77. Un Rastro de Plata

Nota de autor: ¿Quieren saber un secreto? Esta sigue sin ser mi historia. Todos los créditos van para la poderosísima Moonsign.

"Es requisito para la relajación de la mente que hagamos uso de vez en cuando de actos lúdicos y chistes"

Tomás de Aquino

REMUS:

Los primeros días tras regresar a casa por las vacaciones de Navidad resultaron verdaderamente extrañas para la familia de Remus. En el transcurso del año, secreto por secreto habían sido descubiertos, como si fueran curitas siendo despegadas de una herida: La sexualidad de Remus y su relación con Sirius, sus sospechas con respecto de adónde iba el dinero de sus padres adoptivos, las mentiras de Neil y Angela sobre por qué viajaban alrededor de Europa y por qué menguaba el dinero, sospechas sobre de qué lado de la guerra verdaderamente estaban.

Y ahora los tres tenían que vivir con las recientes revelaciones y sucesos que se habían desencadenado: ¡Bam! Neil perdió sus piernas y Angela era la asesina de quién lo había hecho.

La pequeña familia era todavía muy nueva y ninguno de sus miembros sabía cómo lidiar con estos problemas. Cayeron en una falsa felicidad llena de charlas pequeñas, que a medida que avanzaban, hacían que Remus quisiese volver a esas primeras vacaciones que tuvo con los Anders, cuando todo el futuro se veían tremendamente brillante y lleno de posibilidades infinitas.

En los cinco días que llevaban las vacaciones de Navidad, Remus estaba volviéndose loco. Ya no podía seguir soportando el sentarse durante otra cena familiar para darle elogios a Angela, acompañados de peticiones educadas para pasar la sal a la vez que todos ignoraban mencionar cómo la silla en la que solía sentarse Neil había sido guardada para dar paso a su silla de ruedas mágica.

Remus se encontraba viendo a Angela recoger la mesa en la cuarta noche sin poner problema alguno, recordando brevemente las divertidas discusiones que solía tener con Neil sobre a quién le correspondía. Usualmente terminaban corriendo por la cocina, lanzándose toallas mojadas. Mientras Angela ingresaba a la cocina, tomó una decisión. Era arriesgada, pero ya no soportaba un día más con este extraño ambiente.

— Apuesto —Dijo a Neil, evitando tartamudear— A que yo puedo inventarme más chistes sobre no tener piernas de los que tú podrás sobre hombres lobo antes de que termine el verano.

Un silencio sepulcral descendió sobre ellos a la vez que Neil lo miraba con ojos abiertos por la sorpresa. Por unos segundos, Remus pensó el que había cometido un terrible error y ya estaba preparado para retractarse. Pero entonces Neil dejó salir una carcajada.

No había sido gracioso, Remus pensó. Al menos, no tan gracioso, más fue un alivio el deshacerse de tanta tensión.

— Vas a perder, Lupin —Neil anunció, minutos después mientras dirigía a su silla voladora para que le pegara suavemente en la espalda a Remus— Y sé de un hechizo que nos ayudará a mantener el puntaje.

Se desplazó con una velocidad impresionante y un entusiasmo nunca antes visto para buscar un pedazo de pergamino en la sala, el cual pegó a la pared. Luego usó su varita para crear dos columnas con los nombres de "Remus" y "Neil" y puso otro encantamiento encima.

— ¿Funcionará? —Remus preguntó, intrigado.

— ¿Cómo impides que un hombre lobo aullé en la parte de atrás de un auto?

Remus parpadeó: — ¿Qué? ¿Cómo?

— Ponlo en la silla del pasajero —Neil empezó a reír a medida que un brillante número 1 aparecía debajo de su nombre.

— ¡Oye! —Remus exclamó indignado— Deberían darte menos puntos por chistes tan malos.

— Estás celoso porque ya tengo la delantera.

— No es verdad.

— Si lo es —Neil sonreía tanto que parecía el que su rostro se partiría en dos. Dio un giro bastante gracioso con su silla— Hmm... tengo que practicar con esto. Oye, ¿Remus?

Remus dejó de sonreír al notar como la voz de Neil se tornaba seria: — ¿Sí?

— Gracias.

Remus le dedicó un gesto de profundo amor: — No quería desperdiciar tantos buenos chistes. Sería muy poco merodeador de mí parte.

— ¿Quieres tomar algo para celebrar? —Neil preguntó, acercándose al gabinete.

— ¿No deberías ayudar a Angela con los platos? Es tú turno.

— Calla o no te doy Whiskey de fuego.

— Me gusta más la cerveza de mantequilla —Remus se acercó para ayudarlo— Y no deberías tomar.

Neil parpadeó: — ¿Por?

— Porque ya no tienes equilibrio.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

La competencia fue violenta y tanto Remus como Neil usaban cualquier método para intentar ganar. Neil ya había confiscado su "Generador de Bromas, ¡Bromea sobre cualquier cosa!" que Sirius le había regalado una vez se enteró de la competencia, así que Remus le había prohibido a Neil el acercarse a extraños en la calle para preguntar si conocían de bromas sobre criaturas oscuras.

Angela, ya cansada de las bromas que compartían su esposo e hijo, necesitaba de una desesperada distracción así que invitó a Los Merodeadores a quedarse con ellos la semana que restaba de vacaciones antes de volver a la escuela. Para cuando Sirius, James y Peter llegaron vía chimenea, Neil iba ganando.

— Me avergüenzas, Lunático —James anunció, mirando atentamente el marcador— No puedo creer que vayas perdiendo.

— He intentado todo lo que puedo —Remus reclamó, tirándose al sofá al lado de Sirius— Pero solo tengo pocas cosas para bromear sobre alguien sin piernas. Me tuve que ir por contar el de "El hombre con una sola pierna llamado Smith" dos veces, y eso es bajo, hasta para mí. Ni siquiera pude quejarme cuando me dio solo medio punto. No es justo. ¿Saben cuántos chistes sobre hombres lobo existen?

— Sí —Los tres exclamaron de inmediato.

— No nos creerías si te dijéramos lo mucho que nos hemos resistido de contártelos todos estos años —Sirius le dijo fervientemente.

— ¿Qué haces si tú hombre lobo está enfermo? —James empezó— Cuentas a tus amigos. Alguno pudo caerle mal.

— ¿Cómo preparas hombre lobo a la plancha? —Sirius mencionó— Lo dejas esperando dos horas.

— ¿Qué obtienes si cruzas una bruja con un hombre lobo? —Peter se unió— Un perro que persigue aviones. Aunque ese casi no se puede contar en el mundo mágico a menos que expliques qué es un avión.

— ¿Qué obtienes si cruzas un vampiro y un hombre lobo? —James todavía no terminaba su repertorio. Remus se preguntó con mórbida fascinación cuánto tiempo había esperado este momento— Un abrigo peludo que te chupa el cuello. ¿Cuántos hombres lobo necesitas para cambiar...

— Bien, bien —Remus lo calló, levantando sus manos en señal de derrota— No puedo creer que haya propuesto esto.

— Sabes que te amamos —Sirius le dijo, sonriendo.

— ¿No estás molesto, cierto Lunático? —Peter indagó, preocupado de que lo hubiesen lastimado.

Remus le sonrió: — Claro que no. Me alegra que hayan podido venir.

Era bueno tenerlos con él, aunque un tanto extraño. Los tres se veían tremendamente fuera de lugar en la pequeña casa de los Anders, con sus muebles de segunda mano y sofás que se quedaban sin felpudo. Se preguntaba qué les parecería a James y Sirius, quienes provenían de familias aristocráticas.

— Temo que vamos a estar un tanto apretujados —Se aventuró a decir— No tenemos tanto...

— Lunático —James lo interrumpió— Si quisiéramos amigos millonarios, nos habríamos juntado con Lucius Malfoy. Pero como yo prefiero cerebro y buen sentido del humor a un bastardo sin sentimientos y con mucho dinero, creo que nos quedaremos contigo.

No había nada que pudiese decir al respecto.

Peter había traído los sacos de dormir que usaron durante las vacaciones del año pasado cuando se quedaron en su casa. Las acomodaron en la habitación de Remus, luciendo como unas salchichas enlatadas con el poco espacio que había.

— Me temo que Sirius o yo tendremos que dormir en la cama, no podemos los dos juntos —Remus murmuró de mala gana, mientras los cuatro intentaban cumplir su rutina nocturna en un dormitorio que era diez veces más pequeño del que tenían en Hogwarts— Ordenes de mis padres.

Una pausa incómoda se cernió sobre los muchachos mientras tres de ellos miraban a Remus. James, quien se estaba poniendo los pantalones del pijama, terminó cayéndose al suelo.

— ¿Qué? —Peter finalmente rompió el silencio— ¿Acaso piensan que terminaran teniendo sexo salvaje si duermen juntos? Porque yo te digo que incluso si eso pasara, que espero no sea el caso dado que Corna y yo estamos aquí, no tienen espacio suficiente para moverse. Estamos tan arrejuntados que tendremos que determinar horarios para respirar, porque si los cuatro lo hacemos al tiempo, entonces alguien se quedará sin aire y terminará explotando como corchete de champagne.

Remus se sonrojó: — Creo que lo hacen por principio moral.

— ¿Ellos si saben que compartimos un dormitorio? —Sirius preguntó.

Remus se encogió de hombros.

— Bueno —Sirius accedió— Será mejor que hagamos lo que dicen. No sé si te has dado cuenta, Lunático, pero me he comportado muy bien últimamente. Quiero impresionar a tus padres.

— Estoy seguro de que estarían impresionados, te lo aseguro, si no te conocieran desde hace seis años y tú no le hubieses puesto poción picante a Neil en su comida durante primer año.

— ¡Fue solo una vez! —Sirius se veía insultado— Antes de saber que era cool.

— No importa la razón, Canuto, no creo que puedas convencerlos de lo contrario. No te preocupes. Ya te quieren. Incluso si corrompes a su adorado hijo.

— Oh, por favor —James clamó— Dejaste de ser inocente mucho antes de que te conociéramos. Quédate con la cama, Lunático. No nos importa acomodarnos en el suelo y la luna va a estar dándote problemas estos últimos días. Aunque si considero que las cosas serían más fáciles si Colagusano no hubiese cedido a su apetito tanto durante estas vacaciones.

— ¡Oye!

Sonriendo, Remus se terminó de poner el pijama y subió a la cama, relajándose mientras escuchaba a James y Sirius quejándose mientras se metían con Peter en las bolsas de dormir y apagaban la luz.

— Bueno, eso es acogedor —James habló, su voz un tanto cortada— Merlín, Canuto, eres un saco de huesos. Incluso con un saco de dormir. No entiendo cómo Lunático te mete en su cama.

— No puede quejarse —Sirius explicó— Tiene rodillas como témpanos de hielo y codos tan afilados como un sacapuntas.

— Alguien golpéelo por mí —Remus pidió entre bostezos. James le hizo caso y pronto se escuchó un pequeño quejido de dolor.

Un largo silencio los acompañó, roto solo cuando las bolsas de dormir se movían. Finalmente Sirius dijo: — ¿Lunático? ¿Todo anda bien?

Remus se sentó y miró a las bolsas de Merodeadores en el suelo: — Claro que lo estoy. Ha estado bien por aquí. Especialmente desde la competencia. Me refiero a que, obviamente no es perfecto, pero estamos bien. Sé que será especialmente difícil cuando los compañeros de Neil regresen a trabajo de campo y él tenga que quedarse. No le gusta estar fuera de la acción. No envidiaré a Angela el tener que quedarse con él.

— Oh, no te preocupes por Angela —Peter le dijo fervientemente— Es una mujer formidable.

Una pausa terrorífica siguió antes de que Remus preguntará, aterrado: — Por favor dime que no te gusta mi mamá, Pete.

— ¿Gustarme? —Peter dejó salir una especie de risa nerviosa— Me da miedo. Esa mujer estranguló a alguien con una bufanda.

— Una bufanda mágica —James lo corrigió.

— Es lo mismo —Peter dejó salir un temblor de terror— Cuando me frunció el ceño por haber dejado caer un poco de salsa en el mantel sentí que mi corazón bajó a mi estómago.

Sirius empezó a reír: — Por el nombre de Godric, Colagusano, ¿Dónde estabas cuando repartieron valentía?

— Si era Angela quien la repartía, probablemente al otro extremo del continente, bajo mi capa de invisibilidad y deseando haber prestado atención a la clase de escudos mágicos —Dijo James, bastante asombrado— No te preocupes, Colita. Te protegeremos.

— Apuesto a que eso le dijeron sus amigos Mortífagos a ese hombre —Peter dijo de forma seria— Antes de que fuera asesinado por seda barata.

— Me ofende el que impliques que no te protegeríamos —James le dijo.

— Me ofende el que digas que Angela usa seda barata —Remus añadió.

Recibió un silencio incómodo de parte de los otros Merodeadores.

— ¿Qué? Si los obligaran a escuchar tantas lecciones de moda, sabrían porque eso es un insulto al buen vestir.

— Sí, yo mantendría eso un secreto, Lunático —Sirius intervino— Comentarios como ese me hacen querer golpearte y robar tu dinero del almuerzo, pero como yo nunca podría hacerte daño, sería el pobre de Colagusano el que sufría mi ira.

— ¡Oye! ¿Por qué yo?

Sirius se encogió de hombros: — Porque Cornitas es mi hermano-nacido-de- una-madre-no-arpía y Lunático es sexy.

— Y él podría partirte a la mitad usando solo su dedo meñique —James agregó.

— Sí, eso también influye.

— Necesito encontrar nuevos amigos —Peter comentó, voz arrepentida.

— Nadie más te tendría, amigo —Sirius anunció felizmente— Estás atrapado con un hombre lobo homosexual, el hijo desheredado de los Black y un idiota que no sabe peinarse.

— Eran tan homosexual como yo —Remus protestó.

— ¿"Lecciones de moda", Lunático? "¿Insulto al buen vestir?"

— Cállate.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Cuando Remus se despertó a la mañana siguiente, estaba solo. Se estiró con cuidado, sus miembros ya doliéndole por el inminente cambio dentro de unos días. Probablemente por eso los demás lo dejaron dormir y la razón por la cual ni siquiera los sintió levantarse. Siempre dormía muy profundamente durante esas fechas.

Salió de la cama y bajó a la sala de estar todavía en pijama, alarmado ante la falta de ruido. Un Merodeador silencioso usualmente significaba peligro. No tuvo que preocuparse, sin embargo, porque los encontró de inmediato sentados en la mesa con Neil y discutiendo un enorme y viejo libro.

— ¿Qué sucede? —Preguntó, observándolos— ¿En verdad leen voluntariamente un libro?

Se giraron con sorpresa, claramente no esperando su presencia.

— No es nada, Lunático —James contestó a la vez que Peter trataba disimuladamente de esconder el libro.

Remus se quedó de pie y brazos cruzados, alzando las cejas.

— No queremos darte falsas esperanzas... ¿Qué? —Sirius levantó las manos en señal de defensa cuando los demás lo miraron mal— Saben que pierdo todo autocontrol cuando Lunático levanta la ceja.

— No pueden simplemente no decirme nada —Remus reclamó, acercándose para divisar el libro que ocultaban. Los demás se movieron de mala gana, todavía mirando mal a Sirius— "La Magia de los Elfos Domésticos" ¿Qué?

— Yo lo "tomé prestado" de la biblioteca de papá —James finalmente le dijo— Y déjame avisarte que no fue una tarea fácil. Trata de meter esa cosa en tus túnicas y te darás cuenta de que deja de ser un asunto de llevarte un libro —Le dedicó una mirada brevemente a Peter, quien se removía en su silla al claramente ser sometido a la ira de Cornamenta.

— Pero... ¿Por qué? —Remus sentía que se había perdido de varios eventos importantes.

— Para ayudarte con la plata —Sirius confesó, sonriéndole.

Remus se sonrojó y se pasó una mano por el cabello. Esperaba que los mechones que ya se tornaban canosos pasaran desapercibidos por sus amigos, quienes usualmente solo denotaban cosas nuevas, cubiertas de chocolate, escobas o algo que causara terror a los Slytherin. Siempre debía recordarse que Sirius hacía excepciones con él.

La expresión de Sirius cambio de una amorosa a aterrorizada y prontamente añadió: — ¡Oh, Lunático, no es eso! Me refería a la plata en la cual los elfos sirven la comida. Queríamos ver si otro metal funcionaba...

Empezó a divagar y Remus hizo todo lo posible por ocultar una sonrisa. Era obvio que aunque Sirius no se refería a su cabello, lo había notado.

— ¿Qué ocurre? —Peter preguntó, fijando su mirada en todas las tensas expresiones alrededor.

— Nada, Pete —Remus se apresuró en contestar, agradecido de que al menos uno de sus amigos siguiera en aquella ignorancia inocente. Era claro por el tenso silencio de James el que también había notado las canas, o Sirius se lo había comentado— Solo...um... voy a cambiarme —Señaló sus pijamas y huyó prontamente de allí.

De regreso a su habitación, estudió su reflejo en el pequeño espejo que guardaba en su cajón. Agachó un poco la cabeza e hizo una mueca al darse cuenta de las canas que se entremezclaban con sus mechones arenosos. No eran demasiadas, pero si muchas más de las que hace algunos meses. Se acercó, preguntándose cuánto le faltaría hasta que tuviera arrugas. ¿Acaso los hombres lobo envejecían con mayor rapidez? ¿Por qué nadie se lo dijo? ¿Tendría el cuerpo de alguien de 85 para cuando tuviera veinte? ¡Dios! Sirius se vería glorioso y todo el mundo pensaría que Remus era una especie de viejo decrépito que lo acechaba. Si es que Sirius todavía querer estar con alguien que luciera como un abuelo arrugado y feo.

— ¿Lunático?

Saltó y dejó caer el espejo, tropezando con una de las bolsas en el suelo y terminando yéndose de bruces contra el mismo, maldiciendo por no haber notado a Sirius antes. El chico simplemente se acercó y en lugar de ayudarlo a levantar, se sentó con él en el suelo. Remus evitó su mirada hasta que sintió los dedos del chico en su cabeza. Entonces lo apartó bruscamente.

No, Canuto.

— ¿Por qué? —Remus hizo una mueca y Sirius suspiró— No hay nada de malo con tener unas cuantas canas.

— Sí, cuando esa p-persona tiene cincuenta.

— No digas bobadas. A mí me gusta.

— Solo... no.

La expresión de Sirius pasó a ser una de frustración: — No entiendo por qué es un problema. ¿Qué si tienes algunos cabellos de plata?

— ¡El hecho de que apenas voy a cumplir diecisiete, no s-s-setenta! Si y-ya me veo así, ¿Cómo l-luciré cuando tenga veinte? ¿O tr-treinta? —Remus se sentía frustrado de que su enojo e inseguridades trajeran de regreso ese molesto tartamudeo.

— Tendrás otras cuantas. ¿Qué con eso?

— Ya tengo muchas ahora. ¿Qué sigue? Seré alguien viejo y d-desagradable.

— ¿Qué? ¡Eso no es verdad! Remus, solo porque tengas algunas canas no significa que pronto serás un anciano. ¿En verdad crees eso?

— ¿Por qué no debería? Los hombres lobo no vi-viven mucho.

— Porque los cazan como si fuera deporte, o se despedazan durante una luna llena, o se suicidad debido a la discriminación o soledad. No mueren de viejos.

Remus negó, resistiéndose a creerle.

— Juro por Merlín, Lunático, mírame —Sirius lo tomó delicadamente de la barbilla y le hizo mirarlo a los ojos— Uno de mis primos, Cepheus, trabaja con dragones en Rumanía. Cuando tenía unos ocho o nueve, vino de visita y todo su cabello estaba blanco. Tenía tan solo veinte en ese momento y su rostro era todavía joven, pero su cabello cambió de color. Resulta que el año anterior había estado atrapado en una cueva donde una dragona acababa de poner huevos, sin posibilidad de huir. Lo hubiesen freído si la madre se daba cuenta de que estaba allí. Eventualmente lo rescataron, pero cuando llegaron a él su cabello ya estaba canoso por haber soportado tanto estrés. Solo le quedaba algo de negro en las puntas y nunca más le volvió a crecer de ese tono. Fue el estrés el que lo hizo, Lunático. Te da canas. Me sorprende que no tengas el cabello completamente blanco con los niveles que tú manejas cada mes.

Remus sintió algo de calma desde que había descubierto el primer mechón canoso: — ¿No me saldrán a-arrugas?

— Nope. Seguirás siendo guapo por muchos años.

Remus bajó la mirada, avergonzado de las lágrimas que amenazaban por salir. Sirius pretendió no darse cuenta.

— Si sigue molestándote, todavía tenemos un poco de poción de la que usamos para esa broma contra Slytherin.

— ¡Eso les pintó el cabello de rosa!

— Te quedaría bien el rosa, Lunático.

— Si me queda bien el rosa, me quedará bien el gris.

— Por supuesto que lo hará. Podrás usarlo para afianzar la imagen de profesor amigable que ya llevas construyendo por un tiempo.

Remus se sonrojó: — No es una simple imagen.

— Ya no, supongo —Sirius pasó una mano por la camisa de pijama de Remus— Lo tienes tan dentro de ti que ya es algo natural. Pero no te creas que no sé el que lo inventaste inconscientemente, o de las razones detrás de ello. Y tampoco quiero que pienses el que llegará un día en que eso será lo único que vea cuando te mire.

— Bueno, no pretendas el que yo no veo más allá de tú imagen de chico malo y bromista —Remus comento, algo avergonzado.

Sirius sonrió: — Oh, sé que lo haces. Somos únicos en ese aspecto, Lunático.

— Sí. Debemos asegurarnos de que esas personas no se conviertan únicamente en nosotros y entierren a las demás.

Sirius frunció el ceño, parpadeó y se transformó en Canuto para subirse sobre el regazo de Remus.

— ¿Demasiado sentimental para ti, pulgoso?

Canuto movió la cola y sacó la lengua para lamer el cachete de Remus hasta su cuello.

— ¡Eew, bájate! Asco.

Sirius volvió a ser su forma humana, para proceder a lamer nuevamente el cuello de Remus, mucho más despacio: — ¿Otra vez te da asco si lo hago así?

— Sí —Remus dijo, aunque no pudo ocultar el jadeo en su voz.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

— Oro —Peter anunció una vez que Remus se encontraba cambiado y había bajado con Sirius para desayunar.

— ¿Qué? —Sirius se sentó a su lado y empezó a apilar tostadas en su plato.

— Neil lo encontró en el libro de James —El chico elaboró. Señaló a Neil, quien fingía estar leyendo el Diario El Profeta, escuchando la conversación atentamente— El oro funciona igual de bien como... ¿Cuál es el término?

— Conductor —Dijo James, dejando caer un gran cantidad de mermelada sobre su tostada.

— Eso, un conductor para la magia de los elfos domésticos.

— ¿Oro? —Remus sintió la esperanza desvanecerse— ¿Necesitaríamos una vajilla completa de oro sólido?

— No tiene que ser necesariamente oro sólido —James le dijo con la boca llena— La magia necesita solo de un poco para funcionar. Con tener los bordes basta.

— Aún así —Remus se quejó— Millones de platos con bordes de oro costarían un platanal.

— Pensaremos en algo —Sirius afirmó— Una subasta o algo.

— ¿Cómo piensas convencer a los estudiantes de participar en una subasta o algún evento? —Remus preguntó— La gente pensará que finalmente sucumbiste a la locura de los Black. Además ¿Qué se supone que haríamos?

— No lo sé —Sirius miró a James— ¿Qué te parece el que nos regalen un gramo de oro por ver cómo a Colagusano lo azotan?

— ¡Oye! —Peter contestó, indignado— ¿Por qué yo?

— Solo te está molestando —James le aseguró— Además ¿Por qué alguien querría ver a Peter ser azotado?

— Podríamos colgarlo de un estandarte usando sus calzones de "Yo Corazón Honeydukes".

— Me temo que debo protestar —Dijo Remus— Empezando por el hecho de que sería un plan mucho peor que cuando Wendy "Donde-Quedaron-Mis-Piernas" Wibbler se encontró con un hombre lobo en la luna llena, usando una mini falda, para decirle "¿Quieres comer, chico malo?"

Dos sonidos a campana resonaron por la casa a la vez que dos puntos aparecían en la lista a la vez que Remus se cubría la boca con una mano. Neil empezó a reír histéricamente: — Doble puntada, Remus. Hombres lobo y falta de piernas. ¿Si te das cuenta de que te metiste un autogol?

Remus gruñó: — Es un hábito. Tendré que fijarme en lo que digo cuando volvamos a la escuela.

Esperaba ver reírse a los otros Merodeadores, pero cuando los miró, se dio cuenta de que solo lo miraban con asombro.

— ¿Qué?

— Jamás pensé verte hacer bromas con la licantropía —James confesó.

Remus sonrió: — Bueno, se me han pegado algunas durante las vacaciones. Ya es costumbre.

— ¿Eso significa que ahora podemos hacer chistes al respecto? —Peter preguntó con emoción— Tengo demasiadas bromas al respecto que ya estoy constipado.

James lo empujó e hizo caer de la silla: — ¿Lo azotamos? —Preguntó a Sirius.

— Cuando gustes. Ni si quiera debemos pagar el gramo de oro. La casa da el primero gratis.

Peter chilló como roedor y salió a correr mientras Sirius y James lo perseguían.

— ¿Y eso por qué fue? —Neil cuestionó.

Remus se encogió de brazos: — James y Sirius me sobreprotegen demasiado.

— Son buenos chicos —Dijo Neil, mientras que un agudo "¡oomph!" se escuchaba cuando le cayeron encima a Peter, para después convertirse en una serie de "¡Ah! ¡Ah! Lo siento, ¡Ya calma!" que provenían de la sala de estar.

— Sí —Remus aceptó, comiendo una tostada— En verdad lo son.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

El resto de las vacaciones de navidad pasaron tan normal como podría esperarse de Los Merodeadores. Remus tuvo que pasar la luna llena en el viejo bunker donde, dado a que los demás no podían revelar sus formas animagas, Lunático le dejó algunas heridas. Lo positivo fue que recuperó su mente apenas captó el que Sirius estaba en la misma casa. Los demás Merodeadores se la pasaron la noche entera despiertos, conversando sobre formas para recaudar el oro.

Intercambiaron regalos tarde, puesto que los chicos llegaron después de nochebuena. Remus obtuvo chocolate por parte de Peter, una trampa para asegurar su baúl de James y un horrible brazalete de Sirius.

— Er... gracias, Canuto.

— Sé que es vil —Sirius explicó animadamente— Pero es de oro sólido y le pertenecía a mi tío abuelo Orpheus. Pensé en que podríamos quemarlo para hacerte al menos un plato... ya sabes... debido a que Colagusano fue un aguafiestas con respecto a ser azotado públicamente para recaudar fondos. Fue una buena idea haberlo conservado tanto tiempo.

— ¿Es de oro sólido? —Neil exclamó— No le puedes dar eso a Remus, ¡debe costar una fortuna!

Sirius se encogió de hombros: — Estábamos desperdiciándola al usarla como cadena para el baño después de que rompimos la anterior con una bomba apestosa, una partida de cartas explosivas y un frasco de gusanos. Esto será un mejor uso.

— ¿Estaban usando un metal preciado para jalar la cadena del baño? —Los ojos de Angela se abrieron de tal forma que parecía que iban a salirse de sus cuencas.

— Solo hasta que averiguamos cómo arreglarla —James explicó.

— Además, mi tío Orpheus asesinó a mi tía abuela Callista al maldecir un excusado para que le arrancara la cabeza —Sirius agregó— Pensamos que era apropiado darle un uso similar. El tipo era un asco.

— ¿Por qué la mató? —Peter preguntó, incluso cuando ya sabían por las tenebrosas historias sobre los Black el que estos no necesitaban motivos.

— Descubrió que tenía una amante femenina —Sirius respondió tras unos segundos. Tras una pausa realmente incómoda, sonrió y señaló el brazalete— Por eso reconozco que será un hermoso regalo para Lunático. Incluso puedo escucharlo retorcerse en su tumba.

— Bueno —Angela puso una mano sobre el hombro de Sirius— Eres bastante considerado, Sirius.

Sirius se quedó petrificado ante aquella muestra de cariño, más se recuperó prontamente y le sonrió con alegría: — Bueno, ya me conoce. Haré lo que sea para perturbar el descanso de mis antepasados.

Remus sabía que por la expresión de Angela, ahora Sirius se encontraba en su lista de "Personas-Por-Las-Cuales-Estrangularé-Con-Una-Bufanda-A-Alguien". Era perturbadoramente entrañable.

Ya solo faltaba un día para que volvieran a Hogwarts cuando el mundo real irrumpió cruelmente en sus vidas. Neil, con bastante reticencia, había llegado al final de su convalecencia y empezó a recibir papeleo de parte del Departamento para El Control de la Magia. Ahora que ya no era un auror, lo tenían revisando documentos sobre misiones contra Voldemort y sus mortífagos.

Los Merodeadores se encontraban atrapados en la casa debido a la lluvia, teniendo que conformarse con jugar "Veo Veo" debido a que Angela había confiscado sus cartas del Snap explosivo al quemar la alfombra. La alfombra que estaba ya tan gastada que un "Reparo" apenas y ocultaba las marcas.

— Veo veo —Dijo Peter desde donde estaba tendido, calentándose junto a la chimenea— algo que empieza con P y termina en E*.

— Pinche* —Sirius respondió, golpeando a Peter en la cabeza.

— Ponce —Contestó James, quien ya estaba harto del juego*

— Perilla de la puerta —Remus contestó, fácilmente habiendo descifrado las pistas de Peter hace mucho— Y para futuras ocasiones: Son dos palabras y termina en A.

— No sé cómo lo haces, Lunático —Dijo James— Deberías ser un profesor algún día. Siempre identificas los errores de los demás.

— Como si alguien fuera a permitir que un hombre lobo diera clases a sus hijos —Respondió Remus, flexionando el brazo que todavía se recuperaba de la luna llena.

— Dumbledore lo haría —Sirius le recordó— Si es que todavía sigue siendo el director dentro de unos años.

— Dumbles siempre será el director —Dijo James— Les dará detenciones a nuestros bisnietos.

— Por Mordred y Morgana —Neil exclamo, enfrascado en su papeleo de tal forma que los preocupó a todos.

— ¿Qué ocurre? —Remus se sentó, la ansiedad floreciendo en su pecho.

Neil lo miró alarmado: — No volverás a salir nunca solo, Remus. Nunca.

— ¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?

Cerrando sus ojos, Neil se frotó el puente de la nariz antes de decir: — Están secuestrando hombres lobo. Todo está aquí, pero lo metieron al final de la pila porque, francamente, a todos les vale un carajo los hombres lobo —Negó, enojado— Podría haberlo pasado por alto de no ser porque presto especial atención a estos casos.

— Neil —Remus se acercó a la mesa, Los Merodeadores siguiéndolo— Por favor, explícame esto desde el comienzo —Sirius se sentó a su lado, sus hombros tensándose inmediatamente.

— No debería decirles esto —Neil empezó —Especialmente porque son estudiantes, pero sé que puedo confiar en ustedes. Y creo que ya tienen edad suficiente para comprender la severidad de la situación —Repartió los papeles, separándolos en importantes filas —Estas son denuncias formuladas por parte de las familias de estos hombres lobo, todos desaparecidos. A muchos se les ha encontrado sirviendo a Voldemort. El Ministerio está desechando las denuncias debido a que se trata de criaturas oscuras, así que probablemente eligieron seguir a Voldemort por voluntad propia. No obstante, de lo que he podido entender, muchos de estos hombres lobo provenían de familias con buena reputación, que jamás habían presentado problemas con el Ministerio. Lo único que tienen en común es que, de alguna u otra forma, su licantropía fue informada.

James frunció el ceño: — ¿Por qué querrían registrarse al Ministerio? Es prácticamente someterse a ser discriminados.

Neil procedió a darle otros documentos: — Hay muchas razones: Los llevaron a San Mungo por heridas y fueron descubiertos, quisieron adoptar, aplicaron para tener licencias de aparición o empezaron negocios. Obviamente, apenas fueron investigados y reportados, sus solicitudes fueron denegadas y el Ministerio los inscribió en el Departamento de Creaturas Mágicas.

— Merlín —Sirius exclamó— Alguien del Ministerio vendió la lista con sus nombres.

Neil le dedicó una mueca: — Siempre has sido brillante. Sí. Alguien les dio a los Mortífagos una lista para que obligaran a estas personas a unirse a Voldemort. Dado que muchos tienen familias, deben haberlos amenazado con hacerles daño. Ya sabíamos que Voldemort intentaba reclutarlos. Ahora tiene una forma más sencilla para lograrlo. Pero eso no es lo peor... —Miró con lástima a Remus.

— ¿Qué? —Remus sintió su estómago retorcerse— ¿Qué puede ser peor que esto?

— Al parecer, Greyback lidera los secuestros. Han visto a un hombre con sus descripciones en todos los lugares donde las víctimas han desaparecido. Algunos incluso recibieron propuestas para unírsele.

— G-Greyback —Remus susurró.

— Él sabe sobre Remus —Sirius entró en pánico— Él mordió a Remus. Y en verdad tiene una venganza en su contra. Ya intentó dañarlo. ¿Creen que eso quería cuando atacó aquella tienda de libros? ¿Quería secuestrar a Lunático?

— Indudablemente —Respondió Neil— Estás en peligro, hijo mío. Y sé que incluso de pasar un reporte al Ministerio, no harán nada. Ya están agotando sus fuerzas tratando de proteger a los Muggles y...

— A nadie le importan los hombres lobo —Remus terminó por él.

— A nosotros sí, Lunático —Sirius reclamó, tomando su mano.

— No dejaremos que nada te ocurra —Peter añadió, luciendo aterrado, pero terriblemente firme en su decisión.

James asintió, su expresión seria.

— Estarás seguro en Hogwarts —Neil le aseguró, sus manos temblando mientras recogía el papeleo— Pero quiero que me jures el que no saldrás a ninguna parte solo. Sobre todo Hogsmeade.

— No lo haré —Remus respondió— Lo prometo.

Y no tenía intención alguna de retractarse.

Pero la atmósfera festiva se había ido y con ella, sintió Remus, morían los últimos vestigios de infancia que le quedaban.

*Aclaración: En la versión original, Peter se refiere al inglés "Doorknob" cuando hace su adivinanza, así que tuve que adecuar la palabra al español para que las bromas de James y Sirius tuviesen sentido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top