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Leia se quita las vendas de las manos. Aún le duelen un poco, pero cree que será capaz de ir a boxear después de verse obligada a pasar dos días en casa.

Escucha las llamadas a la puerta y baja corriendo las escaleras. Sólo hay alguien que venga usualmente de visita y llame en vez de entrar.

Abre y ve esa cabellera rubia que tanto le había faltado.

Su hermano se asoma para ver quién es.

-Hola.

-Sube arriba. Tengo que enseñarte algo.

-¿Qué...?

La pelinegra le da la espalda y sube antes de que ella pueda terminar la oración.

Cuando llega a su dormitorio, Leia empuja la puerta para cerrarla detrás de ella. La abraza y comienza a llorar.

-Hey... ¿Qué te pasa?

-Creí... Creí que simplemente eras demasiado buena como para decirme que no... Que por eso te habías ido, y que no volverías...

Azu sonríe levemente, no puede evitarlo. Leia, la fría Leia, la roca de Leia... Tenía miedo por no volverla a ver.

-No quise molestarte... Dejaste muy claro que no querías que lo hiciéramos, por eso no te llamé...Pero no te preocupes, Azu: podemos seguir siendo amigas. De verdad. No pasa nada. Ya lo sabes, no tiene más importancia... Sólo...

-Tranquila, no me volveré a ir. Bueno... O sí, pero mantendré el móvil encendido.

Leia sigue llorando con el rostro escondido en su hombro. Las gotas caen, pocas pero desangradas, desde sus ojos hasta la camiseta de la artista. Ella acaricia su espalda sonriente. No puede evitarlo: Leia llora por la frustración acumulada que ha tenido desde que se fue por pensar en no volverla a ver. Lo que comúnmente se llama llorar de felicidad.

-¿Puedo hacer algo para tranquilizarte?

La psicóloga tarda en responder.

-Sí. -Se separa de su hombro para mirarla Bésame por última vez.

Azu arruga la nariz, molesta. "¿Esque sólo me quieres por eso?" Aún así, asiente. Si eso es lo que quiere, se lo dará, y luego quedarán con una bonita amistad.

Leia le da un beso largo, cerrando los ojos. Cuando se separan, Azu se sorprende al ver una gran sonrisa en su acompañante.

-¿Ves? Por esto lo quería. Te echaba de menos. Sólo tú eres capaz de hacer esto -se señala los labios.

La rubia sonríe ampliamente. No puede evitarlo: pasa los brazos por el cuello de Leia, poniéndose de puntillas para quedar a su altura, y le muerde el labio inferior. Se vuelca a besarla, sus labios buscan eliminar cualquier milímetro, mientras sus pies se quedan en su sitio. Leia se da cuenta de que va a acabar tirándola como siga haciendo presión, así que levanta sus piernas, que Azu enrosca en su cintura. Aunque sorprendida, corresponde todos y cada uno de sus besos.

Cuando se separan, Azu lee en sus ojos sorpresa y desconcierto, aunque su cara está tan relajada como siempre, exceptuando sus labios: abiertos para recuperar el aire.

-Esto... ¿qué...? ¿Qué significa?

Incluso a Leia le resulta extraña esa pregunta en su boca. No está acostumbrada a no entender por su cuenta las intenciones de los demás.

-Has dicho que me echabas de menos, -Sonríe Azu- eso, viniendo de ti, es como la frase más romántica del mundo.

La pelinegra aparta la mirada, avergonzada. Azu sonríe y la besa en la mejilla.

-Lo siento, me descontrolé.

-Está bien.

-Realmente, aún no sé lo que quiero, Lei. Lo siento. Me volví a mi tierra para despejarme, porque necesitaba pensar, pero... No lo sé. No puedo decirte que sí, pero no quiero decirte que no. Lo siento. Necesito tiempo. O ayuda. Ya ni yo sé lo que necesito.

-Está bien.

-Vas a cansarte si sigues cogiéndome en brazos, Leia.

-No, tengo los brazos fuertes. Puedo aguantar mucho tiempo así. Pero si quieres, yo te suelto.

La sienta en su cama. La empuja un poco hacia adentro, Azu se deja hacer por curiosidad. Leia sube pasando por encima de su cuerpo y se tumba sobre ella.

-¿Sabes? Hay una buena manera de relajarse que ayuda a pensar...

La rubia comprende sus intenciones en cuanto ve la sonrisa pícara de la mujer.

-Leia, no...

La pelinegra empieza a jugar con el lóbulo de su oreja entre sus labios. Azu ahoga el ruido en su garganta y le golpea el hombro para que se detenga.

-¿Por qué no? Será divertido...

Leia le da una mordida suave en la parte superior de su cuello.

-Agh... Leia, detente. Escúchame.

Se incorpora para mirarla a los ojos, contradecida. Necesita sacar todo lo que ha estado conteniendo durante ese tiempo de alguna manera.

-Sé que para ti será una tontería... Pero siempre he pensado que no quería follar, que quería hacer el amor... Al menos la primera vez. Ya me quitaste la primera y ni siquiera la recuerdo, no lo hagas otra vez.

Leia aparta la mirada.

-Entiendo.

-No... ¡No! Escúchame. No quería decir eso. -Azu intenta que la mire empujando con su mano en la mejilla de la mujer. Leia tarda en ceder y sólo la mira de soslayo- Sólo digo que... Quiero estar segura de... esto antes de hacerlo.

Leia sonríe de medio lado.

-¿Es que hay un "esto"?

-No lo sé... Pero puede que lo haya. Déjame tiempo.

-Claro, princesa.

Azu parpadea extrañada por esa expresión en boca de Leia. Ella apoya la cabeza en su hombro, aún tumbada sobre su cuerpo.

-Pero admite que deseas este cuerpo de Afrodita.

La rubia se ríe. Sabe perfectamente que para Leia es mil veces más fácil hablar de sexo que de sentimientos, así que no le importa.

-Lo hago, lo deseo, no te lo niego. Pero quiero estar preparada antes de satisfacer ese deseo. ¿Sabes...? Es curioso, esta vez has sido tú la que ha parecido un tigre al subirte así sobre mí... -Leia no contesta. Entonces cae en la cuenta- Espera, no... Eres un erizo. Un erizo que busca cariño pero no sabe cómo.

Leia se incorpora sin dirigirle la mirada. Azu coge su muñeca con ambas manos antes de que termine de levantarse. La pelinegra tira sin hacer mucha fuerza, pero las manos de Azu se resbalan. Ésta ve que como siga tirando va a hincarse los pinchos de la pulsera que tiene justo debajo de sus manos, pero no la suelta. Tira hacia ella.

-Leia... Vas a hacerme daño.

Sigue sin mirarla, deja de tirar, pero no deja que Azu la acerque a ella.

-Leia... Por favor... Necesito un abrazo. Hazlo por mí. Fui a mi tierra para pensar, pero... Te echaba de menos, ¿sabes? Mucho de menos. Y... aunque mi familia y mis amigos son mucho de dar abrazos... No me servía. Por favor, ven. Ven, deja que te cuente algo, pero abrázame. Abrázame porque si no mis demonios lucharan por escapar y no voy a poder seguir hablando.

La pelinegra bufa porque es completamente consciente de que está consiguiendo que haga lo que quiere. Pero al menos ha cambiado el significado del momento: ahora no es ella la que busca cariño, es Azu la que se lo pide. Y ella se lo concede porque... Pues porque como se ponga a llorar la terminará echando. ¿No?

-¿Qué me das a cambio?

-Oh, venga ya. ¿No puedes dar un abrazo por hacerle un favor a una amiga?

-No. Eso no va conmigo.

-Vale... Ven y te doy un pico.

-Sólo tengo que conseguir que quieras callarme para que me lo des.

-¡Ven!

Leia vuelve a acercarse a ella y le da un pico en los labios.

-¿Sabes? No se deben usar estímulos de los que la persona ya pueda estar saturada como recompensas, porque dejan de funcionar... Pero nunca me saturaría de esto.

Acerca los labios a ella, pero Azu gira la cabeza y el beso cae en su mejilla.

-No vayas a saturarte.

Leia la mira con los ojos entrecerrados y comienza a levantarse.

-¡Hey! Abrázame.

Se tumba sobre ella con un bufido, pasando los brazos bajo su espalda, apoya la cabeza en su hombro. Siente que el pecho le va a explotar por todos los sentimientos acumulados, tanto buenos como malos; pero sobretodo malos. Azu rodea su cintura.

-Tranquila... No le contaré a nadie que tienes sentimientos.

-Ya.

-Y si entra alguien... Soy buena actriz. Me pondré a llorar y ya inventaremos algo. No es como si a Valeri no la abrazaras.

-¿Qué es lo que querías decirme, puta?

-Leia... Hasta prefiero que me llames princesa.

-Eres muy tiquismiquis, artista.

-Eso ya está mejor.

-En mi mente no te llamo de ninguna de las dos...

-¿Y entonces cómo?

-Te lo diré algún día.

-Oh, venga...

-¿No tenías algo que contarme?

-Sí, pero me resultaría más fácil si lo supiera.

-Eso es chantaje.

-Llámalo como quieras, pero me ayudaría.

-Que me lo cuentes si no quieres que deje de abrazarte, puta.

-En serio, ayudaría. Es más fácil que me sincere si lo haces tú primero... Y no creo que lo tuyo sea difícil de decir.

-Diosa. Te llamo diosa.

Azu la abraza más fuerte por unos segundos, obligándose a callarse el "ay, que te estrujo".

-Bueno... Fui a calmarme y a pensarlo tranquilamente... Pero... No debería haber ido allí. Me encontré con mi ex. Y eso lo empeoró todo.

-¿Por qué? ¿La extrañas?

-En absoluto. La temo.

-¿Por qué?

Azu coge aire y lo suelta lentamente. Busca la mano de Leia bajo su espalda. Cuando esta se da cuenta, la saca y se la da. La rubia entrelaza sus dedos. Leia los mira, le resulta extraño. Pasa su brazo hasta el otro lado de la espalda de Azu para que esta sienta que la abraza, aunque sepa que se le va a quedar dormido.

-Ella... Me pegaba.

Leia se incorpora de golpe, por puro impulso. No se lo esperaba.

-¡¿Que qué?! ¡Voy a matarla!

Azu sonríe levemente intentando tranquilizarla y le acaricia la mejilla.

-Tranquila... Imagínate que es algo que has leído en las noticias, que no soy yo.

-¡Aún así la mataría!

Azu suelta una risita nerviosa.

-Me ayudas más abrazándome.

Leia bufa y vuelve a su posición anterior.

-No creo que esto sirva para algo.

-Sí. Me ayudas a sentirme protegida.

Leia se queda callada. Alguien se siente protegido... por ella. Normalmente la gente siente que necesita que la protejan de ella.

-Bueno... Lo entiendo. Entiendo que verla te haya dado miedo. Pero Azu... Yo nunca te haría daño. No a no ser que sea porque se me vaya la mano en la cama.

-Como se te vaya en la cama ya te aviso que me acojonaré y me iré.

-Entonces tendré cuidado.

-¿A ti... te gusta el sado, Leia?

-¿Qué? ¡No! Sólo me gusta el sexo duro.

Azu la mira pidiéndole que le explique.

-Sí, quiero decir... En fin, ya sabes, algunas mordidas, un poco brusco... Mira: -Leia se baja un poco el pantalón, con lo que deja ver un moretón en su cintura- Esto es de la última vez que follé. Sólo eso.

Mira a Azu y ve sus ojos desorbitados. Empieza a entender hasta qué punto tiene miedo, se le ve en la mirada.

-Pero tranquila. -Vuelve a acomodarse sobre su hombro y pasa los dedos suavemente por su mano, acariciándole en la palma y entre los dedos- También puedo ser muy suave. Como si fuera uno de tus pinceles tocándote el cuerpo.

Leia pasa sus dedos por el antebrazo desnudo de Azuleima, rozándolo con la mayor suavidad.

-Leia... Te gustan los penes y te gusta el sexo duro... ¿Tú estás segura de que lo quieres hacer conmigo?

-Sí. Ya lo hice una vez.

Azu traga saliva. Ambas se quedan en silencio mientras Leia continúa acariciándole.

-¿De veras te acuerdas de eso?

-Sí. De cada segundo. Le he dado al replay varias veces en mi mente. -Azu vuelve a tragar saliva. Empieza a incomodarle la situación. No lo entiende- ¿Sabes? Me da igual que tenga que tocarte con delicadeza o que no tengas pene. Entonces no era igual, pero cada vez que vuelvo a imaginarlo, la sensación es mejor. Entonces fue una experiencia interesante, algo nuevo, por pura curiosidad. Ahora... Estoy rozándote con suavidad el brazo y ya es el mejor momento que he tenido en mucho tiempo. Me siento extremadamente bien cuando estoy contigo, aunque no seas un tío, aunque tú también tengas tus problemas... Eres la única que sabe entenderme. La única que me trata mayoritariamente de una forma que hace que me sienta cómoda. Que pueda sonreírle con sinceridad y no me odie acto seguido por ser tan débil. Haces que me sienta segura a tu lado. Y sí, también te temo. Te temo porque sé que has calado muy dentro, y que podrías romperme. Pero... No sé. Hay algo que hace que confíe en ti. Algo... Quizá en tu mirada, o en tu forma de hablar, o en cómo tratas a la gente. Pero ese algo hace que crea en ti. Y me da igual si ya no quieres besarme o si no eres un hombre, Azu. Quiero estar aquí. Incluso si me dijeras que no estás preparada y luego salieras con otra persona, seguiría a tu lado, hasta que tú decidieras echarme. ... No voy a hacerte daño, Azu. Jamás te pondría una mano encima si no es con tu permiso.

-Sí, pero... Eso dicen siempre, y luego...

-¿Me has visto mentir alguna vez?

-Sí. Dijiste que no te importaba que me fuera.

Leia sonríe. Pillada.

-Vale... Con algo que no tenga que ver con mis sentimientos.

-No lo sé.

-Bueno, yo te lo prometo. Es lo único que puedo hacer. Creerme ya es cosa tuya.

-Te he visto pegar con ira a una pared hasta hacerte sangre.

-Pero nunca he pegado a una persona, Azu. Bueno... Sí, lo he hecho. Pero era pequeña. Hace años que no lo hago y...

-Te he visto pegar a tu hermano.

-Sólo de broma, Az. Y sabiendo que no iba a hacerle daño de verdad. Si quisiera hacerle daño, lo destrozaría.

-Pero la ira...

-Jamás te haría daño, Azu. No sería capaz. Y ni siquiera bebo, así que no tienes por qué preocuparte por eso.

-Pero no controlas tu ira.

-Pero tú sabes cómo frenarla.

-No soy tan fuerte...

-Azu, si creyera que voy a hacerte daño, yo misma te pediría que te fueras. No sé si te haré daño psicológicamente, siempre lo hago. Pero físico... Te prometo que no.

-Si te enfado...

-Azu, ¿cómo fue la gota que colmó el vaso con tu ex?

Ella tarda en contestar. Leia le deja tomarse su tiempo.

-Estaba con mis amigas en un pub, sentada encima de una de ellas. Mi ex llegó y me pidió que saliera con ella para hablar. Me llevó a un callejón cercano y me gritó por estar con otra tía. Claro que yo soy muy cariñosa y sólo estaba con una amiga pero... Debería haberlo visto venir. Ella era alta y más fuerte que yo. El primer puñetazo me rompió el labio... No era la primera vez. Pero continuó la paliza. Recuerdo estar en el suelo y que llegaran mis amigos y la separaran de mí. Desperté en el hospital con un dedo roto. No pude volver a pintar en mucho tiempo.

-¡Joder, yo es que la mato! -exclama Leia volviendo a levantarse, con los puños apretados.

Azu la mira alzando una ceja.

-Pero jamás te pegaría a ti. Además, sabes que yo suelo tener relaciones abiertas, no me importaría. No considero a mis parejas como algo de mi posesión.

-Siempre hay algo que te haga estallar.

-Pego a la pared.

-¿Y si Valeri se me cruzara mientras estoy con la moto y la atropellara?

-No te mataría, los accidentes ocurren. Y entonces más que nunca te necesitaría a mi lado, porque eres la única con la que puedo llorar. Es o eso o tirarme a cinco tíos en una noche para que me hagan olvidarme.

-No sé... Yo...

-De todas formas, -Se coloca sobre ella, con los antebrazos levantándola y los ojos justo encima de los suyos- ¿cómo la dejaste llegar hasta ese punto?

-Mi ex había tenido muchos problemas desde pequeña. Su madre había muerto, su padre era alcohólico y ella había estado en un centro de menores durante algunos años. Se quedó embarazada con 14 y tuvo que abortar. Estaba hecha mierda. Después de cada paliza, siempre me decía que lo sentía, que se había descontrolado, que había tenido muchos problemas... Yo la perdonaba porque creía que estaba intentando cambiar. La quería. Y nunca se lo comenté a nadie.

-¿Y nadie se dio cuenta?

-Me solía pegar en el torso y en las piernas, la ropa lo tapaba. Y cuando me hacía daño en alguna parte visible, yo inventaba una excusa. No quería que la detuvieran. Creo que lo intuían, pero no podían saber nada claro.

-¿Qué pasó después de la última vez?

-La denunciaron y me mandaron a Granada con mi padre para alejarme de allí un buen tiempo.

-Tu madre vive en Sevilla y tu padre en Granada... ¿Verdad?

-Sí. Ella tiene una orden de alejamiento, no puede acercarse a mí ni a mi casa. Por suerte no le llegué a presentar a mi madre. Me aterraría saber que podría hacerle daño.

-¿Crees que sería capaz?

-Sí.

-¿Y por qué no la encarcelan?

-Está en libertad condicional. Si volviera a tocarme, la encarcelarían.

-¿Qué pasó esta vez?

-Mis amigos le advirtieron que llamarían a la policía si se acercaba.

-Entiendo...

Una lágrima resbala por la mejilla de Azu. Leia la mira a los ojos. Joder. Odia ver llorar y no sabe reaccionar ante eso.

Pero sí sabe hacer algo.

La besa en la mejilla sobre la lágrima y luego le regala un beso salado en los labios. Vuelve a mirarla a los ojos.

-Azu, por favor, no vuelvas a caminar por Sevilla sola... Y si tienes que ir y nadie puede acompañarte, me llamas a mí para que vaya contigo. No quiero que vuelvan a hacerte daño. -Aprieta la mandíbula y traga saliva, no quiere decirlo, pero sabe que a Azu le conviene- Me da miedo.

-No lo haré. ¿Sabes? Todos los moretones que he tenido yo, han sido por palizas. No sólo por mi ex... Antes de entrar al instituto, ya se metían conmigo porque era diferente. Un día me pegaron un empujón que dejó marcado mi brazo. Y en el instituto... Bueno. A puñetazos por bollera.

-¿Por qué te consideraban diferente en el colegio?

-Cosas de la vida.

-¿Por pelirroja?

-¿Cómo sabes tú eso?

Leia se encoge de hombros.

-Te he visto los pelos del coño.

Azu se pone completamente roja. La pelinegra suelta una carcajada.

-O sea, ¿que sí?

Ella mira hacia otro lado.

-Hey, mira. -Acerca su pie y señala la suela de su zapato- ¿Ves? Tienen varios centímetros de plataforma, aunque sean planos.

-¡Serás puta! ¡Y luego te metes conmigo!

Leia se ríe.

-Tranquila, aún así mido dos centímetros más que tú. ¿Así qué... te tintas por eso?

Azu asiente.

-Un graciosillo vio en Internet que los pelirrojos eran hijos del Diablo y todo ese rollo que se decía antiguamente. Me harté, y antes de entrar en el instituto me lo tinté. Ya no me imagino ni yo pelirroja.

-Mmm... Estarías muy guapa.

-¿Estás diciendo que ahora no soy guapa?

-No, sí que eres guapa. Pero lo serías más. Tú estás guapa de todas maneras, incluso con el pelo violeta, sólo que entonces estarías... un poco menos guapa.

Azu sonríe.

-Mira.

Aparta el pelo para que Leia mire las raíces.

-Es un tono bonito.

-Si tú lo dices...

-Que sí. Tú eres muy bonita.

Leia acaricia su mejilla. Azu sonríe y pasa una mano por la parte de atrás de su cabello. Sabe que para Leia es difícil decir algo como "eres bonita" en vez de "estás muy buena". Estira el cuello y deposita un beso en su frente.

-No parecemos amigas -comenta Leia.

-Puedo ser muy cariñosa con mis amigas.

-Vale, me corrijo: yo no parezco tu amiga.

Azu pasa las manos por su rostro acariciándola.

-Eres mucho más que eso.

Sigue acariciándola, Leia sólo la mira. Cuando posa la vista en sus ojos, se da cuenta de que eso son muchas muestras de cariño para Leia, que está luchando por no alejarse, y se detiene. Le da una pequeña mordida en el labio, como para contrarrestar.

-¿Sabes? Dices que no quieres hacerlo conmigo, pero antes te has lanzado a besarme.

-No es lo mismo. Me he liado con muchas tías en mi vida y no ha significado nada. Eso... Es distinto.

-Entiendo. Así que... ¿Debo esperar a creer que estás segura de que no te haré daño para pedirte salir o simplemente espero a que te tires a violarme?

Azu sonríe. Entiende que es su manera de preguntarle si quiere que vuelva a intentar pedírselo o si quiere que le deje espacio hasta que ella misma la busque.

-Eres psicóloga. Confío en que sabrás cuándo es el momento.

-Así que... ¿Soy el tío de la relación?

Azu se ríe y golpea con suavidad su mejilla.

-Eres gilipollas.

-Por eso te gusto. -Azu se queda mirando sus ojos- ¿Qué?

-Ojalá fuera sólo por eso.

Leia aparta la mirada, sabiendo que de no ser ella se hubiera sonrojado.

-No me tientes... Me das ganas de violarte.

-Creía que no me pondrías una mano encima sin mi permiso.

-Y no lo haré. Que tenga ganas esotra cosa. ¿Y... Tengo que esperar para besarte?

-¿Qué sentido tiene que seamos amigas si me tratas como si fuera tu novia?

-Pero ya nos besábamos antes...

-No me importa seguir con el juego.

-¿El cállame?

-Exacto.

-¿Juegas o has jugado con alguien más a algo así?

-No. Sólo contigo. ¿Y tú?

-Sólo contigo. ¿Por qué?

-No sé. Eres la única que lo ha empezado. Y es una buena forma de callar a una persona tan testaruda como tú.

Leia deja escapar una leve sonrisa.

-Cierto. ¿Desde el principio te gustaba besarme?

-Me divertía. Y además... Tienes un maldito cuerpo de Afrodita. Y besas bien. Pero nunca me había planteado que pudieras gustarme hasta que no me lo dijiste. En fin... Ya sabes: eres hetero.

-Sí. Soy hetero. Pero tengo una bonita excepción.

Azu sonríe.

-No parecemos amigas, no.

Leia se ríe.

-Pero te dejaré tu tiempo.

-¿Segura?

Asiente y vuelve a acomodarse en su hombro. Suspira.

-Hey... A ti te pasa algo.

Leia niega con la cabeza.

-No lo niegues, sé que sí. Mírame.

La ignora.

-Oh... Leia, por mucho tiempo que me des, no voy a alejarme. De verdad, te lo prometo. No voy a alejarme. Incluso si tengo que irme físicamente... Seguiré ahí para ti, para eso existe el teléfono. No voy a olvidarme de ti, y no voy a hartarme, te lo prometo.

La psicóloga no contesta nada. Mira las frases en su pared, intentando abstraerse.

-No me crees.

No consigue evadirse, pero sigue sin contestar.

-Al menos dime una cosa, ¿es eso, verdad?

-Sí.

-Wow, soy adivina.

Leia se ríe.

-Sí, ¿te has planteado ser psicóloga?

-Ay, no. Yo de mi pincel no me separo. Pero sí me interesa y he hecho varios cursos.

-Lo sé. Se te nota. Y me lo has dicho antes.

-Leia, escúchame.

-¿Qué?

-Mírame.

-No quiero.

-Hazlo.

-No quiero.

-Leia...

-No puedes obligarme.

-Por favor.

-¿Por qué?

-Porque siento que estoy hablando con una pared.

-Pobre tú.

-Leia, por favor, mírame.

-Déjame.

-No.

-¿Por qué?

-Porque me importas.

-Déjame.

Azu la empuja quitándosela de encima. Leia se queda bocarriba mirando hacia otro lado, creyendo que ya la ha hartado. Pero la rubipelirroja se coloca ahora sobre ella, buscando su mirada. Leia la evita. Azu pone ambas manos en sus mejillas con firmeza, cortándole todo el movimiento. Leia la mira con seriedad.

-No voy a hartarme de ti.

-Lo sé.

-Sé que muchas relaciones terminan rompiéndose, pero no siempre es así.

-Lo sé.

-Te aprecio tal y como eres, no voy a alejarme. Incluso si no consigo superar mi miedo.

-Lo sé.

-Leia, por mucho que digas que lo sabes, no voy a dejar de "regañarte". Tú y yo sabemos que sólo me cortas para que me calle, pero que realmente ansías que siga hablando porque confías en que pueda convencerte.

A la pelinegra se le escapa una sonrisa de medio lado.

-Joder, ¿lo he adivinado?

-Eres putamente cojonuda.

Intenta incorporarse para besarla, pero Azu la retiene apoyando su peso en sus hombros.

-Espera. ¿Qué tengo que hacer para convencerte?

-¿Crees que si lo supiera necesitaría ayuda? No sé, demuéstramelo.

-Valeri lleva toda su vida a tu lado y aún no te lo crees.

-Lo sé.

-Quizá el día en el que estés en la cama, al borde de la muerte, y yo esté a tu lado dándote la mano, o en que yo me esté muriendo y tú estés allí insultándome porque te vaya a abandonar, llegues a creértelo.

Leia sonríe.

-Posiblemente... Y hasta entonces...Tenme paciencia.

-Leia, no te haces una idea de cuánto teaprecio.

Ella se queda mirándola en silencio. Azu mueve su pulgar para acariciarla.

-Te prometo que no me iré a no ser que tú quieras que me vaya. Seguiré a tu lado, de una forma u otra.

-Vale. ¿Y yo cómo te convezco de que no voy a hacerte daño?

-No lo sé... Porque siempre me pasa lo mismo: si no me hacen daño físicamente, me traicionan o lo que sea, siempre tienen una personalidad escondida.

Leia suelta una carcajada sarcástica.

-¡Estás hablando con una persona que tiene mil corazas!

-Lo sé. Pero tú eres un erizo...Confío en que en la coraza está todo lo malo... Y que ahí dentro hay una persona realmente tierna. Yo la he visto. La veo cuando me miras a los ojos.

Leia sonríe. Es una sonrisa tierna y rota a la vez, una sonrisa que no dibujaba su rostro desde que el único ser que conseguía sacársela cuando tenía cinco años, su erizo, murió. La mira a los ojos, que en ese momento le parecen el cuadro más bello del mundo. Azu tiene la mirada perdida en los suyos, y Leia sabe que está viendo todo lo que ha causado en su interior con esa frase.

-Deshazte de la coraza... Consigue deshacerte de mi coraza... Y te prometo que jamás tendrás que temer porque vaya a herirte. Son mis pinchos los que hacen huir a todo el mundo.

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