Capítulo 9

Es lunes y son las 4 de la mañana. No puedo volver a dormirme por mucho que lo intente, no cuando mi cuerpo tiembla de solo pensar en que voy a toparme con los ojos de color zafiro en clase. Solo dormí tres horas. ¡Tres malditas horas! No solo voy a ir al cole con fastidio, sino que voy a parecer salida de una película de terror.

Incluso me da miedo el momento en el que Celina descubra que le han usurpado su asiento. No se pondrá feliz, menos con lo que pasó en la discoteca. Y gran parte es mi culpa, jamás tendría que haber dejado que se quedara con ese lugar.

Maldito y encantador Owen Liv.

La mañana ocurre como todas: hago el desayuno después de despertarme. Mi hermano tiene los ojos entrecerrados mientras espera su bus escolar con la tablet en mano, aprendiendo de youtubers cómo jugar uno de esos tantos videojuegos que le gustan. Mi madre lo ayuda a cambiarse y luego se prepara para la oficina. En cambio, papá enciende el auto para salir hacia el primer colegio que tiene hoy.

Me siento pesada, como si me costara incluso moverme; encuentro cada pisada como un esfuerzo de energía extra. Una pizca de temor recorre mi cuerpo cada vez que el reloj marca un minuto más. Uno más para verlo.

Odio sentirme así. Por él. Por un chico enigmático que entró en mi vida tan veloz como el correr de una gacela.

Mis deseos van desde que el bus deje de funcionar hasta que, de repente, no haya clases. Incluso más simple, que no podamos pasar por la calle debido a un gran atascamiento de varias horas. Lo que sea con tal de no encontrármelo. Pero no, todo es tan normal que me da mala espina, tan normal que llego hasta el instituto sin ninguna dificultad.

Al tocar el asfalto, cuando bajo del bus, me dan ganas de vomitar.

No veo a Steven con el grupo con el que siempre se junta; es decir, no lo veo por ninguna parte. Es obvio que sabe algo sobre Owen, errado o no; se nota que se conocían desde antes con solo ver sus intercambios de miradas. Cualquier información sobre Owen puede servirme, sobre todo si es algo que me grite «aléjate de él»; es más fácil dejar atrás a una persona cuando tienes pruebas reales que avalen la acción, sobre todo cuando los sentimientos están en juego.

Tengo pensado atacarlo con preguntas cuando lo vea; no se salvará de mí.

Las chicas me encuentran en el lugar de reunión de todos los días antes de entrar al colegio.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Belén.

—Estupenda —respondo seca —. ¿Y si me voy antes de entrar?

—No seas tonta. —No puede ser otra que Celina y su forma directa de opinar—. ¡No voy a permitir que por él no entres al instituto! Además, nos tienes a nosotras. Todo irá bien.

—¡Voy a romperle su cara bonita! —anuncia Gala, llamando a nuestras risas.

—Gracias, chicas.

Ellas saben hacerme sonreír.

—¡Amigas antes que chicos! —grita Celina y pone la mano en el centro de todas nosotras para que nos unamos. Ese es nuestro dicho y tratamos de que sea una promesa que podamos mantener. Fue desde el último corazón roto en el grupo que lo decimos.

—¡Amigas antes que chicos! —repetimos todas a la vez, uniendo nuestras manos para luego elevarlas en el aire. Segundos después el timbre de entrada retumba en nuestros oídos. Entramos sin decir una palabra.

Ya no hay marcha atrás cuando pongo un pie dentro de la escuela.

Espero que Gala no vaya en serio con pegarle un puñetazo.

Cuando ingreso al aula antes que las chicas, que se han quedado charlando con alumnos de otros cursos, descubro que Owen se encuentra sentado muy tranquilo en mi banco, en el asiento de mi lado. Me molesta que quiera seguirla, incluso sabiendo cómo terminó la noche de la discoteca. Lo obvio hubiera sido que desistiera de la idea de ser compañeros de banco, pero al parecer no es así.

«¿Hasta dónde querrá llegar?»

—Hola, Emma —saluda con tranquilidad, pero puedo ver un atisbo de incertidumbre, de nerviosismo—. Sobre lo que pasó, yo...

—No puedes quedarte aquí, te pido que te retires —largo, aunque no parece querer escucharme. Su mirada está fija en la mía, estudiándome. Después de unos instantes, pierdo la paciencia—. ¡Basta con esto, Owen! ¡Sal de aquí! ¡Ese es el asiento de Celina!

—¡Joder! ¿Ese es tu carácter por la mañana? —Sebastián, un compañero molesto, se detiene a mi lado, burlón—. Mejor aléjate de ella, nuevo, que se te contagiará lo nerd y esa onda podrida. Créeme, no quieres eso.

—Cállate, Sebastián —espeto.

—Déjala en paz, imbécil —gruñe Owen por lo bajo—. Ojalá se me contagiara algo de ella, como su fuerza para aguantar pegarle a tu feo rostro, porque ¿sabes? quiero golpearte ahora mismo. Yo, en tu lugar, me iría de aquí.

—Eh, tranquilo, amigo. No le diré nada más. —El miedo se escurre en su voz, delatándolo.

—Te conviene —dice Owen, con voz muy baja e intimidante.

Sebastián se marcha rápido y me deja sola con Owen. La amenaza que le lanzó a mi mal compañero me hace tiritar. Eso, más la alerta de Steven, solo parece indicarme que debo salir de aquí. De su lado.

Lo que acaba de pasar entre los dos chicos me vuelve a sorprender. Es la segunda vez que Owen me defiende. ¿Acaso cree que estoy indefensa? Sacudo mi cabeza para quitar esa idea de él, que se comporta amable conmigo.

No debo fiarme de Owen Liv.

Él continúa observándome, pero su expresión es casi de derrota.

—Lo siento, quizá me pasé con él. Pero me cansa que te molesten, y...

—¿Por qué incluso te molestas en defenderme? ¿Y por qué te sientas aquí? —No es que no esté agradecida por esa buena intención suya, simplemente no quiero tenerlo a mi lado.

—La apuesta ¿recuerdas? Gané yo. —La sonrisa no llega a sus ojos y no hay hoyuelo tampoco. Sabe que algo anda mal, pero actúa como si todo estuviera de maravilla, lo que solo me molesta más.

—Sí —digo cortante—. Pero eso revocó cuándo te besaste con la mujer. ¡Sal de aquí! Celina no se pondrá contenta si te ve a ti sentado en su lugar.

—Ahora es mío. Mi asiento. Y no me besé con ninguna mujer.

Su mirada vuelve a ensombrecerse.

—Entonces explícame —hablo lento, con precaución, ya que no sé qué tan segura estoy a su lado. De hecho, los sucesos más extraños comenzaron a rondarme con él cerca, lo cual evidentemente debe generarme una señal de alerta roja—. ¿Por qué te besaste con alguien luego de haberme dicho lo que dijiste en la fiesta? Y si no te besaste, ¿por qué yo te vi?

—Hay cosas que no te puedo decir. No ahora.

Luce incómodo.

El calor que hace dentro del aula no ayuda en nada.

Mucho menos cooperan con la situación las miradas curiosas.

—¿Qué haces ahí? ¡Vete, Owen! —El grito de Celina hace que todo el mundo se gire a vernos. Genial. Una estúpida escena de telenovela.

—Celina, fue un trato que hicimos Emma y yo. Necesito hablar con ella —plantea con tranquilidad Owen, casi como si el diálogo lo tuviera estudiado a la perfección y no se dejara conmover por la mirada asesina de mi amiga.

—¿Emma? —pregunta Celina, irritada— ¿Apostaste nuestro asiento?

—¡Sí, porque pensé que iba a ganar!

—Celina, solo pido un rato aquí —anuncia Owen—. Después vuelven a la normalidad, ¿sí? —termina él, con tono amable.

Celina, por más extraño que resulta, termina accediendo y se dirige al asiento que pertenecía a Owen, sin mirarme siquiera un segundo. Temo que se haya enojado conmigo, sobre todo porque tendría razón si así fuera. Básicamente falté a nuestro lema.

—¡Cel, no le hagas caso! —Owen me mira, expectante—. ¿Qué le has hecho?

—Nada, solo le dije la verdad... Emma, quiero hablar contigo.

—Y yo no quiero oírte. Ni hablarte. No quiero tener nada que ver contigo.

—Mientes —murmura dolido.

—No, no lo hago. ¿Me muerdo el labio, Owen?

—No. —Mantiene la calma al responder ello, pero luego su máscara decae y explota—. ¡Necesito que me escuches! Por favor, Emma. He cometido errores. Muchos. Pero tú no eres uno. No sabes ni recuerdas lo importante que...

—¡Cállate!

Dice cosas hermosas y ese es el problema. No quiero sentir nada por él. No puedo permitirle que me haga sentir cosas nunca más.

—No intentes hacerme olvidar lo que vi con palabras bonitas y planas.

—Emma...

Owen lleva las manos a su cabello por un breve instante, despeinándose un poco.

—Escucha, no estoy de ánimo para hablar, y menos contigo —le lanzo, sintiendo verdadera irritación—. Y te conviene que no vuelvas a hacerle eso a una de mis amigas nunca más.

—¿Qué le hice? —me cuestiona divertido.

—¡Convencerla no sé cómo! ¡Ella no habría accedido tan fácil!

—Te equivocas. No hice nada, solo entendió que necesitaba hablar contigo. ¿Crees que podría entrar a la mente de alguien y modificar sus intenciones? Eso es de libro, Emma. —Lleva su dedo índice a sus labios y me mira pensativo—. ¿Tienes miedo de mí? —pregunta finalmente.

—No —pero es obvio que sí le tengo. Y sé que él lo sabe. Una sonrisa aparece en su cara, lo que logra que yo frunza el ceño—. Saca esa boba sonrisa, eres insoportable.

—¿Insoportable? Puede ser. Pero debes admitir que soy genial. Y que te gusto... como tú a mí.

—Eres arrogante, irritante y encima juegas con los sentimientos de los demás.

«Y me gustas, pero recién te conozco y ya estamos mal».

—Eso no es cierto —dice él —. Además, nunca jugaría con tus sentimientos.

—Las palabras son solo palabras, no dicen nada si no haces lo que predicas. —Ahora sí estoy realmente enojada con él. ¡Es hipócrita!, porque sí jugó con mis sentimientos—. No digas «nunca lo haría» si después lo harás.

—¿No hay forma de que podamos hablar sin sacar ese tema, que encima no tiene nada que ver conmigo? —Su voz es ronca en este momento. Su cara toma un efecto diferente; también parece enfadado.

¿Está enojado conmigo? Irónico.

Bueno, también me siento así con él. La diferencia es que yo tengo una razón.

—No.

Owen permanece en silencio durante las otras clases. Una pequeña parte de mí quiere escuchar su voz, que diga las cosas que yo querría creerle. Pero sé que debo odiarlo, alejarlo de mis sentimientos.

No me parece normal, es como si un aura supernatural lo rodeara y provocara que pasen cosas extrañas a su alrededor, o que las provoque él mismo, ¿quién sabe? Lo más probable es que sí sea él. Hasta llego a preguntarme cosas como: «¿Y si no es humano?». ¡Qué locura!, aunque una combinación como la de Owen (extremadamente sexy, arrogante, misterioso y peligroso) no parece de este mundo.

Pienso en la vez que escuché su risa en mi cabeza, tan nítida como si Owen se hubiera metido ahí mismo, ¡ni de cerca yo habría podido oírla tan definida si todo se hubiera dado como él contó! También es extraño que aparezca siempre por donde estoy o que alguien me intente advertir sobre él.

¿Y si es un mafioso o un pandillero? No, no lo veo a Owen como uno.

Ahora sí que me siento como una de esas protagonistas de los libros que leo. Está mal, porque no estoy en un libro: esta es la vida real. No sea que me convierta en una especie de versión femenina de Alonso Quijano en la época contemporánea.

Necesito respuestas, pero también preciso recuperar mi orgullo, así que opto por no preguntarle nada.

—Cariño, ¿no quieres comer? —Mi madre pregunta preocupada en la cena—. ¿Qué sucede?

—Nada. No tengo hambre, mamá.

—¿Es por un chico? ¿O te peleaste con una amiga?

—No.

—¿Segura, hija? —La mirada de papá ahora está sobre mí. Escuchar la palabra «chico» es como si fuera una especie de alerta para él.

—Absolutamente.

—La otra vez vi un poema de amor en su libreta —comenta mi hermanito—. ¡Emma está enamorada!

Mis padres me miran acusadores y Mateo luce satisfecho.

¡Qué mal hermano!

—¿Un chico? —Alza las cejas mi madre—. ¿De dónde?

—Según creo es del club. —Matt habla fingiendo inocencia. ¡Se comporta como un pequeño demonio! Recordaré no ayudarlo con su tarea la próxima vez—. Por la cara que tenía cuando llegó de allí el sábado, y antes de eso no tenía su poema escrito.

—¡¿Desde cuándo revisas mis cosas, pequeño enano?! —le grito, sintiendo la sangre helarse dentro de mí.

—¿Emma? ¿De verdad te gusta alguien? —cuestiona papá, frunciendo el ceño.

—¡Oh, Dios mío! —exclamo—. ¡No todo lo que escriba tiene que ser sobre algo que me haya pasado!

—Emma —dice mamá—, te conozco, cielo. Ahora cuéntanos ¿o nos ocultas algo? —Parece divertida ante la situación. ¡Qué horror!—. ¿Por él estás mal? ¿Qué pasó? —Mamá parece interesada y papá no deja de mandarme rayos láser invisibles con la mirada—. ¿Cómo se llama?

—No estoy mal por nadie, mamá. Estoy sin apetito, eso es todo.

Mi voz se oye firme y convencida. Ojalá estuviese así en mi interior.

—¿No comerás, cierto?

—Me voy a dormir, mamá.

Me despido de los dos con un beso en la mejilla y de mi hermano con un tirón de pelo que me cuesta una regañada de mamá. Enano maldito.

Solo quiero estar sola, tirarme dentro de las sábanas y dormir. No porque tenga sueño, sino porque no quiero pensar más qué quiere él de mí. El miedo hacia Owen es inevitable, pero la atracción es igual de fuerte.

Mi cuarto está algo revuelto, pero no importa. Mi cama se siente fría cuando me muevo bajo las sábanas. Aliviana mi mente, pero solo por un pequeño instante. Nada puede realmente eliminar las cosas que revolotean en ella y las preguntas que se generan.

Las situaciones mundanas parecen lejanas. No me importa demasiado qué comenten Carla o los demás, porque siento que eso ni siquiera es un problema. Hay inconvenientes mayores que aún no entiendo, pero los siento venir.

Tengo que dormirme, así que cierro los ojos con lentitud.

Mi cabeza va a estallar.

No debes temerme susurra una voz masculina, muy cercana a mí.

No lo hago, lo prometo.

Sí. Pero tu mente es la que me teme, no tu corazón —Unos suaves labios tocan los míos con dulzura, luego pasan a mi cuello. Un sonido gutural masculino llega hacia mí en ese preciso momento. Nunca pensé que sería así; quiero esto por siempre.

Es peligroso murmuro contra su piel.

Y está prohibido, ¿pero sabes? No lo cambiaría por nada.

¿Estarás conmigo?

Por siempre.

Un hormigueo recorre mi piel cuando me despierto con un único pensamiento: tuve un sueño extraño en el que podía ver qué pasaba, pero sí parecía que reconocía los sonidos sin problemas, como si estuviera familiarizada con ellos. Entonces descubro que estoy empapada de sudor, trato de moverme, pero enseguida noto lo pesado que está mi cuerpo.

Pesado y ardiente.

Veo el reloj y son las 5:58.

La alarma, como si hubiera sido invocada, comienza a sonar después de unos minutos de estar despierta. La apago ni bien escucho salir de ella la música; siento una jaqueca horrible. Desde el cuarto de mis padres, sus móviles cobran vida también.

Camino por los fríos pisos de mi casa hacia el armario donde están las cosas médicas y busco un termómetro que me coloco en mi axila izquierda una vez que vuelvo a la cama. Es incómodo tenerlo bajo el brazo y procurar no moverlo, pero al sonar el pitido que anuncia que ya tomó la temperatura, observo que el aparato anuncia que estoy a los 38° de temperatura.

Tengo fiebre y un dolor de cabeza impresionante.

Bueno, si quiero verle el lado positivo, la buena noticia es que no iré al colegio. Traducción: que no veré a Owen. Con suerte (¿o mala suerte por estar enferma?), tampoco en la semana.

La mala noticia es que es probable que deba ir al médico también; algo que no está en mi lista de cosas favoritas por hacer.

Comenta aquí tu canción favorita para recomendarle a Emma que se siente mal en la historia <3 (¡y yo conocer más sobre ustedes!)

¡Gracias por leer!

-Bri. :)

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