A
Tomas un trozo de tu tarta.
–¿Entonces... Segura de que no te espera ninguna chica allí en Andalucía? –pregunta Ali.
–No. De hecho, hay una aquí por la que todavía no he vuelto.
Sonríe meneando su cerveza.
–Uuuuh –exclama Sam mirándola con picardía.
Azuleima se ríe. Tú sonríes mirándola. Ella se ha sonrojado y evita vuestras miradas, vergonzosa. Se nota que Leia le gusta bastante.
–Es una chica con suerte –dices.
La rubia te mira y se ríe, sabiendo perfectamente que en ese momento sólo vosotras dos sabéis de quién habláis.
–¿Y quién es? –pregunta Sam.
–A ver si lo adivináis.
–Eso es que la conocemos –apunta–. Si Leia no fuera Leia... Apostaría por ella. Se os ve muy unidas.
–Sí.
Azu sonríe. Sus ojos se tintan de cariño al pensar en ella. Es verdad que se dio cuenta de que le gustaba hace poco, ya que antes no se lo había planteado y sólo la admiraba y le tenía cariño de amigas; pero le ha calado hondo. Es tan... única.
–No me extraña –comenta Ali con una sonrisita–. Leia es una mujer adorable.
–¿En serio?
–Sí. Cuando Valeri y yo nos peleábamos, Leia siempre venía, se sentaba a mi lado y me decía "eres una mujer maravillosa, ¿sabes? Independientemente de si tienes o no pareja. Pero tranquila por Valeri: es como una niña pequeña, se enfada fácil. Yo hablaré con ella, se le pasará". Cuando Val no podía ir a verme al hospital porque tenía algún examen o algo, ella se pasaba y si veía que estaba sola se quedaba conmigo. Solía llevarme algún libro para leer o pasarme sus auriculares. Es muy buena persona. Sólo que... Bueno, ella intenta ocultarlo.
–Lei es una mujer espléndida –la apoya Sam–. Cuando mis padres me echaron y fui a buscar a Valeri, ella estaba allí con ella. Recuerdo que, cuando dejé de llorar, me miró muy fijamente a los ojos y me dijo "Sam, tú sabes quién eres, eso es lo más importante, no lo pierdas por nada del mundo. Saldrás adelante". Ella convenció a sus padres para que me dejaran algo de dinero, con lo que pagué el primer mes de alquiler. Luego se lo devolví con lo que iba ahorrando cuando encontré trabajo, pero ella incluso se ofreció a devolvérselo con lo que le daban de paga.
–Lei es un poco como tú... –le dices– Siempre anda ayudando a todo el mundo. Sólo que lo hace desde lejos, desde las sombras, y no le gusta que los otros se den cuenta.
–Sí. Además, si te fijas, ella siempre está seria; pero cuando alguien está triste es la primera que se acerca para sacarle una sonrisa –añade Ali–. Lo que pasa es que como el resto del tiempo se queda parada como un poste y suele ser borde... Nadie se lo tiene en cuenta.
–Sí, Leia es una roquita adorable –concluyes.
–Lo cierto es que sí... Ella siempre está bromeando para sacarme una risa, y siempre está ahí – dice Azu.
–Mira, posiblemente Leia no te lo reconozca en su vida, pero no la he visto querer a nadie como te quiere a ti. Le... fascinas. Y no sé lo que te habrá pasado para no querer tener pareja; pero... Puedo prometerte que, sea como pareja, como amiga, o como lo que sea, Leia siempre buscaría lo mejor para ti. Ella es así. Siempre intenta hacer lo mejor para todo el mundo, aunque no lo parezca.
Leia lanza otra piedra al río, que rebota por el agua dejando ondas a su paso. Silvia está sentada detrás de ella, en una roca. Lo extraño es que no habla. Normalmente, Silvia le cuenta todo lo que pasa por su mente mientras Leia hace saltar las piedras en la superficie transparente.
–¿Qué te pasa?
–Es que... ¡Últimamente te pasas todo el día con la otra rubia! Y no lo entiendo, Leia. Siempre has sido mi mejor amiga, y ya tenía asumido que Valeria siempre sería la tuya; pero... ¡Una cosa es eso y otra cosa muy distinta es que ahora hables más con Azuleima que conmigo! La conoces desde hace... ¿Cuánto? ¿Medio año? ¿Menos? A mí me costaron siglos que llegaras a contarme algo. Y sé que es irracional; pero... Qué quieres que te diga: me da rabia. Parece que no cagues con ella.
Leia espera a que termine de hablar, como siempre. Cuando Silvia termina de desahogarse, se acerca a ella. Se coloca como haciendo sentadillas delante de ella para mirarla directamente a los ojos.
–Esa rubia, es pelirroja, ¿sabes? Me lo dijo cuando yo le dije que llevo plataformas en los zapatos, porque ya sabes: las bajitas no intimidamos nada. Y las pelirrojas... Son diferentes, los niños pueden ser muy crueles con eso.
–No entiendo a dónde quieres llegar.
–Esa rubia, es la misma que consigue sacarme más de una sonrisa con su simple presencia. Esa rubia, es el motivo por el que echo menos de menos a Nico. Esa rubia, me abraza de forma que mi propio cuerpo se niega a alejarse. Esa rubia, consigue abrir un poco mi coraza sin que yo la expulse. Esa rubia, sabe mirar en mis ojos y leerlos como si de un cuadro se trataran. Esa rubia, hace que sienta que valgo algo cuando estoy a su lado, mientras el resto del tiempo no valgo nada. Que sienta que no soy la última mierda a la cola del mundo. Que me sienta cómoda. Esa rubia, me besa y me hace llegar al cielo, aunque sólo lo haga por una coña entre nosotras que me obliga a callarme. Esa rubia, me coge la mano y hace que me sienta como una niña de nuevo. Esa rubia, es el motivo por el que puedo hablar ahora de sentimientos durante unos segundos contigo, porque aunque hable contigo, imagino que estoy con ella. Lo siento si te estoy dejando un poco de lado por esa rubia; pero es que tú no medas ganas de violarte cuando te miro como hace esa rubia.
Silvia sonríe mirándola. A pesar deque Leia lo ha dicho con el rostro tan serio como siempre, con su voz monótona, había un leve tono de ilusión bajo su voz ronca, y sus ojos brillan al imaginar a Azuleima.
–Vaya... Creía que te gustaban los hombres.
–Y lo hacen. –Leia sonríe y se pone de pie– Pero ella es una diosa. Y los dioses no se rigen por las leyes de los mortales.
–¿Estás enamorada de ella?
Leia pasea la mirada por el lugar, como hace siempre que piensa. Se agacha para recoger una piedra y la lanza al río, haciendo que rebote.
–No lo sé. ¿Pero acaso eso importa? No busco ponerle un nombre. No quiero estudiarlo. Sólo quiero saber que ella sigue ahí en este mismo momento, que si voy a su casa me recibirá con los brazos abiertos. Ni siquiera quiero pensar en si estará ahí mañana. Yo sólo... Prefiero olvidarme del mundo mirando esa eterna sonrisa que tantos demonios oculta.
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