⓿❾; Eternamente

El mejor resultado ante aquella situación fue terminar aterrada y con pólvora chamuscando parte de su cabellera, mientras Ray sólo tenía unos cuantos brillitos flotando a su alrededor por el hechizo protector de su primo en él, teniéndolo como un niño pequeño descubriendo algo que adoraría.

—Es hermoso —pronunció soñador intentando tocar la lucecita tal cual haría un pequeño gato con un láser.

—Claro —tosió el mayor, expulsando mayoría del hechizo que Victoria y él tendieron para atrapar al gigantesco anfibio—, si no recibes todo el daño de la explosión.

—¿Qué harán ahora con él?

Ray había detenido toda actividad infantil al momento de ser consciente que no se hallaba solo, ni únicamente con la seguridad de su pareja observándole, cosa que prendió sus mejillas por completo en un rojo intenso.

Víctor lo pensó, sin reparar en la vergüenza del joven, y hundiéndose tras una pequeña sonrisita maliciosa miró a su prima—. Tal vez un par de hechizos, no lo sé, lo que importan son los órganos interiores, como el corazón, cerebro, ojos y tripas. ¿Te apetecen unas zancas de rana, primita? Son las favoritas de mi tía. Aunque advierto que, para tu novio, podrían traer grandes consecuencias, quizá alucinaciones que terminarían por volverlo loco al comer de la carne de un familiar recien-... ¡Hey!

Victoria había lanzado un cojín al rostro del chico, que casi derramaba su café caliente sobre la alfombra felpada en la sala.

—No juegues más con eso —dijo molesta, aunque, cierta parte no era mentira. Mira entonces al de gafas, que para ese momento ya veía al castaño enfrente suyo como lo que primero creyó observar al decirle su secreto. Gracioso era pensar que no hizo ese gesto de horror ante la verdad de su familia, sino a la forma tan desinteresada de su primo al hablar—. No te preocupes, Rey. No haremos eso... Bueno, pudimos haberlo comido, pero sólo si era alguna rana normal, no un familiar.

Reparó entonces en sus palabras, y en el hecho de que el chico era vegetariano. Los cafés orbes le miraban asustados e impactados, tragó saliva con fuerza.

Aunque éste era bastante tranquilo con que ella comiese carne incluso a su lado, no dejaba pasar el hecho de atemorizarse por animales cocinados y gráficamente asesinados en su mente al hablar de cosas como esas.

—Oh... ya recuerdo aquello —rio su primo, como si apenas fuese consciente de lo que decía y burlándose de la torpeza de Victoria al tratar de tranquilizar la mente de su novio—. No haremos eso. Ninguna de las dos cosas, y no del modo grosero en que los humanos lo hacen. Sino que lo disecaremos. Así, para poder hacer una ofrenda a la familia del joven brujo que ha fallecido a petición de ésta misma. Ya habiendo dejado de lado todo tipo de trampa y asegurado que no se llevase los secretos consigo más que a su tumba, este animalito puede volverse un lindo trofeo.

Notó a Ray tragar saliva, más ante el hecho de pensar en un animal sin vida completamente torturado, a su miedo de observar a todo animal disecado fijamente a los ojos ya muertos.

—E-eso está bien... supongo.

—Sí... —alzó una ceja tras el silencio incómodo que pasó después de las palabras del chico—. Vuelve a divertirte con las lucecitas. Tu versión perturbada no es agradable.

Y tras eso, Víctor se marchó, dejando la habitación en silencio y permitiendo a un traumado Ray echarse de espaldas al colchón del sillón en el que estaba, ignorando el dolor en su espalda, y tarareando una melodía de la canción que había escuchado por última vez, para así, poder olvidarse.

—Disculpa a mi primo —fue mirada en seguida, y sintió sus mejillas algo calientes ante el escrutinio del chico—. Me parece increíble que aún no salieras corriendo.

—¿De verdad? —se incorporó, con las cejas unidas formando ligeras arrugas en su frente como si lo dicho le sonara por completo extraño—. Puedo hacerlo justo ahora si es lo que quieres. Además, no suena como una mala idea.

Sonrió al hallar la disposición completa del chico, y entonces lo abrazó tomándolo por sorpresa, sintiendo la rigidez de este, y la tranquilidad que después le envolvió para estrecharla de vuelta.

Un ruido se escuchó a la lejanía, un trueno cayendo.

—Lloverá... —susurró la platinada un segundo después tras estremecerse por lo inesperado del sonido.

—¿Le molestará a tu tía si me quedo?

—No —negó con la cabeza acorde a sus palabras, y apretó más su agarre en la cintura del chico—, y si es así, me enfrentaré a ella.

Ray rió inevitablemente, adoraba a Victoria. Todo de ella, incluyendo lo ocurrido. La quería con todo y su secreta verdad, que ahora sabía.

—Gracias por todo, Rey. —Le escuchó decir.

—Creo que eso debería decirlo yo —se separaron, mirándose, y el chico le regaló una sonrisa que expresaba nada más que gratitud y confianza—. Gracias por sentirte capaz de confiarme algo tan importante para ti aún con los altibajos. Y no tienes de qué preocuparte... guardaré el secreto, el de tu familia. Nuestro secreto.

Sintió sus ojos nublarse, y besó los labios del chico con cariño, siendo aceptada de inmediato.

—Te amo.

—Yo a ti. Ahora, cuéntame —le miró entrecerrando los ojos con cierta diversión y acusación—, ¿quién es la tal Daria de la que me hablaste antes?

Victoria rió, lamiendo sus labios y tomando la pomada especial que su primo le había dado en cuanto le contó lo ocurrido—. Y yo te curaré las heridas, quítate la camisa —escuchó al chico gimotear a punta de un berrinche y ensanchó su sonrisa al verlo obedecer—. Es una conocida en el Instituto-

El sonido de la puerta abriéndose le interrumpió, anunciando la llegada de su mayor a la casa.

—¿Belia?, ¿qué haces aquí, no deberías de estar con... en...? Victoria. —Alzó su voz en modo de advertencia al pronunciar el nombre de la chica.

Ambos chicos se miraron sonrientes, entendiendo que, a partir de ahora, ya no habría más complicaciones para decirse o explicarse cada cosa que por sus vidas pasaba, pues entendían, y sabían sobre el mundo del otro.

Aunque uno con más experiencia que el otro... pero que, sin duda, estarían juntos para explorar cada uno.

Así, hasta el final de todo.

dɐɯɯǝɹ
y vivieron... fin.

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