Q

Azu coge su mano y vuelven a caminar por la calle, en silencio.  Esta vez sí es incómodo: Azu le está dando vueltas a la cabeza, está preocupada por Leia, y ella lo nota, lo que la agobia.

–Oye, Leia...

–Dime.

–Me pregunto... ¿Cómo conociste al hermano de ese tipo si él tenía veinte años y tú tan solo catorce?

Leia se muerde el moflete por dentro y mira hacia otro lado.

–Hey... Leia... –Acaricia su mano con su pulgar– ¿Sabes que puedes contarme cualquier cosa, no? Yo no voy a juzgarte.

La pelinegra se detiene y se pone frente a la rubia, obligándose a mirarla. Por una vez, quiere ver cómo reacciona, para decidir si continuar o no en función de sus expresiones.

–Él me encontró un día sola en la calle. Yo estaba sentada, llorando. Él me dijo que me enseñaría algo que haría que me olvidara de todos mis problemas

–¿Te ofreció sexo?

–No, cannabis. Yo fui tan tonta que lo acompañé hasta su casa, y ahí sí, me ofreció otra solución para olvidar: el sexo. Y desde entonces hasta ahora... Es mi mejor solución para olvidar.

Azu traga saliva mirándola, apenada. Acaricia su mejilla.

–¿Por qué necesitas olvidar, Lei?

La chica se queda unos momentos buceando en sus ojos. Ella no le presiona para hablar, deja su mano quieta sobre su mejilla para no molestarla. 

La galáctica coge aire y aparta la mejilla.

–Mira. –Leia le muestra sus antebrazos que, como Azu ya había notado antes, están llenos de cicatrices de todas las formas y tamaños.– Mi madre siempre creyó que me los hacía jugando, tirándome al suelo, porque era muy burra. Y más adelante que me los merecía por meterme en peleas o que me los hacía entrenando. No era del todo así...

–¿Tú...?

–No. Quería morirme, pero nunca lo he llegado a intentar. Mira: –Leia se señala una línea larga y mal trazada en el costado de su antebrazo– Fue un chico con el cristal roto de una botella. Me lo encontré por la calle y dijo a sus amigos "anda, miremos si la hija de Satán sangra". Claro que mis padres creyeron que había sido culpa mía, que me había metido con ellos. Siempre fui la chica problemática. A veces me quemaban con mecheros, con cigarros, diciendo que querían comprobar si absorbía el fuego como buen demonio. 

Azu traga saliva. La mira fijamente a los ojos. Le parece horrible, tanto que siente cómo le tiembla el cuerpo. Aún así, no titubea cuando pregunta:

–¿Por qué te llamaban así?

–Por mis ojos negros. Decían que eran el reflejo de la oscuridad del mismo Infierno.

Azu los observa. Siempre le han parecido muy auténticos, porque son tan negros que no se distingue el iris de la pupila. Son profundos y poseen un extraño brillo enigmático.

–Mi madre siempre pensó que era muy agresiva, fría y problemática. Supongo que por eso me odia tanto. Lo cierto es que yo no quería decirle nada porque mis compañeros me habían amenazado con que si decía algo irían a por Valeri. Val en aquella época apenas ni me hablaba, a no ser que estuviéramos Luke, ella y yo solos. Y aún así muchas veces jugaban ellos dos solos. Pero claro, no iba a dejar que dañaran a la hija favorita de mi madre, a la niña que siempre quiso tener. De todas formas, por lo que los chicos me decían, yo iba a ser siempre así: no habría ningún sitio donde la gente no me odiara.

Leia se queda mirando los ojos de Azu, que la miran tristes, decidiendo si continuar. Ella la mira con un nudo en la garganta, pero no dice nada para no interrumpirla.

–Claro que en todos lados era igual: Luke el hijo perfecto, Luke el popular. Valeri la niña perfecta, Valeri la amiga de todos. Supongo que por eso, entre otras cosas, cuando Valeri me dijo siendo más pequeñas que yo le gustaba lo primero que pensé, después de asombrarme y de que no me gustaba y que era mujer, fue que sería insoportable tenerla de novia. La tendría todavía más hasta en la sopa. Y ya tenía bastante Val en todos los aspectos de mi vida.

–Pero tú la amas...

–Sí. Me preguntaste si no te dañaría si tuvieras un accidente y mataras a Valeri. Sé que es cruel, pero he llegado a pensar que hasta me aliviaría. No me he ido de esta puta ciudad que tanto odio sólo porque sé que ella me necesita, que no sería la misma si no me tuviera aquí a su lado. Di mi vida por ella cuando era pequeña. Todas las excusan eran iguales: si no haces esto, Val lo pagará, si te quejas, si dices la verdad, si te chivas, si haces aquello, si no haces lo otro... Val lo sufrirá.

–Joder...

–Sí. Y luego llegaba a casa y mi madre repetía siempre "tendrías que ser más cariñosa, como Valeri", "tendrías que ser más responsable, como Valeri", "tendrías que ser más aplicada, más cuidadosa, más esto, más lo otro, como Valeri".

–Debiste llegar a odiarla.

–No lo hice. Ella no me había hecho nada directamente. Sólo... Ser tan perfecta que todo el mundo la adoraba. Claro que cuando no me comparaban con ella era con Luke, el chico perfecto. Hasta algún profesor me dijo "que pena que no seas como tu hermano".

–Menuda manera de minar la autoestima...

–Sí. Total, el hecho es que me corté el pelo porque las chicas me tiraban de él en clase para hacerme daño.

–Pero tú estabas en clase con Valeri, ¿no? ¿Ella nunca dijo nada?

–No. Yo nací a principios de año del año siguiente a Valeria, por lo que nos llevamos meses, pero yo estaba en un curso menor. Me adelantaron un año por "superdotada". Lo que nadie sabe es que yo misma le robaba los libros a mi hermano e intentaba entenderlo todo, y estudiar con tal de que me subieran de curso.

–¿Y entonces te dejaron tranquila?

–No. En clase ya no se metían tanto conmigo porque la mayoría eran amigos de Valeri, pero aún así lo hacían muchísimo. Además yo no quería juntarme con Valeri, aunque ella quisiera, porque no quería que la vieran conmigo y la insultaran a ella también. Con una ya había bastante. Y fuera, en el recreo, también me insultaban. Tenía a todo el puto colegio en mi contra. Hasta Luke y Valeri sabía que me decían así. Y no los culpo de no hacer nada a pesar de saber que me marginaban: eran solo críos y creían que algo habría hecho, ya que era muy rara. Los amigos de mi hermano me llamaban roca y él les reía la gracia, todavía me llama así. Además, no sabían hasta qué punto llegaba.

–¿Y hasta qué punto...?

–Siempre he odiado ser tan pequeña y tan delgada porque podían manejarme como una a muñeca y hacer conmigo lo que quisieran. Mi familia se enfada porque me cabreo cuando mi hermano me levanta de la cintura. Lo que no saben es que me da pánico. Odio que me hagan cosquillas. Cuando era pequeña me tiraban al suelo y me hacían cosquillas para que no me escapara, mientras que otros me escupían y me echaban barro y cosas asquerosas encima. Odio los abrazos, y es que siempre me sujetaban abrazándome para que otro pudiera pegarme, me agobia porque siento que no puedo escapar, que no puedo huir, y me siento asfixiada. Odio llorar porque era muy sensible, y de pequeña lloraba con el simple hecho de que me dijeran "tonta"... Ellos me pegaban un puñetazo con cada lágrima...

Leia ha dejado de mirarla a los ojos, ya no es capaz. Ha cogido sus manos entre las suyas. Se siente fatal, como si todos sus demonios volvieran. Como si la rodearan. Se siente de nuevo pequeña e indefensa, como si toda aquella gente estuviera a su al rededor ahora, amenazándola.

–Un día unos chicos mayores me cogieron entre dos y el tercero intentó manosearme. Por suerte aquella vez sí pasó un profesor cerca, que se dio cuenta. Ellos dijeron que yo había empezado, que estaba de acuerdo, y todo el mundo se lo creyó. Yo no dije nada. Las chicas me llamaban puta y zorra constantemente, así que cuando llegué al instituto ya me daba igual lo que me pudieran decir: me iban a decir zorra de todas formas. Así que me tiré a sus novios. Y ya no me enorgullezco.

Azu se muerde el labio y aprieta su mano. Jamás se había imaginado que el pasado de Leia hubiera sido tan duro hasta ese punto. Siempre se la ve tan segura...

–Quiero morirme desde el día en que nací. Y no es una exageración. Todos los días, todos los putos días, me decían que me muriera, que les haría un favor al mundo, a mis padres, a Valeri, a Luke... A todos. Que me suicidara. Una vez un niño dijo "enseñémosle cómo se hace" y me hirió con sus tijeras. No fue nada profundo pero... –Suspira– Entré en el gimnasio porque estaba harta de no poder defenderme. Una vez, ya siendo adolescente, un chico que estaba conmigo en el colegio me insultó por la calle, le estrellé contra una pared y casi lo mato a puñetazos si no llegan a sujetarme... Y me empecé a vestir de negro y dar miedo porque así los alejaba. Yo no quería aislarme y estar sola... Pero si veían que podía ser tierna no sólo se acercaba buena gente, sino también los que quisieran usarlo en mi contra. Odio los gestos de cariño porque me hacían ver débil, porque demostraban un punto débil. ¿Sabes que con Valeri nunca se han metido por ser lesbiana? Bueno, yo soy hetero, y cada vez que rozaba lo más mínimo a Val me llamaban bollera, me decían que estaba enamorada de ella y me esperaba una paliza. Si tocaba a una chica me llamaban pervertida, y me "castigaban". Yo sólo... –Leia empieza a sollozar sin poder evitarlo– Yo sólo quería ser yo y juntarme con alguien, ser como los demás, tener algún amigo, pero no podía... Porque era tan tímida que no sabía defenderme, y ellos tenían mil excusas para meterse conmigo... Era tan débil... Y ya no puedo dejar de ser así, porque me da miedo. No soy dura. Ni valiente. Sólo finjo serlo para protegerme. Quiero morirme desde que tengo recuerdo y no he sido capaz ni de intentarlo. Y si ahora volviera a sentir todo lo que he estado bloqueando creo que me moriría de tristeza, de agobio y de miedo. Y por eso amo tanto mi coraza, me mantiene con vida.

Azu niega con la cabeza aguantándose las ganas de llorar. Intenta tragarse el nudo en su garganta y la abraza.

–Dios, Leia... Lo siento... Pero ahora nadie va a hacerte daño, te lo prometo. No se lo permitiría... Y ya somos adultos, la gente no es tan cruel... Dios... Lei, no sabes cuando lo siento. Mi niña...

La pelinegra solloza sobre su hombro levemente. No es capaz de soltarse y llorar del todo. Le duele el pecho, siente aprisionado el corazón. Hacía años que no se permitía pensar en todo aquello.

Azu acaricia su cabello y pasa una mano por su espalda, pegándola a su cuerpo, intentando que se sienta protegida. 

–No sabes cuánto lo siento, amor... Ojalá hubiera estado ahí...

–No es por nada, princesita, pero tú eres aún más pequeña que yo –intenta bromear.

–Sí, pero yo hubiera ido desde un primer momento a chivarme si te hubiera visto así... ¿Nadie sabe nada de esto?

Lei niega con la cabeza.

–Saben que se metían conmigo, pero creen que fue algo leve. Nico sabe algo más, pero poco. Nadie sabe hasta este punto...

–Quizá deberían saberlo...

Leia niega.

–No. Valeri se culparía toda su vida porque la usaban como excusa. Mi hermano por haber estado tan cerca y no haberse dado cuenta, no haberme protegido. Mis padres por echarme la culpa de todo. Mamá siempre ha dicho que nadie me soportaría por ser tan fría... Yo soy tan fría porque si no estaría muerta.

Azu la abraza más fuerte por unos segundos . Siente el corazón roto. Leia ha dejado de llorar, pero se siente completamente destrozada. Es la primera vez que dice algo de esto en voz alta.

–Lei...

–Dime.

Se separa un poco de ella y coge sus mejillas para que la mire.

–Yo te amo, mi princesita fría. –La besa– Y amo tus ojos negros. –Besa su nariz mirándolos– Y te amo tierna, y fría, y seria, y alocada... Eres tan fantástica... Dios, como odio que hayas tenido que pasar por todo eso...

–Gracias...

Una nueva lágrima resbala por la mejilla de Leia. Azu la besa sobre ella y la abraza.

–Puedes decirme cuándo te estoy agobiando con mis abrazos, ¿vale? Te prometo que no voy a molestarme. Y te prometo que puedes contarme cualquier cosa y no voy a juzgarte... –La mira– Leia... No fue tu culpa. Esos idiotas te eligieron a ti como pudieran haber elegido a cualquiera. Y lo siento tanto...

La andaluza no puede evitar dejar salir las lágrimas que ha estado aguantando.

–No pasa nada... Ya pasó...

Leia limpia sus mejillas y la abraza. Lloran juntas, y por una vez, a Leia se le hace hasta bonito. Ellas llorando en mitad de una calle con personas ajenas a su vida que las miran y se inventan miles de historias de por qué estarán así. Alguien que la ama llorando por el simple motivo de que le duele verla triste. De que le importa. Y no se mete con ella, no la juzga, ni siquiera intenta decirle que deje de llorar, que no se preocupe o que no le de tanta importancia. No. Llora con ella. Y sabe que, mientras Azu la consuela a ella, ella también está consolando a Azu, porque la mujer es muy sensible y le duele que haya pasado por todo eso, sí, pero también porque Azu ha debido recordar sus propios demonios.

Son tan parecidas... Y Azu no se había dado cuenta nunca de que Leia cargaba con tanto. De que la chica follaba tantísimo por olvidar y porque era el único momento en el que podía interactuar con alguien sin palabras, sin sentimientos, sin que la estuvieran juzgando, sabiendo que lo estaba haciendo todo bien. De que no se cree superior a los demás, sino que se hace creer a sí misma que lo es con tal de no hundirse, y a los demás con tal de que no se atrevan a pegarle. De que no es fría y cruel, de que es quizá tan sensible como ella, pero tanto que necesita refugiarse de sus propios sentimientos. De que sus motivos para estar así son aún más grandes de lo que pensaba. De que ni siquiera sus mejores amigos de siempre, Luke y Valeri, han sabido apoyarla en ningún momento importante de su vida. De que se siente culpable de ser como es, pero no sólo de la parte aportada por la coraza, sino también de todo lo que hay debajo de ella.

Azu la mira y la besa. Es un beso salado, bañado por las lágrimas de ambas.

–Te amo... –susurra Azu.

–Te amo... –contesta ella con voz ronca.

La rubia parpadea asombrada y la mira a los ojos. Ahora los suyos brillan de ilusión, y se fuerza por no sonreír. Leia se ríe y se seca las lágrimas.

–Sí, lo he dicho: te amo.

Acaricia su cuello y la besa. Azu se abraza a su cuello profundizando el beso. Leia vuelve a reír. La mira a los ojos acariciando su flequillo.

–¿Qué? –pregunta la mayor.

–Que no sabes hasta qué punto te agradezco que aparecieras en mi vida.

–¿Porque te di el mejor polvo del mundo?

Leia suelta una risita. La besa en la frente, pasando la mano por la parte de atrás de su cabello.

–Porque eres lo mejor que me hubiera podido pasar. Contigo... Me siento segura. Y querida. Es como si amaras todas mis imperfecciones.

–Y las amo. –Sonríe– Te hacen ser más tú.

La pelinegra sonríe de medio lado mientras una lágrima cae por su mejilla. La besa.

–Ojalá no te vayas nunca.

–No lo haré. No dejaría escapar tan fácilmente a la persona a la que amo.

–La persona a la que amas es hija del infierno –medio bromea queriendo saber su respuesta.

–Bueno, a mí también me llamaban hija del Infierno, así que formemos un Imperio aquí en la tierra.

–¿Sabes?

–Dime.

–Amo que seas tan cursi.

Azu se ríe, siendo callada por los labios de Leia. Acaricia su mejilla mirándola a los ojos.

–Así que... ¿Puedes ser todavía más tierna?

La galáctica sonríe de medio lado.

–Te dejo a ti el honor de descubrirlo. Si alguien es capaz de atravesar completamente mi coraza, creo que esa eres tú.

–¿Por qué?

–Porque confío en ti... Porque pondría mi vida en tus manos y no me preocuparía.

Los ojos de Azu se apagan por un momento.

–Antes has dicho que te querías morir...

–Ya no... Tú me has mostrado lo que significa la palabra "felicidad".

La rubia sonríe mirándola. Es tan adorable... Y se siente importante sabiendo que es la única persona que ha podido calarle tan dentro, después de tantas parejas que ha tenido Leia, de tantas personas a las que ha conocido. Aún no entiende por qué, pero se siente asombrosa.

–¿Y antes... por qué no lo hiciste?

–Porque Valeri me necesitaba... Y no iba a dejar a mi niña sola. ¿Quién la cuidaría desde la distancia, mirándola como un poste de brazos cruzados, entonces? Me daba miedo lo que podría pasarle si ya no me tenían a mí para usarme como saco de boxeo.

–Dios... Es que eres tan noble...

–No blasfemies.

Azu se aguanta la risa.

–Por Satán –responde.

Leia se ríe.

–Así me gusta, princesa. Aunque si tú eres mi diosa... Creo que a partir de ahora tendré que decir "por Azuleima".

–¡¿Te como la cara ya o qué?!

Leia se ríe.

–¡Adelante!

–¿Puedo hacerte una pregunta?

–Dime.

–¿Por qué yo?

–¿Por qué tú qué?

–¿Por qué he sido la única que ha podido abrirte un poco?

–Porque eres la única que ha intentado entenderme sin prejuzgarme. Los demás siempre esperaban algo de mí, y eso me agobia. Tú no esperas nada. Sólo conocerme cada día un poco más. Y, haga lo que haga, sé que tú te lo vas a tomar a bien porque forma parte de mí. Eso me hace estar más tranquila. Además de eso... Eres la única que es capaz de entenderme. Confío en que pase lo que pase me comprenderás y sabrás como actuar, porque tú siempre lo haces.



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