Capítulo 32


Temblaba sin poder evitarlo. A cada palabra que recordaba de aquel ser, sentía que me traspasaba un filo invisible, helado. Él sabía que podía hacer conmigo lo que quisiera, y yo... yo lo sabía también.

Ya me encontraba en la enfermería. La luz suave me tranquilizó por un instante, pero al fijarme en Seungmin y Félix, mi calma se esfumó. Estaban agitados, caminaban de un lado a otro en la pequeña sala. Noté que Seungmin no paraba de lanzar miradas en mi dirección, casi como si le diera miedo preguntarme. Y Félix... su expresión era tan intensa, como si estuviera lidiando con su propio temor.

—Dana, deberías tumbarte y descansar un momento —me sugirió Félix, su voz templada pero clara. No podía. Sentía que si me tumbaba, me marearía.

—No, no... prefiero quedarme sentada —dije, apartando la vista. No podía ni mirarlos; sentía que si lo hacía, descubrirían lo que había pasado.

Seungmin se acercó a mí y me tomó de las manos, apretándolas suavemente. Su mirada estaba llena de preocupación y, aunque temblaba, traté de mantener el control. Sentía que él estaba desesperado, pero era yo quien no encontraba una manera de poner en palabras lo que había sucedido.

—¿Qué ha pasado, Dana? —preguntó Seungmin con su tono desgarrado.

Mi mente buscaba respuestas, excusas... algo, cualquier cosa que pudiera parecer verosímil. Tartamudeé y, antes de que pudiera detenerme, las palabras salieron por sí solas.

—Yo... cerré el área médica. No había nadie allí, y pensé que lo mejor era volver a la tienda para descansar. Pero empecé a marearme en el camino y... simplemente... caí al suelo.

Las palabras sonaron lógicas, casi reales, pero la inseguridad en mi voz me traicionó. Mis amigos intercambiaron una mirada, y supe que notaron algo, que no creían del todo lo que había dicho. Pero, por suerte, ninguno hizo más preguntas. Félix apareció a los pocos segundos con una taza en las manos. Revolvía el contenido con una cucharilla, creando un tintineo suave que resonaba en la sala y me dio un poco de paz.

—Toma—me dijo, tendiéndome la taza—, te hará bien.

Las manos me temblaban cuando las llevé hacia la taza. El calor se filtró en mis dedos y me ayudó a calmarme, a volver un poco a la realidad. Di un sorbo y, aunque el té no eliminó el peso en mi pecho, hizo que la neblina en mi cabeza se disipara apenas lo suficiente para poder pensar con más claridad.

Hubo un silencio en la enfermería mientras bebía el té. Podía sentir sus miradas encima de mí, expectantes. Intenté enfocar mi mente en algo que pudiera alejarlos de las preguntas, algo que cambiara el tema y dejara la noche atrás.

—¿Qué hacíais fuera? —pregunté, tratando de sonar casual, aunque mi voz todavía temblaba.

Félix y Seungmin intercambiaron una mirada rápida. Fue Seungmin quien rompió el silencio, suspirando profundamente, frustrado.

—Porque no aparecías, Dana. No respondías a las llamadas, y no es normal que desaparezcas sin avisar. Nos preocupamos, claro que nos preocupamos —dijo Seungmin, con la voz algo más fuerte de lo normal.

Sentí un nudo en la garganta, uno que parecía crecer y arder cada vez que intentaba tragar. Me dolía no poder decirles la verdad, compartir con ellos lo que realmente estaba ocurriendo. Pero tenía que mantener el control, hacerles creer que todo estaba bien.

—Lo siento por eso —dije, esbozando una sonrisa débil y forzada—. Pero ya estoy aquí, así que podemos volver a las tiendas y descansar. Solo quiero que este día termine.

La tensión en el aire no se disipó del todo, pero Félix asintió y, después de un largo momento, Seungmin también pareció ceder. Pasamos unos minutos más allí en silencio, hasta que terminé el té. Sentía sus ojos sobre mí, analizando cada expresión, cada movimiento, y aunque el calor del té me relajaba, no podía dejar de sentir que estaba a punto de perder el control en cualquier momento. Cuando terminé, Félix y Seungmin me ayudaron a levantarme y los tres salimos juntos de la enfermería.

El camino hacia las tiendas de campaña fue silencioso. Cada paso me recordaba dónde había estado, lo que había pasado bajo aquella arboleda. No pude evitar volver a estremecerme, aunque Seungmin me lanzó una mirada rápida, como si quisiera decir algo pero, por suerte, no lo hizo.

Al llegar a la tienda, me acosté en mi cama y cerré los ojos, deseando que el sueño me ayudara a alejarme, aunque fuera por unas horas, de aquel terror frío que parecía haberse instalado en mí. Sabía que mis amigos estaban cerca, pero eso no calmaba mi mente. Porque ahora, cada sombra parecía esconder la amenaza de aquel ser, y sus palabras se repetían en mi cabeza como un eco sin fin.


********


La mañana en el despacho del edificio central estaba en su punto álgido. Apenas había luz en el horizonte cuando ya me encontraba en el escritorio, con pilas de documentos y archivos apilados en frente. Tenía que organizarlos y prepararlos para entregarlos al general superior; cada papeleo tenía que estar en orden y cada informe, completo. Revisaba las asignaciones de la semana, organizaba los informes de vigilancia, y programaba las actividades del día para cada escuadrón.

Estaba absorto en mis tareas cuando escuché que la puerta se abría. Levanté la vista y vi a Lee Know, que sonreía de lado mientras cruzaba los brazos.

—Changbin, ya es hora de ir a desayunar. —Me miró como si no estuviera dispuesto a escuchar un "no" como respuesta—. Ya está todo el equipo levantado y preparado para empezar el día, solo faltas tú.

Solté una risa ligera, mientras cerraba una carpeta y la dejaba sobre la mesa.

—Empezad sin mí. En cuanto termine aquí, me uno —le respondí, tratando de concentrarme en los últimos documentos.

Pero Lee Know no se dio por vencido. Se apoyó en el marco de la puerta y negó con la cabeza.

—No, nada de eso. Vienes ahora.

Lo miré con una sonrisa divertida y una ceja levantada.

—Mira, Minho, tú sabes que de mí depende cuántas flexiones y cuántos kilómetros corréis hoy. Así que, si fuera tú, obedecería —le dije, medio en broma y medio en serio, mientras volvía la vista a mis papeles.

Pero él solo soltó una carcajada, acercándose aún más al escritorio.

—Pues me da igual. Vienes a desayunar y punto —dijo, sin dejarme opción. Antes de que pudiera reaccionar, ya me estaba sujetando del brazo, arrastrándome fuera del despacho.

Me dejé llevar, entre risas, siguiendo a Lee Know hasta el comedor, donde todo el equipo ya estaba reunido. Entramos al gran salón, y el ambiente era tan familiar como siempre. Había decenas de soldados distribuidos por las mesas, entre risas, bromas y conversaciones, todos compartiendo ese pequeño respiro antes de iniciar el día de trabajo.

Miré alrededor, y no pude evitar sentir una satisfacción cálida en el pecho. Todo esto, este ambiente de camaradería, de familia... era lo que más me gustaba de mi trabajo. Verlos a todos ahí, juntos, con la energía a tope y el ánimo alto, me hacía sentir orgulloso.

Me acerqué a la fila de la mesa de comida y llené mi bandeja. Después, fui a sentarme junto a mi equipo, quienes ya estaban enfrascados en conversaciones triviales y bromas. Las risas llenaban el lugar, y pronto yo también estaba riendo con ellos, relajado, disfrutando de cada comentario y cada chiste.

Todo transcurría con normalidad hasta que uno de los compañeros, Kang, mencionó algo que captó mi atención.

—Oye, por cierto... —empezó, echando un vistazo a su alrededor como si compartiera un secreto—. Ayer en la noche, cuando estaba en guardia, vi a algunos del equipo médico rondando por aquí. Era tarde, ¿no? Bastante tarde, diría yo.

Levanté la cabeza, enfocándome de inmediato. Lo miré con curiosidad.

—¿Quiénes? —pregunté sin pensarlo, un tono serio escapándose en mi voz.

Kang se detuvo, como si intentara recordar bien los detalles, y luego asintió.

—Creo que era la líder del equipo médico. Al menos, eso me pareció, por la estatura y el pelo. Después aparecieron dos más, uno rubio de pelo largo y el otro moreno, de pelo corto. —Hizo una pausa y se encogió de hombros—. Los vi un poco preocupados, la verdad. Parecían bastante ajetreados, pero luego ya parecían estar bien y, bueno... el chico moreno terminó llevando a la chica en la espalda al final. Supuse que todo estaba controlado y que no hacía falta ir a ayudar.

Escuché cada palabra de Kang, pero mientras hablaba, sentía cómo mi apetito se desvanecía poco a poco. Dana, Seungmin y Félix... No había duda de que eran ellos. Solo habían seis médicos en total, pero los tres que mencionaba Kang no podían ser otros. ¿Qué estaban haciendo fuera tan tarde? ¿Por qué llevarían a Dana en la espalda?

Mis manos se quedaron quietas sobre la mesa, y por un momento, el bullicio del comedor se desvaneció para mí. Algo no cuadraba, y una inquietud desconocida se empezó a asentar en el fondo de mi mente. Intenté concentrarme en las conversaciones alrededor, pero ya no podía. Las palabras de Kang habían encendido una alarma que no lograba ignorar.

—¿Y no dijiste nada al respecto? —pregunté a Kang, con un tono más serio del que pretendía.

Él se encogió de hombros, como restándole importancia al asunto.

—Parecía que todo estaba bien. No quise intervenir. Y, bueno, no sé, quizá solo era que Dana se sintió mal o algo.

Intenté procesar lo que decía, pero nada me parecía suficiente. Dana no era de las que salían tarde ni de las que dejaban su puesto así sin avisar. Y, aunque no sabía exactamente qué había pasado, no podía ignorar la inquietud que crecía en mí. Volví la mirada a mi bandeja, pero el hambre había desaparecido por completo.

—Changbin, ¿todo bien? —me preguntó Lee Know, al notarme callado.

—Sí, todo bien —dije, tratando de sonar despreocupado, pero él me lanzó una mirada incrédula. Lee Know me conocía demasiado bien.

—Mira, si estás pensando en eso, ve y pregúntales directamente. Sabes que preocuparte no te va a llevar a nada.

Intenté esbozar una sonrisa, pero no resultó muy convincente. Lee Know tenía razón. Tenía que hablar con ellos. Tenía que asegurarme de que todo estaba realmente bien, de que no había ningún problema más grave que se me estuviera escapando.

Me levanté, dejando la bandeja a un lado, y le di una palmada en el hombro a Lee Know en señal de agradecimiento. Sin decir más, salí del comedor con la determinación de encontrar a Dana y aclarar de una vez por todas lo que había ocurrido la noche anterior.

Mientras avanzaba por los pasillos, notaba cómo una extraña sensación de responsabilidad se asentaba en mis pensamientos. Dana, Félix, Seungmin... Eran más que mis compañeros, eran mi equipo e incluso podría considerarles...¿familia? Y como capitán, no podía permitirme ignorar esa inquietud. No hasta asegurarme de que todo estaba bien.

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