V.

Anya llegó a su habitación después de aquella extraña caminata con Damian, sin entender como había terminado de forma abrupta, simplemente se había terminado quedando sola, caminó un poco más y regresó sobre sus pasos, siendo escoltada por Jeeves que siempre aparecía de la nada, como si siempre estuviera siguiendo cada uno de sus pasos.

Estuvo pensando toda la tarde sobre eso, aun cuando su comida fue servida en su habitación. Hasta que una idea vino a su mente como revelación ¿acaso esa era una especie de...manipulación? Él había dicho claramente que sabía que le gustaba el jardín y parecía que realmente quería decir que por esa razón estaban en el jardín. Por ella. Y si eso era de esa forma, si él decidió dejar lo de la cachetada atrás y permitirle salir del castillo, es que tal vez buscaba comprarla de alguna forma para que terminara cooperando.

Anya sonrió para sí misma, debía estar demasiado desesperado y confundido sobre ella si pensaba que algo como eso la haría ayudarlo a destruir su hogar. A pesar de que había estado tan tranquila estos últimos días, poniéndose la ropa que habían elegido para ella y el obedecer el salir a comer con él, la realidad es que lo odiaba. Odiaba estar aquí, lo que le habían hecho a su aldea y como la habían apartado de su vida solo para ser utilizada a la disposición del rey. Él era un hombre vil, despiadado y cruel, no había nada bueno en él y más en sus vagos intentos de manipulación. Anya había aguantado pacientemente.

El momento en el jardín donde ambos hablaron con tanta familiaridad y como si realmente estuviera emocionada de estar ahí, en parte había sido un poco así. Se había emocionado de más al salir al jardín y sentir el aire y el sol en su cara después de su cautiverio. Por eso había sido genuinamente amable y hasta había cruzado ligeramente los límites al acercarse ante Damian y sujetar su mano. Fue algo impulsivo, pero lo hizo. Su mano había sido más cálida de lo que había pensado, considerando que él era un asesino despiadado.

Fuera del arrebato de ira que había tenido en esa desastrosa comida, ella se había moderado. Agradecía que el rey estuviera lo suficiente ocupado para no repetir aquella escena en el comedor. No sabía si él quería darle su espacio o simplemente el deber no se lo permitían, pero gran parte del día ella estaba ahí, en su habitación. Había resistido, pero eso no significaba que pudiera disfrazar su gesto de desagrado tanto. Además, que, si lo demostraba, su plan no funcionaria.

Necesitaba mantenerse con un bajo perfil, simulando que se adaptaba, para poder escapar.

Esa idea había sido su mentalidad durante todo ese tiempo. A pesar de que había aceptado a ir a ese lugar para evitar la muerte de Loid y Yor, no podía prestarse a la idea de destruir Keodesea y con ello todo lo que había conocido. Por lo que debía salir de ahí antes de que Damian se acercara para tomar su habilidad. De alguna forma desde aquella cachetada, la cuestión de "reunirse para familiarizarse con su habilidad" había quedado estancada, por lo que tenía una oportunidad real.

Además, que algo bueno había salido de esa caminata, él le había dado la autorización para poder andar a su antojo por el castillo. Ante eso, un escenario de posibilidades se abría con intensidad. Solo había dos posibilidades: o él buscaba ganarse su confianza o él realmente quería confiar en ella, dándole total libertad. En cualquiera de los casos, él estaba siendo totalmente confiado, subestimándola. Anya podía ser muy escurridiza cuando se lo proponía.

Por lo que no dudaba que, con unos días de investigación en el castillo, conociendo su estructura, podría escaparse.

Sabía que una vez que saliera de ahí, no podría volver a su aldea, porque ese sería el primer lugar en el que la buscarían y no podía poner en peligro a los Forger. Podrían pasar de ellos cuando se enteraran que nadie la había visto y Loid se libraría de cualquier peligro. Había pasado una semana desde que había sido llevada a Priwidor a la fuerza, pero los extrañaba demasiado. Extrañaba su vida ahí y la comida de Loid.

La comida en el castillo era rica, no lo negaría, demasiado profesional. Pero los estofados y guisos caseros de Loid no tenían igual. Esperaba que con el tiempo y una vez que Damian dejara de buscarla, podría ir de visita a ver a Loid y Yor, quería conocer a su primer hijo. No sabía a donde iría, porque no tenía ningún otro lugar a donde ir y asomarse en el castillo de Keodesea sería lo más esperado y podría ser interceptada. Debía desaparecer, tal vez se iría a las montañas. Pero después se preocuparía de eso.

Por el momento debía seguir fingiendo que estaba cómoda ahí, que se había costumbrado y que había razones para confiar en ella, hasta el momento de su partida.



Desenvainó su espada, observando a su contrincante enfrente suyo. El general de su milicia, quien lo observaba detenidamente, a pesar de que podía ver la duda en sus ojos. Sin esperar más, blandió su espalda con furia, acortando la distancia ante él y atacándolo sin piedad. El soldado apenas y pudo defenderse, interponiendo su espada, hasta que cayó al suelo, conmocionado y asustado por la ferocidad de los ataques del rey.

Damian simplemente lo miró con odio, mientras torcía la boca, guardaba su espada y se alejaba, hasta los límites del área de entrenamiento. Estaban capacitando a nuevos soldados después de las bajas que habían surgido en los combates recientes, pero parecían incomodos. Su presencia siempre generaba ese sentimiento en sus soldados cuando los observaba entrenar.

Y la incomodidad creció cuando él decidió dar una demostración, terminando por humillar al general y líder de todo su escuadrón de ataque.

El acudir ahí para ver "el avance" de sus tropas solamente había sido una excusa para desquitarse del primer infeliz que se cruzada en su camino. Y de esa forma había utilizado al general, que estaba dando una demostración. Y eso lo había enojado, porque sus movimientos, técnica y forma de moverse era deplorable, y consideró hacer un cambio drástico, porque alguien así no podía comandar a su gente. Debían ser letales.

—¿Señor?

—Deshazte del general y trae a alguien más calificado.

—Señor, pero...— Jeeves detuvo las palabras en su boca al recibir la mirada fría del rey. —Si señor.

Jamás debías llevarle la contraria, ese siempre era el lema de Priwidor para sobrevivir trabajando para Desmond.

—Llegaron los informes de los puertos y necesito su autorización para el movimiento de alimentos.

Damian simplemente asintió, dando media vuelta y regresando a su oficina, sumergiéndose en el trabajo que tenía pendiente. Aunque después de un rato firmando algunas cosas y leyendo los informes, dejó los documentos en el escritorio y apoyó la cabeza en el respaldo de su silla.

¿Qué era lo que estaba haciendo?

Contrario a lo que él pensara, sus ideales y maneras de hacer las cosas, decidió hacerle caso a Ewen para lidiar con Anya Clanblosson. El intentar someterla en el pasado no había generado un cambio favorable en su comportamiento. A pesar de que aún no estaba familiarizado con la situación de las visiones, estaba bastante seguro que ella brindaba la información de lo que podía ver a una buena disposición. Y si él le cortaba un dedo, como había pensado por su insolencia, no ganaría nada. De hecho, consideró que podría empeorar las cosas.

Por lo que, a pesar de que la idea era totalmente diferente a cualquier cosa que haría...decidió hacerle caso. Si ella se sentía parte de todo esto, podría brindarle información sobre sus visiones. A fin de cuentas, le estaba pidiendo traicionar a su reino. Algo que para Damian no tenía relevancia, él no le debía lealtad a nadie, ni a su propia familia. Pero él exigía lealtad a sus hombres, aunque más que nada la "lealtad" de sus hombres, era rencor, odio y temor. Por eso obedecían sus órdenes.

Así que lo hizo, decidió caminar en el jardín con ella, algo que jamás había hecho, ni en su infancia. Cuando la vio llegar con aquel vestido rosado que combinaba con su cabello, remarcó la idea de que ella bien podría pasar como nobleza en algún reino. El verla sonreír por pequeñas cosas y sus ojos brillando fascinados... todo eso originó tantas cosas en él que se sentía realmente confundido.

Desde aquel día donde lo había golpeado y que en vez de enojarse por el acto se había sentido...extraño. Había admirado su valentía para hacerlo, a pesar de que sabía lo que podría hacerlo. La decisión presente en su rostro y la determinación de no dejarse doblegar. Era fuerte y esa fortaleza es lo que lo había dejado confundido todo ese tiempo. Una fortaleza que resultaba extraña en un cuerpo tan pequeño. Al mismo tiempo podía ser tan delicada para recoger una flor del jardín y poner una expresión tan...cortó la palabra que le vino a la mente.

Suspiró profundamente, estaba perdiendo la cabeza al no saber cómo manejar ese asunto.

Observó sus manos y rememoró lo cerca que ella había estado de él y como con total confianza lo había tocado. Jamás, desde hace tantos años, nadie lo había tocado. No le gustaba el contacto con nadie, por eso solía utilizar guantes en sus manos. Pero aquel día, en un intento de parecer relajado había dejado los guantes en la oficina y ese había sido el desastroso resultado. Ella se había tomado la descarada libertad de tomarle la mano y... Damian sintió aquel extraño movimiento en su pecho y frunció el ceño.

Recordó las palabras de Ewen sobre que él estaba familiarizado con el sector femenino.

Por supuesto que Ewen pensaría algo como eso, cuando en reuniones del reino que habían tenido, varias mujeres se habían acercado a él y lo habían seguido, perdiéndose ambos en algún lugar. Siempre estaba bien acompañado, aunque no era algo que él buscara. Las mujeres se acercaban a él por una razón.

Por poder.

Era el rey más joven de Ostania y estaba soltero, por lo que las mujeres buscaban ser coronadas como la reina de Priwidor. Las riquezas, reconocimiento y beneficios que traería atraparlo era algo bastante evidente. Además, que su atractivo era innegable. Pero todas esas cuestiones superficiales no podrían importarle menos. Él no estaba interesado esas banalidades que lo alejarían de sus objetivos. Él había ansiado la corona y quería expandir su gobierno, colonizar toda la nación. Fuera de eso, todo le daba igual. No había sentido ningún estimulo por contacto físico o sentimental con una mujer, por lo que siempre terminaba rechazando a cada mujer que se atrevía a acercarse, al grado de hacerlas llorar.

Y por alguna manera Ewen pensaba que el ver a las mujeres siguiéndolo y perdiéndose entre los pasillos, y apareciendo de nuevo agitadas solo podía significar una cosa. Además de que los rumores se extendían por todas partes. Por supuesto que las mujeres que habían sido rechazadas no iban a admitirlo enfrente de otras mujeres, por temor a la humillación pública. Por lo que terminaban inventando que habían terminado en la cama del rey de Priwidor y esparciendo un sinfín de rumores de su virilidad y resistencia en la cama. Los rumores habían llegado ante él después de un tiempo y contrario a todo lo que podrían pensarse, él decidió no hacer nada al respecto.

No le interesaba, porque simplemente ignoraba el asunto.

No había tenido ni un encuentro sexual ni una relación por conveniencia como era algo normal entre las familias nobles, porque él era el rey. Posiblemente si su padre aún viviera, lo hubiera forzado a casarse con alguna mujer de familia noble, en un intento de un intercambio o beneficio militar. Pero como ese no era el caso, Damian se había mantenido fuera de todo eso. Y hasta ese momento no se había preguntado si tal vez...pudo ser un error.

El que Anya le haya tomado la mano de manera abrupta, lo había alterado de maneras que no había considerado. En los días anteriores cuando la había sujetado del rostro o del brazo, lo había hecho con sus guantes puestos, guantes que jamás se quitaba. Pero el contacto directo de piel contra piel, lo había perturbado, al grado de sentir aquel molesto martilleo en su pecho.

Había salido de ahí rápidamente, llegando a su oficina y colocándose los guantes con rapidez, como si eso pudiera realmente detener aquellos sentimientos que eran tan nuevos para él...el interactuar con mujeres en el pasado posiblemente le hubiera servido para evitar aquello. Aunque la idea de tocar a alguien más le era tan desagradable e insultante. No había sentido el contacto de alguna persona en toda su vida, está de más decir que su padre no era una persona cariñosa. Por eso desarrolló aquel desagrado por el contacto, pero, cuando Anya lo tocó, más que desagradarle, aquel sentimiento que originó...

Fue tan agradable y cálido que había alterado su corazón.

Ocultó sus ojos con su mano en un gesto frustrante. Debía dejar de pensar en todo eso y concentrarse en su trabajo. Necesitaba comer, sin embargo, a pesar de que sus intenciones eran que ella se sintiera cómoda y que había planeado el comer a su lado todos los días para desarrollar la familiaridad entre ellos, no se había atrevido a citarla al comedor. Además, que Jeeves siempre le decía que ella se mantenía indispuesta y que prefería comer en su habitación. La única vez que habían comido juntos la había obligado, pero desde la cachetada, había decidido preguntarle. No había obtenido una respuesta positiva, por lo que solo podía pensar que estaba haciendo las cosas mal. No sabía cómo manejarla y se estaba impacientado.

Quería empezar la movilidad en el plan contra Keodesea, aunque igual le interesaba antes del asalto al gran reino, obtener alguna de las ciudades que tenía a su dominio, pero en el pasado, sin una vidente, cada ataque había sido repelido. Además, que le estaba costando conseguir el dominio de algunas tierras...realmente la necesitaba.

Nada estaba saliendo como lo había planeado y se estaba desesperando... ¿cómo podría manejar aquello de la forma adecuada? No tenía ni idea, pero si de algo estaba seguro, es que el salir al jardín la había alegrado, por lo que el plan de Ewen era la mejor opción en ese momento, esa era la mejor estrategia.

Lo sabía y, aun así, se sentía perturbado cuando aquellos ojos verdes no se apartaron de su cabeza en el resto del día.


Los días transcurrieron con tranquilidad en el castillo de Priwidor, con la rutina haciéndole compañía. Se levantaba a la misma hora, vistiéndose, después del baño, con alguno de esos delicados y exuberantes vestidos que parecían hechos a su medida. Solía comer en su habitación o en algunas ocasiones se había tomado la libertad de comer en el jardín, disfrutando de la naturaleza en aquel sitio oscuro.

Un par de ocasiones fue citada por el rey, compartiendo una taza de té. La primera ocasión el parecía especialmente callado, sin mirarla a ver y Anya se preguntó, después de que se despidió sin decir nada, porque la había invitado si no estaba dispuesto a hablar. En otras ocasiones habían hablado superficialmente, aunque él hablaba de cosas y temas extraños. Como la procedencia del té, la arquitectura del castillo, sobre la interrogación de algún prisionero o hasta del pato ahumado qué era su favorito. Oh y de las gemas qué solía usar el pañuelo de su cuello. Recordaba que en algún momento había reconocido qué el jade era su favorito, aunque después de quedo callado, como si se hubiera arrepentido y simplemente desvío la mirada. Cosas sin relación y sin sentido, pero Anya solo escuchaba, sin decir demacrado.

Pero todo eso realmente le servía, agradecía estas tardes del té que eran una excusa para poder caminar por el castillo y familiarizada con los pasillos hasta la sala de estar. Un largo qué sé bifurcaba en varios caminos del primer piso. Ella se había aventurero a moverse un poco por el castillo, pero el que estuviera los soldados por ahí y por allá no ayudaba su libertad para recorrerlos como quisiera.

Conocía más que nada el piso de arriba. Necesitaba encontrar la manera de salir con rapidez y sin ser vista. Hasta ahora solo había visto el camino a la entrada principal y a la trasera, pero había descartado ambas opciones, eran lugares donde había más soldados y si solo consideraba salir por ahí, sería arrastrada dentro antes de que tuvieran tiempo de pestañear.

Y si era atrapada todo estaría acabado. Alertaría al rey de sus intenciones y sería encerrada quitándole todos los privilegios y libertad. Ese en el mejor de los casos, porque podrían sacarla de ese cuarto y realmente tratarla como una prisionera o quizá utilizar la fuerza para obtener lo que quería. Debía ser cuidadosa, solo tenía una oportunidad.

Pero los escasos momentos donde salía y los soldados caminando por todos lados hacían extremadamente difícil todo. Necesita una apertura, un momento donde pudiera buscar una salida y trazar un plan de escape. Fue cuando consideró que debía hacerlo fuera del horario y la noche era perfecta para eso.

Esperó a que el sol se ocultará por el horizonte y esperó aún más, a que todo el ruido de esfumara. Se había cambiado su vestido elegante por la bata blanca de seda para dormir, era más delgada y eso facilitaría el poder mover por los pasillos. Debía aprovechar muy bien esa oportunidad, con la información necesaria podría salir de ahí en unos días.

Inhalo y exhalo profundamente frente de la puerta. Su corazón asustado ante lo que podría pasar, pero se mentalizo, debía arriesgarse para salir de aquí. Abrió la puerta y se asomó al pasillo, estaba desierto. Sonrió para sí misma y salió, caminando con pasos silenciosos. Su corazón latía por la adrenalina del riesgo. Antes de doblar a algún pasillo se asomaba, comprobando qué estuviera solo antes de andar.

Descendió por las escaleras qué encontró en el lado oeste, que parecía un caracol, estaba tan escondida qué casi no la había visto, parecía para el servicio y ella siempre subía y bajaba por la escalera principal. Sus pasos eran silenciados por la piedra rústica, las paredes filtraban el frio qué acechaba la noche. Termino en un pasillo muy sencillo, miró a ambos lados en búsqueda de una señal a donde dirigirse y finalmente se aventuró a ir a la izquierda. Caminó un par de minutos hasta que un gran espacio se abrió ante ella.

La sala estaba ligeramente iluminada, largas mesas de metal y los instrumentos colocados en todos lados dejaba en claro que había llegado a la cocina. Estaba perfectamente limpia, como si no la hubieran usado. Considerando qué solo cocinaban para un hombre y para ella... no le extrañaba qué todo estuviera tranquilo. Aunque según entendía los soldados en servicios igual tenían derecho a comer, esta de más decir que no era la comida que ella degustaba. Pero si estaba en el área de la servidumbre debía haber una salida adicional para ellos. Una puerta... sus ojos captaron una al fondo del lado derecho, su corazón se agitó mientras se aproximó lentamente.

Solo debía asegurarse de que lo era y podría planear el día en el cual saldría de ahí.

La sensación de libertad estaba tan cerca de ella, intentaba hacer el menos sonido con los pies y su mano de estiró para poder alcanzarla.

—¿Qué haces aquí?

Su cuerpo se paralizó al mismo momento qué su corazón, el miedo ascendiendo por su cuerpo. Su mirada esmeralda viajo rápidamente, hasta tomar un vaso en la barra qué estaba a su lado y giró, enseñándolo.

Ante ella estaba el mismo Damian Desmond con su traje pulcro, aunque se había deshecho de la corbata y tenía ligeramente abierta los dos botones de la camisa. Era lo más desarreglado qué lo había visto. El cansancio era claro en su rostro y más la incredibilidad de verla ahí, como si no encajara en ese lugar.

— He venido por algo para tomar.

Él la observó detenidamente, como si pareciera pensarse si creerle o no.

—¿No deberías estar durmiendo? — Damián sacó su reloj de su bolsillo y se fijó en la hora, era de madrugada.

—Yo... no podía dormir y ¿tú no deberías estar durmiendo?

Él se había quedado de pie cerca de otra entrada a la cocina y parecía sigiloso, desconfiado.

—No suelo dormir demasiado.

Anya bajó la mirada en un intento de disimular su nerviosismo de ser atrapada y pasó saliva por su garganta en un intento de quitarse la resequedad. Él no le quitaba los ojos de encima. Por lo que se aventuró, mirando a su alrededor en búsqueda de algo para tomar, la excusa barata qué le había dado.

— ¿Cómo llegaste aquí? No te vi en el camino.

Anya estaba dándole la espalda por lo que se mordió su labio inferior, tenía sentido su pregunta considerando que había una sola escalera principal y no la había visto descender. Todo estaba mal, la habían descubierto y aun peor, el hombre del qué quería huir. Debía convencerlo de sus sospechas, hacerle creer su excusa.

—He bajado antes, pero me he perdido buscando la cocina y no encontré a nadie del servicio.

Abrió la primera alacena que su mano alcanzó, eran de color caoba y tomó la botella qué pudo alcanzar. Debía seguir fingiendo, hacerle creer que estaba ahí por lo que había dicho y mostrarse más que nada relajada, aunque su interior estuviera en crisis.

—Pondré a alguien de servicio a tu disposición por la noche.

—¡No! — Hablo con mayor energía de lo que ella qué quería. — No es necesario, solo ha sido por esta noche, solo necesito tomar.... —Vio la botella en su mano. Su mentira se basaba en el hecho de que había ido a buscar agua, pero cuando vio las palabras de la etiqueta de la botella, las palabras murieron en sus labios, sin ser capaz de terminar la frase.

—¿Vino? —Damian conocía aquella botella sin prestar demasiada atención, por lo que la reconoció antes de que ella terminara de hablar.

Todo parecía ir realmente mal, no había manera de que él fuera a creerle eso. ¿Quién bajaba a la madrugada por vino? ¡Ella estaba buscando agua! Pero la aparición abrupta de Damian y su prioridad en encontrar una salida, no le hicieron pensar el evaluar la cocina. Sin embargo, no podía echarse atrás y aceptar su derrota. Iba a sostener todo ese teatro hasta que él la arrastrara a su habitación y la encerrara.

—¡Si! —Se acerco a la barra qué estaba en medio de la cocina y asentó el vaso. —No podía dormir y un poco de vino siempre me ayuda a conciliar el sueño.

Él la miró fijamente, levantando una de sus cejas. Anya fingió una sonrisa ligera, aunque en su interior estaba en una crisis, considerando correr en ese momento. Si salía de ahí con rapidez, con la botella en su mano y regresaba a su habitación tal vez podría evitar más preguntas al respecto. Pero todos sus instintos le decían que fuera a aquella puerta que momentos antes iba a abrir y corriera, arriesgándose a lo que viniera. Se preguntó cuanto tiempo le tomaría al rey de Priwidor el reaccionar y atraparla. No tenía oportunidad, estaba segura.

Damián la observó un momento más, caminó pasando a su lado y perdiéndose en su espalda. Anya no se atrevió a voltear, temerosa de mostrar debilidad. Él apareció de nuevo, con una copa y un vaso en la mano y una botella de un líquido oscuro en la otra.

—Te acompañare.

El aire se atoró en la garganta de Anya y sus ojos se abrieron por la sorpresa. Anya reprimió un grito en su garganta. Su plan era ir a su habitación y fingir que había tomado un poco de vino, tirándolo por el inodoro. Pero todo había dado un giro que no había previsto. La verdad es que había probado el vino en casa de los Forger, pero era algo que no disfrutaba. El pánico la atacó al verlo sentarse a su lado, destapar la botella de líquido marrón y servirse. Anya sin saber que hacer, se sentó en la silla que tenía al alcance y contempló como él abría la botella de vino, servía el liquido en la copa y se la ofrecía.

Ella dudó un instante, hasta que finalmente la tomó entre sus dedos. Lo observó a su lado, tomando el pequeño vaso de cristal y llevándoselo a los labios. Se sirvió de nuevo, llevándose el vaso de nuevo a su boca, pero se detuvo, observándola entre sus largas pestañas. Ella entendió aquella mirada y tomó su copa, dando un trago que le supo...increíblemente agradable.

—Es mejor de lo que pensara.

Damian terminó el liquido en su vaso y la observó con cierto gesto pensativo.

—El mejor vino de Ostania, añejado durante 15 años.

—En casa comprábamos la marca comercial en fechas especiales. —Admitió, con sinceridad.

Anya lo vio ingerir el tercer vaso de ¿Whisky? Realmente no estaba familiarizada con el alcohol. Tomó de nuevo un trago de su copa cuando él se le quedó viendo, como si esperaba que lo acompañara en su cuarto vaso.

—Eres un gran bebedor. —Admitió, se lo estaba tomando como agua. El ambiente desde que se habían sentado a tomar se había relajado, ya que él dejó de verla de forma penetrante como si buscara algún desliz de su parte o que admitiera algo.

—No, realmente no lo soy —Sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas. —Ha sido un mal día.

—¿Mal día? —Aquellas palabras resultaban tan curiosas. — ¿No un rey es amo y soberano de todo, y el mundo se mueve en la palma de su mano?

Anya imaginó un panorama donde ella era la reina de Keodesea y caminaba en una versión enorme de ella misma y pisaba cada una de las casas y reía de forma exagerada. Tomaba todo el maní que podía de la tienda de víveres y se encerraba en el gran castillo para comerlo todo. Imaginó todas las cosas que podría hacer, construir una gran resbaladilla en el patio del castillo y como todos debían llevarle una ofrenda mientras la adoraban.

Una risa sarcástica brotando de la garganta masculina la hizo regresar de sus ensoñaciones. Lo observó meneando el vaso entre sus dedos y daba un ligero trago. Sus ojos estaban ligeramente entrecerrados.

—No tienes ni idea...del peso de las responsabilidades con los que se tienen que lidiar, la expansión para el crecimiento del reino y cuando se niegan a tus deseos ¡Debes aplastarlos! —Golpeó el vaso en la barra.

No habían podido ganar la lucha con una aldea comercial que necesitaba para la mejor distribución de productos. Además, que habían existido disturbios en alguna de las aldeas, los reportes de cosas y permisos en otras aldeas.

—Permisos, requerimientos, opiniones que no has pedido, y como si aquello no fuera suficiente, el lidiar con...—Pero las palabras se apagaron en sus labios. —No lo entenderías.

Un silencio se expandió entre ambos, donde Anya se preguntó de donde venía aquel arranque de ira o frustración por parte del rey.

—Pero fuiste educado para gobernar.

—No, no se suponía que yo sería el rey. —Habló mientras se servía un poco de whisky en su vaso. —¿No recuerdas que no era el primogénito?

Anya recordó entonces a Demetrius, que él debería haber sido el rey de Priwidor si no hubiera muerto a manos de su hermano. Se preguntó si tal vez Damian se arrepentía de lo que había hecho.

—No tenías porque lidiar con toda esta responsabilidad. —Lo observó desde su lugar, pero él no parecía muy centrado. Anya había perdido la cuenta de cuantos vasos se había tomado. Su copa aún seguía llena. —Tú vida estaba resuelta al ser el segundo hijo, tú...

Se detuvo cuando lo escuchó reír sin ganas e ingerir otra copa. Dejó el vaso a su lado y levantó el rostro para observarla a través de sus pestañas. Sus ojos estaban más pequeños, entrecerrados ligeramente y sus mejillas se veían un poco coloradas. ¿Él tenía poca tolerancia para el alcohol? Si eso era así ¿Por qué había decidido tomar con ella?

—¿Mi vida asegurada? —Se movió inquieto en su silla y dio otro trago. —Mi padre me azotaba cuando cometía algún error que pudiera "avergonzarlo" o cuando mostraba alguna emoción. —Jugueteó con su vaso sin tomarlo. —Me regaló un ave en mi decimo cumpleaños y me dijo que lo adiestrara, para utilizarlo como ave mensajera en los enfrentamientos... yo dediqué unos meses a la tarea, me encariñé con el ave, él realmente me entendía y parecía tenerme aprecio, siempre acudía a despertarme, entrando por mi ventana. Estaba emocionado de lo que había logrado. —Sonrió sin muchas ganas. —Cuando le enseñé todo lo que le había enseñado, mi padre le disparó. Vi al ave agonizar mientras mi padre me dijo que me pidió entrenarlo, no encariñarme con él.

El lugar se quedó en silencio y Damian movió el liquido en su vaso con indiferencia.

—Aquel día, cuando reté a mi hermano a un enfrentamiento él sugirió que fuera a muerte, el rey realmente esperaba que Demetrius me asesinara. —Observó algún punto a la mesa. —Mi padre siempre decía que mi hermano nació con suerte y que yo tuve suerte de nacer... quería demostrarle que estaba equivocado. Había entrenado para ese momento, pero cuando mi espada lo atravesó y la sangre brotó de su boca... mi padre quiso asesinarme, me golpeó tan fuerte que pensé que moriría y me exilió del reino... —Pasó su dedo por el borde del vaso. —No estaba dispuesto a aceptar eso, así que acabé con él.

Él alzó el rostro para mirarla a los ojos.

—Fui rechazado desde mi nacimiento, no tenía mi vida arreglada.

Anya se quedó completamente callada, sin saber que decir o como actuar. Realmente de todas las cosas que hubiera esperado esa noche, jamás, bajo ningún contexto esperó encontrarse con Damian y mucho menos el que él se abriera ante ella de esa forma, contándole la historia de su vida y los terrores que había vivido a manos de su padre.

Y por alguna razón Anya se sintió...identificada.

Ella fue rechazada por toda su aldea cuando se enteraron de su habilidad, al grado de terminar llorando porque todos la evitaban y las madres prohibían a sus hijos a jugar con ella. Con el tiempo dejó de tener tanta relevancia, pero había sido difícil. Pero ella había tenido a los Forger, que la habían cuidado como a una hija. Sin embargo, Damian había estado totalmente solo, no tuvo un consuelo. Anya experimentó un extraño sentimiento que la impulsó a moverse. Se había quedado completamente quieta cuando Damian comenzó a hablar. Su mano alcanzó la mano del rey y la sujetó con fuerza.

—Debió ser difícil.

Él la observó tan penetrantemente que el interior de Anya se agitó ligeramente. Y se vio obligada a desviar la mirada e intentó retirar su mano. Pero él la sujetó con fuerza. Anya levantó el rostro y sintió sus mejillas calientes cuando se encontró con aquellos ojos ámbar, atrapándola en tanta intensidad y calor...

—Anya...—Esa era la primera vez que él la llamaba por su nombre.

—Deberíamos ir a dormir. —Recuperó el control de su mano y se levantó. —¿Vamos?

Él la observo desde su lugar, asintió se levantó y la siguió por las escaleras. El silencio rodeando el castillo. Anya sentía algo revoloteando en su estómago, algo extraño había sucedido cuando él tomó su mano y la miró de esa forma. 

Él la siguió hasta que ella llegó a su habitación, la abrió sin despedirse y justo cuando estaba por entrar, sintió como él tiraba del vestido, deteniéndola. Ella giró sobre sus pies para ver al rey de Priwidor ante ella, con el rostro tan diferente a cuando estaba sobrio. Más ligero, humano y vulnerable, como si realmente sintiera algo.

—Blanco. — Él sujetó la tela de aquel vestido para dormir con los dedos desnudos, como si quisiera sentir la tela suave. — Ese color resalta el color encantador de tus ojos.

Anya simplemente dio media vuelta, abriendo la puerta de su habitación y la cerró de golpe, apoyándose en ella. Los latidos de su corazón descontrolados... ¿Qué era lo que significaban esas palabras? ¿Y porque lo había dicho de repente? ¿Y porque aquello la había alterado tanto? La forma en que la había mirado, sus labios proclamando aquellas palabras y como había sido arrastrada por ese cumplido. Anya cerró los ojos en un intento de controlar el martilleo incesante de su pecho inquieto.

Recordó sus palabras en la cocina y Anya no pudo evitar pensar, a pesar de que iba en contra de todos sus instintos, de que Damian Desmond no era el vil gobernador que pensaba.

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