Capítulo 6:
"Todos somos cobardes. Solo es cuestión de que nos atemoricen lo suficiente"
"Soy Isabella Swan, estudié en esta misma preparatoria. De hecho, esta fue alguna vez mi aula de literatura, mi curso favorito" empecé mi debate.
Había llegado con la justas, tuve que esperar fuera del aula a que Esme terminara de hablar. La subdirectora que estaba dentro, al lado de la puerta, no me dejó pasar hasta que la señora Cullen terminó. Me había quedado dormida. Debía estar a las nueve en punto y me desperté a las ocho y cincuenta.
Noté en las mejillas de las estudiantes rastros de lágrimas. No sabía cuál era la historia de Esme, Edward alguna vez mencionó que su madre adoptó a Alice porque le recordaba a una hija que se le murió.
"Fui muy feliz aquí, tenía muchos amigos y un novio maravilloso al que amaba con locura" continué. "Nunca fui brillante en los estudios, digamos que apenas alcancé el promedio. De no haber sido por mi novio no habría podido aprobar algunas materias" sonreí esperando ver si estaban atentas a mi discurso. Lo estaban, pero con caras largas.
"Todo era perfecto hasta que me embaracé, en el último trimestre. Ya había empezado a notar los síntomas días atrás, tenía mucho sueño, cansancio y la sensación de que la comida no me caía bien. El periodo no me vino ese mes y empecé a sospechar. Reuní todo el valor que pude y compré una prueba de embarazo en la farmacia. La señora Clapp me miró raro pero no me dijo nada ¿Aún sigue de farmacéutica?" pregunté. Algunas asintieron con poco interés.
"Fueron los peores 3 minutos de mi vida, hasta ese momento. La prueba salió positiva y empecé a llorar. Y no era de alegría sino de miedo. Estaba aterrada. Mis padres son divorciados, yo vine a vivir con papá a los quince, cuando mamá se volvió a casar. Mi padre es policía, tenía miedo de su reacción. Y sobre todo que me dijera que lo había decepcionado. También que persiguiera a mi novio con su escopeta" sonreí. pocas rieron. Desvié la mirada hacia el fondo. Esme mantenía su rostro tranquilo, Edward había sonreído con los ojos tristes.
"Creí que mi papá se enojaría muchísimo y me diría que sólo vine a Forks a embarazarme. También tenía miedo de la reacción de mamá. Ella diría Te lo advertí, Dónde tenías la cabeza, Te dije que usaras protección." A pesar del tiempo me ruboricé, recordando aquello.
"Y las usábamos, algunas veces. Ustedes saben cómo es eso. En ocasiones los preservativos se terminan, ir a comprarlos a la farmacia da vergüenza. Y si llevábamos por docena la señora Clapp movía la cabeza de un lado al otro" escuché algunas risitas nuevamente.
"Y allí estaba, con 17 años, a punto de terminar la escuela. Yo tenía muchos sueños, quería estudiar literatura, escribir libros y hacerme famosa. También deseaba ser ambientalista, irme a salvar a las ballenas y acosar buques chinos en alta mar. Quería ser periodista, lo que finalmente pude estudiar, cubrir reportajes de guerra en medio oriente. Pensar que todos mis sueños iban a postergarse o pensar que jamás podría realizarlos me hizo sentir peor. Varios días me callé la verdad. Creía que si no lo pensaba o no lo decía el problema iba a desaparecer..."
Una mano se levantó a la derecha. Dejé de hablar para prestarle atención. Quizás una pregunta.
—¿Sí?
—¿Y no pasó por tu cabeza que embarazarte era una bendición?— preguntó una niña rubia de mirada angulosa.
—¿Bendición?
—Sí, una señal del cielo para quedarte, dejar esas locuras y tener una linda familia, un esposo amoroso y una casita perfecta a orillas del lago.
—Pero tener sueños y metas no son locuras— contesté. Me extrañaba muchísimo que una adolescente en cinta, de la misma edad que yo tenía cuando me embaracé me hablara de mis sueños como locuras.
—Forks es un lugar maravilloso ¿Para qué ir por allí si aquí hay todo?— preguntó otra de cabellos oscuros y mirada soñadora.
—Pero no hay universidades— respondí.
—Una madre prefecta no las necesita— me corrigió la primera.
—¿Ustedes no quieren ser profesionales?— pregunté contrariada.
—Yo sí— dijo Alice al fondo. Pero nadie más la apoyó.
—¿No quieren tener un esposo médico abogado, ingeniero, contador... o rico?— pregunté.
—No se necesita tener profesión para ser rico. Mi novio es hijo de un electricista y no le va mal, gana lo necesario ayudando a su papá— dijo una de las embarazadas, de las que aún no habían hablado. Apenas se le notaba el embarazo, su cabello liso y rubio casi le cubría los ojos.
—La familia de mi novio tiene un barco de pesca, no vamos a pasar hambre— respondió otra.
—El padre de mi hijo va a entrar al ejército pero regresará la siguiente primavera, será un soldado condecorado y podremos vivir de eso— sonrió la más pequeña, ella no parecía embarazada.
—¿Ustedes sólo quieren ser amas de casa?— pregunté atónita.
—Y madres— dijeron al unísono las tres que me respondieron anteriormente. De reojo pude ver que al fondo Edward se levantó y caminó unos pasos.
—Está bien. Esposas y madres, con una hermosa casa, un marido guapo y un perrito— dije sarcásticamente. No me podía creer lo poco profundas que eran estas niñas. ¿En verdad era lo único en lo que pensaban?
—Yo quiero criar gatos— dijo una rubia más fastidiosa. Varias rieron.
—¿Y sus novios? Me refiero a los padres de sus hijos ¿Quieren lo mismo?— pregunté.
—Sí— dijo la más decidida. –Él quiere lo mismo que yo. Él no es como Royce. Nos casaremos apenas dé a luz porque no puedo entrar en el vestido de novia que siempre he querido. Y viviremos nuestro "felices por siempre".
—¿Felices por siempre? ¿Es broma? Eso es de cuentos de hadas— intenté aclararles.
—¿Y qué si queremos vivir un cuento de hadas? Tú querías una profesión, salir de Forks, conocer el mundo, pero eso no se puede cuando eres madre— me reclamó la rubia.
—¿Te crees mejor que un ama de casa por tener un título universitario?— preguntó otra de ellas.
—No. Claro que no...
—Porque mi madre no lo tiene y es muy feliz. Ninguna de nuestras madres es profesional. Las únicas profesionales en el pueblo están solas o son divorciadas. Las dejaron por egoístas.
Me tomé un par de segundos responderles a estas crías locas. ¿Egoísta querer estudiar?
—Entonces... ¿Ustedes están embarazadas porque quieren vivir un cuento de hadas? ¿No es cierto?— pregunté.
—Lo estamos viviendo— me corrigieron. No sabía que más decirles, estas niñas me aterraban, parecían sacadas de algún culto a la fertilidad o algo parecido.
—¿Qué hiciste con tu hijo?— preguntó otra, la que no parecía estar embarazada. Volví a mi discurso. Miré el papel que tenía entre mis manos, allí solo habían unas cuantas directrices de cómo seguir. Puntos importantes para no dispersarme.
"Decidí entonces hablar con mi novio. Esperé a que terminaran las clases y fuimos a su casa. Sabía que sus padres no estarían así que..."
—¿Te casaste o no con tu novio?— me cortó la rubia.
—No— dije secamente.
Desvié la vista hacia Edward que había avanzado desde el fondo hacia las carpetas delanteras pegado a la pared. Esme conversaba con la subdirectora, al fondo. Se susurraban mirándome.
—¿Qué pasó con tu novio? Dijiste que se amaban, cuéntanos que pasó— pidió la más soñadora. La castaña.
—Yo se lo dije. Pero él...— aun ahora me costaba aceptarlo.
—¿No te apoyó?— parecía desconcertada.
—No. No lo hizo. Y además, dudó de mí— se me hizo un nudo en la garganta impidiéndome tragar.
—¿Cómo podía dudar de ti? Debiste ser una zorra por eso no te creyó— me atacó la rubia.
—¡Tanya!— escuché la voz de Edward intentando apaciguarla.
—¡No!— elevé mi tono de voz. No iba a dejar que unas pubertas que ni siquiera saben lavar sus pantaletas me ofendieran. —Él fue mi primer novio, mi primer hombre. No tenía porque dudar— me defendí.
—¿Qué hiciste con el bebé? ¿Lo criaste sola?— preguntó la más pequeña.
—No...— estaba decidida a pelear y decirles algunas cositas a estas nenas pero recordar aquello aún dolía.
—¿Lo regalaste?— preguntó la rubia.
—No— mis ojos se llenaron de lágrimas. Eran crueles. Un grupo de adolescentes crueles que soñaban con cuentos de hadas, con felices por siempre y finales perfectos. Pero la vida no es un cuento. No lo es. Yo lo sé por experiencia, lo viví en carne propia. Presencié como todos mis sueños y fantasías adolescentes se hacían pedazos. En aquella sala de operaciones, en la clínica de Port Ángeles murió la tierna Bella Swan que aparece en el anuario.
—¿Lo diste en adopción porque no lo querías? ¿O lo mataste?— arremetió la rubia. Su mirada fiera me daba a entender que sabía muy bien que me estaba dañando. Echando sal en mis heridas y no por eso se detenía.
—Señoritas ¡Basta!— Edward se colocó delante de mí.
—Disculpen, ya no quiero seguir con esto...—hice todo el esfuerzo posible por contener mis lágrimas. Tomé mi bolso dispuesta a salir de allí, lejos de esa manada de adolescentes dementes.
—¡Lo mataste!— me gritó la otra rubia a la que apenas podía verle los ojos.
—¡Asesina!— gritó la más pequeñita.
—¡Niñas tranquilas por favor!— Esme había llegado a mi lado y tomó mi brazo.
—Te vas a ir al infierno— me dijo tranquilamente la rubia más atrevida, la que Edward llamó Tanya. –Señora Esme, después de oír su triste historia, no puedo creer que nos trajeran a una asesina aquí. Nosotras pertenecemos a "Unidos por la vida" y defendemos el derecho de los niños a nacer...— la rubia hablaba duramente. Parecía repetir frases que ya había leído antes. Ahora recordaba esa asociación de radicales que hacen guardias delante de los pocos hospitales que tienen licencia para interrumpir los embarazos. Me topé con un par de esas mujeres cuando mi madre me llevó a la clínica en Port Ángeles. Cuando salí de allí, una de ellas arrojó pintura roja sobre mi ropa.
—¡Silencio!— se escuchó la voz fuerte de Edward. –Jane, hazte cargo de esto— pidió. La rubia bajita que seguía junto a la puerta avanzó y las miró a todas. Inmediatamente se tranquilizaron.
Antes que pudiera llegar a la puerta del salón un brazo me sujetó. Rodeó mis hombros y me dejé guiar. Podía sentir su olor, hace tantos años que no lo tenía tan cerca y eso no había cambiado.
Solo alcanzaba a mirar mis zapatos y los de Edward, sentía un nudo tan fuerte en mi garganta. Algo que me quemaba y apenas me dejaba respirar. Podría gritar durante horas y no me sentiría mejor, lo presentía.
Entramos en una oficina, cerró la puerta tras de sí. Me di cuenta que estábamos en la dirección del colegio. Alguna vez había pasado por aquí. Pero como nunca fui problemática jamás me amonestaron ni llamaron a mis padres por eso apenas reconocía el lugar.
—Siento que hayas tenido que pasar por esto. No sabía el grado de fanatismo que tienen. He estado investigándolas y creo que más que un pacto alguien ha estado lavándoles el cerebro a esas niñas— dijo por fin.
Me alcanzó un vaso de agua el cual acepté de inmediato. Tenía la garganta seca debido al enorme esfuerzo de mantener mis lágrimas a raya y no abandonarme al llanto.
—Solo tengo que descubrir cuál de todos los profesores es responsable— volvió a hablar Edward. No sé si me lo decía a mí o a sí mismo.
—Quiero salir de aquí— dije intentando levantarme pero mis piernas temblaban. Aun o me recuperaba del impacto. Una cosa fue escuchar a Edward llamarme asesina y otra muy distinta escucharlo de boca de varias adolescentes.
—No hasta que te calmes— me miró. –Tranquila. Yo no creo que tú seas... lo que ellas dicen.
—¡No es cierto!— dije después de tirar el vaso de agua a la basura. – ¡Tú también me lo gritaste!— reclamé.
—Lo sé y te pido me perdones. Nadie tiene el derecho de juzgar a otra persona. Lo lamento Bella. De verdad. Perdóname— dijo sin mirarme. Podía ver que por dentro libraba una batalla. Él también me culpaba, también gritaba por dentro que soy una asesina.
—¡Pero yo no soy una asesina!— grite fuera de mis cabales. —¡No lo soy! ¡No lo soy!— intenté llegar a la puerta para marcharme pero Edward me lo impidió, forcejeamos y sentí que su cuerpo me atrapaba contra puerta.
—¿No lo mataste?— preguntó respirando entrecortadamente. –Respóndeme Bella ¿No abortaste?— sus ojos desesperados me asustaron. Una mirada llena de angustia que no le conocía. Apretó más fuerte, urgiendo mi respuesta. –Por favor... te lo ruego...
—No— dije para calmar su tortura. Podía ver su sufrimiento, quería calmarlo. –No lo hice.
.
EDWARD POV
Me llamas cobarde pero aún me temes,
me condenaste al olvido sin embargo
sé que todavía recuerdas...
Mentirme es más fácil,
esconder mi alma bajo una dura careta
para seguir adelante.
Luego me doy cuenta que tanto engaño me agobia
¿Para qué mentir? ¿Para qué sufrir?
Todavía anhelo la verdad de tus labios.
Dentro de mi corazón cobarde aún intento apagar
la llama del odio que una vez motivaste.
Pero el fuego del amor lo consume todo,
no me queda más que vivir con el tormento
de haber arruinado nuestro mundo.
.
Apenas pude dormir. Escucharla narrar parte de nuestra historia sería algo difícil de asimilar. De todo el amor que nos tuvimos, de las noches especiales en la playa, nuestras escapadas al bosque... tanto amor compartido, sólo quedaba una triste historia. Una que iba a servir de ejemplo para que no cometieran nuestros errores.
Pero amarnos no fue un error. El primero error lo cometí yo. Al dejar que el miedo me nublara la razón. Ella debía esperar otra cosa de mí. ¿Cómo saberlo? El hecho es que lo arruiné. Lo fregué todo y llevo años maldiciéndome por ello. Porque si yo no hubiera sido tan cobarde, ella no habría salido corriendo a matar a nuestro hijo. Tendría cinco años, hubiera nacido en diciembre. Un niño decembrino, quizás sagitario, alegre y aventurero.
Ya no puedo permitirme pensar en eso. Tengo que dejarlo correr, dejar ir esas tontas ideas recurrentes. Necesito el perdón de Bella para poder empezar nuevamente. Y perdonarla también. Quizás a ella no le haga falta, siempre fue más fuerte que yo. Cada vez que reñíamos, era yo quien le hablaba primero. Quien se lanzaba a sus pies porque no podía estar un día sin su sonrisa.
Me di tiempo de escribir nuevamente para liberar mis tensiones...
No, no lo sabrás.
De mi desesperado amor,
de la batalla que libro
cada vez que te veo.
De mi desierto,
de mi agonía.
No sabrás nada de eso.
Mi máscara sigue intacta,
mi careta en pie.
Busco la fuerza del rencor
para combatir tus ataques.
Fuego con fuego,
quizás acabemos incendiándonos.
Tú me atacas yo me defiendo.
Tu golpeas yo me protejo.
¿Cuánto más podremos soportar
sin hacernos pedazos?"
Mamá me había preparado el desayuno cuando bajé. Tengo un departamento cerca de la escuela, pero sigo viviendo con mis padres. He intentado vivir sólo pero cuando mis depresiones llegan es más difícil enfrentarlo sin ayuda.
—Hay cosas que no te he contado, cariño— dijo mi madre tomando su café.
—¿Cosas?— pregunté saboreando sus huevos revueltos.
—De mi primer matrimonio— sonrió.
—No necesitas contármelas si no quieres. Eso es parte de tu pasado y sea lo que sea te pertenece sólo a ti— traté de animarla.
—Pero hoy vas a oírlo todo, así que es mejor adelantártelas para que no te asombres.
—Cómo tú quieras mamá— me preparé para oírla.
—Me casé a los 17 porque me embaracé. Yo no quería pero mis padres insistieron mucho. Estaba enamorada de Phillips, mi primer marido. Pero le tenía miedo porque su carácter era explosivo. Di a luz a los 7 meses porque él me golpeaba—me quedé de piedra escuchándola. La versión que siempre nos había contado es que su hija murió unos días después de nacida. Y su esposo se suicidó. Nunca dijo nada sobre violencia.
— Ya me había puesto la mano antes de casarnos y siguió haciéndolo. Amenazaba con matarme si hablaba. Me recluí en la habitación que habíamos rentado. No salía para nada. Apenas aceptaba las visitas de mis padres y algunas amigas, porque él no quería. Poco a poco fue minando mi autoestima, llegué a creer que era una inútil y que no merecía nada. Quise matarme.
—¿Qué?— pregunté asombrado.
—Había llegado a la conclusión que si mi bebé nacía, él le haría vivir una vida tan triste como a mí. Así que compre veneno. Pero Phillips lo descubrió detrás del lavadero y me golpeó mucho. Usualmente yo recibía sus golpes en silencio pero cuando pateó mi vientre empecé a gritar tan fuerte que alerté a los vecinos. Me sacaron de allí medio muerta. Me hicieron una cesárea pero mi pequeña no lo resistió. Vivió sólo seis días. ¡Ni siquiera pude ponerle nombre!— sollozó mamá.
—Lo siento mamá— tomé sus manos para darle mi apoyo.
—Cuando desperté, cuando pude ponerme de pie, fue para ir a enterrarla. Y juré que nunca permitiría que nadie volviera a lastimarme. Fui a ver a Phillips a la cárcel para decirle que me divorciaría pero él sólo se rió de mí. Entonces hice algo terrible y a pesar de saber que no debía, no me arrepiento.
—¿Qué pasó mamá?— pregunté abrazándola.
—Era una prisión de Port Ángeles, todo mundo se reunía en una sala de visitas, los detenidos, condenados y prisioneros peligrosos. Me subí en una silla y pedí que me escucharan. Les dije la clase de hombre que era Phillips. Cómo había perdido a mi hija recién nacida, los golpes, las humillaciones... logré decir parte de mi historia hasta que él me hizo callar. No fue necesario continuar, salí de allí y no volví a verlo más.
—Creí que él se había suicidado— dije intentando recordar lo que papá alguna vez me contó.
—Lo hizo. O al menos esa fue la versión que dieron. Él amaneció la mañana siguiente colgando en el baño de la prisión.
Se limpió las lágrimas y me miró.
—Lo siento tanto mamá— dije acomodándole un mecho de cabello que se le había salido.
—Tenerte a ti fue como curar mis heridas una a una pero el vacío de mi pequeña fue más difícil de llenar. En su tumba figura como Alicia Platt. El nombre de mi madre y mi apellido. No quise ponerle el apellido de mi esposo. No lo merecía. Mi chiquita tenía el cabellito muy negro y la piel blanca de porcelana. Por eso, el día que vi a Alice en aquel albergue de niños abandonados mi corazón me latió con fuerza.
—¿Fue por eso que la adoptaron? Siempre creí que la trajeron porque me hacía falta compartir— sonreí.
—Alice se convirtió en mi princesa. Me dolió tanto cuando supe que estaba embarazada. Fue como volver a pasar por lo mismo. Los mismos miedos, las mismas dudas. Por eso es que me he opuesto tanto a que se case.
—Pero Jasper no es Phillips, mamá. Estoy seguro que él la ama.
—Lo sé hijo pero eso no evita que aún desconfíe. No es lo mismo ser novios que marido y mujer. Las cosas cambian, las personalidades aparecen y vienen las primeras riñas. El matrimonio no es fácil— suspiró.
—Nunca he visto que papá y tu riñan.
—Tu padre es un hombre maravilloso.
—Bueno mamá, no tienes que decir nada si no quieres. De una u otra forma haré que hablen, esas niñas deben entender que sólo queremos ayudar.
—Debo hacerlo. Quiero que sepan que esos cuentos que parecen defender no son ciertos.
—¿Cuentos?
—He oído a Tanya y a Irina decir lo mismo. Creí que fue coincidencia pero Gianna, la hija de Amanda repitió lo mismo hace unos días cuando hablaba con Alice. Ellas creen que tener un hijo hará que sus novios se queden con ellas. Sueñan con una historia de amor perfecta y esas cosas, no existen. No en la vida real.
—¿En esta época?— pregunté dudoso.
—Las mujeres hemos sido románticas en todas las épocas hijo. Pero a esas niñas, alguien les ha llenado la cabeza de pajaritos— suspiró.
Llegamos temprano y ordené personalmente las sillas para la reunión. Me pareció extraño que Jane, que siempre es muy puntual no apareciera. Alice con su enorme barriguita balanceaba los pies nerviosa. Gianna llegó con su madre pero la señora se fue asegurándose que su hija entrara. Tanya, Irina, Kate y Carmen no tardaron en llegar. Rosalie Hale no iba a venir, eso era seguro. Aún seguía muy deprimida. Jane llegó y se disculpó por la tardanza y mi madre viendo la hora decidió comenzar.
Bella aún no llegaba, quizás se lo pensó mejor y se arrepintió. Dentro de mí sentí un poco de alivio. Mamá les narró con palabras muy sentidas, su experiencia. Les habló de lo difícil que es la vida de casada, que la gente se muestra tal cómo es y a veces quienes pensábamos buenos en realidad no lo son. Algunas niñas rompieron a llorar. Menos Tanya. Ella permanecía firme y decidida.
Esme terminó de narrar sus vivencias, escuché aplausos. Sólo Carmen se atrevió a preguntarle si se arrepentía de haberse embarazado. A lo que mi madre sin dudar dijo que no.
La puerta se abrió, Bella entró agitada. Debió quedarse dormida. Siempre fue dormilona, yo pasaba por ella media hora antes de lo usual porque demoraba en levantarse y vestirse cuando estábamos en la escuela, hace tanto tiempo.
Cuando empezó a hablar me pareció escuchar a alguna concursante de un reality show contando sus anécdotas. Esperaba de ella mucho más que eso, creía que se abriría con las estudiantes no que intentara parecer graciosa. Debió llegar más temprano, así sabría el clima que dejó mi madre.
Obviamente las estudiantes empezaron a atacar a Bella, me acerqué un poco para asegurarme que no fueran groseras. La interrumpieron varias veces y la sacaron de control. Podía ver la incertidumbre en su rostro. Hicieron preguntas claves para desmoronarla y al mismo tiempo me convencieron que sus argumentos no eran propios. Alguien ha estado hablando con ellas, dejando que esas ideas románticas echen raíces. Es hora de concertar una cita con las parejas de estas niñas y saber si sólo son las chicas las que creen firmemente en esa historia utópica del felices por siempre.
De entre todas, Tanya, mejor amiga de Rosalie Hale, era quien más atacaba. Esa estudiante siempre fue muy impetuosa, ha causado problemas desde el primer día de clases. Yo le dicté literatura una vez y tuve que sacarla del aula porque no se callaba. En estos últimos meses me pareció que se había tranquilizado, que el embarazo la hizo reflexionar. Tuve que imponerme para que dejara de ofender a Bella pero lo siguió haciendo. Y con ellas las demás.
Llegó un punto en el que era insostenible esta reunión, las ofensas pasaron a los insultos y me llevé a Bella de allí.
La habían lastimado, podía verlo. La mirada firme y sarcástica de la periodista, había caído. En su lugar estaba ella, la Bella llorona que recurría a mí cuando se peleaba con alguien. El día que su madre le dijo que quería agrandar su familia, ella lloró como una niña en mis brazos, celosa de dejar de ser la única hija de Renée.
Luego de reponerse del shock, Bella fue pasando a la histeria. Traté de tranquilizarla disculpándome con ella, no quería que saliera corriendo sin escuchar lo que tenía que decirle.
Apenas pude disculparme, quería decirle más, tanto más... como en aquellas hojas que escribo durante las noches, ésas dónde le abro mi corazón...
Perdóname por todo lo pasado,
perdóname por el presente,
por esta guerra en la que estamos inmersos.
Perdóname por obligarte a defenderte.
Por no poder manejar mis monstruos interiores.
Perdóname por llamarte asesina,
cuando los asesinos fuimos dos.
Yo más que tú, por cargarte la culpa de mi cobardía
Pero no podía, las palabras no salen cuando ella está presente, los recuerdos vuelven, las noches desesperadas, los días de angustia. Debo dejarlo ir. Por el bien de ella, por mi propio bien. Quisiera que me gritara a mí, quisiera que se desquitara conmigo. Yo fui el culpable... vamos Bella.
Toma mi corazón, aquí estoy dispuesto
úsalo como el blanco de tus dardos...
Luego pienso que en lugar de hacerla rabiar debería recordarle como ella recordó minutos atrás, el maravilloso tiempo que pasamos juntos.
Nuestro amor que pudo ser,
que dio un fruto marchito y temprano.
Mi castigo siempre será ver las sonrisas infantiles
pensar que podrían ser nuestro hijo hijo.
Todo se perdió, fue culpa mía, fue culpa tuya.
Fue culpa de los dos,
de nuestra inmadurez,
de nuestra debilidad.
Y cargaremos toda la vida con aquella culpa,
mientras no intentemos estar en paz.
Antes que pudiera tomar el valor de hablarle no como a una enemiga sino como a la mujer de la cual me enamoré y con quien quise envejecer, ella gritó.
"No soy una asesina. ¡No lo soy! ¡No lo soy!"
Creo que dejé de respirar al oírla. Mi cuerpo se congeló y mi sangre como lava ardiente me quemaba, golpeando con fuerza en mis venas.
Intentó marcharse pero no dejé que huyera, no otra vez.
No te vas a volver a ir de mí,
llevándote contigo mis respuestas,
mis esperanzas, mis rencores.
No te voy a soltar nuevamente...
—¿No lo mataste? Respóndeme Bella ¿No abortaste?— creo que le hice daño pero estaba desesperado. No podía decir eso y salir corriendo. Aflojé un poco mi agarre sólo para suplicar –Por favor... te lo ruego...
—No. No lo hice...
*****************
¿Qué pasó? Lo despcubrirán en el siguiente capítulo
PATITO
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