L

Estás en los jardines universitarios, esperando a la hora con los brazos cruzados. Joder, ¿por qué no pasará más rápido el tiempo? Deberías haberte quedado durmiendo un rato más. Si hubieras podido, porque te has despertado antes de que suene el despertador.

Ves la moto amarilla y negra de Azu aparcar. Bufas. No tienes ganas de hablar con nadie. Quieres estar sola, como siempre. Empieza a hartarte que la gente te busque. Tú sólo quieres disfrutar de tu soledad olvidándote de todo un rato.

Leia baja de la motocicleta. Le da un beso a Azu. La ve marchar. Camina hacia la facultad. Cuando te ve, sonríe y te saluda con la mano. Se acerca a ti andando más rápido, da un par de saltitos.

Tú sigues con tus brazos cruzados, tu rostro serio y tus ojos apagados.

–¡¿Quéeee paassaaa, putaaa?!

–Hola.

–¡Arriba ese ánimo, Val!

–¿A qué viene tanta felicidad?

–Ayer hice seis meses con Azu.

–Oh. Cierto. Enhorabuena.

–Gracias. Fue genial.

–¿Qué hicisteis?

Ves la enorme sonrisa de Leia en su rostro. En otro momento, te habrías alegrado por ella. Pero ya no te afecta nada.

–Fuimos a su casa. Le hice su comida favorita, me hizo un rap y luego... Bueno, nos lo hicimos todo.

Frunces el ceño.

–Tuvimos nuestra primera vez de verdad. Y... aaaaahssggg. Me encanta.

Enamorá.

Leia se ríe.

–Lo estoy. Pero como para no estarlo. –Te abraza de pura alegría, levantándote del suelo– Alegra esa cara, mujer.

–Es martes. Hay clase. Tengo sueño. No hay ganas.

La pelinegra te saca la lengua.

Ali llega de la mano de Sam. Carlos se acerca a vosotras.

 –¡Hooola, putos!

 –Hola, Lei. ¿Qué tal fue tu mesniversario? –le pregunta Ali.

 –Genial.

 –¿No la ves? –comenta Carlos– Si parece humana y todo.

Leia se aguanta la risa. 

–Estoy feliz.

–Me alegro mucho por ti, Lei –le dice Sam con una sonrisa sincera.

–¡Aaaayyy, que nuestra niña se hace grande! –exclama Ali revolviéndole el pelo.

Leia se agacha para esquivarla. Se esconde detrás de ti, haciéndoles reír.

Tu reloj suena.

 –A clase.

Te alejas de ellos sin más. Leia te observa alejarte. Se acerca a ti y coge tu mano, reteniéndote. La miras.

–Valeri... Te echo de menos.

–Estoy aquí.

–Ya sabes a lo que me refiero.

–Sigo aquí.

La pelinegra suspira bajando la mirada. Niega con la cabeza. Te abraza.

Le correspondes ligeramente.

–Leia... Llego tarde a clase.

Ella asiente. Te mira a los ojos, que siguen apagados. Le duele verte así y no saber qué puede hacer para solucionarlo. Besa tu mejilla.

–Ten un buen día, Val.

–Igualmente. Ah, dale la enhorabuena a Az de mi parte.

 –Por supuesto. Hasta luego, pequeña.

"Princesa: ¿Cómo va la mañana?

Leia: Con el profesor más aburrido del mundo.

Y echo de menos tener a mi más bonita excepción a mi lado.

Princesa: Awwww.

Sólo me quieres porque sin mí te aburres.

Admítelo.

Leia: Claro.

Es que reírse de ti es demasiado divertido.

Princesa: ¡Lo sabía!

Leia: ¿Podemos vernos luego?

Princesa: Sabes que estoy muy ocupada, Lei. Nos vemos este finde.

Leia: Por favor... Sólo ven a recogerme, déjame cinco minutos de tu tiempo.

Princesa: Está bien.

Te veo a la salida.

Leia: Gracias, preciosa.

Princesa: De nada, idiota."

Azu sabe que a Leia le pasa algo. Si no no insistiría tanto.

Mira su reloj y suspira.

Todavía le queda mucho para salir.

Aparca la motocicleta. Entra en los jardines universitarios. Leia está sentada en un banco. Se sienta a su lado y apoya la mano en su rodilla.

–¿Qué tal el día, amor?

–No ha estado mal.

–Dime, ¿qué te preocupa?

–Val... Cada vez está todavía más retraída.

–¿Tenías un plan para eso, no?

–Sí... Pero no sé si lo solucionará.

–Tranquila, si no, probaremos con otra cosa. Con el tiempo volverá a ser ella misma.

–Eso espero... La echo de menos. 

–Lo sé, cariño.

–Hoy se lo dije.

–¿El qué?

–Que la echo de menos.

–¿Y qué te contestó?

–Que está aquí.

Azu bufa haciendo una mueca. Está complicado.

–Echo de menos que sea tan pesada y tan ñoña que dan ganas de vomitar.

–Dale tiempo, Lei...

–Ya lo he hecho. –Bufa– Siempre quise protegerla de todo para que no se perdiera a sí misma. Y ahora... Ya ni yo misma reconozco a mi niña. No sé en qué me equivoqué.

–No te eches la culpa, Leia. Lo ha pasado mal, y se lo ha tomado aún peor. No ha sabido salir de una forma sana para adelante. Pero sigue apoyándola y lo conseguirá.

La pelinegra hace un mohín. Se apoya en su hombro. Azu acaricia su cabello.

–¿Te llevo a casa?

–Sí, por favor.

Se levantan. La artista acaricia sus mejillas. La besa. Mira a sus ojos con una sonrisa reconfortante, que se refleja en los labios de Leia.

–Mejorará.

 –Eso espero.

Leia agacha la mirada. Hace una mueca de asco.

Azu sigue su trayectoria, viendo un cigarrillo.

–¿Sabes? Siempre he pensado que si no fuera por lo de mi tío me habría dado a la droga y a la bebida. Menos mal que no lo hice. Si no a saber cómo estaría ahora.

–Sí...

–Espero que Vale no lo haga...

–No lo hará. Tranquila, Lei. Valeria tiene las ideas muy claras con respecto a eso, y... De todas formas tú la vigilas de cerca, y si lo probara la matarías.

–No lo dudes.

–Anda, vamos a casa.

–Sí.

Leia entrelaza los dedos con los de Azu dirigiéndose a su moto. Aparta un pequeño rizo anaranjado de su ojo. Sonríe. Siempre le ha gustado ver los destellos que le saca el sol a su cabello, ya que le recuerdan que ella es la luz que alumbra su vida.

Sabe muy bien lo que es la oscuridad. Y por eso mismo no quiere que tú caigas en ella.

Te mereces ser feliz.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top