IV.
Día 4: Tensión
Una vez que la puerta se cerró atrás suyo, se apoyó en la madera con un deje ausente, su mirada perdiéndose en algún punto de la pared. Permaneció de esa forma durante unos minutos, con las piernas temblando ligeramente y la adrenalina corriendo por sus venas, pensando que eso era una especie de sueño, pero cuando la realidad fue bastante evidente, lo supo.
Que realmente había abofeteado al rey de Priwidor, el soberano del reino más oscuro de toda Ostania.
¿Qué era lo que había pensado para tener la osadía de cometer tal acto? Sabía la respuesta, realmente no había estado pensando en nada. Simplemente se había enojado por como él la estaba tratando y la forma tan despectiva con la que se refería a ella. En el pasado la gente la había ignorado y se había alejado a ella como si realmente pensaran que si interactuaban con ella iban a morir. Algo que durante mucho tiempo Anya pensó que era la peor de las ofensas, a pesar que solía disimular que nada de eso le afectaba. Con el tiempo realmente había dejado de importarle tanto. Pero eso había sido muy diferente.
Pero Desmond había sido demasiado directo, crudo y humillante.
Había escuchado rumores al respecto de Priwidor y el cruel soberano que los gobernaba. Rumores que corrían por todos lados, además que la fama que Damian se había ganado no era inmerecida. Era alguien de temer, podía verlo en la forma en que todos en ese castillo parecían temerle. Su propia figura imponía poder, dominio e imponencia.
Además, que era demasiado joven. Más joven de lo que cualquier gobernante de los diferentes reinos de Ostania. Shopkeeper ya tenía arrugas y el cabello blanco, signos de la tercera edad. Anya estaba segura de que Damian no podía tener más de veintiocho años. Por eso se había sorprendido al escuchar su nombre, porque a pesar de que sabía de la existencia del soberano cruel de Priwidor, siempre pensó que se trataba de Demetrius, quien era diez años mayor que Damian.
Pero aún a su corta edad Damian había ganado el título de tirano y había sabido gobernar su reino. Estaban en auge, a pesar de las acciones deplorables que habían cometido para lograrlo, dominando pueblos para tener ventaja y expansión. Además, que él mismo le había confirmado lo que temía, que había asesinado a su padre y hermano para poder ascender a la corona.
En posiciones normales el rey de Priwidor hubiera sido Demetrius al ser el primogénito de la familia Desmond. Ante eso, Damian terminaría de lado, sin la posibilidad de subir al trono, al ser el segundo. Pero él había cambiado el curso de las cosas y había reclamado la corona. Anya se preguntaba cómo alguien diez años menor se las había arreglado para asesinar a su hermano mejor preparado y fuerte. Además del rey que gobernaba en ese momento, que había levantado su imperio él solo.
¡Y Anya se había atrevido a golpearlo!
Sabía que había pecado de engreída al asegurar con total certeza de que él no la asesinaría. En ese momento de verdad lo había creído. Había sido arrebatada de su pueblo y de la gente que quería y encarcelada en ese lugar. Realmente estaba furiosa y aquel sentimiento creció cuando Jeeves se presentó en su habitación, tiempo atrás, para ordenarle que comería con el rey. Algo a lo que quiso oponerse, pero no tenía opción.
Había terminado sentándose y esperar a que él se dignara a aparecer, mientras Anya peleaba contra el hambre en un intento de no querer aceptar nada de alguien como él. Aún así fue forzada a comer y obedeció en todo momento, pero estaba al límite, no podía seguir estando en la misma habitación de alguien como el que la tenía a la fuerza.
Él le había dejado bastante claro que la necesitaba, Anya más que nadie lo sabía. Ella había alertado a Shopkeeper cuando el ataque de Priwidor se acercaba y lograban tomar las medidas necesarias. Se habían salvado de ataques sorpresa gracias a ella ¿y ahora pensaba que le ayudaría a destruir lo que tanto ha protegido? Estaba tan equivocado y más al pensar que ella se quedaría quieta mientras él la maltrataba y la llamaba herramienta.
Había sido realmente intrepida al pensar que él la necesitaba tanto para dejarla vivir después de un golpe como ese. Ella era un elemento demasiado importante y una ventaja relevante, al grado que en Keodesea la habían mantenido en el anonimato. Era realmente estúpida si creía que su importancia sería la misma en ese sitio y más cuando no había hecho realmente algo por ayudar. Ella era una ventaja, totalmente, pero eso no la volvía inmune en ese sitio y estaba totalmente segura de que Damian la mataría cuando él quisiera, sin importar su habilidad.
¿Había sido impulsiva? Si, totalmente. ¿Se arrepentía de haberlo hecho? Para nada, realmente él se merecía aquello. Era demasiado arrogante y alguien debía ponerlo en su lugar. Aunque había puesto su vida en riesgo por eso. Sus piernas aún temblaban al recordar su rostro al quedarse quieto ante el golpe. Anya de verdad había pensado que la alcanzaría y la mataría en ese momento. Pero tal vez lo había dejado tan conmocionado que no había sabido como actuar. O eso era lo que había pensado Anya mientras salió del comedor y corrió a su habitación, encerrándose.
Una vez que su respiración se regularizó fue hasta su cama y se dejó caer, pensando que tal vez esa sería su última noche, antes de ser ejecutada.
Priwidor mucho tiempo atrás había sido un pequeño pueblo que se regía bajo un pequeño consejo de ancianos que mantenían el bienestar de su gente y la economía. Sin embargo, un día un miembro del consejo se alzó contra todos y terminó matándolos, con un solo objetivo en la mira: ser el único soberano que gobernara y tomara las decisiones. De esa forma se alzó en el poder, instaurando un nuevo gobierno y elevando un castillo para su dominio. Todos lo siguieron por las promesas de mejores estilos de vida y él comenzó a realizar tratos comerciales con varios pueblos cercanos, incrementando la riqueza del reino y forjando todo un reino. Hasta que aquellos pactos que el nuevo soberano buscaba no fueron aceptados por los pueblos cercanos a puerto y tal decisión hizo enfurecer al presente rey, enlistando todo su ejército para atacar y tomó a la fuerza dichos pueblos.
Ese había sido su padre, que instauró las reglas y proclamaciones de lo que ahora era Priwidor. Algo que el joven Damian había admirado desde pequeño, el poder que su padre tenía a la palma de su mano. Poder que él quería. Para su desgracia él había sido el segundo hijo de Donovan Desmond, el actual rey de Priwidor. Su mandato pasaría a manos de Demetrius, quien siempre había sido el favorito de su padre. Lo había criado a su imagen y semejanza o eso es lo que Donovan solía decir, al estar bastante orgulloso de su poder y dominio. Pero había algo que le hacía falta a Demetrius, la paciencia y estrategia para utilizar en la batalla. Lo cual le había costado la victoria en un par de lugares. Damian podía ver la ruina de Priwidor en sus manos.
Y nadie quería el poder más que él. Por lo que entrenó lo suficiente, a escondidas de su padre ya que jamás se tomó la molestia de entrenarlo como a Demetrius, se educó adecuadamente en el arte de la espada. Mientras Demetrius se llevaba la gloria por parte de su padre, él era castigado una y otra vez por ser el segundo de la dinastía Desmond, de no actuar como su padre haría. Siempre era castigado por las cosas más pequeñas, lo cual motivó a Damian a sentir odio por su propia sangre.
Por lo que cuando se aseguró de tener la fuerza necesaria, retó a su hermano a un enfrentamiento. Demetrius siempre recibía clases impartidas por su padre sobre todo lo que debía saber para gobernar. En una de esas lecciones Damian se presentó, retándolo. Donovan simplemente sonrió ante tal osadía y justo cuando estaba por sacarlo de ahí, Demetrius aceptó.
Con tal de poner a su hermano pequeño en su lugar y demostrar su fortaleza. Estaba tan confiado por su triunfo, además de la idea de humillar a su hermano, que decidió apostar. La vida del perdedor sería tomada por el que saliera victorioso. Una pelea de vida o muerte. Damian simplemente había aceptado, a lo que Demetrius admiró, de la forma en que su pequeño hermano entregaba su corta vida, todo por un momento impulsivo y de vanidad.
Sin embargo, sucedió lo que nadie veía venir, Damian terminó asesinando a Demetrius en el enfrentamiento, rebanando su garganta en un segundo que el primogénito se había descuidado. Un segundo fue todo lo que Damian necesitó para acabar con su vida.
Damian realmente pensó que su padre estaría orgulloso de su acto, de demostrar lo fuerte que podía ser, al grado de ganarle a su hermano. En su lugar Donovan enloqueció al ver a su primogénito en el suelo sangrando y descargó toda su ira en el segundo de sus hijos, hasta que él no pudo levantarse. Fue hospitalizando, salvando su vida, pero aquello no pareció importarle a su padre, que él lo había dado por muerto por su acto de despojarlo de su primer hijo. Colérico por tal desprecio de su progenitor, una vez que Damian pudo ponerse en pie, buscó a su padre en el salón del trono y lo asesinó.
Ese fue su paso hacia la corona y el inicio de su mandato.
Colocó a Priwidor en un lugar que ni su propio padre había hecho a la corta edad de 19 años, expandiéndose de forma más rápida y alzando sus banderas de temor por toda Ostania. De eso habían pasado casi una década y aún no se arrepentía de su acto. La descarga de adrenalina junto con el poder que matar a su linaje lo embriagó de tal forma que se sentía invencible. No le temía a nada ni a nadie y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para conseguir lo que quería. Era temido por todo Ostania y...
Aún así aquella vidente había sido tan osada para golpearlo en la cara.
Jamás nadie se había atrevido a desafiarlo o hacerle frente, por eso mismo en ese momento se había quedado perplejo. Y una vez que salió de su asombro, realmente no sabía cómo debería actuar. ¿Asesinarla tendría alguna ventaja? En condiciones normales él lo haría sin dudar, pero esas no eran condiciones normales y ella no era normal. Había dedicado meses a su búsqueda para terminar asesinándola a los días.
Las cosas no podían quedarse así, debía hacer algo al respecto, dejarle ver que ese había sido el peor error de su vida. Tal vez si le cortaba algún dedo lo pensaría mucho antes de volver a atreverse a hacerle frente. Debía lograr que ella lo obedeciera como uno más de sus soldados y demostrar que su vida no era relevante a menos que él lo decidiera así y fuera de utilidad.
Sin embargo, había un pensamiento que no lo dejaba tranquilo. El brillo de sus ojos y como sus mejillas estaban totalmente sonrojadas antes de dar la vuelta y salir del comedor. Considerando que lo había golpeado, que había tenido el valor suficiente para golpear al hombre que podría acabar con su vida en un segundo, su rostro había sido tan expresivo que esa imagen no dejaba de aparecer en su rostro. En las reducidas interacciones que habían tenido, él había visto algunos gestos extraños.
El sonido en la puerta lo hizo regresar de sus ensoñaciones, apartando aquellos ojos verdes de su mente. Pronto la puerta se abrió, revelando una cabellera rubia y su presencia fue sorpresiva ya que no habían tenido planes de encontrarse.
— ¿Sucedió algo?
El recién llegado avanzó hasta sentarse en la silla enfrente de su escritorio, con confianza y una ligera sonrisa en el rostro.
—¿Debe suceder algo para que venga a visitarte, gran soberano?
Damian frunció el ceño ignorando de esa forma al hombre enfrente suyo, no tenía tiempo para esos juegos. Se concentró en los papeles con los reportes de los pueblos que le pertenecían. Sabía que había ido por alguna razón en particular, solo estaba intentando probarlo. Odiaba que hiciera eso y si fuera alguna otra persona lo hubiera matado. Pero tenía que ser una figura de autoridad que hasta el momento le era útil.
—Me he enterado — Ahí estaba, la razón de su visita. —De la invitada que tienes en el castillo.
Damian siguió concentrado en los papeles que tenía, sin ganas de hablar sobre eso con él.
—¿Cómo fue su llegada al castillo? ¿Ha tenido una visión que fuera de utilidad? —Él sonrió con cierta curiosidad —¿Es atractiva?
Por supuesto que esa había sido la razón de su visita. Considerando que él le había informado el hecho de que la habían encontrado y ya había enviado una unidad de extracción. Desde esa última carta habían pasado una semana, hasta le había sorprendido que él no se apareció antes. Aunque le sorprendía que una de las cosas que le interesaba era el hecho de si era bonita ¿eso era relevante? Fuera una joven o una anciana, aún así Damian estaba dispuesto a utilizarla tanto como pudiera.
Pero si Damian tenía que encasillarla en si era atractiva o no...la imagen de la fémina con el rostro sonrojado por la ira y sus ojos jade mirarlo con una brillante determinación... apartó aquella imagen de su cabeza. De alguna manera la idea de que Ewen la viera era algo que le desagradó de solo considerarlo.
—Ewen ¿estas tan necesitado de atención que has venido hasta aquí para hacer un movimiento con mi reciente adquisición? —Lo miró fríamente. —Si es así, es mejor que te vayas.
Ewen elevó las cejas ante aquel ultimo comentario y una ligera sonrisa se extendió por sus labios. Tal vez era por el hecho de que se conocían desde niños, al ser sus padres amigos desde la infancia, y eso le daba una cierta ventaja. Ewen casi podía ver que detrás de ese comentario cortante había algo.
—Oh, ha sucedido algo con ella ¿cierto? — Se inclinó apoyando ambos codos en el escritorio y reclamando de esa forma la atención del rey.
Y comprobó su teoría cuando lo vio detener su escritura en el papel que estaba redactando. Los ojos claros se elevaron, observando un instante al hombre enfrente suyo y finalmente dejó su pluma a un lado.
—No será nada fácil hacerla cooperar, ha dejado en claro su descontento al estar aquí.
—¿Cuándo hablas de descontento te refieres a...? —Ewen necesitaba preguntar para dejar las cosas en claro.
—Me ha golpeado y se ha encerrado en su habitación.
Ewen pestañeó un par de veces y finalmente una risa estridente escapó de sus labios. Vaya que esa mujer tenía agallas, la suficiente valentía para oponerse al soberano de ese reino y poniendo a prueba su límite. Él mismo había presenciado como Damian mataba a alguno de sus soldados sin miramientos y sin pensarlo demasiado, solamente por contradecirlo. Pero que aquella mujer que apenas había llegado al castillo, se había atrevido a golpearlo y todavía seguía con vida...era un logro bastante grande.
Aunque él sabía que eso era más que nada por el hecho de que Damian de verdad se había obsesionado por encontrarla. Había movilizado a todos sus hombres por eso. Ewen mismo se había extrañado de ese comportamiento, porque no era normal que Damian deseara o quisiera algo. Aunque lo correcto era decir que jamás, fuera del trono, había querido nada. Hasta que supo de la existencia de esta mujer y todo pareció centrarse en ese hecho.
Y todo ese esfuerzo para que al final terminara de esa forma, era sumamente gracioso. Y por el rostro que el gran soberano tenía en ese momento, no parecía entender que hacer. Por qué en condiciones normales la hubiera ejecutado, pero considerando los planes que tenía con ella...era imposible. Estaba en una encrucijada y Ewen encontró aquel hecho bastante gracioso.
La mirada de muerte que Damian le dedicó lo hizo reprimir ligeramente su sonrisa.
—Tienes que admitir que es gracioso.
—¿Qué se supone que es gracioso?
—Tú y la situación con la chica con las agallas más grandes que he escuchado y tú incapacidad de lidiar con ella.
Damian lo miró fijamente, antes de contemplar el papel que estaba ante él. En ese momento entró Jeeves con tazas de café, que les dejó en el escritorio y salió de ahí.
—La pérdida de un dedo podría facilitar las cosas.
Ewen quien estaba dando un trago a su café, casi se atragantó con el líquido en la taza al abrir abruptamente los ojos y ver al rey de Priwidor como si esa vez realmente si había perdido la cabeza.
—¿Has enloquecido? —Vio como fruncía el ceño ante el tono que había utilizado y se aclaró la garganta, recuperando la compostura. — El actuar de la misma forma con la que actúas con tus soldados no logrará mejorar nada.
—Eso siempre ha servido.
—Si, pero por lo que me has contado con ella no parece existir un cambio al respecto a pesar de que me imagino que has dejado en claro lo que sucederá si no te obedece. —Meneó la cabeza— ¿Has considerado cambiar un poco, solo un poco, tú método?
Damian lo observó sentado, con las piernas cruzadas en la silla enfrente de su escritorio, como si fuera conocedor de una mejor forma de hacer que alguien obedeciera sus órdenes. Era algo que él conocía perfectamente, no por nada era el soberano de Priwidor.
—Fui lo suficiente cortes, le di una habitación y estaba en el castillo en condición de invitada, fui lo demasiado paciente y considerado.
Ewen podía imaginarse la clase de consideración que alguien como Damian podría tener y la amabilidad que podía ofrecer: nula, no existía. Él jamás había dicho una frase amable o buena en toda su vida. Podía entender el comportamiento grosero de aquella mujer, pero estaba sorprendido de que se hubiera opuesto a Desmond, tenía que conocerla en persona. Pero debía ocuparse de algo más antes de acercarse o ella estaría muerta pronto.
—Por eso he dicho que tal vez deberías ser un poco... más amable, hacerla sentir cómoda aquí y no tanto como una prisionera. Ella debe estar a gusto de estar aquí y contigo para que se preste a ayudarte con todo esto de las visiones —Meneo su mano en el aire. —Si la fuerzas más de lo que lo has hecho ahora, podría mentirte o inventar visiones, debe querer cooperar de manera voluntaria ¿crees que te ayudara a destruir su reino si la obligas? —Ewen sostuvo su taza de café y dio un sorbo. —Debes ganártela, ya sabes, enseñarle el castillo, recorrer el jardín, pasear a caballo, alguna cosa para que conecten.
Damian lo miró con desprecio.
—No tengo tiempo de prestarme a esas banalidades. —Se centró de nuevo en los papeles.
—O quizá deberías demostrar tu afecto de manera más...carnal. —Sonrió por encima de la taza. —Si se siente querida, tal vez se preste para ayudarte. —Dejó la taza en el escritorio. — Siempre has sido bastante bueno con las mujeres ¿no?
Damian lo fulminó con la mirada ante esas palabras y Ewen entendió que esa era su tarjeta para salir de ahí. Por lo que se levantó de su lugar.
—Suerte
Salió de la oficina del rey y Damian se quedó pensando de las desvarianzas que él solía decir. Nunca tenían sentido y aún así, él siempre terminaba hablando con él con familiaridad.
La puerta de su habitación sonó tres veces, haciendo que se sobresaltara en su lugar. Giró el rostro, observando la puerta cerrada. Había demorado más tiempo de lo que esperaba, en el que se decidiera a hacer algo por sus acciones impulsivas. Estaba viendo a través de su ventana, como la gran parte del día que estaba ahí. No podía hacer mucho más.
Por lo que su día se iba en mirar a la ventana y esperar, esperar a que tomaran una decisión.
La última vez que había visto a Damian le había dado una cachetada y cuando llegó a su habitación fue cuando se dio cuenta de que, si valoraba su vida, ese fue el peor error que pudo haber cometido. Algo que hasta ese momento no había tenido consecuencias. Y que por un momento pensó que tal vez se había salvado, que sus palabras pretenciosas sobre necesitarla vivan tal vez podrían ser cierto.
Aunque el sonido en la puerta podría indicar que eso no era así y a pesar de que Anya tenía cierto miedo por lo que vendría, no se arrepentía. Si iban a matarla, no suplicaría. Solo lamentaría no poder despedirse de los Forger. Se acercó a paso lento, hasta que abrió la puerta.
Había esperado que fueran algunos soldados para llevarla a ejecutar, sin embargo, era Jeeves.
—¿Diga?
—Se ha solicitado su presencia. —Giró sobre sí mismo.
Anya se quedó quieta ante las cortas palabras, había esperado un poco más de información, pero nadie en ese castillo era demasiado comunicativo. Pero por sus palabras y como se había dado la vuelta, podía entender que esperaba que lo siguiera. Le dio una última mirada a su habitación, aquella en la que había estado esos días y que había sido mucho más cómoda que la que había tenido en su aldea. Suspiró y giró con resolución, siguiendo a Jeeves por los pasillos.
La vez que había sido solicitada por el comedor, Anya había estado tan enojada que no se había fijado demasiado en el camino. Pero ahora, tal vez porque era la última vez ahí, se permitió contemplar la majestuosidad del castillo. Los largos pasillos con alfombra, los detalles esplendidos de las paredes que tocaba mientras caminaban, bajando por una escalera hasta caminar por el piso de madera que dominaba aquel primer piso.
—¿A dónde vamos? — Observó la espalda del hombre que caminaba con elegancia enfrente suyo, pero él no hizo ademán de responder.
Anya vio una gran puerta mientras caminaban, una vez que los pasillos se transformaron en una especie de recibidor. Cuando la atravesaron la luz la obligó a cerrar los ojos y llevarse la mano hacia los ojos, en señal de protección. Intentó buscar Jeeves, para obtener algo de claridad. Pero cuando abrió los ojos no lo vio en ningún lado, sino que eso era muy diferente a como lo había imaginado. Estaba ante ella el jardín que tanto había visto por su ventana. Una sonrisa brotó de sus labios y se adelantó, dejando que el sol acariciara su piel. Una corriente de aire corrió en ese momento y agitó su cabello y la falda del vestido rosado que ese día había elegido.
—¿Agradable?
Anya se sobresaltó y giró el rostro, observando el cuerpo masculino de pie a un par de metros de ella. Todo su cuerpo se paralizó, porque no se había dado cuenta de su presencia al estar viendo el jardín. Tragó saliva mientras recordaba la razón por la que estaba ahí. Había sido solicitada o eso es lo que Jeeves había dicho y la relajación que tuvo al estar en el jardín desapareció. Temió ver a Damian ahí, pero controló su rostro. Ella simplemente asintió.
—Me han informado que tienes un especial gusto por el jardín. —Él se acercó más hacia ella. Con aquel traje pulcro que lo representaba, un pañuelo rodeando su cuello oscuro como el resto de su ropa, pero una gema jade lo adornaba. —Acompáñame a caminar.
Anya se sorprendió de sus palabras, pero eso solo podía significar que había dejado pasar el insulto del golpe del día anterior. No quería tentar a la suerte, por lo que caminó a su lado, recorriendo el camino que había en el jardín, que rodeaba todo el jardín, lleno de arbustos, y arboles grandes. Pequeñas flores silvestres crecían en el borde, aunque además de eso no había mucho color. Caminaron en silencio y Anya se arriesgó a observarlo de reojo en varias ocasiones. Él simplemente miraba el jardín con expresión inalterable.
—El jardín es bastante hermoso. —Ella se inclinó, tomando una pequeña flor silvestre de pétalos blancos y tiró de ella, para observarla en sus manos.
Levantó el rostro y se encontró con Damian observándola fijamente.
El viento sopló en ese momento y las hojas en el suelo volaron por los aires, pero Damian se quedó completamente quieto, viendo el viento mover el cabello rosado y el vestido a juego. Ella sonrió mirando al cielo, hasta que volvió a fijar su atención en él, con aquella sonrisa en los labios. Un sentimiento extraño agitó el interior de su pecho al ver a la escena. Su boca se secó y una idea no dejaba de darle vueltas en la cabeza.
¿Anya Clanblosson era atractiva? Si, lo era y más cuando lo miraba con esos ojos brillantes.
Su mano cubrió su rostro, en un intento de apartar el calor que sentía. Había emprendido su caminar al sentirse extraño, por lo que cuando se detuvo para esperar a la fémina, la vio llegar caminando con rapidez hacía él.
—Me recuerda a la colina que había cerca de casa, pero en ella había muchas flores, por todos lados. Siempre me detenía a admitirlo con mis padres.
—Eres libre de salir al jardín o al castillo cuando lo desees.
—¿De verdad? —Anya mencionó emocionada.
—Si —Él prefería que cuando caminara por el jardín, lo hiciera con él, pero no lo dijo.
—¿Alguna vez lo has hecho? — Anya habló después de unos minutos en silencio.
—¿El qué?
—Detenerte a admirar tu alrededor.
—Mi tiempo es reducido para detenerme con simple banalidades sin sentido. —Él declaro observándola desde arriba, ella era pequeña, le llegaba hasta los hombros.
—Deberías intentar hacerlo de vez en cuando —Tomó la mano del rey, que en ese momento estaba descubierta y le ofreció la flor que tenía en las manos.
Sus dedos se rozaron ligeramente y ella entrelazó los suyos un momento, lo suficiente para hacer el intercambio de la flor. Aquel sonido en su pecho se intensificó estridentemente y un estremecimiento llenó todo su cuerpo. El calor se acrecentó en su rostro al sentir la mano femenina contra la suya, levantó la mirada y sus ojos fueron atrapados por los jades con intensidad. Una extraña tensión flotó entre ambos y Damian se sintió superado. La necesidad acercarse, y tocar sus mejillas sonrojadas y esos labios lo aturdieron. Lo mano se elevó en el aire, pero se detuvo súbitamente. Por lo que simplemente dio media vuelta y salió de ahí, dejando a Anya totalmente confundida.
¿De qué se había tratado esa caminata juntos en el jardín? ¿Y porque al final Damian se había ido abruptamente, dejándola sola? Y aún más importante ¿Por qué su rostro se había puesto tan rojo de forma repentina?
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