después del enfrentamiento. Recordaba verla ingresar a su habitación, su voz sonaba demasiado lejos, sabía que podría desmayarse en cualquier momento si no curaba su herida. No tenía fuerzas para pedirle que se fuera.

Hasta que sintió las manos femeninas en su cuerpo y un sentimiento cálido en su pecho. Esos ojos esmeraldas resplandecer y su nariz percibiendo el aroma dulce femenino. Damian pensó que era un sueño y que era ella quien los protagonizaba. En sus delirios no dejó de ver los labios femeninos, hasta que finalmente perdió la consciencia. Se había quedado un día en cama gracias a los analgésicos que el medico le dio al día siguiente. Pero no se quedaría más tiempo ahí, había cosas que hacer.

Y entre eso entraba Anya, debía verla.

—La información fue realmente útil, logramos detener el ataque y el reino esta a salvo.

Anya sonrió de aquella forma particular, con cierto aire de burla.

—El rey de Priwidor esta en deuda con Anya. —Anya lo imaginó arrodillado y cumpliendo todos sus caprichos.

Salió de sus ensoñaciones cuando lo vio avanzar, detenerse enfrente suyo y ofrecerle su mano que siempre llevaba un guante oscuro.

—Podemos salir al pueblo, hoy es la celebración del aniversario que fue pospuesta por el ataque.

Anya se quedó quieta, sus ojos ascendieron por la mano estirada hasta encontrarse con el rostro masculino y esos ojos miel que parecían derretidos. Su corazón se estremeció dolorosamente y... ¿él tenía las mejillas sonrojadas? Pero Anya no pudo comprobarlo porque él desvió la mirada y comenzó a alejar su mano.

—Si no quieres...

Pero Anya se levantó, atrapando su mano antes de que la alejara por completo.

—Si, si quiero, solo que tu propuesta me tomó por sorpresa, Desmond. —Anya le sonrió.

Caminaron fuera de la habitación por los pasillos, él miraba su camino, pero simplemente sonrió de forma despreocupada ante las últimas palabras de la vidente.

—Solo estaba siendo amable con una plebeya que ha sido de utilidad para el reino.

Anya lo miró con el ceño fruncido...hace un momento parecía avergonzado y ahora la estaba insultando. Por lo que se detuvo y con eso detuvo el avance del rey que no había dejado de sostener su mano. Él giró para confrontarla y encontró su expresión enojada e indignada ante sus palabras.

—Esta plebeya no volverá a ayudarte. —Sentenció, queriendo soltarse del agarre del rey.

Él simplemente sonrió, tirando de ella lo suficiente para que Anya terminara chocando con el cuerpo masculino y él rodeó su cintura con su mano libre. Se inclinó, acercando sus labios a la oreja de la vidente.

—Estoy intentando hacer algo bueno.

El aliento acarició la oreja de Anya y todo su cuerpo se estremeció cuando percibió el aliento a menta. Estaba demasiado cerca. La piel de su cuello se erizó y podía escuchar su corazón latiendo desenfrenado al sentir su cuerpo contra el suyo y su mano en su cintura. Él se apartó de su oreja y buscó los ojos esmeraldas.

Al encontrarse una colisión embriagante llenó ambos cuerpos.

Damian se vio aturdido por la mirada celeste atrayéndolo, tan brillante que todo a su alrededor resplandecía. Como aquella vez en el comedor cuando lo golpeó, pero en ese entonces el sentimiento presente era de odio. En ese momento, lo que esos ojos le transmitían era paz, quietud, frescura y...originaron un sentimiento cálido en su pecho. La misma calidez de cuando sintió sus manos en su cuerpo. Y aquello lo animó a bajar la mirada y observar aquellos labios en los que había soñado.

De un color rosa encantador, como si fueran los pétalos de una rosa, delicados y se preguntó si serían tan suaves como se veían. Sus manos picaron por el impulso de tocarlos.

—¿El festival ha iniciado? —Anya logró decir con la voz tan debilitada.

Eso pareció romper la atmosfera tensa que los rodeaba, Damian dio un paso hacia atrás soltando su cintura y poniendo distancia entre ellos. Se aclaró la garganta en un intento de recuperar su voz.

—No, primero debo hacer acto de presencia.

Bajaron por las escaleras, saliendo por la puerta principal. Anya jamás había salido por ahí, cuando fue traída al castillo fue por la puerta trasera y en la noche. Y el resto de los días que había andado por la casa solo había salido por el patio, que tenía altos muros imposibles de pasar. Por lo que no sabía que esperar. Cuando el sol alcanzó su cabeza, se llevó el brazo, cubriendo sus ojos. Fue cuando escuchó las voces de las personas.

Salieron por un balcón que en ambos extremos tenían escaleras, pero Damian se detuvo ahí y se acercó hasta el borde, alzando uno de sus brazos. La gente se animó exponencialmente y le aplaudieron con sonrisas en el rostro. Él tenía una expresión neutra, dio un pequeño discurso sobre el aniversario de la ciudad, sin extenderse, siendo concreto y la gente volvió aplaudir. Anya se animó a acercarse un poco para ver al público.

Esa gente de verdad se veía alegre, algo que le resultó tan extraño considerando los rumores que había sobre el tipo de rey despiadado que era.

Damian le ofreció el brazo y descendieron por la escalera. Cuando llegaron a la calle de la plaza, la gente se había dispersado y disfrutaban del show de malabaristas que había, de la música y de los puestos de comida. Anya podía imaginar el reino maldito y oscuro de muchas maneras, pero la visión que se abría ante ellos era totalmente diferente. Era...normal. Las casas eran de piedra café, dejando ver una apariencia rusticas. Las calles y techos eran de color negro, pero dando una apariencia elegante. Las calles estaban adornadas de flores y banderas rojas. Podría parecer cualquier otro reino. Anya lo soltó para acercarse a ver unas golosinas y aceptar la comida que le ofrecían. Además de observar a la gente bailando al sonar de la música de los tambores y trompetas.

—Al parecer eres muy querido por aquí.

—Lo dices como si fuera una sorpresa —Mencionó Damian, levantando una ceja.

Ella tomó una flor que le ofreció una niña y la colocó en su cabello.

—Bueno, eres un rey malvado temido por todo Ostania, esperaba el odio destilando de todos lados, los murciélagos y las calles nubladas. —Observó el cielo totalmente despejado.

Damian se preguntó como se le podían ocurrir tales cosas tan infantiles. Sabía la opinión que todo Ostania tenía de él y no podía darle más igual. Pero la imagen mental de la mujer era aún peor.

—He traído prosperidad a mi reino, por lo cual ignoran o fingen olvidar mis métodos.

Anya abrió la boca para decir algo inteligente, pero no se le ocurrió nada, tenía sentido si lo decía de esa forma. Porque a pesar de la mala imagen u opinión que se tenía de Priwidor, de igual forma era cierto que la prosperidad en nivel económico era algo destacable.

Mientras caminaban fue consciente de las miradas de las personas, de algunas, que no quitaban sus ojos de encima, como si estuvieran perplejos de verla. ¿Acaso todos sabían lo que podía hacer? La desazón en su estómago se agitó, algo que pensó que no volvería a sentir, el rechazo de la gente en un sitio.

—¿Sucede algo? —Damian le preguntó al ver la oscuridad llenar el rostro femenino.

—Ellos...me temen. — Unos niños pasaron a su lado. —Saben que estoy maldita.

Damian se detuvo cuando llegaron al fondo de las calles y un claro se abría ante ellos, rodeado de árboles, con luces colgando y flores silvestres creciendo a sus pies.

—No, ellos no están hablando de ti. —Damian miró hacia atrás, viendo las miradas de algunas personas fijas en él y como apartaron la mirada al verlo. — Sino de mí.

Anya centró su atención en el rey de Priwidor, con incredibilidad.

—En todo el tiempo que llevo en el trono, no habían contado con mi presencia en las festividades del reino.

—¿Nunca?

—Nunca.

—¿Y porque has decidido aparecerte hoy?

Damian se quedó callado durante un largo rato, por lo que Anya pensó que no le respondería. Sabía que no era una persona que le gustara hablar demasiado. Por lo que se perdió en la vista y el los bailarines que avanzaban por las calles.

—Pensé que te gustaría venir. —Damian se aventuró a hablar, atrayendo la atención de Anya.

Ella lo observó un instante, procesando sus palabras, hasta que el peso de ellas causó un revoloteo en su estómago.

Damian la observó de pie ante él. Los mechones de su cabello caer a cada lado de su rostro, sus ojos verdes resplandecer de esa forma tan encantadora. Sus labios entreabiertos y aquel vestido blanco, que solo despertaba pensamientos extraños en su cabeza. Ideas que remarcaban el hecho de lo bien que ese color le quedaba y como resaltaba el color verde de sus ojos. Aunque...todos los vestidos que le había visto acentuaban su figura, la palidez de su rostro, el color de sus labios o su cabello.

El viento sopló, moviendo todo a su alrededor y Damian estiró la mano, apartando el mechón del cabello del rostro femenino. No le gustaba tener ningún impedimento para contemplar su cautivadora belleza.

El resto del día Anya no pudo controlar los latidos de su estrepitoso corazón.



Se llevó la taza a los labios, dando un sorbo con la mirada perdida a la ventana. Sus ojos esmeraldas se desviaron un momento en el hombre enfrente suyo, leyendo unos papeles y firmándolos, para después repetir la acción. Y como si Jeeves pudiera leer su mente, aparecía para llevárselos o comentar algo sobre eso.

Después de ayudarlo a detener a los enemigos y aquel día en el festival ambos pasaban más tiempo juntos. La realidad es que él siempre solía invitarla a compartir algo y en el pasado ella se negaba. Ahora era más asertiva, aceptaba todas sus invitaciones. Era algo que se había decidido a hacer, el aceptar sus hospitalidades y ayudarlo un poco con la expansión de su reino, para ganar su confianza y salir de ahí en la mínima oportunidad.

Había tenido una visión más sobre la conquista de un pueblo minero y habían logrado terminar la batalla con facilidad. Damian parecía de buen humor por los avances de su reino y por su disposición a ayudarle. Un poco más y ella podría irse.

Además, que parecía disfrutar su presencia o era algo que Anya pensaba. Estaba confundida sobre esa situación y lo que había estado pasando entre ellos. Aquel día en su cuarto cuando estaba herido, en el pasillo y en el festival...Anya se había sentido tan atrapada y vulnerable ante el rey que sentía aquel extraño sentimiento en su estomago que no la dejaba en paz cuando estaba cerca suyo. Mayormente estaba controlado, pero una mirada de los orbes miel o algún acercamiento bastaba para alterarla.

Tomó de nuevo la taza entre sus dedos y justo cuando la iba a llevar a sus labios, un escalofrío llenó todo su cuerpo y lo sintió. El sudor escalar por su espalda, sus pupilas dilatándose e inevitablemente soltó la taza en sus manos. Las imágenes corrieron por su cabeza, la traición, un cuchillo y la sangre brotando en aquella miel derretida...

Estas terminaron tan abruptamente como aparecieron y respiró agitadamente, como si hubiera salido de estar mucho tiempo bajo el agua. Miró a su alrededor, sin mirar de verdad, hasta que sintió una mano presionando la suya, la calidez trayéndola a la realidad. Buscó con la mirada y encontró a Damian, a su lado, sujetando su mano. Un gesto de preocupación en su rostro.

—¿Estas bien? —Fue lo primero que se atrevió a decir.

Ella simplemente asintió, hasta que Jeeves regresó con un vaso de agua. Anya tomó el liquido del vaso de cristal. Y cuando estuvo más tranquila y estable, se dio cuenta que había dejado caer la taza al suelo, que estaba rota.

—He tenido una visión.

Damian la observó sin decir nada más, dispuesto a escucharla.

—Yo he visto que tú...morirás.

El rey de Priwidor se quedó conmocionado por las palabras de ella. Pero a pesar de lo que podría suponer, no estaba asustado. Por lo que le pidió a Jeeves que trajera un té para tranquilizarla, sin soltar su mano.

—¿Qué es lo que viste? —Mencionó Damian después de que se quedaron solos.

—Yo... te vi con un hombre en una especie de reunión y como él sacaba un cuchillo de entre sus ropas y te atacaba por sorpresa. —Anya observaba al suelo y la caricia de Desmond.

El silencio inundó la sala unos segundos, tiempo que le pareció eterno a la chica. Y la idea de que Damian le tuviera miedo como el resto de su aldea, le pareció sofocante, despertando una desazón en su estómago.

—Me parece irreal.

Anya levantó su rostro, ¿acaso pensaba que estaba mintiendo?

—No me imagino siendo atacado por sorpresa, siempre estoy alerta y más en negociaciones.

Él era tan extraño. En vez de preocuparse por el hecho de que vio como era atacado, se esforzaba en ir en contra de esas visiones, como si eso fuera algo irreal de pasar. ¿Esa era su forma de lidiar con el miedo que le ocasionaba su muerte? Anya bajó de nuevo su rostro, sin querer ver el gesto del rey.

—¿Y...no tienes miedo?

—¿De morir? No lo haré, aún tengo objetivos que cumplir.

—No...de mí.

Anya observó como su mano libre presionaba la tela de su vestido rosado que llevaba ese día. Siempre que veía morir a alguien, era de esa forma. Se sentía tan culpable, como si ver su muerte fuera su culpa, algo que toda la gente en su pueblo le había hecho sentir. Ella estaba maldita porque podía predecir la muerte de otros...y los estaba condenando.

Unos dedos tocaron su barbilla y la empujaron hacia arriba con gentileza.

—¿Por qué tendría que tener miedo de ti? —Los ojos ámbar la atraparon y Anya sintió aún más esa desazón en el estómago.

Un nudo se formó en su garganta al recordar cada mirada de desprecio, cada palabra de ofensa hacía ella, que debería irse de la aldea, que ella era un augurio de muerte, cada desplante, cada vez que las madres alejaban a sus hijos y la gente en general se alejaba de ella como si fuera la peste. Como evitaban mirarla a los ojos. Solo los Forger podían verla con normalidad, a los ojos sin miedo y Anya había contemplado el color carmesí y azul. Solo el de ellos dos y los de Damian que eran tan parecidos a la miel. En momentos endurecidos, gran parte del tiempo, pero en ocasiones, cuando la miraba, parecían derretirse por completo.

—Por lo que puedo hacer. —Su voz sonó más débil de lo que pretendía. — Desde que mis poderes se presentaron, toda la gente de Re... me tuvo miedo, al grado de alejarse de mí, excluirme y hacer como si no existiera. Temían relacionarse conmigo porque pensaba que al hacerlo podría morir, intenté explicar que eso no funcionaba así, que yo no podía manipular el futuro, pero, no sirvió de nada. —Su voz se cortó en ese momento y buscó su voz en su garganta para seguir. — Al final, de alguna manera, terminé de pensar que todo lo que decían de mi era cierto, que estaba maldita. Y la culpa me llevó a trabajar con el rey, para poder tener derecho a vivir, a tener algún objetivo de estar viva y no ser alguien del que todos huían. He estado tan sola desde que mis padres murieron, como si yo no debería pertenecer a este mundo y ahora... yo vi tu muerte.

Anya se quedó un momento en silencio, mientras sus ojos se llenaban de lagrimas al fallar en contener los sentimientos que había guardado tanto tiempo.

—Todo el que se relacione conmigo esta en peligro, realmente estoy maldita.

A pesar de que Anya había levantado su barbilla para hacer que lo miró, Anya había bajado su mirada para evitar ver aquella mirada de repulsión que tendría Desmond, similar a cada persona de su aldea. Hasta que escuchó al hombre enfrente suyo resoplar con cierta gracia y eso atrajo la atención femenina.

—No puedo creer que creas en esas palabras y acciones sin sentido al grado de afectar.

Anya se quedó totalmente quieta al escucharlo hablar ¿se estaba burlando de todo el desprecio que había recibido toda la vida por lo que podía hacer? Por supuesto que alguien como él no sería capaz de entender eso. Había pensado un instante que quizá el más que nadie entendería lo que era ser odiada o rechazada, pero se había equivocado. Realmente se había equivocado con Damian Desmond, era mucho peor de lo que había pensado.

—Es algo que no entenderías —La ira burbujeaba en su estómago, a punto de cometer otra imprudencia.

Damian estaba sentado a su lado, aún sosteniendo su mano. Acción que Anya notó y terminó deshaciendo aquel contacto. Le dedicó una mirada dura, porque él parecía como divertido o incrédulo a lo que había dicho. Hasta que la ligera sonrisa en su rostro desapareció.

—¿Acaso no lo ves?

—¿Qué cosa? —Escupió con ferocidad

Una sonrisa sagaz se formó en sus labios de manera discreta.

—Toda la vida has sido despreciada y tachada como algo maldito y tú comenzaste a creerlo. Intentaste ser mejor, útil en este mundo, pero nunca dejaste de culparte a ti misma. Que todas esas personas que te despreciaron, huían de ti y dijeron todas esas cosas fueron bajo sus pensamientos patéticos e ignorantes sobre lo que haces. Viéndolo como una maldición y que cegados por su miedo a lo desconocido. Te han utilizado a su antojo y aún así quieres protegerlos y ellos nunca te aceptaran, no tienes que ser amable con ellos. —Él utilizó su dedo pulgar para limpiar las lágrimas que descendían del rostro femenino, en una caricia — Tú puedes destruirlos a todos y yo puedo ayudarte a hacerlo.

Anya lo observó sin saber que decir, analizando el ofrecimiento que le había dado.

—Yo no puedo...

—Este mundo te ha rechazado desde el inicio, toda la gente te ha odiado y todavía insistes en protegerlos. Y en ponerme a mi como el malo cuando yo he podido ver en ti lo que nadie más ha visto. —Su garganta se secó ante la intensidad de la mirada ámbar. —Eres grandiosa, una gema única y preciosa entre este mundo putrefacto, jamás podría temer del gran poder que tienes, de tú capacidad, eres realmente fantástica. — Su pulgar acarició su mejilla con delicadeza, como si temiera que desapareciera. —Yo puedo darte poder y destruirlos si me lo pides, yo mataré a cada infeliz que te haya hecho llorar.

Damian se inclinó hacía ella, tocando su mano en el rostro femenino, acariciándolo. En algún momento de su discurso se había acercado lo suficiente para sentir el aroma delicado femenino y el color rosado de sus labios, algo que lo impulsaban a probarlo. Él tomó su mano y se la llevó a los labios, en un gesto sorpresivo.

En ese momento solo existían ellos dos, sus respiraciones agitadas, sus corazones latiendo a la par y siendo muy conscientes de la presencia del otro. Como si el mundo se hubiera detenido alrededor de ellos.

—Juntos, nosotros podríamos aplastar este mundo si así lo deseas— Susurró, el aliento golpeando sus nudillos.

Anya sintió su corazón a punto de salirse de su garganta cuando sintió los labios del rey. Todas sus terminaciones nerviosas reaccionaron provocando un estremecimiento en todo su organismo. Los labios de Desmond estaban tan cerca y fue la primera vez de Anya de percatarse en esa zona en especial...y se preguntó a que sabrían ¿a la miel derretida de sus ojos? ¿O serían fríos como su personalidad?

—Yo...

—He traído el té para la señorita.

La voz de Jeeves pareció romper el ambiente entre ellos que los tenía hipnotizados ante su cercanía y solo centrándose en el otro. Damian casi saltaba hacía atrás, recuperando gran distancia. Cuando Jeeves llegó ante Anya, Damian miraba hacia el lado contrario con la mano cubriendo sus mejillas, en un intento de esconder el color estridente en su rostro.

Y Anya no pudo concentrarse en el sabor del té.



Después de ese encuentro que había despertado tantas emociones en el cuerpo de Anya Clanblosson, ella decidió descansar en su habitación. Se recostó en la cama y se atrevió a dormir una pequeña siesta.

Despertó sobresaltada al percatarse de que la luz del día que siempre entraba por su ventana había sido sustituida por un cielo nocturno ¿Cuánto se había dormido? Se atrevió a levantarse y escabullirse por los pasillos cuando sintió su estomago revolverse de hambre. Posiblemente se había perdido la cena, con un poco de suerte encontraría a alguien en la cocina. O quizá.

Mientras caminaba por el pasillo, pensó en aquello que hasta ese momento no había pensado de nuevo en sus planes para huir. Se habían quedado en pausa cuando casi había sido atrapada por Damian en la cocina. Si la cocina estaba sola, podría comprobar aquella puerta que quedó en duda aquella noche.

Pero de alguna manera la idea de huir...ya no tenía tan desesperada como antes.

Tal idea la confundió y asustó, al considerar que tal vez estaba perdiendo la cabeza. Su prioridad debía ser salir de ahí, escapar y huir para no volver a ser encontrada. Pero temía que las palabras que Damian le había dicho más temprano la habían abrumado...Las cosas que él le había dicho, habían desatado un vendaval en el interior de Anya, porque de alguna manera los ojos ámbar se lo habían transmitido. No eran simples palabras a la ligera, al menos parecía que realmente creyera en lo que decía.

A menos que Damian Desmond fuera un buen mentiroso.

Algo que al menos a Anya no le constaba, él era brutalmente honesto cuando lo quería y jamás se iba con rodeos. Pero el solo aceptar eso significaba que todo lo que dijo era cierto. Y que de verdad él pensaba todo eso,

La gran Anya conquistando el mundo era una imagen que le gustaba imaginar. Todos arrodillándose ante ella y dándole todo lo que quería. En un mundo donde no nació para gobernar, el que le hubieran ofrecido eso la habían tentado. Dejando de lado ese hecho...aún no podía olvidar la mano de Damian en su rostro, a pesar de que tenía esos malditos guantes, sus ojos atravesándola y embriagándola de un calor sin igual y sus labios besando sus nudillos. Ocultó su rostro con sus manos sin dejar de caminar, debía detener esa idea mental o su corazón se terminaría de salir.

Dio un paso y sintió su cuerpo perder el equilibrio. Cuando apartó las manos de su rostro, pudo ver que había pisado un escalón de la escalera principal y como había perdido el equilibrio. Todo transcurrió en cámara lenta, pero un solo pensamiento venía a su mente: no saldría viva de esa caída. Y a pesar de que sabía que dolería, sus ojos se mantuvieron abiertos.

Su cuerpo estaba por caer en ese mar de escaleras, cuando una mano la tomó de la muñeca, tirando fuertemente de ella y siendo un ancla para permanecer en el segundo piso. Su cuerpo chocando con otro cuerpo y una mano rodeando su cintura. Cuando Anya levantó la mirada de verdad esperaba encontrarse a Damian, pero se sorprendió de ver a alguien que no conocía.

—Debes tener más cuidado.

Él hombre aferraba su cuerpo contra el suyo, como si temiera que volviera a caer. Pero él la había salvado de una caída realmente dura.

—Si —Fue lo único que atinó a decir Anya.

El hombre le sonrió, su apariencia refinada y su buen atractivo le dejó en claro que no se trataba de nadie del personal.

—Tú debes ser Anya Clanblosson —Él aseguró más que preguntar. Apartó su cabello que se había escapado de su peinado ante el ajetreado movimiento. —Ahora entiendo porque él evadió el tema, él no quería compartirte. Eres realmente encantadora.

Anya estaba realmente abrumada, había estado a punto de morir por lo que la adrenalina aún golpeaba sus venas. Y por ese motivo aún estaba en los brazos de ese hombre agradable que la había hecho un cumplido.

—Yo...

Pero antes de que Anya pudiera decir nada, alguien la tomó de su cintura, alejándola de aquel hombre rubio y lo empujó. El cuerpo de Anya golpeó algo fuerte y cuando sus ojos reaccionaron y elevó su mirada, vio el rostro de Damian Desmond, sujetándola posesivamente contra su cuerpo.

—¿Qué crees que haces? —Siseó de manera tan amenazante, que Anya juró que sus ojos se volvieron oscuros.

El rubio enfrente suyo, que logró componerse a pesar del movimiento brusco que lo hizo apartarse de ella.

—La he salvado de caer de la escalera, es todo. —Él limpió su traje con las manos, en búsqueda de una arruga. Evaluó al rey con una sonrisa divertida. —Has sido realmente grosero al ocultarme tan fascinante adquisición.

La mandíbula de Damian se endureció de tal forma que podía imaginar su sangre corriendo en la alfombra.

—No te atrevas a volver a tocarla Ewen, o te mataré.

El rubio simplemente sonrió divertido, al ver aquella actitud posesiva del rey, lo cual podía entender en gran medida. Se encogió de hombros y no apartó la mirada del rey.

—No te preocupes gran soberano, ella es toda tuya.

Anya estaba realmente confundida ¿de qué diablos estaban hablando?

Lo he subido más temprano porque hoy se me complicaria más tarde, espero que lo disfruten. Y queria avisar que la historia ha sufrido un cambio y en vez de ser 12 capitulos seran 14-15, espero que no sea inconveniente y que la disfruten tanto como yo al escribirlo.

¡Saludos y gracias por leer

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