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Tras no encontrarla en la Nave, va al único sitio donde la piensa encontrar.

Leia está colgada de un saco de boxeo, haciendo abdominadas. El sudor chorrea por su cuerpo, de modo que algunas gotas caen hasta el suelo. Como siempre, viste con su top y unos pequeños pantalones negros. Tiene las venas y los músculos marcados del esfuerzo.

–Leia...

Ella lo mira, bufa y baja del saco. Empieza a pegarle patadas.

–¿Estás bien?

–Qué crees... –contesta ella borde y ruda.

Pega puñetazos al saco con toda su fuerza.

–Marco me dijo que hace días que no te ven el pelo... Y cuando he ido a tu casa Luke me ha dicho que apenas pasas por allí... Así que supongo que pasarás el día aquí.

Leia golpea el saco haciendo que se aleje lo máximo posible de ella y lo sujeta cuando vuelve. Lo mira enfadada.

–¿Qué coño quieres, Nicolás?

–Vengo por el enano... No fuiste a su cumple y no deja de preguntar por ti. Hoy lo celebra con unos amigos en casa, ya que a su día sólo fue su familia, y... Bueno...

–Demián quiere que vaya.

–Sí.

Leia bufa. Golpea el saco y se aleja quitándose los guantes.

–¿Irás?

–Te contaré la historia de mi vida: los demás me fallan a mí, yo no fallo a los demás. Me voy a la ducha.

–Gracias.

–Muérete.

Nico suspira y se sienta en el suelo. El dueño del lugar, que estaba golpeando el saco más allá, se acerca a Nico y le pone una mano en su hombro.

–Hacía mucho que apenas se la veía por aquí, y hace unos días que me espera para que abra la puerta, come en la bocatería de en frente y tengo que echarla por la noche para que se vaya. ¿Qué ha pasado?

–No lo sé... –Suspira– Leia y yo ya no estamos juntos, y hace semanas que no hablo con ella. ¿A ti no te ha comentado nada?

–Sí. Me dijo algo así como: "la vida es una mierda. Y no sé por qué la gente se empeña tanto en buscar la felicidad si cuando la pierdes eres más infeliz que antes de encontrarla".

Nico suspira.

–Me pregunto si alguna vez Leia será capaz de estar bien de verdad.

–No podrá hacerlo sola. Y no querrá recibir ayuda. Lo tiene complicado.

Él asiente. Le duele verla así. Al menos cuando estaban juntos, aunque presentía que ella no estaba del todo bien, estaba más tranquila.

La chica sale tras haberse dado una ducha rápida de agua fría, vestida con una camiseta negra simple y unos vaqueros de los que cuelgan sus cadenas. Se ha colgado los guantes al hombro.

–Adiós, Lucas, nos vemos mañana.

–Adiós, Lei. Ten un buen día.

–Igualmente.

Choca el puño con él y le hace un gesto a Nico con la cabeza para irse. Él tiene la moto aparcada fuera.

–Déjame conducir.

Nico le pasa las llaves y ella se monta, subiéndose él detrás con el casco puesto. No le dice a ella que se lo ponga porque sabe que va a pasar de él.

La chica disfruta de sentir el viendo en su cara y va por callejones por los que sabe que no va a pasar la policía, ni van a encontrarse con otros vehículos. Aparca delante de la Nave.

–¿Y eso?

–Espera.

Leia sube a su dormitorio. Deja los guantes y coge el regalo que compró a Demi hace tiempo, metiéndolo en una riñonera.

Cuando llegan a la casa y Demián la ve corre hacia ella. Leia lo levanta en el aire.

–¡Pero qué grande estás ya!

El niño se ríe.

–Gracias por venir, Lei.

La mujer deja que el chico la abrace cogiéndolo en brazos.

–Soy tu amiga. Tenía que estar aquí.

Él sonríe.

–Mamá ya ha sacado la tarta. ¿Quieres?

–Claro, enano. Me comería hasta un buey ahora mismo.

El pequeño se ríe. Leia lo suelta y va de su mano hasta el jardín, donde sus hermanos y sus amigos juegan y han puesto una mesita con dulces, patatas y una tarta.

–Coge un trozo, está muy rica.

–Gracias, Demi.

La joven se sirve en un plato y se sienta en el escalón bajo el ventanal que une la casa con el jardín. El niño la sigue.

–Te he echado mucho de menos.

–Y yo a ti, peque.

–¿De verdad?

–De verdad.

–Me gustaría verte más...

–Puedes venir a verme cuando quieras, si tu hermano te deja.

–¿Sí?

–¡Claro! Mira, te he traído algo.

Leia saca el paquete de su mochila y se lo tiende. Está envuelto con un papel de Halloween: naranja y lleno de murciélagos, sapos y calaveras. El pequeño lo abre con cuidado para poder unir el papel a su colección. La joven tuvo cuidado de escoger uno que le gustara.

Cuando ve la nave roja con control telerigido sus ojos y su boca se abren sorprendidos. Pega unos cuantos saltitos y da un grito.

–¡Te quiero, Leia!

Ella se ríe y abre sus brazos. El muchacho la abraza y besa su mejilla.

–¿Te importa si voy a enseñárselo a mis amigos?

–Claro que no. Ve, disfruta.

Demián se aleja entusiasmado. Leia vuelve a concentrarse en su trozo de tarta.

Ahora es Nico quien se sienta a su lado.

–Hey.

–Déjame en paz.

–¿Tanto me odias?

–Cuando te odias a ti mismo es difícil no odiar al resto del mundo, ¿sabes?

–A Demi no le odias.

Leia expulsa el aire fuerte por su nariz y mira al pequeño mientras mueve la cuchara en su plato.

–Demi es el único que me abraza sin esperar nada a cambio, ¿sabes? El único que no intenta juzgarme o analizar por qué soy quien soy, él no me pide explicaciones.

–Es un crío.

–Exacto: él no tiene la culpa de que mi mundo sea una mierda. Míralo: es feliz. Dejémosle ser así unos cuantos años más.

–¿Qué te ha pasado, Leia? He hablado con Marco, y estás así desde hace algunos días. Ni siquiera a ellos los miras a la cara. Y sé que no es por mí porque cuando yo te dejé no estabas tan mal. Valeri no ha querido decirles nada, dice que eso es cosa tuya. ¿Qué te ha pasado?

–¿Recuerdas lo que me dijiste? ¿Que algún día encontraría a una persona que me entendería y me querría tal como soy?

–Sí.

–Bueno... Creí encontrarla. Y cuando ella supo que me gustaba, huyó. Y sí, sé que no necesitas tener a una pareja para ser feliz, que tú tienes que ser el que te ame y te apoye siempre a ti mismo y toda esa mierda... Pero es que yo me odio como a la mierda. Estoy harta de luchar para repetir siempre la misma historia. Completamente harta.

Nico pasa un brazo por su hombro y entrelaza los dedos con su cabello.

–Lo siento.

–Si realmente lo sientes, mátame, porque yo ya no quiero seguir aquí. Dicen que soy la hija de Satán... Ojalá pudiera reencontrarme con mi padre. La vida es una mierda.  

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