6. El regreso.
Se acerca a pasos agigantados y me toma de los hombros. Su mirada es de preocupación pura, pero a la misma vez parece enojado. Agacho la mirada y suspiro. Ya sé a dónde va esto. Robert es un hermano sobreprotector. Ya vio lo que me pasó por irme a Los Ángeles una vez, y no va a permitirlo dos veces.
— ¿Vas a volver con ese hombre?
La imagen de Alex pasa por mi mente de una manera fugaz. Por un instante siento un pinchazo en el pecho. Cómo quisiera volver con él, pero es imposible. Eso sería masoquismo.
—No.
—Entonces, ¿Qué vas a ir a hacer a Los Ángeles? Tienes todo lo que necesitas aquí. Tienes comida, tienes salud, tienes un techo, tienes familia, tienes-
— ¡Nada! —grito, separándome de él. No lo entiende —. La salud y la familia es lo único que tengo aquí. Lo que desayuno no es mi comida, es la comida que ustedes amablemente comparten conmigo. Este techo tampoco me pertenece. ¿No lo ves? No tengo nada que sea realmente mío. Nada que me haya ganado por mi propio mérito. —Bajo la mirada hacia mis manos, y entrecierro la mirada—. No tengo nada.
Robert sonríe, incrédulo.
— ¿Entonces qué? ¿Piensas ir a Los Ángeles a fingir ser alguien quien no eres?
Me encojo de hombros.
— ¡Eres una estúpida! —Me grita, colérico — ¡Te marcharás a Los Ángeles, y luego en unos meses estarás llamándome entre lágrimas, lamentando haberte ido! ¡Si lo haces, estarás cometiendo un grave error! ¡¿Acaso no aprendiste la primera vez?! ¡¿No has aprendido nada?!
Me arranca la peluca de la cabeza y la tira a un lado. Cynthia se acerca rápidamente a él y lo toma del brazo.
—Me ofrecieron un trabajo—murmuro, ignorando sus últimas palabras—. Pero no puedo trabajar siendo yo.
Cynthia empuja a Robert hacia atrás y se acerca a mí. Los ojos de mi hermano aún me fulminan, llenos de incredulidad.
—Blair, esto no está bien. Por un lado será bueno para ti volver a salir, ¿pero no puedes entender la gravedad de la situación? —se acerca a mí y susurra, de modo que Robert no la escuche —. No puedes estar cerca de él. Te harás daño.
Frunzo el ceño y aprieto la mandíbula. No lo hará. Sé que verlo me lastimará, pero seré más fuerte. Si me vuelvo lo suficientemente fuerte, no podrá derrotarme. Seré de acero. No logrará derribarme, por más que lo intente. Si tan solo no siento nada, podré hacerlo pagar.
—Déjame aprender de mis errores, Cynthia—digo, y miro a mi hermano—. Eso también va para ti, Robert. Me iré en dos días y no me lo vas a impedir.
La mandíbula de mi hermano se aprieta. La tensión emana de él por todas partes. Sus ojos se fijan en los míos, azules como los míos. Me fulminan, me condenan. Sé que si hago esto, perderé la aprobación de mi hermano, pero no puedo permitirle que tenga el control. No puedo darle el control a nadie. Tengo que ser responsable de mis acciones. Tengo que tomar mis propias decisiones, incluso si eso implica ir por encima de los demás. Incluso si él está en desacuerdo, esta es la única alternativa que encuentro viable. Es la única manera de que pueda seguir viviendo mientras la gente deja de difamarme. Solo debo dejar que el tiempo pase, y podré volver a ser yo otra vez.
«¿Pero qué pasaría si no quisiera volver a ser yo? Si me encariñara tanto siendo Michelle, si su vida fuera mejor que la mía, ¿qué pasaría si me rehusara a volver a ser Blair?»
—Haz lo que quieras—masculla mi hermano—. Ya estás demasiado grande como para que necesites que te cuide. Arréglatelas sola.
Se da media vuelta y se marcha. Lo veo alejarse con el corazón encogido. No quiero estar enojada con él. No quiero que me desprecie. No quiero que las cosas se queden así antes de que tenga que irme. Pero no puedo cumplir su capricho. Incluso si el resultado de todo esto es negativo, es lo único que puedo hacer para aprender. Sólo puedo aprender de las caídas. Incluso si todo sale mal, me habré vuelto más fuerte al final de todo.
Me acerco a la cama y tomo mi celular. Marco un número. Cynthia y Adriana me observan en silencio, pero al notar que sobran, salen de la habitación. Cierro los ojos y suspiro, hasta que la llamada se descuelga.
— ¿Hola?
—Aceptaré ese trabajo—murmuro.
— ¿Blair? ¿Eres tú?
—Sí, soy yo—suspiro, resignada. Las manos me tiemblan, al parecer estoy nerviosa.
— ¿Aceptarás el trabajo? ¿De verdad? —pregunta, extrañamente esperanzada.
—Tengo mis condiciones.
Le comento mis condiciones. Una de ellas es que seré llamada Michelle Harrison. Otra, es que me devolverá mi manuscrito. Finalmente, como cosa obvia, le comento que nadie podrá saber mi identidad además de ella y el presidente de la editorial. Me aseguro de comunicar mis exigencias con voz firme y autoritaria.
Harmony se queda en silencio al otro lado de la línea. Me muerdo el labio inferior. Es probable que piense que estoy loca. Yo también pienso que estoy un poco loca, pero ya estoy decidida con esto. Quiero salir. Quiero vivir. No soportaré seguir reclusa en mi propia tristeza más días. Si no salgo, me ahogaré en mi desesperación.
Harmony no dice nada. Mentalmente la incito a que diga algo. Que se atreva a decir cualquier cosa. Sé que mis condiciones son un poco locas, pero esta es la única alternativa que me queda para vivir en paz.
—No tengo tu manuscrito—murmura en un aliento.
— ¿En dónde está?
—Alex lo tiene.
El pulso se me acelera de golpe, y en mi mente aparece una imagen mía pidiéndole el manuscrito de vuelta. Acto seguido viene otra imagen, esta vez rasgando mi primer manuscrito en pedacitos, llamándolo basura.
— ¿Se deshizo de él? —murmuro, desconsolada.
Harmony guarda silencio por un instante antes de hablar.
—No. El editor que escribió aquel libro insultante lo tenía en su poder. De alguna manera, Alex logró recuperarlo, y lo ha guardado desde entonces.
Un estúpido sentimiento de ilusión nace en mi interior. La ilusión de que Alex guarde mi manuscrito porque le recuerda a mí. Porque sabe que yo lo escribí, y porque puede verme narrando una historia con tan solo abrirlo. Bato la cabeza, e intento eliminar ese pequeño sentimiento satisfactorio de mi pecho. No debo ilusionarme. Cada vez que Alex me ilusiona, termina por romperme el corazón.
— ¿Quieres que se lo pida?
Sería lo mejor. Quiero tener mi manuscrito conmigo, pero por otro lado no vale la pena. Quién sabe si ese libro se publicará alguna vez. Además sé que si Harmony se lo pide a Alex, éste sospechará.
—Déjalo así—exhalo con resignación.
Termino de empacar mis cosas en mi maleta. Una vez más de viaje. Voy a intentarlo una vez más. Con la ayuda de Adriana pude conseguir alguna ropa decente para ir a una oficina, como faldas de tubo, pantalones, camisas elegantes, chalecos finos, unos cuantos accesorios, maquillaje y pestañas postizas. Adriana insistió que comprara unos lentes de contacto, de modo que mis ojos parecieran ser verdes. Lo hice, pero no estoy segura de sí los usaré al fin y al cabo.
Entonces es en serio. De verdad voy a hacer esto. Todavía no puedo creerlo del todo, pero tengo que hacer esto. No puedo quedarme recluida. Si me hundo, nadie me sacará de las profundidades. Lo único que puedo hacer es nadar con todas mis fuerzas hacia la superficie, sin importar cuanto aire pueda perder. Lo importante es llegar arriba. Si yo no lo hago, nadie lo hará.
Unos toquecitos en la puerta me sacan de mi ensoñación. Adriana se encuentra mirándome con una sonrisa.
— ¿Lista?
«No», quise decir. Pero no hay marcha atrás. Bueno, si la hay, pero no quiero retroceder. Voy a darles la cara. Y de paso... aunque no lo quiera admitir del todo, también quiero ver a Alex. Quiero ver si mi partida le ha afectado de alguna manera. Quiero ver si ha cumplido con lo que me escribió en la carta. Solo quiero ver. No voy a involucrarme con él de manera sentimental otra vez. Sé que eso sería un error. Solo seré una espectadora, y luego de eso, pensaré en la forma de hacerle pagar. Sólo quisiera no tener que hacer esto.
—Sí.
Robert y Cynthia nos acompañan hasta la estación. Tengo la peluca y los anteojos puestos, de modo que nadie me reconoce. No puedo dejar de sorprenderme. No puedo dejar de ver los rostros de las personas, pasando de mí. No me apuntan con el dedo. No se fijan en mí. No me recriminan nada. Eso me hace sentir aliviada, pero no me siento del todo segura. Estoy disfrazada, y en cualquier momento podrían descubrirme.
— ¿Entonces es cierto? —pregunta Robert resignado —¿No hay marcha atrás? ¿Vas a hacer esto otra vez?
Asiento, un poco dolida con la situación.
— Será un viaje muy largo—comento.
— ¿Volverás?
— ¡Claro que sí! —afirmo, sorprendida por su cuestionamiento —. No es como si no nos volveremos a ver.
Se remueve incómodo en su lugar.
—Blair... sabes que... si las cosas se ponen feas, puedes quedarte en mi casa.
—Pero hace dos días dijiste-
—Olvida lo que dije. Sé que fui un tonto, y sé que debí escucharte desde mucho antes. Tenías razón. Papá y mamá no te tenían en consideración. —Miro mis zapatos y asiento. No me despedí de ellos, ni siquiera de papá—. Esta vez, cuando recibas una llamada mía, no será para bajarte la moral.
Lo observo con una sonrisa. Espero que las cosas puedan mejorar de ahora en adelante. Sé que el camino que me espera no es nada fácil. Pero no estoy dispuesta a esperar que las cosas pasen por sí solas. Ya no más.
Me despido de ellos, y Cynthia me repite que lo que estoy haciendo es un error. Pero ignoro sus comentarios, y finalmente subo al tren con Adriana. Nos ubicamos en nuestros lugares, y por la ventana observo a Cynthia y a Robert, quienes nos miran con tristeza. Esa expresión en sus rostros me encoge el corazón, pero no hay más que pueda hacer. El tren comienza a andar después de unos instantes, y me despiden con la mano. Yo hago lo mismo, hasta que sus figuras se pierden en el horizonte.
Sé que los volveré a ver. No debo llorar. Esto no es una despedida. Me limpio un par de lágrimas, y me encojo en mi asiento. Sé que Adriana viene conmigo, pero a partir de aquí, estoy sola otra vez.
Adriana no va a cuidar de mí.
En el tren, Adriana y yo nos dimos cuenta de que no nos dirigíamos al mismo lugar. Por un momento pensé que viviría con ella por un tiempo, que yo pasaría mis días enfrentándome a la vida mientras ella salía por ahí en busca de su amor perdido. Aunque Adriana es un poco cruel a veces, pensé que podríamos sobrevivir juntas de alguna manera. Pero ella no me tenía en sus planes.
El viaje se hace largo y cansado. Pasamos más de un día viajando. Viendo el sol aparecer y la noche caer. Viendo el paisaje pasar rápidamente ante nuestros ojos. No hay mucha conversación en el camino. Hace mucho que no hablábamos, pero a pesar de eso, no sentimos la necesidad de ponernos al día. Es como si la magia se hubiera perdido. Como si ya no quedara nada que contar.
Cuando la ciudad de Los Ángeles empieza a aparecer frente a mí, abro los ojos a más no poder y me pego a la ventana. Observo el cielo azul, el sol brillante, el escenario que se desarrolla frente a mí. Lo observo todo sin perderme ni un solo detalle. Sentir este ambiente tan cálido me hace sentir un poco más segura. No es nada comparado con el clima frío de Seattle. En el cielo, no hay nubes negras. Pero dentro de mí, sí que las hay. ¿Cómo voy a sobrevivir a esto? ¿Cómo voy a sobreponerme ante tantas situaciones que me quieren hundir? ¿Cómo voy a esquivar la depresión? No quiero pensar que de ahora en adelante, todo será desolación. No sé si podré ser lo suficientemente fuerte. No sé si seré tan fuerte como para ver a Alex y no sentir nada. No sé si podré verlo y evitar que miles de recuerdos vengan a mí. Solo quiero ver. Solo necesito ver, aunque eso me lastime. Solo eso pido, y luego ya me encargaré de lo demás.
Quiero ver si logré algo con mi esfuerzo. Si logré algún cambio en él. Al fin y al cabo, mis esfuerzos no dieron muchos frutos. Mi esfuerzo por publicar un libro fue en vano, al menos quiero ver si mi esfuerzo en él valió la pena.
Al llegar a la estación de Los Ángeles, Adriana se despide de mí con un abrazo y dos besos en las mejillas; y se aleja con su maleta, como si se estuviera despidiendo de una persona a la que se encontró por casualidad. Tal vez sea eso. Solo casualidad. Se aleja de mí, hasta que a lo lejos logro ver que se lanza a los brazos de un chico que la recibe con una gran sonrisa. Agacho la mirada, y entonces lo comprendo. Vinieron por ella.
Es entonces cuando me doy cuenta del deprimente panorama que tengo a mí alrededor. Todos los que bajan del tren, son recibidos por alguien. Abuelas sonrientes. Niños emocionados. Parejas ansiosas. Padres amorosos. Amigos inseparables. Pero yo no tengo ninguna de esas cosas. Soy la única a la que nadie vino a recibir. Agacho la mirada, agarro mi maleta, parpadeo un par de veces para alejar las lágrimas y comienzo a andar por la estación, evadiendo las muchas personas que se reencuentran a mí alrededor.
A la salida, mientras muchos se montan en coches familiares, yo cojo un taxi. El señor me pregunta a donde me dirijo con un gesto grotesco en su rostro, como si odiara su vida. Yo, a duras penas, logro murmurar mi destino. El taxi echa a andar, y veo el montón de edificios y el montón de personas pasar frente a mis ojos. Esta es una ciudad muy grande. Aquí hay todo tipo de personas. Dirijo mi mirada hacia la cabellera castaña de mi peluca, y toco un mechón con dos de mis dedos. Me pregunto cuántas personas de esta ciudad tienen que esconderse para poder ser aceptadas.
El taxi me deja frente a la editorial Change varios minutos después. El taxi me ha salido caro, pero no tengo problemas de dinero. Al menos, no por ahora.
Antes de venir aquí, me aseguré de cambiar el cheque. Hacerlo fue toda una osadía, ya que iba disfrazada, pero por suerte la señora del banco no puso peros ante mi aspecto. Al parecer todo estaba bien conmigo para ella. Fue la primera persona a la que me encontré que no tenía problemas con que yo fuera Blair Johnson, porque está claro que ella vio mi identificación. Me pregunto por qué. Tal vez solo fue profesionalismo. Pero ahora no puedo ver ese dinero sin repudiarlo. Esto no era lo que yo quería. Si pudiera cambiar todo ese dinero por una solución a todo esto, lo haría. Ya no me importa el dinero. Solo quiero...
«—Blair, esto no está bien. Por un lado será bueno para ti volver a salir, ¿pero no puedes entender la gravedad de la situación? No puedes estar cerca de él. Te harás daño.»
Realmente, no sé qué es lo que quiero. Pero ya no puedo echarme para atrás.
Comienzo a caminar, y me adentro en la editorial. Al llegar a la recepción, observo todo con mayor detalle. Sé que no es la primera vez que estoy aquí, pero cuando vine antes estaba tan concentrada en los detalles para el cumpleaños de Alex que no puse atención a mi alrededor.
Cierto. Él tiró el pastel por la ventana. Luego tuve que consolarlo. Pero yo estaba muy triste cuando rechazó mi detalle. A pesar de eso, tuve que hacer mis sentimientos a un lado para consolarlo. Cuando él estuvo triste, siempre estuve a su lado a pesar de que me hiriera. Y ahora que soy yo quien está herida, tengo que levantarme por mi cuenta.
Es injusto, pero no sé qué esperaba. Siempre es así. No hay nada más que pueda hacer.
—Disculpe, ¿puedo ayudarle? —pregunta la recepcionista interrumpiendo mis pensamientos.
—Uhm...—carraspeo, y lucho por cambiar el tono de mi voz—. Busco a Harmony.
— ¿Quién la necesita?
—Soy... —estoy a punto de decir mi nombre, pero entonces recuerdo que soy otra persona ahora mismo—soy Michelle Harrison. Por favor dígale que la necesito.
La mujer echa un ojo a mi equipaje, pero no pregunta. Toma un teléfono y llama. Habla con alguien al otro lado del teléfono, y unos instantes después cuelga y se dirige a mí con una sonrisa.
—La señora Aldridge la espera en su oficina. Último piso, puerta al fondo. Su nombre está escrito en la puerta. Es editora jefa—la observo con una mueca. ¿Por qué me está diciendo todo eso? —. Indicaciones de su parte.
Me alejo de allí sin decir nada, y camino hacia la entrada del ascensor. Presiono un botón y espero a que el ascensor abra sus puertas. Cuando finalmente lo hace, algunas personas salen de él. El ascensor queda vacío, y camino hacia el interior. Presiono el número del piso, y las puertas se cierran. El elevador comienza a subir, y yo me recuesto en la pared mientras espero. Respiro profundo una y otra vez. Puedo hacer esto. No es tan difícil. La editorial es grande. Las posibilidades de que me encuentre con Alex ahora mismo son nulas. Voy a estar bien. Puedo hacer esto. Puedo lograrlo. Por favor, puedo lograrlo.
«No hagas contacto visual con nadie. Es probable que todos ellos te odien si descubren quien eres. O tal vez no, pero hoy no es el día para averiguarlo.»
Cuando las puertas del ascensor se abren, el corazón se me detiene de un golpe. Bien, es el momento. Ya he llegado hasta aquí. No puedo echarme hacia atrás. Ya me tienen. Me tienen en su territorio. Hoy no puedo hacer nada para que las cosas cambien. No hoy.
Atravieso el lugar mientras algunos empleados me miran con extrañez. Miran a la extraña chica que carga un equipaje en medio de una oficina, y que lleva un abrigo de invierno a pesar de la alta temperatura. Pero realmente, la opinión de los demás ahora mismo no puede lastimarme. Solo necesito ver a Harmony y salir de aquí. Necesito buscar un lugar en donde dormir.
Sin saber ni cómo, llego frente a la oficina de Harmony. Toco un par de veces, pero la puerta se abre sola al segundo toque, como si hubiera estado abierta desde antes. Al parecer Harmony quiere verme con muchas ansias.
Entro despacio, con pasos lentos y cautelosos mientras miro todo a mi alrededor. Es un lugar muy sofisticado. Tiene sofás elegantes, estanterías de libros que cubren ambos lados de la pared y un enorme ventanal que permite ver la ciudad desde lo alto. Justo al frente se encuentra Harmony, sentada en su escritorio de caoba mientras me observa con su cabeza apoyada entre sus dedos entrelazados.
—Cierra y asegura la puerta—dice en un tono tan autoritario que me intimida un poco. Hago caso: me doy la vuelta, cierro la puerta y coloco el seguro.
Harmony se levanta de su sitio. Camina hacia mí sin ninguna expresión en su rostro. Cuando está frente a mí, toma mi equipaje y lo deja a un lado. Vuelve frente a mí, pero esta vez la expresión de su rostro es más vulnerable.
—Lamento haber arruinado tu carrera—murmura, acongojada.
Me encojo de hombros.
—Tal vez no la hayas arruinado por completo—comento, pero suena como una mentira para mí.
— ¿Te pusiste lentes de contacto? —pregunta, viendo mis extraños y artificiales ojos verdes—. Blair, no puedes vivir escondiéndote así.
—No tengo otra alternativa.
Suspira, y me invita a sentarme. Lo hago, pero con cuidado, como si no quisiera estropear los caros muebles.
—Me alegra que hayas aceptado mi propuesta—dice con una ligera sonrisa—. Como te dije antes, la editorial está en deuda contigo por lo sucedido. Queremos hacer algo por ti. Hemos pensado que podríamos reanudar el proceso de publicación de tu libro.
—Todos me odian. Harmony, por favor no hagas propuestas tontas. Sólo quiero que ese asunto quede de lado. No quiero pensar en ese sueño por ahora.
Harmony se queda en silencio por un momento, y luego agacha la mirada.
— ¿Por qué? —me atrevo a preguntar —¿Por qué me has invitado a trabajar aquí? ¿Por qué, sabiendo que Alex trabaja en este mismo edificio?
Trago grueso, y respiro profundo. Mencionarlo me afecta mucho. Siempre que lo menciono, su imagen viene a mí. Es patético. Es patético recordar a alguien a quien no le importo, y es aún más patético sufrir por ello. Pero no puedo evitarlo. Y aunque intento una y otra vez desapegarme emocionalmente de él, me resulta imposible. Solo salgo más lastimada cuando lo intento.
—Yo-
— ¿Qué más quieren de mí? ¿Qué más me quieren quitar?
Un atisbo de angustia pasa por su mirada.
—No... no quiero hacerte daño. Y Alex... él está arrepentido por lo que hizo. Lo he visto —volteo la cabeza para no mirarla. Eso es absurdo—. Blair, él te quiere. Yo lo sé. Eres importante para él.
Niego con la cabeza, cansada de escuchar más mentiras.
—No soy importante para nadie más que para mi hermano—murmuro—. Alex solo quería venganza, y la obtuvo. No destruyes los sueños de las personas que son importantes para ti.
..........................
¡Tachán!
¡Hola gente! ¿Cómo están el día de hoy? ¡Lamento mucho la tardanza! Esta semana estaba terminando con mis asuntos de la universidad, y por eso no había podido actualizar. La otra razón es que no se si me vaya de viaje. La cuestión es que si me voy de viaje... me será mas difícil actualizar, porque no se si vaya a tener acceso a internet. Bueno... tengo que pensarlo. Sin embargo, si me fuese, trataría de actualizar, y si por alguna gracia del destino no logro actualizar, haría maratón cuando regrese.
Y si no viajo, pues aqui me tendrán :v
Adriana en multimedia ;)
Y por cierto... ya casi aparece ya saben quien 7u7
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