D

Estáis todas reunidas en las escaleras de enfrente de Bellas Artes: uno de los pocos sitios donde da la sombra y pasa un poco de brisa de la ciudad.

Zahara llega dando saltitos, sonriendo. Cruzáis una mirada entre vosotras.

–Adivinad por qué estoy tan feliz.

–Te ha bajado la regla y has averiguado que no estás embarazada –bromea Leia, tan seria como siempre.

Zahara la mira poniendo cara de "¿en serio?"

–¿Qué? A mí me pasa –se encoge de hombros.

–Has descubierto un baúl repleto de chocolate –contesta Azu.

Leia la mira alzando las cejas.

–Si encontraras un baúl lleno de chocolate, el chocolate ya estaría podrido o derretido, puta.

–¡No me quites mis ilusiones! Era mi sueño de niña.

–Pues vaya sueños más simples...

–Te has dado cuenta que que te llames Zahara no significa que pertenezcas a Zara y algún día te vayan a llamar para que trabajes gratis –bromea Fabiola.

Zahara la mira entrecerrando los ojos. Tú ríes.

–Has aprendido a atarte los zapatos tú solita –dices.

La morena te pega una colleja.

–Te has despertado una mañana sin encontrarte con los pastelosos de Sam y Marco liándose –apunta Ali.

Te ríes.

–Eso es para verlo –comenta Leonor.

–O sin encontrarte a tus padres liándose... –comenta Silvia.

–Eso es mejor no verlo –añade Leonor arrugando la nariz.

Os reís.

–No, no y no. ¿Por qué no os lo tomáis en serio?

–Zahara, te contaré un secreto –dice Azu–, estás con una panda de amargadas, e intentan abducir a todo el mundo amargándolas también.

Le sacas la lengua a la rubia.

–No me digas que no tengo razón.

–Bueno... Un poco.

–¿Entonces... Qué ha pasado, Zahara? –le preguntas.

–Me he lidao con una chica por primera vez –responde ella con una amplia sonrisa–, con Celia.

Leia, Azu y tú intercambiáis una mirada. Azu se levanta de las escaleras y se acerca a ella, poniendo las manos en sus hombros.

–Por lo que más quieras, no te enamores –la advierte mirándola seriamente a los ojos.

–Voto a eso –contestas levantando una mano.

–Y yo –replica Leia imitándote.

–Y yo –os imita Ali.

–No les hagas caso, son unas amargadas, el amor es bonito –contesta Leonor.

–Ya... No dirás lo mismo cuando tu novio te deje y te diga que es porque realmente nunca se enamoró de ti –replica Leia.

Las chicas se quedan calladas mirándola. Ni siquiera tú lo sabías.

–Nico... ¿Te dijo eso? –pregunta Fabiola.

–No exactamente, pero vamos, sí: me dijo que se enamoró de mí porque esperaba que cambiara mi forma de ser.

–Ufff...

–¿Puedo matar a Nico? –pregunta Silvia haciendo una mueca y apretando los puños.

–No. Sólo fue sincero.

Azu vuelve a sentarse apoyando la espalda en las piernas de Leia. Lo hace como si sólo la estuviera utilizando para tener un respaldo, pero realmente le está dando contacto físico para que no se sienta completamente sola. La pelinegra sigue mirando al frente como si nada. No suele mirar a la gente cuando habla.

Las chicas se miran entre ellas sin saber qué hacer: ninguna de ellas sabe cómo actuar con Leia. Leonor acaba pulsando el reproductor de su móvil para cortar el silencio. Suena In your bed de Blas Cantó.

–Me gusta la idea –comentas–: ¿Quién se echa novia para que yo me la beneficie mientras ella aguanta sus rayadas?

–Me bajo del barco, señorita –responde Azu–. No, pero que eso es jodido, ¿eh?

–¿Te ha pasado?

–Sí.

–¿Te robó la novia un amigo? –pregunta Ali.

–No. Bueno, sí, también. Pero no me refería a eso. Una vez, estaba liándome con una chica en un pub cuando llegó un amigo mío. Al día siguiente, me dijo "¿recuerdas que estaba intentándolo con una chiquilla? Bueno, es con la que te estabas liando ayer". Fue un poco... Ups.

–Menuda casualidad –comenta Leonor.

–Sí. Luego me dijo "dime que al menos era bi", así que creo que tampoco le molestó mucho. Al fin de cuentas, yo no lo sabía.

–¿Y cuál fue tu respuesta? –pregunta Leia.

–Que tenía sus labios demasiado ocupados en otra cosa como para que me lo contara.

Soltáis una carcajada, incluida Leia.

–Puta ama –dice la pelinegra.

Azu se encoge de hombros.

–Es la verdad. No es como si me importara la sexualidad de una chica con la que me lío.

–No... Doy por hecho que no –comenta Leia.

Azu tira de su puño hacia atrás para golpearla, dándole en la rodilla.

–Oye, que te denuncio por maltrato físico.

–¿Has visto tus músculos y los míos? Nadie se lo creería.

–Debilucha.

Leia revuelve su pelo y Azu hace una mueca. El flequillo le ha caído a los ojos tapándoselos. Eso te recuerda algo.

–Oye, Azu, ¿no querías hacerle una foto a los ojos de Ali?

–Sí, pero hoy no traigo mi cámara.

–Hazla con el móvil.

–¿Tú sabes la baja resolución que tiene eso?

–Tiquismiquis –la insulta Leia.

–No. Es como si a ti te dijeran de hacer un experimento sin grupo de control pudiendo hacerlo con él. Pues no es lo mismo.

–¿De dónde te sacas esas cosas, artista?

–Te lo he dicho: he hecho cursos.

–No creo que eso te lo enseñen en cursos –comenta Silvia.

–Ya... Bueno, mi madre es psicóloga. Y no os recomiendo tener hijos: que tu madre te psicoanalice todo el tiempo es emparanoiante. 

–¿Quién se dio cuenta antes de que te gustaban las chicas, tú o tu madre? –pregunta Leia.

Sabes por qué lo dice: cuando tú le contaste a Leia que te gustaban las mujeres, ella te dijo que ya lo sabía. ¿Cómo? Aún no lo sabes.

–Con certeza yo. Pero vamos, que mi madre dice que yo de niña hacía que las muñecas se besasen, o sea que algo ya se olía.

Os reís.

–Hice un dibujo en el que Rapunzel se quedaba mirando a la sirenita desde su torre... No me gustaban los príncipes.

–¿Y las princesas sí? Yo las odiaba –comenta Leia.

–Prefería los Power Rangers o Bandolero, pero... A mi primo Javi le gustaba ver películas Disney y yo las veía con él. Recuerdo que una vez mis tíos leyeron que cada cuatro personas una era gay. En ese momento eramos cuatro primos... Mi padre apostó que sería Javi. Perdió –se encoge de hombros con gesto cómico, haciéndoos reír.

–¿Tu padre se lo tomó bien? –pregunta Leia.

Pasa una mano por su pelo distraída, viendo cómo sus rizos se mueven, como un baile dorado. Tú sabes que no está acariciándola: Leia necesita hacer algo con sus manos casi todo el tiempo si está quieta, y siempre coge lo primero que pilla.

–Sí. Me dijo "bien, así podré darte consejos para ligar". Le pregunté si con chicos no podría y me dijo "sí... Pero sería enséñales las tetas y no estoy dispuesto a eso con mi princesita".

Os reís.

–Y funciona –comenta Leia–, me cae bien tu padre.

–Mi padre es un puto genio.

Observas a Leia. Te das cuenta de que cuando está con Azu suele hablar más. Normalmente permanece callada, escuchando, todo el tiempo.

No como Azuleima, que es el centro de atención siempre y nunca se calla.

–¿Y qué consejos te dio? –pregunta Leonor.

–Bueno, el primero de todos: sonríe.

Azu os regala una de sus hermosas sonrisas, amplia y fresca, ladeando la cabeza y achinando sus ojitos.

–¿Por qué tienes una sonrisa falsa tan sincera? –inquiere Zahara.

–Porque soy una actriz de primera. Mirad. –La andaluza saca su teléfono y marca un número– ¡Hooolaaa, papiiii! Mis amigas quieren escuchar tus alucinantes consejos para ligar.

 –¿Qué tienes ahí montado, una convención de bolleras?

–No tanto... Estamos... Bueno, sí, cuatro y una heterocuriosa... –Leia le da un toquecito en la cabeza– ¡Oye! ¡Papi, la nena me ha pegado!

–Devuélvesela.

–Es que papá... La nena es capaz de matarme.

–Entonces dile que tu padre es maestro de taekwondo.

–Que padre más educativo tienes, oye –bromea Fabiola.

–A ver, yo voto al no a la violencia –contesta su padre–, pero con una excepción: a mi princesita no la toca nadie.

–Uy, pero qué delicada, princesita –bromea Leia con retintín.

Azu se gira para sacarle la lengua.

–Cariño, me encantaría darles un discurso a tus amigas sobre el bello arte de ligar, pero tengo mucho curro.

–Jo, vale, hasta luego, papá.

–¿Cuándo vendrás?

–Aún no lo sé. Te avisaré cuando lo sepa.

–Vale, cielo. Pásalo bien. Y no bebas mucho.

–Sí, hasta luego, papá. Te quiero.

–Y yo a ti, princesita.

–¿Soy la única que se ha dado cuenta de que Azu parece una niña pequeña cuando habla con su padre? –pregunta Ali aguantándose la risa.

–No, sí que lo parece –apunta Leonor.

Os comenzáis a reír. Será la mayor del grupo, pero entre su estatura, su carita de niña y la manera en la que hablaba con su padre, casi parece la menor.

–¡Oh, dejadme en paz, que es mi papi! –Sonríe apoyando la cabeza en la rodilla de Leia, que sigue detrás de ella– Lo echo de menos.

Te sientas a su lado y pones una mano en su rodilla. La entiendes. Tener a un padre tan lejos no es fácil.

–¿Estáis muy unidos?

–Sí... De hecho estoy acostumbrada a tenerlo lejos, pero bueno, siempre se le echa de menos. Mi padre debe ser una de las mejores personas del mundo, –Sonríe con orgullo– es genial. Y da los mejores abrazos del mundo.

–Hombre, después de tanto tiempo estudiando lejos... Llegará un momento en el que te acostumbres –comentas–, a mí me costaba más al principio cuando se fue.

Azu se queda un momento callada.

–No sólo eso. Mi padre ha estado lejos desde que yo era niña.

–¿Y eso? ¿Por trabajo?

–Algo así...

Leia mira su coronilla. Nota que ocurre algo.

–¿Todo bien, artista? –pregunta en voz baja.

–Sí...

–¿Qué ocurre, Azu? –pregunta Ali preocupada.

La rubia suspira y niega con la cabeza. Leia se gira hacia ella poniéndose de rodillas en la escalera y pasa sus brazos por los hombros de Azu, algo que sólo hace cuando nota que a alguien le están atacando sus demonios en medio de la gente, en gesto protector.

–Sabes que no tienes que contar nada que no quieras, ¿no?

Azu suspira y niega con la cabeza.

–Mis papás están separados. Ellos... No se quisieron nunca. Eran un rollo de verano. Papá estaba de vacaciones en Sevilla visitando a un tío suyo. Pero... Bueno, algo salió mal y... ¡Sorpresa! Llegué yo. Papá no la quería, pero no era capaz de dejarla sola conmigo. Intentaron convivir juntos por mí pero... Bueno, no funcionó y papá terminó volviendo a Granada.

– Vaya... Qué... Putada – dice Fabiola. 

–Sí... Mamá siempre me dice que me parezco mucho a papá y que por eso soy tan guapa, que él se llevaba a todas las chicas de calle. Recuerdo que una vez le dije "pero por desgracia se quedó contigo". Mamá me preguntó por qué decía eso y le contesté que porque si se hubiera ido con otra ella no se hubiera quedado embarazada tan joven. Mamá me dijo que no era ninguna desgracia, que él le había dado al mayor tesoro de su vida. – Sonríe de medio lado–  Tengo a los papás más cursis del mundo.

Leia se levanta y os da la espalda.

–Chicas, me tengo que ir. Nos vemos.

Se aleja de vosotras. Azu y tú intercambiáis una mirada frunciendo el ceño. Algo le pasa.

La rubia se levanta y la sigue. Cuando la alcanza la coge de la muñeca para que la mire. 

–¿Qué ocurre?

Leia tiene la mirada clavada en el suelo y no dice nada. Azu tira de su muñeca.

–Hey... –dice con voz dulce.

 La galáctica se fuerza a mirarla.

–Te das cuenta de que si yo hubiera sido tu madre te hubiera matado, ¿verdad?

Azu hace una mueca y acaricia su mejilla.

–No pienses en eso, Lei...

La pelinegra aparta la cara.

–Leia, en serio, no sirve de nada que te tortures por algo que al final ni siquiera pasó.

 La chica suspira y vuelve a mirarla.

–Bueno... Dile a tu madre que gracias por no ser tan cobarde como yo.

Le da la espalda y sigue andando. Azuleima la sigue.

–Leia, no eres cobarde. Ser madre tan pronto no es fácil. Es... racional pensarlo. En aquella época las cosas no eran tan fáciles para abortar, así que mi madre ni siquiera se lo planteó. Eso es todo.

–Lo que digas. Quiero estar sola.

Vuelve a andar, y Azu a detenerla y tirar de ella para que la mire.

–Oye, yo también me alegro de que nacieras. Dile a tu madre también que gracias por no ser tan cobarde como yo: yo no soy capaz ni de darle una oportunidad a una pareja, como para formar una familia...

La pelinegra es completamente consciente de que lo dice para que ella se sienta mejor consigo misma, pero no lo hace. La mira seria, con dureza.

–Déjame.

 –¿Por qué?

–Porque deberías estar con tu padre, con tu familia. Los echas de menos, vuelve con ellos, no te quedes aquí conmigo. No vale la pena. No valgo la pena. Así que no digas que agradeces que yo haya nacido porque eso no es cierto, yo no soy buena para nadie. Así que déjame en paz y vete. Yo no soy...

Azu la besa para callarla y sostiene su rostro entre sus manos.

–Cállate. Y escúchame, ¿vale? Si estoy aquí es porque me vale la pena. No soy idiota. Y no me quedo aquí sólo porque me des pena, ya pasé esa fase, no soy tan altruista. Pero... Me importas, y sé que me necesitas. ¿Sabes? La familia es aquella que te apoya, que te quiere como eres, que está ahí para ti... La verdadera familia es la familia que eliges. Sé que tú no confías en tu familia como yo lo hago en la mía, pero... creo que  Valeri, tú y yo formamos una bonita familia de tres. Y sé que tú también te quedarías por mí.

Leia acaricia su mejilla con el pulgar.

–Te mereces el cielo, artista.

–Tú también, aunque no te lo creas. 

 –Me gusta la idea de vivir con Satán – responde ella con su seriedad y serenidad habituales.

–A mí no me gusta la idea de que vivas con Satán.

–¿Por qué? ¿Te doy miedo?

–No, es que te echaría de menos.   

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top