Capítulo 36

Owen, Steven...

Ellos...

Ellos son hermanos. Medios hermanos.

—Y él es su padre —susurro sin pensar, queriendo luego que el suelo me trague, ahora sabrán que los escuché. Estúpida Emma.

Estoy inmóvil, creo que he dejado de respirar, culpa del miedo, porque pronto unas manos fuertes me toman de los brazos, y me paro bruscamente, casi dando un traspié. Ahí es cuando veo directamente a Josha, con sus ojos claros y verdosos; los mismos ojos de Steven, pero las facciones de Owen. La misma nariz respingada, los mismos labios rellenos. ¿Cómo no pude haberme dado cuenta de ello? Busco con la mirada a Steven, que se encuentra detrás de Josha, está preocupado, puedo ver un brillo de comprensión en sus ojos. En cambio, su padre no demuestra nada, su mirada es fría, peligrosa.

Yo estoy completamente rígida, levanto la vista hacia él, y lo miro fijamente, sin inmutarme. Hacerle frente no creo que sea mi mejor opción, pero necesito que crea que no le tengo miedo, tal vez de esa forma logro algo... Aparento ser valiente e intento, de algún modo, luchar con él, eso es lo que me queda. Y además, hago tiempo para que Owen llegue...

Owen, oh. ¿Él sabría qué Steven es su hermano? Seguro que sí. Y Steven también que Owen lo es. Seguro que no era agradable para Owen. Para nadie. Y con respecto a Josha... Pues, no puedo entenderlo. ¡Él dejó a sus hijos, a su esposa, todo por egoísmo! Y para rematarla, formó una familia aquí, olvidándose de todo lo demás. ¡¿Qué clase de ser es ese?!

No entiendo cómo algunos no pueden ver lo que tienen, ni siquiera cuándo lo pierden. Se obsesionan con algo y todo lo demás pierde brillo, se queda sin sentido. Y así, ellos quedan enceguecidos en su avaricia.

—Hola —dice él finalmente.

No contesto. Bufo por lo bajo, esperando que Josha lo oyera, entrecierro mis ojos y sigo intentando penetrar en su mirada, no quiero ser quién baje la vista. Quiero vencerlo, por mí, por Owen.

—Veo que tienes carácter, niña. Has heredado mucho de ambas partes de tu familia, eso es... interesante. Esperaba que fueras un torbellino de emociones.

No le entiendo. Pestañeo confundida y Steven se aclara la garganta. —Padre...

—Lo sé. No te preocupes, pronto sabrá. Ahora niña...

—Me llamo Emma, no niña.

Sonríe, pero no simplemente eso: se le forma un hoyuelo igual que al de Owen. Es increíble el parecido que tienen siendo personas tan distintas. Quiero escupirle en la cara, borrar su arrogante sonrisa... Vaya, hasta en eso también se parece, solo que la arrogancia de Owen es maja... en pocas cantidades, claro.

—¿Así tratas a tu Ángel Custodio? —dice, poniéndose una mano en el corazón y haciendo una cara de dolido, como si hubiese roto su estúpido ego.

¿Qué rayos dijo? Eso no tiene sentido. —Eres un Caído.

—En teoría, sí. Lo soy. Y tú no eres quién crees.

—Ah, ¿no? —Le cuestiono, frunciendo aún más el ceño. 

Él solamente aumenta un poco su sonrisa y suelta mis brazos, para luego cruzar los suyos sobre su camisa blanca; eso hace que los músculos se hagan visibles. Y... Oh, Dios. ¿Cuántos años tendrá físicamente? ¿Veinte? ¿Veintitrés? Apenas parece un poco más grande que Steven. Aparenta ser un crío universitario, e incluso actúa como uno. Pensar que es el padre de mi novio me da escalofríos.

—No. Eres diferente —mi boca cae abierta, sorprendida. ¿Ese rollo de «diferente» otra vez?—. ¿Qué? ¿Te he sorprendido?

—¿Por qué dices eso? —pregunto tajante.

—¿Y tú por qué reaccionas así? Ah, ya me acuerdo. Owen te ha dicho lo mismo, ¿cierto?

Está divirtiéndose conmigo, lo sé, lo veo. Y yo estoy incrédula. —¿Cómo lo sabes?

—Ya te lo he dicho, «Honey» —levanta una comisura al decir eso, y yo no puedo soportar más su mirada, así que pierdo la guerra—. Soy tu Ángel Custodio, no de forma legal pero... te estoy vigilando hace mucho tiempo. Y eso implica el tiempo que estuvieses con él.

Cierro los puños fuertemente, provocando un dolor inmenso en mi palma.

—Padre... —interviene Steven, pero con Josha lo silencia apenas levantando la mano.

—No. Ha llegado el momento que lo sepa, solo la estoy evaluando.

—¿Quién te ha mandado? —ignoro cualquier tipo de conversación que podrían estar teniendo ellos.

—Emmanuel.

—¿Quién es él?

La sonrisa de Josha se borra, finalmente aparece su imagen adulta ante mí, y comienzo a desear que su lado estúpido y bromista no se hubiese ido. —Nadie que debas conocer aún, así que tampoco puedes preguntar sobre él.

—¿Dónde estamos?

—En mi escondite cuando las cosas se ponen feas, es una zona marginada de la ciudad, un orfanato abandonado para ser preciso. No es el lugar más lujoso, pero pasa desapercibido —se da vuelta hacia Steven—. ¿Puedes buscar cuatro sillas, una vela nueva... No, una lámpara mejor, y un refresco, por favor?

Steven solo asiente y se marcha sin decir nada, veo como empuja del piso una puerta que hace un sonido infernal y la habitación se ilumina; luz llena mis retinas, molestándome: ahora puedo ver por un segundo. La sala tiene las paredes manchadas por la humedad, está casi desnuda, salvo por unos muebles viejos en una zona y cajas apiladas, hay un ventilador en el techo —un techo demasiado bajo— que parece tan débil que podría caerse en cualquier momento, está el colchón junto a mí, en el centro, y a nuestro lado la vela casi sin llama. Los pisos son de madera gastada y hay una chimenea llena de polvo. Las diminutas ventanas están tapadas con maderas podridas. Cuando la puerta se cierra, todo se vuelve oscuro nuevamente.

—Siento que estuvieras aquí, dentro de éste desván, es lo peor de la casa, pero debemos mantenernos lo más ocultos posible y es el mejor sitio para ello porque la puerta está bien oculta. Así que será mejor no movernos del lugar a pesar de que huela a zorrillo —hace una jodida mueca. Estoy dentro de un desván, eso quiere decir que estoy en la zona más alta de un orfanato abandonado en quién-sabe-dónde—. Owen estará a punto de llegar y no será el reencuentro bonito que pintan las películas.

—Tú lo abandonaste —murmuro.

—Lo sé. Pero no es contigo con quién tengo que hablar de mi vida privada. Ahora... como Steven aún no llega con las sillas. Quieres sentarte allí —murmura señalando el colchón.

—No —digo mirando hacia un costado, el de la puerta—, prefiero estar parada.

Y tal vez así pueda escaparme.

Josha se encoje de hombros. —Debes saber que si te escapas, te atraparé antes que salgas —mierda—. Además, te conviene saber lo que te esté a punto de decir. Y no era una pregunta, debes recostarte allí. Esto te puede doler un poco...

—Espera... ¿¡Qué!?

—Solo hazlo. Ni siquiera te tocaré, es para que sea más fácil. No preguntes, aún.

Quejándome, hago lo que me dice, me recuesto temerosa. Aprieto mis manos, muevo mis piernas, abro y cierro los ojos. Él se coloca en el lado de mi cabeza y pone las manos sobre mi frente, pero sin tocarla. Pronto me siento mareada, no me gusta. Miro hacia arriba y ahí están sus ojos verdes, lo que más lo diferencian físicamente de Owen...

Owen... Dijo que estaría llegando. ¿Cuándo vendrá? Quiero salir de aquí, de éste manicomio lleno de... Bueno, con un posible Ángel Caído demente, y su hijo.

Una sacudida me saca de mis pensamientos, y luego otra, y otra, dejándome con la mente en blanco, casi como metida dentro de ella. Escucho que alguien me dice que me relaje, y es eso lo que hago. Pronto todo está en calma. Mi mente de estar ardida, pasa a sentirse libre. Como cuándo escuchas una canción que te gusta o comes chocolate, como cuándo te sientes en una nube. Esa sensación que tienes en un día de calor, cuando te metes al agua. Refrescante.

En un instante, vuelvo a la realidad: ahí está Josha en el mismo lugar que antes, solo que sus manos ya no están encima de mi frente, y tiene plantada una gran sonrisa.

—Listo —habla—, ya puedo empezar a contarte todo sin ningún tipo de problema ni mareo.

Estoy por preguntarle a qué se refiere, pero una lámpara ilumina mis ideas. ¡Alguien había modificado mi mente para que no me pudieran decir ciertas cosas! Y aparentemente, ya puedo saber quién es ese alguien: Josha. Él tiene poder sobre la mente, y sin dudas él acaba de hacer algo... Me siento más... liviana.

—De tu inconsciente comenzarán a surgir varios recuerdos que tenías bloqueados a partir de ahora. Vendrán en sueños o imágenes, inclusive pensamientos.

—Eso ya me pasaba desde antes.

—Lo sé. Soy un genio, ¿cierto?

—No entiendo por qué lo serías, Josha.

Él ríe. Oh, genial. —Yo fui el que te bloqueó la mente, no me culpes, fue una orden que tuve el día que acepté cuidarte —lo miro seria, eso no es gracioso—. Pero últimamente he estado haciendo que tu memoria recuperara algunos de los recuerdos perdidos. Ya sabes... A través de sueños, tú no les dabas importancia, pero ahí estaban, a tu alcance.

—¿Mis sueños eran reales?

—En absoluto. Pero, niña, no eran sueños, eran recuerdos. Cosas que pasaron.

—¿¡Cuándo!? —grito, reincorporándome.

Oops, ¿no me dirás «gracias»?

—¡No! ¡Tú modificaste mi mente!

Él se aleja de mí, como si yo le fuese a hacer algo. Al hacer eso, solo puedo distinguir su figura en la oscuridad. 

—Y te la devolví, pero es de a poco. Cuidar qué supieras, qué no, con quién te juntabas, o qué hacías, todo eso fue mi trabajo desde que naciste, Emma. Te conozco desde mucho antes que eso —suspira. Y vuelve a acercarse—. Tanto fue así que también Steven fue tu sombra por mucho tiempo, me ayudaba a custodiarte, así que lo enviaba a dónde tú estuvieses, aunque tú no lo vieras la mayor parte del tiempo —me encuentro atónita, ¿Steven? Nunca había hablado con él, ni tampoco fui su compañera. O al menos que me acuerde—. Y también conociste a Owen, pero ese fue un error, el error que hizo que te borrara la mente.

—Vas muy rápido. Espera... ¿Me dices que tú eres mi Ángel Guardián y mandabas a Steven a vigilarme? ¿Dices que conocí a Owen? ¡¿Cómo me has borrado todo eso?!

—Sí, lo soy. Y por lo otro, sí, Steven era mi pequeño espía, varias veces hablaste con él, pero modificaba tu mente para que no lo tuvieras presente. Y Owen... Owen ha sido un problema.

—¡Deja de llamarle problema! No sabes lo que él es.

—No puedo, lo ha sido. Él te ha buscado durante toda su vida... A ti, para entregarte a los Conservadores. Luego de mucho tiempo, te encontró... E hizo trizas nuestro plan. Así que lo borré de tu mente, a él y a cada pensamiento que él hubiese infestado.

—¿Por qué haces todo esto? ¿Qué sacas de provecho de ésta situación? ¿Qué plan?

—Estoy en una misión en la que debo protegerte, niña. Es mi prioridad.

Giro mis ojos, odio que me diga niña... me hace sentir inferior, pequeña. ¡Dios! Es tan... Ugh. —¿Protegerme? ¿Qué tengo de especial?

La calma y liviandad que tenía, ya desaparecieron hace rato. No logro entender nada... O no quiero entenderlo, es demasiado.

Él borró mi memoria.

Cosas que viví no logro recordarlas, cosas importantes.

Me protege de algo que no entiendo.

Y conocí a Owen una vez. Pero no me acuerdo de eso.

¿Qué otra cosa estaré pasando de largo?

—No puedo creerte. Es demasiado... Tú quieres jugar con mi mente, confundirme... ¡nada de lo que dices es cierto! No puede serlo —digo sin siquiera escuchar mis propias palabras. Sé que lo que dice es verdad y que no me puedo escapar de la realidad, aunque no la recuerde.

—Niña... Es mucho lo que debes pensar, y muy rápido, pero tú estás en problemas y no...

—Dime en qué problemas estoy y por qué.

—No puedo, niña. Lo siento.

—No lo sentías cuando borraste mi mente —le digo, saliendo de su amarre—. No quiero tu compasión. Y no me digas niña, lo odio.

No me parece justo ni razonable que diga que estoy en unos jodidos problemas y que no me diga qué pasa. Y sí, me corresponde saberlo. Me quedo callada procesando la información adquirida recientemente. Me cuesta pensar con claridad, porque mientras intento reflexionar se cuelan imágenes en mí, deben ser posibles recuerdos olvidados. La oscuridad del desván parece tragarme, mi vista se siente cansada, así que cierro mis ojos.

Josha se da cuenta mi estado y pone su mano en mi hombro. Le miro sin mucho ánimo y él sonríe, esta vez parece ser una sonrisa sincera. Yo no se la devuelvo, sino que intento apartarme pero Josha me sujeta, quiere decir algo, está a punto de hablar pero de repente ambos oímos un grito acompañada por una maldición... Steven.

—¡Esas malditas sillas las partiré en tu jodida cara! ¡Sé que está aquí! Oigo su mente.

Mi corazón comienza a palpitar, mis piernas tiemblan y casi no puedo respirar. Sé a quién pertenece aquella voz, casi pego un pequeño grito de emoción. Josha por su parte se pone delante de mí con una última mirada severa dirigida hacia mí. No le presto atención, casi no quepo en mí misma. ¡Owen está aquí! Deseo salir por esa puerta, buscarlo, irme de aquí, con él. Juntos.

—Eh, ¡tranquilo tío!

—¡No me pidas que me tranquilice, idiota! ¿Dónde la tienen?

Y agrega algo más. Pero a mi mente.

«¡HONEEEEEEEEY! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?»

Y sé que llegó, que está aquí. Que vino a por mí.

Como también sé que me debe una buena charla... Bueno, cuando salgamos de ésta.

Owen, Steven, Josha, Emma... Y un capítulo... 

¿Qué dirían de este capítulo? 

Yo creo que es uno muy importante en la historia. ¡Sí que lo es! ¿Qué piensan de él?

Ahora mismo comenzaré a escribir el siguiente... ¡Aaaaaaaaaay, solo unos pocos capítulos más!

¡Los amo! Gracias por todo :3

—Owen también los ama. He aparecido, Honeys.

-Brisa.

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