Capítulo 31

—¿Le viste? —pregunto a Gala un momento antes de llegar a la sala de cine.

—¿A quién? —entrecierra los ojos e inclina la cabeza hacia un lado, observándome cautelosa.

Vaya, en verdad cree que estoy loca... Pero vale, poniéndome en su lugar, también me asustaría de mí misma.

—¡A Steven! Había entrado al baño de mujeres, hablé con él.

Gala ahora no solo tiene la cabeza inclinada, sino que la boca abierta y... ¿un ojo más chico que otro? Eh... sí. Mejor, antes de que me mande a un psiquiátrico, dejo de hablar y acepto que lo que viví no es normal, y que Steven tampoco lo debe ser.

Que estoy metida dentro de una historia fantástica.

Ella no entendería —o mejor dicho, no creería— en que lío irracional en el que me encuentro.

Pero por otro lado... si no me hubiese metido en este asunto, no hubiera conocido a Owen. No hubiese visto sus ojos azules e hipnóticos, ni contemplar a sus hoyuelos asomándose por alguna broma, ni creer... realmente creer en los ángeles.

Pensar en él hace que un nudo se forme en mi estómago. No sé cuánto tiempo estaré sin verle, o qué le estará pasando. Y no creo que Owen sepa qué me pasa a mí.

Le necesito. Sin él, y con hechos extraños a mi alrededor, no sé cómo arreglarme. Digo, es su mundo quién me está acosando de muerte...

Y el de ojos verdes. ¿Y Steven, tal vez?

Y Oracles.

Mierda, recordar ese nombre me hace revivir el miedo que sentí cuándo, sin saberlo con anticipación, estuve a punto de morir en manos de lo desconocido. Y yo le hice desaparecer con un simple toque. Ese mismo día supe la verdad de Owen...

¿Dónde estará?

—¿Steven el caliente? ¡Cusnier! ¿Me escuchas? —Salgo de mi nube de pensamientos y bajo a tierra, dónde hay una amiga de ojos azules extremadamente afligida... —¿Cuándo estuvo aquí? Emma, te estoy hablando. Realmente me preocupas...

—Yo, eh... Lo siento, Gal. Hoy no es mi día, estoy... preocupada por varias cosas que me están pasando —frente de nosotras se encuentra la sala donde darán nuestra película, de ella salen ruidos de publicidades.

—Aún no ha comenzado la película, hablemos. ¿Me puedes decir dónde estaba Steven y qué rayos te está pasando a ti?

Me paro rápidamente, tomo una palomita antes de entrar y miro fijamente a Gala. —Estaba en... —sacudo mi cabeza. «Basta, Emma. Sabes que es imposible, nada racional ha pasado en ese momento y solo quedarás como una loca-maniática-obsesionada-con-lo-que-no-existe», me digo. —Olvídalo. Mejor hagamos silencio al entrar. No te preocupes por mí.

—Vale, sí. Mejor. Pero hablaremos más tarde, soy tu amiga, ¿cómo crees que no me preocuparía?

Asiento, deberé hacer algo para sacar de la mente de Gala nuestra conversación. No lo podría responder nada de lo que me pregunte acerca de esto... Fuerzo una sonrisa y le abro la puerta para que entre.

Las chicas nos esperan impacientes en los asientos. Al llegar, atacan las palomitas sin decir ni una sola palabra.

Luego de la película y hastiada de comentarios cachondos hacia Nicholas de mis amigas -en serio, ¿no le dolerían las orejas al pobre actor?-, volvemos a nuestras respectivas casas. No puedo decir que todo está igual con Gala, porque aún sigue mirándome de forma extraña, pensativa, hasta que nos despedimos.

No tocamos el tema de mi caía, la desesperación, y mi supuesta locura trastornada con alucinaciones llenas de Steven.

Ya en mi hogar, mis padres me esperan con pizzas caseras y helado de postre.

—¿Cómo te ha ido, cielo? —pregunta mamá tomando una porción de pizza.

—Bien... la película estuvo buena.

—¿Y tus amigas, cariño?

—¡Bien! Bromeando todo el tiempo, ya las conocen —contesto sonriendo, pero pensando en Gala.

Nos quedamos en silencio por un rato observando el televisor dónde pasan un programa de canto que vemos habitualmente. Mis preferidos siguen estando pero falta poco para la final y eso me pone algo nerviosa, un poco fuera de tono de mi situación actual pero... Está bien sentirse humana cada tanto.

Veo a mis papás removerse incómodos en el asiento mientras que Mateo come su cuarta rebanada. Se miran entre ellos y asienten. ¿Pero qué...?

—Emma, sé que lo hemos hablado hace antes y por años pero... —dice mi mamá con voz vacilante—. Vamos, dile Daniel.

—Esto... —mira para abajo retorciendo sus manos—. Sabemos que la relación que tienes con Owen va en serio, y queríamos saber... Mira, no queremos que pierdas tus estudios... Ya sabes, ser madre es...

Oh, por favor, no la charla otra vez. Abro bien grandes mis ojos y llevo mis manos a los oídos para empezar a cantar «lalalalalala».

—¡Emma, compórtate! ¡Necesitamos hablar sobre esto, no seas infantil! —grita papá.

El rubor se sube a mis mejillas y quiero comenzar a chillar como una cría. Mi padre tiene los ojos como platos y mamá una mano en el puente de la nariz como si estuviese pensando. Mi hermanito, por su parte, deja de ver la tele y masticar para observar nuestro lindo momento familiar.

–¿Hablan del sexo? —Mati pregunta con voz infantil y tapándose la boca. Lo que faltaba. Está bien que mi hermano es pequeño pero está creciendo, pero que él diga eso... ¡duh! ¡Si apenas era un bebé!

—¡Cállate, Mat! Esa palabra está prohibida para ti hasta que tengas unos veintisiete años —le digo sacando la lengua—, o incluso más.

Él también me saca la lengua y deja de prestar atención hacia nosotros para volver a escuchar el televisor antes de que yo replique algo más. ¡Qué enano!

—Emma... —dice papá reprendiéndome.

Ya sé, ya sé. Sé que debo cuidarme, pero no es necesario que me lo digan porque no está entre mis planes tener ninguna relación... sexual. Ni ser madre, nada de eso... —pienso en la noche que volvimos de la cita y lo cerca que estuvo de pasar algo y me agarra un escalofrío, sobre todo por el hecho de no saber si yo podría haber sido capaz de parar... o él. Niego con mi cabeza intentando borrar ese recuerdo y mi rubor creciente. —¡Ay! Mamá, papá, esto es muy incómodo.

—Es algo natural, hija. Pero debes estar preparada mentalmente también para ello, ¿entiendes? —mi madre toma mi mano y comienza a acariciarla.

—¡Perfectamente! —contesto casi gritando. Salto de mi silla y me dirijo rápidamente a mi habitación.

—¡Tienes turno con la ginecóloga! -exclama mamá a los cuatro vientos.

—¡Vale! ¡¿Los vecinos están invitados también?! ¡Mamá! —refunfuño, al menos si me lo dice... ¡que sea más privado!

Mis padres se ríen a carcajadas y yo estoy como un tomate. -No, pero Owen también podría ir. Hacer una consulta de pareja no les vendría mal.

Ah, genial.

Estupendamente genial.

Pego un portazo al cerrar la puerta y escucho una queja de mi madre sobre estar castigada por esa actitud mía. Como si no fuese demasiada la charla.

Cambio mis ropas por un viejo pero abrigado pijama resoplando, aún siento mis mejillas arder.

Tomo mis auriculares del escritorio y apago la luz dejando todo en penumbras, salvo por la luz que entra de la luna. Busco en mi celular canciones de «Imagine Dragons» y pongo la música lo más fuerte que puedo.

¿Cómo es posible que sus melodías sean tan mágicas como para transportarme a otro lugar y sacarme de todos mis pensamientos? Cierro los ojos y sonrío para mis adentros, respirando, adquiriendo tranquilidad mientras escucho los últimos toques de la guitarra eléctrica y la batería. Sí, bueno, eso no suena muy tranquilo... Pero lo es cuando todos mis temores comienzan a desaparecer en la estrofa final.

Me pierdo entre los brazos de Morfeo y las sábanas cálidas que me arropan.

De pronto, como alguien que pincha un globo y éste explota sin previo aviso, me despierto inquieta, con sed y nerviosa. Me cuesta abrir los ojos y siento el cuerpo pesado, obligándome a seguir soñando. Me cuesta respirar, ¿estoy muriendo? ¿Qué me pasa? Estiro una pierna y luego la otra, notando que aún tengo la ropa puesta y no me he puesto la muda para dormir. Suelto un suspiro adormilado y muevo las manos en busca de mi celular que debió haberse perdido entre las mantas, encuentro primero mis auriculares enredados y los dejo en la mesa de luz, al tirar de ellos siento que algo se cae al suelo.

Perfecto, ahí encontré mi celular.

Intento mover mi brazo, en una prueba de extender mi mano y tocar el suelo en uno de esos milagros. Pero claro, en lugar de eso y como toda patosa que soy, termino cayéndome al piso. Arriba de mi celular. Abro mis ojos y me levanto, encendiendo la pantalla rápidamente para ver que no haya sufrido daños.

Lo enciendo y el aire vuelve a entrar en mí sabiendo que todo va bien, la habitación se ilumina con el resplandor del móvil.

Y yo me paralizo como niña que se asusta con el monstruo de sus pesadillas.

Veo dos siluetas paradas frente a mí, un par de miradas verdes resplandecientes como ojos de gato, en el medio de la semioscuridad, que me observan atentamente.

Críticamente.

Y yo estoy a punto de chillar.

**Gala en multimedia**


¡HOLA! Vuelvo con este capítulo con final abierto para todos ustedes, pero a no desesperar: ya se sabrá quiénes son.

QUIERO OÍR SUS TEORÍAS!!!

Estuve mal de salud, con fiebre, tos, dolor de garganta D: Pero bueno, ya pasará. En estos días no he ido al colegio por ese motivo, me dijeron que hiciera "reposo" y casi no pude tocar el ordenador porque me hacía mal. ¡PERO VALEEEEE, TENÍA QUE SUBIR!

El capítulo puede ser medio... ¿normal? para Emma, que siempre viene con capítulos raros, pero ¡ya! Era hora de una pequeña charla incómoda familiar, o una salida de amigas... Y una aparición esperada...

¡ESTAMOS A UN PASO DE DESCUBRIR QUIÉN PAPAS-FRITAS (sí, papas fritas, tengo hambre, jajajaja) ES EL DE OJOS VERDES! ¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!

Esperaba este momento. ¿Ustedes?

Quiero saber, ¿de dónde son? Yo soy de Argentina, de Buenos Aires :) ¡Y ESTÁ HACIENDO MUCHO FRÍOOO! (¡estamos en pleno invierno, con temperaturas alcanzando el bajo cero!)

¡Quiero que llegueeeeeeee!

Dejen comentarios, en el próximo capítulo mandaré saludos al final.

LOS AMOOOOOO.

Les mando besotes bien, bien grandes llenos de chocolate. (Sí, tengo hambre D:) JAJAJA.

-Brisa.













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