9. El plan de recuperación.

Aprieto los dientes, y de repente siento una profunda rabia. ¿Encontrarme? ¿Cree que va a encontrarme tan fácil? ¿Y después qué? ¿Actuará como un niño bonito y con una disculpa lo arreglará todo? ¿Cree que voy a permitir que se salga con la suya? Yo voy a protegerme. Si quiere encontrarme, tendrá que pasar por encima de Michelle para lograrlo. Si me encuentra, solo me destruirá aun más. No puedo permitir eso. Tengo que proteger lo poco de mí que aun queda intacto.

—No lo va a lograr—siseo— ¡No se lo voy a permitir!

—Blair... él fue bastante claro en que pasaría sobre quien fuera para verte. No deberías preocuparte. Estás disfrazada. Mientras no hagas algo que te ponga en evidencia, él no será capaz de ver que lo que busca está en sus narices.

—No va a burlarse de mí—farfullo, pero la voz se me quiebra. De inmediato, toda la rabia es sustituida por preocupación—. Si me encuentra... yo...

—No logrará nada. No permitiré que ese imbécil esté cerca de ti.

Me quedo en silencio mientras limpio mis lágrimas. Odio llorar. Al principio me resultaba liberador, pero ahora solo se ha convertido en un mar en el que podría ahogarme con facilidad. Si dejo de nadar en algún momento, mi perdición estará asegurada.

—Dijo que vendría a Seattle. No me imagino cómo reaccionará cuando se entere de que ya no estás aquí.

—No permitas que me encuentre, Robert. No permitas que sepa dónde estoy—entrecierro la mirada—. Y mantén un ojo sobre Cynthia. Ella está de su lado. Podría delatarme pensando que me está haciendo un favor.

Sorbo por la nariz mientras cierro los ojos. Qué débil me he vuelto.

—Hablaré con ella. Y tú deberías irte a dormir. Te oyes cansada.

No importa que tanto duerma, me siento cansada siempre desde que este desastre comenzó. Sin importar las horas de sueño que tenga, el cansancio no se desvanece.

—Buenas noches, Robert.

—Buenas noches, hermanita. Te quiero mucho.

Cuelgo la llamada, y dejo el celular sobre la mesa. Observo la comida frente a mí. El apetito se me ha ido por completo. Me levanto de mi sitio, y como puedo me arrastro hasta la cama. Me dejo caer en el colchón, y algunas lágrimas salen sin permiso. No quiero pensar en nada más hoy. Ni siquiera quiero molestarme en lavarme los dientes o acomodarme bien en la cama. Solo quiero irme a dormir.

Al día siguiente amanezco con los ojos adoloridos. No están demasiado rojos, pero me duelen al parpadear. A duras penas logré ponerme los lentes de contacto. Pasé una noche muy mala. Respiro profundo mientras me observo en el reflejo del elevador. Me veo fatal. Parece que acabo de salir de un funeral. Pero supongo que con esta cara, mi faceta de tipa ruda será más creíble.

No pasa mucho tiempo antes de que las puertas del elevador se abran. Para entonces ya me encuentro con mi máscara preparada. Con un aura fuerte y determinada me abro paso entre los empleados, hasta llegar a la puerta de mi oficina. Sin embargo me detengo allí, y entro a la oficina de Alex en su lugar.

—Necesito un café —le ordeno, mientras me dirijo a la puerta que conecta ambas oficinas.

Alex levanta su cabeza y me mira con el ceño fruncido. Me detengo y me cruzo de brazos, mirándolo.

— ¿Qué? —bufo.

— ¿Me vio cara de cafetera? —farfulla, pero de repente la sorpresa se refleja en su rostro —. Vaya.

— ¿Qué?

—No, nada. Solo parece que ha estado llorando toda la noche o algo.

Maldigo por lo bajo.

—Ese no es su maldito problema. Ahora sirva para algo y tráigame un café.

Alex recuesta su codo sobre el escritorio y apoya la barbilla en su mano mientras me mira con intriga.

—Déjeme adivinar. Su marido, al igual que yo, no se la aguanta.

Si supiera que todo esto es culpa suya no se burlaría. Pero no tengo que preocuparme. Aprenderá su lección tarde o temprano.

—Para su información no estoy casada. Tráigame ese café ahora antes de que le haga una advertencia.

— ¡Ja! —bufa — ¿Una advertencia? ¿Cree que podrá despedirme con tanta facilidad? Harmony no lo permitirá, ¿sabe? Si me despide, la que tendrá problemas será usted.

Decido jugar mi carta maestra. Si Alex quiere que lo acorrale, así será.

—Oh, puedo despedirlo y no dudaré en hacerlo. No olvide que si pierde su trabajo, no podrá ayudar a su amiguita.

Alex se tensa por completo. Ahí está. Donde más le duele.

—No se atrevería...

—Perderá las conexiones con esta editorial, esas que tanto le ayudan a llevar sus planes para limpiar el nombre de esa mujer. Si es despedido, usted será completamente inútil.

Alex aprieta la mandíbula mientras me asesina en su mente una y mil veces. Despedido o no, no hay forma de que Alex sea útil. No hay forma en la que pueda ayudarme. Ya me siento cerca de tocar fondo.

—Ahora tráigame ese maldito café.

Entro a mi oficina mientras lo escucho refunfuñar por última vez. No permitiré que me encuentre. No hay forma de que lo haga, ¿cierto? Robert me protegerá, y se asegurará de que Cynthia no abra la boca. Incluso si Alex está buscándome, su sola intención no borrará el daño que me ha hecho. No es tanto por haber obstaculizado mi sueño, o por poner a todo el mundo en mi contra. Yo ya tenía cicatrices, aunque no eran tan grandes como las de él. Y ahora mis cicatrices han crecido.

Esta vez no podré sanarme con tanta facilidad.

Me dirijo a mi escritorio y me siento. Tengo trabajo que hacer. Enciendo el ordenador y comienzo a revisar los manuscritos que han sido aprobados. Ahora hay que ver si encajan con nuestro catálogo, y si sería rentable publicarlos.

Alguien más debería estar revisando mi manuscrito y estudiándolo para saber si es apto. No debería ser yo quien decida si el sueño de otra persona se hará realidad. El mismo sueño que yo tenía. Yo no debería estar en esta posición. Después de todo, visto desde el punto de vista de los autores noveles, las editoriales manejan sueños en masa. Yo debería estar en medio de esa multitud, empujando para que me prestaran atención. Llegué a lograrlo, pero todo se fue a pique. Todo por su culpa.

Me concentro tanto en el trabajo, que no me fijo en la presencia de Alex hasta que éste carraspea. Verlo frente a mí tan tranquilo me enfada. Es como si no entendiera la magnitud de lo que me hizo.

—Su café, señora.

Estiro la mano para tomar el café. Le doy un sorbo y frunzo el ceño. ¿Acaso ni siquiera puede hacer bien un maldito café? Me arruina la existencia, me fastidia el pensamiento, me molesta en mis sueños, ¿y fuera de eso no puede hacer bien un café?

—Está frío. Esto está asqueroso. ¿Acaso no sabe hacer bien su trabajo?

Alex se sienta frente a mí y me mira fijamente. Lo observo en silencio. Aún quiero partirle la cara.

— ¿Te dije que te sentaras? —cuestiono con los dientes apretados.

—Sé que usted y yo empezamos con el pie izquierdo, pero me gustaría que nos lleváramos mejor—dice—. Me gusta llevarme bien con todos mis compañeros de trabajo.

Por un momento la rabia es sustituida por curiosidad. ¿Por qué quiere ser amigo mío? Sin embargo, llego rápidamente a la respuesta. Él es el señor popular, y mientras más personas estén de su lado, será mejor. Después de todo, solo busca un beneficio propio.

—Soy su jefa, no su amiga.

—Lo sé, pero mi jefa puede ser mi amiga—dice, esbozando una pequeña y desconfiada sonrisa.

Este es su don de hombre extrovertido. Puede hablar con todo el mundo y llevarse bien con todos. No tiene que sufrir por ello. Pero yo, que no poseo ese don, que parezco ser una cobarde empedernida, tengo que vivir con esta maldición sobre mis hombros.

—Lea mis labios—farfullo—. Usted y yo nunca seremos amigos.

El ceño de Alex se frunce, y me dan ganas de darme un golpe por admirar ese gesto.

— ¿Por qué no?

—Porque no.

— ¿Por qué me odia tanto? —lo miro por encima de los lentes falsos— Desde el momento en el que dio el primer paso en mi oficina, parece que me odiara—se enfada—. No lo entiendo. ¿Cuál es su problema conmigo?

—Russell, es el segundo día, no espere que lo ame.

Maldita sea, ¿lo amo? ¡Claro que no! No debe esperar que lo ame, pero... ¡No! ¡Que no lo amo!

Alex suelta una risita engreída.

—Debería. Todas me aman.

Que hijo de...

—Salga de mi oficina—me ofusco.

—Ya, ya. No se enoje—dice, alzando las manos para evadir mi enfado—. Solo que usted parece estar realmente jodida, ¿sabe?

Me levanto de un golpe.

— ¡He dicho que salga! —grito, y por suerte no me falla la voz fingida.

Frunce el ceño y me mira una vez más. Suspira, y con resignación se levanta de su silla y sale de la oficina. Me siento de nuevo en mi sitio y me coloco una mano en la frente. ¿Por qué presiento que sus planes para joderme la vida no han terminado?

— ¡Russell! ¡Venga aquí ahora mismo!

¡Ya lo he llamado tres veces! ¿Qué lo está tardando tanto?

Alex aparece en la puerta de la oficina con una ligera sonrisa en sus labios y con los brazos cruzados. Me mira de una manera retadora, dispuesto a no dejarse pisotear. Sabrá quién soy yo.

— ¿Dígame?

—Siéntese.

Un par de semanas han pasado. Unos días se han parecido a otros. Los demás han sido la excepción. A pesar de que he intentado aplacar a Alex de varias maneras, siempre parece dispuesto a salirse con la suya. Y he hecho muchas cosas. Lo he mandado a corregir unas cien veces informes que estaban en perfecto estado. Le he hecho traer mi café una y otra vez. Lo he dejado trabajando hasta tarde. Sin contar que nunca, ni una sola vez, le he soltado un cumplido. Y él, por su parte, no ha desistido en sus intentos de que me convierta en su amiga. Los únicos momentos en los que he logrado aplacarlo son aquellos en los que me difamo a mí misma. Pero cuando lo hago, solo me siento aun peor, y no puedo evitar que algunas de mis palabras se conviertan en realidad en mi cabeza.

Tengo que pensar en un plan mejor para que bese el suelo.

Por otro lado, según Robert, mañana será el día en el que Alex aparezca de imprevisto en Seattle. Al parecer Alex se lo dijo por teléfono, aunque ignoro el momento en el que compartieron sus números de celular. 

Y por eso tengo que detenerlo.

Alex se sienta frente a mí, con una sonrisa de autosuficiencia.

— ¿Qué necesita, jefa?

—Necesito que esté aquí mañana.

No voy a permitir que me encuentre.

De inmediato, la pose de superioridad de Alex desaparece.

—Mañana es...

—Ya sé que mañana no es su día de trabajo, pero necesito de su ayuda.

Mierda, tendré que pensar en algo bueno para ponerle a hacer o me veré en problemas. Lo observo fijamente. Se ve atormentado. Trago grueso, y desvío la mirada. Si lo miro demasiado puede que vuelva a caer.

—Mañana no puedo.

— ¿Por qué no?

—Porque... —desvía la mirada—mi madre tiene una cirugía importante mañana y tengo que acompañarla.

¡Qué mentiroso! ¿Alex acompañando a Alice al médico? ¡Primero se abriría la Tierra!

— ¿Ah sí? —alzo una ceja.

—Sí, además mañana es domingo, así que me temo que no podré ayudarle—concluye, y sonríe con cara de «Me he salido con la mía».

Oh no. No se lo dejaré tan fácil.

— ¡Vaya! ¡Eso es terrible! —dramatizo. Alex frunce el ceño hacia mí, sabe que estoy planeando algo—Entonces, ya que estamos en esas, por favor déjenme acompañarlos.

Alex me mira incrédulo. Frunce el ceño, al parecer en desacuerdo con mi ridícula idea. ¿Ir con él a Seattle? ¿Ver en vivo y en directo su reacción al ver que no estoy en Seattle? Una oportunidad única. Una sonrisa burlona se forma en mis labios. Quiero ver su desesperación. Será la oportunidad perfecta. De esa manera, conseguiré armas para hundirlo después, y de paso verificaré que la cirugía de Alice es una mentira.

— ¿Por qué? —demanda saber con firmeza.

— ¿Qué tiene de malo?

—Entiendo que sea mi jefa, pero no tiene por qué meterse en mi vida privada—farfulla—. Además, ¿no se supone que usted tenía algo que hacer mañana?

Buen intento Alex, pero ya había pensado en eso con antelación.

—Bueno... te necesitaba mañana para que me ayudaras con un asunto sobre Blair Johnson—Sus ojos se abren por completo—. Pero como no puedes... he pensado que lo mejor sería acompañarte. Tú tienes información sobre ella. Podré interrogarte en el camino si lo necesito mientras hago algunos trámites por teléfono.

Alex se queda en blanco. No sabe que hacer. Pero no puede escapar de mí. No seré tan ingenua de dejarme acorralar. Esta vez, yo tendré la delantera.

Sonrío con malicia, y me inclino un poco sobre el escritorio.

—Admítalo señor Russell... su madre no tiene ninguna cirugía mañana.

—Usted no quiere ayudarla —asegura, mirándome retador—. Si fuera así, no habría dicho todas esas cosas sobre ella.

En momentos como este, en los que Alex me defiende seguro de sus argumentos, una punzada se me instala en el corazón. No puedo evitarlo. No quiero confiarme. Sé que si me confío, habré perdido automáticamente.

—Usted no lo sabe—Me inclino hacia él y le devuelvo la mirada desafiante—. Yo puedo hablar de quien quiera como se me dé la gana, pero eso no significará nada. Las acciones siempre superarán a las palabras, y usted debería entender eso de una buena vez.

Alex me analiza con la mirada, pero la amenaza de sus ojos no desaparece. No confía en mí, pero no me importa. Yo tampoco confío en él, y creo que yo tengo más razones para desconfiar.

—Así que, ¿a dónde va mañana?

La amenaza de su mirada no desaparece. Me sigue mirando fijamente, como si con su mirada pudiera hacerme desaparecer. Pero no lo logrará. Él pagará por todo lo que ha hecho, y al menos merezco ser testigo de su desesperación.

—A Seattle.

Bingo.

— ¿Para qué?

—No es su problema.

—Oh, sí que lo es—digo—. Así que hable.

Me fulmina con la mirada. No parece querer ceder. Por un momento creo que no va a decir nada, hasta que le oigo decir:

—Voy a ir a verla, y no quiero que usted se meta.

Vaya, vaya. Conque esas tenemos. Si supiera que ya estoy al pendiente de sus planes desde antes de lo previsto. Alex es un poco tonto. Decirle a mi hermano que irá, y luego esperar que yo esté ahí es algo absurdo. Pero claro, no puedo decirle eso.

Me pregunto cómo habría reaccionado si Alex me hubiera encontrado hecha un mar de lágrimas. De hecho... supongo que esa es mi rutina de las noches. Lamentarme por mi vida. Por lo que pudo ser pero no fue. Por lo que pude haber conseguido. Es un pasatiempo bastante agotador, pero no puedo evitarlo. Por esa misma razón, obligo a Alex cada mañana a traerme una taza bien cargada de café. Solo espero que tanta cafeína no me haga daño.

—Oh, pero no sé qué podría hacer yo—comento con inocencia.

—Usted está en su contra. Ella no se encuentra bien, y no quiero que usted vaya para joderla más.

Pero si yo ya estoy jodida.

—Oh, tranquilo. Prometo no hacer nada. De verdad.

Esto es tonto.

—No quiero que se acerque a ella—farfulla, inclinándose hacia mí. Retrocedo inmediatamente. No quiero su cercanía. No quiero que me toque—. No quiero su lengua viperina entrando en acción.

Alzo una ceja.

— ¿Mi lengua viperina?

—Usted lo único que ha hecho durante todo este tiempo es hablar mierda sobre ella. No quiero que la vea para que termine de mandarla al fondo del pozo.

—Si me atrevo a abrir la boca, usted tendrá dos semanas libres.

Se detiene, y me mira sin creer lo que oye. Espero que me crea con esto. Me vale mierda sus desconfianzas sobre mí, pero quiero ver su cara cuando vea que no estoy en Seattle. Aunque sé que será peligroso para mí, quiero verlo. Podría terminar con sentimientos encontrados si voy con él a ver justo eso, pero lo necesito. Necesito ser testigo de eso. Necesito ver que tanto pude haberle importado.

—No quiero vacaciones—farfulla.

— ¿Ah no?

—No. Lo único que quiero es que todos dejen de decir mierdas sobre ella, maldita sea—Se pone de pie y golpea la mesa con las palmas de sus manos.

Alzo una ceja y trago grueso. Durante el tiempo que pasé con él, no demostró su aprecio por mí de una manera tan intensa. En ocasiones me cuesta creer que estoy viendo esto.

— ¿Por qué le importa tanto?

Se queda en silencio y me fulmina con la mirada, como si me estuviera preguntando algo obvio. No logro captar su mensaje silencioso.

—Porque a diferencia de muchos, yo la quiero de verdad.


...................

¡Hola a todo el mundo! No, no he vuelto a mi casa aun. Lamentablemente las fiestas estan terminando, y viajar ahora es un poco complicado. Sin embargo, mi viaje está fijado para este fin de semana. Sin embargo, se que varios han estado esperando un capitulo nuevo, así que no podía dejarlos sin al menos eso n.n Sí, esta semana no habrá maratón, y lo siento muchisimo u.u pero la otra semana, el lunes si no estoy mal, hay maratón fijo. ¡Así que espérenlo!

Y por cierto, he inscrito Corazón de Papel a los Wattys. Sé que es algo muy ambicioso, y que es muy probable que no gane, pero no pierdo nada con intentarlo. ¡Asi que si pudieran apoyarme, se los agradecería muchisimo! No olviden poner el hashtag #TheWattys2017. En este video pueden ver un ejemplo de como hacerlo:

https://youtu.be/mmXYQc-vdoU

A quienes no quieran o no puedan apoyarme, de todas maneras quiero agradecerles por su infinita paciencia, y porque gracias a ustedes y  a toda la gente que ha ido llegando, Corazón de Papel está a punto de alcanzar los 100k de leídos. Nunca creí que llegaría a tanto. Muchísimas gracias, de corazón.

¡Gracias por leerme, y nos leeremos de nuevo en el maratón de la próxima semana! :D

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