Conociendo al enemigo
{Elijah}
Pertenecer a los Grigori, la organización de mi padre —Myles Pride—, siempre fue mi mayor sueño desde que era un niño; cada día luché por ganarme un lugar en ella, aunque Eleanor, mi madre, pusiera el grito en el cielo por eso.
Desde los quince años estuve al lado de mi progenitor para aprender de él y gracias a mi empeño lo logré y se podía decir que hasta lo superé—, era por eso por lo que me convertí en el segundo al mando de la organización.
Siempre he sido rudo, despiadado, frío, ególatra y un hijo de puta en todo el sentido de la palabra, al cual no le importa nada ni nadie a excepción de mis padres y mi hermana Tess. Ellos eran mi talón de Aquiles y jamás me daría el lujo de agregar a nadie más a esa lista.
Tengo amigos —aunque más que eso son súbditos de Grigori y por ende míos— con los que logré llevarme bien, con los cuales tengo una historia personal y son los únicos que me conocen a la perfección; ellos saben lo que me enfada —que es casi todo—y lo que no. Están conscientes de que no les conviene hacerme enojar porque no me temblará la mano a la hora de darles su merecido y por la misma razón, sabían llevar mi ritmo de vida.
«Pobre de aquella persona que intente jugar conmigo sin saber a qué demonio se enfrenta».
En cuanto a las mujeres, para ser sincero las utilizaba solo para follar; no me considero un caballero porque estoy muy lejos de serlo, pero tampoco iba por la calle lastimándolas a diestra y siniestra. A la que quería un revolcón conmigo desde un principio le dejaba claro que solo podría tenerme una vez; jamás las llevé a casa ni a mi apartamento, nunca las tomé en mi cama o las besé en la boca.
«Nunca besas a una mujer con la que solo tendrás sexo y menos cuando no sabes en dónde ha puesto la boca, puesto que puedo proteger mi polla al follar, pero no mi boca al besar».
Esas eran mis reglas y para quienes las aceptaron fue algo inteligente de su parte, quienes no, pues podían joderse. Lo único que obtendrían siempre de mí era un buen polvo, ya que eso sí, me encargaba de que ninguna jamás me olvidara y de que cada vez que estuvieran con otro, recordaran mis caricias y la manera en la que las tomé. Su peor castigo por poner los ojos en mí siempre sería ese: nunca quedar satisfechas con ningún otro hombre.
«Antes de mí pudo haber mejores, después de mí solo habrá peores».
Así era, no tenía corazón para ninguna, pero sí placer y pene para todas. Eso y la frialdad, definían siempre al hijo de puta, Elijah Pride.
Nunca me manché las manos con sangre inocente. Maté en defensa propia y siempre fue a malnacidos con los que le hice un favor al mundo al desaparecerlos. No iba a la universidad porque necesitara ser alguien en la vida, eso ya lo era. No solo los estudiados pueden llegar al éxito, muchas veces esos profesionales son los más idiotas.
Ir a la universidad fue más una pantalla, al igual que para el resto de los Grigori —a excepción de Evan y Connor, ellos sí estudiaban porque les gustaba y deseaban ser titulados en un futuro—; dinero nos sobra y sabíamos disfrutarlo. Connor, Jacob, Evan y Dylan fueron los únicos a los que les permití siempre hablarme y tratarme como amigo, además, de que ellos se encargaban de alejarme a estúpidos que solo buscaban popularidad y poder al estar a mi alrededor.
Y en cuanto a Elsa Lynn, todos la conocieron como mi amante oficial, sobre todo las chicas, pero no era así; ella fue mi única amiga desde la infancia, sus padres eran amigos de los míos y nos conocimos desde muchos años atrás, era por eso por lo que fue la única que me conoció un poco más que los demás.
«¿Habíamos follado? Habría sido un estúpido si no hubiese sido así».
Elsa era una mujer hermosa y por supuesto que fui dueño de su virginidad, creo que fue la única vez que la traté con ¿cariño?, para hacer de su primera vez única e inolvidable. Ella sabía y era la que tenía más claro que conmigo jamás obtendría amor y se debía considerar con suerte ya que, fue a la única mujer que le permití estar conmigo más de una vez.
Mi vida era sencilla y muchas veces aburrida, se reducía a la universidad, los trabajos más importantes de Grigori, entrenar, tatuar mi cuerpo e ir a las fiestas. A eso le agregaba el follar con las mujeres, esas que tenían la mala o buena suerte de cruzarse en mi camino.
____****____
Mi día pasó como de costumbre a excepción de un percance de último momento. Así que ahí estaba, en casa, en mi cuarto y vistiéndome para salir a completar un trabajo que los imbéciles de los chicos no pudieron hacer.
Recibí una llamada de Jacob para darme la dirección de dónde se encontraban y después de tomar una ducha rápida, me vestí con la ropa que más cómodo me sentía y siempre siendo en color negro, me puse unas botas tipo militar y me percaté de que fuesen muy duras de la punta, tomé las llaves de mi motocicleta junto con mi móvil, el cual guardé en uno de los bolsillos de la chaqueta que usaba, y me dirigí hacia la cochera luego de avisarle a mi padre que iría a hacerme cargo del asunto en el que estaban los chicos.
«Si quieres que algo salga bien, tienes que hacerlo tú mismo». Pensé con fastidio.
Me coloqué el casco y marché rumbo a la dirección que Jacob me dio. A pesar de que me gustaba la adrenalina que provocaba en mí la velocidad, no era tan imbécil para manejar a lo pendejo en cualquier lugar. Fue pensando así que conduje a una rapidez moderada hasta llegar a mi destino, una bodega que hacía muchos años funcionó como fábrica de alimentos procesados y que Evan se encargó de comprar con documentos falsos. Tenía que reconocer que él es muy inteligente y su pinta de niño bueno nos ayudaba a concretar muchos negocios ficticios.
Veinte minutos más tarde por fin llegué a mi destino, identifiqué la camioneta en la que se transportaron los chicos junto con nuestro objetivo y otras más con tíos que nos servían como refuerzo cuando las cosas se ponían feas; luego de estacionar mi Ducati y quitarme el casco, me encaminé hacia la entrada de la bodega, Connor era el encargado de recibirme e informarme los inconvenientes que tenían. Negué satírico a la vez que medio intenté sonreír burlón al saber que algo tan fácil, les había resultado difícil de hacer, a tal punto, que me tocó ir y encargarme de eso por mí mismo.
—Sois unos completos idiotas —señalé tranquilo.
Pero era obvio que, aunque yo me sentía así, ellos temían lo peor.
—No nos temen como a ti, LuzBel —respondió encogiéndose de hombros— o por lo menos no, los que nos conocen.
—Bien, déjalo así —espeté con voz dura, fastidiado de escuchar estúpidas excusas— ¿Dónde están?
—En una de las viejas oficinas, sígueme —pidió mientras caminábamos hacia allí.
En lo que llegábamos pensé en lo mucho que me iba a divertir esa noche con Cameron, un tipo que un día fue mi amigo, mi súbdito, pero que tuvo la osadía de desaparecer una mercancía y hasta esa noche llegaría trabajando para nosotros.
Y respirando.
—Es aquí —informó Connor sacándome de mis pensamientos.
Asentí para que abriera la puerta, él entró primero. Crují mi cuello intentando desestresarlo e hice movimientos giratorios con los hombros preparándome para lo que se avecinaba.
—¡Bien, bien, bien, mi querido Cameron! ¡Llegó papi LuzBel! —gritó Dylan al chico que estaba sentado en una silla con las manos amarradas hacia atrás.
Estaba cabizbajo y por los morados que la tenue luz de una farola colocada arriba de su cabeza —colgando del techo— me permitió ver en su rostro, me di cuenta de que los chicos se divirtieron con él.
No hablé, no hice nada más que pararme frente a él. Cameron me miró de inmediato y noté el miedo en sus ojos al darse cuenta de lo que le esperaba, lo miré fijo y como siempre mi mirar fue duro, frío y lleno de pura maldad que es todo lo que tenía dentro de mí y sobre todo para él.
—Se rehúsa a hablar por más golpes que le demos —informó Jacob desde una esquina con poca luz, ganándose también de mi parte una mirada dura por su incompetencia esa noche.
—Ya sabes que la compasión no es una de mis virtudes —aclaré dirigiendo mi mirada de nuevo a Cameron—, me sorprende que aun conociéndome, te hayas atrevido a robarme —Mi voz estaba llena de muchas promesas de dolor hacia él.
—L-lo siento —Su voz era casi un susurro ante la debilidad que sufría después de tantos golpes—, dame la oportunidad de pagarte —suplicó haciéndome reír burlón.
—¿Crees que puedes robarme y luego venir y pedir una oportunidad de pagar? —pregunté con sarcasmo.
No lo dejé responder, le di un puñetazo en ese rostro que tanto cuidaba, pero no me bastó uno así que seguí golpeándolo hasta que escupió sangre y sollozó. Una de sus cejas estaba cortada, sus ojos inflamados y la nariz era una fuente de sangre en esos momentos; no sentí lástima por él ni siquiera estaba molesto ya. Si hice lo que hice fue solo para que quedara como ejemplo para otras personas o miembros de Grigori, que de la organización y sobre todo de mí, nadie se burlaba.
—No doy segundas oportunidades a nadie —le recordé, extendiendo la mano a Dylan, quien de inmediato puso un arma en ella. La cargué y apunté directo a su cabeza—. Espero que hayas aprendido la lección —dije y cuando estuve a punto de disparar, el grito ahogado y lleno de terror de una chica me detuvo.
Giré la cabeza buscando de dónde había provenido el sonido y vi cómo Connor tiró al suelo a una chica que estaba amarrada de las manos y con un paño en la boca para intentar silenciarla.
—¿¡Quién diablos es ella y por qué cojones está aquí!? —pregunté y esa vez sí estaba enfadado. Vi que todos se tensaron, pero ninguno se atrevió a responder —¡Hablad de una puta vez! —grité con la paciencia en un hilo.
—Es Jane Smith, hermana de Cameron —respondió Dylan que lejos de ser el más valiente de los cuatro tíos que consideraba amigos, era el más psicópata y no temía a morir o que yo lo matara—. Estaba con Cameron así que no nos quedó de otra más que traerla con nosotros o si no, nos delataría —finalizó.
—Po-por favor, no le hagas daño a ella —suplicó Cameron con mucha dificultad para hablar, mi dura mirada aún estaba en Connor, pero mi arma apuntaba a la cabeza de ese idiota.
—Déjame saldar la deuda de Cameron a mí —pidió en ese momento la chica, quien no supe cómo hizo para sacarse el paño de la boca.
—Son cien mil dólares —repuse sonriendo de manera malévola y comenzando a caminar hacia ella.
—¡Cállate, Jane! No te metas en esto —le exigió su hermano, pero ella lo ignoró.
—Y bien, ¿cómo piensas hacer para pagármelos? —pregunté cuando la tuve frente a mí.
No es una tía fea, en verdad es muy hermosa, pero no de mi tipo.
—Dame dos semanas y veré cómo consigo el dinero —dijo segura y su valentía me sorprendió.
—Está bien —acepté haciendo que todos se sorprendieran y más Cameron—. Desata a este imbécil y que desaparezca de mi vista antes de que me arrepienta —ordené.
—Estás bromeando ¿cierto? —preguntó Jacob aún muy atónito.
—¿Acaso bromeo? —cuestioné mirándolos a todos y negaron de inmediato— Solo por esta vez voy a valorar el que esta tía en lugar de ofrecérseme como una zorra, busque la manera de saldar las deudas de su estúpido hermano —aclaré tranquilo —. Agradece que tu hermanita tenga más huevos que tú, maldito cabrón —espeté con burla hacia Cameron— y tú, recuerda que solo tienes dos semanas y más te vale que cumplas porque si no, me olvidaré de que eres mujer —finalicé viendo a la chica y advirtiéndole mientras salía de la oficina.
____****____
Era ya el siguiente día, me levanté a las siete de la mañana después de haber dormido como máximo cuatro horas debido al percance con los hermanos Smith; faltaba poco para que las clases dieran inicio y mientras ese día llegaba me dedicaba a pasarla en el gimnasio por las mañanas, me encargaba de asuntos de Grigori el resto del día y por la noche, los clubes pertenecientes a la familia eran mi destino.
Tomé una ducha, me sequé y vestí con ropa deportiva, me coloqué una gorra, cogí mi maletín deportivo junto con otro cambio de ropa y me marché en uno de mis coches hacia el gimnasio de Bob; en casa teníamos uno que principalmente fue hecho para mi hermana, aunque casi siempre era yo el que lo utilizaba, pero ese día no me apeteció.
Después de llegar y saludar al viejo, pero buen entrenador Bob, me encaminé hacia el área de las máquinas y pesas, ahí me encontré con los cuatro idiotas que tenía como súbditos, los saludé y me puse a calentar y a hacer los estiramientos necesarios para luego iniciar la rutina que me había indicado Bob.
Puse mis audífonos y comencé a reproducir mi música favorita, inicié escuchando a Drake con «Know yourself», rato después estaba sudando y exhausto, pensando en que Bob se sobrepasó con esa rutina, pero aun así continué hasta finalizarla. Me fui a las duchas para quitarme todo el sudor del cuerpo y tras diez minutos salí solo con una toalla amarrada en la cintura y me dirigí a los vestidores; al entrar me sorprendí al encontrarme a Elsa. Igual que yo, llevaba solo una toalla amarrada a la altura de los pechos para cubrirse el cuerpo desnudo, lo que me permitió ver sus largas y apetecibles piernas. Le sonreí con picardía, ella mordió su labio inferior intentando no corresponderme el gesto y me miró con cara inocente mientras jugaba con un mechón de su castaño cabello, enrollándolo en sus dedos.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sin ser brusco.
—Te vi venir a las duchas y decidí seguirte —respondió con voz suave, alzando una de sus gruesas cejas.
—¿Estabas en el gimnasio? —cuestioné ya que no la vi durante el entrenamiento.
—Sí, pero estabas tan concentrado en tu rutina que no quise interrumpir —señaló acercándose poco a poco a mí.
—Chica inteligente —halagué y cerré con seguro la puerta. La cogí de la cintura y la acerqué más para poder besarle el cuello—, creo que mereces un premio por eso —susurré en su oído. Mordí y lamí el lóbulo de su oreja haciendo que soltara un pequeño gemido— y te lo daré en estos momentos —finalicé para luego soltar la toalla de su cuerpo.
—Es lo que deseo —aceptó entre jadeos, haciéndome reír con satisfacción en el proceso.
La hice dar la vuelta provocando que sus pechos y rostro quedaran contra la fría puerta, soltó un pequeño grito, pero de inmediato le tapé la boca con mi mano y le ordené que guardara silencio; besé de nuevo su cuello y acaricié sus pechos, bajando hacia su cintura, sus caderas, sus piernas.
Acaricié su entrepierna hasta llegar a mi objetivo y sonreí al sentir lo húmeda que se encontraba solo con mis besos y caricias, fui hacia mi mochila por un condón tras indicarle que se quedara quieta. Cuando encontré el preservativo me lo coloqué e inicié de nuevo con mis caricias al cuerpo de Elsa; con una de mis piernas abrí las suyas y me posicioné entre ellas para así acomodar mi miembro en su entrada y antes de penetrarla sin delicadeza, tapé su boca y en efecto, su grito quedó entre mi mano y sus labios.
Seguí penetrándola fuerte y a pesar de que lo hice de manera un tanto brusca, sabía que a Elsa le encantaba lo que le hacía y me lo demostraba al mover las caderas encontrando así mis embistes, sus gimoteos y el saber que nos encontrábamos en los vestidores del gimnasio me llenaron de un frenesí estupendo, haciendo que la penetrara más rápido; no tardó mucho en encontrar su liberación llevándome a mí también a la mía y antes de salir de ella, le di un fuerte azote en el culo obligándola a que diera un respingo y que mi mano quedara marcada en su blanco y pequeño, pero delicioso trasero.
—Ahí está tu premio —solté sonriendo y separándome de ella—, ahora sí, déjame vestirme —pedí, ganándome que ella me mirara con enfado.
—¡Oye! No me hables así, te recuerdo que no soy como las tipas a las que te tiras casi cada noche —espetó molesta.
—Bien, tienes razón. Tú eres mi preferida —señalé para evitar que me armara un show.
La vi morderse el labio inferior tratando de no sonreír, pero no lo logró.
—Eres un idiota —bufó dejándose ganar por las ganas de regalarme una bonita sonrisa, mientras se colocaba de nuevo la toalla—. Te espero afuera, no tardes —advirtió y la ignoré.
(****)
El día de regresar a la universidad llegó —por desgracia—. Tess, mi hermana, iniciaría su primer año, pero todavía se encontraba de viaje en Tokio, por lo que se incorporaría al regresar dentro de dos semanas.
Cuando estuve listo y vestido por completo, bajé al comedor para tomar el desayuno con mi madre, padre se encontraba de viaje por lo que no lo veríamos hasta en una semana.
—Tu padre te dejó unos papeles en su oficina, quiere que los revises y luego se los envíes a Louis —informó madre a lo que solo asentí mientras comía la fruta de mi plato—. Elijah, sabes lo que opino acerca de todo esto —insistió de nuevo, me puse de pie y rodeé la mesa hasta llegar al lugar donde ella se encontraba sentada.
Sabía a la perfección lo que seguía y no quería meterme de nuevo en ese tema.
—Lo sé, Eleanor y también sabes lo que yo opino —recordé a la vez que la abrazaba y besaba su mejilla—, así que mejor no insistas —Volví a besarla. Me tengo que ir, nos vemos luego —me despedí antes de que respondiera algo.
Elsa me envió un mensaje de texto antes, en el que me pedía que pasara por ella ya que su coche estaba en el taller, su casa quedaba en mi camino, así que no me costaba nada recogerla. No era común que viajáramos juntos, me gustaba mantener mi espacio y la soledad, sobre todo en las mañanas.
—¡Guau! Creo que hoy es mi día de suerte —Silbó tras decir eso y negué—. No solo aceptas pasar por mí sino que también conduces tu coche favorito, ¿te lo hice rico ayer?
Reí irónico.
Usaba mi Aston Martin negro porque así me apeteció, lo decidí desde la noche anterior, así que no era porque me hubiese follado rico.
—Ves que estoy de buenas y no me aprovechas —satiricé.
Antes de que dijera algo, aceleré a fondo y por suerte para ella, logró quitar las manos de la ventanilla antes de que se las arrancara; vi por el retrovisor que alzaba los brazos y por los gestos de su rostro intuí que me estaba puteando a morir. Eso le pasaba por fanfarrona.
Usando el manos libres en mi coche llamé a Jacob y le pedí que pasara por Elsa, también le advertí que estaba de malas y que se prepara para la fiera que iba a encontrar.
Llegué al campus con unos minutos de sobra, no me preocupaba encontrar un buen estacionamiento ya que el mío y el de los chicos siempre estaba reservado y todos allí lo sabían, pero me topé con tremenda sorpresa cuando encontré a un Honda Fit intentado estacionarse en mi espacio, de retroceso. Me molestó ver tal cosa, aunque me calmé al intuir que quien pretendía hacer aquello, era nuevo en la universidad y, aprovechando que al parecer al idiota del conductor todavía se le dificultaba conducir, me metí entre el espacio que estaba dejando, mismo que era justo para mi coche, y me posicioné donde solo me correspondía a mí.
Me reí sarcástico cuando el conductor, que al parecer era una chica, me sonó el claxon y respondí con el mío tres veces. Vi que me saludó con el dedo corazón viendo por su retrovisor y estuve a punto de salir de mi coche y hacerle entender un par de cosas, pero se fue cagando leches.
«Sí, mejor desaparece de mi vista», pensé.
Me grabé las características del coche y salí del mío pensando en que muy pronto buscaría a su dueña y le aclararía las reglas de mi puta ciudad.
Las clases pasaron muy aburridas y lentas como suelen ser en un primer día, la verdad creo que no puse atención a nada de lo que los maestros dijeron, solo rogaba en mi fuero interno que por fin se llegara la hora del almuerzo ya que tenía mucha hambre y para mi suerte fui escuchado.
Como era costumbre, Elsa y los chicos esperaban por mí afuera de la cafetería; besé la mejilla de la enfurecida chica quien me apartó de un manotazo, mostrándome así que no me dejaría pasar la que le hice y solo me reí divertido de su actitud.
Tampoco era para tanto.
Después de saludar a los demás nos dispusimos a entrar, todos nos miraron al hacer acto de presencia; algunos hablaban, otros susurraban cosas, ya estábamos acostumbrados a eso y lo había llegado a tolerar. Eso sí, nadie se atrevía a hablarnos a menos que se lo permitiéramos. Algunas chicas me sonreían con sensualidad, pero las ignoraba por completo, no porque no me gustaba sino que, lo hacía para no darles mucha importancia o que creyeran que me interesaban.
Mi arrogancia y frialdad era lo que más me caracterizaba, tenía poder y eso era la causa de que todas las mujeres me desearan, algunos tipos me respetaran, otros me temieran y unos pocos me odiaran porque sus novias me preferirían siempre a mí, por encima de ellos.
Al llegar a nuestra mesa y sentarnos, noté que en la mesa frente a nosotros se encontraba Jane junto a una castaña que jamás vi ahí, por lo que despertó mi curiosidad; la chica tiene piel blanca, cabello castaño oscuro, ojos claros enmarcados con unas cejas gruesas, nariz estrecha y refinada, labios carnosos y a pesar de que estaba sentada, juraba que era alta y con un buen cuerpo.
Muy bonita.
—¿Quién es la chica que está con Jane? —pregunté, Dylan y Evan estaban sentados frente a mí, Elsa a mi lado y Jacob en un extremo de la mesa junto a Connor.
—Solo sé que es nueva y está muy buena —respondió Dylan ganándose una mirada reprobatoria de mi parte, porque no, no me agradó que se refiriera a ella de esa manera— ¡Ah! Y que esta mañana estuvo a punto de estacionarse en tu lugar —añadió con diversión.
Alcé una ceja.
«Así que era ella la atrevida».
—Para la noche puedo darte toda la información que desees saber sobre ella —prometió Evan, dándose cuenta de mi curiosidad y asentí en respuesta.
Dirigí mi vista de nuevo a la mesa de enfrente y tras unos segundos viendo y analizando a la chica, sus ojos se encontraron con los míos; la miré con frialdad y dureza mientras que en los ojos de ella noté un poco de nerviosismo. Me sorprendió que se atreviera a sostener mi mirada y más me sorprendí cuando me alzó una de sus cejas y sonrió; no devolví la sonrisa, no pude hacerlo y me convencí de que era porque no estaba para socializar con nadie y mucho menos con niñas de papá que se creían que podían obtener todo con su cara bonita, y eso fue lo que quise creer de esa castaña, esa era la impresión que quería tener de ella.
Una chica mimada y consentida por sus padres.
Decidí entonces dejar de verla, pero antes observé cómo Jane llamaba su atención y se quejaba de algo.
—Irás esta noche a casa ¿cierto? —preguntó de pronto Elsa con voz melosa sacándome de mis pensamientos.
—No lo creo, tengo cosas más importantes que hacer y además, tú estabas molesta conmigo — respondí sin darle importancia al que ella se molestara más o no.
Elsa no dijo nada más después de mi respuesta, sabía que quedarse callada era lo mejor que podía hacer ya que odiaba que me contradijeran. Miré que la castaña se puso de pie y tal como lo pensé, es alta y poseedora de un buen cuerpo; con ironía coincidí con lo que Dylan dijo de ella, pero a pesar de eso también concordé con que no era mi tipo de mujer y si seguía creyendo eso, estaba seguro de que me iba a ahorrar muchos problemas.
La chica pasó frente a nuestra mesa ignorándonos por completo, pero antes de que se retirara más, Dylan golpeó fuerte su culo.
¿¡Qué demonios!?
De inmediato noté que la tía se paralizó y se dio la vuelta, ante esa acción que tuvo solo me pude cuestionar algo, ¿o era estúpida o muy valiente?, como para atreverse si quiera a pensar en enfrentar a Dylan.
Lo iba a averiguar pronto y solo esperaba no decepcionarme de nada.
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