U
Azu se despertó, dejó escapar un gran bostezo y miró a la chica a su lado. Leia dormía plácidamente al otro lado de la cama. Ella misma le había pedido que se quedara, a lo que la pelinegra le preguntó si era porque le había recordado a su ex y ella contestó que sí. La verdad era que ahora no le hacía mucha gracia que volviera con su madre, nunca había terminado de agradarle, pero sabiendo el daño que le hacían sus comentarios, menos todavía.
Por otra parte, ahora que entendía bien por qué la agobiaba tanto que la abrazaran se le hacía más fácil tener cuidado. Y no le apenaba verla desde el otro lado de la cama en lugar de abrazada a ella, porque sabía que para Leia notar a alguien cerca ya es mucho. Porque su cuerpo y su subconsciente reaccionan a la cercanía de otra persona activando los sistemas de defensa y huida. Y por eso mismo es más fácil despertarla cuando duerme acompañada que cuando duerme sola, porque no descansa del todo bien.
Está tan tierna... Los rasgos de su cara se ven suaves, calmados y dulces. Tiene los labios un poco abiertos, y el cabello negro, que le ha crecido un poco dándole un aspecto más salvaje, revuelto y atolondrado. Le encanta verla así.
Pero, después de pasarse literalmente media hora mirándola, ya tiene ganas de que se despierte para besarla y escuchar su voz ronca y sus chistes cortantes.
Se acerca a ella y la llama. Leia no se inmuta. La besa acariciando su cuello. Se ríe.
–Me da que podría violarte y no te enterarías.
Se acaricia la barbilla pensativa y se levanta. Pone Deja de llorar del Mago de Oz en sus altavoces, fuerte pero no lo suficiente como para que sus compañeras y sus vecinos la maten, y se sube a su lado de la cama saltando como haría Leia. Esta termina abriendo los ojos, la mira saltando, sintiendo como el colchón rebota bajo ella. Se ríe. Es una risa cristalina de "me acabo de despertar y no sé qué pasa pero mi hermosa novia está loca... Me encanta". Azu se para y le tiende la mano. Leia la coge y tira de ella para que se tumbe a su lado. La besa rodeando su espalda con su brazo.
–Buenos días, princesa –saluda con su voz ronca de recién despertada.
–Buenos días, galáctica. ¿Cómo te sientes?
–Me he despertado con todo un espectáculo: escuchando mi canción favorita y viendo a mi persona favorita. ¿Tú cómo crees?
Azuleima sonríe ampliamente, achinando los ojos, y la besa.
–Te amo –responde.
–Sí, bueno, eso también.
Leia se tumba encima de ella mientras la artista ríe. La besa de nuevo acariciando su rostro. Le da un beso en la frente.
–¿Sabes qué? Estaba pensando... Que con todo lo que has pasado sería muy normal que hubieras dado la espalda al mundo, que te hubieras vuelto una delincuente incluso, que hubieras devuelto cada puñetazo... Y en lugar de eso... Eres muy noble.
–Ya, lo sé. No somos quienes somos por las cosas que nos pasan, Azu. Sino por las decisiones que tomamos. Yo pasé mi época vengativa, mi época de querer pagarlo todo con todo el mundo, y podría haber ido a más pero... Decidí que ese no era mi camino. No iba a ser peor que los que me habían amargado la vida, iba a solucionarlo para que no amargaran la de alguien más. –Se levanta– ¿Desayunamos? Me muero de hambre.
Ella asiente. La pelinegra va hacia la cocina directamente, ella tarda un poco más para apagar la música y hacer la cama. Llaman a la puerta cuando está pasando cerca y abre antes de que toquen al timbre. Se extraña al ver a Luke.
–¿Está Leia?
–Sí, mi princesita está ahí dentro.
–¿En serio te deja llamarla así?
–Bueno, realmente es ella la que me llama princesa. –Se encoge de hombros– ¿Qué quieres? ¿Ha pasado algo?
–Me la llevo a casa.
–¿Por...?
–Mamá. Está muy cabreada.
–¿Qué ha hecho?
–No avisó ayer antes de quedarse aquí. Mamá dice que es una inconsciente descuidada, que ellos se preocupan sin saber dónde está y... En fin.
Azu mira preocupada a Luke y luego en dirección a la cocina, donde está Leia tan feliz... No quiere que su madre estropee eso echándoselo todo en cara. Porque al parecer Mónica tiene tendencia a empezar por lo de ahora y terminar despotricando hasta de su primera papilla.
–¿Crees que podría hablar yo con tu madre?
Luke la mira extrañado.
–¿En serio te preocupas por la roquita? Se quedará de brazos cruzados mirando a otro lado hasta que mi madre termine de hablar y se irá. Tampoco pasa nada.
–No... Tú no lo entiendes...
–¿Que no entiendo qué?
–¿Sabías que los niños se metían con ella en el colegio? –suelta sin pensar.
–Sí, –Se encoge de hombros– pero vamos, que sólo le decían roca y marimacho y ya está. Tampoco pasa nada. De todas formas a Leia nuca le importó, que si se hubiera quejado ya hubiera ido yo a estamparle la cara al niño. ¿Por qué?
–No... Bah, da igual. El caso es que a Leia sí le duele lo que le dice tu madre.
–Y no me extraña, mamá se pasa tres pueblos. Le da coraje que Leia sea así. Y yo no lo entiendo. Leia es buena gente a pesar de ser tan... Leia.
–¿Y por qué crees que Leia es así?
–Nació así.
–No... ¿No recuerdas un momento en el que Leia no fuera así?
–Bueno, sí, pero es normal, sólo era un bebé. Antes de llegar al colegio. Era muy tímida y casi nunca se juntaba con nadie, solía jugar sola, pero conmigo sí hacía buenas migas. Siempre iba detrás de mí. Tenemos muchas fotos con ella sonriendo encima de mí cuando éramos bebés. Luego creció y bueno... Todas sus fotos son seria y sola.
Azu abre la boca para decir algo, pero se termina callando.
–No importa. Tu madre se cabreará más cuanto más tardemos, ¿no?
–Sí.
Escucha a Leia caminar hacia allí mientras habla:
–¡Princesa! Se te enfriarán las tosta... –Se para en seco al ver a Luke en la puerta– ¿Qué haces tú aquí?
–¿Avisaste a mamá ayer de que dormirías fuera?
Leia se queda callada, parada. Lo mira seria, pero Azu ve en sus ojos el miedo a enfrentarse a su madre.
–Mierda.
Luke asiente.
–¿La aviso de que te he encontrado?
Ella asiente. Se queda mirando al suelo, seria. Se cruza de brazos. Azu suspira. Se acerca a ella y besa su mejilla.
–¿Has desayunado ya?
Leia niega con la cabeza.
–Pero ya no tengo hambre.
Azu hace una mueca.
–Déjame ir contigo.
Leia la mira frunciendo el ceño.
–Por favor...
–Haz lo que te de la puta gana, Az.
–Lo siento.
Leia niega con la cabeza.
–No es tu culpa princesa. Soy yo la inconsciente descuidada. –Azu frunce el ceño– ¿Te crees que es la primera vez que me lo dice?
Llegan a la nave. Leia se queda mirando la puerta.
–Venga, que no tenemos todo el día –la insta Luke.
Ella asiente. Su hermano entra en la casa. Azu besa su mejilla y le da la mano.
–Tranquila, pequeña...
–No sabes hasta qué punto odio esto.
–Lo sé... –Azu suspira– Tranquila.
Entran en la casa y Leia suelta su mano. Mónica la mira enfadada, de brazos cruzados, dando golpecitos con el pie en el suelo.
–¡¿Tú sabes lo preocupados que hemos estado tu padre y yo, Leia?! ¡No puedes desaparecer así sin más! ¡Inconsciente! ¡¿Y si te pasa algo qué?! ¡¿Cómo vamos a saberlo?! Leia, ¿quieres mirarme cuando te hablo? ¡Claro que no, es que a ti te da igual todo, sólo te preocupas de ti misma!
–Señora...
–Azu, por favor, esto es entre Leia y yo.
–No... Mira, la culpa es mía. Lo siento. Ayer me sentía muy mal, le pedí que se quedara a dormir conmigo en el último momento, y se le pasaría avisar porque estaba preocupada por mí...
–Si fuera la primera vez... –Suspira– Pero con el tiempo te darás cuenta de que a Leia le da igual todo. Sólo se preocupa de sí misma, y no entiende que su padre y yo nos quedemos preocupados cuando se suponía que iba a volver y no la vemos aparecer por casa. Pero a ella le da igual, mírala, si pasa de todo.
–No le da igual, Mónica. Mírala. Tiene la cabeza agachada y mira a otro lado, lo que en idioma Leia significa que se siente culpable, que sabe que lo ha hecho mal. Tiene los brazos cruzados para cerrarse porque sabe que si no va a desmoronarse. Y la nariz arrugada porque se siente incómoda. Y sí, ahora me mira con una ceja alzada porque no entiende cómo es posible que sepa leer sus gestos. Si te fijas incluso tiene los pies posicionados hacia su cuarto, porque quiere huir de aquí. Y los hombros hundidos porque se siente mal. Sé que Leia es difícil de entender. Créeme que lo sé. Pero ella se preocupa por vosotros constantemente. Siempre. ¿Alguna vez has probado a sincerarte con ella cuando estás mal? Porque Leia es de las pocas personas capaces de saber qué necesita cada uno para sentirse mejor, si escuchar su canción favorita, si abrazarla, lo que sea, y siempre lo hace. El otro día Leia me dijo que estaba preocupada por ti, que te notaba apenada. Y cuando le dije qué pensaba hacer me dijo que había avisado a Luke.
–Eso es cierto... –confirma su hermano, que tampoco mira a su madre porque teme cuando esta se enfada con Leia– Desde pequeños, Leia siempre me avisa cuando sabe que estás mal para que yo vaya a abrazarte y te saque una sonrisa. Yo no soy capaz de darme cuenta de esas cosas.
–¿Ves? Leia se preocupa por vosotros. Sólo que lo que ha aprendido es que lo que a ti te anima es Luke, así que no intenta acercarse ella porque siente que sólo te va a dar más problemas.
–Cuando papá está mal le llevo una nave y le pido que me explique cómo funcionaría de ser real la maqueta... –añade ella con la voz queda– Yo no entiendo nada, pero sé que a él le anima que me interese.
–Leia os quiere y se preocupa... Sólo que Leia se comunica de su propia manera. No puede quejarse si nadie la ha enseñado a hacerlo de otra forma...
–Pero si siempre la hemos educado igual que a Luke...
–Luke tenía a más gente. Y de todas formas, señora, no quiero culparla, pero... ¿Cuál fue la última vez que le dijo "te quiero" a Leia?
–Pues... –No sabe qué contestar.
–La última vez que yo recuerdo tenía cinco años –responde la aludida–. Le había llevado una flor seca porque no me atrevía a arrancar una viva. Mamá se rió y me dijo que me quería. La próxima vez que le llevé una hoja seca me dijo que no llenara la casa de porquería.
Mónica hace una mueca triste. Su hija sigue sin mirarla, y su voz suena apagada. Se acerca a ella para abrazarla apenada.
–Lo siento, Lei...
Ella da un paso hacia atrás instintivamente, al tiempo que se yergue y se le tensan los músculos, alerta.
Azu la mira y le dice "Leia, tranquila" moviendo los labios. Ella deja salir el aire retenido y da un abrazo rápido a su madre. Saca su móvil y le muestra la pantalla, donde Mónica ve un mensaje dirigido a ella "Azu me ha pedido que me quede a dormir con ella, está triste. Lo siento por faltar a la cena. Descansa".
–Olvidé que tenía el WiFi apagado... –reconoce mirando al suelo– Después de mandarlo me fui a hacerle tonterías a Azu y se me olvidó revisarlo... ¿Me puedo ir?
Mónica suspira y se aparta, dejándole vía libre a su cuarto, al que Leia sube corriendo. Hay pocas cosas que odie más que las regañinas de su madre, porque hacen que sienta que es la peor hija que Mónica hubiera podido tener. Y ahora Azu la ha abierto delante de su madre y su hermano, lo cual la hace sentir indefensa.
Azu sube detrás de ella, encontrándola sentada en el alfeizar de la ventana, mirando a la calle.
–Az... Quiero estar sola.
–Vale, amor. Llámame cuando quieras que suba.
La rubia vuelve a bajar las escaleras y se toca la barriga, al final no ha desayunado nada. Mónica la mira y suspira.
–Gracias por evitar que le eche la bronca.
–Nada...
–Oye, sé que te parecerá que soy una madre horrible, pero...
–Lo sé –la corta–, es difícil con una hija como Leia. Es una chica problemática y no sabes qué hacer con ella, por lo cual ya estás harta y saltas a la primera. Vale. Ya lo sé. No la culpo, yo no sería capaz de criar a un niño. Lo único que sé es que Leia echa de menos tener una madre que le demuestre que la quiere. Y sí, sé que con Leia es difícil porque siempre rehuye del cariño, y que si intentas abrazarla se separa y te mira mal; pero... No sé, supongo que siempre existe la manera.
Mónica suspira.
–Sé que no soy la mejor madre del mundo. Pero... Mira, yo lo he intentado todo. Siempre hemos intentado que viera que puede confiar en nosotros, que no la juzgamos en nada. Siempre que ha querido hacer algo o cambiar algo la hemos apoyado y la hemos dejado que fuera ella. Pero cuando a cambio sólo recibes miradas frías y cortantes y sólo te habla para pedirte algo o para soltar algún chiste... Acaba hartando. Porque siempre parece una desagradecida, y porque habré tenido que arreglar su puerta, su pared, sus cosas, miles de veces, porque ella siempre las destroza a puñetazos y luego no te dice qué le ocurre. Y cansa. Cansa vivir con alguien que te mira como si te odiase constantemente, que parece evitarte porque se pasa el día fuera de casa o en su cuarto.
–Lo entiendo... Si Leia se comportara así conmigo ni yo la aguantaría.
–Yo sólo quiero recuperar a mi hija, de verdad, pero no sé cómo. Hace tantos años que la perdí que a veces se me olvida que existió el día en que ella se sentaba en mis piernas para que la peinara o para que le cantara o le diera caricias... No parece la misma chica tierna que fue, y cambió siendo tan pequeña que... He intentado hablar con ella mil veces sobre ello. Su respuesta siempre era fría y llena de ira, diciéndome que la dejara en paz. Su padre y yo no sabemos qué hacer.
–Bueno... Si yo fuera vosotros la hubiera llevado al psicólogo porque vaya... Una niña así... Algo le pasa.
–Y lo hicimos. Se sentaba en una esquina de la consulta de brazos cruzados y se quedaba callada. No supo ayudarnos. No se puede entrar en el corazón de alguien sin su permiso, y Leia nunca nos lo daría.
–Es que no se puede entrar en el corazón de alguien de manera forzada...
–¿Tú sabes qué pasa con mi hija, Azuleima?
La andaluza aparta la mirada. Respira hondo, pensativa. Sabe que a Leia, por una parte, le conviene que su madre sepa la verdad; pero por otra, se cerrará de nuevo si se entera de que ella se lo ha contado, fallando a su confianza.
–Mire, si yo le cuento lo que sé, Leia se cerrará conmigo también. Así que si le cuento algo, usted debe prometerme que ella no lo sabrá.
Mónica asiente.
–Pero deja de llamarme de usted.
Azu asiente. Ambas se sientan en la salita. Azu respira poniendo en orden sus ideas. ¿Qué parte le cuenta? ¿Cómo? ¿Por dónde empieza?
–A ver... Creo que si entendieses el por qué de las reacciones de Leia, quizá estas te molestaran un poco menos... Y sé que esto te va a doler, pero ella no puede darse cuenta. Leia odia los abrazos, o que la levanten, porque cuando era pequeña en el colegio la abrazaban para sujetarla mientras otros niños le pegaban.
El rostro de Mónica se desfigura. Azu deja de mirarla para poder seguir hablando. No puede romperle el corazón a una madre así por segunda vez... Ya tuvo bastante con ver la desolación en la cara de su propia madre.
–Odia las cosquillas porque también la retenían haciéndole cosquillas mientras le tiraban cosas asquerosas. Y las muestras de cariño porque si las tenía con alguien en la escuela la llamaban pervertida asquerosa, y porque si las tenía con Luke o Val los usaban como su punto débil para decirle que si ella se chivaba lo pagarían con ellos. Leia no quiso decirles nada porque tenía miedo de que hirieran a Valeri o a su hermano, y a día de hoy no quiere decírselo porque no quiere que vosotros sufráis por ello, que os sintáis culpables. Se cortó el pelo porque no quería que le tiraran de él en clase. Y empezó a vestirse de negro para dar miedo en el instituto para que no se metieran de nuevo con ella. Igualmente empezó a liarse con tantos tíos porque en la cama era en el único sitio en el que podía interactuar con gente de su edad sin que la trataran mal, y en el que si ella dice "para" le hacen caso. Leia es borde porque es su manera de protegerse a sí misma. Y se peleaba tanto con Luke porque estaba harta de que él siempre fuera el chico perfecto. Y porque sabe que a él le divierte chincharla y correr detrás de ella, le anima. Nunca ha sido una chica problemática, ella no empezaba las peleas: le pegaban y ella se estaba quieta, hasta que se hartó y empezó a responder. Pero ella nunca se lo buscó. Le decían que era una hija del demonio y se metían con ella. Leia es así porque tiene miedo de acercarse a los demás y que le hagan daño, y porque tiene miedo de abrirse y romperse. No es porque no se preocupe. Ella os quiere y se preocupa muchísimo, si te fijas siempre que está parada de brazos cruzados con la mirada fija es porque está protegiendo a Val o a Luke o a quien sea, incluso a ti... Leia me cuenta que tiene una alarma en el móvil para cerrar la puerta justo antes de que tú llegues del trabajo porque solías enfadarte con Luke y su padre por dejarla abierta. Que cuando el café se acaba lo vuelve a hacer aunque ella no vaya a tomar porque a ti te gusta tomarte una taza entera y no te gusta tener que esperar a que se haga. Que cuando Luke tira las llaves en la mesita de la entrada ella las cuelga en su sitio porque sabe que a ti te gusta el orden. Que cuando se acaba tu marca de chocolate favorito ella siempre la compra aunque le parezca que es asqueroso porque sabe que cuando estás triste te gusta tomar un trozo. Son pequeñas cosas... Pero es su manera de decir "te quiero". Y no es capaz de demostrarlo a la cara.
Se digna por fin a mirar a Mónica. Está llorando. Su pobre pequeña... Y ella que no ha hecho otra cosa que echárselo todo en cara, cuando Leia se estaba ocupando de todo y de todos ella sola. Azu se acerca a ella y la abraza.
–¿Y qué hago yo, Azu? Porque está claro que tú la conoces mejor que yo...
–No la fuerces. Simplemente, no la fuerces. Puedes darle un beso en la mejilla e irte y aunque ella no reaccione en el fondo estará sorprendida y agradecida de que le hayas dado una muestra de cariño. Puedes decirle "te quiero", que no te contestará, pero lo agradece. Y poco a poco ella se va acercando. Yo suelo dejar la mano cerca de ella cuando se agobia. Cuando ella está preparada, la acaricia. Y si no lo hace, la dejo ahí quieta, para que se quede tranquila. No la fuerces... Para ella cualquier gesto es el doble de difícil que para los demás. Si le digo que la quiero casi nunca me responde, ¿sabes? Pero me mira a los ojos, y esa es su manera de decirme "te quiero, no te vayas". Leia es complicada... Por eso hay que intentar entenderla antes que juzgarla.
–Entiendo... –Intenta secarse las lágrimas, que no dejan de salir– Lo siento.
–Tranquila, lo entiendo. Cuando me lo contó a mí me eché a llorar. Es duro.
–Es que... Que haya pasado por todo eso siendo tan pequeña... Y sola... Que no nos diéramos cuenta...
–Ahora no vale la pena que te culpes por eso, Mónica. Sólo arréglalo. No dejes que se sienta ahora también sola.
Ella asiente levemente.
–Gracias.
–No hay de qué. Sólo... ¿Puedo comer algo? Me muero de hambre.
–Claro. ¿No habéis desayunado?
–No, Luke llegó justo cuando íbamos a desayunar.
–¿Y Leia, cómo estaba cuando has subido?
–Sentada en el alféizar de su ventana... Me ha pedido que la dejara sola.
–Entonces posiblemente ya se haya ido.
–¿Qué?
–Suele saltar por ahí. Se sube al techo y se va cuando no quiere cruzarse con nadie al salir.
–Entiendo...
–Aunque supongo que a ti te avisaría. Voy a hacerle un Colacao por si sigue ahí...
–Vale. Yo voy a comprobar si se ha ido.
Azu sube a su dormitorio y llama a la puerta.
–¿Puedo pasar? ¿Hey?
No recibe respuesta. Pasa. El cuarto está vacío. Suspira. Entonces escucha la voz de Leia cantar Deja de llorar como se la cantó ella, con forma de nana. Frunce el ceño. ¿Dónde está?
Se sube al alfeizar y mira al tejado, donde se la encuentra tumbada. Leia le tiende la mano. Sube con ella, sentándose a su lado.
–¿Cómo estás?
–En la mierda –contesta ella como si nada, mirando el cielo con los brazos bajo su cabeza.
–¿Puedo hacer algo para animarte?
–Todavía no me dejas follar.
Azu pone los ojos en blanco. Se acerca a ella y besa su cuello.
–No, déjalo. En realidad no tengo ganas.
–Tu madre te está preparando el desayuno. Deberías bajar.
–Mmm... –Se queda un momento callada mirando a la nada– ¿Cómo supiste leer mis gestos?
Azu se encoge de hombros.
–Mi madre es psicóloga. Y tú no eres tan distinta a todo el resto del mundo cuando de gestos se trata.
La andaluza mira a su al rededor y ve que algunas tejas están pintadas con tizas.
–¿Y esto?
–Escribo para desahogarme y luego la lluvia se lo lleva. Sólo hay una que pinté con permanente... Así que espero que mis padres nunca lleguen a subir aquí.
La artista busca con la mirada hasta encontrar una que pone con suaves letras negras "si salto desde aquí... ¿Moriré?". Suspira sintiendo como llegan las lágrimas a sus mejillas.
Se acerca a Leia y la besa.
–No llores, princesa... –le dice ella acariciando su cabello– Ya pasó.
–Es que la vida no es justa...
Leia sonríe de medio lado.
–Créeme que lo sé.
Azu se tumba a su lado, derramando dos lágrimas en silencio. Leia le coge la mano y la besa en ella.
–Tranquila, estoy bien, pequeña.
–Pero si acabas de decir que estás en la mierda...
–Eso era antes de que tú subieras.
La andaluza sonríe. La besa en la frente.
–Anda, bajemos.
–Vale.
Cuando su madre sube, Azu está en el baño. Lleva una bandeja con dos colacaos y dos bollos. Mira a Leia sentada en el alfeizar, que le devuelve la mirada seria. Mónica deja la bandeja en la mesa y le tiende el vaso. Ella lo coge sin dejar de mirarla. Incluso a Mónica se le hace a veces demasiado penetrante la mirada de su hija. Le ofrece el bollo, que ella acepta, y se sienta a su lado. Besa su sien.
–Lo siento por gritarte.
–Está bien.
Da un sorbo a su bebida.
–Gracias.
–No hay de qué, pequeña.
–No soy pequeña.
–Tienes veintiún años, eres pequeña.
–Bah.
–No es pequeña, es enana, sólo que ella no lo acepta –contesta Azu sonriendo al entrar, se sienta en la cama en frente de ellas.
–Te he traído algo de desayuno, Azu.
–Oh, muchas gracias.
La andaluza lo coge. Leia come sin apartar la mirada de su vaso, pues la cercanía de su madre la incomoda. Está esperando que le pregunte algo a lo que no quiera contestar o que le diga algo que no quiera escuchar.
–Oye, cielo...
Leia la mira por el rabillo del ojo y vuelve a mirar su vaso, tan seria como siempre.
–Te quiero.
Besa de nuevo su sien y baja del alfeizar.
–Pásalo bien con Azu.
Su madre se va. Ella mira a la rubia extrañada.
–Mi madre está rara.
–Tu madre se ha dado cuenta de que se había enfadado contigo por nada.
–No, no la avisé, ella tenía razón.
–Pero fue sólo un error tonto, pequeña...
–Lo que sea.
–Oye, cielo...
–¿Qué? –espeta borde, volviendo a mirarla.
–Yo también te quiero.
Lo dice sonriendo. Leia intenta no imitarla. Vuelve a mirar a su vaso. Azu sonríe observándola. Leia levanta la mirada hacia ella de nuevo. Ve su sonrisa y se muerde levemente el labio, mirándola con cariño. Respira hondo y suspira.
–Te odio mucho, puta.
Azu se ríe sabiendo que Leia lo dice por hacerle sentir tanto. Como le ha dicho antes a su madre, hay que saber cómo entenderla.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top