Capítulo 10

Quererlo es poco. Decir que simplemente lo necesito en estos momentos, quedarme corta. Es más que querer, pero no sé si sea amar. A pesar de eso, sé que él es todo lo que preciso. Nos protegeremos el uno al otro. Juntos somos fuertes, pase lo que pase. Nuestra elección está tomada.

Sus brazos me rodean despacio y me aprietan más contra él. Su aliento fresco en mi cuello me hace estremecer de placer. Todavía seguimos con el pelo húmedo por la llovizna, y él huele a árboles y a lluvia fresca. Debo dormirme también, pero la idea de despertar y no saber qué pasará con nosotros es una tortura.

Nunca veré un día nublado de la misma manera. Nunca olvidaré este momento, tan horrible y hermoso a la vez.


Mis ojos se abren despacio y la claridad comienza a entrar en mí. Otro sueño de esos y juro que me pondré a escribirlos. No sé por qué, pero, al soñarlos, una sensación de tranquilidad me invade y, al despertarme, se convierte en frustración.

Realmente no entiendo. Como sucede con los sueños comunes que suelo tener, no tan cargados de sentimientos y sensaciones que luego perduran, no los recuerdo muy bien después de un rato. Culpo a la fiebre por ellos; me digo que son un efecto colateral de todo lo que pasa.

Pero luego recuerdo que, en realidad, puede que ya los tuviera desde antes, solo que menos intensos. De todas formas, al soñarlos soy feliz; es como si olvidara por completo los poemas, y me sumergiera en un mundo cómodo y acogedor, donde estoy protegida de todos los males del mundo.

Mi madre se asoma a la puerta de mi habitación y, al ver que estoy despierta, viene hacia mí y se inclina cuando está cerca. También parece haberse despertado recién de una siesta, porque lleva aquel pijama azul que tiene pequeños lunares morados.

—Ya te ves mejor —comenta al tocarme la frente. Pasaron varios días desde que comenzó la fiebre (cuatro para ser exacta). Ya me siento mucho mejor, sí. De hecho, desde ayer la fiebre se fue, pero volver al colegio me aterra.

Primero por Owen y, en parte, también por Steven; es obvio que ambos se conocen; lo dejaron claro cuando trataron de tirarse piedras entre ellos y acuchillarse con los ojos. ¿Qué mal pudieron hacer para que los dos me pidieran que me alejara?

Segundo punto por el cual no quiero regresar: montones de tarea sin hacer. Eso también me asusta, sobre todo por el cúmulo de trabajos prácticos que Kalakas seguro dejó, además de los que no pude finalizar.

No terminaré nunca.

Admito que, por un lado, es lindo estar tranquila en casa por unos días: las chicas me vinieron a visitar ayer y dijeron, entre todas las cosas que hablamos, que Owen no fue en la semana tampoco. ¿Tendrá lo mismo que yo? Digo, por el beso. «¿Nos habremos contagiado algo?»

Celina, por el otro lado, no está enojada conmigo por suerte: me contó que le pareció bien que Owen quisiera hablar conmigo, que yo pudiese charlar con él, aunque sí admitió que le molestó que apostara nuestro asiento, así que le prometí no volver a hacerlo.

Lo malo fue que, además de estar en cama por cuatro días sin poder hacer mucho, me vino la regla. Ahí pude recordar cuán odioso es tener que preocuparse por ello. En cierto modo, envidio a los hombres, porque no pasan por ello cada mes ni tienen cambios de humor radicales regalados por «Andrés, el que viene cada mes».

Durante estos días la temperatura parecía no descender, y me dejaba nuevas y más fuertes alucinaciones a su paso cada vez que me dormía. Oía voces.

Voces enamoradas.

Voces llenas de promesas.

Y, sobre todo, voces familiares.

Estoy tan débil que creo que un simple viento me podría tirar al suelo.

Mañana es sábado, quiere decir que tengo el ensayo para la muestra. Lo haremos en un teatro, sobre todo para probar sonido, algo que me entusiasmaba en un primer momento, pero ahora ya no. En verdad, no tengo ganas de ir; además, falté a la clase de canto de la semana, pero, de todas formas, estar en la muestra es una responsabilidad que asumí y que debo cumplir.

Solo espero encontrarme bien de salud.

Pensar en el incumplimiento de promesas me lleva hacia Owen Liv, que me dijo que jamás me lastimaría y falló a sus palabas horas después. ¿Es normal que, a pesar de eso, esté preocupada por él? ¿Y si de verdad se enfermó feo también? ¿Si fue por eso que faltó al colegio? ¿Cómo será su familia? ¿Lo habrán cuidado como a mí?

—Sí, mamá. Estoy algo mejor —respondo, recordando la presencia de Eliana frente a mí. En parte eso es cierto, ya no tengo fiebre desde hace más de doce horas.

Ella sonríe.


Sábado.

Una mezcla de nervios e incertidumbre se percibe en el aire. Estoy en un teatro casi vacío, frente a personas que nunca vi, ya que mis clases de canto son personales. Tengo un micrófono en la mano y la letra de una canción en mi cabeza. Los versos parecen querer huir de mi memoria segundo a segundo. El micrófono está encendido para amplificar inclusive cada respiro.

—Habla para ver cómo escuchas tu voz —me dice la profesora y sonríe para darme seguridad.

—Hola —murmuro en el micrófono y me siento un poco extrañada al escuchar mi voz que suena fuerte en cada parlante del lugar—. Uno, dos tres... —comienzo a decir, creyendo que debo mejorar mi originalidad.

Observo a mis compañeros desconocidos de canto y noto que algunos se rieron cuando dije eso. No me imagino qué pasaría si llegara a desafinar alguna nota. Las personas pueden ser crueles al juzgar sin remordimiento ni empatías y eso suele ser duro. Sé que la perfección no existe, pero soy tan exigente conmigo misma que siempre debo intentar llegar a lo más parecido. Ese es mi gran defecto. En cierto modo, puedo llegar a ser mi propia enemiga.

Quiero que las cosas me salgan bien; no me gusta equivocarme.

Aunque de los errores se aprende, claro. Tanto de la observación que uno pueda hacer sobre sí mismo como de lo que pueda tomarse de lo propuesto por los demás. Eso sí, hay que observar la intención de los comentarios: si bien hay quienes nos las hacen para que aprendamos, nos fortalezcamos y sigamos adelante, existen otras personas quienes utilizan las críticas para hacer sentir mal, para destruir, y a ellos no hay que darles importancia alguna. Esas segundas críticas tienen el poder de calar hondo; dejarlas entrar es prácticamente aceptar una mutilación. Si bien uno decide si hay que darle importancia o no, de todas formas, una opinión impacta al menos por un momento en la persona; tenga mucha personalidad o no, siempre hay algo que queda latente.

En fin, no sé qué clase de personas haya aquí. Si estudian canto, deben saber si alguien se equivoca, así que tengo que dar lo mejor de mí.

—Perfecto —vuelve a hablar la profesora levantando el pulgar de la mano y haciéndole, además, un gesto al pianista—. Comencemos.

Estoy a punto de cantar. La música comienza a sonar.

Trago con dificultad.

Y empiezo suave, tratando de ocultar mis nervios:

Como un libro...

Que no sabes el final,

y te asusta lo que lees.

Así la vida es.

Owen me asusta, de veras. No sé quién es, ni por qué apareció en mi vida. Me siento atrapada en un libro.

Cuando naces...

Ya te expones al dolor,

y de a poco y con valor

logras crecer.

Y como un libro el corazón,

nos enseña que hay temor;

que hay fracasos y maldad,

que hay batallas que ganar.

¿Temor, fracasos y maldad? Sí, obvio que los hay. Vivo esas cosas por culpa de Owen en estos... ¿últimos días? ¿Por qué los siento como si fuese hace mucho?

Y en cada página el amor

nos convierte en luchador;

y descubres lo común:

no hay un héroe como...

Ahí mi voz se quiebra. Dejo de cantar.

Oh, Dios, por alguna razón pienso en Owen.

¿Qué me pasa?

Las personas comienzan a aplaudir para animarme, pero eso no ayuda a sacarme esos ojos de zafiro de mi cabeza.

Tengo que seguir; la rabia me consume. Esta canción no es para Owen. De todas las millones y millones de personas que existen en este mundo, ¿por qué él?

Canto la otra parte, pero mi cabeza está en otro lado.

La canción habla de que hay que luchar, que hay que avanzar, convertirse en tu propio héroe. ¿Por qué pienso en él? Se besó con la primera chica que le coqueteó, eso no es luchar por algo, es arruinar algo que ni siquiera había comenzado.

Entro a la realidad, la música finaliza y mis ojos amenazan con lágrimas. Las personas aplauden a pesar de mis fallas; mi voz tembló y en un momento dejé de cantar. No fue maravilloso, lo sé. Soy consciente de que ellos aplauden para animarme y que mis errores seguro los atribuyen a los nervios, algo que, en parte, no es muy equivocado. Pero yo sé la verdad: Owen causa ese efecto en mí. Me sofoca y no puedo pensar en nada más. Me invade. Así lo hizo durante los pasados días.

Camino a mi asiento aún debatiendo por qué Owen no sale de mi mente.

Pero algo me distrae; alguien continúa aplaudiendo detrás de mí apoyado en el respaldo de mi butaca. Me giro hacia él.

—Hola, Emma —dice.

Por si quieren pasar a chusmear, en mi perfil de Instagram tengo un cover de la canción Héroe. Soy brisa_novasp allí. :)

¡Nos leemos!

-Bri. :)



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top