Capítulo 2

Mordía mis uñas con nerviosismo mientras veía como la chica delante mío entraba en la sala. Iba a ser mi turno. Mi madre me había estado preparando toda la vida para ese momento, mi vida se había reducido a un instante, si no les impresionaba no podría tener una buena pareja. Creía que estaría preparada pero la presencia de Lucifer no me tranquilizaba. Hubiera deseado que mi madre o Hannah hubieran estado conmigo en ese momento, diciendome que todo estaría bien y que me concentrase en causar una buena impresión. Sabía que mi madre y Hannah estaban al otro lado de la puerta, pero eso no me tranquilizaba del todo.

—Tranquilízate, Haneul. Solo es tu padre, Lucifer. Solo te van a juzgar para ver si eres digna de asistir a la estación de la flor dorada, solo van a juzgar todo lo que hagas. ¿Qué podría salir mal? —Me hablé a mí misma, irónica, para tranquilizarme.

Inspiré como mi madre me dijo y me relaje. Sabía hacerlo, me salía natural, no iba a pasar nada, solo tenía que pensar que en esa sala solo estaban mi madre y Hannah. 

—¿Haneul? —Llamó un ángel.

—¡Si! —Me acerqué a él rápido, tratando de controlar mis temblores.

—Es tu turno. 

Le hice una pequeña reverencia y le mostré mi mejor sonrisa de agradecimiento. Agarré mi vestido para no tropezarme y me acerqué a la puerta. Lo solté y lo alise para que estuviera perfecto.

—¿Lista? —Preguntó el ángel.

—Lista —respondí casi en un susurro.

—Relajate, lo haras bien ya lo verás. Buena suerte.

Le hice otra reverencia y se alejo. 

La puerta se abrió y caminé por la sala lentamente ignorando a los presentes y simplemente sonriendo.

Oía los murmullos asombrados. Todos me miraban, a mi...

Giré un poco la cabeza y ví a mi madre sonriendo orgullosa. La sonreí ampliamente y volteé mi mirada hacia el frente. Allí estaban Dios y Lucifer. Era distinto a los cuadros, era mejor.

Levanté la cabeza orgullosa y me agaché en el suelo en una reverencia. Lucifer y Dios se acercaron a mi, con expresiones neutras. Conecté la mirada con Lucifer, aún con una sonrisa noble en mi cara.

Su rostro cambió al mirarme a los ojos y me miró con un destello de orgullo y cariño.

—La mejor de la temporada. Incomparable —dijo Lucifer en alto, dando su mejor beredicto.

—Concuerdo —Dios inclinó la cabeza con respeto y se alejó.

Me levanté lentamente y volví a mirar a Lucifer quien siguía mirándome. Alguien me agarró del brazo para alejarme, con suavidad. Lo vi todo a camara lenta; como me alejaban de mi padre, quien no había dejado de mirarme en ningún momento. Vi como una leve sonrisa asomó de sus labios.

Cuando salí una sonrisa feliz se plantó en mi rostro. Estaba orgulloso, orgulloso de mí.

—Menos mal que te he sacado, ¿estas loca? Nadie puede saber quien es tu padre, podría haberse descubierto —me reprochó Hannah.

—Lo sé, lo siento —me disculpé aún con mi sonrisa.

—Vaya, nunca te había visto tan feliz —ambas nos sentamos en uno de los sillones. 

—Quizás es porque siempre me ha faltado algo para ser feliz —la miré—. Y puede que ahora pueda recuperarlo.

—Ojalá. Sabes que eres como una hermana para mi, Neul, y quiero que seas feliz, pero por el momento concéntrate en el baile, ¿vale? —Nos levantamos y ella entrelazó nuestros brazos en una postura bastante graciosa—. He oído que el primer baile será de temática de mascaras —susurró—. Ha salido al azar. No podreis llevar los colores ni blanco ni negro, y vuestras alas se pintarán de gris. Fue una idea de Maya, ya sabes lo terca que es, así que todos aceptaron.

Maya era la Arcángel lider de los ángeles de la naturaleza, era muy respetada por todos, al igual que mi madre y Tara, la Arcángel lider de los ángeles de la salud. Las tres eran las más respetadas por su justicia y razonamiento, siempre fueron fundamentales en el consejo.

—Parece una temática interesante pero, ¿cómo sabremos distinguir a los demonios de los ángeles?

—Creo que ahí está la gracia. Supongo que la única razón por la que Dios ha aceptado es porque en cierto sentido no es difícil reconocer a un demonio, por su aura y carácter, supongo —dijo mientras se encogía de hombros.

—Ya veo.

—Tú no te preocupes por ello, estoy segura de que causaras una gran impresión.




Estaba tumbada en mi cama mirando al techo. Ese día sería la primera fiesta, no mentiría diciendo que no estoba nerviosa, lo estaba, y bastante. Me encontraba esperando a que mi madre viniera a recogerme para llevarme a la fiesta. El primer baile era el más complicado. No permitían a los padres entrar, estaríamos solos, según ellos, para relacionarnos entre nosotros y crear vínculos por nosotros mismos.

Alguién llamó a la puerta, asustandome.

Me levanté corriendo, alisando mi falda. Mi conjunto de esa noche consistía en una falda y un top a juego, color gris ceniza, hechos de una tela suave y delicada. Mi cabello estaba suelto y ondulado, adornado con una corona de pinchos falsos que deja caer algunos trozos de tela por la parte de atrás de mi pelo, para darle más encanto. Y mis alas, por supuesto, estaban pintadas de gris ceniza.

Abrí la puerta y me encontré con una sorpresa.

—¡Jayden!

Me acerqué y le abracé.

—¡Haneul! Pero mirate, cuanto has crecido, y que guapa estás —me observó, detenidamente.

—No tanto como tú, Jay  —Sonreí, contenta de verle.

Jayden era el hermano de Hannah, era mayor que ambas pero aún no había asistido a ningún baile. Era un tanto mujeriego por lo que me había contado, y por ello también sabía que lo suyo no era el compromiso.

—¿Qué haces aquí? —Pregunté, dejándole pasar.

—¿Hace tres años que no te veo y me preguntas eso?

—Exacto, porque tengo mi primera fiesta ahora, no has venido antes, y te recuerdo que llevas puesto un esmoquin —me senté a su lado y crucé las piernas con suficiencia.

—Está bien, tú ganas. A tu madre le ha surgido algo, me ha pedido que te lleve al baile. Aún no paso los 25 años de edad así que puedo asistir contigo a la fiesta.

Mi sonrisa se desvaneció a medida que hablaba. Se suponía que ese era el día más importante para todos, sobretodo para nuestra familia, ¿cómo había podido faltar?

¿Había enviado a Jay para vigilarme? ¿Y por qué Jay había aceptado?

Puse una mueca.

—Sé lo que estaras pensando. Tranquila, Neul, yo voy a llevarte y cualquier cosa que necesites estaré ahí y... — le interrumpí.

—Quiero mi espacio —dije seria.

—¿Cómo?

—Quiero mi espacio —repetí, más lento, reclacando cada palabra—. Si vas a ir a la fiesta te agradezco que vayas a llevarme, pero no seré la estupida que va con niñera así que tú iras por tu lado y yo por el mio, ¿entendido?

—Si, señora —dijo rodando los ojos.

—Yo no me lo tomo a broma, es vergonzoso —expresé incrédula.

—Lo que tú digas, venga vamos, o también serás única que llegue tarde —me agarró de la mano y me arrastró a la salida. 




Llegamos y nos paramos en la entrada. Ya llevaba la máscara puesta, y miraba a mi alrededor con nerviosismo.

—No te preocupes, estarás bien.

—Si, lo sé —le miré—. Gracias, Jay.

—No lo agradezcas —me empecé a alejar para entrar—. ¡Recuerda divertirte! —Gritó.

—¡Siempre! —grité de vuelta.

Entré a la fiesta y me encontré con un ambiente bastante suelto. Las chicas bailaban de forma sensual para atraer pretendientes mientras que otras solo esperaban a ser sacadas para bailar. Solo se vaían tonos grises y los colores de las alas no se distinguían en ninguno de los presentes. Inspiré y bajé para buscar a alguien conocido. No me di cuenta de lo despistada que estaba hasta que choqué con alguien.

—Lo lamento —me disculpé avergonzada.

—No te preocupes, hoy no es mi mejor día —contestó la chica.

—Espera —la paré cuando había empezado a andar de nuevo—. ¿Sabina?

—¿Haneul? 

—Vaya, no pensaba que te vería aquí, me alegra, ¿cómo estás? —Pregunté.

—Más o menos, que te puedo decir, lo mío no son las fiestas —sonrió, risueña—. Yo también me alegro de verte, ¿cómo está yendo tu noche?

—Acabo de llegar.

—¿De verdad? Tus amigas llegaron aquí una hora antes.

—No son mis amigas —contesté.

—Pues ya entiendo porqué.

Nos reímos y hablamos un rato más hasta que ella dijo que tenía que irse a buscar a sus hermanos.

De nuevo me quedé sola y comencé a andar por la sala notando varias miradas en mi. No estaba acostumbrada a tanta atención, y me incomodaban bastante, por lo que decidí buscar un lugar más alejado.

Caminé por un pasillo en el que no había nadie, buscando un lugar más apartado y privado. La música aún se escuchaba de fondo pero ya no se oía tan fuerte. Suspiré y me detuve para mirar un retrato. Era el retrato de una niña. Debía de estar en el pasillo de los recuerdos, como lo llamaban. Por lo que había oído aquí expusieron los recuerdos de las vidas que Dios y Lucifer dejaron atrás. Tardé unos segundos en darme cuenta de que la niña era yo. Se me hizo un nudo en la garganta al pensar en lo que podría haber sido mi vida si las cosas hubieran sido distintas para mi familia.

—Es la princesa del infierno.

Una voz detrás mío me asustó y me volteé rapidamente.

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