E

Azu se despierta. Bosteza. Le duele un poco el cuerpo de aguantar el peso de Leia, pero no ha tenido ninguna pesadilla. Incluso ha soñado con tigres y erizos. Y con ella. Con ella sonriendo de verdad, sin ocultarse, dejando atrás el agujero: la coraza.

La menor sigue dormida sobre su pecho, desnuda de cintura para arriba. Azu acaricia su cabello y pasa la mano por su espalda. La abraza. Joder, la quiere tanto... Que llevando tan poco tiempo juntas le aterra quererla tanto. ¿Qué no le hará sentir dentro de unos meses? ¿Qué pasaría si todo se fuera al garete?

-Te quiero, ¿sabes? -susurra acariciando su cabello- Y eres tan magnífica que aún no me lo creo... Pero no te veo los defectos. Que sí, que eres muy insegura y siempre te ocultas pero... ¿Qué más da? No sé cómo lo he hecho para ser tan afortunada de enamorarte... Algo muy bueno debí hacer en otra vida... -Suspira- Y sí, ni siquiera sería capaz de decirte esto sabiendo que estás despierta... Ojalá no cambies nunca. -Sonríe de medio lado, con miedo- Me encanta tanto todo de ti que me he enamorado hasta tu coraza. ¿Curioso, verdad? Dices que repele a todo el mundo... Pero a mí me encanta. Aún estoy esperando que me muestres cuales son tus defectos. Porque si me dices que son ser borde, cabezota y tener malos prontos cuando te enfadas... Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Azu suspira y la abraza. Ahora mismo es como un peluche, porque duerme tan profundamente que mientras no la tire de la cama da todo un poco igual. Besa su cabeza. Le gustaría quitársela de encima para poder despertarla a besos, pero pesa demasiado. Intenta darse la vuelta. No puede. Se ríe. Menuda mole tiene por novia.

Empuja la pierna de Leia, que está cruzada por encima de su cuerpo, hasta que consigue quitársela de encima. Luego coge el brazo al rededor de su cintura y lo mueve hasta quedar fuera de ella. Toma su cabeza con cuidado dejándola en la almohada al tiempo que se aparta.

Leia deja escapar un suave ronquido. Azu se ríe. Su novia tiene la boca un poco abierta. Se tumba a su lado y aprovecha este hecho para besarla. Le encantan sus labios.

La pelinegra abre los ojos lentamente.

-Buenos días -dice con la voz ronca y adormilada.

Azu se ríe achinando los ojos. Leia sonríe levemente y vuelve a cerrar los ojos.

-Arriba dormilona.

-No...

-Venga. Arriba.

-Cinco minutos más...

Azu se ríe.

-¡Que noooo! Levanta.

Coge su oreja entre sus labios y tira de ella. Leia pega un bote y se da la vuelta, quedando boca arriba.

-¿A qué tanta prisa?

-¿Sabes eso de que mi familia y mis amigos me piden su atención todo el día?

-Sí... Ve con ellos, no creo que me extrañen.

Cierra los ojos. Azu se ríe.

-No. Es que ahora no saben que estamos despiertas, tontita.

Abre los ojos y la mira alzando una ceja. Azu vuelve a reír. A Leia le encanta que la joven ría tanto, es música para sus oídos.

-Venga... -Pasa un dedo por su hombro- Cuando me vaya te puedes volver a dormir si quieres...

-¿Te he dicho ya que me encantas?

La artista se ríe. Se apoya en su torso y coge su labio inferior entre los suyos, tirando de él.

-¿Te he dicho que tú a mí también?

-¿Pero no me había vuelto fea?

Azu se ríe.

-Sí, pero sólo un poco. Es soportable.

Leia se ríe y la besa.

-¿Cómo te fue con las pesadillas?

-Uy, fatal, soñé con tu horrenda cara.

La pelinegra se aguanta la risa.

-Az, en serio.

-Soñé con erizos, con tigres y contigo siendo tan tú que te estrujo.

Leia sonríe mirándola con cariño.

-Y ahora, cállate -ordena la artista.

Leia sonríe en mitad del beso. Pasa la mano por su cabello y la acerca más a ella. Saborea sus labios y se incorpora para quedar sobre ella, asegurándose así de que no se agobiará. Azu recorre su cuerpo con las manos sin dejar de besarla. Leia deja una mano en su cintura y otra en su cuello. Sus lenguas bailan, celebrando un buen despertar.

No se separan hasta que no se lo pide su respiración al sentir sus pulmones la falta de aire.

-Oye... Hoy es siete, ¿no?

-Sí, tranquila que todavía no te has olvidado de mi cumple.

Leia sonríe, aún cogiendo aire. Mira a la artista, que la observa detenidamente, esperando su siguiente movimiento. Leia la besa acariciando su mejilla y baja su mano por su cuello. Continúa besándola mientras su mano sigue bajando, hasta que llega al final de su camiseta y pasa bajo ella, acariciando su vientre. La pelinegra besa su mandíbula y continúa dando besos por su cuello. Azu pasa las yemas de los dedos por su espalda, hundiéndolos en su piel. Cuando llega a la base de su cuello, teniendo que frenarse por la tela, comienza a levantar su camiseta.

-Para...

Leia se separa de su cuello y vuelve a besar sus labios, llevando la mano a su cabello. Azu corresponde su beso acariciando sus hombros. La artista vuelve a buscar su lengua. Tras unos cuantos besos más, gira el rostro para dejar de besarla. Le sonríe.

-Podría despertarme todos los días así.

La pelinegra sonríe de medio lado. Azu le da un pico.

-Creo que debería ir saliendo.

-¿Permiso para dormirme?

La artista se ríe.

-Permiso concendido.

-¡Bien!

Leia hace un gesto triunfal, se tira a su lado en la cama y cierra los ojos fingiendo un ronquido. Azu se ríe. Besa su mejilla.

-Buenas noches, princesa -le dice antes de irse.

Cuando Leia se despierta de nuevo bosteza y se estira en la cama. Enciende la luz y se cambia de ropa. Sale del dormitorio y sigue voces hasta el salón.

Azu le sonríe al verla. Está con su madre, su padre, Ana, una de sus tías y un pequeño de tres años.

-Buenos días, enana.

Leia bosteza.

-Hola.

-¿Sabes que ya es mediodía?

-Coño. Ups, -Mira al pequeño- perdón.

Se ríen. El pequeño está jugando con un avión. Se agacha a su lado.

-¿Cómo se llama?

-Lolo.

Azu se aguanta la risa al ver que a la chica se le olvida totalmente presentarse a su tía pero pregunta por el nombre del niño.

-Lolo, ¿quieres jugar a las naves?

Él la mira y mueve el avión como diciéndole que ya lo está haciendo.

-Sí, ¿pero quieres volar tú?

Lolo suelta el avión y se pone a dar saltitos. Leia se aguanta la risa y lo coge tumbado sobre sus brazos, como siempre hacía con Demián. Corre haciendo ruido para dar más sensación de nave. El niño se parte de risa. Tras dar unas cuantas vueltas al salón, lo lanza al aire para volverlo a coger de pie.

-Aterrizaje en 3... 2... 1... -Lo va bajando poco a poco- 0...

-¡Noooo! ¡Yo quiero más!

La pelinegra se ríe.

-Bueno, pero sólo una vez más.

-No. Muchas.

-Menudo mandoncito estás hecho, peque.

Él se ríe, sacándole una carcajada. Menudo elemento. Lo coge en brazos y vuelve a correr con él en brazos.

-Algo me da que a tu chica le gustan los niños... -comenta Julián a Azu.

Ella sonríe.

-¿No es adorable?

-Te obligará a tener niños, huye.

Ana le pega una colleja a Julián. Azu se ríe.

-No, Leia no quiere hijos. Los disfruta un rato y ya. Le gustan los niños, pero le gusta más su libertad. Además dice que sería una mala madre.

-Curioso. Porque tiene mano para los niños: Lolo no se junta con desconocidos nunca -comenta la madre del pequeñín.

Leia vuelve con Lolo sentado en sus hombros.

-Tengo un pequeño problema. Un mono se ha subido a mí.

El pequeño se ríe.

-Quiero agua.

-Voy a darte agua.

La joven se lo lleva a la cocina.

-Enhorabuena, Amanda -dice Julián-: entre Azu y la otra te has quedado sin niño por el resto del día. Estoy pensando que os invitaré a menudo cuando la pequeñina nazca.

Se ríen.

-También hay que decir que Leia usa a Lolo como excusa para no estar aquí, todo sea dicho. Que estar con un bebé le da menos vergüenza que con vosotros.

-Discriminado por mi nuera, tiene delito.

-Ay, no la llames nuera que me siento vieja -se queja Ángela.

Se ríen. Leia vuelve con el niño sentado sobre sus manos. Lolo tiene la camiseta empapada y no deja de reír.

-Eh... Hemos tenido un pequeño problema.

Su madre sonríe.

-No te preocupes.

Se levanta y coge un bolso donde lleva todo lo del niño (pañales, biberón, ropa de recambio, chupete... Tener un bebé es llevar una maleta a todas partes). Coge una camiseta.

-Ven, Lolo.

-¡No!

-Vamos, que estás mojado.

-¡No!

Su madre lo coge y le quita la camiseta forcejeando con él. El pequeño se pone a llorar.

-¡Yo qu'ero la camiseta de Mickey Mouse!

Intenta ponerle la camiseta seca, aunque el niño se resiste y consigue escaparse.

-Eh... ¿Me deja probar, señora?

Amanda mira a Leia y le da la camiseta. La joven se agacha al lado del niño y le deja la camiseta en la cabeza, sin intentar colocársela.

-¡Oh! ¿Dónde está Lolo? ¿Lo habéis visto? No lo encuentro... ¿Lolo? ¿Loooloooo? ¿Dónde está?

El pequeño se parte de risa y mete la cabeza por el cuello de la camiseta para que lo pueda ver. Leia le sonríe.

-¡Pero si estás aquí! Oh... Lolo, ¿dónde están tus manos? ¡Que no están, no están! ¿Y la mano de Lolo? ¿Dónde está la mano de Lolo?

El niño se ríe y la ayuda a ponerse la manga.

-¡Ah! ¿Dónde está la otra mano de Lolo? ¡No está!

Lolo la saca por debajo de la camiseta para enseñársela. Leia se ríe.

-Síiii, ahí está. -La tapa con la camiseta e intenta meter la mano por la manga- ¿Y ahora dónde está? ¿Dónde está la mano de Lolo?

Él la saca. Leia sonríe. Sabe que los niños te hacen más caso cuando les sonríes mucho y exageras mucho las bromas.

-¡Bien, aquí está!

Lo coge en brazos.

-Mirad, hemos encontrado las manos de Lolo.

El chico levanta las manos en el aire para que se vean bien, haciéndoles reír.

-Psicóloga tenías que ser -bromea Ángela.

Leia sonríe levemente, vergonzosa.

-En realidad me lo enseñó mi ex. Solíamos tener que quedarnos cuidando de sus hermanos y primos pequeños.

-Oye, ¿me dicen por aquí que tú no quieres tener hijos? -le pregunta Ángela.

Leia arruga la nariz haciendo una mueca. Se ríen.

-Joder, entre una y la otra yo me quedo sin nietos.

-Yo comparto los de la peque contigo, Ángela -bromea Julián.

-No, que luego me pides que te la cuide, y ya tuve bastante con criar una hija contigo.

-Gracias, mamá.

-Ay, es que das mucho trabajo, nena.

-¿Ves? Por eso yo no voy a tener hijos.

-¡Pero si es preciooosooo!

Os reís.

-Quiero nave, nena -pide Lolo aún en los brazos de Leia.

-Claro que sí, campeón.

Almuerzan con el padre de la criatura, que llega poco después. Es un hombre afroamericano alto y muy guapo, algo que no le pasa desapercibido a Leia.

Qué lástima que sea tío de su novia.

Ahora limpia los platos con Azuleima mientras los mayores y Lolo están en el salón.

-Oye, Az.

-Dime.

-¿Lolo es de una relación anterior de tu tía?

-No, ¿por qué?

-Bueno... Él es blanco... Su padre es negro... Según los guisantes de Mendel eso no funciona así.

Azu se ríe.

-Es que Lolo es adoptado, tontita.

-Oh.

Leia sale de la cocina cuando termina de limpiar, a Azu aún le falta secar algunos platos. Cuando la rubia va al salón, se extraña al no verla allí.

-¿Y Leia?

Ángela se encoge de hombros.

Azu entra en la habitación y encuentra a Leia. Está sentada en su cama, con los zapatos encima del edredón, pasando sus brazos por sus rodillas.

La andaluza cierra la puerta detrás de sí. Nota que Leia está perdida en su mundo por sus ojos. Esta ni siquiera la mira.

-¿Qué te pasa? -le pregunta con cuidado, en voz baja, como temiendo despertarla.

La pelinegra gira la cara hacia ella. Seria e inexpresiva, pero al mismo tiempo su piel está pálida, su mirada vacía.

-¿Lei?

Azu se acerca a ella asustada. No comprende nada.

-Tu primo es adoptado... Lo que significa que fue un niño no deseado antes de que lo dieran en adopción.

-Sí.

-Y tú eres una hija no deseada...

-Sí.

-Pero ambos habéis acabado en una buena familia que os cuida y os quiere...

-Sí.

-Y sois unas personas maravillosas...

-Gracias.

Leia deja de tener la mirada perdida para fijarla en los ojos de Azu.

-¿Te das cuenta?

-¿De qué?

-De que si lo mío no hubiera sido un embarazo anembrionario, habría abortado a un bebé que podría haber terminado siendo tan maravilloso y feliz como vosotros. Yo sí fui una hija deseada y nunca me sentí aceptada.

Azuleima se muerde el labio y se sienta sobre ella a horcajadas para abrazarla.

-No pienses en eso, Lei...

-No, -la empuja intentando que se levante- es la verdad.

La mayor suspira y se separa un poco de ella, sin levantarse de sus piernas.

-No sabes qué hubiera pasado, Leia. Y ya no tiene sentido pensarlo.

-Estaba decidida a abortarlo...

-No sabes si Nico o yo te hubiéramos disuadido de hacerlo -responde acariciando su mejilla.

-¿Lo hubieras hecho?

-No lo sé. Pero posiblemente te hubiera hablado de mi primo. Y de que en el fondo creo que hasta tú tienes un sentido maternal ahí metido.

Le da con su dedo en el pecho medio riendo. Leia intenta no sonreír, no porque le haga gracia, sino porque la sonrisa de Azuleima tiene un poder muy contagioso sobre ella: es preciosa. Entrecierra los ojos observándola.

-No todo el mundo tiene instinto maternal.

-Lo sé. Créeme que lo sé. Pero creo que tú lo tienes.

-¿Por qué?

-¿Te has dado cuenta de cómo cuidas a Valeri? ¿De cómo tratabas al hermano pequeño de Nico? Y cómo juegas con mi primo, se nota que te encanta. No lo niegues: te gustan los niños.

Leia sonríe de medio lado apartando la mirada.

-Bueno... Puede.

-Te gustan. Y tienes un instinto muy fuerte a la hora de cuidar a los demás, más que para cuidarte a ti misma.

Acaricia su cuello y besa su mejilla. Leia se deja hacer pensativa. Las manos de Azu provocan en ella dosis iguales de calor, frío y electricidad.

-Pero eso no significa que fuera a ser una buena madre...

-Puede que sí, puede que no. Yo creo que, cuando estuvieras a solas con el niño, serías la mejor madre del mundo. Pero que con más gente delante, te costaría más. No sé, tú eres así. Tienes miedo a mostrarte débil y tienes miedo al fracaso. Tienes miedo a encariñarte, pero un bebé no te asustaría. Tienes miedo a no controlar tu propia fuerza, y por eso mismo lo tratarías con toda la delicadeza del mundo. Lo sé. No serías mala. Quizá no la mejor. Y te costaría, no lo dudo: ser madre es un trabajo muy difícil. Pero si algún día tienes un hijo, será un niño con suerte. Tienes un corazón muy grande, Leita.

-Te odio -replica ella golpeando su mejilla con suavidad.

-¿Por qué?

-Porque me lees la mente. Y eso no es justo.

Azu sonríe ampliamente, reflejando una leve y torcida sonrisa en el rostro de Leia.

-Yo creo que... De que me hubierais convencido de tenerlo, lo hubiera dado en adopción. Y si no, lo hubierais cuidado más Valeria y tú que yo.

-No. Tú hubieras dejado ver eso pero no le quitarías un ojo de encima al crío.

-¡Ooooh, cállate!

Azu se ríe.

-¡Leia, ser protectora no es malo! Te preocupas por la gente a la que quieres.

-¿Y qué te hace pensar que querría a un niño sólo por haberlo parido?

-No por haberlo parido. Conozco padres que odian a sus hijos. Pero tú, Leia, tú, miras disimuladamente a los niños cada vez que te cruzas con uno por la calle, te enternecen porque aún no hay crueldad en ellos, porque son inocentes. Tú, Leia, tú, sientes una predisposición muy grande por ayudar a todo aquel que consideras más débil que tú, y te paras a ayudar a las viejecitas para que crucen la calle. Tú, Leia, tú, tienes un corazón muy grande. Y tú, por cómo eres, por cómo lo has pasado, sentirías la gran responsabilidad de hacer que esa personita sea lo más feliz que sea posible. Te he visto, Leia. No crees que la felicidad para ti sea posible, ni el amor, ni nada. Pero procuras que esas cosas no les falten a la gente de tu al rededor. Haces todo lo posible porque Valeri sonría, porque sonría yo... Puedes disimular que eres una roca, una especie de robot, todo lo que tú quieras. Puedes, incluso, repetirlo tanto que llegues a creértelo. Pero yo no voy a creérmelo. Lo siento, pero no voy a hacerlo. Porque sé mirar más allá de tus palabras, más allá de tus actos, más allá de tus ojos... Y sé que sólo eres un erizo, un erizo con miedo, aterrado, pero con un corazón gigante. Y sé que, aunque para unas cosas eres muy segura, te falta la seguridad necesaria para dar un abrazo, o para dar una sonrisa sincera. Para decir "te quiero" y no sentir miedo. Lo sé. Y por eso no voy a pedírtelo, pero tampoco voy a creerme que no lo quieras.

Leia, que ha estado paseando la vista por toda la habitación, se fuerza por mirarla a los ojos; pero no dura mucho. Azu le levanta de la barbilla para mirarla, aunque ella la evita. Le da un leve beso en los labios y Leia la mira. Está asustada. Se siente indefensa.

-Yo no voy a hacerte daño... Te lo prometo. No usaré nada de esto contra ti. Sé que tengo el poder de hacerte daño, -Acaricia su mejilla- pero no voy a hacerlo.

-¿Cómo lo sé?

Azu pone los ojos delante de los de Leia, justo a su altura. Coge su mano y la lleva a su pecho izquierdo, dejándole sentir sus latidos. Leia aparta la mirada. Azu suspira. Se incorpora y la obliga a poner el oído sobre su corazón.

-¿Lo escuchas verdad? Si te pasara algo, no me gustaría que siguiera sonando. No quiero volver a mi vida antes de ti.

Leia la mira.

-No digas...

-Eso. Sí, lo sé, no podré estar ahí siempre para ti, ni tú tampoco para mí. Y puede que algún día nos pase algo. Lo sé. No soy estúpida. Pero no me gustaría. Y, mientras esté en mi mano, no te alejaré de él: sea desde la distancia o desde tu lado, incluso sea desde la tumba, sé que tú siempre tendrás un hueco en mi corazón.

-¿Y... cómo lo sabes?

Azu se acerca a ella y susurra dejando que su aliento le golpee la cara.

-Porque me has enamorado... -La besa y continúa hablando a milímetros de sus labios- Porque no me siento perdida desde que estoy junto a ti, como si hubiera encontrado mi hogar. Como si mi hogar... Estuviera en ti.

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