Night 008

♖The Night of the fight  ♖

La música resonaba a través de la casa, llena de luces tenues y gente joven disfrutando de la fiesta. No era una celebración formal de la realeza, sino una fiesta juvenil que Gabriel había organizado en una casa privada. Varios jóvenes de la realeza europea y algunos no pertenecientes estaban allí, riendo y disfrutando, pero sin el protocolo que solía rodear sus vidas. Mary y Morgan, ambas con ropa casual pero elegante, se movían entre la multitud.

Mary y Gabriel tenían una relación de confianza, más allá de los títulos y formalidades, lo que hacía que las conversaciones entre ellos fueran siempre cómodas. Después de un rato socializando, Gabriel se acercó a Mary, ambos con sonrisas relajadas, sintiéndose a gusto.

— Me alegra que hayas venido, Mary. No sería lo mismo sin ti —dijo Gabriel, inclinándose ligeramente para hacerse oír sobre la música.

— No me lo perdería por nada. Sabes que siempre disfruto de tus fiestas —respondió Mary, tomando un sorbo de su bebida. Miró a su alrededor—. Además, lo organizaste todo muy bien. Parece que todos se lo están pasando genial.

Gabriel sonrió, satisfecho. A pesar de la informalidad de la fiesta, su corazón latía un poco más rápido cada vez que estaba cerca de ella.

— Bueno, tú haces que cualquier lugar se sienta más especial —dijo, mirándola con una expresión que parecía más que amistosa.

Mary, sin captar la profundidad del comentario, sonrió ampliamente. Para ella, Gabriel siempre había sido alguien con quien podía relajarse, sin la presión de la formalidad que rodeaba a la realeza.

— Gracias, Gabriel. Es bueno estar aquí contigo. Siempre haces que las cosas sean más fáciles... —dijo con naturalidad, sin pensar en cómo podrían sonar sus palabras.

El rostro de Gabriel se iluminó. Aquello sonaba a algo más que una simple amistad, y la chispa de esperanza que había mantenido en silencio durante tanto tiempo comenzó a crecer.

— ¿De verdad lo crees? —preguntó, acercándose un poco más, con una sonrisa que reflejaba su creciente emoción—. Porque yo también siento que hay algo especial entre nosotros.

Mary, aún sin notar el cambio en el ambiente, asintió mientras tomaba otro sorbo de su bebida.

— Claro, Gabriel. Siempre es agradable estar contigo, me siento cómoda —respondió, mirando brevemente hacia donde estaba Morgan, quien parecía divertida conversando con James.

Antes de que Gabriel pudiera seguir profundizando en el tema, Morgan hizo un gesto llamando a Mary. Ella, pensando que solo era una conversación casual, le sonrió a Gabriel.

— Ahora vuelvo, Gabriel. Morgan me está llamando.

Se alejó tranquilamente, dejándolo allí, pero sin darse cuenta del impacto de sus palabras en él. Gabriel la observó irse, una sonrisa creciente en su rostro.

Tal vez... tal vez Mary siente lo mismo, pensó, sintiéndose inesperadamente optimista. Esto podría ser el comienzo de algo más.

Mientras tanto, Mary se reunió con Morgan y James, ajena a las ideas que había despertado en Gabriel. Para ella, todo seguía siendo amistoso, sin imaginar que el príncipe de Bélgica interpretaba sus palabras de una manera completamente diferente.

La noche continuó, la música seguía sonando, y aunque para algunos solo era una fiesta más, para Gabriel esa noche había marcado el inicio de lo que él creía que sería una nueva etapa en su relación con Mary.

La fiesta continuaba con la música vibrando en el fondo. Mary estaba ocupada hablando con Christian en una esquina, ambos riendo por alguna broma interna. Christian era siempre relajado, lo que hacía que Mary se sintiera cómoda con él, aunque, en ese momento, sus pensamientos no estaban tan centrados en lo que pasaba entre ellos. Sin embargo, lo que pasaba del otro lado de la sala era distinto para alguien que observaba desde fuera: Morgan y James.

Morgan se encontraba junto a la mesa de bebidas, con una expresión divertida pero ligeramente burlona en su rostro mientras James se le acercaba con una sonrisa.

— ¿Otra bebida? —le ofreció James, sosteniendo un vaso.

Morgan lo miró de reojo, dejando escapar una pequeña risa sarcástica.

— ¿Intentas embriagarme o algo? —respondió, alzando una ceja, pero aceptando la bebida de todos modos.

James soltó una risa suave, sin dejarse afectar por el comentario.

— No, claro que no. Solo pensé que podrías tener sed. Además, sé que eres perfectamente capaz de manejarte sola —dijo, con un tono dulce que parecía desarmar el sarcasmo de Morgan con facilidad.

Morgan tomó un sorbo del vaso y lo observó de manera retadora, como si esperara que se sintiera incómodo bajo su mirada, pero James se mantenía relajado. Esa actitud despreocupada, combinada con su amabilidad, empezaba a confundirla un poco. No estaba acostumbrada a que alguien reaccionara con tanta paciencia ante sus comentarios sarcásticos.

— ¿Y tú? —preguntó Morgan, cruzando los brazos y mirándolo fijamente—. ¿Qué haces aquí, siendo tan... no sé, adorable? —dijo, como si fuera más una acusación que un cumplido.

James se encogió de hombros y le lanzó una sonrisa cálida.

— ¿Adorable? Bueno, lo tomaré como un cumplido. Me gusta pensar que ser amable nunca está de más.

Morgan soltó una risa irónica, claramente divertida por lo genuino que era James.

— Sí, claro. Pero, ¿te das cuenta de que la mayoría de las personas aquí no son así, verdad? —añadió, mirando a su alrededor, observando el ambiente más despreocupado y a veces arrogante de algunos de los invitados.

James la miró, todavía sonriendo, pero esta vez con una pizca de seriedad.

— Bueno, no soy "la mayoría de las personas". Y tampoco creo que tú lo seas —respondió suavemente, sin apartar su mirada de ella.

Morgan abrió la boca para responder algo sarcástico, pero se detuvo. Había algo en la forma en que él lo dijo, como si realmente lo creyera. Eso la desarmó por completo, pero no estaba dispuesta a admitirlo tan fácilmente.

— Wow, te crees todo un caballero, ¿eh? —dijo finalmente, su tono un poco más suave que antes.

James la miró con esa misma sonrisa tranquila.

— Prefiero pensar que ser caballero no está pasado de moda. Pero si te molesta, siempre puedo ser un poco más sarcástico... aunque dudo que me salga tan bien como a ti.

Morgan lo observó por un segundo, evaluándolo. Podía notar que no estaba intentando impresionarla o cambiar por ella; simplemente era auténtico, algo que ella no veía con frecuencia. Aun así, no estaba lista para bajar la guardia completamente.

— Hm, buena suerte con eso. No todos pueden manejar el sarcasmo como yo —respondió, esbozando una sonrisa ladeada, aunque más relajada.

James sonrió en respuesta, contento de ver que, poco a poco, el muro de sarcasmo de Morgan parecía estar desmoronándose. Aunque sus interacciones seguían siendo un intercambio constante de comentarios agudos por parte de ella, había algo más que empezaba a brillar entre ellos.

Mientras tanto, Mary seguía en su conversación con Christian, ajena a lo que pasaba entre su amiga y el conde James. Sin embargo, la tensión en la sala, especialmente entre Morgan y James, empezaba a hacer que la noche fuera mucho más interesante de lo que habían esperado al llegar.

La música seguía sonando en la casa, pero Gabriel apenas podía escucharla mientras sus pensamientos giraban en torno a Mary. La había conocido desde hacía años, y lo que había empezado como una amistad inocente había evolucionado en algo más profundo para él. Cada vez que la veía, su corazón latía más rápido, y esta noche, por fin, había decidido que ya no podía ocultar lo que sentía.

Gabriel había observado a Mary charlando animadamente con Christian durante gran parte de la fiesta, pero decidió que ya era suficiente. No podía seguir guardando sus sentimientos más. Respiró hondo y se acercó a ella con una ligera sonrisa.

— Mary, ¿puedes venir conmigo un momento? Quiero hablar contigo en privado.

Mary, siempre confiada en su amistad con Gabriel, asintió sin pensarlo mucho.

— Claro, vamos.

Gabriel la llevó a la cocina, un lugar apartado y lejos del bullicio. Apenas cerró la puerta detrás de ellos, su nerviosismo se hizo evidente. Era extraño verlo así, normalmente tan seguro de sí mismo, pero esta vez las palabras parecían pesarle.

— ¿Todo bien? —preguntó Mary, sin sospechar lo que estaba a punto de suceder.

Gabriel respiró hondo y se apoyó en la encimera, evitando su mirada al principio. Finalmente, la miró directamente a los ojos, su expresión seria pero cargada de emociones.

— Mary, esto es... complicado, pero necesito decírtelo. Nos conocemos desde hace varios años y siempre has sido alguien muy importante para mí. Desde el principio sentí una conexión contigo, pero con el tiempo... esos sentimientos cambiaron, se volvieron más intensos —comenzó, su voz temblando ligeramente—. Me he dado cuenta de que... estoy enamorado de ti.

El silencio que siguió fue abrumador. Mary lo miró, sorprendida, sin saber cómo reaccionar. Era la última cosa que había esperado escuchar de Gabriel esa noche. Estaba a punto de responder, cuando, de repente, Gabriel, impulsado por el momento, se inclinó hacia ella y la besó.

El beso fue breve, pero inesperado. Mary abrió los ojos sorprendida, sin haber tenido tiempo de procesar la confesión, y mucho menos el beso. Instintivamente, lo apartó suavemente, claramente confundida.

— Gabriel, yo...

Pero antes de que pudiera terminar, la puerta de la cocina se abrió bruscamente y Christian apareció. Había visto a Gabriel llevarse a Mary aparte y, al no poder resistir su curiosidad, los había seguido. Pero al ver el beso y escuchar la confesión, su furia estalló.

— ¡¿Qué demonios estás haciendo, Gabriel?! —gritó Christian, su voz cargada de ira.

Mary retrocedió un paso, aún en shock por lo que acababa de pasar. Gabriel, sorprendido por la repentina aparición de Christian, intentó mantener la calma, pero su mandíbula estaba apretada.

— Esto no es asunto tuyo, Christian —respondió Gabriel, tratando de sonar firme.

Christian avanzó hacia él, sus ojos brillando de furia.

— ¡Claro que es asunto mío! No puedes simplemente besarla y decirle eso como si no importara. ¡No frente a mí!

Antes de que Mary pudiera interceder, Christian, impulsado por su enojo, empujó a Gabriel con fuerza, haciendo que este retrocediera hasta la encimera. La acción fue suficiente para que todo escalara rápidamente. Gabriel, aún en shock por la agresión, reaccionó con rapidez, y lanzó un golpe hacia Christian.

— ¡Christian, para! —gritó Mary, mientras intentaba separarlos.

Pero era inútil. Ambos príncipes, normalmente tan controlados, estaban ahora envueltos en una pelea física en medio de la cocina. Los puños volaban, y el sonido del forcejeo atrajo la atención de los invitados más cercanos.

En cuestión de segundos, la puerta de la cocina se abrió de nuevo, y esta vez fueron James y Morgan quienes entraron. Morgan se quedó en shock al ver la escena, mientras James corrió hacia los dos príncipes para intentar separarlos.

— ¡Basta, ya! —gritó James mientras forcejeaba para apartar a Christian de Gabriel.

Morgan se apresuró a ayudar a James, pero la situación estaba fuera de control. Mary, completamente desconcertada, apenas podía reaccionar.

— ¿Qué les pasa a los dos? ¡Paren ya! —exclamó Morgan mientras trataba de empujar a Gabriel hacia atrás.

Finalmente, entre James y Morgan, lograron separar a los dos príncipes. Gabriel, con la camisa desordenada y la respiración agitada, miró a Christian con furia, mientras este último también respiraba pesadamente, claramente igual de alterado.

— No vuelvas a acercarte a ella —gruñó Christian, sus ojos fijos en Gabriel.

Gabriel, todavía furioso, no respondió de inmediato, pero sus ojos no se apartaron de Christian. La tensión en la sala era insoportable, mientras Mary, incapaz de comprender cómo todo había escalado tan rápido, trataba de recuperar el aliento.

— No eres quien para decidir eso —respondió finalmente Gabriel, su voz baja pero firme—. Mary puede decidir por sí misma.

Christian, todavía enfurecido, dio un paso hacia él, pero James lo detuvo, poniéndole una mano en el pecho.

— No más, Christian. Esto ya se salió de control —dijo James con autoridad.

La tensión seguía latente, pero el enfrentamiento físico había terminado. Christian respiró hondo, apartándose finalmente, pero el conflicto entre los dos príncipes estaba lejos de resolverse. Mary, por su parte, se quedó inmóvil, sin saber qué hacer o decir.

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