FINAL
Una pequeña niña pelirroja correteaba por el jardín de la casa feliz y de vez en cuando se subía al columpio para balancearse mientras soltaba una gran carcajada. La sonrisa de aquella niña era la alegría de sus padres que veían emocionados como su pequeña crecía.
—Venga Sasha, a comer—llamó la voz de su madre.
—Solo un poco más mami
—No, ahora—ordenó.
La niña, triste al ver como su diversión había terminado, fue subida a los hombros de su padre que echó a correr por todo el recinto que no era pequeño precisamente. La risa de ambos inundaron el lugar hasta que la mujer dijo basta que se iba a enfriar la comida.
—Que gruñona—comentó la pequeña inflando los morros.
—Ya sabes como es ella. Pues te digo que no ha cambiado ni pizca desde que tenía tu edad
—Entonces era una pequeña gruñona y ahora una graaaaan gruñona—dijo.
Ambos se echaron a reír.
—Ah, ¿con qué soy una gruñona no?—un escalofrío recorrió el cuerpo de ambos.
La escena siguiente son los tres sentados en la mesa comiendo tranquilamente aunque el padre y la hija con unos chichones en la cabeza.
—Que bien sienta comer en familia y sobretodo...en silencio—dijo mirando de reojo a estos.
Se trataba nada menos que de Erza, Natsu y su niña.
Ya habían pasado unos once años desde que salieron por primera vez y ahora eran una feliz familia. Gracias a Erza, la pastelería creció y el negocio fue tan bien, que abrieron tiendas en todos lados y sus pasteles eran muy preciados. El mago por su parte, continuaba realizando misiones de vez en cuando para ganar mucho dinero.
De hecho, entre el sueldo como mago santo y lo que obtenía de las misiones peligrosas, su vida era casi lujosa aunque no querían empezar a derrochar dinero por lo que Erza era quien administraba el dinero en casa.
Aunque no todo era felicidad, en poco más de dos años habían perdido a dos buenos amigos. Por un lado Makarov a quien la edad ya le hizo llegar su hora pero murió con una sonrisa sabiendo que sus hijos estarán bien. Se dice que a veces se pasea su fantasma por el gremio junto al de la primera para ver como crecen y avanzan las nuevas generaciones.
Y por otro lado, una que afecto especialmente a Natsu. La muerte de Happy quien debido a una enfermedad mortal acabó sucumbiendo a esta y dejando a cargo del mago de fuego hasta que crecieran, a sus dos pequeños hijos y a su mujer Charles. Fue un varapalo muy duro para todos quienes tenían en gran estima al pequeño Exceel.
—Cariño, me voy—dijo Natsu en la tarde.
—No vuelvas tarde, esta noche tenemos cena con Laxus y Mirajane—dijo esta.
—Claro, no lo he olvidado.
Antes de marcharse, le dio un pequeño beso en la frente a la pequeña quien quiso acompañarle pero este se negó. Ella insistió un par de veces hasta que la voz autoritaria de su madre la hizo cesar de sus intentos. Natsu le acarició el pelo antes de irse.
—Nos vemos luego.
Tomó el camino más largo pero más tranquilo. Iba con una bolsa llena de algunas cosas que había comprado especialmente para la ocasión. Una vez cada seis meses iba a allí, así lo había decidido. Cuando se quiso dar cuenta, ya estaba a pocos metros.
—Ha pasado mucho tiempo—susurró al viento.
Se sentó frente a la tumba de su amigo. Sacó una lata de comida que era de las favoritas de Happy en los últimos años de vida de este y un ramo de flores que siempre le regalaba a Charles por su cumpleaños.
—Sasha esta ya grande, esa niña se parece cada día más a Erza...ojalá...ojalá estuvieras aquí con nosotros...tus hijos y ella...te echan de menos...yo...y yo también—se llevó la mano a la cara para tapar sus lágrimas mientras se rompía por dentro.
Daba igual cuantos meses pasasen, él apenas podía mantener los nervios cuando estaba junto a la tumba de este. Añoraba todos y cada uno de los momentos que le había brindado. Pero ahora sus caminos estaban separados.
Pasó allí unas horas cuando recuperó la calma de su cuerpo. Le contó absolutamente todo lo que había pasado durante esos meses mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro al hacerlo. Respiró un par de veces y se levantó. Las piernas le dolían de estar en aquella postura pero poco le importaba en ese momento. El sol ya casi se perdía entre las montañas, se había hecho tarde.
—Bueno compañero...tengo que irme. Pero volveré, te lo prometo—puso la mano encima de la lápida y se marcho mientras levantaba el dedo índice de la mano como cuando se despidieron antes del combate con Rogue y Sting—somos familia.
Cuando bajaba la pequeña colina, le pareció escuchar de lejos algo.
—Aye sir.
Él esbozó una sonrisa y avanzó de camino a casa.
Al llegar, se topó a la pequeña dormida en el sofá y con Erza preparando un pequeño pastel de cumpleaños ya que pronto Sasha cumpliría un año más. La saludo en silencio, la besó y le contó como había ido.
—Ese gato siempre estará en nuestros corazones—dijo ella.
—Si...igual que vosotras lo estáis en el mío—la besó dulcemente y se dijeron te quiero en un susurro.
A pesar de todo, la muerte no era más que un camino más, uno diferente al de los vivos. Y para ellos, la magia más poderosa era la del amor, y nunca iban a olvidar a Happy.
Natsu miró antes de irse a la cama, la habitación de al lado. En ella, en un pequeño rincón cubierto por una sábana vieja, se encontraban dos cañas, dos sombreros y una cesta. Algún día volverían a pescar juntos...como lo solían hacer.
—Buenas noches—dijo a Erza antes de meterse a dormir.
No tenía hambre, solo quería acostarse y descansar, como siempre cuando tocaba visitar la tumba de su amigo.
Y su vida fue feliz junto a Erza y su pequeña Sasha.
FIN
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