H
Suena Shape of you de Ed Sheeran a todo volumen. Leia sujeta un chupito sin alcohol en su mano, que sólo toma por la incomodidad de estar en un sitio así sola y sin estar haciendo nada. Observa su entorno, buscando su presa: algún chico atractivo y con ganas de juerga.
Ve como una rubia se acerca a ella bailando. Es entre sexy y un pato con poca estabilidad. Un grupo de tres chicos y dos chicas se ríen detrás de ella, mirándola. La rubia tiene la camiseta sujeta a la espalda de forma que se le ve el vientre: un vientre normal, del montón, algo sobresaliente; pero con una marca que Leia no es capaz de identificar con la poca luz del lugar.
–¿Te vienes con nosotros, chica? Este no es lugar para que una damisela ande sola.
Leia la mira alzando una ceja. La muchacha lleva un botellín de cerveza en la mano. Su ropa consiste en una sudadera amarrada en la espalda y unos vaqueros demasiado anchos, junto a sus botines deportivos. Su pelo rizado y corto se esconde en gran parte bajo una gorra roja, dejando escapar parte de su flequillo.
–Apestas a alcohol.
La otra se ríe.
–Como todo en este sitio, muñeca. Ups, –Se lleva una mano a la boca– siento mis modales, el alcohol me suelta un poco la lengua.
Leia se aguanta la risa. Su acompañante tiene una sonrisa bonita, de dientes blancos desordenados, con colmillos grandes y paletas pequeñas.
–Tranquila, no importa. ¿Estás intentando ligar conmigo?
–¿Ligar? ¡No! No quiero novia. Me niego a entablar una relación.
–Tienes tus demonios... ¿eh?
La sonrisa resplandeciente se borra por unos segundos, al tiempo que una sombra pasa por sus ojos, que conectan con los de Leia.
–Muchos. Bueno, me llamo Azuleima, ¿y tú?
–¿Azu... qué?
–Azuleima.
–Un nombre bonito. No lo había escuchado nunca.
–No te hagas la tonta, que no estoy tan borracha. ¿Cómo te llamas?
Leia se ríe. Frunce el ceño, extrañada por haberse reído.
–Leia.
–¿Como la de las películas?
–Sí.
–¿Y si me llevas en tu nave y vemos las estrellas? ¿No te parecen asombrosas? Tienen que tener tantas historias que contar... Viendo nuestro diminuto mundo desde siempre, cada cosa que hacemos... No me importaría ser una estrella.
Leia le dirige una sonrisa ladeada. Estrellas. Esas amigas silenciosas que siempre le han acompañado. Que la salvaron del precipicio.
–Te pegaría.
–¿Ser una estrella?
–Sí.
–¿Por qué?
–Bueno, eres rubia y tienes una sonrisa brillante.
Azuleima entrecierra los ojos quedándose seria.
–¿Me estás tirando?
–No. Yo tampoco quiero novia.
La mujer le dirige una sonrisa.
–Está bien. ¿Quieres que te enseñe una cosa?
–¿El qué?
–Venga, es una sorpresa.
–No me gustan las sorpresas.
–No temas, no voy a morderte.
–¿Quién ha dicho que me asuste que me muerdas? –replica Leia alzando una ceja, en un gesto sensual.
Azu se ríe.
–Creída. No te mordería ni aunque me pagaran.
–Ya lo veremos...
–¿Me estás retando?
–No, pero quizás tú me retes a mí.
La rubia se ríe de nuevo. Tiene una risa bonita. Mejor que la música que sale de los altavoces. Lástima que estos la tapen.
–Espera aquí.
–¿Y si no lo hago, qué?
–Te perderás una oportunidad en tu vida. Y créeme, la vida no te da tantas oportunidades de probar algo nuevo como dicen. Al final la rutina siempre gana.
Leia espera por el simple motivo de que, con esas frases, la chica le ha demostrado que puede tener una conversación profunda e interesante con ella. Mientras tanto, Azu va a decir a su grupo que se va a tomar el aire. Al volver, le dirige una sonrisa a Leia, que la espera con los brazos cruzados.
–¿Así que no has huido?
–No me das miedo.
–Raro sería que lo hiciera –contesta poniendo su mano en el brazo de la pelinegra, midiendo su músculo.
Leia se aguanta la risa.
–¿Segura que no estás tan bebida?
–No. Sólo un poco.
Azu coge dos botellines de cerveza antes de salir del lugar y guía a Leia entre unas callejuelas que bordean el local. La galáctica empieza a dudar si debería darse la vuelta e irse. La mata la curiosidad, pero también la desconfianza.
La rubia se detiene ante una escalera de metal, pegada en vertical a la parte trasera del pub.
–Sujeta –le pide tendiéndole uno de los botellines.
–Yo no toco eso.
–Oh, venga, ni que vayas a contagiarte por cogerlo.
–Que no.
–Cobardica.
Leia bufa. Acaba cogiéndolo. Azu suelta el nudo de la sudadera para meter el botellín en el bolsillo de esta y comienza a subir. Leia la ve desaparecer en el tejado. A los pocos segundos, vuelve a bajar. Coge el botellín de Leia para meterlo en su bolsillo y le indica con la cabeza la escalera.
–¿Por qué tendría que subir?
–Porque estoy tan borracha que te estoy invitando a pasar a uno de mis lugares favoritos sin apenas conocerte.
Leia se ríe.
–¿Y por qué me invitas?
–Por las estrellas.
La psicóloga la mira a los ojos, pensativa. Azu tiene una mirada sincera, alegre. No deja de sonreír. Leia acaba haciéndole caso y sube las escaleras. Azuleima la sigue de cerca.
Al subir, sólo puede ver un tejado normal. Azu se levanta a su lado y coge su mano.
–Tranquila, confía en mí.
Leia se calla el hecho de que no confía en nadie y que odia que la toquen y la sigue. Caminan con cuidado por el bordillo hasta la parte más protegida de las luces de la ciudad. Azu se tumba, a pesar de que el tejado está inclinado y no es para nada seguro. Leia sonríe para sí, es el tipo de locura que sólo ella entiende. Se tumba a su lado. La rubia levanta una mano señalando al cielo.
–¿Ves? Las estrellas. Supe que a ellas les gustarías. Te están sonriendo.
Leia se ríe.
–¿Y por qué les gusto?
–Porque eres única.
–¿Cómo lo sabes?
–Me diste la razón cuando hablé de las estrellas. Te lo vi en los ojos.
–Estás loca.
–No. Soy artista. Disfruto de la libertad de crear historias y mundos allá a donde vaya.
–¿Artista? ¿Estudias en Bellas Artes?
–Algo así.
–¿Y qué haces?
–De todo.
–¿De todo?
–Sí, desde crear nuevos significados para palabras antiguas hasta dibujar mundos pasando por dar a luz personas que sólo viven en mi mente. Y eso sin dejar de lado las historias. Las historias... Le dan sentido al mundo.
Leia observa sorprendida cómo Azuleima saca del bolsillo de su pantalón un abridor para quitar la chapa de la botella. ¿Irá con eso a todas partes? Está claro que el alcohol la hace divagar demasiado. Suerte que uno no se emborracha con cerveza... ¿no?
Claro que Leia no se hace una idea de todo lo que ha tomado Azuleima antes de comenzar con su vieja amiga la cerveza.
–Me refiero a cómo lo haces: pintas, escribes...
–Ya lo sé, pero darte esa respuesta iba a ser demasiado poco original.
Azu le regala una sonrisa que tiene parte de infantil e inocente y parte de la locura del gato Cheesire, achinando los ojos. A Leia le gusta su respuesta, por lo que no no sigue indagando.
–Y bien, rubia... Si dices que puedes crear lo que quieras, entonces, ¿qué es la realidad?
–Nada.
–¿Nada?
–Así, en general, nada. Individualmente, todo.
–Explícate, anda.
–He dicho exactamente lo que pretendía decir.
La pelinegra observa asqueada cómo da un trago a su cerveza, pero no se aleja porque le interesa la conversación: ha visto una chispa de inteligencia diferente a la que está acostumbrada en los ojos de Azu. Además, le atrae la incertidumbre de no saber qué sea lo próximo que salga por su boca.
–Que tú lo digas no significa que yo lo haya entendido.
–Exacto. Y por eso mismo ahora acabamos de crear dos historias diferentes: la mía con mi explicación, y la tuya con la interpretación de la que la hayas dotado.
Leia sonríe. Tiene razón.
–¿Te gusta confundir a la gente, eh?
–No. Sólo intento discernir si eres digna de una conversación filosófica bajo mi manto de estrellas.
–Lo soy.
–Demuéstramelo. No creo en las palabras, sólo en lo que veo.
–Lo mismo digo, pero en este caso sólo con palabras puedo convencerte.
–Touché.
Azu da otro trago a su cerveza. En ningún momento la mira, pues su vista está absorta en el firmamento.
–Creo que te refieres a que, como para cada persona la realidad es una cosa, en general no es nada puesto que no hay una verdad absoluta; pero que individualmente nos parece que sea todo ya que es en lo que basamos nuestra propia vida, nuestros principios, nuestros deseos, nuestros pensamientos... Todo.
La rubia la mira.
–Interesante.
–¿Qué?
–Que has intentado adivinar lo que yo decía en vez de atenerte a tu propia interpretación de las cosas, princesa.
–¿Princesa?
–Sí. Eres la princesa de las galaxias, ¿no? ¿O a caso me has mentido con tu identificación?
Leia pone los ojos en blanco. Azu se ríe brevemente.
–Quizá eso sea porque mi interpretación es algo parecida a la tuya. De hecho, escribí un poema sobre ello.
–Oh, ¿también eres artista?
–No, pero a veces escribo.
–¿Acaso a un artista se le mide por la frecuencia de su desempeño?
–No. Pero sí por la calidad de sus obras.
Azu la mira seriamente a los ojos tras negar con la cabeza.
–No se puede negar la calidad de un sentimiento.
–Yo no escribo lo que siento, sino lo que pienso.
–Pensamientos y sentimientos están íntimamente relacionados.
–No en mí. Soy objetiva.
–Lo que digas. ¿Puedo escuchar ese poema?
–¿Qué te hace pensar que me lo sé de memoria?
–Tienes pinta de ser muy perfeccionista con tus "pensamientos" y toda esa paranoia mental. Apuesto a que le has dado tantas vueltas tanto al contenido como a la forma que te lo sabes de memoria.
Leia hace una leve mueca que la rubia no percibe, pues vuelve a observar a las estrellas.
–No hay una única realidad,
aunque cada uno crea su verdad;
sino tantas como perspectivas e interpretaciones,
de la mente son vigías y cañones.
Y de estas, tantas como personas en el mundo.
Personas, almas sin rumbo.
Realidades que se destrozan, y surge una nueva,
como un mundo que se destroza y de sus cenizas renaciera,
cada vez que una persona cambia su manera de pensar y sentir,
cada vez que un antiguo yo, deja ya de existir.
No habrá dos realidades que se parezcan,
aunque las embauque la misma tormenta.
Cada situación, personalidad y vida dan una realidad distinta,
aunque a veces se parezcan, nunca serán las mismas.
Y por eso, con cada persona que muere,
con cada mente que se pierde,
muere una realidad que no volverá a resurgir jamás...
porque jamás habrá una persona igual.
¿Entonces, qué es la realidad más que un conjunto de subjetivismo, hechos e interpretaciones? De sentimientos sin rumbo y pensamientos curvos... Una realidad irreal, porque si nadie tiene la verdad absoluta, la verdadera realidad no nacerá jamás."
Leia cambia su mirada de las estrellas a Azuleima cuando deja de hablar. Esta está abriendo su segundo botellín mientras asiente.
–Me gusta. –La mira– ¿Y quién dijo que no tenías calidad?
–Yo. Lo dije yo.
–Pues lo dudo mucho, princesa.
–Bueno... Es sólo una paranoia mental, como tú dices.
–Una bonita. ¿Sabes? Realmente no te di mi versión, sino una que le escuché a un amigo. Quería ver qué conclusión sacabas.
–¿Seguro que no estudias Psicología?
–No.
Da un trago.
–¿Educación?
–No.
–¿Filosofía?
–Déjame con mi amor al arte.
–¿Y cuál es tu opinión?
–¿Sobre qué?
–Sobre la realidad, idiota.
–Bueno, yo creo que la verdad absoluta no existe si nos referimos a conceptos abstractos como la justicia, lo correcto y cosas así. O a la perfección o la belleza, son cosas subjetivas. Pero creo que la realidad física si existe. Algo como que...
Golpea su hombro.
–¡Oye!
–Algo como que eso te ha dolido. Y si bien yo no lo he sentido, si bien podría ignorarlo, ha ocurrido. Algo como que estamos aquí. Y aunque sólo las estrellas saben de nuestro paradero, es real: estamos aquí. Yo puedo pintar un cuadro, y el cuadro es real, la pintura sobre el lienzo es real, como el lienzo mismo. Ahora bien, cada persona que lo vea puede tener su propia interpretación, pueden surgir en ella diferentes sentimientos... Pero son sólo eso: interpretaciones, maneras de entender algo, no esa cosa en sí. No su realidad.
–Es un punto de vista interesante.
–Como todo lo que digo.
Azu da un trago mientras Leia se ríe.
–Creída.
–¿Y tú no?
–¡Pero yo tengo mis motivos!
–Ah, y yo también.
–Sí, ¿cuáles?
–¿Intentas probarme? –replica Azu mirándola con una ceja alzada.
–¿En qué sentido? –responde ella con una mirada pícara.
–¿Sabes que es de mala educación responder a una pregunta con otra pregunta?
–¿Sabes que acabas de hacerlo?
Azuleima se ríe y acaba soltando la risa de Leia.
–Estás fatal, rubia.
–¿Y tú no?
–No, yo estoy divina de la muerte.
Azu se ríe.
–¡Ja!
–¿Que no te lo crees?
Leia coge su mano y la lleva a su vientre, dejando que se levante su camiseta. Azu observa su mano sobre el torso moreno y definido de la mujer.
–Define estar divina de la muerte.
–Ah... Pues...
Azu se ríe.
–Te pillé. Has dicho algo sin tener ni idea de lo que es.
La pelinegra se ríe. Ni siquiera ella entiende por qué se encuentra tan libre, tan suelta. Quizá sea por la libertad que le otorga saber que no volverá a encontrarse con esa rubia otro día, que da igual lo que diga y lo que haga porque no la conoce.
–¡Eso no vale!
–¿Cómo que no?
–Como que no.
–Argumenta tu respuesta.
Leia sonríe de medio lado.
–Me estás follando con la mente.
–¿Y qué? ¿No estás acostumbrada, musculitos?
La sonrisa lateral de Leia se acrecienta unos milímetros.
–En realidad, no sabes cuanto. Los engranajes de mi cerebro se quejan de estar a punto de estallar.
–Vaya, pues va a haber que echarte aceite.
Leia se ríe por el humor con segundas de la chica. Es un humor inteligente.
–Estar divina de la muerte es... Ser yo.
–¿Por qué?
–Porque no te haces una idea de a cuantos tíos me he llevado a la cama.
Azu observa sus ojos, los de la rubia se han apagado.
–Qué triste medir tu belleza por la gente con la que te acuestas...
Aparta la mirada de ella para dirigirla al cielo. Leia se queda callada. Eso la ha dejado demasiado parada.
–¿Por... Por qué dices eso?
–¿Es que no eres capaz de ver tu propia belleza sólo con mirarte? ¿Es que no eres capaz de ver que, por el mero hecho de existir, eres toda una obra de arte?
–¿Y quién te ha dicho que yo exista?
La artista se ríe.
–Que no he bebido tanto –contesta moviendo su botellín, que está a punto de acabarse.
–Lo dudo mucho.
–Créeme, soy resistente.
–Así que para ti... ¿Toda la gente es bella?
–Todo en el mundo tiene su cierta belleza. Todo depende de los ojos que la miran.
–O sea que admites que las interpretaciones sí tienen cierta importancia...
–Nunca he dicho que la belleza sea algo importante.
–¡Pero si eres artista!
–Sí, y por eso mismo sé ver detrás de las formas. Me intereso por el significado, no por lo que lo acoge. Y por eso mismo sé ver detrás de la actitud de las personas, saber lo que ocultan, lo que esconden dentro... Señorita psicóloga.
–¿Cómo...? ¡Yo no te he dicho que sea psicóloga!
–No. Pero me lo has dejado entrever. Aunque apostaría más por estudiante de psicología.
Leia no responde nada.
–¿Y bien...?
–Has acertado –responde tosca.
–Oh, a alguien no le gusta que los demás también sean capaces de leer su mente –le pica con burla, pellizcando su mejilla.
Leia le golpea el hombro. Al intentar apartarse, Azu quita el pie de su soporte y está a punto de deslizarse tejado abajo; pero Leia la sujeta subiéndola encima de su cuerpo. Azu se ríe.
–Me has salvado de una buena caída... Más que princesa, heroína. No te gusta esperar a que te salven, ¿verdad?
–Oh, déjame...
Azu se ríe, divertida al comprobar lo que molesta a Leia que miren en su interior.
–¿Sabes? –comenta pasando sus manos por los hombros desnudos de Leia, quien lleva una camiseta de tirantes– Sí que estás buena.
La rubia se acerca a sus labios con expresión juguetona y la besa. Ella le corresponde, tras dudarlo unos segundos: tiene que admitir que siempre ha sentido curiosidad por saber cómo es hacerlo con una mujer, y esta en específico sabe besar muy bien. Además de que ya la ha follado con la mente... ¿Porqué no pasarlo a algo más?
Leia lleva sus manos a la cintura de la chica y la sujeta con fuerza, para asegurarse de que no se caiga de nuevo. Azu se empeña en recorrer su cuerpo con las manos mientras la besa.
La pelinegra separa sus labios como puede entre beso y beso, haciendo que la rubia baje a su cuello, con lo que se muerde el labio. La maldita es buena.
–Oye... No creas que no: me gustan los deportes de riesgo. Pero creo que esto ya es pasarse. Mejor vayámonos de aquí.
Azu se ríe y asiente. Se levanta con sumo cuidado, con Leia sujetándola para asegurarse de que no se caiga. Teme que se le haya subido el alcohol. Cuando Azu parece estable, ella se levanta y coge su mano hasta bajar, no sea que la artista vuelva a poner un pie en falso y se mate.
Leia comienza a bajar las escaleras y observa que Azuleima esté bajando bien mientras ella misma lo hace. Tiene que admitir que tiene un buen culo, aunque extrañe la delantera.
Cuando la rubia termina de bajar, Leia se pega a ella empujándola a la pared y vuelve a besarla llevando sus manos a su cintura. Azu introduce las manos bajo su camiseta y araña su espalda cuando siente los labios de Leia en su cuello. A la pelinegra le asombra la delicadeza con la que Azu efectúa todos sus movimientos, no es a lo que está acostumbrada. Pero, aunque ni eso ni su cuerpo sean del todo de su agrado, piensa llegar todo lo lejos que la muchacha le deje, se ha quedado con ganas de más: se nota que la artista no sólo domina su cuerpo para el arte.
Azu se ríe. Leia la mira de soslayo sin separar sus labios de su piel.
–¿Nunca te has liado con una tía, verdad?
Niega y se separa lo justo para poder hablar.
–¿Por qué?
–Aún no has intentado llevar tus manos a mi pecho.
Leia se ríe percatándose de que las tiene en el costado de la muchacha. Acerca la boca de nuevo a ella y la toca con los dientes.
–Eh... Mordidas no –la advierte.
Leia vuelve a besarla y devuelve la atención a sus labios. Se pega más a ella aprisionándola contra la pared, notando cómo las manos de Azu se deslizan bajo su pantalón hasta agarrar su trasero.
–Azu... No es porque no me encante, pero la verdad, el olor a orina me está amargando un poco.
La chica se ríe.
–Tiquismiquis.
–Eso por no añadir tu sabor a alcohol.
–Oh, venga ya, no me dejes a medias.
–Mmmm...
–Tengo mi casa a unas manzanas. ¿Vamos? Si quieres me cepillo los dientes y todo, princesita, pero a mí no me dejas así.
Tras decir eso, la sujeta de la camiseta y le da la vuelta en un rápido movimiento, golpeando su espalda contra la pared, de forma que cambian posiciones. Leia sonríe de medio lado.
–Está bien, artista. Pero admite una cosa.
–¿Qué?
–Que deseas mi cuerpo.
–Está bien: lo deseo. Y ahora no me hagas esperar más, creída.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top