A

–Oye, Lei... ¿Puedo hacerte una pregunta por pura curiosidad?

–Di. 

–Es que el otro día me vino a la mente y bueno... Ya me quedé planteándomelo.

–Dime.

–¿Cómo lo haces para tener sexo con los tíos si no aguantas tener a alguien encima de ti? Quiero decir... Yo me tumbo sobre la cama y no te aplasto, pero con un tío...

–Fácil. Lo primero que debes saber, princesita, es que existen los bordes: te pones en el borde de la cama, de una mesa, de lo que sea, que el tío está muy bien de pie. Lo segundo, es que yo siempre voy arriba. 

Azu se aguanta la risa.

–¿En serio?

–No creerás que mis músculos sólo salen del gimnasio, ¿no?

Azuleima se ríe.

–Supongo que no. Así que... ¿Eres una heterosexual activa? –bromea.

Leia se aguanta la risa.

–Podría decirse.

–Es curioso.

–¿El qué?

Azu pasa su dedo al rededor de su oreja.

–Que conmigo no.

Leia sonríe de medio lado mostrando los dientes.

–Ya verás cuando te coja por banda...

Azu se aleja de ella juguetona.

–¿Y qué me harás?

Leia la coge de la cintura y pega su trasero a su cadera. Habla cerca de su oreja.

–Llegar al paraíso...

–¿No eras un demonio?

La pelinegra se aguanta la risa.

–Sí, y Afrodita también. Pero vamos, que si quieres te doy un calor que te llevo al séptimo infierno.

Azu se ríe. Coge los brazos de la pelinegra y la pega más a ella.

–¿Y cómo lo harías?

–Az, no me sigas tentando si no quieres que te desnude.

–Hay muchas cosas que se pueden hacer con la ropa puesta...

La artista coge las manos de Leia y las lleva a sus pechos. Los pechos de la galáctica están aprisionados por su espalda. Ella se muerde el labio y respira hondo.

Sí, es la primera vez que tiene los pechos de Azu en sus manos desde que la conoció. Y se le hace raro. Son los únicos pechos que han sentido sus manos además de los suyos propios.

Azu coloca las manos sobre las de Leia haciendo que cierre sus dedos en torno a ellos. Al reaccionar doblando la espalda, su trasero se pega más a la zona de Leia. Ella respira hondo. Esa mujer la va a matar como siga tentándola así sin dejarle terminar.

–Azu...

La artista aprieta más las manos de Leia en torno a sus pechos. Suelta un leve gemido.

Se da la vuelta quedando frente a ella, pegando sus cuerpos. Agarra el trasero de Leia uniendo más sus caderas. Muerde su labio inferior y lo deja entre sus dientes unos segundos, mirando fijamente a sus ojos. Lo suelta.

–¿Qué?

Se muerde el labio sin dejar de mirarla fijamente.

Leia la observa con la boca entreabierta. ¿Por qué su angelito se convierte en diablillo tan fácilmente?

–¿Tú quieres matarme, verdad?

Azu suelta una risita coqueta.

–No sé... –dice en voz baja y pausada acercándose a su oído– ¿Tú crees?

Juega con su oreja entre sus labios llevando las manos a sus pechos. Leia deja escapar un leve gemido.

–Lo tengo seguro –responde aguantándose las ganas de gemir.

Ahora mismo desearía arañarla, pero sólo aprieta su espalda pegándola más a su cuerpo. No quiere asustarla.

Azu sonríe. Suelta su oreja. Empieza a dar besos bajo esta, bordeando la mandíbula y bajando por el cuello. La respiración de Leia se hace agitada. Cierra los ojos. ¿Cuándo demonios le dejará Azu la libertad de dejarse llevar por sus instintos?

Se descubre a sí misma sin camiseta y mira parpadeando a Azu, quien le devuelve la mirada con la cabeza ladeada y una sonrisa inocente en la cara.

–Me matas...

La artista se aguanta la risa. Le muerde el labio. La empuja pegándola a la pared y besa sus labios, jugando con ellos, succionándolos. Busca su lengua y comienza a jugar con ella. Sus manos perfinlan cada milímetro de su torso, subiendo hasta sus pezones.

Leia introduce las manos bajo su camiseta. La aprieta contra ella con las manos en su espalda.

La artista vuelve a bajar con sus labios por su cuello y por su torso, deteniéndose unos momentos en su pecho. Leia la observa arrodillada frente a ella, bajando la cremallera de su pantalón lentamente sin despegar la mirada de sus ojos. La pelinegra tiene la respiración demasiado agitada como para decir nada. Si pudiera hablar, posiblemente haría algún comentario sobre lo bonita y sensual que es esa imagen. O sobre que se de más prisa.



Leia está sentada en el suelo, desnuda, con la espalda pegada a la pared. Respira agitadamente, intentando recuperar el aire. Azu la observa detenidamente, podría pasarse horas viéndola así.

La pelinegra abre la boca para decir algo, pero termina cogiendo una nueva bocanada de aire.

Azu sonríe de medio lado. Se acerca a ella por el costado para hablar en su oído.

–Así que... Eres mi pasiva... –bromea para chincharla.

La joven la mira entrecerrando los ojos, pero termina teniendo que aguantarse la risa.

–Ya verás cuando te pille yo a ti por banda... –dice a modo de amenaza.

–¡Pero si no tienes apenas fuerzas ni para levantarte!

–Tú estarías igual después de tantos orgasmos...

Azu sonríe de medio lado haciendo un gesto de chuleo con el cuello.

–Deberías agradecérmelo.

Leia sonríe levemente. Se abre de brazos y piernas.

–Anda, ven aquí...

Azu se sienta entre sus piernas. Leia la abraza. Apoya la frente en su cabeza aún recuperando el aire. La artista sonríe y se apoya en su hombro.

Te preguntarás cuál es la lección de hoy, Val.

Bueno, básicamente es que no pierdas tanto el tiempo y te busques a una artista, que saben bien cómo usar sus manos.

Y si tienes suerte, también su lengua.

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