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Vas a la casa de Melca. La tuvieron alquilada un tiempo, ahora que se han quedado sin inquilinos han aprovechado para venir unos días a ver a la familia.
Estás nerviosa. No la ves desde hace medio año.
Tiene que estar muy cambiada. Al menos, tú lo estás.
Llamas a la puerta.
La rubia te abre. Se sorprende al verte, no le has avisado de tu visita. Sonríes tímidamente, sin saber muy bien cómo saludarle. Ella te mira de la misma manera, dudando. Tras unos segundos incómodos de completo silencio, abre lentamente sus brazos. La abrazas.
–Me alegro de volver a verte, Meca.
–Lo mismo digo, Val.
Escuchas pasos acercándose.
–¿Qué pasa? ¿Quién es?
Cruzas la mirada con unos ojos aguamarina. Claro. Desvías la mirada y ves a Kike. Menuda reunión.
Ahora entiendes por qué Melca te miraba como si no debieras estar ahí. Ambos se han quedado parados al verte.
–Hola, Valeri.
–Hola. Yo... Ya me iba.
–¡No, Val, espera!
Ignoras a Melca, alejándote de allí.
Leia y Azu se acercan a la puerta. Intercambian una mirada.
–Ya voy yo –dice Azu antes de seguirte.
Melca mira a la pelinegra frunciendo el ceño.
–¿Y vosotras dos qué hacéis aquí?
–Sabía que Valeri vendría a verte –responde ella apoyándose en el marco de la puerta–. Y sabía que la cagaría de alguna manera. Tengo una mejor amiga muy gilipollas.
–¿Y por qué es gilipollas, si puede saberse? –pregunta su madre, que se ha asomado al oír el grito de Melca.
–Porque no puedes esperar que una persona te espere toda su vida cuando no haces nada para que se quede en ella en el presente.
La mujer asiente. Mira a la muchacha de arriba a abajo. La conoce desde que era una cría rebelde e iracunda. Ahora parece una mujer responsable, alegre, serena. Sus ropajes oscuros han sido sustituidos por tonos claros que realzan su tez morena.
–Te veo cambiada.
Leia asiente.
–El amor cambia a la gente.
–¿Has encontrado por fin a un chico decente?
–No. He encontrado a una persona que me quiere y me comprende como ningún hombre lo ha hecho nunca. Yo no sé si Dios existe, pero si existe creo que enviarme a conocerla ha sido su manera de demostrarme que la vida vale la pena. ¿Sabe? A veces la familia no se trata de criar hijos, sino de encontrar a aquella persona que te hace sentir en tu lugar seguro entre sus brazos.
La mujer sonríe levemente y asiente. Mira a su hija.
–Lo sé. Lo comprendí el día en que vi que la sonrisa volvía al rostro de Melca cuando se encontró con Ali.
La joven de ojos aguamarina la observa patidifusa, al igual que la rubia.
Ella se ríe por sus caras.
–¿Qué creíais, que no me había dado cuenta? Soy tu madre, ya sé que estáis juntas.
La pareja deja escapar el aire al notar su tono desenfadado.
–He hecho galletas. ¿Quieres pasar, Leia?
–Creía que tenía una orden de alejamiento con su hija.
–¿Sabes? –observa de nuevo a Melca– El amor por una hija también te cambia. Las paredes de nuestro piso en Londres no son buenas, os he escuchado hablar infinitud de veces... Sé que no eres una mala influencia para ella.
Leia sonríe de medio lado. Es una sonrisa sincera, feliz, agradecida.
–Me encantaría quedarme con vosotros, señora. Pero creo que debería ir a ayudar a mi chica con nuestra niña grande.
–Suerte.
Leia echa un vistazo a los jóvenes.
–Buenas, Kike. Ali, Sam me ha dicho que si te veía te recordara que dormirá con Marco esta noche.
Posa sus ojos sobre los ojos miel de Melca y le sonríe.
–Me alegro de verte, enana. –Le da un abrazo rápido y revuelve su cabello– Vendré a verte antes de que volváis a Inglaterra.
–Más te vale. Te guardaré galletas.
Leia sonríe. Se despide con un gesto de la cabeza.
Sale corriendo tras vuestros pasos, a buscaros.
Llama a Azu, quien le indica que está regresando a la casa de Melca. Se encuentran a mitad de camino.
–¿Qué ha pasado?
–No ha querido escucharme. Me ha dicho que la dejara en paz y se ha ido. Dice que no le importa.
Leia hace una mueca.
–Esto va a ser más duro de lo que me pensaba...
–El desamor es duro.
–Y Valeri muy dramática.
–Menos mal que no me conociste a mí en mi época mala.
Leia sonríe de medio lado.
–Te hubiera sacado del hoyo.
–¿Cómo?
Leia pone cara de pensativa. La coge de la cintura y la levanta del suelo, como si la sacara de un agujero.
Azu se ríe.
–Eres gilipollas.
–¡Encima de que te saco de un hoyo imaginario! ¡No hay derecho!
Azu se ríe.
–Cállate...
Se apoya en el pecho de la pelinegra y la besa.
–Valeri saldrá de ahí. Verás como sí.
–Eso espero...
–Verás como sí. Oye, antes me encontré a Zahara y las chicas, me dijeron que fuéramos para allá cuando te encontrara. ¿Te apetece?
–Claro.
Caminan hasta una pequeña plazoleta. Zahara está de pie en frente de un banco, donde están sentadas Leonor y Fabiola.
–Hola, gentecilla –saluda Leia.
–Se dice "hola, putas", no blasfemies –la corrige Zahara.
Ella se ríe. Se quedan de pie al lado de Zahara, Leia con los brazos por encima de los hombros de Azu, abrazada a ella desde su espalda.
–¿Cómo os va la vida? –pregunta Azu.
–Peor que a vosotras seguro –contesta Leonor observando la sonrisa de Leia sobre el hombro de Azu– ¿Pero qué le has hecho?
–Es que el sexo me sienta muy bien.
Azu le da con el codo, aguantándose la risa.
–Auch.
–Las diosas han consumado –comenta Zahara–, ¿qué saldrá de ahí?
–Adoptaremos un perro, se llamará Hércules y salvará al mundo con sus patitas de dios perro –responde Leia. Se ríen– Nah, en realidad de la diosa Afrodita y la diosa artista debería salir un arma de destrucción masiva, alguien tan potente que todo el mundo se quede prendado de ella y que pueda controlar el mundo usando el amor de forma destructiva: todos querrían hacer lo que les pida así que sería la dueña del mundo.
Se ríen.
–Menuda imaginación –dice Leonor.
–¡Yo prefiero la idea del perro! ¿Por qué tenemos que destruir a todo el mundo?
–Porque son muy putos –contesta Leia encogiéndose de hombros, como si fuera muy lógico–. No, a ver, piénsalo: estarían todos tan ocupados adorando a nuestro bastardo que no habría guerras ni nada.
–Es un plan retorcido pero quizá funcione –comenta Fabiola entre risas.
–¿Sabéis que es lo mejor de todo? Que la diosa Afrodita me pidió consejo a moi, así que estoy por encima de Afrodita –comenta Zahara.
Lo admito, es un buen motivo para chulear, no podía callárselo.
–¿Que qué? –pregunta Azu divertida, intentando volverse para mirar a Lei.
Ella aparta la mirada vergonzosa.
–Eres la Afrodita bollerística.
Azu se suelta de su abrazo para darse la vuelta y mirarla.
–¿En serio le pediste consejo?
–Hasta la gran Leia tiene sus inseguridades –comenta Zahara.
–Eh... Lo había hecho miles de veces con tíos, pero no con tías. –Se encoge de hombros– Nunca viene mal preguntar a una experta.
–¿Me estás diciendo que Zahara sabía que yo iba a perder la virgninidad antes que yo?
Estallan en carcajadas, incluida la artista. Leia se seca las lágrimas de la risa.
–Ay... Oye, Zahara, ¿cómo te va con el tema de las exs?
–Con la puta de Celia ya no me hablo. Es que tiene cojones ponerme los cuernos tantas veces y volver a pedirme perdón. Que le den. Lo de María fue un rollo y me dio bastante igual que se fuera, la verdad. La única que me da pena haber roto la relación es Linda, pero bueno, si tuvo que ser así por algo será –contesta la chica con su optimismo habitual–. Ahora, que se ha mudado una chica en frente de mi casa que... Oh... ¿Sabéis esas novelas de Wattpad que se titulan Mi vecina, Sexo con mi vecina, Enamorada de mi vecina y cosas así? Pues adivinad quién va a ser la próxima protagonista –Se señala con ambos pulgares poniendo morritos.
Se ríen.
–Me parece que Val y yo soltamos a la fiera cuando la convencimos de ir a hablar con sus padres.
–Completamente. Está siguiendo mis pasos. Si hasta se parece a mí –Leia hace como si se secara una lágrima, como si eso la emocionara.
–Bueno, ¿pero es que ya has hablado con ella? –pregunta Leonor.
–No. Quita el título de Enamorada de mi vecina y hallarás la respuesta.
Se aguantan la risa.
–O sea que está buena.
–Tiene dos pedazo de tetas... Ufff... –Mira a Azu– Tendrías que verla.
La artista se aguanta la risa.
–¿Quien te dice que tú y yo tengamos el mismo gusto?
–Bueno... Yo también le daría a tu novia.
Vuelven a reír.
–¡Tú le darías a cualquier cosa que se mueva, Zahara! –replica Leonor.
–Y cualquier cosa que se mueva me daría a mí –contesta Leia llevándose una mano al pecho–; así que esa prueba no vale.
Azu asiente con la cabeza.
–Joder, entre Valeria que es una santa y la artista que es una salida pero no comenta, me voy a tener que buscar una nueva amiga lesbiana.
–Te la follarías y se alejaría –responde Fabiola.
–¡Una con novia!
–Están Ali y Meca –comenta Leia.
–Más santas todavía... Por cierto, –Mira a Leia a los ojos, gesticulando con las manos– esas dos están juntas, ¿verdad?
–Sí.
–¡Toma! Es que lo sabía. Las shippeaba mucho.
La pelinegra se aguanta la risa.
–¿Y qué piensa hacer Melca con sus padres? –pregunta Fabiola.
–Al parecer ya la aceptan.
–Menos mal.
–Sí.
–Yo sigo sin entender que Leia esté tan feliz de la vida y nosotras tan solas. ¿Por qué se han invertido los papeles? –pregunta Fabiola.
–No estáis solas, tonticas. No tener pareja no significa estar solas –contesta Lei.
–Lo que sea.
–Yo prefiero estar soltera –contesta Zahara encogiéndose de hombros–, no necesito a nadie más para ser feliz. Tengo a mis amigas, a mi familia, y si quiero alegrarme las vistas miro por la ventana a la vecina.
Se ríen de nuevo.
–Zahara, por Satán, que vas a acabar por superarme.
–No, cariño, a ti no te supera nadie en pervertida.
Zahara niega con la cabeza.
–Leia, yo aún puedo contar a las tías con las que he estado con los dedos de las manos. Y sólo he estado con una a cada vez, Señorita Orgías. Y no hago competiciones de calientapollas.
–Bueno, por ahí se empieza. No todo el mundo puede llegar a mi nivel así de rápido... De todas formas, yo en el último medio año sólo me he acostado con un tío y me he liado con tres. He bajado muchísimo el ritmo.
–¿Y a que se debe eso? –pregunta Fabiola mirando directamente a la aritsta.
Leia se encoge de hombros y abraza a su chica por la espalda.
–Ya no necesito olvidar. Ni necesito que un hombre me mire para sentirme valorada o útil. Ni que me toque para intentar llenar el vacío en mi interior. Ahora no necesito buscar mi felicidad fuera de mí.
Besa la cabeza de Azu.
–¿Entonces... te retirarás del mercado? –pregunta Zahara.
–No, por Satán, sigo amando el sexo. Y los penes.
–Aún me resulta extraño que tú, siendo como eres, hayas acabado con una mujer –comenta Leonor.
–Hay una diferencia muy grande entre tener sexo y hacer el amor, entre entregar tu cuerpo y entregar tu alma, entre pasar un rato y pasar la vida. Para lo primero, te atrae el cuerpo. Para lo segundo, te atrae el interior.
–Entonces... ¿Te enamoraste de mis intestinos? –pregunta Azu.
Leia se aguanta la risa.
–Exactamente. Tienes unos intestinos de campeonato.
–Oye, ¿y Val? Echo de menos meterle mano y que me pegue. Cada vez la vemos menos.
–Si quieres verla, ve a su casa sin invitación. Quizá le siente bien.
–¿En qué está tan metida para estar siempre tan perdida?
–En su propia coraza...
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