"A

Al tercer pitido, Leia responde al teléfono:

–Lei... Lei... Leia... Melca... me ha... dejado...Estoy... mal...

–Me acaba de dejar mi novio, no estoy de humor para animarte... Anda, ven a la nave. Tú vigilarás que yo no rompa nada y yo que no te deshidrates llorando.


Leia y tú lleváis un rato en su cuarto. Tú lloras en silencio, bocabajo, en su cama. Ella se ha puesto unos guantes de boxeo sobre las vendas y golpea su saco sin parar. El sudor chorrea por su cuerpo, tiene todas las facciones apretadas, los músculos tensos.

–¡Joder! Esto no solucionará nada.

Le da un golpe que tira el saco al quitar el pie de su soporte. Bufa.

La miras.

–¿Sabes? Creo que está claro que ni yo puedo ayudarte ni tú vas a ayudarme. Necesitamos un soplo de aire fresco que no esté contaminado por ganas de que lo trague la tierra.

–Creo que Sam está ocupada...

Tu voz casi no se escucha, tragada por el colchón, que está húmedo por tus lágrimas.

–No estaba pensando en ella.

Pulsa un número en su teléfono y lo deja caer en la cama, con el altavoz.

–¿Diga?

–¿Azu? Mira, a la puta esta la ha dejado la gilipollas de la otra, y yo estoy hasta los huevos de pegarle puñetazos al saco de boxeo. ¿Una ayudita?

Se la escucha suspirar al otro lado.

–Lo siento, señor, pero tendrá que buscar a otra persona para el blablacar. Voy para allá.

–No hace falta que retrases tu viaje a Andalucía, ¿eh?

–No... Tranquila.

–¿Segura?

–El día en que quiera que tú mates a alguien y Valeria se tire por un puente, me iré pa' mi tierra. O más bien, que tú termines ahorcando a Valeria para dejar de verla llorar. Considérame vuestra canguro a tiempo parcial.

–Puta.

–Azu, no tiene gracia –dices tú.

–No, no la tiene. Es la pura y cruel realidad, amargadas.

–¡Y tú eres una vieja, que puedes hacernos de canguro! –replica Leia.

–Pero soy una vieja sexy y por eso me amáis.

Azu cuelga. Leia te mira.

–¿De verdad hemos terminado siendo solo unas amargadas?

–Eso parece –contestas tú mirando cómo tu muñeca cae cuando la dejas muerta, como si fuera lo más interesante del mundo.

–Joder. ¿Cuándo hemos desvariado tanto, Valeri?

–Cuando dejamos que nuestra felicidad dependiera de un agente externo a nosotras.

–¡Mi felicidad no depende de Nico! Depende de la ciencia. La psicología, eso es lo que me hace feliz.

–Di lo que quieras... Pero sigues siendo una triste soltera amargada que se pasa el tiempo pegando a un saco porque no sabe resolver sus problemas de otra manera por mucho que estudie psicología.

–Cuando te deprimes eres la cosa más detestable del mundo, ¿lo sabías? Puaj, me voy a darme una ducha.

–Te acompaño.

Tu voz es desganada, sin ritmo, sin emoción, sin nada. No expresas absolutamente nada. De hecho, le das a Leia todavía más ganas de estar amargada. Tú transmites tu desolación por el aire.

–Ahora mismo me follaría hasta a un pez con tal de desahogarme, así que no me lo digas dos veces, Valeria.

Haces ademán de despedirte con la mano, pero esta apenas se levanta de la cama. Dentro de poco habrás hecho una metamorfosis con ella.

Cuando Azu llega, Leia sigue en la ducha.

–Dime que la loca esa no se ha ido a matar a nadie –replica como modo de saludo.

–Nah, está en la ducha. Pero yo de ti tendría cuidado cuando vuelva, si no quieres que te viole.

Ella se aguanta la risa.

–Pero si le van los tíos.

–Ya. Pero ha dicho que se follaría hasta a un pez. Yo de ti no me fiaría.

Suelta una carcajada.

–¡Eso ni si quiera puede hacerse!

Te encoges de hombros.

–Leia encontraría la manera. Yo sólo intento convertirme en cama. Quizá así sienta tan poco como ella.

–No lo hagas en la cama de Leia, terminarías destrozada entre sus experiencias sexuales y que le dé por hacer deporte encima o por pegarte puñetazos.

Te aguantas la risa.

–Pues me convertiré en aire. Y a la mierda.

Azu se tira en la cama a tu lado, y te mira muy de cerca.

–Deja de hablar con esa voz tan desganada. Me estás deprimiendo.

–No...

–¿Por qué?

–Quizá así me duermo y todo, de mero aburrimiento.

–No funcionará.

–Bueno...

–Valeria, si te repites a ti misma que estás deprimida, sólo conseguirás entristecerte más. Levántate, haz algo.

–Déjame llevar mi duelo en paz.

–No se te ha muerto nadie.

–Como si lo hubiera hecho.

Escondes la cara en el edredón. Leia vuelve al dormitorio, esta vez vestida, y se tumba encima de Azu.

–Ahora vamos a abducirte para transformarte en una loca amargada.

–Auch... Quita.

–No quiero. Entiéndelo, a esta loca desvariada le gusta empotrar a la gente.

Azu se ríe.

–¿Nos estabas escuchando?

–Puede.

–Mira, entre el tono desganado de esta y tu tono serio de siempre me voy a terminar deprimiendo yo.

–Te dije que te abduciríamos. Tengo unas ganas de destrozar algo que flipais.

–Pues no me destroces a mí, loca.

–Lo intentaré, pero no prometo nada.

–¿Y no conoces otro método más saludable de sentirte mejor?

–Follar.

–Te dije que te violaría –dices como quien habla del tiempo.

Leia mueve su cadera contra el trasero de Azu. Ella grita y se mueve hasta conseguir quitársela de encima, o más bien hasta que Leia decide dejarla. La rubia la mira como si fuera a asesinarla, pero tu amiga se ríe y acaba haciendo que la chica sonría. Nota que está muy mal, ríe con tal de soltar lo que siente sin necesidad de llorar.

–¿Alguno que no sea ese? No sé, ¿quizá hablarlo?

–Vete a la mierda.

–Joder, Azu, fóllatela y nos quitamos un problema de encima.

–¡Hazlo tú!

–¡Yo estoy depre!

–¡Pues así te animas tú también! –la rubia se sienta y os mira– Tenéis veintiun putos años, no me creo que todavía no sepáis como solucionar vuestros problemas. Cómo manejar vuestras emociones de una manera que no sea autodestructiva.

–Sí: viniendo a que Leia me resuelva los problemas. Pero hoy no está de humor. Así que esperaré pacientemente mientras lloro o me transformo en cama.

–A ver, –contesta Leia– primero: llorar es bueno para manejar tus emociones porque eliminas toxinas que hacen que te sientas mal y te ayuda a despejarte y pensar mejor. Segundo: el sexo y el deporte segregan hormonas de felicidad, lo que combate a la tristeza. Así que estamos haciendo cosas convenientes, no autodestructivas. No te quejes.

–¡Pero eso no solucionará vuestros problemas! Levantaos, buscad una nueva ambición.

–Que me dejes llevar mi duelo en paz...

–Valeri, Azu es rubia, podría ser tu nueva ambición. Piénsalo: esta al menos no es beata.

–Ja... ja.

–A mí no me busques novia –contesta Azu seriamente–. Y ahora en serio: contadme qué os ha pasado, qué pensáis hacer, qué sentís.

–Leia primero. –Te mira con mirada asesina– ¡Fuiste la primera en deprimirte!

–Estoy pasando por un aborto natural que hace que me desangre fuertemente por el coño alterando todas mis hormonas y mi novio, en quien confiaba y a quien quería, con quien pasaba la mayor parte de mi tiempo, me ha dejado. ¿Qué más queréis?

–¿Piensas hablar con Nico? –pregunta Azu.

–No me parece justo... Yo le pedí que me dejara cuando le hiciera daño. Lo he hecho, fin de la partida.

–Pero puedes no volver a hacerle daño... No sé, Nico estuvo viniendo a tu ventana cada día cuando le dejaste, quizá quiera que se lo demuestres de la misma manera.

–Azu tiene razón, te comportas con los demás como te gustaría que lo hicieran contigo, ¿no? Haz lo que haría él.

–Pero... Le he hecho daño. No quiero seguir reteniéndolo a mi lado. –Leia coge las cadenas de su pantalón y se queda mirándolas– No sería justo.

–Él te quiere, ha luchado mucho por ti. Le gustará saber que tú lo intentas todavía una vez más, incluso aunque no funcione.

–Créeme, no hay nada peor que saber que la persona a la que quieres no lucharía ni lo más mínimo por ti –agregas.

Leia se queda mirándote.

–¿Lo harás? –pregunta Azu.

–No. No sería justo para él. Ni yo quiero volver a pasar por eso. No estoy hecha para arrastrarme.

–Leia, yo de ti hablaría con él. Aunque sea para no dejar las cosas así. Habéis tenido siempre una bonita relación, si lo dejáis, que no sea de tan mala manera. Y de todas formas... Quién sabe, puede que volváis y que esta vez todo vaya bien.

Leia gruñe.

–¿Y tú qué harás con Melca? –pregunta Azu.

–Nada. Me prometió que lucharía por mí y se ha ido a Inglaterra sin más. Ni siquiera ha tenido cojones de decirme ella misma que me dejaba, lo ha hecho su padre, y no me ha dirigido ni la palabra. No ha luchado. Podría haberse quedado aquí, y ella lo sabe, pero no ha hecho una mierda. Estoy triste, sí, por haber desperdiciado mi tiempo con ella. Pero más que triste estoy cabreada. No luchó.

Te giras volviendo a esconder la cabeza contra el colchón. Leia niega con la cabeza, indicándole a Azu que no indague más.

–¿Cómo supiste lo que había que hacer para relajar mi sistema simpático? –le pregunta Leia.

–No tengo ni la menor idea de qué es eso.

Leia se aguanta la risa.

–El sistema simpático es la parte del sistema nervioso que controla la lucha y la huida, y que se activa, entre otras causas, en momentos de ansiedad. Cuando ejerces presión sobre el cuerpo la persona sufre un momento de frustración, de impotencia, y por eso se revela; pero después su presión arterial comienza a relajarse, y eso relaja su sistema simpático, haciendo que vuelva a dominar su mente y su cuerpo. Me abrazaste en vez de intentar detenerme de la manera menos peligrosa posible: alejándote de mí. ¿Y no tenías ni idea de que ese era el procedimiento?

–Ah. Eso. Pues no sabía la explicación científica, oh, gran psicóloga. Pero no es la primera vez que veo a alguien hacerlo.

–Entiendo. Aprendes por imitación, no por transmisión verbal.

–¡Que dejes de psicologearme!

Leia sonríe de medio lado. Le divierte investigar sobre la misteriosa artista. Es interesante.

–No va a dejar de hacerlo... –dices. Ellas te escuchan a duras penas, tu voz se queda en el colchón– Le pareces un sujeto digno de atención.

–No sé si tomarme eso como un piropo o como que soy un bicho raro.

Te giras.

–Tómatelo como un piropo. A Leia le llama la atención muy poca gente. Y de ti hasta dijo que eras una diosa.

Azu la mira alzando una ceja.

What?

–Nah... No le des importancia. Estaba llevándole la contraria a Carlos, porque se quejaba de que estuviera hablando por WhatsApp contigo después de lo mucho que había tardado en hablar con ellos. Le dije que eso era porque él era un pringado, Nico no hablaba, Marco era demasiado ñoño y Silvia era humana. Y cuando replicó que tú también lo eras le dije que no, que eres una diosa, porque eres artista: creas mundos y dominas lo que pasa en ellos.

–¡Aaaaay, que te estrujo!

–Ni se te ocurra, perra.

Te aguantas la risa.

–Cada vez que dices eso me imagino un monigote parecido a ti estrujando un perrito caliente hasta que este explota y todo se llena de kétchup. Es demasiado gracioso... Nadie dice "estrujar" como sinónimo de "abrazar".

–¡¿Pero qué pollas tienes tú en la mente, perrito caliente?! –exclama Leia.

Azu no puede dejar de reír a carcajadas, llegando a llorar.

–¡Estáaa drogaaadaaaa!

–Agh, dejadme en paz.

Pones la almohada de Leia sobre tu cabeza.

La rubia pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. Suspira. Sois un caso imposible.

–¡Venga ya! ¡Tenéis que animaros esas caras!

Azu se levanta de la cama de un salto y enciende el ordenador de Leia. Busca en Youtube Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee.

–¡Dios, Azu no metas virus en mi ordenador! –se queja Leia.

–No te digo que te guste la letra, pero tienes que admitir que tiene ritmo.

La rubia se pone a bailar delante de vosotras,moviendo la cintura y levantando los brazos. La camiseta se le levanta lo suficiente para que se vea su barriga. Está morena, su barriga sobresale; pero a ella parece no importarle. No me extraña. Está malditamente buena. Dan ganas de morderla. Joder si está buena... La voy a violar tan sólo con recordarlo... Ejem. Se mueve sensualmente y os indica con una mano que la acompañéis. Tú te niegas, y ella sigue bailando. Leia se ríe.

Azu comienza a cantar, actuando, sabe fingir muy bien la mirada felina de quien está intentando ligar. Tú te fuerzas por no morderte el labio mirándola, la maldita sabe cómo sacar todo el potencial de su cuerpo con sólo unas miradas y algunos movimientos.

–Venga, Valeria, baila con ella –te anima Leia empujándote con el pie.

–¡Pero si no sé! ¡Hazlo tú!

–A todo se aprende –replica Azu.

–¡Pues eso, que aprenda ella!

Leia te empuja al mismo tiempo que Azu te coge de las manos. Te levantas de la cama, Azu no deja de contonearse. Te quedas de pie mirándola. Azu hace twerking pegándose mucho a ti. Leia y tú termináis partidas de risa. Azu sonríe complacida y se incorpora, te coge de la mano y te hace dar una vuelta sobre ti misma, poniendo un brazo en tu cintura cuando volvéis a estar frente a frente. Azu te mira a los ojos, está muy cerca de ti.

–¿Ves? Todo puede ser un buen recurso para hacer sonreír... Y todo momento es bueno para sonreír.

Intentas no hacerlo, pero no puedes evitar sonreír.

–¡Es culpa tuya! Es difícil no sonreír contigo delante.

–¿Porque soy muy sexi? –pregunta ella con una sonrisa pícara.

Hay que admitir que sabe poner una cara sumamente sensual, al tiempo que mueve la cadera y te mira a los ojos.

–No. Porque sonríes tanto que se contagia tu sonrisa. Eres muy alegre y... No sé. Creo que eres la única que podría llevar a cabo tu propósito de repartir sonrisas por el mundo.

–¡Ay, que te estrujo! –repite antes de abrazarte.

Te ríes.

–Sí, pero que se ha puesto a bailar reggaetón. Se ha caído de mi pedestal –replica Leia.

–¡A ver si tú eres capaz de hacer twerking! Que no es tan fácil.

La chica se levanta de la cama. Te aguantas la risa.

–Leia no puede decirle que no a un reto.

Azu se queda un momento callada, como analizando esa información.

–Pues venga.

Le da a reproducir al vídeo. Tú observas cómo hacen twerking, una pegada a la otra. Y no sé si tú, pero yo creo que es la escena más sensual que has visto en tu vida. Tienes que admitir que ambas son diosas griegas.

Azu se separa de Leia riendo y cambia la música, empieza a bailar a lo loco. Sueltas una carcajada y la imitas. Eso te anima. Leia os mira de brazos cruzados, tan seria como siempre. 

–No te atreves a bailar haciendo el loco con nosotras, cobardica.

Ella le manda una mirada asesina.

–Un reto necesita un premio para tener sentido.

Azu sonríe y la besa, Leia le devuelve una sonrisa pícara y acaba cediendo a unirse a vosotras, llevada por las manos de la rubia. Puedes ver como se esfuerza para no sonreír, se nota la tensión en el borde de su labio.

No dejáis de hacer el idiota hasta que Azu va el baño y ambas aprovecháis para dejaros caer a la cama.

–¿Por qué llamaste específicamente a Azu?

Leia se queda pensando.

–Porque me da la impresión de que es como un pequeño rayo de sol que ha venido a colarse entre nuestras tormentas. Además, es una diosa, para ella es fácil solucionar los problemas de simples mortales... ¿No?



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top