A

Leia lleva una mochila con su ropa a la espalda y el pulso acelerado. No quiere conocer a la familia de Azu, realmente no quiere. Pero sabe que es el mejor regalo que puede darle, ya que ella no se atreve a volver sola. Al parecer, si siempre esperaba a algún amigo que la llevara era más que nada porque así se obligaba a ir por no hacerle el feo a su amigo. Le aterra volver sola.

"Leia: Me muero.

Puta: No seas tonta.

Leia: Me muero.

Puta: Es sólo la familia de tu novia. No son orcos. Venga, sabiendo cómo habla Azu de ellos tienen que ser super simpáticos.

Leia: Sí, esa es la parte mala: imagínalos, todos efusivos, dándose abrazos, hablando a gritos, riendo, y yo... Aaaaagh.

Y como vaya su padre el que amenaza con que es maestro de taekwondo... Uy, que he tocado a su princesita.

VEO A SU MADRE HACIÉNDOME UN TEST DE SALUD MENTAL, Y NO, QUE AQUÍ LA PSICÓLOGA SOY YO Y YA SÉ QUE ESTOY MAL DE LA CABEZA".

Tardas en contestar. Leia te imagina partiéndote de risa. Mueve el pie nerviosa, está esperando a Azu en la calle, en un punto intermedio entre sus casas y la estación de autobuses.

"Puta: Vale, sí, estás jodida.

Leia: Gracias por los ánimos.

Te odio.

Capulla.

Hija de la gran puta.

Mamona.

Puta: No soy yo la que te lleva al Infierno.

Leia: OJALÁ FUERA AL INFIERNO, ¡ES MI HOGAR!

PERO VOY A UNA TIERRA LLENA DE ANGELITOS Y ME VAN A LINCHAR.

Puta: Relax.

Leia: NO ME DIGAS QUE ME RELAJE.

Ay, madre.

¿Te imaginas que le caigo mal a toda su familia?

Puta: No vas a caerles mal.

Leia: O sí.

Soy el diablillo que sale con su princesita.

 Y tengo intenciones de pervertirla.

Yo soy su padre y me mato.

Puta: Si tú tuvieras una hija matarías a cualquiera que se le acercara.

Leia: Ese es el problema.

Va a matarme.

Puta: No sabes ni si estará allí. Vive en Granada.

Leia: ¿Pero y su madre? Que es psicóloga, Valeri. Psicóloga. De esas personitas que como hagas un gesto malo saben exactamente por qué lo has hecho. Que dices algo y son capaces de saber qué comiste la semana pasada.

Puta: Pues como tú.

Leia: Ese es el problema.

Puta: ¿Te dan miedo porque se parecen a ti?

Leia: Me preocupan porque si yo no fuera yo y me conociera desde fuera, le diría a Azu que se alejara de mí.

Puta: Eso no va a pasar, Lei.

Y Azu tiene criterio propio. Ella te conoce. Y aunque lo haya pasado mal en su pasado, ella sabe que tú no eres así.

Leia: Como sea.

La veo llegar.

Adiós."

Choca el puño con Azu. Ella le sonríe, se la ve feliz.

–¿Preparada?

Asiente con la cabeza.

–¿En serio sólo te llevas tu guitarra?

–Tengo ropa suficiente allí. Y nunca viajo sin mi guitarra.

–¿Y qué llevas ahí?

Leia señala una pequeña riñonera.

–Móvil, cargador, una libretita y unos cuantos lápices. Y los cascos al cuello, claro.

Azu ve un atisbo de sonrisa en el rostro de Leia. Ella la está mirando con cariño.

–¿Qué pasa?

–Que es muy tú.

La artista sonríe. Acaricia su cuello y la besa.

–¿Vamos?

Leia asiente. Van caminando juntas pero separadas hasta la estación de autobuses. Azu habla sin parar, Leia no entiende nada de lo que le dice. Está demasiado nerviosa, aunque no lo deje notar.

Una vez sentadas en el bus, Azu observa a Leia, quien está en el lado de la ventana y mira por ella. Le gusta ver su rostro alumbrado por los rayos del sol, la hacen ver aún más hermosa. 

Baja la mirada y ve su mano tamborileando sobre su muslo. Su pierna también se mueve arrítmicamente. Acaricia el dorso de su mano suavemente, la pelinegra la mira.

–Leia...

Ella le indica que continúe con un gesto de la cabeza.

–No te fuerces para hacer nada, ¿vale? Sólo sé tú misma. Si no tienes ganas de hablar, no hables. Y así con todo. Les caerás bien, te lo aseguro. Y si no, me da igual, porque eres mi novia, no la suya. Va a ir bien.

Leia asiente levemente.

–Cielo... Créeme, va a ir bien. Los conozco, te conozco. Tranquila.

La pelinegra baja la mirada.

–¿Puedo abrazarte? –pregunta la artista.

Ella abre los brazos. Azu apoya el rostro en su pecho y acaricia su mano, que reposa sobre el muslo contrario. Leia pasa su brazo al rededor de su espalda y vuelve a mirar por la ventana.

La artista empieza a cantar bajito Deja de llorar en modo nana, sacándole una leve sonrisa. Leia besa su cabello.

–¿Algún consejo de algo que no deba decir para no meter mucho la pata?

–No, ellos son muy tolerantes. Lo único que no toleran tú no lo vas a decir.

–¿El qué?

–Comentarios machistas, xenófobos, homófobos, taurinos... 

–Hey, ¿cómo sabes que no me gustan los toros?

–Venga ya, Leia, si tú ves a alguien haciendo sufrir a una criaturita y te hierve la sangre.

Ella suelta una leve risa.

–Cierto es... –Pasa la mano por su cabello– ¿Nada más?

–Te lo he dicho: sólo sé tú misma.

–¿Y si suelto comentarios sexuales soeces sabiendo que estoy con su princesita?

–Mi padre me enseñaba fotos de tetas cuando era pequeña... Si lo aguantan a él, te aguantarán a ti.

–¿En serio?

–Sí. Papá es de los que ven pasar a una tía buenorra por la calle y te hacen mirar.

–Así saliste tan salida...

Azu le golpea, haciéndola reír.

–De hecho, si vemos a papá, que no sé si irá, te mirará de arriba a abajo y te dará una puntuación física en su mente. Y luego ya verá si le caes bien.

–Menudo ejemplo a seguir...

–Mi padre es un pichabrava. Le gusta más una mujer que a un tonto un lápiz. Pero se le quiere.

Leia se ríe.

–Nunca pensé que oiría hablar así a alguien de su padre.

–Lo cierto es que desde que crecí mi padre hace más de amigo que de padre. Bueno, y de siempre se ha colado un poco. Su ex le dejó porque le puso los cuernos con otra. Cuando le pregunté qué había pasado me dijo que a veces el Destino te da señales, y lo hace cuando tu amiguito te señala al regalo que te ha traído el destino. Así que le pegué una ostia por subnormal. Luego ya me explicó que realmente iba a dejarla aquella misma noche, que ya no la quería; pero que al ver la otra rastros de carmín en su cuello se le hizo más fácil.

–Menudo chaval...

–Sí. Mi padre es un buen hombre y es serio cuando tiene que serlo, pero en tema de mujeres... No. Sólo que yo prefiero obviar esa parte porque conmigo es un buen padre, y no voy a estar mal con él por lo que haga en su vida privada.

–Ahora tenía pareja, ¿no?

–Sí. Y más le vale que a esta la respete, que me cae muy bien y me va a dar un hermanito. Lo bueno de mi padre es que al menos las cuida bien, aunque luego no dure mucho, pero con ella ya lleva un par de años y tengo esperanzas en que siente cabeza. Me cae bien mi madrastra.

–¿No se te hace raro tener madrastra?

–Al principio lo hacía. Luego entendí que mis padres son sólo amigos y que tenían derecho a vivir su vida. Tengo la suerte de que se llevan bien, porque si no sí que sería una tortura. Mi padre ha sido un gran apoyo para mí siempre, no me imagino cómo sería haberlo perdido.

–No serías la misma persona a día de hoy. Así que me alegro de que no lo perdieras.

Azu sonríe. Leia le da un beso en la cabeza.

–¿Así que no puedes juzgarme por ir de tío en tío porque tu padre es igual que yo?

–No soy quien para juzgarte... –responde metiendo la mano debajo de su camiseta.

La pelinegra se aguanta la risa y la sujeta para que pare. Un pasajero pasa por su lado en ese momento y ambas se aguantan la risa. En cuanto Leia deja de sujetar su mano Azu la pasa por sus abdominales.

–Yo creía que eras más santa.

–Y yo creía que eras más ruda. Ambas nos hemos llevado una gran decepción.

Leia le saca la lengua. Azu besa su mejilla. Empieza a dolerle el cuello de estar apoyada así en ella, pero no se quiere separar... Acaba apoyando la cabeza en su hombro, de lado, para no hacerse daño. Leia la mira.

–¿Tengo monos en la cara o qué?

–Sí. –Frunce el ceño arrugando la nariz– Y son profundamente feos. Casi se parecen a ti.

Azu se ríe.

–¿No será que tengo un espejo pegado a la cara y te estás viendo a ti?

–No. La última vez que me vi tenía el pelo negro, no ese rubio tan asqueroso.

–Debo confesarte que has enfeado desde la última vez que te viste.

–Iugh... No, tía, yo no puedo ser tan fea. Socorro, o sea, sálvame. Cirugía facial ya.

La artista se ríe y la golpea. Leia acaba riéndose también. Le encanta que pueda decirle cualquier cosa sin que le siente mal.

–Pues ya no te quiero, feorra –responde sacándole la lengua.

–Tranquila, te entiendo, yo tampoco me querría con esa cara tan espantosa.












PD: Pasaos por mi nueva obra, El corazón de un maestro ;)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top