1. Un intento de navidad feliz.
La timidez es una maldición.
La mayoría de las personas no entienden de qué se trata, y solo apuntan a quienes la poseemos como si fuéramos raros. Muchos no nos notan, y eso es porque la timidez es una caja. Una caja que te aprisiona. Una caja que cada vez se hace más y más pequeña. Una caja en la que se acaba el aire con rapidez. No puedes escapar de ella porque no tienes el valor, y tampoco puedes pedir ayuda. Simplemente se desarrolla un sentimiento de claustrofobia, a pesar de que en realidad nunca has estado encerrado. Solo puedes quedarte allí, viendo como el mundo pasa frente a tus ojos y resignándote a no hacer parte de él.
Pasas día a día preocupándote por detalles absurdos. Incluso yo era de las que le preguntaba a Google o a YouTube como hablar con las personas sin parecer idiota. O como ser más interesante. Pero ninguno de esos videos sirvió. Solo seguí encerrada en mi caja, haciéndome cada vez más indefensa y más inútil. Resistiéndome a hacer algo para cambiar. Quedándome sin aire. Y aunque muchos piensan que la timidez no puede afectar tanto en la vida, la verdad es que lo hace. Afecta mucho. Después de todo, ser introvertida implica que la timidez y la soledad vengan de la mano.
Siempre me importó la imagen que los demás pudieran tener de mí. Tal vez, si hubiera encontrado a alguien que me hubiera conocido desde cero y me hubiera apreciado tanto que haría cualquier cosa por mí, me habría sentido más especial.
Sin embargo, hay momentos en los que cosas como esas dejan de importar. Como éste.
Sí. Este momento en el que la imagen que la gente pueda tener de mí ya se ha ido a la mierda. Incluso si intento demostrar que soy una buena persona, no puedo luchar contra la terquedad de toda una sociedad.
También es ese momento en el que todo parece haber perdido su importancia.
—Oficial—lo llamo. Se queda ensimismado y no me mira— ¡Oficial!
— ¿Ah? —despabila—. Oh... lo siento mucho. ¿Podría repetirme lo que ha dicho?
Suspiro con resignación y me sujeto la frente. Me duele un poco la cabeza. He pensado tantas cosas durante los últimos días que ya me duele la cabeza por hacerlo. Quisiera desconectarme y dejar de pensar, pero al parecer no es tan sencillo.
—He recibido amenazas de muerte.
El oficial me observa de reojo, antes de anotar algunas cosas en una libreta. No sé qué tanto anota. No le he dicho mayor cosa. Tal vez está dibujando un conejito, pero si es así, eso solo significaría que mis problemas son realmente insignificantes. Me gustaría haber venido con alguien. No me gusta estar sola en una estación de policía, pero realmente no tuve opción. Robert y Cynthia regresan de sus vacaciones esta noche, y mis padres no se molestaron en acompañarme. Lo único que dijo mi padre cuando le conté de los mensajes que habían abordado mis redes sociales fue «Deberías denunciar eso ante la policía», y después de eso solo se dignó a tomar un sorbo de su taza de café mientras regresaba sus ojos al periódico.
Me cuestioné mucho acerca de ello, pero mi mente terminó de jugar conmigo y bueno... aquí estoy.
—Entiendo—dice el hombre por fin, mirándome — ¿Tiene alguna relación con las personas que la han estado amenazando? ¿Tiene algún enemigo?
Frunzo el ceño hacia él. ¿Este hombre es idiota?
— ¿Acaso usted no ve las noticias? ¿Qué clase de policía es usted que ni siquiera se informa?
El policía me mira, algo sorprendido, hasta que por fin algo parece alumbrar en su cabeza.
— ¿Eres la chica de la sección de deportes? Te pareces muchísimo a ella.
Suelto un quejido de exasperación y me sobo el rostro. Qué policía más incompetente.
—Escuche señorita, voy a investigar acerca de esto, ¿está bien? Por ahora le aconsejo que tenga cuidado con la gente inescrupulosa. —Mira su reloj—. Oiga... es navidad, y este año podré ir a casa con mi familia... ¿Podemos dejar esto así por ahora? Le prometo que llegaré al fondo de esto después de que pase la navidad.
Me levanto de la silla de mala gana, y suspiro. Es inútil. No sé para qué vine aquí.
Me doy la vuelta y camino hasta salir de la estación. Me pongo la capucha con rapidez y me confundo entre la gente, para que nadie me reconozca. Me aseguro de caminar con la cabeza gacha. Tal vez es un esfuerzo inútil. Todas las personas están demasiado distraídas con sus compras de navidad. Los regalos, las galletas de jengibre, el árbol de navidad... la unión en familia. Mi madre ha estado como loca arreglando la casa para recibir la navidad, porque según ella, la casa tiene que estar linda para esta noche, cuando su hijo favorito llegue. Incluso mi padre ha ayudado a colgar un par de adornos. A mí no se me permitió ayudar. Mi madre se encargó de recordarme lo inútil que era cada que intentaba ayudar con algo, y al final terminé por abandonarlo.
Y sin quererlo, y sin poder detener el tiempo, la nochebuena llega. Me encuentro encerrada en la habitación con las luces apagadas. Me distraigo un poco mirando las pocas estrellas que se dejan ver. Tan lejanas de todo, tan altas que ningún problema las podría tocar. Prefiero quedarme aquí encerrada. No tiene sentido que salga. A mis padres no les importa. Pero sé que cuando llegue Robert, estaré en problemas. Hará un millón de preguntas y me obligará a contar lo sucedido frente a todos. Después de todo, mis padres no se han molestado en preguntarme mi versión de la historia. Solo se conforman con saber que soy una fracasada y que denigré a los LGTBI. No lo hice, pero a ellos no les interesa escucharme en lo absoluto.
Me pregunto si Alex tendrá una feliz navidad. Si lo pasará al lado de su madre. Si todos los empleados se reunirán alrededor de una chimenea. Tal vez Alice haga un evento enorme para celebrar la navidad. A ella le gustan esas cosas, y Alex dijo en su carta que no se encerraría más. Entonces por un momento deseo estar en el mismo lugar que ellos, compartiendo y disfrutando. Pero no podría estar cerca de Alex ni aunque quisiera. No cuando solo usó mis sentimientos como un juguete. Me ilusionó para luego dejarme caer, y me pisoteó de la peor forma. Y no puedo evitarlo. Sigue doliendo, pero a la misma vez, lo extraño. Lo extraño mucho, y eso me hace sentir como una tonta. Agacho la mirada, y limpio una lágrima rebelde que se me ha escapado. Ni siquiera sé por qué pienso en eso de todas formas. Él no me necesita en lo absoluto.
Escucho la puerta de la casa abrirse.
— ¡Ya llegué familia!
— ¡Robert! ¡Cariño! —exclama mi madre, rebosante de alegría —¡Volviste!
—Hola mamá.
—Hola señora Johnson. Trajimos regalos.
—Cynthia, querida, estás preciosa. Y por esa sonrisa en tu cara veo que pasaron muchas cosas en la playa, ¿no?
—Bueno... no le puedo negar que fue maravilloso.
—Hola Cynthia.
—Hola señor Johnson. ¿Cómo se encuentra?
—Muy bien cielo, gracias. ¿Y tú?
—Estoy muy bien, gracias por preguntar.
Solo oigo voces y voces. Voces vacías. Todos parecen rebosantes de alegría, y sé que vendrán a sacarme de mi tranquilidad pronto. Me agarro de la cortina y cierro los ojos, esperando el fatídico momento. Solo quiero quedarme aquí.
— ¿Y Blair? Está aquí, ¿no? —pregunta el idiota de Robert.
—Sí. ¡Blair! ¡Baja a recibir a tu hermano! —me grita mi madre.
Mierda.
No me muevo de mi sitio. No quiero bajar, a pesar de que sé qué debo hacerlo. No quiero ir y enfrentar a Robert y a mi madre. No quiero tener que fingir una sonrisa. Porque mi madre me advirtió que no lo arruinara. Me dijo que intentara sonreír, y que no les amargara la noche a todos con mis problemas. Me advirtió que si arruinaba esta noche, tendría serios problemas. Y realmente no tengo intenciones de luchar contra ella. Solo quiero estar en paz, pero cada vez parecen haber más personas impidiéndolo.
— ¡Blair! —llama mi madre otra vez, y por su tono de voz, sé que le estoy colmando la paciencia.
Con resignación me dirijo hacia la puerta. La abro con lentitud, y camino por el pasillo. Antes de bajar las escaleras me detengo, y ensayo una sonrisa. El gesto duele en mi rostro. Se siente tan falso que siento asco hacia mí misma.
Bajo por las escaleras con lentitud, y a medida que bajo logro ver a Robert y a Cynthia, abrigados y algo cubiertos de nieve. Cynthia tiene su cabello rubio hasta los hombros, y me pregunto por un momento si es su cabello o es una peluca. Me posiciono al lado de mis padres y le sonrío a mi hermano, quien parece estar esperando alguna clase de explicación. Sin embargo, yo finjo que no está pasando nada.
Como siempre.
—Hola Robert. Hola Cynthia.
Cynthia entrecierra la mirada hacia mí, y de inmediato un gesto de preocupación se forma en su rostro. Mierda. Ella es psicóloga. Seguro que puede ver a través de mí o algo.
Mi hermano se acerca a mí y me abraza. Por alguna razón ese gesto me produce ganas de llorar, pero me aguanto y le regreso el abrazo a medias.
—Hola hermanita. Feliz navidad.
Asiento, sin tener voz para responder.
Robert no pide explicaciones. No dice nada. Solo se separa de mí y habla de las vacaciones con mis padres, ignorando lo que me sucede. Cynthia, por su parte, no aparta sus ojos de mí, pero a pesar de eso no se acerca.
Pronto pasamos a cenar. Mi madre nos sirve la cena, y todos comenzamos a comer. Ellos se embargan en una charla amena, mientras yo muevo el muslo del pollo de navidad con mi tenedor. No tengo mucha hambre. A pesar de eso, me obligo a mí misma a comer en pequeños bocados. Necesito comer. Necesito vivir, aunque me esté pudriendo ahora mismo. Logro acabar con mi comida, pero me toma mucho más tiempo que los demás.
— ¿Y tú? ¿Decidiste dejar a tu amado y venir a pasar las navidades con tu familia? —pregunta Robert, intentando incluirme en la conversación— ¿Cómo está Alex?
Trago grueso. Él debe estar de maravilla, pero no quiero hablar de eso.
—Bien—respondo, tomando un poco de vino. Mi madre me fulmina con la mirada, y de inmediato caigo en cuenta de mi error. Devuelvo la copa sobre la mesa—. Perdón.
—Tenemos que brindar primero, hija—dice mi madre, fingiendo ser más dulce de lo que es. Se gira hacia los demás — ¿Entonces? ¿Por qué brindamos?
Robert me mira y sonríe. Alza la copa en un gesto hacia mí. ¿Qué? ¿Quiere brindar porque regresé a casa? Claro que no. Ellos no lo permitirán. Entonces mi hermano abre la boca, pero mi padre nota sus intenciones y se le adelanta.
— ¡Por la navidad! —grita mi padre.
— ¡Por la navidad! —corean los demás —¡Salud!
Las copas comienzan a tintinear por el choque entre ellas. Alzo la copa sin ganas, y la choco con un par de copas que no reconozco de quienes son. Puedo sentir la incomodidad emanando de mi hermano. Será mejor que lo olvide. No tiene sentido.
Finalmente bebo un sorbo de vino, pero me entra un impulso y echo la cabeza hacia atrás, tragándome el vino de un solo sorbo.
—No nos habías dicho que tenías novio, Blair—dice mi madre, trayendo el tema de Alex a la mesa— ¿Quién es Alex?
—Solo es una persona para la que trabajaba—murmuro con resignación—. No es... no es mi novio.
— ¿Entonces eras niñera? —pregunta mi padre. Dirijo mi mirada hacia la de Robert, y él la desvía — ¿Cuidabas al hijo de Alex?
¿Por qué quieren hablar de Alex? Me duele. No quiero hablar de él. Además, ¿Por qué de repente les importa lo que pase con mi vida? Cuando Robert y Cynthia se vayan todo volverá a ser la misma mierda.
—Sí—miento. Robert me mira, sorprendido.
La mesa se queda en silencio por unos instantes, hasta que mi madre rompe el silencio dando un solo aplauso.
— ¡Bien! ¡Es hora de cantar algunos villancicos!
— ¿En serio, cariño? —pregunta mi padre—. Ya estoy algo viejo para villancicos.
—Vamos, ¡no seas refunfuñón, Ethan! Además Blair también quiere, ¿verdad, Blair?
Tiene que ser una broma. No puedo cantar. No puedo. Si me cuesta hablar, mucho menos podré cantar. Pero si digo que no, arruinaré la navidad de mi familia. Le arruinaré la navidad a Robert y a Cynthia, y eso no es justo. Alex me hizo el daño a mí, pero no tiene por qué hacérselo a ellos.
—Sí.
Ya no tengo energías para fingir una sonrisa.
El ambiente es alegre y colorido. Todos cantan felices los villancicos y sacuden algunas maracas, mientras yo no canto y hago sonar una pandereta, aunque voy fuera de ritmo. Cantan varias canciones, llenos de alegría, y todos se ven felices. Luego los villancicos terminan, y todos terminamos sentados en los sofás de la sala. Una conversación se desarrolla, pero yo no hago parte de ella. Mi madre trae unas galletas recién horneadas y las deja en el centro de la mesa. Yo no me molesto en coger alguna.
Cynthia se acerca a mí con cautela, aprovechando que su esposo está distraído.
—No puedo esperar para abrir los regalos —comenta, pero su intención es clara. Solo quiere distraerme de alguna manera—. ¿Compraste regalos, Blair?
Niego con la cabeza.
—Me temo que lo olvidé.
Cynthia sonríe.
—No importa, no importa. Robert y yo compramos regalos, y por suerte sabemos lo que te gusta.
Asiento lentamente, y junto las manos sobre mi regazo. De inmediato siento la fija mirada de mi hermano sobre mí.
—Blair... ¿Pasó algo mientras Robert y yo estábamos de vacaciones? Digo... lo llamaste y luego colgaste. ¿Pasó algo?
Niego.
—Solo quería saber cómo estaba mi hermano—miento.
No es el mejor momento para hablar del tema, no con mis padres delante. No quiero hablar de mis problemas en nochebuena.
Cynthia me mira, algo confundida, y yo viro la mirada hacia la ventana. Los copos de nieve caen lentamente y sin afán. Algunas personas pasean por las aceras, pero la mayoría está en sus casas, disfrutando de la navidad. Como ese policía que no me tomó en serio. No tengo miedo de esas amenazas de muerte porque nadie tiene mi dirección. Deberían ser amenazas vacías, debería estar a salvo. Sin embargo, me aturden un poco. A pesar de eso, a ese policía solo le importaba regresar a su casa lo antes posible. Quería regresar a su hogar. A su cálido y alegre hogar.
Mis ojos se posan en una persona a lo lejos. Mi mundo se detiene por un instante. Ese cabello. Esa postura. No. No puede ser. No puede estar aquí. Me inclino hacia la ventana para intentar ver mejor. Es imposible.
— ¿Blair?
Entonces la persona se da media vuelta, y algo se desinfla dentro de mí.
—No es nada... —murmuro con un poco de decepción.
¿Por qué me tienen que pasar estas cosas? Se me aceleró el corazón con tan solo creer haberlo visto. Estoy jodida. Estoy muy jodida. ¿Por qué no puedo sacarlo de mi cabeza? ¿Por qué me afecta de esta manera? ¿Por qué me sigue haciendo daño incluso desde la distancia?
La media noche tarda en llegar, pero en cuanto llega, respiro con tranquilidad. Solo tengo que sobrevivir a esto. Solo tengo que recibir mi regalo, y podré irme a la cama sin llamar la atención de nadie. Solo tendré que poner la excusa de que estoy cansada, y mi madre probablemente se encargará de retener a Robert para que no me siga.
—Este es para... Deborah. Esto es tuyo, cariño—dice mi padre.
Mi madre se acerca con una sonrisa a recibir su regalo. Desenvuelve la pequeña cajita y al abrirla, se queda boquiabierta.
— ¡Son preciosos! —saca unos pendientes y se los pone. Seguidamente, mira a Robert y a Cynthia—. Muchas gracias a los dos.
Cynthia sonríe apenada, agarrada al brazo de mi hermano.
—No fue nada.
Los envidio. Los envidio tanto. Desde que están casados, Robert y Cynthia han sido una pareja muy unida, pero esta noche se siente más que nunca. Me restriegan su amor en la cara, aunque no sea intencional. Me hacen sentir patética. ¿Por qué no puedo tener ese tipo de felicidad? ¿Por qué tienen que romperme el corazón una y otra vez? Alex sin duda se lleva el premio a la mejor venganza de todas. ¿Por qué tuvo que pasar todo esto?
¿Por qué no puede haber alguien que me ame tanto como Robert ama a su esposa?
— Blair, no hay ningún regalo de tu parte aquí—dice mi madre. Trago grueso— ¿No nos compraste nada?
Mierda.
Cynthia se excusa, sonriendo.
— No importa, señora Johnson. Hay regalos suficientes.
—Pero se supone que mi hija estuvo trabajando todo este tiempo en Los Ángeles. Debió ganar dinero—me mira, y para llevarla en paz dice: — Blair, que esto no se vuelva a repetir.
He ganado dinero, pero a decir verdad, no me he molestado de cambiar el cheque en el banco. No tengo muchas intenciones de gastar ese dinero por ahora. Asiento hacia mi madre, aunque dudo que recuerde su regaño para el próximo año.
—Blair, este es para ti—dice mi hermano, extendiéndome una bolsa de regalo.
Me levanto de mi sitio y me acerco a recibirla. Le dirijo una sonrisa en agradecimiento, y tomo el regalo. Con tan solo tocarlo, ya se lo que es.
Un libro.
Abro el regalo lentamente, hasta que dejo la bolsa de regalo a un lado. Efectivamente es un libro. Pero, ¿por qué? ¿Por qué este libro? ¿Por qué justo el libro que Alex rasgó cuando estaba buscando la tiara y el colgante con desesperación? ¿Por qué el libro que Alex leyó delante de mí alguna vez? ¿Por qué el libro que me restriega su recuerdo por toda la cara? De tantos libros en el mundo...
—Orgullo y prejuicio... —murmuro, y parpadeo varias veces para ahuyentar las lágrimas.
—Sé que ya lo tienes, pero tu ejemplar está muy viejo y gastado. Además... lo tomé prestado un par de veces y le rompí algunas páginas por accidente—confiesa, apenado—. Esto lo compensará. Además éste es de tapa dura.
Un montón de recuerdos me golpean. Cierro los ojos con fuerza, intentando retener las lágrimas. Por favor, no. Aquí no. No quiero llorar aquí. Ya casi lo logro. Solo tengo que salir de aquí con una sonrisa y subir a la habitación, excusándome de que estoy demasiado cansada. Pero mis ojos cerrados comienzan a temblar.
— ¿Blair? ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —escucho la voz de Robert, preocupado — ¿Blair?
Las lágrimas comienzan a aparecer. Mierda. No fui suficientemente fuerte. No pude soportarlo. Supongo que era demasiado para mí.
— ¿Por qué lloras? ¿Qué sucede?
— ¿Blair? —la voz de Cynthia se acerca.
No abro los ojos. No puedo.
—Bueno—suspira mi madre—. No pensaba que traeríamos ese tema a colación esta noche, pero tu querida hermana cometió una atrocidad.
No es cierto. Yo no hice nada. Yo no hice... nada.
—Mamá... —murmura Robert.
—Blair decide. ¿Quiere que su hermano lo sepa de una vez, o quiere posponer lo inevitable?
Retrocedo un par de pasos, y me limpio las lágrimas con el brazo. No me interesa. Que haga lo que quiera. Intenté que funcionara. Intenté que la navidad fuera feliz, pero solo quedará un recuerdo amargo de esto.
—Haz lo que quieras—susurro.
Salgo con velocidad de ese lugar, y subo las escaleras. Escucho la voz de mi hermano llamándome, pero lo ignoro y me encierro en la habitación. Le pongo seguro a la puerta. Dejo el libro sobre la mesita de noche, y extiendo algunas cobijas gruesas sobre la cama. Comienzan a tocar la puerta frenéticamente, pero no respondo. Me siento agotada. Cada vez, los días son más agotadores. Sólo quiero irme a dormir.
Apago la luz, y me meto bajo las cobijas. Algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas y caen en la almohada. Quiero gritar. Quiero llorar con fuerza. Quiero estar tranquila. Pero si me pongo a llorar ahora mismo, la persona que está al otro lado de la puerta me escuchará.
— ¡Blair! ¡Abre la maldita puerta! —grita mi hermano.
— ¡Robert, tranquilízate! —pide Cynthia.
— ¡Abre la puerta o la tumbo de una patada!
Aprieto la mandíbula con fuerza. «No estalles Blair, no estalles...»
— ¡Blair!
— ¡Déjame en paz! —le grito con fuerza, tanto que la garganta me arde.
Ahogo los sollozos en la almohada. Alex, mis padres, el maldito policía al que no le importa que me quieran matar, Robert y Cynthia más enamorados que nunca, mi madre fingiendo que es la mejor persona del mundo, el tener que ocultarme cuando salgo a la calle para que nadie me reconozca... ya he tenido suficiente.
—Robert—la voz de Cynthia suena amortiguada a través de la puerta —. Es mejor dejarla tranquila. Gritándole solo empeorarás las cosas.
— ¿Qué le sucedió? Nunca me había gritado así—dice, preocupado.
—No lo sé, pero... ella es la única que puede aclarárnoslo. Pero no conseguiremos respuestas esta noche. Se veía bastante cansada, lo mejor es dejarla descansar.
Luego los pasos se alejan por el pasillo, y ahogo mis sollozos contra la almohada mientras que busco que el sueño me lleve lejos, hasta que no pueda sentir nada más.
....................
¡¿Quién me extrañó?! ¡¿Nadie?!
*se oyen grillos de fondo*
Ok :( *se va a llorar a un rincón*
¡Es broma! Se que no pueden vivir sin mí :v Ok, eso también es broma :(
¡Hola a todos! ¡Vaya, cuánto tiempo! Ha pasado mucho desde la ultima vez. Aun me acuerdo cuando subí los anuncios finales de Corazón de papel, y supe que tendría que esperar un tiempo para volver a retomarlo. Pero bueno, ese tiempo ha pasado, y aquí estamos de nuevo.
No me di cuenta, pero cuando hice las fichas de los personajes, puse que el cumpleaños de Blair era el 3 de mayo. Si piensan que quise publicar hoy para celebrar su cumpleaños, pues no, no lo tenía planeado para nada. Solo vine a darme cuenta de la coincidencia tiempo después. ¡Así que feliz cumpleaños Blair! Aunque ahora no estés pasando por momentos tan bonitos :(
Bueno, Corazón de papel fue romántica y tuvo su comedia, pero debo comentar algo. Este libro no será igual. Corazón de acero tendrá una temática un poco más oscura comparada con la de Corazón de papel. ¿Por qué? Creo que la pregunta sobra. Solo basta con mirar a Blair para darse cuenta de que no tiene ánimos para hacer chistes, y es comprensible. Por lo tanto, no esperen que este libro les saque tantas carcajadas como el libro anterior, porque no será así. Pero a pesar de eso, si desean seguirme acompañando en esta historia... bienvenidos sean.
¡Muchas gracias a todos los que han estado pendientes de este libro! Gracias a todas esas personas que me han mandado mensajes privados diciéndome cuanto les gusto la novela, y también a aquellos que contaron los días para que este momento llegara. ¡Muchas gracias a todos!
Ahora me despido, y no se preocupen que la próxima semana nos volveremos a leer ;)
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