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Están de vuelta en la habitación de Azuleima.
–Dime que no tienes más planes por hoy.
–He quedado esta noche con mis amigos.
–No puedo, Az. Estoy muy nerviosa. Conocer a tanta gente junta me sobrepasa.
La rubia se queda mirándola unos segundos, acariciándose la barbilla. Se acerca a ella y le quita la camiseta, Leia la mira extrañada.
–Al suelo.
–¿Qué?
–¡Soldado, al suelo! ¡Cien flexiones!
Leia sonríe de medio lado y hace lo que le dice. Le encanta que la chica la conozca tan bien. Después de hacer unas cuantas bajo la mirada de la rubia, quien se entretiene mirando su espalda, se detiene para mirarla.
–Súbete.
–¿Segura?
–Sí, súbete. Túmbate.
Azu se tumba en su espalda pasando los brazos bajo su cuello, sin abrazarse para no cortarle el movimiento. Leia continúa haciendo flexiones. La rubia tiene que admitir que le agrada sentirle tan cerca, notar el cuerpo cálido de Leia bajo ella. Ve cómo todo su al rededor parece subir y bajar con los movimientos de la galáctica y le hace gracia, porque sus emociones no han hecho más que subir y bajar desde que conoce sus sentimientos por ella. Escucha la respiración entrecortada de la menor, y no puede evitar pensar en esa misma respiración en un escenario distinto, sobre una cama quizás. Incluso le gusta sentir el olor de su sudor. Y es una buena solución para que la deje sentirla cerca sin agobiarla.
Tras quién sabe cuántas flexiones, Azu le pide que pare, la besa en la base del cuello y se pone de pie.
–Levanta.
–¿Qué?
–Venga.
Leia observa con el ceño fruncido cómo su novia coge el colchón de su cama, llevando consigo las sábanas, y lo pega a la pared. Apoya su espalda en él de forma que se quede firme.
–Ya tienes tu propio saco de boxeo –dice señalando el otro lado del colchón.
La pelinegra sonríe y la besa. Le encanta que la conozca tan bien, que sea tan atenta. Se pone en la parte más alejada del colchón y le da puñetazos. Azu saca su móvil y pone Shape of you de Ed Sheeran. Leia sonríe de medio lado y golpea al ritmo de la música. Azu guarda su móvil y la observa. Está muy cerca de ella, pegando puñetazos, pero sabe que tiene cuidado de no golpearla. Mira sus ojos, que muestran concentración y cariño. Sus labios muestran una leve sonrisa. Leia no le haría daño. No, no lo haría.
Como a mitad de la canción, Leia la mira y se acerca a ella. Apoya sus manos en el colchón a los lados de su cabeza y la besa. Azu rodea su cuello con sus brazos, correspondiéndole. Leia pasa sus manos bajo su camiseta, haciéndole sentir cómo todo su cuerpo se revoluciona bajo su contacto. La pelinegra se pega más a ella, empujándola contra el colchón. Azu muerde su labio antes de volverla a besar.
–¿Pero qué hacéis que parece que se va a caer la casa?
Es su madre quien abre la puerta, que ha notado cómo los golpes retumbaban en la pared a pesar del colchón. Se queda mirándolas con una ceja alzada. Leia se aguanta la risa separando los labios de los de Azu, ella ríe. Sí, es una situación extraña.
–Es que a Leia le gusta hacer boxeo para relajarse... Y le dije que usara el colchón.
–Sí, ya, boxeo... –replica en coña su madre mirándolas de arriba a abajo.
–Mamá, créeme, aún no soy tan rara como para poner la cama en la pared para follar.
–Ah, ¿pero es que tú follas? –dice Leia sonriendo de medio lado.
Se separa de ella y recoge su camiseta.
–Espera. –La para la madre alzando una mano.
Leia la mira. Su posiblemente futura suegra está examinando su torso, tapado sólo por un sujetador negro deportivo. Sí, todo muy normal.
–Joder, pero sí está más fuerte que tu padre.
–Sí... –contesta Azu asintiendo como "ya te digo yo que sí".
Leia se aguanta la risa y aprieta todos los músculos del torso, los brazos y el cuello.
–Wow... –Mira a su hija– ¿Y no te da miedo?
–Me daba –responde ella sin dejar de observar a Leia–, ya no.
La galáctica sonríe. Azu se separa del colchón y su madre pone una mano en él antes de que este se caiga. La joven se sube a los barrotes de su cama para coger algo que está en la estantería de arriba, entre los libros. Baja y le tiende una foto de unos jóvenes en la piscina a Leia.
–Mira, –Señala a una chica– esta es mi ex.
La chica en cuestión le saca como tres cabezas a Azu. Es, posiblemente, más fuerte que cualquier mujer que haya visto Leia, a pesar de sus frecuentes visitas al gimnasio. También más alta, grande, corpulenta. No puede evitar imaginar a esa mole de músculo enfrentándose a la pequeña artista. Siente cómo se le acaba el oxígeno en el pecho.
–Joder...
La mira. La rubia tiene esa mirada paralizada de miedo que le suele ver cuando recuerda a su ex.
–Tú me quitaste mis cadenas... ¿Puedo hacer algo?
Azu asiente con la cabeza.
Leia corta la parte de la foto en la que sale su ex. Deja el resto de la fotografía en la mesa.
–¿Tienes un mechero?
Su madre se lo da. Leia coloca el mechero debajo de la fotografía y tiende ambos objetos a su novia. Azu lo observa y respira hondo. Asiente cogiéndolos.
–¿Vamos fuera?
Leia asiente y le coge la mano. Su madre las mira con cariño, la nueva novia de su hija le da buenas vibraciones. Salen al patio.
–¿Preparada?
Azu asiente. Coge la fotografía. Leia levanta su mano de forma que esté delante de su mirada, con el rostro de su ex y esos músculos de vértigo mirándole. Azu traga saliva y enciende el mechero. Ambas observan cómo se incendia. Leia sopla las llamas antes de que lleguen a los dedos de Azu. Ya sólo quedan cenizas.
La artista respira hondo, suelta el aire y sonríe. Se abraza al cuello de su novia besándola. La mira a los ojos.
–Te amo.
Leia sonríe y le devuelve el beso.
–Iba a preguntar... Pero creo que esa es Leia.
Se giran. Un amigo de Azu se asoma al otro lado de la verja del jardín.
–Sí. Y Leia se tiene que ir a darse una ducha –responde la aludida.
–Anda, tira –contesta Azu dándole una palmada en el trasero.
Leia le da un beso corto en los labios antes de irse.
Cuando vuelve a la entrada diez minutos después, hay más gente. Traga saliva y se acerca a ellos.
–Así que esta es la famosa Leia –comenta una chica.
Ella saluda con la mano.
¿Por qué Azu tiene tantos amigos? ¿Y tantos familiares? ¿No podría ser un poco más solitaria?
La artista sonríe y vuelve a usar sus dedos para poner los labios de la pelinegra en forma de sonrisa al tiempo que le coge la mano para que salude con más viveza. Leia se aguanta la risa.
–Serás...
Se da la vuelta para cogerla, pero ella sale corriendo. Leia la persigue levantándola por la cintura. Azu suelta una carcajada. La menor sonríe levemente y la suelta dándole un beso en el cuello.
–¿Vamos? –pregunta.
–Coge tu guitarra, Azu –propone un chico.
Ella asiente y entra en la casa. Leia traga saliva. Ya ha vuelto a dejarla sola con desconocidos. Se queda mirando el suelo como si este fuera lo más interesante del mundo.
–Bueno, por si no te lo ha comentado Azu –dice un chico–, mientras la mayoría de los jóvenes van a pubs o discotecas nosotros nos distraemos cantando en un descampado porque vivimos en un pueblo alejado y a tu novia no le gusta ir a la capital. Somos un poco hippies.
Leia sonríe de medio lado. Aún se le hace raro que alguien más llame a Azu como "su novia".
–Por cierto, yo soy Richard.
–Encantada –levanta un poco la mirada para quedarse con su cara y le tiende la mano.
La artista sale con su guitarra a la espalda y una sonrisa en su rostro. Leia sonríe levemente al verla. Le gusta verla tan feliz.
–¿Vamos?
–Claro que sí, guapa –responde Richard dándole un toque en el trasero.
Azu se ríe y golpea su hombro.
Leia se absorbe en su mundo de camino al descampado. Los jóvenes hablan mientras ella mira todo a su al rededor sin enterarse de nada. Eso la tranquiliza.
Cuando llegan se sientan en círculo. Una chica coge a Azu de la cadera antes de que esta se siente en el suelo para que se siente sobre sus piernas. Abraza su cintura.
–Jo, te he echado de menos, enana.
Ella se ríe.
–Y yo a ti, Raquel.
Leia se da cuenta de que sus amigos la observan, como queriendo saber si le dan celos. No le extraña después de lo que le pasó con su ex. Incluso le parece tierno que se preocupen así por ella. Lo que no sabe es cómo reaccionar para que se note que no le importa.
Entonces se da cuenta de que allí no tiene ningún rol, que nadie se espera que reaccione de una manera o de otra, porque no la conocen. Además, posiblemente no los vuelva a ver, y si lo hace, ellos no le harían daño porque quieren a Azu y saben que es importante para ella. Así que... ¿Qué importa cómo actúe?
Respira hondo relajándose y mira a Azu sonriendo. Ella sonríe cuando se da cuenta.
–¿Y tú por qué sonríes tanto?
–Es que así se te ve más pequeñita todavía. Es adorable.
Azu se sonroja. Raquel se ríe revolviéndole el pelo.
–Te recuerdo que soy mayor que tú, enana.
–Que seas vieja no significa que no seas adorable.
Se ríen viendo las mejillas sonrojadas de Azu. A Leia le encanta que se sonroje tan fácilmente.
–¿Eres más pequeña que Azu?
–Por un par de años.
–Casi tres. ¿Tú cumples veintidós el año que viene, no?
–¿En serio no te sabes el cumpleaños de tu novia, Azu? –le chincha Richard.
–Eh... Pues no.
Leia se ríe.
–Es en febrero. Y sí, veintidós, viejita.
–Ay, pero qué pequeña –dice Zacarías.
Leia ha descubierto que el joven es el primo de Azu que le saca cuatro años. Lo que significa que tiene veintiocho.
Sí, hasta ella se siente pequeña si lo piensa.
Azu se levanta de las piernas de Raquel y se sienta al lado de Leia, sacando su guitarra. Empieza a puntear.
–¿Os cantáis algo? –pregunta.
–Canta tú, prima, ya hace mucho que no se te escucha por estos lares.
–Ojalá algún día dejes de hablar tan raro.
–Déjalo, es de letras –se mete Javi.
–¿A que te pego, científico?
–No os peléis, chicos –dice otro de sus amigos.
Azu empieza a cantar Quiero aprender de ti de El canto del loco y deja a su primo con las palabras en la boca, sin llegar a replicar. Los que se saben la canción cantan (o por mejor decir gritan) con ella, estropeando bastante su hermosa voz.
Como todos, Leia la observa mientras canta. La diferencia es que Leia la observa con un cariño y una fascinación infinitas.
Azu termina riendo nerviosa, por lo que deja de cantar.
–¿Quieres dejar de mirarme? Me vas a desgastar.
–Es que eres muy bonita.
–Cállate.
Sus amigos se ríen al verla nerviosa y sonrojada. La mirada de Leia tiene ese efecto en ella.
–Cállame.
–No quiero.
–Vale, bonita.
Azu se ríe y le tapa la boca con la mano. Ella se aguanta la risa y le lame la mano.
–¡Blaaagh! ¡Pero no saques la lengua!
–Ya deberías saber que que me calles tiene ese efecto en mí.
–¡Leia!
Se ríe golpeando su hombro.
Richard se aguanta la risa.
–Es gracioso ver a un moco como Azu pegando a alguien con músculos que se queda como si le estuviera pegando un bichito.
–Tu amiguita me maltrata físicamente. No hay día que no me pegue. Se aprovecha de que sabe que yo no se la devolvería y claro...
Azu le saca la lengua y le golpea el hombro. Leia se aguanta la risa.
–Suele pasar... Hasta que te harta y le terminas dando tú –comenta Zacarías.
–Na', Leia es la mujer más paciente que conozco.
–Falta me hace para soportarte.
–¡Ooooyeeee!
Vuelve a golpearla y Leia se ríe. Le resulta un tanto incómodo saber que sus amigos están tan callados porque prefieren estar pendientes de lo que diga ella, pero intenta mantenerse tranquila.
–Venga, Leia, cántate tú algo –dice uno de los amigos que aún no reconoce.
Ella niega con la cabeza.
–No sé cantar.
–Ni tú ni nadie –dice otra chica–, sólo Azu sabe cantar aquí.
–Es que sólo me sé canciones de rock... Y eso no es que se pueda cantar muy bien que digamos.
–Leia.
Azu empieza a tocar con su guitarra. Leia sonríe de medio lado al reconocer la canción. Joder, se muere de vergüenza.
–No sé si pensar... Si eres el ángel que cuida mi camino. No sé si pensar, si me merezco todo este cariño. ¿Qué haces de mí que me regalas tu verdad y tu cielo...?
Azu empieza a cantar con ella La suerte de mi vida del Canto del loco para no dejarla sola. La mira a los ojos mientras tanto, descubriendo ese brillo cariñoso en los suyos.
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