Parte III - Justo a tiempo
Al llegar a la orden Allen esperó encontrarlos celebrando la víspera de navidad, pero al contrario, un extraño silencio sepulcral y muchas luces apagadas les dieron la bienvenida.
Lavi se fue con la excusa que debía avisar al viejo Bookman que estaban de vuelta, Lenalee se ofreció a entregar la pieza de inocencia a su hermano, y Kanda, sin mediar palabra, se fue en dirección a su habitación.
Allen prefirió imitar la acción de Kanda, yendo a su propia habitación no sin antes perderse en el camino.
Estuvo perdido alrededor de treinta minutos, después de todo, la reciente mudanza había distorsionado su sentido de la orientación aún más.
Sus botas hacían eco en los pasillos, ni un alma en pena deambulaba la zona además de él y Timcampy. Cuando finalmente la encontró, no hizo más que lanzarse a la cama aun con el uniforme puesto notando incluso la ausencia de Link.
Habían completado la misión con éxito, en un tiempo récord, con daños menores e incluso habían obtenido una inocencia, pero sentía un vacío en su interior y tristeza. Esperaba que fuera una noche amena o que al menos Kanda se hubiera acordado de su cumpleaños, pero tal parece que la Central fue un poco más estricta con la rama Europea en esta ocasión. Apretó los labios y escondió el rostro en su almohada para callar lo murmullos que comenzaban a atormentarlo dentro de su cabeza. No quería dar cabida a malos pensamientos esa noche... su noche.
—¿Allen? —escuchó la voz de Lenalee al otro lado de la puerta. Aquello hizo que una sonrisa inocente apareciera en su rostro—. Debemos entregar los informes en la oficina de mi hermano —explicó el motivo de su visita y con ello su sonrisa desapareció, bajando el rostro y escondiendo los ojos tras su flequillo.
—En un momento salgo... —respondió tras un suspiro, antes de tomar los reportes y abrir.
—Oye, Lenalee... ¿Sabes porque esta tan sola la Orden? No es por algún experimento fallido de Komui, ¿verdad? —pregunta mientras caminaban, suponiendo que ella venía del departamento científico. La chica de coletas y ojos amatistas dio un respingo y meditó por unos segundos que a Allen le parecieron eternos.
—Mi hermano dijo que el departamento científico y el de comunicaciones está trabajando en un nuevo proyecto ordenado por Leverrier —confesó, apenada por la mueca de disgusto de Allen ante el mencionado— Su-supongo que los demás están descansando o fueron a alguna misión —dijo trémula, no tan convencida de sus propias palabras.
Las esperanzas de Allen terminaron de desmoronarse cuando entraron a la oficina. Esperaba ver a Reever ocupado o a Komui durmiendo sobre los papeles de su escritorio, pero el lugar estaba vacío. La china dejó con cuidado los reportes en el escritorio de Reever que era lógicamente el más ordenado para que no se perdieran.
—¿Eh? ¿Dónde están todos? —cuestiona comenzando a sospechar que algo más estaba ocurriendo.
—Ellos no están aquí. Sígueme, nos serás de ayuda —señaló la peliverde con una sonrisa. Allen levantó una ceja en duda por el extraño comportamiento de Lenalee, pero decidió no hacer más preguntas y seguirla.
Varios pensamientos cruzaban por su cabeza cuando se veía cada vez más lejos del departamento científico y más cerca del gran salón comedor. Pensó que después de todo, quizás Lenalee si se había acordado o Jerry le había preparado su comida favorita al menos.
Al ir divagando y con su cabeza en las nubes, no se percató en qué momento Lenalee había entrado antes que él y cerró la puerta justo en su cara. El golpe lo aturdió y lo hizo caer sentado sobre el suelo.
No hubo contestación de la china, ni de nadie más dentro. Tocó la puerta con insistencia pero al no recibir respuesta, la empujó dejando una abertura suficiente como para entrar. Todo se encontraba a oscuras y la línea de luz que invadía el comedor a través de la puerta mostraba que el lugar también estaba vacío.
Dudó pero decidió avanzar, aunque fue una mala idea porque apenas alejándose lo suficiente de la puerta esta se cerró repentinamente bloqueando la única entrada de luz. Allen estaba confundido y asustado.
—¡Lenalee! ¡¿Fuiste tú quien cerró la puerta?! ¡LENALEE! —buscó movimiento que delatara la presencia de alguien más junto a él con sus ojos cegados por la oscuridad; un escalofrío recorrió su espalda pensando en aquellas historias sobre fantasmas que Lavi solía contarle mientras maldecía internamente que justo en ese momento decidiera recordarlas.
De pronto, una enorme cantidad de luz abrumó sus ojos, haciendo que los cerrara al instante. Los abrió con dificultad cuando escuchó unas voces conocidas y gritos alegres a su alrededor.
—¡¡Feliz Cumpleaños, Allen!! —gritaron al unísono todos sus amigos. Allí se encontraban Reever, Komui, Johnny y los miembros del departamento científico junto con algunos buscadores abrazados lanzando confeti en todas direcciones. Lavi corrió con prisa para darle un asfixiante abrazo seguido de Krory, Miranda y Timothy. Lenalee le dedicaba una cálida sonrisa satisfactoria y Kanda se mantenía al margen del alboroto y los abrazos, pero sin despegar un ojo de encima de su amado albino con una mueca que pasaba por una tenue sonrisa.
Allen no pudo contener las lágrimas de emoción, llevando las manos a su boca para tapar un grito mientras veía un enorme cartel colgando del techo junto a la decoración navideña que decía "¡FELIZ CUMPLEAÑOS!"
—¡Estoy soñando...! —lloriqueaba, ahora sí soltando su llanto a moco tendido y abrumado por tantas emociones que sentía que su corazón iba a explotar en cualquier momento. Sus mejillas sonrojadas lo hacían ver adorable.
—No es un sueño, esto es real y es todo para ti... ¡Feliz cumpleaños, Allen! —recalcó Komui invitándolo a admirar la decoración que les llevó todo el día completar. Las palabras de Lenalee no fueron del todo mentira, requirió de la ayuda de casi todos en el departamento científico e incluso exorcistas como Krory y Miranda (con tareas sencillas por su torpeza) ayudaron.
Todo el lugar estaba tapizado con adornos navideños, además habían colocado un árbol en el centro decorado con detalles dorados y rojos; en vez de la típica estrella en la punta del árbol, la cruz emblema de la Orden ocupaba su lugar.
—M-muchas gracias. En serio se los agradezco, chicos... —fue lo único que pudo articular luego de ser estrechado entre los brazos de Marie.
Jerry lo empujó hacia la mesa en donde un enorme banquete esperaba. Todos querían que fuera el primero en partir el pavo para dar inicio a la cena navideña. Había una infinidad de platillos, dangos y postres exclusivamente para él, además de un gigantesco pastel decorado y comida para el resto de miembros de la Orden.
—Allen~... Considera este pastel como nuestro regalo de cumpleaños. Link y yo pasamos toda la tarde preparándolo especialmente para ti —canturreaba el alegre cocinero. Link estaba de brazos cruzados y el ceño fruncido ya que había sido casi obligado por el moreno para ayudar con el pastel.
—Gracias, Jerry, Link. ¡El pastel está delicioso! —mascullaba luego de darle un sencillo bocado (si con sencillo se refiere a introducir una porción entera en su boca), lagrimeando por el exquisito sabor dulce.
—Sólo trata de dejar un poco de pastel para los demás... y feliz cumpleaños, Walker —murmuró Link siendo apenas escuchado ya que ladeó el rostro inexpresivo pero con un ligero rubor debido al halago. Allen sonrió comprendiendo finalmente por qué Link no lo había acompañado en su misión.
Hubo una gran fiesta en la que la mayoría dentro de la Orden participó; la música, la decoración y la comida invitaron a Allen a pasar la mejor de las navidades y el mejor de sus cumpleaños. Sentirse rodeado de sus amigos llenaba de calidez su corazón que latía vigoroso y lleno de emociones.
Pero aún faltaba algo, su día no podía estar completo sin la presencia de cierto espadachín. Luego de comer, buscó en todo el salón y preguntó a varias personas, pero nadie parecía haber visto a Kanda luego de la sorpresa inicial.
Finalmente divisó esa reconocible cabellera oscura lejos de la multitud. Cerca de la salida, Kanda parecía estar esperando por él. Cuando se acercó le pareció verlo inquieto. Parpadeó incrédulo, pensando que quizás si era un sueño después de todo.
—¿Kanda?
—Ven conmigo, quiero decirte algo...
—¿No puedes decirme aquí? —pregunta confundido, con una mirada inocente. Kanda frunció el ceño de inmediato.
—¿Te parece que este es el lugar apropiado? —cuestionó con tono sarcástico, jalándolo del brazo evitando así que unos buscadores claramente excedidos de copas no lo arrastraran a su paso.
—Tsk... Tú solo sígueme —lo soltó y comenzó a caminar hacia la salida. Allen no quiso acabar más con su limitada paciencia y fue tras él.
Lo llevó hasta el balcón de un piso superior con vista a uno de los jardines de la Orden. Su rostro de inmediato fue golpeado por el gélido aire invernal, la nieve se comenzaba a aglomerar en sus delicadas pestañas y podía sentir como su nariz y orejas se enrojecen por el frío.
Las nubes despejaron la luna llena que brillaba acompañada de una docena de estrellas. La cereza al pastel sin duda era contemplar el esbelto cuerpo de Kanda frente a él, recargado en el barandal de piedra cubierto de nieve. El abrigo que llevaba puesto acentuaba su figura. Sacudió su rostro buscando deshacerse de ciertos pensamientos que no venían al caso en ese instante.
Desde el punto de vista de Kanda, los ojos de Allen emanaban un brillo único producido por la luz de la luna. Le encantaba ver esa hermosa expresión en su rostro, en especial cuando sus labios rosas se entreabrían exhalando suspiros que imaginaban eran por el caos de pensamientos que se formaban en su cabeza. Cuando Allen notó que lo miraba fijamente, de inmediato se ruborizó.
Tratando inútilmente de esconder su rostro de la mirada penetrante, Allen optó por situarse a su lado y apoyarse en su hombro.
—Pensé que este día no podía terminar de una mejor manera... —murmura, aspirando el aroma del cabello azabache que a causa del viento le producía cosquillas en el rostro— Lenalee me contó que la idea de la sorpresa fue tuya... gracias, Kanda.
—Aún no agradezcas... —contestó, tomando su mano y entrelazando los dedos. Las miradas de ambos se conectaron— ¿Recuerdas la promesa que te hice? Prometí que compartiría el resto de mi vida a tu lado... y planeo mantenerla sin importar quién o qué se interponga —le confiesa. Su tono de voz fue claro y con firmeza, destacando el gran valor y significado de sus palabras.
Allen escuchaba atento; incrédulo y asombrado eran los mejores adjetivos para describir la expresión de su rostro. De quien salían tan dulces palabras era nada más ni nada menos que Yuu Kanda, ese espadachín estoico y frío, uno de los exorcistas más fuertes de la Orden, aquel hombre que lo hacía estremecer con un simple roce de sus manos y la persona de quien estaba perdidamente enamorado.
—Yo también hice la misma promesa... —contestó con una sonrisa sincera en sus labios y sin poder contener de nuevo las lágrimas lo abrazó, tomando al ojiazul por sorpresa— Eres lo más importante en mi vida... —Se sentía feliz, pero un regusto amargo se mezclaba con esas palabras. Al estar en la primera línea de batalla en la guerra contra el Conde y teniendo la Central vigilándolo a toda hora por sospechas de ser un traidor, la vida estaba jugando en su contra, por lo que disfrutaría cada segundo a su lado a sabiendas de que podía ser el último.
Kanda sintió tenso el cuerpo de Allen junto con un ligero temblor, correspondiendo el abrazo y besando su frente para calmarlo. También estaba consciente de lo volátil que podría ser la vida de ambos mientras estuvieran en la Orden... él mejor que nadie lo sabía.
Soltó un suspiro audible y con su mano levantó el mentón de Allen para que pudiera ver una de las pocas sonrisas que solo él merecía de su parte.
El albino quedó embobado con la belleza única de sus rasgos orientales, admirando la sonrisa que muy pocas veces había visto en su rostro, atesorándola en su memoria como las memorias guardadas de los Bookman.
—Cierra los ojos... —susurro el ojiazul, acercándose a su oído.
—S-si —Allen responde en un hilo de voz a causa de los nervios, alborotados por la sutil risa maliciosa de Kanda al acercarse a su oreja.
Con sus ojos cerrados y guardando silencio, Allen juraba sin exagerar que podía escuchar el sonido del palpitar del corazón de Kanda claramente nervioso, era algo nuevo y muy adorable. Sintió como las enormes manos del azabache de pronto se colocaban sobre su cuello dejando una suave caricia y ajustando cierto objeto que dejó una sensación de frío en la piel debido a su textura metálica.
—Ahora si puedes agradecer, ábrelos —ordenó, dándole espacio para que Allen pudiera reconocer dicho objeto. Llevó la mano a su cuello y tomó el dije que colgaba de un collar; un guardapelo de plata en forma de copo de nieve, adornado con pequeños cristales blancos. En su interior estaba cierta foto.
Kanda accedió por petición de Allen a tomarse una foto, claro que sin sus uniformes y con ropa más casual habiendo terminado una misión en Irlanda unos meses atrás. En la foto se les veía sentados uno al lado de otro, Allen con una sonrisa de oreja a oreja mirando hacia la cámara y Kanda con una mirada divertida hacia la expresión del albino, tomados de la mano.
Allen contempló la foto y a su mente llegó el recuerdo de ese día luego de su primera noche juntos— Esto... es muy hermoso... gracias —dijo mientras apretaba el objeto con su mano y sentía los ojos vidriosos por las lágrimas.
Kanda puso una mano sobre su cabeza, alborotándole el cabello— Feliz cumpleaños, Moyashi...
—Es Allen, BaKanda... —respondió levantando su rostro y dedicándole una sonrisa.
La mano de Kanda toca tiernamente la mejilla de Allen pidiendo permiso que fue concedido de inmediato. Cerraron la distancia entre ellos, demostrando su amor con un beso. Era lento y a la vez cálido, en contraste con la noche fresca que los rodeaba.
A la medianoche del día de navidad una promesa y un deseo quedaban grabados en el firmamento eternamente. Los corazones de dos jóvenes latían en sincronía rodeados de un espeso manto de nieve y bajo una repentina lluvia de estrellas, y no solo de estrellas, también de copos de nieve...
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¡Con esto concluye el especial dedicado a ustedes, mis queridos lectores! Realmente espero haya sido de su agrado.
Edit: Agradezco también a aquellos que ya lo habían leído y se pasaron por aquí a re-leerlo nuevamente.
Debo admitir que me dio algo de pena hojear lo que había escrito originalmente en el 2016 con tantas faltas e incoherencias, pero me llena de alegría saber que aun así les gustó en su tiempo. Soy humana y cometo errores, pero también aprendo de ellos.
D.Gray-Man es, por mucho, mi manga/anime favorito y nunca será superado. Llevo en este fandom desde el 2011 y siendo ficker Yullen desde el 2015. En serio gracias por apoyarme en todas mis facetas a lo largo de los años.
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Los dejo con un Bye Bye Dango
Copos de Nieve... by: Varela D. Campbell ウァレラ・デェー・キァンベル。
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