Capítulo 39

Owen cumple sus promesas.

Despierto en un lugar desconocido, pero lleno de paz... Debería estar sobresaltada pero no es así... Las sábanas que me cubren son muy suaves y el colchón tan cómodo que no dan ganas de levantarse a pesar de no tener más sueño; el techo del cuarto está perfectamente pintado de un color blanquecino y los muebles son de un fuerte color madera. Desde la ventana, que se encuentra tapada por unas cortinas de tonalidades beige, puedo distinguir que está amaneciendo... ¿o anocheciendo? Quiero levantarme y explorar el lugar, pero unos fuertes brazos me tienen agarrada de la cintura, escucho un suspiro somnoliento. Pronto comienzo a recordar todo, y sé dónde estoy: en el lujoso departamento «momentáneo» de Owen.

Él debe de estar dormido, abrazándome. Irradia calor y seguridad. Intento moverme, pero Owen me aferra, y no puedo salir de entre sus brazos. Dejo de luchar y suspiro. Cuidadosamente y sin escapar de su agarre, giro sobre mí misma y quedo de frente ante ese rostro angelical que tanto añoré ver, del chico que más amo. El brazo de Owen me rodea aún más y me lleva contra él, de manera que yo quedo encima de su pecho; puedo escuchar su corazón latir, su respiración. Incluso un pequeño murmuro.

Respiro con él, huelo a él. Estoy literalmente, rodeada de él.

Su calor me abruma y vuelvo a dormirme, pero, esta vez, siguiendo el ritmo de sus latidos, como si estos fueran una suave y constante canción de cuna, un abrazo de amor para sentirse segura.

Alguien toca mi mejilla, al principio quiero apartarme, ¿será un bicho? Abro los ojos y no, definitivamente los bichos no tienen esos ojos de cristal, ni tienen su sonrisa, ese hoyuelo, y mucho menos el sonido de su risa. Owen me mira aún con sueño, pero su mirada brilla.

Y suspira.

Su mano se desplaza por mi cuello, recorre mis labios, y me hace sonrojar. No podemos besarnos ahora, ¡recién nos despertamos! Pero lo hace igual. Nuestros labios se juntan y ocurre un beso sumamente tierno.

—No quiero levantarme —dice en un susurro—. Mejor nos quedamos aquí. Con tus ronquidos no he podido pegar un ojo en toda la jodida noche, Emma. Si eso no es ser cruel...

Agarro mi almohada y le doy un buen golpe en su cara somnolienta.

—¡Cállate! ¡Si yo no ronco!

Él quita la almohada de su rostro y me la lanza en la cara, pero yo la atajo en el acto.

—Tú duermes, no sabes qué haces o no... O qué dices...

—Owen, tampoco hablo dormida... —la verdad es que eso último lo pondría en duda. Digo, en realidad no lo hago siempre, pero en ocasiones especiales puede que sí, aunque es raro, como aquella vez que me asusté en una pesadilla estando de vacaciones y me desperté gritando «¡perro!», así despertando a mí abuela en el acto. Creo que jamás olvidaré eso. Owen me mira extrañado y sé que está escuchando mi discusión mental así que muerdo mis labios y comienzo a imaginar finales alternativos de mis libros preferidos.

Él comienza a reírse y se acerca aún un poco más, es lindo verle al despertar, jamás hubiese pensado que fuera tan... mágico. En sus ojos veo reflejada tal intensidad que me hace temblar.

—Tu mente es rara, Honey. Diferente.

Quedo confundida por su presencia tan cerca de mí, pero al enfriar mi cerebro y calmar a mis estúpidas y atolondradas hormonas, analizo lo que dijo, o bueno, mejor dicho la última palabra.

—Oh, vaya. ¿Ha vuelto ese rollo de «diferente»?

Su semblante se vuelve totalmente serio y deja de mirarme; pronto noto una gran tensión en el ambiente y me arrepiento de haberle hablado así pero...

¡Ey, no! ¿Por qué debería arrepentirme?

Me refiero, él me debe una explicación de todo, y creo que es el momento, y tengo derecho a preguntar, sobre todo si yo estoy en el medio de una situación de la que estoy pasando de largo ¿cierto? Entonces, ¿por qué rayos me disculpo? Sí, fui brusca, campeona en cortar momentos bellos, pero... ¡en verdad hay cosas qué hablar!

—Emma —dice, ¿desde cuándo se había acercado tanto a mí?—, tienes razón, deja de darle vueltas a la situación. Ahora iré a conseguirte algo de ropa adecuada para ti, tienes un repuesto de cepillo de dientes en el baño; mi casa es tu casa. Cuando vuelva con los ingredientes para hacer el desayuno nos pondremos a hablar y está vez saldaré tus preguntas, ¿vale?

—Vale. —Él vuelve a sonreír, deposita un beso en mi mejilla y se va caminando del cuarto. Yo aún sigo en la cama, pensando. ¿Pensando en qué? En todo.

Y... ¿Qué es todo?

Bueno, principalmente, no sé qué cambie de mí al saber lo que debe decirme, o qué cambie de él. Puede ser un gran comienzo, o un final. ¿No?

¿Y si es un final?

Me tiro sobre la cama y cierro los ojos por un instante, pero eso no calla mis dudas.

Finalmente, la puerta de la casa se cierra y estoy a solas.

A rastras me levanto de la cómoda cama y la armo. Aún no me creo que Owen puede vivir en un lugar como este, ¡es precioso! Uno de esos que ves en las películas... Bueno, aunque la situación no difiere demasiado de una película. O un libro. Camino fuera del cuarto luego de echarle una ojeada a la mesa de luz de Owen. Nada. ¿Es posible que no tenga nada en su... vivienda temporal? Y si es temporal... ¿de cuánto tiempo habla? ¿Semanas, meses o años? Me llega una idea que me aterra, sé muy poco sobre él... Tal vez tengo más tiempo con él y así, aprender un poco más... Seguramente. Espero.

En el baño el espejo me da la bienvenida. ¡Cielos! ¿Así me veo? El espejo me devuelve una imagen diferente de mí misma¿en serio dije esa palabra?. Estoy cansada, lo noto por las ojeras pero... No lo sé, debe ser imaginación mía. Tomo el cepillo de dientes que está cerrado en su envase y le pongo pasta.

Una vez ya habiéndome lavado la cara para despertarme, salgo del baño y comienzo el recorrido por esa vivienda —repito, parece una casa—. La cocina está bien, no es de lo más grande pero está equipada hasta con las cosas más pequeñas... ¡Dios mío! ¿Quién necesita un tacho de residuos que se abre solo?

Busco en los cajones de la alacena de Owen algo qué comer antes de que él llegue, pero no encuentro nada, simplemente lo básico en cubiertos y esas cosas. ¿Es que acaso se ha mudado recién?

Decido finalmente ir a bañarme, no sin antes fijarme que hubiese una toalla limpia y cometer un desastre.

La bañera es increíble, nunca había vista algo semejante... bueno, en la televisión o libros de decoración de hogares. Lo sé, antes de qué se pregunten qué rayos hacía viendo ese tipo de cosas, estaba en el dentista y era lo único que leer, ¡ni siquiera tenía el celular con carga para leer en Wattpad! De esa ocasión, aprendí cómo pintar mi cuarto para que quedase bien la combinación de colores... De ahí a que lo haya usado finalmente hay un gran trecho, claro.

Extraño tanto mi vida, a mis padres, mis libros, ¡incluso a mi estúpido irritante y molesto celular con batería de corta duración! Y claro que a Mati... ¿Ellos estarán extrañándome? ¿Me buscarán acaso? Les necesito tanto...

Quiero que Mati me moleste, y mis padres me reten por acusarle, quiero acariciar a mi gato una vez más, ¡¿quién le pondrá la comida con la leche tibia como a él le gusta?! Y a mis amigas... ¿cuántos días llevaré desaparecida? ¿Dos? ¿tres?

Lágrimas escuecen mis ojos, me meto en la tina rápidamente y abro una de las canillas sin haberla probado antes, es el agua fría y casi doy un respingo al sentir el contacto contra mi piel. Gotas comienzan a escaparse de mis ojos junto a un gran sollozo mientras busco la medida entre el agua caliente y la fría. Tomo el tapón para evitar que el agua se escape por la tubería y una vez la tina lo suficientemente cargada, me sumerjo en ella intentando evitar los pensamientos que me hagan mal. Error, porque el pensar en eso hace que recuerde que algo me tiene mal. ¡Es todo tan irónico! Así que simplemente lloro más y más, y mis lágrimas saladas se mezclan con el agua dulce. Tomo unos productos de shampoo y acondicionador, uno de esos que te dan de muestra, y suspiro...

Me quedo allí buen rato, perdiendo la noción del tiempo, simplemente con la mente en blanco o cantando alguna canción que luego me hace volver a llorar porque me recuerda a momentos con mis amigas o solo... solo momentos normales. El agua se encuentra a gusto y adormece cada poro de mi cuerpo, lo rejuvenece.

A mi alrededor hay un denso vapor que casi no me deja ver a través; el aire está cargado de calor y afloja mi respiración mientras mis músculos se relajan y cierro mis ojos apoyando la cabeza contra el húmedo azulejo.

Escucho unos ruidos de llaves provenir desde la sala y me muevo rápidamente en el agua, casi resbalando conmigo misma en el intento.

Torpe.

—¿Emma? Llegué, pude conseguir varias cosas que... ¿Dónde estás?

¡Debo buscar la toalla! ¡No puede entrar porque estoy...!

Oh, Dios mío.

La puerta del baño se abre a súbitamente, yo me meto hasta el cuello dentro del agua que ya está turbia por los productos que había usado, pudiendo esconder lo que no quiero que se vea. La espesa niebla de vapor corre lejos del cuarto dejando ver a un Owen claramente divertido que arquea una ceja burlona apareciendo junto a su hoyuelo justo para la situación.

—¿Dándote un baño, Honey?

Giro mis ojos y lo miro fijamente. —No, Owen. Estoy hablando con unicornios.

Sonríe enseñando sus blancos y perfectos dientes apoyándose contra el marco de la puerta. —Ya, sí, lo veo desde acá. Pero estás muy sola... Deja que te acompañe —dicho eso, comienza a caminar hacia la tina mientras se saca la camisa.

¡No, no, no, no!

—¡Vete, Owen! Tengo que salir...

—Anda —dice poniendo mirada desafiante—, ¡pero si yo acabo de llegar!

—No estoy para juegos...

—Yo quiero jugar —ronronea sacándose los pantalones.

¡Oh, cielo santo!

Y se mete, finalmente, con ropa interior a la bañera. Me hago hacia un costado, apoyándome contra la pared y asustada por cuál sería su siguiente movimientos.

¿Y cuál es?

Romper a reír.

—¡Owen! —le grito, pegándole en el brazo, pero sin descuidarme de que se vea algo.

Su carcajada llena el eco del baño, incluso el rincón más oculto y apartado. Su semblante está rojo e incluso creo que ya le empezaban a salir algunas gotas. Pero no deja de soltar risotada tras otra, y cuándo está por parar, vuelve a mirarme y empieza nuevamente. ¡Será imbécil!

Necesito salir, pero claro que no puedo porque el señor «tengo-el-hoyuelo-más-sexy-del-cielo» no me deja. ¡No saldré desnuda delante de él!

—Escucho tus pensamientos, Honey —susurra acercándose y poniendo un beso en mi mejilla para luego levantarse de la tina con el agua deslizándose por su cuerpo moldeado. Yo me quedo hipnotizada viéndolo y me olvido de todo lo que está alrededor. No me culpen, o sea ¡por favor! ¿Acaso es genética de ángel estar tan cañón? ¿Y acaso mi mente no se puede calmar cuándo él está cerca? —Y como consecuencia, puedo escuchar eso —dice levantando una comisura de sus perfectos y carnosos labios, esos que yo conozco tan bien, y formula una sonrisa muy divertida, diversión para él claro, no para mí.

¿Es mi imaginación o está muy feliz hoy?

Sin secar su cuerpo, toma la toalla que yo había llevado para usar y me la tiende para que salga.

—No saldré ni en tu imaginación.

—Oh, Honey, en mi imaginación has salido y mucho más.

Le pongo mi peor cara de ceño fruncido, pero sé que no ayuda demasiado el sonrojado de última hora. Él fuerza sus labios para volverse serio otra vez, y habla con una voz muy sincera.

—Sabes qué jamás te haría algo que no quisieras, ¿no? No te lastimaría, Emma. Nunca.

—Pero...

—Sal.

—¡No!

—No veré nada, ¿sí?

Respiro, inspiro; respiro, inspiro.

«Hagas lo que hagas, Emma, no salgas de control».

—¿Por qué haces esto?

Él se encoje de hombros. —Es una historia larga, pero digamos que cuando nos conocimos, una de esas veces en las que me comporté como un gilipollas contigo... Bueno, un día que hacía frío te quité la toalla cuando salías del río y tuviste que caminar hasta tu cuarto que quedaba del otro lado en busca de una...

—¡¿Quéeeee?!

Curvó una comisura.

—Ahora no recuerdas esas cosas, y no será rápida tu recuperación de la memoria pero... me matarás cuándo lo hagas, otra vez...

—¿Otra vez? —lo miro perpleja. El cambio de conversación me atrapó, ¡él sabe qué pasó conmigo en esos meses que perdí la memoria! Y muchas cosas más seguro. Me muerdo el labio pensando qué habrá pasado entre él y yo... Si es que pasó algo, aunque por lo visto sí; su mirada está como... ¿cristalizada? Sí, su mirada es de cristal. Como si estuviese acordándose de algo que no quiere compartir con nadie más y desea guardar consigo mismo.

—Sí... Ya he cobrado una buena cachetada tuya una vez... Y luego...

Estoy impaciente. Estoy pudiendo saber algo más de lo que sabía, y además, ¡ya no tengo jaqueca! Y de paso, puedo conocer más de Owen. No es el mejor lugar para hablar de esto, teniendo en cuenta que el agua se enfría, que yo estoy desnuda y oculta en ella y que él me mira con una ceja alzada y con una toalla lista y extendida para mí.

—¿Luego? —Le apuro... O ayudo... Como quieran verlo.

—Me llamaste imbécil.

Río, eso me lo hubiese imaginado pero... ¿qué tan gilipollas era Owen?

—Y te besé.

Ahora todo tiene sentido, la atracción que sentía por él, la familiaridad... ¡Ya le conocía y me había besado antes! ¿Será que parte de mi inconsciente guardó parte de lo que sentía? ¿La atracción permanecía a pesar de la memoria? ¡Me había besado con él, y Owen jamás me dijo nada hasta ahora! Ya veo lo gilipollas que era...

—¿Me besaste? ¿Nos besamos? Oh, Dios... ¿entonces no recuerdo la primera vez que nos besamos? ¿Entonces no fue en el club? ¡No has dicho nada!

—Nop. Y créeme que yo te creí a ti cuándo me dijiste que no era normal que te anduvieses besando con cualquiera por ahí. Me costó mucho besarte...

—¡Eres un idiota!

—Pero idiota te gusto también.

Toco el puente de mi nariz fingiendo falsa irritación, a pesar de que me enoja que me haya ocultado algo tan... grande.

—¿Tu y yo qué éramos?

—Primero sal, te estás congelando.

—Soy lo suficiente mayor para salir sola.

—Te puedes caer...

—Soy lo suficiente mayor para no resbalarme.

—Podríamos estar así todo el día, pero solo ganarías un resfriado, lo sabes, ¿no? Oh, también puedes quitarme la toalla pero ambos sabemos que no podrías.

Es cierto, el agua ya está helada; lo miro algo cabreada. «Y Owen me gana por cansancio», pienso.

—No miraré. Tienes que confiar en mí.

Entonces él cierra los ojos y mira hacia otro lado; a regañadientes y con algo de pudor, me paro de la bañera, sacando el tapón que estancaba el agua. Quiero salir, muevo una pierna afuera pero termino resbalándome, Owen me sujeta en el acto y nuestras miradas se chocan. Él abre como platos los ojos y ve hacia otro lado al darse cuenta de su error.

Termino de salir mientras que me sujeto del hombro musculoso de Owen y él me envuelve con la toalla como había prometido. La amarra haciendo un nudo de esos que parece imposible desatar. Como era de esperarse, me cubre hasta las rodillas, y me siento protegida... Bueno, no mucho en verdad, porque termino cayéndome sobre él. ¡Lo hizo a propósito! ¡Me tiró!

Tengo el corazón acelerado y la sensación de estar tan cerca de él, y literalmente casi desnudos, pone los bellos de mi nuca erizados. De Owen sale una gran fuerza, junto con un calor que calmaría cualquier situación de caos. Siento sus músculos, toco sus brazos tensos y ¡Dios! Él elige ese momento para darme pequeños besos en el cuello que luego pasan a mis labios. Su aliento sabe a menta, y su boca es suave contra la mía; tratándola como si fuese el objeto más preciado.

Llega un instante en el que me doy cuenta que ya no estoy sobre él, ni tocando el frío piso del baño, sino que estoy siendo llevada. Mis piernas están alrededor de sus caderas enlazándose. Él tiene los brazos en mi espalda aferrados como si eso le llevara la vida. Camina besándome alocadamente y pierde sentido nuestro entorno. Creo que nos chocamos con una lámpara y tiramos un adorno. Sé que una puerta golpea su espalda y luego siento algo... Estoy sobre la cama. Y tengo miedo, no de él, sino que de mi misma... ¿será mi primera vez? ¿Eso cambiará algo en mí? No quería que me viese desnuda en el baño como si fuese uno de esos pobres animales que encuentras en el zoo, que están ahí parados mientras las personas ponen su vista en ellos indiferentes, retándolos a qué hagan algo... Pero ahora ya no puedo pensar, estoy envuelta en tales emociones tan primitivas que creo que no existe ninguna palanca de «frenar». Además, no quiero frenar.

Las preguntas son acalladas por una voz dentro de mí. Sé que estaré bien. Confío en Owen. En mí misma.

Y quiero esto.

Owen cae con cuidado encima de mí. Ambos estamos mojados, aunque él tiene el calzón puesto y yo la toalla que tanto estorba el tacto de nuestros cuerpos.

Yo lo tomo de las mejillas y junto nuestros labios y... ¡Madre santa! Una explosión que no puedo explicar siquiera con todas las palabras del mundo ocurre en nuestras bocas; ya no sé si es ternura o pasión, ya no sé qué es lo suave o lo fuerte. Sus labios se mueven en total sincronía conmigo, al igual que su lengua. ¡Maldita toalla que estorba!

¡Y yo que pensaba que esto era feo de chica!

Él jadea mientras yo gimo y ambos buscamos algo de aire.

Tiene sus ojos fuertemente cerrados ahora, pero eso no impide volver a encontrar mis labios, esta vez con una cierta distancia. Yo respondo atrayéndolo más hacia mí, pero Owen para y hace fuerza con sus brazos para rodar, quedando justo a mi lado de la cama.

¡Por todos los bebés nefilims y los libros del mundo! Estuvimos tan cerca...

Finalmente él mueve su rostro y le puedo observar. Veo en sus ojos deseo, y es peligroso el brillo que tienen; tal vez y quién sabe, si seguimos no podremos parar. Me doy cuenta de ello, además por su respiración, que está tan agitada como la mía.

Finalmente, Owen gruñe. —Vaya, qué momento...

Yo no lo logro encontrar mi voz, así que me arreglo simplemente asintiendo, aunque eso no es lo más inteligente que he hecho... Cielos. Nos quedamos en silencio, mirándonos entre nosotros. ¿Qué tan cerca estuvimos realmente? ¿Cómo estaremos si pasa otra vez?

Luego de unos minutos estando callados, él rompe el silencio.

—Ahora te muestro qué conseguí.

Asiento otra vez y él se marcha deprisa del cuarto. Yo me tiro sobre la suave colcha e intento tranquilizarme; mis labios están hinchados y las zonas de mi cuerpo dónde sus manos estuvieron pican, arden al recuerdo.

Owen vuelve a pasar por el portal con bolsas y bolsas cargadas de cosas, me enderezo al verlo, sentándome y acomodándome el cabello, ¡lo tengo empapado! Escurre agua con un simple toque; paso las manos por la cama, comprobando que se ha mojado, y por mi culpa; le miro apenada y él no hace más que acercarse y darme un beso en la frente, dejando todas las cosas a mi lado.

«No es nada, Honey» dice en mis pensamientos. «Fue mi culpa. Ahora debes vestirte».

Dicho eso, comienza a abrir bolsa por bolsa y sacar montones de ropa y accesorios que —¡madre santa!— seguro le costó una fortuna...

Sale del cuarto dándome tiempo a probarme algo, ¡nunca había visto tantas cosas juntas! Me pongo lo primero que encuentro, tomo unas bragas grises y un corpiño que hace conjunto, un fantástico jean y una remera de esas que son del tipo largas y con una inscripción en números... No agrego mucho más porque él toca la puerta pidiendo el paso, y obvio no puedo aguantar la pregunta.

—¿Cuánto te ha salido todo eso? ¿¡De dónde sacaste el dinero!?

—Tú vales más de lo que pude haber gastado. Y descuida, es dinero que me dieron para la misión.

Parpadeo. —¿La misión?

Él parece pensar la respuesta indicada, pero luego sacude la cabeza y contesta como si no fuese gran cosa. -Sí, la misión que me habían dado que cumpliera aquí.

—¿Ser un Ángel Vengador?

—No; localizarte, sacarte información acercándome a ti y si eras la indicada, pues entregarte a una posible e inminente muerte.

Suelto un grito ahogado.

¡¿Qué?! ¿Muerte inminente? ¿Localizarme? ¿La indicada?

—Me imagino que no has planeado terminar tu... —trago saliva— misión, ¿cierto?

—¿En serio, Honey? —comenta irónico. ¡Cómo si lo que me acaba de decir fuese cosa de todos los jodidos días para usar la ironía en este momento!

—¿Has hecho algunas de esas cosas?

—Bueno... Primero te encontré, mi idea era entregarte fácil, rápido y sencillo, porque yo no quería salir de mi trabajo por una chica... problemática —sonríe—. Estaba demasiado preocupado con toparme con mi padre y darle un merecido golpe, o decirle algo hiriente. ¿Sabes cómo te encontré? Por culpa de él, de Josha. Él estaba vigilándote...

—Me dijo que es algo así como mi ángel guardián ilegal... Espera, ¿por qué aceptaste el trabajo si no querías?

Él exhala. —Soy un Liv, el linaje se supone que es algo serio allá arriba —señala al cielo—. Las familias destacadas somos de alta categoría, incluso a pesar de que mi padre haya desertado. Pero yo no fui quién ocupó el cargo importante; mi hermano, en cambio, sí. Yo con él no tengo buena relación, pero mantenemos eso oculto; mi madre sabía sobre eso, y me hizo prometerle algo antes de su muerte: que protegería a mi hermano ante cualquier cosa. Él y yo, a pesar de las promesas, dejamos de hablar. Él se unió a una rebelión secreta, y yo a los que estaban en contra de esos ideales, no porque los compartiera, sino porque me gustaba hacerle la contra. Mi hermano hace unos diecisiete años estuvo metido en un gran lío que podría haber incluso sido el causante de su ejecución si se descubría: había ayudado a unos fugitivos que habían cometido un acto prohibido a ocultarse. Luego, con los años, ese lío se convirtió en un mito y dejaron de buscar culpables... Hasta que los rumores volvieron a sonar en los oídos de los Conservadores... Ellos están desesperados, temen que una vieja leyenda se haga realidad...

-¿«Conservadores»? ¿Esos son los que están en contra de los ideales de tu hermano? —le miro preocupada—. ¿Es seguro hablar de esto aquí?

—Ya me he asegurado de que no haya nadie escuchando, tú no te preocupes por esas cosas. Entonces, sí, los Conservadores son esos. Y mi hermano se vio más involucrado en ese entonces ya que casi no asistía a sus reuniones y se había objetado un par de veces, un acto que ellos consideran subversivo. Y no solo él cayó en la mira, sino qué creían que yo también. ¡Y todo por nuestro padre y su Caída culpa del amor que sentía hacia la humanidad!

—Vaya... —¿Qué decirle? ¿«Yo pensaba que tenía una familia rara por el hecho de que mi padre puede ponerle lo que sea a los fideos y comerlos como si fuesen el más rico platillo»?

—Acepté el trabajo para protegerle —aunque realmente no me importase hacerlo por él— y a mí. Aunque él no estuvo de acuerdo y prefería ser encerrado a que yo trabajara directamente para ellos y estropear todo. Yo no le hice caso, sabía que lo molestaría así que casi no pude resistirme; además yo quería limpiar mi nombre por completo. Y por un momento estuve muy involucrado con el caso y los Conservadores, incluso creí en sus palabras... Hasta qué vi realmente quién eras, Emma. Te encontré, me acerqué a ti... les dije dónde estabas y me arrepiento tanto... Te odiaba porque eras el problema de mi hermano y estabas interfiriendo en mi vida; te odiaba porque al enterarme lo de mi padre, supe que él te quería más a ti que a mí... Te odiaba por el simple hecho de que existía alguien como tú. Y tú también me odiaste un buen momento...

—Owen... —¿Alguien como yo?

—Pero luego algo de ti... Fuiste como un imán, encendiste algo que yo tenía apagado, bloqueado, como quieras llamarle... ¡Y yo me comportaba como un idiota negándolo todo! Pero empecé a conocerte, y me gustaba estar a tu lado, cerca de ti, hablarte... Sin darme cuenta, terminé protegiéndote más que a mí mismo, nunca había sentido tantas emociones y tan fuertes... ¡Saber que corrías riesgo, estar del lado de los malos y no decirte nada! Así que una tarde te conté todo, y recibí una bofetada... Pero luego quisiste aprender más, y nos empezamos a ver todas las noches, dar caminatas... Fuimos atacados por un ángel que había empezado a desconfiar de mí... Mi padre nos salvó y asesinó al mensajero; Josha dijo que era peligroso que yo estuviera cerca de ti, y que tú tuvieras el conocimiento de todo cuando aún no estabas lista... Te borró la memoria y mi hermano llamó a una reunión de los Conservadores a la que tuve que asistir y, estando allí, me prohibió verte. No pude hacerle caso por mucho tiempo, no va con mi naturaleza obedecerle... Y volví a empezar.

—Esto... ¡Cielos! No puedo creer que haya pasado de todo... No me di cuenta antes... ¡yo soy la chica de quién hablabas en nuestra cita! —él asiente—. Ahora lo entiendo... Lo siento tanto, Owen... Que hayas pasado todo eso, que yo sea la causante de... —Mis ojos comienzan otra vez a llenarse de lágrimas y él me las limpia delicadamente.

—Te juro, Honey, juro por el amor del Cielo que jamás he vuelto a pasar información de ti, y lo que les dije a partir de eso fue todo erróneo para que se durmiera su interés. No me arrepiento de haberte conocido, no me arrepiento de quererte, y si tú tienes que ser un problema —arqueo una ceja secándome las lágrimas y sus ojos se vuelven intensos—, quiero que seas mi problema todos los días, y solo mía. ¿Sabes? Tú eras el proyecto de mi hermano, la peor pesadilla de muchos Ángeles, y el sueño de otros. Pero por sobre todas las cosas, fuiste mi salvación, me diste algo por lo que luchar, alguien a quién amar. Y te amo, Honey, con todo lo que soy y puedo ser.

Otras lágrimas se escapan de mis ojos y yo salto sobre él, abrazándolo y besándolo sin parar. Sus labios saben salados gracias a mis lagrimales, pero tiernos y suaves. No hubiese imaginado todo aquello, y aún no lo creo posible, pero le creo. ¡Y vaya historia que me estaba perdiendo! Él dijo que me amaba, con certeza y verdad. Yo también le amo; amo al Owen divertido, al tierno, ¡e incluso al arrogante! Suelto una pequeña y débil risa.

—Preferiría no ser un problema...

—No, Emma; eres una solución.

Dejo un poco de espacio entre nosotros solo para verle a los ojos y preguntarle lo que he estado esperando. Me dijo muchas cosas sobre mí, que era diferente, que era un proyecto, un problema, una solución... Recuerdo lo del brillo saliendo de mis manos y de qué forma derroté a Oracles...

—Owen, ¿yo quién soy realmente?

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