Capítulo 25

¿En serio cree que él hizo algo malo? Vaya, ¿cómo algo así... podría lastimarme? ¡Es todo tan hermoso! La luz de la vela tan tenue, la brisa acariciando mi cabello...

Owen camina hacia el bote, y de allí saca un abrigo. A pesar de que no se enferma jamás seguro es molesto estar helándose, incluso para un ángel. Yo todavía llevo puesto el saco que Owen me prestó, ya que el mío no sirve de mucho. Repito, que suerte que Owen me hizo cambiar de ropa, aunque tendría que haber buscado algo más cálido en mi armario. Su campera tiene el típico aroma suyo: árboles, libertad y un toque de una exquisita colonia masculina. Inhalo un poco de esa maravillosa fragancia y mis piernas, mi cuerpo, todo en mí tirita.

Solo Owen causa ese efecto en mí. ¡Y oye! Se trata solamente de su abrigo.

Me toma de la mano y caminamos hasta el muelle. Mi estómago está lleno de mariposas, y es como si estuviese viviendo todo como uno se siente cuando ve una película, como si estuviera en tercera persona. ¿Alguna vez pensaste que algo era tan irreal, que podía llegar a ser un producto de la imaginación? Bueno, nada de lo que está pasando es real para mí. Quiero decir: es real. Pero imposible de una manera posible, ¿me explico? En cada segundo que corre velozmente, me mantengo alerta. Temo despertarme de un buen y único sueño, descubriendo que todo fue un juego de la mente y deseos improbables de una adolescente.

Al llegar hasta la mesa, corre la silla de forma educada para que me siente. Un rubor toca mis mejillas ya sonrosadas por el frío. Al sentarse en frente mío, su mirada me contempla suavemente con anhelo. La sonrisa de Owen se extiende y, a la luz de las velas, luce increíblemente fuera de éste mundo, y tierno. Realmente tierno. Y se ruboriza él.

«Un momento».

¿Owen ruborizado? ¿Qué sigue? ¿Cerdos que vuelan?

Luego, para cortar el momento que ya se empezaba a convertir en algo demasiado carmesí, por el rubor... digo, Owen se aclara la garganta y comienza a hablar.

—Creí que aquí te gustaría. Pero... no pensé en el frío, ¿te encuentras bien? ¿Quieres que pida entrar al restaurante?

La luna se filtra por los oscuros cabellos de Owen, haciendo que se unan a la noche estrellada. Debo decir que al lado de las velas, con ese mínimo calor que irradian, se está bien. Además, no quiero entrar al restaurante y ver a ¿Judie? Como sea. Frío no tengo ya. No mucho. Casi ni lo siento a decir verdad. El viento sopla pero con menos intensidad, convirtiendo el ambiente en uno más cálido y armonioso.

—Estoy bien, ya casi no hay viento soplando.

Puedo ver las largas pestañas de sus ojos azules. Su boca curvada, incitándome. Ay. ¿Estará realmente cumpliendo su promesa de «no leer mente de Emma por hoy»?

No me fiaría demasiado en ello, pero por ahora, parece cumplirla.

—¿Cuál es tu mayor sueño? —Pregunta de repente.

Vacilo, ¿mi mayor sueño? La pregunta me toma por sorpresa, ya que pensé que no diría nada. Una pequeña risita se escapa de mis labios recordándome una línea de una de mis novelas preferidas, pero sé que va en serio y que espera una buena respuesta para ello. —Eh... Cuando termine el secundario empezaré a estudiar la carrera de psicología en la Universidad de Buenos Aires.

—Sabes que no me refería a eso. Tu sueño. Tu deseo en la vida, lo que a ti te gustaría ser más allá de lo real.

—Uhm... —murmuro pensativa. —, me gustaría escribir. Sí. Ser escritora.

—¡A eso iba! ¿Y... lo notas? Te estoy dando buen material de escritura, ¿eh? —apoya sus dos codos sobre el mantel de la mesa, haciendo que el contenido de la botella de coca-cola se mueva rápidamente por unos segundos. —Eso sí, debes contar detalladamente lo perfecto que soy.

Y sí. Él no podía no decir algo como aquello.

—¡Owen! —le digo— ¿Puedes...?

—¿Ser más arrogante?

—¿Estás leyendo mi mente? —Le espeto.

Él sacude la cabeza. —Pero me gusta hacerte enojar. Eres divertida cuando te enojas... y cuando te pones celosa.

¡Aish!

—¡No estaba celosa! —«, estaba celosa»—. ¿Quién es Jodie?

—Se llama Julie, Emma. Y sí —se inclina más hacia mí— lo noto en tu mirada. Celos.

—¡Que no lo estoy, Owen! ¡Y no me importa cómo se llame Julia!

A carcajada tendida, Owen comienza a exasperarme. No se daría por vencido. —¡Estás jodidamente celosa! ¿Quién es Julie, preguntaste? Es una vieja amiga —Le frunzo el ceño—. Eh... ella es... algo amarga con los humanos... —dice—. Pero en el fondo le agradas —agrega aprisa.

—En el fondo le agrado —repito irónicamente—. Le agrado mucho. Tanto que si hubiese podido, me hubiera asesinado con tan solo echarme un vistazo.

—Emma...

—¿Ella no es humana? —pregunto algo aturdida.

—No —contesta—. Ella es una caída.

Mi sangre se hace hielo y yo me paralizo completamente. ¿Una caída? ¿Un ángel caído? La única vez que me topé conscientemente con un caído me quiso matar, y no digo que ella no quisiera cuando estaba dentro del restaurante. ¿En serio?

Mieeeeeerda.

—Me has dicho que es amiga tuya.

Suena como una pregunta. Y de hecho, lo es.

Y Owen lo sabe.

—Sí, lo es. No me gustan los caídos, pero con ella me llevo bien.

—¿Te gusta ella?

«¡Agh. Basta, celos!»

Owen me mira confundido, para luego esbozar una media sonrisa arrogante.

—Hay veces en las cuales le quiero cerrar esa gran boca, como hoy. Pero, Emma, sabes que no me refería a ese «gustar». —Resopla pensativo. —Ella ha sido mi amiga desde hace tiempo y me ha ayudado mucho cuando llegué aquí —suena sincero—. Y tú me gustas, Emma —agrega—. Mucho.

—¿Ella está enamorada de ti?

—¿Sigues diciendo que no estás celosa? No, Honey. A ella le gustaba un caído —agita la cabeza—. Da igual. No quiero que hablemos de esto —murmura reacomodándose en su asiento.

¿Le gusta un caído? ¿No está enamorada de Owen? Bueno, pues... no parecía eso cuando ella me trató así de mal. ¿Qué le pasa?

Tampoco quiero perder el tiempo hablando de Jodida así que simplemente asiento y sonrío tímidamente; la conversación llegó a un punto bastante incómodo y debería terminar ahora.

Así que decido romper el hielo mirando hacia la comida, que está tapada con un platillo metálico para conservar el calor. —¿Qué es? Puedo oler... ¿salsa? —Mantengo la vista en un punto fijo, deseando no sentir los ojos de Owen en mí. Ahora mi cuerpo entero arde en llamas: vergüenza. Nunca había experimentado con tanta intensidad los celos por nadie, ¡qué horror! Ni siquiera los pude ocultar; y para colmo, ahora él sale victorioso sabiendo que no estaba equivocado.

—Destápalo y verás —habla él, pero en su voz puedo descubrir un atisbo de incomodidad.

Así que, como mi estómago también está rugiendo, destapo el plato colocando el cobertor a un lado de la mesa. El aroma de la pasta llega a mi sistema: sorrentinos. Como ravioles pero más grandes.

—Come —dice Owen.

Alzo la vista y mis ojos chocan con los suyos. Parece relajado, aunque en verdad...

—¿Te encuentras bien? —pregunto—. Yo... yo no quería incomodarte...

Owen levanta una ceja, incrédulo. —¿Incomodarme? —El hoyuelo reaparece y la tensión entre nosotros se levanta como sol al amanecer, como marea que baja. Sonríe mientras el suave murmullo de la pequeña ventisca alborota sus cabellos y los hace bailar. El sonido del agua parece provenir de su mirar azul lapislázuli. —Lo siento, Emma.

Parpadeo por el cambio de conversación.

—¿Qué? —Pregunto torpe. —¿Por qué?

—He roto la promesa —responde arrepentido—. Dos veces.

Un silencio viene tras ello. ¿La promesa? Espero a que él siga, pero no habla. Coloco mi mano, en un intento de darle valor, sobre la de él que se encuentra muy cálida. Owen salta ante mi toque, pero luego aferra sus dedos, enganchándolos con los míos.

—La de una cita normal. Primero leo tu mente, luego te hablo de ángeles caídos —junta las cejas, culposo y apenado—. Lo siento —susurra otra vez.

La falta de sonido vuelve a reinar el ambiente y siento como una muralla se forma entre Owen y yo. Él se preocupa por tener una cita normal, pero nada va a ser normal para nosotros. Nada. Aunque lo intentemos. ¿Por qué se empeña tanto? Vale, entiendo que debe pensar que me está quitando la «humanidad» o lo que sea de mi vida, pero no necesito que finja ser algo que no es.

—Owen —le digo—, no pasa nada. No estoy enojada y no tienes que disculparte. Vale, has roto la promesa, pero no dejaremos que eso arruine todo esto, ¿de acuerdo?

—Quiero darte norma...

—¿Normalidad, Owen? ¿Algo normal? ¡Nada es normal y tampoco lo será para nosotros! Pero está bien, nuestra situación es así y debemos afrontarla —mi voz está saliendo demasiado fuerte ya, tomo un pequeño respiro y sigo más lentamente por lo bajo—. No vale la pena actuar como si nada pasara cuando en realidad, pasa todo.

—Emma...

—¡Ya has hablado tú! Pues ahora quiero que me escuches a mí. Y debo decirte algo —hago fuerza por dentro, estoy a punto de explotar todos mis sentimientos en su cara—. Te amo, Owen. Con todo lo que eres y la poca normalidad de lo nuestro, ¿entiendes? Es extraño para mí, no diré que no, pero no importa lo diferentes que seamos: te quiero. Y sí, estoy celosa porque no sé casi nada sobre ti, e intuyo que no me dices muchas cosas. Demasiadas. Tampoco sabía si esa Julie fue tu novia, y ¿sabes? te quiero solo para mí. —Ignoro mi rubor. —Eso no te libra de que quiera descubrir qué ocultas. Para nada. ¡Pero basta con eso de «intentar hacer todo más normal»! No es necesario. Y desearía, realmente desearía, que todo fuese más fácil, pero enfrentaremos cualquier cosa. Juntos.

—Emma... —dice en casi un susurro parándose de su silla, arrodillándose a mi lado—. Me haces muy feliz. Yo...

—¿Entonces cuál es el problema? —le corto, temiendo que me diga algo malo. Lo sé, es idiota de mi parte, pero puedo poner a mi favor que prefiero que la cita vaya bien, y no en picada constante.

—El problema es que no me haces caso, Emma —¡¿Eh?! Me enderezo rápidamente en mi asiento, ¿no le hago caso? ¿Qué significa eso?—. No comes cuando te digo que lo hagas. Escucho tu estómago retorcerse desde aquí, ¿por qué no lo alimentas, Cusnier?

Ambos estallamos en carcajadas, él más fuertes, después de que ese momento tenso terminara. Gracias, al fin. Owen recupera su brillo y su sonrisa arrogante, me regala un pequeño beso en los labios y se sienta nuevamente en su silla. Él toma el primer bocado de sus sorrentinos y lo mastica con un gesto placentero. Por un momento parece no notar mi presencia. La luna custodia está completamente visible acompañada a todos los astros en el cielo, observándonos.

—¡Oh, Emma! Son geniales, ¿por qué no comes?

—¿Por qué eres tan mandón? —Le replico.

Empiezo a reírme nuevamente, pero ésta vez, Owen no me acompaña, sino que me mira fijamente, sin descanso. Comenzamos una batalla de miradas y él frunce el ceño mientras yo apoyo un codo en la mesa, observándolo escéptica.

Mis ojos comienzan a escocer luego de los 20 segundos, y a los 30 se me empiezan a cerrar.

Claramente estoy a punto de perder, pero Owen termina apartando la vista.

Pincho un sorrentino y sonrío masticándolo triunfante.

—¿Cuál es tu color favorito? —pregunta él de repente.

Y al recordar sus ojos y la intensidad de ellos, yo respondo: —El azul —queriendo que la tierra me tragase luego.

Owen sonríe pícaro. —No me has dejado terminar lo que te iba a decir, Honey, con tu pregunta de "¿cuál es el problema?" —suspira—. Te necesito. Ese es el asunto. Y quiero que estés bien. Vivas bien. Te sientas cómoda. Y yo no soy la definición de novio cómodo. Hay historias que cambian todo. Y hay personas que, por meterse con otras, la historia se adelanta y todo corre más rápido, más peligroso. Y tú, créeme, necesitas vivir lo más posible ahora.

—Yo, Owen...

—Mira, sé que es complicado de entender, pero quiero que sepas algo: esté dónde yo esté, siempre te voy a querer, voy a estar a tu lado, acompañándote. No tienes idea del efecto que has causado en mí. Y no imaginarás jamás nada de lo que puedes lograr. Nadie lo imagina. —Estoy a punto de hablarle, pero él no me permite. —Y sí, sé que no tienes ni idea de por qué digo esto pero, cuando sea el momento de entender... ya lo verás. Yo te amo, Emma, te amo con todo lo que soy.

Sus manos se aferran a la mía fuertemente. ¿Qué es lo que me dijo? Bueno, de hecho tiene razón, no entendí pero... suena complejo. Y asusta. Mis palmas están frías y Owen se para otra vez, alcanzándome, rodeándome con su característico abrazo protector y dejándome plantado un beso en la frente.

—Entonces, ¿no tuviste novio? —pregunta, fingiendo una exagerada sorpresa por ello. Mal actor.

—No.

—¿Beso antes de mí?

Sonrío. —Sí. Mala experiencia con ello —Owen frunce el ceño y me hace sentir intimidada por él.

—Oh, ya veo —dice—. Es que, Emma, no lo culpes. Cualquiera que me bese jamás podrá compararme con otro. Opaco a todos.

Aish. Es divertido hasta cierto punto, ¿no se da cuenta que es tan...? Debo decir, ¿irritante? Sí, irritantemente arrogante. E inclusive idiota.

Y hermoso.

Y gracioso.

—Eh... Lo que digas. —Canturreo. Tomo una cucharada de mi helado de marroc, fría y dulce, y espero su próxima pregunta. La cita va así: él pregunta, yo respondo. Me ha preguntado sobre mi familia, mis actividades extracurriculares, los lugares a los que he ido de vacaciones y a cuáles no, Mis amigos... Y yo no le he podido preguntar nada acerca de él.

Debo decir que me cansa hablar de mí y su actitud de que «por protegerme» no me dice absolutamente nada. Ni algo mínimo. Sigue siendo tan frustrante como antes...

—¿Película favorita?

—Oh, eh... ¿Los Juegos del Hambre? —odio responder como pregunta algo—. Las películas están bien adaptadas de los libros. Faltan cosas, pero están buenas. Y también amo Star Wars, mi padre es fanático y yo me crie con las películas.

Él sonríe.

—¿Gale o Peeta? —Su voz suena seria.

Peeta. ¿A qué vas con esto?

—A conocerte mejor, Honey. Cada detalle. ¿Qué personaje de Star Wars te gusta?

Anakin Skywalker, me encanta.

Alza una ceja. —Es el malo.

—Pero es el personaje que más crece a lo largo de la historia, que más cambia, que se equivoca mucho pero, luego, cuando se da cuenta de que su hijo corre riesgo, da la vida por él. No sé por qué, pero me fascina —sonrío al recordar una pelea que tuve con mi hermanito por una carpeta de Star Wars—. ¿Y cuándo voy a poder conocerte a ti? —le pregunto.

—Algún día.

¿Algún día? Wow, es la respuesta más prometedora que me ha dado. La ventisca está volviendo y el frío se vuelve a sentir. Owen ha prometido que no se termina aquí la cita, que habría más y mejores. Y que aún falta la mejor parte.

Owen ha pensado en todo.

Al terminar el platillo de helado —sí, frío para la noche pero... ¡es helado! Y amo el helado—, Owen me tiende una mano, dirigiéndonos hacia el pequeño bote. Siento una punzada en el estómago. Él será... ¿buen piloto? ¿Tendré frío? Por milésima novena vez, ¿por qué no me abrigué aún más?

El motor hace un sonido fuerte, pero similar a un ronroneo. Owen ayuda a sentarme a su lado y miro los controles con respeto y desconfianza mientras él comienza a tocar los botones y palancas. —¿Estás lista?

—Sí —no realmente.

Y luego, ese ronroneo se hace constante. El vértigo invade mi cuerpo, y la adrenalina. Las emociones, ¡todo ese conjunto se mezcla en mi pecho! Las sierras a la distancia parecen monstruos imponentes que son bañados con luz por la sincera luna. El viento arremolina mis cabellos tirándolos hacia atrás.

Siento la inestabilidad del vehículo y me entra el miedo. Parece que mi ángel se da cuenta de ello ya que toca mi barbilla para que le mire.

—No temas —me tranquiliza.

Su voz, ¡ay! Suena como una dulce melodía que amansa mis dudas sobre ello, y tengo el deseo de pararme, pero no para salir corriendo. Voy a la punta delantera del bote y abro mis brazos como lo hacen en la película "Titanic". La corriente de ventisca presiona mis brazos, regalándome una sensación gloriosa y única.

Hecho un vistazo para atrás y Owen está mirándome, sonriendo. Yo suelto una pequeña risita y cierro mis ojos, perdiéndome en cada sonido y sensación.

Unas manos recorren mis brazos y siento un abrazo fuerte y cálido, acurrucándome en esa increíble noche. Al principio salto ante su roce, ¿no debería estar pilotando? Pero luego sus caricias causan efecto en mí. Haciéndome olvidar todo lo que nos rodea, salvo nosotros mismos.

El momento se vuelve mágico, y me giro hacia él para poder verlo. Sus labios llegan a los míos suavemente, algo tímidos pero cariñosos. Su fresco aroma hace que lo atraiga más hacia mí y que no quiera soltarlo. Muerde levemente mi labio y murmura: —Eres mi Honey. Sólo mía —y agrega—. Es mi turno de responder y contar algunas cosas.

Luego vuelve a besarme, esta vez reclamándome. Haciendo que cada una de sus palabras tengan un sello en mí. Un sello eterno.

Me doy cuenta de que el bote está varado, flotando en el agua lejos de la orilla. Sin escapatoria... El aroma a río, noche y montañas está impregnado en el aire, y puedo escuchar cada pequeñísima ola golpear contra nosotros.

—Yo antes de conocerte estaba dañado, Honey. Destruido por el odio. Y te odiaba a ti también, como me odiaba a mí: eras demasiado buena para ser tú. Detestaba todo lo que tuviera que ver con humanos, nephilims y caídos. Cualquier cosa. Hay tanto que contarte pero no sé cómo. No quiero que te olvides de mí, que no resistas la información y la saques de tu sistema. No quiero perderte...

¿Demasiado buena para ser yo? ¿Qué quiere decir?

—¿Me odiabas?

—No solo a ti. Pero no te conocía lo suficiente y yo estaba ciego —suspira y maldice, ¿los ángeles pueden maldecir? Vaya...

—Pero, Owen... no parecía que me odiabas cuando nos conocimos.

—Como dije, muchas cosas que debo y quiero contarte. Me exaspera no poder sacarlas de mí cada vez que... Honey, quiero que sepas que te amo con todo lo que soy y poseo. Y que tú eres la razón por la que estoy vivo, verdaderamente vivo. Gracias a ti. Te amo y no debes estar celosa, solo tengo ojos para ti. Julie es una vieja amiga, como una hermana.

—Owen, ella no importa ya...

Él parece no escucharme. —Yo..., yo estuve durante todo este tiempo pensando cómo decirte las cosas. Sé que no fui el mejor...

Tomo con mis dos manos su rostro y lo atraigo hacia mí. —Fue perfecto —le doy un pequeño besito—. Realmente fue increíble... ¿Puedo preguntarte algo? Se supone que es mi turno...

—Depende de qué... —dice sonriendo. Pero su sonrisa no le es fiel a sus ojos—. Dispara.

—¿Cuál es tu color preferido?

De pronto, su mirada comienza a brillar. Abre la boca para hablar, pero luego la cierra tembloroso. Mira hacia las estrellas regresando luego hacia mí. —El color miel, Honey.

Mi semblante automáticamente cambia a colorado cuando entiendo la indirecta —directa— de su respuesta. ¡Ow!

—Oh —consigo decir, sonrojándome aún más.

—¿Quieres saber de mi familia, cierto? —pregunta.

Y lo cierto es que sí. Es una gran incógnita que nunca he podido cerrar. —Sí. Si quieres...

—Mi gemelo es unos minutos más grande que yo —empieza. —Mi familia era una muy importante en mi mundo. Ambos padres eran arcángeles respetados. Pero papá tenía una obsesión: los humanos —cierra fuerte sus ojos—. Mamá decía que se le pasaría, pero él simplemente continuaba así. Nos hablaba a mi hermano y a mí de ello, de cuánto quería ser humano. Explorar toda la tierra. Tener otra vida. Yo creía que estaba loco. Y mamá era incondicional a él. El amor en mi mundo es algo muy extraño que pocas veces puede suceder entre los ángeles, como también los sentimientos; en general los ángeles somos más pensadores que emocionales. Aunque hay casos que no: yo nunca fui ajeno a los sentimientos y me odiaba por eso. Porque eso, de alguna forma, me hacía parecer a mi padre.

Me mira, estudiando mi reacción. Yo estoy atenta a cada palabra, y cuando Owen se da cuenta de eso, sigue.

—Un día simplemente se fue. Se marchó cuando éramos adolescentes y nos dejó solos a nuestra madre y a nosotros. ¿Y sabes qué? Mi hermano sabía que se iba. Nunca hizo nada para evitar que sucediera. Él era el hijo preferido de mi padre. Fue capturado por ángeles de la venganza: le quitaron las alas mientras intentaba escapar del cielo. Pero eso no lo desmotivó, y al poco tiempo comenzó a formar una vida aquí, con una humana. Y tuvieron un hijo.

Puedo ver el dolor en Owen. Como aprieta sus manos en puños, como frunce el ceño. Como su voz se quiebra. Finalmente estoy descubriendo algo de él. Y ese algo es horrible.

—Si te hace daño no sigas... —no quiero verlo mal, triste. Pero Owen sacude la cabeza y me regala una sonrisa forzada, dispuesto a continuar. ¿En serio tiene otro hermano? Sería un... ¿Nefilim? ¿El hijo entre humano y ángel caído? ¡Oh!

—Mi gemelo y yo nos criamos de formas muy, muy diferentes. Él se parece mucho a mi padre, adora los humanos, pero es más pensador que él, y más frío. Yo... yo odiaba ver a mamá consumiéndose por la oscuridad. Ella... ella no resistió lo suficiente, amaba a papá y no soportó perderle. Ella se fue del mundo, no pudiendo aguantar el dolor... falleció al poco tiempo. Yo... por eso soy un ángel vengador, esperé por muchos años encontrarme cara a cara con mi padre y hacer o decirle el Cielo sabe qué. Mi hermano, en cambio, es un arcángel. Él es mucho mejor que yo. Todos lo prefieren a él desde el principio de nuestras vidas; siempre hace lo correcto, siempre sabe qué decir, siempre fue más ángel, con todas las letras, que yo. —Su mirada azul quema. Arde—. Yo no... Hasta que te conocí. Tú eres mi brújula.

»Yo no hablo con mi hermano. Estábamos en bandos diferentes. A mi padre jamás le vi. Y a mi medio hermano, pues, desde que me enteré que existía, le odio. Él tuvo una familia feliz. Mi padre le ama y tiene a su madre —una lágrima cae por mis pómulos y un sollozo suena desde lo profundo de mi pecho. —No le he contado a nadie sobre ésto, Emma.

—No le diré a nadie —prometo mientras recorre con sus manos mis húmedas mejillas—. Siento todo lo que ha pasado, Owen... De veras, yo...

—No lo sientas. Duele recordarlo, pero me hizo bien contártelo después de todo. Y además —una de sus laderas de la boca se corre para un costado, formando su típica media sonrisa, hoyuelo incluido—, si eso no hubiese pasado, no te hubiera conocido. Me gustaría que la historia fuese otra, recuerdo cuando todo era más fácil...

—Te quiero —le digo, entregándole mi corazón.

—Te amo —responde. Pero su rostro cambia, y vuelve a su estado triste. Él acaricia mi barbilla, acercándose cuando se recupera para susurrar en mis labios. —Emma, me debo ir por unos días. Tengo que hacer un informe para asegurarme de que estemos bien...

Y ahí es cuando me quedo paralizada. ¿Se irá? ¿Por cuánto? ¿Qué son exactamente «unos días»? ¿Informe de qué? ¿Por qué me deja de ésta forma? ¡No! Mi sistema parece colapsar ante la mención de «irse». De pronto siento que me falta el aire. ¡Me falta el aire! Busco sentarme, penosa ya que tropiezo y Owen me sostiene; pongo mi cabeza entre las piernas respirando entrecortadamente.

—¡Honey! ¿Emma? ¿Estás bien? ¡Oh, santo cielo! ¡Estás pálida! —No logro concentrarme en sus palabras, sólo una frase revolotea por mi mente:

«Se irá. Se irá lejos».

—¡Honey! Escucha, serán unos días. Volveré. Volveré, lo prometo. ¿Cómo podría no volver?

—¿Será cómo la vez que te fuiste, cuando faltaste la semana de clases? —Pregunto torpe al encontrar mi voz.

—Sí. Pero estarás bien. ¿De acuerdo?

—Owen. ¿Está todo bien? ¿Es común que te llamen de allí? —Mi voz sale temblando, baja, temerosa.

Su voz suena tranquila, pero sé que en realidad no lo está él por dentro.

—Sí, cada tanto debo ir para informes, es común. Debo hablar de... algunas cosas de la Tierra —chasquea la lengua mirando al horizonte, pero sin ver realmente nada—. Prométeme algo, ¿vale?

—¿Qué?

—Yo prometo volver con respuestas de allí. Tú promete que no hablarás con Steven, ni con nadie raro. Ni contestes notas como la vez anterior.

—¿Por qué no puedo hablar con Steven? —Mi voz sale cansada pero tajante.

—Solo... no hables con él. No confío en él. De veras, no es de fiar.

Articulo un "vale" silencioso. Eso mismo dijo Steven de Owen. —¿Qué clase de informe debes dar?

«¡No es justo! —pienso— ¿Estará en problemas por mi culpa? Justo cuando empezaba a conocerlo mejor, más de lo que...»

Él habla severo. Oscuro. —No es necesario conocer todo de mí, temo que te asustarías con lo que tengo para contarte. Hay más, mucho más.

—No me darías nunca miedo —le digo, temblando ante la idea de qué él tenga algo demasiado oscuro para atemorizarme.

—Emma, es normal sentir miedo. Incluso yo estoy asustado por lo que se viene.

¡Holaaa!

Bueno, pues ¡He aquí la otra parte de la cita! ¿Les gustó? ¡Aish, espero que sí os haya gustado éste capítulo!  Lo siento por haber tardado en subir, hace 15 días que no actualizaba, pero quise dar tiempo para hacer capítulos más largos y crecer en cada uno un poquitín más.

Debo decir que fue muy duro escribirlo, pero bueno, ¡ha brindado sus frutos! O eso espero... ¿Qué me dicen de lo que le contó Owen a Emma? ¿Y de la cita? ¡Finalmente Owen habló de su familia? ¡Y una vez que empieza a hablar sobre él, se debe ir!

¡Estoy de los nervios! Leyéndolo y releyéndolo, pensando "¿Qué opinarán?" ¡por eso lo subí antes de empezar a cambiarlo nuevamente! jajajaja. :D

¡Empecé el Instituto, pero me arreglaré los horarios para continuar escribiendo y estudiando a la vez sin suspender! Odio matemáticaaaaaaaaaaaas D: jajajaja.

¡Los quierooooooooooo, gracias!❤

-Bri.


























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