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Leia os ha dicho de quedar a todos por el grupo. Y os parece raro, porque es Leia, y Leia nunca dice de quedar en grupo: ella se siente más cómoda estando con una persona a solas, no le gusta la multitud.
A ti, te preocupa. La última vez que la viste parecía estar muy decidida en experimentar algo con Azuleima, a ver si funcionaba. Quería llevarla a su gimnasio para que se le quitara el miedo. ¿Y si sólo la asustó más y ha vuelto a irse?
De todas formas, en ese caso sería más normal que Leia se encerrara en el gimnasio un tiempo. Pero quién sabe si ha decidido irse sola por ahí hasta que termine el verano. Total, tiene dinero, y no sería la primera vez.
La ves aparecer con Azu caminando a centímetros de ella. Eso te tranquiliza. Al menos parece que las cosas están bien entre ellas.
Pero entonces... ¿qué?
¿Habrá decidido Leia que quiere vencer su aversión a los grandes grupos? Lo dudas, porque ya se ve obligada a estar con mucha gente con tal de veros.
–Hey.
Todos miráis a la pelinegra. Leia tiene esa gran habilidad: casi nunca habla, pero cuando lo hace, todo el mundo la escucha.
–¿Veis a esta preciosidad?
Señala a Azu con la cabeza. Ella se sonroja y se tapa la cara con las manos. Es una vergonzosa adorable.
–Pues es mi novia.
La reacción del grupo es como la de un grupo de fans pero atenuada. Todos sonríen.
Tú le chocas la mano a Leia.
–Enhorabuena.
Ella se ríe chocándote. Abrazas a Azu levantándola del suelo, quien se ríe.
–Esta vez no la cagues, ¿eh? –le dice Ali– Que la artista me cae bien.
La pelinegra sonríe levemente de medio lado. Esta vez no puede evitarlo. Está tan feliz...
–Lo intentaré.
Eso sí, nadie le quita su manera de hablar seria y sin emociones.
–¿Y si la cago yo? –contesta Azu.
–Na', no lo creo –responde Leia.
La galáctica la abraza por los hombros desde detrás de ella y besa su mejilla. Azu sonríe ampliamente. La roquita es una ternura por mucho que intente ocultarlo. Al menos con ella lo es.
–Y bueno... ¿Cómo pasó? Quiero detalles –dice Zahara, tan efusiva como siempre.
–Ni de coña.
Os reís. Miras a vuestros amigos. Está claro que todos están deseando saberlo.
–Bueno... Leia se me declaró y yo como... ¿Dos semanas después? ¿Más? Le he dicho que sí. Creo que tengo efectos retardados.
Volvéis a reír. Leia parece haber encontrado cómoda esa posición, porque no se separa de ella.
–¿Pero cómo se declaró? Venga, yo quiero saber eso –inquiere Sammy.
Claro que a todo el mundo le interesa cómo alguien tan tosco como Leia se declara pudiendo convencer a alguien tan dulce como Azu, es peculiar.
Azu gira el cuello para mirar a Leia, quien niega con la cabeza. Se encoge de hombros sonriendo, como disculpándose.
–Ooooh... Venga yaaaaa –se queja Fabiola.
–No sé yo, pero la última vez que te declaraste tú a un tío la cosa salió muy mal –recuerda Silvia.
–Oh, sí: Erick. Qué mamoncete era pero qué cuerpazo tenía.
La artista se ríe.
–Al menos algo bueno tenía.
–Algo tenía que tener, que soy idiota, pero no pa' tanto.
–¿Segura?
Leia le hace cosquillas en el costado. Azu se aleja de ella poniéndose detrás de Sam. La pelinegra se queda mirándola con las manos en los bolsillos. Le encanta jugar con la artista.
–¿Así que...? ¿Ya es mi cuñi? –preguntas.
–Sí.
–¿Cómo? –pregunta Azu.
–Según el Decreto Real 611 de la Nave nodriza, escrito en solemnidad sobre un trozo de papel reutilizado por Luke, la princesa de las Galaxias y la idiota de tu nueva cuñi, Val es mi hermana, y por consiguiente tienes que ser su cuñi.
Te ríes. Siempre te ha encantado que diga las cosas cómicas tan seria. Hace que parezca real y todo.
–El Decreto Real –repite ella aguantándose la risa.
–Sí.
–¿Y dónde puedo ver eso?
–En ningún sitio. Lo perdimos. Pero está jurado con total solemnidad bajo una espada láser de plástico.
–Y Yoda la firmó con su patita –recuerdas.
–Y todo lo que tenga la patita de Yoda es sagrado.
–¿Quién es Yoda? –pregunta Carlos.
–Mi mascota cuando era pequeña.
–¿Era una roca con cara?
–No, un erizo, gilipollas.
–Bah, también te pega. Pero los erizos son más guapos.
Leia se aguanta las ganas de pegarle un puñetazo por no asustar a Azu. Le hace la peseta.
–Oye, no es justo, ¿por qué sólo vosotras podéis ser familia? –dice Ali.
–Porque vosotros no habéis tenido que soportar a los pesados de nuestros padres.
–La madre de Leia me llama hija directamente. Y mis padres la adoran, igual que a Luke. Si es que nos han criado juntos. Era gracioso, nuestros padres veían por decimoquinta vez Star Wars y nosotros jugábamos con las espadas.
–Luego mis padres se quejaban de que me gustara pelear... Esas películas son una mala influencia.
Os reís.
–Cuando yo era pequeña me pasaba el día con Kike jugando a que éramos aventureros –comenta Ali.
–Yo siempre estaba en el regazo de mi abuela escuchando sus historias –rememora Sam con una sonrisa.
–Yo tenía que pasar el día en el campo sin ningún juguete que no fuera natural. Y odio los bichos. ¡Era horrible! –sentencia Silvia.
–Pues yo jugaba noche y día a mi gameboy. Me pasé la liga cientos de veces.
–Yo jugaba solo con mis peluches –dice Marco–, cuando mi madre podía solía coger alguno y ponerle voz para jugar conmigo.
–En mi casa terminábamos todos los hermanos uno encima de otro jugando a peleas... –dice Zahara– Bueno, y todavía lo hacemos.
–Yo solía jugar con Fabi a las muñecas –comenta Leonor mirando a su amiga.
–¿Y tú?
Miras a Azu, que sonríe en silencio.
–¿Yo? Yo cogía las pinturas con mi padre y pintábamos rollos de papel gigantes que ponía en la pared, o jugábamos a guerras de cosquillas y me entretenía intentando robarle la cerveza cada vez que estaba con alguien. Y cuando no tenía una pandilla gigante de primos y amigos. Y mi madre, que siempre leía cuentos conmigo, jugábamos a plastilina y hacíamos fotos de todo. Ah, y jugábamos a cantar con toda la familia.
–¿Tú llevas lo artista de nacimiento, no? –dice Leia.
Ella sonríe.
–Algo así. Cuando mis padres notaron que me interesaba tanto por el arte decidieron fomentarlo al máximo. Cuando crecí me regalaron una libreta y siempre la llevaba a todas partes para poder dibujar en cualquier momento, siempre estaba llena de pintura o dibujando algo.
Sí, tu pasado construye mucho de quién eres.
Pero no dejes que limite tu futuro.
Azu hace un gesto a uno de sus amigos que está pasando por la calle de en frente para que se acerque. Él lo hace dando una calada a su cigarro. Cruzas una mirada con Leia, que se ha puesto tensa en cuanto lo ha visto fumar.
–Hey –lo saluda Azu chocando su puño.
Le quita el cigarrillo de la mano y se lo acerca a la boca. Leia se lo quita antes de que de una calada y se lo devuelve al chico. Él sonríe de medio lado cogiéndolo.
–Me cae bien tu chica.
Azu hace una mueca.
Leia se acerca a su oído.
–Prefiero postergar lo máximo posible el día en que tus pulmones dejen de respirar, princesa.
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