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Do you ever feel like breaking down? Do you ever fell out of place? Like somehow you just don't belong and no one understand you...

–Me cago en la puta... –exclama Leia al escuchar Welcome to my life de Simple Plan.

–No lo cojas –se queja Azu entre sus piernas.

–¿Y si es importante?

La artista bufa mientras Leia coge el móvil de la mesita de noche.

Menudos momentos tienes, Val...

–¿Sí? ¿Es urgente?

–¿Podemos quedar?

–En serio, Val, ¿es urgente?

–¿Por qué? ¿Interrumpo algo?

–Estoy con Azu...

–Ah, claro, cómo no... –replicas molesta.

–...entre mis piernas. En serio, ¿es urgente?

–¡Leia! –exclama la artista.

Tú ríes al otro lado de la línea.

–"Indirecta" pillada. Luego te llamo.

–No, te llamo yo, tú estate quieta.

Vuelves a reír y cuelgas la llamada. Leia deja el móvil en la mesita de noche. Azu está roja.

–¿Qué? Era una misión de máxima necesidad que entendiera que estaba en algo importante.

La artista se ríe.

–Estás loca...

Trepa hasta llegar a su boca y la besa acariciando su cuello. Leia está completamente desnuda sobre su cama. Ella, completamente vestida.

–Forma parte de mis increíbles encantos.

–Debe ser así, porque me encantas.

Leia sonríe y vuelve a besarla.

–Oye, puedes seguir por donde ibas, ¿eh?

–No sé... Convénceme...

La pelinegra se aguanta la risa y la empuja tumbándola sobre la cama. La besa jugando con su lengua y acaricia la cadera de la artista. Ya se ha dado cuenta de que las tiene muy sensibles. Se tumba encima de ella pegando sus cuerpos todo lo posible mientras besa y pega lametones a su cuello. 

–Lei... –Gime– Tengo un trabajo que terminar ahí abajo...

La pelinegra sonríe levemente de medio lado. Se quita de encima de Azu tumbándose a su lado. No tarda ni dos segundos en notar cómo estimula su clítoris, que late pidiendo más. Ahoga un gemido al sentir la lengua de Azu jugando con sus pliegues, gemido que deja escapar cuando sus dedos se introducen en su interior.



Leia abre lentamente los ojos. Siente el brazo dormido. La cabeza de Azu está apoyada en el, quedando su rostro justo en frente del suyo. Las piernas de la artista están dobladas poco por encima de las suyas. Sigue desnuda, y Azu vestida con su ropa, que está totalmente descolocada.

Pasa lentamente la nariz sobre la de la artista hasta que llega a besarla. Cuando Azu abre los ojos, le sonríe.

–¿Sabes? Me parecería magnífico dormir la siesta contigo así todos los días.

Azu suelta una risita. La besa. Mira sus ojos con cariño acariciando su cabello.

–Te quiero, idiota.

Leia le devuelve el beso.

–Princesa.

–Dime.

La pelinegra se da cuenta de que simplemente no tenía nada que decir.

–¿Sabes cómo estarías todavía más guapa?

–¿Cómo?

–Sin esto...

Leia toca su camiseta haciéndole cosquillas. Azu se ríe.

–No, me queda muy bien.

–En algún momento tendrás que devolverme la ropa... ¿No?

Azu sonríe con picardía, mirándola fijamente a los ojos.

–Bueno... Supongo. Pero he de advertirte de que puede que haya estropeado un poco tus pantalones.

Leia suelta una carcajada. Enreda los dedos en su pelo rizado besándola. Se queda mirándola a los ojos a milímetros de ellos.

–¿Qué?

Leia respira hondo. Abre la boca para responder. Suspira y niega con la cabeza.

Azu sonríe con ternura.

–Yo también te quiero.

Leia sonríe y vuelve a besarla.

–Bueno, ¿en algún momento tendremos que salir de la cama, no?

–No...

–¿No decías que era muy vaguita por querer estar todo el día en la cama?

Leia se tumba encima de ella.

–Vale, nos vamos de aquí en cuanto consigas escaparte.

Azu se ríe.

–¿A que te hago cosquillas?

–No. Por favor, no.

La artista hace un mohín.

–Entonces me he quedado sin armas... Porque tampoco llego a tu cuello...

Leia se ríe.

–Lástima.

–Mmm...

La artista consigue sacar una mano de debajo del cuerpo de Leia. Apenas puede moverla porque tiene la parte superior del brazo aprisionada por su novia; pero consigue levantarla lo suficiente como para apretar su trasero.

–Ah...

–Si me sueltas te suelto.

–Ufff... Me da que no, princesa.

Azu se ríe. Besa su cabeza acariciando su costado. Deja caer la cabeza sobre la almohada y bosteza.

–Oye, que si te duermes no tiene gracia.

La artista cierra los ojos. Respira profundamente, señal de que se está quedando dormida.

–Oye, ¿me estás escuchando?

Leia se incorpora para quedar sobre su rostro y poder mirarla.

Azu aprovecha que ya no la está aprisionando para empujarla, tirándola al otro lado de la cama. Se sienta sobre su abdomen con las manos en sus hombros.

–¡Ja! ¿Quién está encarcelada ahora?

Leia se aguanta la risa.

–Si querías irte de la cama, deberías haber aprovechado para escaparte, princesita.

Azu se queda parada al darse cuenta de que tiene razón: a Leia no le costaría nada quitársela de encima y volverla a aplastar.

–Ups.

Ambas se ríen. Azu sonríe aún más al ver a Leia descojonándose sin parar, hasta que termina llorando de la risa. Cada vez que mira los pelos de loca de Leia, quien está sentada a horcajadas sobre su abdómen, vuelve a empezar a reír.

A los minutos, cuando consigue parar de reír, sonríe ampliamente observándola con cariño.

–Voy a tener que tocarte más a menudo, ¿eh?

–¿Por qué?

–Tienes una risa preciosa... –Acaricia su mejilla– Y me encanta tu sonrisa.

Leia sonríe de medio lado mirándola con ese halo de misterio suyo.

–Entonces sólo necesitas pasar tiempo conmigo, princesita.

La pelinegra vuelve a reír sin querer. Ya ni ella encuentra el motivo.

–Dios, no reía tanto desde que era una cría...

Azu sonríe.

–Pues espero que se te haga costumbre, porque no me importaría tener tu risa como sinfonía de mi vida.

Leia la mira pícara, sonriendo. Se aguanta la risa.

–¿Qué? –pregunta Azu.

–Cursi.

La artista pone los ojos en blanco.

–Gilipollas.

La pelinegra se echa a reír. A Azu se le contagia la risa. Se tumba sobre ella para abrazarla. Leia hace la croqueta para quedar sobre ella, sin dejar de abrazarla ni de reír.



Respiras hondo y suspiras. Ya hace horas que llamaste a Leia, y tú en serio necesitas hablar con ella.

Que sí, que será por el mismo tema de siempre pero...

Necesitas que Leia te tranquilice.

Que te diga qué hacer.

Supones que después de tanta juerga se le habrá olvidado llamarte, porque ya hace horas de aquello. Deben haber cambiado de actividad.

Tienes el teléfono entre las manos. Llevas más de media hora así, sentada con tu mirada clavada en la pantalla, pensando en si llamar.

Pulsas el botón de llamada.



–Val... No te lo vas a creer pero... –Se escucha algo– Espera, lo pongo en altavoz. Azu, ¿cuáles son tus impresiones de esto?

–¡¿Val, por qué eres tan jodidamente inoportuna?! –Se queda un momento callada– ¡Blagh, tengo un pelo tuyo en mi boca!

Leia se descojona.

–¡No hacía falta dar tantos detalles! –te quejas.

–Aaaah... Le va a quedar trauma... –dice Leia entre risas.

A su risa se suma la de Azu. Al final tú también acabas riendo.

–No, vale, ya habíamos acabado... otra vez. Pero lo del pelo es cierto –comenta la pelinegra sin dejar de reír.

Sólo escuchas risas a través del altavoz.

–Ay... Joder... Estáis fatal.

Te contestan riendo más fuerte.

–De la olla... Vale, os hablo luego.

Cuelgas el teléfono. Te ríes.

Va a ser verdad eso de que la felicidad es contagiosa.

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