VI.

Día 6: Herida

Contempló las letras escritas en el papel y como de alguna manera hacían un ruido insoportable. Cerró los ojos un instante, en búsqueda de que aquellos sonidos a su alrededor se detuvieran y dejaran de martillarle la cabeza.

—Alteza, esto le ayudara.

Abrió los ojos contemplando a Jeeves entrando por la puerta de su habitación y cerrando la puerta detrás suya, haciéndola resonar tanto que Damian estaba seguro que si su cabeza no fuera a explotar, lo hubiera matado. Le había dejado en claro, cuando acudió a su habitación un tiempo atrás, que debía ser cuidadoso y que corriera las cortinas, porque el sol lo estaba matando. Jeeves mantuvo toda la habitación a oscuras. Los papeles de Damian solo eran alumbrados por una luz tenue de una lampara de mesa.

Observó la taza de té que el hombre le dejó en la mesa.

—¿Qué es eso?

—Un té que le ayudará con la resaca. —El hombre se quedó de pie viendo al rey tomar la taza, dar un trago y parecer menos malhumorado. —Me sorprende que bebiera considerando que sabe que no tolera muy bien el alcohol.

Damian observó la taza en sus manos y la colocó en el plato que veía en conjunto. Realmente él más que nadie era consciente de la poca resistencia que tenía al alcohol. Podía tomar un poco de vino en la cena, que hacia un contraste agradable con la comida. Tomaba champagne en fiestas o reuniones y en pláticas con algunos aliados solía tomar Vodka, al menos una copa por cortesía, tres era su máximo. Pero por decisión propia no tomaba y menos tanto...no podía recordar cuanto había tomado.

—Simplemente lo necesitaba. —Mencionó sin darle demasiadas vueltas.

Podía recordar a duras penas ver la botella a la mitad y el agradable color verde observándolo.

—¿O tal vez buscaba impresionar a la señorita Clanblosson?

Damian levantó su mirada con el ceño fruncido hacía Jeeves, ¿Cómo se atrevía a decir algo como eso? A pesar de que conocía a Jeeves desde que era niño, eso no le daba el derecho de decir cosas como esa. Además ¿cómo sabía que él había tomado con ella?

—Se encontraron dos copas en la cocina. —Sonrió de tal forma cordial, como si leyera su mente ante su pregunta, Damian pensó que lo estaba probando.

—Cuida tus palabras Jeeves y retírate. —Desvió la mirada, se sentía algo perturbado al pensar en eso.

El hombre obedeció, dando media vuelta, llevándose la bandeja con la que había traído el té. Abrió la puerta y justo cuando iba a salir, se detuvo.

—¿Comerá en el comedor o en su oficina?

Básicamente aquella pregunta se resumía al hecho de si él comería con Anya en el comedor o ella nuevamente se negaría a comer juntos. La primera vez que comieron juntos fue por orden de él, pero desde la plática con Ewen donde quería hacer las cosas diferentes...él había decidido enviar a Jeeves para que le preguntara que es lo que ella quisiera. Cada día, ella se había negado. Damian estaba perdiendo la cabeza con esa situación y esa había sido la razón de tomar la noche anterior. O al menos una de las razones.

La toma de posición de una aldea, un par de levantamientos con otras, la sensación del nulo avance con el ataque de Keodesea, lidiar con algunos aliados que fueron amigos de su padre y pensaban que podían pasar o imponer sus decisiones...y si aquello no era suficiente estaba el hecho de aquel nulo, inexistente avance con Anya. Considerando que había gastado recursos y meses de búsqueda para que sus visiones facilitaran su trabajo de conquista...era claramente lo contrario. Solo parecía complicar las cosas.

Esa actitud de odio y desprecio por estar ahí...

—Averigüe sus intenciones y me informa. —Jeeves entendía que se refería a Anya, Damian jamás se refería a ella como tal, pero lo conocía lo suficiente para entender sus palabras. Por lo que salió de ahí, dejando a Damian solo.

Estaba realmente frustrado.

¡Estaba haciendo todo lo que Ewen le había dicho! Le había dado total libertad para andar en el castillo para que no se sintiera como prisionera, había sido excesivamente amable con ella al prestarse a caminar con ella. Le preguntaba cada día por su decisión de comer juntos, respetando sus negativas. Y le había hecho compañía para tomar cuando no podía dormir. No había un cambio real y la idea de que toda esa búsqueda de aquella vidente, había sido algo sin sentido lo estaba abrumando.

¿Debía forzarla? ¿Encadenarla? ¿Torturarla hasta que entendiera su posición? ¿O quizá deshacerse de ella? No entendía en primer lugar porque estaba dudando al respecto. Siempre había sido seguro de sus decisiones y jamás había dudado de matar a alguien que se opusiera a él o no lo obedeciera. ¿Dudaba porque sabía que ella podría ser un beneficio para el reino? Si la asesinaba, estaría desperdiciado todo el trabajo de búsqueda...

Además, que desde esa mañana no podía dejar de pensar en aquellos ojos verdes mirándolo fijamente. Odiaba admitir que no recordaba exactamente lo que había sucedido anoche. Solo era consciente de encontrarla en la cocina y por un momento él pensó que ella estaba buscando escapar. Pero el verla con el vino le hizo recordar que su propio hermano era un fiel seguidor del alcohol y siempre solía decir que lo relajaba para dormir. Por eso Damian se había unido a tomar con ella.

Cuando la vio de pie en la cocina, con aquel vestido para dormir de noche, su cabello suelto y sus ojos verdes resplandecer, sintió la necesidad de quedarse ahí, a pesar de que él había ido a buscar un poco de té. Recordaba que hablaron un poco, hasta que sus pensamientos se volvían difusos y solo recordaba el verla ante él escuchándolo. Y...

¿Lo había imaginado, fue un sueño o ella lo tomó de la mano? Fuera de eso no podía recordar nada y eso lo estaba perturbando. Definitivamente no volvería a tomar de esa forma y menos enfrente de ella, no quería decir nada inapropiado como la historia de su vida o alguna otra cosa de la cual se arrepentiría.

Observó su mano, recordando aquel día en el jardín y sintió su rostro caliente. Su mano contra la suya se había sentido tan bien. Y tal idea asaltaba su mente cuando consideraba el simple hecho de hacerle daño. Como si por primera vez en su vida fuera incapaz de querer ver la sangre derramada.

De hecho, cuando Damian, un día después del percance en el comedor, se había enterado por medio de una conversación de sus soldados sobre la captura de Anya y saber que aquel soldado la había golpeado y la había encerrado en las celdas, Damian perdió la cabeza. Recordó aquel día donde la había visto y como su apariencia era tan deplorable y lo adjudicó al hecho de que ella podría no vivir en las mejores condiciones. Enterarse que la realidad fue por los maltratos de su hombre lo hizo enfurecer y lo azotó, en castigo por no seguir sus instrucciones. Solo le había dicho que la trajera al castillo en calidad de invitada. Por supuesto que debía ser acomodada en una habitación, pero de alguna manera aquel soldado pensó que ella no lo merecía.

Damian era el que decidía quien merecía qué y cómo. Y aquel hombre merecía un castigo por tocar el rostro de ella. Solo él podía tocarla, ella le pertenecía. A pesar de la prohibición de Anya a tocarla, él era el único autorizado en decidir el futuro o que sucedía con Anya. Y eso sería atormentándolo, el hecho de que realmente no sabía qué hacer con ella. Ella era tan... complicada.

La puerta se abrió dejando ver a Jeeves, cortando sus pensamientos. Por un momento pensaba que vendría con su comida ante el rechazo de Anya, como cada día. Pero simplemente se acercó hasta detenerse a su lado.

—Solo esperamos su presencia en el comedor para servir la comida.

Damian se sorprendió al escuchar eso ¿eso significaba que ella había aceptado comer con él ese día? De alguna manera se sintió nervioso, inquieto ante ese hecho. Considerando que momentos antes había estado debatiéndose sobre qué hacer con el hecho de que no podía lidiar con ella y ahora...ella quería compartir la comida con él. Se levantó de su asiento y caminó fuera de su oficina. Pensó por un momento asegurarse de su físico, pero él siempre era muy detallista con eso y jamás tenía ni un solo cabello despeinado. Sus trajes perfectos y en el cuello una pajarita en cinta, corta de color gris que iba a juego con su traje.

Al llegar al comedor vio el cuerpo femenino girando para verlo y una ligera sonrisa en el rostro. Su pecho se agitó ligeramente, aunque su rostro se mostró imperceptible. Se sentó en la silla que encabezaba la mesa y las mujeres de servicio colocaron los platos de carne, vegetales y varios platillos más. Hasta que se retiraron, una vez que las copas de vino fueron servidas. Anya tomó la suya y dio un trago, degustando de aquel sabor que había llegado a apreciar.

—Me ha sorprendido tu disposición por comer hoy en el comedor. —Damian se animó a hablar después de dar algunos bocados a su comida.

—Anya esta aburrida de comer sola. — Anya comió de su plato, encantada de lo buena que estaba la comida ese día en particular.

Damian se quedó absorto ¿ella se refería a ella misma? Era una forma extraña de hablar, que no se había percatado que utilizaba. Pero de alguna manera no lo consideraba como algo malo, sino más bien...

—¿Te sientes bien? —Damian se había acostumbrado sin darse cuenta a como ella se refería de forma informal hacía él a pesar de su estatus.

—¿A que refieres?

—Jeeves me ha dicho que fuera amable porque tenías resaca —Se encogió de hombros y siguió comiendo. —Aunque Anya ya lo sabía, ayer estabas tan...distinto.

Damian maldijo a Jeeves mentalmente por mencionar su dolor de cabeza. Pero cuando Anya mencionó el hecho de que se veía distinto, la observó con el sentido de alerta en su cabeza ¿Cómo que distinto? ¿A qué se refería? La idea de haber olvidado lo que sucedió ayer lo perturbaba.

—¿Cómo que diferente?

Anya dejó de comer en ese momento y fijó su atención en el rey que se veía algo perturbado, como si realmente necesitara escuchar sus palabras. Anya sonrió de forma extraña, entrecerrando los ojos.

—¿Acaso no recuerdas lo que hiciste?

Damian se sintió inseguro por primera vez en su vida, el color huyendo de su rostro. Pero verla sonreír de esa forma tan desagradable, como si descaradamente se estuviera burlando lo indignó. No le daría la satisfacción de burlarse en su rostro, por lo que frunció el ceño, dedicándole una mirada confiada.

—¿De qué hablas? Lo recuerdo todo, solo fui amable con una plebeya.

Anya levantó una ceja, dejando en claro que no le creía, pero Damian simplemente no dijo nada. Dio un sorbo a su vino, de alguna manera se sentía de mejor humor. El comedor se quedó en silencio mientras terminaban de comer.

—Anya será amable contigo.

Aquello sacó de sus pensamientos al rey, que estaba intentando de nuevo recordar lo que había sucedido la noche anterior.

—¿Amable? —No sabía si el perderse en sus pensamientos lo había hecho perderse de lo que ella había dicho antes.

—Anya le ayudará. —Ella dejó los cubiertos en la mesa y lo miró fijamente. —He tenido una visión, atacarán Priwidor.

Damian abrió los ojos sorpresivamente, al comprender lo que se venía..


Anya se había despertado aquel día con una visión, abriendo los ojos abruptamente, mientras las imágenes se desarrollaban enfrente suyo y el sudor descendiendo por su frente. La entrada de Priwidor y las llamas presentes en sus banderas, soldados caídos y personas muertas en el suelo.

Cuando la visión se acabó, Anya se recordó de respirar, y cerrando los ojos un momento para estabilizarse. No había tenido visiones en un tiempo, tal vez porque evitaba hacerlo. Si no se concentraba en algo en especial podía suprimirlas. Cuando estaba en Keodesea las tenía con frecuencia porque así era requerido y su concentración determinaba las cosas. Pero ahí, nunca había tenido la intención de ayudarlos. Por lo que esa visión la sorprendió. Estaba siendo influenciada por el hecho de vivir ahí.

Fue hasta el baño y se lavó la cara, deshaciéndose del sudor, tenía la intención de volver a dormir. Pero las imágenes de muerte abriéndose en su cabeza se lo impidieron. Por lo que al final terminó tomando un baño y eligiendo un vestido verde que hacía contraste con el color de sus ojos. Se peinó el cabello en una media cola trenzada y el resto caía por su espalda. Y se quedó sentada junto a la ventaja, pensando en que debería hacer.

¿Debería informar al rey de lo que había dicho?

Una gran parte de su sentido común le dijo que no, porque esa era la oportunidad que había estado esperando. Si atacaban de forma sorpresiva Priwidor, Damian se vería forzado a actuar y mandar a sus hombres para detener la amenaza y toda su atención se centraría en detener el ataque. Y ese sería el mejor momento para escapar de ahí y huir sin ser notada. Nadie se fijaría en ella o en su desaparición hasta que controlaran el ataque y ella ya podría estar muy lejos.

Eso era lo mejor que podría ser, pero... una parte de sí misma no estaba segura.

Porque nada garantizaba su huía aquel día, a sus ojos todo parecía verse perfecto, pero ¿y si algo salía mal y la veían irse? Estaría en muchísimos problemas. Además, que la idea de irse de ahí y condenar a toda esa gente a morir cuando ella podría evitarlo era algo que no dejaba de darle vueltas en la cabeza.

Intentó ver las ventajas de decirle al rey sobre eso. Si ella lo salvaba de ese inminente ataque, él confiaría en ella en totalidad. Le estaría dando todo lo que quería, el poder de sus visiones, además de salvarlo de un gran ataque. Él no tendría que desconfiar de ella y es algo que Anya había estado considerando antes de tener esa visión. Que debía ganarse la confianza de Damian si quería huir. Porque de esa forma no sería detectada y él no se esperaría su partida. De esa forma podría planear adecuadamente su escape, con tranquilidad y sin tasa de fallos. Era la mejor opción a su criterio, por lo que la idea de decirle se alzaba con más intensidad.

Aunque no quisiera admitirlo, había una última razón por la cual inclinarse a decirle. Que la noche anterior ella había conocido un lado de Damian...muy diferente al que tenía.

Cuando lo conoció, su altanería, su forma de tratarla y como con sus acciones y palabras se alzaban con un aire de superioridad... además de lo que tuvo que hacer para traerla ahí. Lo vil y desagradable que podía ser lo habían hecho odiarlo fácilmente. Todo lo que él representaba y había hecho para estar en poder era algo que Anya aborrecía. Había pensado que no había absolutamente nada bueno en él.

Toda esa imagen de alguna manera se tambaleó la noche anterior, cuando él tomó y dejó ver aquel lado vulnerable. Donde más que un dictador perverso y ruin, parecía más...una persona. Una persona que había sufrido a manos de su padre y que la educación despiadada de su padre lo llevó a ser el hombre que destruía pueblos como pasatiempo. Le había mostrado cuanto había sufrido, aunque eso para nada lo justificaba de todo lo que había hecho.

Pero le hizo considerar que tal vez...debajo de toda esa mascara de vileza, podría encontrar a un hombre muy diferente. Y aquel pensamiento era apoyado al recordar el rostro sonrojado del rey cuando ella le había dado una flor. Aún seguía pensado si se había avergonzado porque ella fue amable o porque lo había tocado sin su permiso al no tener guantes. No podría saberlo con claridad a menos que le preguntara, pero sabía que si lo hacía no obtendría una respuesta.

Y estaba aquel momento antes de que ella entrara a su habitación donde él le había dicho un cumplido sobre sus ojos y Anya aún no sabía cómo reaccionar ante eso.

Eso mantuvo su mente ocupada gran parte de la mañana, debatiéndose sobre qué hacer. Por lo que cuando Jeeves apareció para preguntarle donde comería, ella aceptó comer con él. Lo encontró más animado, con una expresión más relajada en su rostro, aunque no sabía si el hecho de verlo diferente era porque su panorama había cambiado al verlo tan vulnerable. Aun así, decidió contarle, porque el plan de ganarse su confianza para escapar sonaba más convincente en su cabeza.

Debía tomarse las cosas tranquilamente, para poder lograr su objetivo. Debía pensar con la cabeza fría.

Y había acertado. Porque cuando Anya lo mencionó, la sorpresa fue muy evidente en el rostro su gran sorpresa. Se tensó, dejando los cubiertos en la mesa y pidiéndole que lo acompañara a su oficina, para poder hablar más tranquilamente. Anya entró tímidamente, encontrándose con una gran habitación, más grande que la suya. Las paredes de madera y las cortinas corridas, dejando una habitación a oscuras y  cuando se cerró la puerta, Anya se sintió insegura. Y más cuando ella caminó sin percibir nada, extendiendo las manos hasta que tocó la tela de lo que eran las cortinas. Buscó regresar sobre sus pasos cuando de pronto sintió el cuerpo masculino enfrente suyo, demasiado cerca que podía percibir el aliento en su cuello. Su cuerpo se quedó totalmente quieto sin saber que decir o que pensar. Los brazos del hombre rodeandola y su cuerpo se estremeció ¿Qué es lo que iba a hacerle? Pero de pronto la luz se hizo en la oficina cuando las cortinas se abrieron abruptamente.

Damian se había acercado para abrir las cortinas y dio la vuelta, sentándose en su silla.

—Puedes sentarte.

Anya se quedó quieta, con los ojos muy abiertos sintiendo su corazón agitado en su pecho. Reaccionó a la voz gruesa masculina y se acercó a la silla, sentándose. Cuando alzó el rostro después de componerse, lo vio, ocultando ligeramente su boca con una de sus manos. Y finalmente alzó sus ojos y la mirada ámbar la atrapó. Sintió un golpe en su estómago y la sensación del aliento en su garganta la aturdió ¿Qué era lo que le estaba pasando? ¿y porque su acercamiento la estaba afectando tanto? Respiró profundamente controlando aquellas sensaciones extrañas. Sabía que podría hacer sucedido por la oscuridad y sentirse perdida en ese espacio.

—¿Cómo funciona esto? ¿Puedes saber el día o como sucederá? ¿Qué tantos detalles puedes decirme? —Damian se inclinó en el escritorio, observándola fijamente.

—Lamento decirte que no es como piensas, son bastante inexactas. Son guiadas por las decisiones tomadas de una persona y como aquello afectará en el futuro. —Apartó su cabello de su hombro, de pronto se sentía acalorada.

Se preguntó porque su oficina estaba tan a oscuras, pero esta era demasiado elegante. Los sillones eran muy cómodos y el escritorio que se interponía entre ellos era grande y oscuro. Una de las paredes era un librero enorme, llena de tantos libros. Y una vez que las cortinas se abrieron, Anya tuvo una vista del patio trasero más impresionante que la de su habitación. Tenía pilares de marfil que eran del mismo color de la habitación.

—Mis visiones son simples imágenes, una detrás de otra, como si realmente estuviera ahí. En ocasiones es como si yo muriera —Su mirada se perdió en algún punto en la ventana y regresó en si misma luego de unos segundos. —Hoy me levanté con esa visión, las banderas del reino incendiados, gente muerta, soldados peleando, civiles muertos.

—¿Cuándo? —Él parecía ofuscado, realmente inquieto.

—No lo sé, realmente no puedo saberlo. —Lo miró con la seriedad en su rostro.

—Necesito algo más. —Él no había despegado la mirada de ella en ningún momento. —Alguna cosa, una pista.

Anya miró a la ventana, contemplando las banderas negras ondear del castillo.

—¿Las banderas...siempre son negras?

Damian la contempló confundido ante esas palabras, giró sobre su silla para observar hacia donde miraba. Se apreciaban las banderas ondeantes que estaban en lo alto sostenidas por una vara de metal.

—Si, es el color representativo, menos...—Sus palabras callaron y volteó para verla —¿De qué color las viste?

—Rojas

Damian tensó la mandíbula cuando aquello cobró sentido.

—El aniversario de Priwidor es en dos días y las banderas en conmemoración son rojas. —Siseó con la ira reprimida, sus ojos parecían arder y enfriarse al mismo tiempo. Se dejó caer en el respaldo de la silla. Se quedó totalmente quieto, hasta que fijó su mirada de nuevo en ella, aún con esa expresión congelada. —¿Quiénes?

Anya podía ver las diferentes emociones negativas en el rostro del rey de Priwidor.

— Horsecreek

Clanblosson fue consciente de la tensión que llenó la habitación, era casi tangible la colera que embriagaba al rey.

—Si puedo sugerirte algo, es que soluciones este problema fuera de Priwidor, porque las bajas serán considerables si decides esperar a que entren en la ciudad.

Él simplemente la miró un instante más, antes de presionar un botón en el teléfono. A los segundos entró Jeeves por la puerta.

—Si me disculpas, tengo algunos asuntos que atender. —Damian le dedicó un último vistazo y ella pudo percibir la mirada ámbar endurecida y su expresión oscura.

Anya comprendió que aquello era su momento de salir y así lo hizo.



Está de más decir que los siguientes dos días Anya no supo de Damian, quien se había sumergido en los preparativos de contratante que tendría lugar en un par de días. Por lo que Anya tuvo que comer en su habitación.

Fue en ese momento que comenzó a considerar que estrategia tenía Damian con respecto a eso. Ella le había sugerido algo conforme a lo que había visto. A fin de cuentas, si estaban preparados para el ataque, pero aún lo hacían en la ciudad, mucha gente se vería afectada o la misma estructuración de la ciudad. Podrían adelantarse y atraparlos en el camino.

Esos días pasaron lentamente, con Anya a la expectativa de lo que sucedería y con una voz en su cabeza que seguía diciéndole que era el momento de escapar. Que debía tomar esa oportunidad de irse. Pero ella ya había decidido ganarse esa confianza y se sorprendió de que él confiara en lo que le había dicho ¿no consideró que posiblemente le estaba mintiendo? Lo cual indicaba que realmente pensaba que ella había cedido a ayudarle.

El día esperado llegó, las banderas de Priwidor se alzaron en color carmesí. Las calles que en esas fechas debían estar llenas de gente por el festival, estaban casi desiertas. En prevención de lo que podría suceder. Anya observó el jardín, algo nerviosa, pensando que podría presentir algo. Pero la realidad es que el día transcurrió de forma tranquila, sin ninguna señal que delatara lo que estaba sucediendo.

Anya se enteró que Damian le había hecho caso con respecto a interceptar a la tropa enemiga fuera de Priwidor.

Jeeves le llevó la comida a su habitación, pero comió un poco, se sentía particularmente nerviosa, aunque no sabía por qué. Al final se terminó recostando en su cama y el cansancio que no había sentido en la noche y por lo cual se mantuvo inquieta toda la noche, se presentó en ese momento y terminó durmiéndose.

Despertó cuando el sol estaba a punto de ocultarse, por lo que su cuarto estaba casi a oscuras. Se incorporó abruptamente, sintiéndose desubicada por un momento. Se reprendió por dormirse cuando debía estar alerta. Dio un par de vueltas en su habitación un poco inquieta, hasta que decidió salir. ¿Habrían regresado? ¿Las cosas habían salido mal? ¿Habían logrado dominar la situación? Muchas dudas llenaban su cabeza, bajó por la escalera principal, pero todo estaba suficientemente silencioso. Sabía por Jeeves que es el mismo Damian había ido al campo de batalla.

Eso era diferente al rey de Keodesea, que comandaba las expediciones o los acuerdos, pero era muy extraño que saliera de su reino. No se arriesgaba, era demasiado cuidadoso con su imagen y sus movimientos. Por su parte Damian no temía de ir a la batalla y él mismo acabar con los que se pusieran enfrente. Algo que Anya admiraba.

Vio a una mujer de limpieza caminar con dirección a la cocina, cuando llegó al primer piso.

—Disculpa ¿sabes si Da-el rey ha vuelto al castillo? —Se corrigió a sí misma. Siempre solía hablar despreocupadamente y con total confianza con Damian, al grado que cualquiera se escandalizaría de escucharlo tratarlo de tú.

Pero Damian jamás había dicho nada al respecto de que le incomodara, además él mismo jamás se refería a ella por su nombre, sino de manera impersonal.

—Las tropas llegaron hace una hora y el rey está en su habitación. —Anya sonrió ante esas noticias. —Pero ha pedido que no lo molesten.

Anya levantó una ceja, por supuesto que él no querría ver a nadie, pero ¿eso significaba que habían perdido? No, si ese fuera el caso no estarían ahí. Aunque si habían llegado hace una hora significaba que la lucha había demorado más tiempo del que pensó ¿algo había salido mal?

—¿Cuál es la habitación del rey? —Anya indagó.

La mujer enfrente suyo se quedó callada, como si no estuviera dispuesta a decirlo. Y es que sabía que no debería. El rey era bastante receloso con su habitación al grado que el único que podía entrar era Jeeves. Además, que no sabía si se pondría en problemas si se lo decía. Aunque la señorita estaba de invitada, nadie quería tratar con el malhumor del rey cuando hacías algo fuera de sus órdenes. Se mordió el labio.

—No le diré a nadie que me has dicho. —Anya se aventuró a decir al entender su incertidumbre.

—Subes la escalera, a mano izquierda, después de frente, mano izquierda y es la última habitación. —Mencionó después de pensarlo mucho. —Pero por favor no mencione que yo le he dicho.

Anya le guiñó un ojo y se adelantó caminando rápidamente escalera arriba. Alzó su vestido, para evitar caerse en su carrera. Los vestidos que habían dejado en su armario eran tan grandes y lujosos que consideraba que era algo innecesario cuando solo estaba en su habitación.

Alcanzó el pasillo y siguió las indicaciones de la chica. Se encontró regresando sobre sus pasos solo que en la última parte su habitación estaba a la derecha y la de él a la izquierda. Jamás se había preguntado cual era la habitación de Damian, no era algo que le importara, pero el ver que estaban tan cerca le sorprendió. Contempló la puerta al final del pasillo, era igual a la suya, a excepción de unos detalles en dorado. Tocó la puerta y esperó pacientemente, pero no obtuvo respuesta ¿acaso no estaba ahí? Tentada en saber la respuesta, se aventuró a abrir la puerta y entrar con cierta duda. Fue en ese momento que consideró que posiblemente podría enojarse por verla ahí.

Dio un paso hacia adentro, eso era excesivamente más grande que su habitación. Con grandes pilares, una sala más delicada que la suya, una ventana al fondo, un candelabro colgando del techo y una cama al fondo con cortinas rojas que eran una especie de pared. En el extremo opuesto había un piano de cola y enfrente un gran librero. Era más grande que su propia casa. Pero su atención, después de mirar todo a su alrededor, se centró en la figura sentada en la cama.

Se detuvo de pronto cuando estaba a un par de metros.

—Siento entrar así, solo...quería saber que tal había salido todo.

El silencio llenó la habitación y él no se movió, por lo que ella por un momento pensó que no había sido escuchada.

—Logramos interceptarlos y acabar con ellos.

Anya sonrió de forma imperceptible, acercándose más hacía el hombre que no había dejado de darle la espalda. Quería más detalles al respecto, pero cuando llegó junto a la cama y la rodeó, se quedó completamente quieta cuando lo vio.

Sangre

Él tenía la camisa alzada, dejando expuesta una herida que había manchado su camisa y parte de su pantalón de sangre. Anya no se dio cuenta de cuando había aguantado la respiración y las náuseas la paralizaron.

—¿Qué...? —Fue lo único que pudo salir de su boca.

—Eran demasiados... —Él tomó una tela blanca a su lado, para seguir presionando la herida. —Se ve peor de lo que es.

Eran mucho más de lo que Damian había esperado y le habían llegado de todos lados. Logró defenderse lo mejor posible, pero terminaron hiriéndolo por la espalda. El problema no era el tamaño de la herida, sino que se sentía débil por la falta de sangre y el dolor evitaba que pensara demasiado. En el campo de batalla, aun cuando fue herido, siguió peleando, hasta que la victoria fue suya. Pero el tiempo de espera de eso y del regreso al castillo terminó drenando su energía.

Soltó la toalla en sus manos, la debilidad lo estaba venciendo, pero le gustaba mostrar debilidad a sus hombres. Cuando terminaba herido siempre se las arreglaba él mismo, aunque no es que sucediera seguido. Era un buen peleador. Debía concentrar su cabeza y...

La toalla presionó la herida y alzó el rostro, encontrándose con la mirada esmeralda observándolo fijamente. Ella se había sentado junto a él en la cama. Él recuperó la toalla y la vio moverse en el botiquín que tenía a un lado. Apartó la toalla de la herida y empezó a limpiarla. Damian sintió un poco de ardor y dejó salir un quejido.

—No te quejes, has sido descuidado.

Él decidió centrar su atención en algo para evitar pensar en el dolor. Por lo que observó a la mujer manejarse ágilmente, limpiando la herida y colocando una gasa, cubriéndola. Tenía los ojos entrecerrados por el cansancio y el dolor era tal que tenía entumecido el cuerpo. La pérdida de sangre no le ayudaba a ser racional, se sentía medio inconsciente.

—Sostén tu ropa, necesito vendarlo. —Él obedeció sin decir nada.

Anya pasó una venda alrededor de su cuerpo, asegurándose de cubrir adecuadamente la herida. Una vez que la limpió pudo ver que a pesar de que la pérdida de sangre, solo había lastimado una costilla. Solo debía descansar unos días.

En esa posición, mientras pasaba la venda por su cuerpo, Anya se sintió particularmente inquieta. Rodeaba todo su cuerpo en cada vuelta y su nariz casi tocaba su pecho, el pecho bien formado de Damian. Lo cual no era una sorpresa al ser un guerrero. Pero aquello la hizo sentir extrañamente nerviosa. Estaba tan cerca que podía percibir su olor corporal, y el calor de su piel. Sintió un nudo en la garganta y cuando terminó de pasar la venda y la aseguró, su rostro se sentía caliente. Su mano tocó la venda para asegurarse, pero sus dedos rozaron ligeramente la piel masculina y un estremecimiento la aturdió. Con la mano aún tocándolo, ella alzo el rostro.

Anya se vio atrapada en esos orbes dorados, mirándola fijamente. Su respiración se atoró en sus pulmones. Él levantó su mano y acarició su mejilla con los nudillos. Fue un gesto delicado, inconsciente pero que desató una descarga en el cuerpo femenino, que aceleró su corazón. Y de pronto Anya fue consciente de la cercanía de Damian, podía sentir su aliento en su rostro y aquellos ojos miel devorándola. Él se acercó aún más y ella no se movió, esperando, con su corazón a punto de salirse... ¿qué era lo que estaba esperando?

Hasta que él dejó caer la frente en el hombro de la chica, quien estaba totalmente quieta en su lugar. Su corazón a punto de salirse de su lugar. Damian se quedó un momento ahí, incapaz de moverse al sentir el cuerpo tan pesado.

—¿Por qué hueles tan bien? —Damian susurró entre dientes.

Anya sintió un golpe en su estómago ante esas palabras y su rostro enrojecido. ¿Qué era lo que debía responder a eso? Era la segunda vez que Damian la dejaba callada, sin saber que decir o hacer. Se quedó pensando en una respuesta adecuada que aligerara el ambiente, hasta que fue consciente del cambio de respiración del hombre. Se apartó ligeramente y vio que se había quedado dormido. Con trabajo se aseguró de meterlo en la cama. Y se quedó ahí un momento, observándolo dormir. Sus labios delgados entreabiertos, sus pestañas largas y su cabello desarreglado.

De pie ante la cama del rey, fue la primera vez que Anya aceptó que Damian Desmond era atractivo.

Aún podía sentir esa mirada ámbar penetrándola, y su estómago se agitó de nuevo. Dio media vuelta, debía salir de ahí y dejar de pensar en esas cosas. Caminó un par de pasos y se detuvo de nuevo, dándole una última mirada.

Salió de ahí, sintiendo como un fuego inexplicable en su interior quería consumirla.

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