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Leia lleva las manos en los bolsillos. Camina al lado de Azu, pero realmente no se entera de lo que esta habla con su padre. Está entretenida mirando a uno y otro lado, observándolo todo.
Ve un rostro al otro lado de la calle, que camina en lado opuesto a ellos. La reconoce al instante a pesar de haberla visto sólo una vez en fotos.Más que por su rostro, por su cuerpo, esa mole de músculos.
Su cerebro tarda segundos en tomar la decisión, tras echar un vistazo a su alrededor y ver que además de su padre van otros cuatro amigos grandotes.
–Oye, Azu... –la llama pasando el brazo por sus hombros.
La artista la mira.Puede ver la inocencia en sus ojos. Sabe que va a enfadarse, pero...Joder.
–Te quiero.
La besa.
Segundos después,un empujón la hace trastabillar. Sí, sabía que esos celos y esa ira no podían haber desaparecido sin más.
La ex de Azu la mira con odio y está a punto de arremeter contra la artista, pero Leia se interpone metiendo cuerpo. La enorme mujer la levanta de la camiseta estrellándola con el muro. Recibe un puñetazo en la cara y otro en el abdomen. No reacciona, no puede moverse. Está paralizada.
Dos ojos marrones la penetran con fuerza.
Julián es el primero en reaccionar, aunque tarde unos segundos en darse cuenta de qué está ocurriendo. Sujeta a la mujer por los hombros tirando de ella para alejarla de Leia. Los amigos de Azu responden segundos después acercándose para ayudarlo. La prima de Az llama a la policía.
Leia sólo ve llegar golpes, siente el dolor, pero no reacciona. Su espalda se queja raspada contra el muro. Nota el líquido caliente bajar por su barbilla. Y de nuevo la explosión en el abdomen.
Cuando consiguen separarlas la mujer dirige una mirada llena de rabia a Azuleima antes de irse corriendo.
La artista está temblando. Se acerca a Leia llorando y su llanto se hace mayor al ver su labio roto.
–Lo siento...–Acaricia su rostro– Joder...
–Tranquila,princesa. Estoy bien –contesta ella con la voz ronca–. Tú sólo asegúrate de denunciarla, si no me hubiera golpeado a mí te hubiera dado a ti... Y eso teniendo una orden de alejamiento es lo suficientecomo para que la metan en la cárcel.
Azu la mira a los ojos y ve en ellos ese brillo de inteligencia.
–¡SERÁS GILIPOLLAS!
Leia sonríe demedio lado. Hace una mueca de dolor por su labio.
–Ya no tendrás que caminar con miedo por tu propia ciudad.
–Eres idiota...Joder... Leia, estás sangrando...
La pelinegra le quita importancia con un gesto. Aún no se separa de la pared. Teme haberse roto algo.
–He estado peor.Esto no es nada.
Limpia con su pulgar las lágrimas que recorren el rostro de Azu y aparta la mirada, buscando a su padre. El rostro del hombre está descompuesto,pero reacciona al conectar con sus ojos.
–La llevaré al médico para que le cosan el labio. Vosotros llevad a Azu a casa, y poned una denuncia.
"Puta: No me siento bien.
Leia: ¿Algo nuevo?
Puta: Lo de siempre.
Se me hace más duro teniéndote lejos.
¿Puedes llamarme por vídeo?
Leia: No creo que sea la mejor opción.
Puta: ¿Porqué?"
Recibes una videollamada suya. En seguida te das cuenta de su labio roto.
–¿Qué coño te ha pasado?
–Me encontré con la ex de Azu –responde lentamente, le cuesta hablar.
–¡¿Pero tú eres idiota?!
–Yo no...
–¡¿Es que no te has metido ya en suficientes peleas?! ¡Joder, Leia, siempre lo mismo!
–Yo no...
–¡Llevas desde los tres años peleándote con todo el mundo!
–¿Te quieres callar? Besé a Azu en la calle. Eso es todo. La puta no se ha llevado ningún rasguño.
–Oh... Perdón...
La artista entra en el dormitorio. Leia está tumbada en la cama boca arriba con su móvil en alto para hablar contigo.
Hasta ese momento ha estado con su madre. Cuando la pelinegra llegó, Azu lloraba abrazada a su madre y ella le indicó que la dejara a su cargo, así que se encerró en el dormitorio.
–Hey...
Leia no la mira, le duele ver sus ojos apenados.
–Val, ¿te importa si te la robo un rato?
–No... Claro. Adiós, chicas.
Azu se arrodilla a su lado y besa su mejilla.
–¿Puedo ver qué te has hecho?
–¿No te vale con el labio?
–Por favor...
Leia suspira, se incorpora y se quita la camiseta. Azu pone mala cara al ver el enorme moratón a la derecha de su abdomen. Es más grande que su puño.
Aparta la mirada. Una lágrima recorre su mejilla, a pesar de que ha estado concienciándose antes de entrar para no ponerse a llorar.
Mira la espalda de Leia.
–Tienes un montón de cortes... Hay que lavarlos para que no se infecten.
–Sí... Por cierto, recuérdame que compre una camiseta nueva. Y que me aleje de paredes con tantas deformidades, coño, no podrían hacerlas lisas.
Azu niega con la cabeza con un suspiro.
–Espérate.
Vuelve al poco con algodón y alcohol.
–Túmbate hacia abajo.
–No hace falta, Azu. Ahora me ducho y listo.
–Que te tumbes. –Leia obedece– No voy a dejar que exista la posibilidad de que se te infecte porque no llegues bien a lavarla.
–Pues dúchate conmigo.
–Cállate, imbécil.
Leia agacha la mirada.
–Lo siento... –se retracta Azu.
–No, está bien.
La artista respira hondo. Moja el algodón en el alcohol y empieza a limpiar los rasguños de Leia con cuidado. También en la espalda se le ven algunos hematomas.
La menor empieza a llorar en silencio. Azu la mira sobrecogida cuando se da cuenta, sabe que Leia no lloraría por dolor físico.
Se coloca delante de ella para mirarle a los ojos.
–¿Qué pasa? –pregunta con voz dulce.
Ella no contesta. Azu suspira, le da un beso largo en la frente y vuelve a limpiar sus heridas.
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