3
Dentro de la cueva, los tres dormían de manera plácida en sus sacos de dormir sin pasar frío e iluminados por una pequeña luz proveniente del farolillo que estaba al mínimo. Afuera, la tormenta había cesado pero en su lugar, una capa blanca cubría todo el camino. El color blanco llegaba hasta la entrada donde detenía su avance debido al telar colocado por la pelirroja.
Algunas gotas que se habían desecho caían de las hojas de las plantas que llevaban un vestido de nieve al igual que los árboles. Erza fue la primera en despertarse seguida por Lucy, Natsu por su parte, estaba dormido y calentito, sin intenciones de levantarse.
—Ha pasado de la lluvia a la nieve y ahora hace más frío—comentó Lucy.
—Si...la naturaleza nunca dejará de sorprender.
No tardaron mucho en despertar al mago quien dio un largo bostezo. Recogieron todo y ya todo a sus espaldas, salieron y se maravillaron con el paisaje. Natsu agarró nieve y enseguida le lanzó una pelota a Lucy que le dio de lleno en la cara.
—¡Natsu!—gritó ella enojada y recogiendo nieve.
Estuvieron un rato persiguiéndose el uno al otro por la zona. Al principio eran broncas y demás pero luego paso a risas y diversión donde Erza no tardó en unirse. En una de esas, Natsu cargó una enorme bola de nieve encima suya.
—¡Lucy voy por ti!—dijo soltando una enorme carcajada malvada.
—Kyaaaaa.
La maga recibió la enorme bola y salió disparada unos metros. Por poco sale malherida y empezó a gritar a este de nuevo.
—Niños—pensó la pelirroja.
Tras esa breve pausa de diversión, continuaron su camino. El lugar no quedaba muy lejos y ya se veían los tejados de las casas. Era un sitio pequeño pero muy acogedor. Nada más llegar, preguntaron a las personas donde podrían encontrar el lugar de los monstruos.
Estaba a unos quince minutos del pueblo. Así que antes de ponerse en camino, pararon a comer algo, si atacaban los monstruos, eso les ahorraría el trabajo de ir a enfrentarlos.
—Natsu, ¿qué opinas?, ¿podrás con ellos?—Erza comía su pastel tranquilamente.
—¡Por supuesto!—se golpeó la palma de la mano demostrando que lo estaba.
Después de la comida, fueron hasta el sitio, pero allí no había rastro alguno de los monstruos.
—Que raro...—susurró Lucy atenta por si atacaban.
Algo se escuchó, como un silbido y de pronto, los tres se encontraron en el suelo sin conocimiento. Llevaba un dardo en el cuello.
Cuando despertaron, su vista era borrosa, apenas podían diferenciar algo. Parpadearon hasta que su visión regresó a la normalidad. Estaban encadenados a una pared con grilletes y cadenas. Intentaron soltarse pero no sirvió, aquello era demasiado duro.
—Ya has despertado—dijo una voz.
Unas personas con máscaras estaban delante suya, eran un total de cinco y cubiertos con unas túnicas negras.
—¿Quienes sois?—preguntó Erza enfadada.
—¡Soltadnos!—Natsu casi les deja sordos.
—Tu poder...eres hija de Irene, una gran maga de hace muchos años...con tu sacrificio, adquiriremos tal poder—contestó uno de ellos levantando los brazos. Los de detrás suya imitaron su gesto.
—¿Cómo sabéis eso?
—¡Dejadnos salir!—Lucy seguía intentado escapar.
El que parecía el líder se acercó hasta pocos centímetros de la joven pelirroja.
—Oh, no ha sido fácil...tu amigo ha sido quien nos ha revelado dicha información.
—¿Amigo?
—Jerall—dijo lentamente.
Los tres callaron de inmediato mientras este comenzaba a reírse.
—Je...Jerall...
—No...él no nos ha traicionado, es un amigo—dijo el mago.
—Le hemos obligado a hablar...—dicho esto, se marcharon dejando a los tres solos.
Natsu y Lucy se fijaron en el rostro desencajado de Erza quien no asimilaba todo lo que estaba pasando. Ella sentía que su mundo se venía abajo y las lágrimas salieron de sus ojos.
—Jerall...—agacho la mirada mientras rompía a llorar.
Lucy recordó toda la conversación que tuvieron ella antes sobre Jerall. Natsu se enojó mucho más en aquel momento, el ver a una amiga llorar le llenaba de ira. Tenía ganas de romper todo el lugar y quebrar cada hueso de aquellos malnacidos.
No supieron cuanto tiempo pasó desde aquella revelación. Pero Erza estaba con la mirada perdida en el suelo, boca un poco abierta y sin saber que hacer. Para sus amigos, era la primera vez que la veían tan derrotada, ella, Titania, la reina de las Hadas...sin fuerzas para luchar.
—Tenemos que salir de aquí—dijo Natsu.
—Si, ¿pero cómo?—Lucy miraba a todos lados en busca de algo que pudiera liberarles.
Entonces Natsu pensó en una cosa.
—¡Ya lo tengo!—dijo feliz.
Lucy y Erza le miraron, aunque la pelirroja más triste y sin energías. El mago abrió la boca y apunto a las cadenas de la rubia lanzando una pequeña pero potente llama que liberó sus manos dejando a esta libre. Luego hizo lo mismo con Erza quien una vez libre, usó su espada para romper las de Natsu ya que desde aquella posición no podía usarlas contras las suyas.
Con cautela, salieron de la habitación que estaba sucia y maloliente, además de oscura. Cruzaron un par de pasillos vacíos, no había guardias, algo que les preocupó un poco aunque tenían el olfato de Natsu para guiarse.
—Este olor...—el mago se detuvo al ver a una figura delante de ellos.
La persona en cuestión llevó la mano a su máscara y se la quitó revelando su rostro. Unos mechones azules cayeron sobre sus ojos. Era Jerall.
—Jerall...
—Erza, ha pasado mucho tiempo.
Ella esbozó una sonrisa.
—¿Qué haces aquí?—preguntó.
Pero sintió un pinchazo en el costado. Natsu vio como su amiga se desplomaba lentamente en el suelo, a cámara lenta mientras la mirada de Lucy se volvía a un gesto roto de dolor.
—Jerall—dijo antes de escupir un poco de sangre.
La herida parecía muy fea ya que salía bastante líquido rojizo.
—Tranquila, no te mataré. Necesitamos sacrificarte para el Dios Ferlom—dijo.
El lugar comenzó a aumentar de temperatura, Lucy sintió como se quemaba cuando vio a Natsu delante suya emanar rayos y una gran llamarada a su alrededor.
—Jerall—dijo enrabietado.
—¿He despertado a un dragón?—preguntó en un tono burlesco.
Lucy como pudo trato de parar la hemorragia mientras su amiga tenía la mirada perdida, la estaban perdiendo, era un corte muy grave, más de lo que parecía en un principio. La rubia hacía todo lo que estaba en su mano para curarla, deseaba que Wendy estuviera allí.
—Vamos...Natsu—dijo el peliazul con el dedo.
—¡Jerall!—este se lanzó con toda la rabia que tenía dentro.
Continuara...
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