E

Azu llega antes que tú. Abre la puerta y sube dejándola entornada, ya que supone que no habrás entrado aún: tú no tienes motocicleta.

Entra en la habitación de Leia sin encontrarse con ninguno de sus familiares.

Leia está sentada en el centro de su cama, con las piernas cruzadas, mirando la pared absorta.

-Hey...

La joven la mira y le dirige una suave sonrisa. Azu frunce el ceño, extrañada, y se acerca a ella andando de rodillas por la cama. La abraza.

-Pero no me abraces, puta. Así no lo puedo controlar.

-Por eso mismo: déjalo salir, Leia, te sentirás mejor.

-Estoy bien.

-¿Entonces qué tienes que controlar?

La pelinegra suspira.

-Acabo de tener una ruptura definitiva con mi novio... Claramente no estoy del todo bien. Pero no estoy mal, tranquila. Sobreviviré.

-Espera... ¿Qué? ¿Hablaste con Nico?

-Sí.

-¿Y qué te dijo?

-Que me merecía a alguien que me entendiese y me quisiese tal y como soy.

Azu se queda un momento parada, pensando. No era eso a lo que ella se refería cuando habló con el muchacho...

-Entiendo.

Vuelve a abrazarla pasando una mano por su cabello. Se siente mal. No sabe si la ha liado más por hablar con el ex de su amiga.

-Azu... Déjame.

-Te prometo que no se lo contaré a nadie si te rompes delante de mí. Dejaré que se me olvide.

-Aún así, Azu, aunque estuviera sola, no...

Azu se separa de ella. Al abrazarla ha notado algo junto a su pecho. Ve que tiene un bolsillo en la camiseta donde guarda un papel y lo saca. Mira la foto.

-¿Qué es esto?

-Un erizo.

-Hasta ahí llego.

-Es Yoda. Mi mascota cuando era pequeña.

-¿En serio? ¿Yoda?

-Era una cría y mis padres me tenían abducida lamente, ¿vale?

Azu se ríe.

-Vale, galáctica... ¿Y lo echas de menos?

-No.

-¿Entonces por qué lo llevas ahí?

-Digamos que... Si fuera Harry Potter, sería mi patronus.

Azu se queda mirando la foto, como entendiéndolo. Asiente.

-¿Qué tienen de interesante los erizos?

No quiere preguntarle por qué se identifica con él, sabe que cuanto más se aleje de hablar sobre ella, más fácil le será contestarle.

-Son magníficos. Tienen una muralla al rededor, y a casi nadie les gustan, porque piensan que pincharan. Huyen de ellos. Lo cierto es que, si sabes acariciarlos de la manera adecuada,pueden darte mucho amor. Además, guardan bajo esa protección un animalito incluso mejor que un cachorrito de perro, tierno, cariñoso,sensible, juguetón... Sólo que siempre se esconden, para protegerse, así que la gente sabe muy poco sobre ellos.

La rubia asiente. Pasa la mano por su antebrazo,acariciándola, pero excusándose en que le recoloca su manga.

-¿Cuál sería tu patronus, Azu?

-Yo creo que un tigre.

-¿Qué tienen de interesante los tigres?

-Son majestuosos, y todo el mundo los admira. Pero en realidad, siempre andan con cautela, sin acercarse a nadie, sin dejar ver lo suficiente de ellos. Y creo que suelen estar solos,prefieren vivir en su mundo, por ellos mismos. No sé, los leones siempre salen en las fotos con sus manadas, los tigres... Se suben a cualquier sitio y miran desde allí. Aunque tengo que admitir que no tengo ni idea de biología.

-Un lobo solitario.

-No, los lobos son animales que siempre trabajan en manada.

-¿Qué hay de tu grupo de teatro?

-Están todas locas.

Leia se ríe, acordándose de que la llamó a ella para no tener a ninguna de pareja. Escuchan la puerta abrirse.

-¿Ha pasado algo? -preguntas nada más llegar. Ves a la rubia- Ah, hola, Azu.

La pelinegra le hace un gesto con la cabeza a la artista para que sea ella la que te responda.

-Leia ha ido a hablar con Nico. Han... roto definitivamente.

-Vaya, lo siento, Leia.

La abrazas. Ella se obliga a dejarte, pero no te corresponde, y bufa.

-Pero qué manía tenéis todos con abrazarme, joder... Que no me pasa nada, sólo me ha dejado mi novio, ya está, no es para tanto.

Ambas la miráis con desaprobación, suspiráis y negáis con la cabeza; pero no le decís nada.

-Pues yo sí que quiero mimitos -dices poniendo cara de cachorrito.

Leia se ríe.

-Rubia, toda tuya. Me voy al baño.

Azu sonríe viéndola marchar.

-¡Huye, cobarde!

La pelinegra le saca la lengua antes de salir. Tú te tumbas y Azu pasa su mano por tu cabello, distraída. La notas pensativa, por lo que no le dices nada con tal de no sacarla de sus pensamientos. Mientras tanto, tú observas su rostro. Tiene unas facciones bonitas.

-Gracias.

Sí, nunca se te dio demasiado bien eso de permanecer callada.

-¿Por qué? ¿Por no ser tan desconsiderada como tu amiga y acariciarte?

-No, idiota. Gracias por alegrarnos a Leia y a mí.

-No hay de qué -contesta ella con su eterna sonrisa.

-Eres un amor. No me extraña que todas las chicas vayan detrás de ti.

-Cuidado, no te vayas a enamorar -bromea ella con sorna.

-Tranquila, no lo haré. No quiero tener nada que ver con el amor por un tiempo.

-No me extraña.

Leia regresa a la habitación.

-Vaya... Tú pierdes a una rubia y en unos días encuentras a otra rubia. Yo pierdo a mi novio y me quedo a dos velas.

Azu se ríe.

-Celosa.

-¿De vosotras? Para nada, panda de bolleras. Pena me dais, que no sabéis lo que es una buena polla.

Sueltas una carcajada. Azu le hace la peseta.

-Y este es el lado borde de la borde de Leia: cuando se siente mal lo paga con todo el mundo.

-¿Ah, es que tiene un lado borde? ¡Y yo que creía que era borde siempre! -la chincha Azu.

Leia la mira entrecerrando los ojos y le da con la almohada en la cabeza.

Azu coge un cojín e intenta darle a Leia. Tú te tiras encima de Azuleima por la espalda y la sujetas para que Leia le de almohadazos.

-¡Con mi mejor amiga no se mete nadie!

-¡Encima de que vengo a animaros! ¡Ay! ¡Esto es maltrato!

-Quejica -la insulta Leia.

-No tenéis ni pizquita de consideración.

Te ríes.

-Estás debajo de mi cuerpazo en una cama. No puedes quejarte.

-Ahí te voy a dar la razón.

Leia se levanta y se sienta encima de las dos.

-Ahora sí que no podéis quejaros.

Os reís.

-¿Tenéis dos años o veintiuno?

-Según el médico veintiuno, según el psicólogo dos -contesta Leia.

-Eso lo explica todo.

Te ríes.

-Anda, Leia, quita.

-No quiero. Sois un sillón muy cómodo.

-¡Leeeeiaaa!

La tiráis y os reís. Azu mira a Leia y se ríe más, se ha quedado tumbada con las piernas en el aire y cara de desconcierto.


Tras la comida, Luke va al cuarto de su hermana y se sienta en una silla del revés, con la parte para apoyar la espalda delante de su barriga.

-Bueno, chicas... ¿Qué tal?

-A mí me ha dejado mi novia.

Leia se piensa si contestar, ya que no le gusta ser el centro de atención, ni dar pena, ni hablar sobre sí misma.

-A mí me ha dejado mi novio.

-¡Y yo soy una soltera feliz!

Leia y tú os reís y empezáis a atacar a Azu con los cojines mientras ella cubre su cabeza. Luke se ha quedado en shock.

-Espera... ¿Qué? ¿Nico y Melca...?

-Esos nombres están prohibidos bajo mi reinado en esta habitación. ¿Y tú con Ashton qué, seguís siendo tan vomitivos como siempre?

-Em... Sí, supongo... Eso creo.

Escucháis unos pasos corriendo escalera arriba. Marco aparece por la puerta.

-¡Nico me lo ha contado todo! ¿Estás bien?

Leia bufa. Que la gente se preocupe por ella la agobia.

Su madre se acerca.

-¿Pero qué pasa hoy aquí?

-Nico ha dejado a Leia -responde Luke.

-Normal. Lo raro era que duraran tanto.

Azu y Marco se quedan mirando a Mónica con los ojos como platos. Luke y tú intercambiáis una mirada. Leia mira hacia otro lado.

-Como ves, mi simpatía natural viene de mi madre -le dice a Azu en cuanto esta se va.


Antes de irte, pides a Azu que se quede a hacerle compañía a Leia, ya que tú estás durmiendo todos los días fuera y también quieres aprovechar el tiempo con tu padre. Ella acepta.

Leia la acompaña al sofá, donde va a dormir, bien entrada la madrugada. Han pasado toda la noche hablando de filosofía.

-Azu...

-¿Qué?

-No vuelvas a Andalucía. Todavía no.

-Dime que me necesitas y me quedaré.

Leia se la queda mirando. Le da la espalda, dispuesta a irse; pero termina reteniéndose y vuelve a observarla. Se cruza con los ojos de Azu, que la miran atentamente. La esperan, sin presionarla. En el fondo, sabe que incluso si se va, Azu seguirá allí por la mañana. Que no le está exigiendo nada. Sólo le tiende la mano para que hable de lo que siente, porque quiere ayudarla. Pero no la fuerza.

Leia se acerca y se tumba a su lado en el sofá, sin decir nada. Azu pasa un brazo por su cintura para que no se caiga.

Se queda mirando sus ojos cerrados en silencio. Sabe que es su manera de decirlo. Si no la necesitara, subiría a su cuarto sin mediar palabra.

Azu esperaba que se fuera, no porque crea que no la necesita, sino porque sabe que aceptarlo es un paso muy duro para Leia.

Pero quizás las cosas que más cuestan son las que más valen la pena.



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