76. Yo ho ho y una botella de Whiskey de fuego
Nota de autor: ¡Estamos de regreso! Lamento la tardanza, pero este semestre en la universidad me tuvo ocupada. Recuerden que la historia pertenece a la bella Moonsign y yo solo sirvo como una buena alma que la traduce.
"Extorsionamos, robamos, somos rateros y saqueadores
Bébeme las orejas, yo ho
Merodear y malversar e incluso secuestrar
Bébeme las orejas, yo ho
Yo ho, yo ho, la vida de un pirata es para mí
Somos bribones y sinvergüenzas, somos villanos y bribones
Bébeme las orejas, yo ho
Somos demonios y ovejas negras, somos huevos echados a perder
Bébeme las orejas, yo ho
Yo ho, yo ho, la vida de un pirata es para mí"
"Yo ho, yo ho (A pirate's life) por Hans Zimmer
SIRIUS
Madame Pomfrey, quien terminó cediendo ante tanta presión, les dijo a los Merodeadores sobre lo ocurrido en Roma. Sirius se quedó envuelto en una especie de mareo durante el resto del día, su mente rápidamente desplazándose entre el alivio de saber que los Anders no apoyaban a Voldemort y el horror de saber que Anders había perdido sus piernas. No podía imaginarse cómo se encontraba Remus y el no saberlo lo estaba volviendo loco.
Para cuando la semana acabó, había vueltos locos a todos los demás Gryffindors al punto de que cuando Remus ingresó por el retrato en la mañana del domingo, toda la sala común empezó a vitorearlo.
Remus se detuvo, tomado por sorpresa, su mano todavía agarrando el retrato y sus ambarinos ojos abiertos en asombro: — ¿Qué ocurre?
— Tus chicos —Frank les lanzó una mirada a Sirius, James y Peter— Han estado causando estragos desde que te fuiste. Especialmente ese —Señaló a Sirius, quien intentó verse inocente incluso cuando su corazón martilleaba dentro de su pecho y no quería nada más que lanzarse a los brazos de Remus como en una de esas novelas de Evans.
— ¿Mis chicos? —Remus, estaba aliviado al notarlo, se veía mejor de lo que esperaba: cansado, más todavía sonreía como Sirius no lo veía desde que sospechaba sobre las alianzas de los Anders— ¿Por qué debo ser responsable de sus acciones?
— Todos sabemos que son tuyos, Lupin —Michael intervino— No puedes negarlo.
— Púdrete, Douglas —Sirius se movió de su silla y empezó a empujar a Remus de camino a las escaleras. Ni siquiera lo estaba tocando apropiadamente por temor a que no pudiese detenerse— Venga, Lunático. Aquí, danos tus maletas. ¿Vienen? —Lo último se lo dirigió a James y Peter.
— Ooh- er —Alice tarareo, empujando suavemente a Lily— Veo que tenemos una pequeña "celebración de bienvenida" en camino. ¿Pueden incluir damas o solo estarán ustedes?
Sirius extrañaba los días en los cuales Alice era tan tímida que ni siquiera se atrevía a decirle "Bu" a un ratón por miedo de herir sus sentimientos. Justo ahora, sabía perfectamente lo que estaba insinuando.
— Deja de ser una pervertida, Richards —James reclamó, sonrojándose profundamente.
— Vamos, Corna —Remus lo tomó del hombro— Ignórala.
James dudó, optando por darle una mala mirada a la chica antes de subir apresuradamente. Los demás lo siguieron.
— Es culpa suya —Remus mencionó, tirándose sobre su cama— Parece que les hicieron la vida imposible toda una semana.
— Eso fue culpa de Canuto —James aclaró, golpeando a Sirius en el hombro con un tanto más de dureza— Colagusano y yo solo nos atribuimos ciertas cosas para que evitara salir del closet frente a toda la escuela mientras lamentaba tu ausencia.
— ¿Lamentabas mi ausencia? —Remus preguntó a Sirius.
— No —Sirius sabía que su tono era de queja.
— ¿Cómo se encuentra el profesor Anders? —Peter preguntó, a la vez en que James y él se tiraban sobre sus respectivas camas.
Remus frunció el ceño, una expresión de resignación asomándose: — Tan bien como podría estar. Mejor la mayoría del tiempo. Es bastante valiente, pero algunas veces es como si la realidad lo golpeara de una sola vez. Serán unas Navidades bastante difíciles.
— ¿Podríamos invitarlo a Hogwarts para nuestra broma de Navidad? —James sugirió— Ya tenemos todo listo y será increíble. Solo tres semanas más antes de que podamos hacerlo.
— Erm... —Sirius sonrió un tanto ante la expresión de Remus— Aunque estoy seguro de que el profesor Anders lo apreciaría, siento que estaría en desventaja frente a los demás al no tener piernas.
— Muchos piratas no tienen piernas —James argumentó— Son famosos por eso. Y también por sus pájaros y los tesoros que ocultan.
— Y por decir "Ho ho ho dame una botella de ron" —Peter añadió— Y amotinar chicas y violar puertos.
Sirius rodó los ojos a la vez que se preguntaba qué estaba mal con Peter para que tuvieran que explicarle todo: — Es "Yo ho ho" idiota. No son Santa Claus. Y amotinan puertos para luego violar chicas. ¡Honestamente! ¿Cómo demonios violas un puerto?
— ¿Te acuestas con el barco? —James sugirió.
— No creo que sea físicamente posible —Remus mencionó.
— No veo por qué no —Y Sirius se arriesgó a llevar la discusión más allá— Tienes varios huecos y palos si eso te gusta.
— Oh, amigo... —James parecía a punto de vomitar— Ahora tengo una horrible imagen mental de Colagusano... Santo Godric, ni siquiera puedo decirlo en voz alta por temor a que ocurra.
— Yo nunca me acostaría con un barco —Peter reclamó, ofendido.
— ¿Por qué no? —Sirius preguntó— Tu novia tiene bigote. Claramente tienes fetiches.
— Doreen no tiene un...
— ¡Muchachos! —Todos giraron a ver a Remus, quien sonreía dulcemente— Cállense.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— Entonces ¿En verdad te sientes bien? —Sirius murmuró, habiéndose escabullido a la cama de Remus apenas las luces se apagaron— ¿No estás fingiendo?
— Sirius... —Remus giró de forma que pudiera envolverlo como si fuese un pulpo demasiado cariñoso— Dejé de pretender frente a ti hace mucho tiempo. Sé que siempre puedes ver mis intenciones.
— No es cierto —Sirius repuso con testarudez— Te gusta pensar que es así, pero no siempre podemos. Por eso quiero confirmar.
— En ese caso, estoy bien. Lo prometo.
— Bien —Un cómodo silencio los envolvió mientras Sirius descansaba tranquilamente entre los brazos de Remus, los cuales eran su manta favorita. Sin embargo, ambos tenían 16 y las hormonas no jugaban un papel silencioso en la relación. Remus suspiró tras un rato, girando un tanto para presionarse contra Sirius y dejarle saber lo que pensaba— ¿Quieres follar? —Sirius indagó.
— Oh, la, amable señor. Me deleita su romántica proposición —Remus tenía la voz demasiado ronca.
Sirius sonrió en la oscuridad, sabiendo muy bien el que todavía no habían llegado a tercera base pero amando el saber que James y Peter se morían por vergüenza ajena. Fue entonces cuando, como suponía, dos voces chillaron desde camas vecinas.
— ¡Pongan un encantamiento silenciador!
La vida no podría ser mejor que esto.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
La fiebre navideña invadió Hogwarts con una gigantesca ventisca. Ese año, los estudiantes de Séptimo año habían sido encargados de la decoración como una práctica para su examen E.X.T.A.S.I.S de Encantamientos, por lo que los resultados eran bastante inspiradores.
Nieve que jamás se derretía y pequeños cubos de hielo decoraban cada pared, columna y rincón del castillo y largas piezas de oropel del color de las casas se deslizaban y siseaban por los pasillos cual serpientes sobre ácido. Enormes bolas colgaban del techo de cada habitación de forma que pudiesen producir una tenue lluvia de brillantina sobre los estudiantes, junto con figuras de animales en los corredores que los abarcaban completamente de clase en clase para dar serenatas, aunque se encontraban bastante desafinados y varios estudiantes habían optado por encantarles para que se quedasen en silencio.
Muérdago colgaba sobre todas las puertas, preparados para tenderle una trampa a los alumnos, y las armaduras que se encontraban por el castillo le habían provocado un infarto a varios y tres ataques de pánico confirmados cuando saltaban de la nada para exclamar "¡HO HO HO!" de una forma malévola, usualmente cuando el estudiante se encontraba completamente solo.
El Gran Comedor era particularmente bellísimo, con los cuatro árboles de Navidad tan decorados que a duras penas podían distinguirse. Un grupo particular de Séptimo año de Ravenclaws habían logrado encantar el techo de forma que por la noche las estrellas deletrearan hermosos mensajes navideños (O, una vez que James y Sirius aprendieron el hechizo, comentarios sobre la apariencia y ciertos chismes de algunos estudiantes, curiosamente en su mayoría Slytherins).
— ¡Hah! ¿Esto? —James mencionó, abriendo sus brazos para señalar el Gran Comedor. Era la noche antes de "Operación Yo Ho Ho y una Botella de Whiskey de Fuego" y los Merodeadores se habían escabullido dentro para los preparativos de la broma— Esto palidecerá a comparación —James continuó— cuando vean la broma más maravillosa de la historia.
— Calla, idiota —Sirius siseó— ¿Quieres que algún fantasma nos escuche y de un reporte? —Seguía un tanto resentido por el hecho de que Remus y él fuesen exiliados de la capa de invisibilidad cuando esta dejó de tapar a cuatro muchachos de 16 años. Los dos eran los únicos que habían perfeccionado el encantamiento invisible. James clamaba que no lo necesitaba al ser dueño de la capa y el encantamiento se encontraba mucho más allá de las capacidades de Peter, así que francamente nadie tenía paciencia para enseñárselo.
La desventaja radicaba en que varios de los profesores más astutos, como Dumbledore o McGonagall, podían sentir los encantamientos de invisibilidad, más nadie todavía había podido descifrar la capa.
— Ya déjalo, Canuto —Remus murmuró y Sirius sintió una mano posarse sobre su espalda baja. El cómo podía saber dónde quedaba su espalda baja siendo los dos invisibles, Sirius se lo atribuía a sus buenos sentidos lobunos— No intenta reemplazarte como mejor amigo solo porque dejó que Peter se metiera bajo la capa con él.
— No estaba pensando eso —Sirius mintió.
Remus le golpeó delicadamente el brazo y Sirius podía oír la risa en su voz cuando dijo: — Mejor comenzamos. Pásanos las cosas, Cornitas.
— ¿Dónde se supone que estás? —James preguntó, su cabeza saliendo de la capa.
El aire al lado de Sirius brilló y Remus apareció, varita en mano. Sirius sintió aquel familiar tirón en su pecho cada que veía a Remus en modo bromista. El cabello despeinado y aquel brillo travieso en sus ojos que siempre que aparecía lo hacía querer ponerse de rodillas.
— Aquí va —James le pasó algunos viales a Remus— Comienza con la mesa de los profesores y Peter, tú ve a las ventanas. No se te olvide ni un solo espacio o no funcionará. Canuto, tú y yo tenemos que transformar las mesas. No olviden poner el tiempo sobre los encantamientos.
Sirius tomó el vial que le fue entregado y se dirigió a la mesa de Hufflepuff. Retiró el corcho e hizo una mala cara ante el olor. La poción estaba destinada a mejorar el alcance de cualquier encantamiento, pero debían introducir la varita dentro. No era muy común debido a varias razones. Primero, solo funcionaba una vez y luego tenías que volver a remojar la varita, por lo que era bastante molesto. En segundo lugar, tomaba dos meses y un gran talento el poder prepararla, con el ítem agravante de que el tener los ingredientes completos les había costado bastante dinero. Por último, olía terriblemente a medias viejas y el aroma permanecía por horas. No importaba cuánto las bañaras, no se iba.
Aún así, los Merodeadores necesitaban desesperadamente más poder para llevar a cabo la broma, por lo que soportaron noches enteras el desagradable aroma mientras la poción era fabricada bajo una silla de su dormitorio, lidiando con comentarios groseros de los demás con respecto a su higiene en nombre de una broma de alta calidad.
Sirius retuvo las arcadas a medida que sumergía su varita en el líquido, tomando un respiro profundo para empezar a lanzar el hechizo.
Les tomó una gran parte de la noche y la poción prácticamente se había terminado para cuando acabaron. Ni una sola sección de pared o suelo había sido abandonada en todo el Gran Comedor, corredores y demás. Eran las cinco de la mañana cuando se encontraron nuevamente a la entrada del comedor. Sirius se encontraba prácticamente enfermo por la cantidad de hechizos que había lanzado con los demás luciendo igual de pálidos. El distinguido olor a suciedad emanaba por todas partes, particularmente de Peter quien era el que necesitaba más ayuda.
— ¿Todo listo, muchachos? —James preguntó, sonriendo con cansancio— Genial. A la cama. Durmamos un poco antes de la gran sorpresa. Será un día ocupado —Movió las cejas de una forma que solo él consideraría como encantadoras.
— Santo Merlín, doy gracias porque Lunático fuera el homosexual —Sirius gruñó— No sé en qué estaba pensando Evans para decidir que valías la pena.
Subieron prácticamente a rastras a la torre de Gryffindor y fue cuando cayeron, exhaustos, por el retrato de la dama gorda y se vieron cara a cara con Lily Evans que Sirius recordó el que habían olvidado realizar el encantamiento de invisibilidad nuevamente. James y Peter, quienes venía detrás (Acompañados por murmullos pidiendo al otro que se callase, tropezando y discutiendo sobre quién pisaba a quién) o se habían perdido o permaneciendo terriblemente callados para dejar que Remus y él se enfrentaran a la más terrorífica prefecta de Gryffindor.
— Es pasado el toque de queda —Les dijo y aunque su tono sonaba suave era su mirada de hierro la que les daba pánico— ¿Quieren decirme dónde estaban?
— Yo también soy prefecto —Remus repuso y Sirius lo miró con admiración. Tomaba cierto valor el enfrentarse a Evans cuando se encontraba molesta.
— No estás en servicio —Ella contrarrestó— Y también ha pasado el tiempo para las rondas de prefectos. Demasiado tiempo. ¿Qué se la han pasado haciendo toda la noche? ¿Dónde estaban? —Olfateó— ¿Por qué huelen como a medias sucias?
— ¿Por qué estás tú despierta? —Sirius inquirió y prontamente lo lamentó cuando ella detuvo su mirada sobre él. Una silla chirrió dejándole en claro que sus dos amigos se estaban escapando y abandonándolos en la línea de fuego.
Lily giró prontamente y observó el entorno sospechosamente. Al estar segura de que no había moros en la costa, regresó su atención a ellos: — Me quedé dormida leyendo en la sala común. ¿Entonces? ¿Cuál es su excusa? —Se cruzó de brazos y empezó a mover la pierna, algo que Sirius consideró bastante cruel y descortés. Nadie debería ser sometido a un zapateo molesto a las cinco de la mañana.
— ¿Qué crees que estábamos haciendo, Lily? —Remus preguntó sardónicamente y Sirius se preguntó el si tendría un deseo suicida. No estaba tartamudeando, por lo que ni siquiera se veía afectado— No quiero tener que darte demasiados detalles inapropiados.
Los verdes ojos de Lily fueron de Sirius a Remus y de regreso a Sirius, denotando sus rostros cansados, apariencias desalineadas y sudorosas frentes. Sus ojos se abrieron tanto por la sorpresa y su boca parecía haberse desencajado: — ¡Oh! ¡Oh, cierto! Estaban...claro...pero... —Sacudió la cabeza— Por supuesto que no querrían hacerlo en su...ya saben...porque están Potter y Pettigrew...entonces... ¿Dónde estaban?
— El cuarto de limpieza —Sirius respondió, su ingenio regresando— Toneladas de suaves pilas de...
— Medias sucias —Remus continuo— Por eso el olor.
Lily dio una arcada: — ¿No podían encontrar una pila limpia?
— Bueno —Sirius inventó, tomándose la mentira muy en serio— Habríamos terminado ensuciándola de nuevo ¿No? Preferimos no darles más trabajo a los elfos domésticos.
Uno de esos silencios que decían Sirius-eso-fue-un-paso-demasiado-lejos cayeron encima de ellos.
— ¿Qué? —Dijo— Es verdad, la habríamos manchado de ¡Mmph!
Remus sonrió dulcemente a una Lily que se encontraba al mismo tiempo avergonzada e irritada ante su interrupción. Sin quitarle la mano de la boca a Sirius (El hedor asemejaba fuertemente a las medias de Quidditch de James tras un entrenamiento) empezó a caminar rumbo a las escaleras de los chicos.
— ¡Remus!
El mencionado giró para ver a la chica.
— No deberías estar afuera toda la noche. Es contra las reglas.
— También lo que estábamos haciendo —Mencionó, mintiendo de forma sincera— Algunas veces debes romper las reglas por una buena causa.
— ¿Follarte a Black es una buena causa?
Sirius se atragantó con su saliva tras la mano de Remus mientras que el castaño levantaba sus cejas juguetonamente. Sonriendo y guiñándole un ojo, dijo: — ¿Quién dijo que yo me follé a Sirius? No recuerdo jamás haber indicado eso.
Lily suspiró: — Vete antes de que me dé dolor de cabeza.
— Tus deseos son órdenes —Con una delicada reverencia, se llevó a Sirius escaleras arriba.
Tan pronto como entraron al dormitorio, Sirius se soltó del agarre de Remus y corrió a la ventana más cercana para poder tomar aire fresco: — En nombre de Salazar y todos sus sirvientes, Lunático, no me vas a volver a tocar hasta que ese horrible hedor desaparezca. Se parece demasiado al "hedor de Corna".
— ¡Oye! —James protestó desde donde dejaba su capa de invisibilidad— Deja de mencionar lo de "El hedor de Corna" ¿Quieres?
Sirius le hizo una mueca: — Tremenda valentía de Gryffindor la tuya, amigo. Cómo te escabulliste de esa chica fue algo admirable.
— ¡Es Evans! —James protestó, como si aquello lo explicara todo— Y estaba molesta.
— El mundo mágico debe estar retorciéndose al darse cuenta de que somos los valientes magos que se graduaran el año siguiente —Remus anunció sarcásticamente. Revolvió su baúl hasta que logró encontrar sus medicamentos, sacando dos bolitas de algodón que se metió en la nariz.
Sirius, James y Peter se le quedaron viendo.
— ¿Cr'een que es malo pa'a ustedes? —Su voz nasal le quito parte de seriedad— Mi sen'ido del ol'r es millones de veces mej'r que el suyo. "El hed'or de Corna" no es ni la mitad.
— Pero —Peter frunció el ceño en confusión— ¿Qué a los perros no les gustan los malos olores?
Uno de estos días, Sirius pensó, le gustaría poder hacerle algo demasiado desagradable a Peter para castigarlo por su falta de tacto. Por ahora se conformaría con hacerlo colgar de cabeza por sus talones y usar su varita para llevarlo levitando a la ventana, de forma que se diera cuenta de la altura. Peter estaba tan petrificado que ni siquiera podía gritar. Solo dejaba salir pequeños chillidos a medida que intentaba el que su cuerpo no se soltara.
Remus suspiró: — Déjalo entr'r, Canuto.
— ¿No has escuchado la estupidez que dijo? —Sirius demandó.
— Estoy bastante seguro de que Lunático lo hizo —James intervino— Pero también creo que Colagusano está a punto de orinarse. Si pierdes la concentración, se morirá.
Sirius frunció el ceño, más se encargó de que Peter volviera a la habitación. Sin importar cuántas cosas sin sentido dijese, Peter era de sus mejores amigos y la posibilidad de lastimarlo le generaba un malestar y terror inimaginables directo a su pecho.
— P-p-perdón, Lunático —Peter chilló, su cuerpo temblando— No pen-pensé...
— Jamás lo haces —James reclamó— Y uno de estos días sabes que Canuto reaccionará sin pensar también, en especial si es relacionado a Lunático. Así que intenta coordinar la boca con el cerebro por una vez.
Remus estaba mirando amenazadoramente a Sirius, luciendo demasiado furioso para alguien que tenía bolitas de algodón en la nariz. Sirius evitó sus ojos a la vez que murmuraba: — Lo siento, Colagusano.
— Yo pu'do pele'r mis propias batallas —Remus le riñó.
— Por supuesto que lo sé —Sirius aceptó— Es solo que nunca te defiendes.
— ¿Por qué mejor no nos vamos a dormir? —James sugirió— Estoy acabado.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Para ser cuatro personas que seguramente estaban poniendo en marcha la mejor broma en la historia de Hogwarts, se fueron a dormir realmente calmados.
La emoción se había renovado vigorosamente más entrada la mañana y Sirius sentía como si fuese a explotar con ella al tener que sentarse en silencio durante sus clases. Remus, James y él se vieron obligados a darle codazos a Peter, cuya anticipación sonaba como uñas siendo arrastradas sobre una pizarra.
Para cuando finalmente llegó la cena, el número de Gryffindors que los veían con sospechaba alcanzaba la mitad de la casa y varias sillas vacías los rodeaban.
— ¿Ahora qué hicieron? —Lily indagó, apareciendo tras Sirius a la vez que se servían los pudines sobre la mesa— Ya sabía que tramaban algo anoche.
— ¿Algo? —Sirius intentó poner en escena su tono de inocencia más creíble, disfrutando como Lily arrugaba el entrecejo con enojo. Era divertidísimo hacer enojar a Lily cuando uno sentía que se aburría por la falta de entretenimiento— ¿Qué te hace pensar que hemos hecho algo?
— No trates de engañarme, Black. Sé que han hecho algo.
— Mejor créeme —Dijo Sirius, moviendo las cejas sugestivamente a James— ¿Cierto, Cornitas? Deberías decirle a Evans qué haces cada vez que la miras.
James se puso de un rojo escarlata y pateó a Sirius con fuerza: — ¡Cállate!
La mesa dio un terrible estruendo que llegó hasta los pasillos más lejanos y dejó a los Gryffindors sumidos en un silencio sepulcral.
La atención de Sirius regresó a la broma que tenían en manos y tuvo que luchar con fuerza sobrehumana para que la sonrisa que amenazaba con aparecer no se asomara. La mesa volvió a crujir y la superficie cambió ligeramente. Los quejidos y gritos resonaban en el Gran Comedor a medida que la transformación empezaba.
— Oh, ustedes se metieron en grandes problemas si han dañado las mesas —Lily exclamó, alejándose cuando las bandejas de plata comenzaron a desplomarse, manchando a todos con comida— ¡Son antigüedades, ustedes lo saben!
James empezó a reír y la sujetó del brazo: — No huyas, Evans. Confía en mí, vas a querer quedarte cerca de la mesa.
Ella dudó: — ¿Por?
Justo en ese instante, la mesa empezó a emitir ruidos que imitaban a una ballena moribunda a medida que todos los platos de pudín iban a parar al suelo. Sirius empezó a reír y en un impulso giró para compartir el momento con Remus, solo para ver como el otro chico se encontraba congelado en su silla, brazos levantados sobre su cabeza y con la cara pálida cubierta en sudor.
— ¿Lunático? —Sirius se acercó, tomando un fuerte respiro cuando una gigantesca bandeja de plata le cayó encima del regazo a Remus. Se la quitó de inmediato y se arrodilló al lado del chico— ¿Te encuentras bien? ¿Te ha quemado? —Remus estaba bien con pasar las bandejas si cubría sus manos con las mangas de su camisa, más Sirius sabía que la magia que los elfos domésticos ponían para que la comida no se echara a perder afectaba peor a Remus.
— No —Remus dejó salir una risita nerviosa y bajó sus brazos— No, estoy bien, Canuto.
La forma en que sus ojos se encontraban algo nublados le hacía perder credibilidad a sus palabras y Sirius abrió la boca para protestar cuando alguien lo agarró del cabello y lo obligó a ponerse de pie.
— Venga chicos. Se nos acaba el tiempo.
James y Peter se encontraban encima de lo que ahora era un barco. Era curvado y enorme, con grandes mástiles de los cuales colgaban banderas rojas que desplegaban un brillante león rugiendo en su centro. El resto de la casa de Gryffindor, quienes ya sabían que debían seguir a los Merodeadores cada que algo raro sucedía, se estaban arremolinando a su alrededor. Las otras casas siguieron su ejemplo.
Sirius subió a lo que antes era una mesa, ayudando a Remus.
En ese momento, las charlas fueron interrumpidas por los gritos furiosos de la mesa de profesores. Todos los estudiantes se quedaron viendo y Sirius volvió a sonreír cuando otra parte de la broma resultó a la perfección. La mesa de los profesores prontamente se convirtió en una jaula de madera, varias ramas retorciéndose para atrapar a los docentes que intentaban huir. Las varitas se encontraban muy por encima de sus cabezas, fuera de alcance.
Un silencio estremecedor recorrió a los alumnos. Esto había sido un riesgo, pensó Sirius, pero los Merodeadores siempre estaban listos para romper fronteras.
— A quienes orquestaron esta broma —Dumbledore habló, su voz fuerte pero tranquila— Deberían saber que seremos capaces de escapar a la jaula, varitas o sin ellas —Sus ojos, sin embargo, brillaban con emoción y se encontraba reteniendo a la profesora McGonagall del brazo.
— ¿PERO DÓNDE ESTARÍA LA DIVERSIÓN EN ELLO? —Una poderosa voz exclamó desde encima de sus cabezas. Todos vieron como una armadura se encontraba colgando desde una columna del techo. Era tres veces más grande, con un parche y un sombrero tricolor sobre la cabeza. Una de sus piernas era de madera— YO HO HO Y UNA BOTELLA DE WHISKEY DE FUEGO —La armadura gritó con un convincente acento de pirata.
— Amablemente explíquese —Pidió la profesora McGonagall— O voy a convertirlo en un ratón que consumiré en mi forma animaga.
— Estar encerrada la está afectando —James murmuró— La vieja McGafitas se está gastando amenazas vacías.
— No te creas que esa amenaza no va en serio, amigo —Sirius le dijo, sintiéndose algo atemorizado por su jefa de casa.
— EL FIN DE ESTE JUEGO —La armadura continuo— CONSISTE EN LIBERAR A SUS POBRES EDUCADORES DE SU JAULA DE MADERA, Y AL LOGRARLO... —Hizo una seña y un fuerte estruendo acompañó la caída de un gigante cofre, el cual se abrió para revelar su tesoro. Las exclamaciones se alzaron entre los alumnos—...GANARAN EL TESORO DEL PIRATA QUE LES DARÁ MERCANCÍA DE LA LEJANA TIERRA DE HONEYDUKES.
— ¡Santo Merlín! —Un Ravenclaw de quinto año exclamó— ¿Es eso dinero de chocolate? ¿Chocolate de Honeydukes?
Era bastante extraño, Sirius tenía que admitir, como la mayoría de alumnos estaban más emocionados ahora que sabían el que se trataba de chocolate en vez de oro de verdad. Eso en verdad decía mucho sobre las prioridades adolescentes.
— NECESITARAN COMBINAR VALENTÍA, ASTUCIA, INGENIO Y TRABAJO EN EQUIPO PARA GANAR ESTE MAGNIFICO PREMIO PARA SU CASA.
Eso había sido idea de Remus. Había mencionado como si resaltaban todas las cualidades de las casas, los profesores estarían más dispuestos a participar en lugar de, bueno, escapar y obligar a los Merodeadores a una vida teniendo que limpiar popo de lechuza con cepillos de dientes.
— ¿Por qué? —Gritó un molesto Slytherin que ya empezaba a caerle mal a Sirius. Se parecía demasiado a Bellatrix en su opinión— Si lo queremos, podemos saltar y simplemente liberarlos —Descendió usando una de las banderas verdes con plateado, caminando en dirección a la mesa de profesores. Justo entonces, una de las viejas columnas del castillo rugió. El Slytherin se quedó quieto, girando lentamente y, obviamente demostrando la falta de preservación de su casa, saliendo a correr para volver a trepar a su barco, sus amigos tirándolo de la ropa para poder ayudarle.
A duras penas fue lo suficientemente rápido. Las puertas principales se cerraron con fuerza, el agua brotando a borbotones de las paredes siendo al principio bastante delgado para después convertirse en algo torrencial. El silencio era impresionante. La jaula de los profesores se alzó en la marea hasta depositarse al final del cuarto. Los profesores lucían una expresión de asombro, sorpresa y furia. Estaban, siguiendo el ejemplo de Dumbledore, inclinándose contra los barrotes para observar lo que sucedía.
— SU DESAFIO —La armadura continuó— ES DERROTAR TODOS LOS OBSTÁCULOS QUE ENCONTRARAN DESDE EL CORREDOR DE ENCANTAMIENTOS HASTA LA META UBICADA EN EL GRAN COMEDOR.
— ¿El corredor de encantamientos? —Alguien de Ravenclaw habló.
— EL CORREDOR DE ENCANTAMIENTOS —La armadura rectificó— SERÁN TRANSPORTADOS INMEDIATAMENTE.
Fue la única advertencia que recibieron antes de que un click delatara el que la puerta había sido abierta.
— ¡Todo el mundo agárrese! —James gritó, logrando que todos los estudiantes corrieran para aferrarse a una parte del barco. En medio de una broma Merodeadora, James Potter no debía ser ignorado.
Las puertas principales dieron paso a gigantescas olas que empezaron a golpear las paredes, moviendo los barcos. Los estudiantes gritaban y se aferraban con fuerza al barco a medida que eran sacudidos fuertemente contra los muros. Las puertas abiertas no eran lo suficientemente grandes para dos naves. Los mástiles de Ravenclaw y Slytherin se habían enredado y eso hacía que los barcos estuviesen demasiado cerca del fondo. Los estudiantes se gritaban mientras hacían todo lo posible para soltarlas.
— Es hermoso ver tal nivel de camaradería, ¿Cierto, Canuto? —James preguntó, inclinándose sobre el timón del barco a medida que los Gryffindors se salvaban de un naufragio. Los barcos de Ravenclaw y Slytherin estaban algo golpeados, pero resistirían.
Sirius sonrió, salvaje y contento: — Descongela mi negro corazón, amiguito.
Los barcos bajaron la velocidad, por fin llegando a su punto de partida en el corredor de Encantamientos, donde el agua ya no se movía tan salvajemente y solo provocaba que dieran una vuelta en u para poder acomodarlos apropiadamente.
Tras un breve momento de silencio, alguien de Hufflepuff preguntó: — ¿Cómo las hacemos moverse de nuevo?
— Remando, obviamente —Sirius informó con alegría— Manden a los de primer año, ¿Verdad? Abajo, enanos —Señaló a un grupo de indignados Gryffindors la trampilla que daba a los cuarteles bajos del barco— Seremos como una de esas naves de esclavos.
— ¿Qué no sería mejor mandar a los de último año por ser más fuertes? —Un Ravenclaw sugirió.
— Hagan lo que consideren mejor —James respondió— Yo prefiero que los magos más expertos se queden arriba para lidiar con los monstruos.
— ¿Monstruos? —Un grito colectivo se alzó en el cuarto y Sirius denotó como los de primer año ahora estaban más que encantados de irse a remar.
— ¿Pensaban que sería fácil? —Sirius exclamó.
— ¡Tienen ventaja! —Rosier discutió— ¡Ya saben cómo enfrentar lo que pusieron!
— En primer lugar —James empezó, reclinándose contra el mástil— Nunca hemos admitido nada. En segundo lugar, si fuésemos a crear un montón de peligrosas criaturas mitológicas para que aterroricen la escuela, algo que no hicimos, ¿Piensas que seríamos lo suficientemente idiotas como para querer enfrentarlas solos? Estos ingeniosos bromistas, a quienes no conocemos, probablemente imaginaron que de soltar algo peligroso, alguien más debería derrotarlo para que todos los competidores tuvieran ventajas justas.
— ¿No tienen ni idea de cómo detener a lo que nos enfrentamos? —Bethany, una chica de Ravenclaw de quinto año, los veía con terror. No fue la única.
— Nope —Peter admitió con emoción— ¿Dónde estaría la diversión si lo supiéramos?
— Por amor a Salazar —Rosier clamó— ¡Son una panda de psicópatas! Y la gente sigue diciendo que son los de Slytherin quienes están locos.
— ¡Y los profesores fueron capturados! —Un Hufflepuff chilló.
— Bueno —Sirius se frotó las manos en preparación— Si todos ustedes se quieren quedar aquí para llorar, que bien. ¡Gryffindors! ¡Manos a la obra!
Los Gryffindors no habían sido enviados a la casa que se tiraba al vacío por nada. Gritos emocionados llegaban de sus estudiantes, al principio algo inseguros, pero aumentando al punto en que dejaron de escuchar a las otras casas. Los de primer años prácticamente se lanzaron escaleras abajo. Los de segundo y tercero se encargaron de seguir las órdenes de Remus. Era el único que se había molestado en leer "Cómo navegar tú bote" de igual forma. Pese a que empezarían remando, era mejor prepararse para tener que afrontar rutas de escape. James y Sirius empezaron con los encantamientos de viento.
— ¡Esta maldita cosa no se mueve! —Frank les gritó desde donde, junto con Douglas, intentaban girar el timón. James se les unió para ayudarles, y con los tres en mando, el barco de Gryffindor prontamente empezó a marcharse.
— ¡Oigan! —Gritó Eloise Smidgen, una chica de séptimo de Ravenclaw— ¡Esperen, idiotas! ¡Deberíamos permanecer juntos!
— ¡Ni de suerte! —Sirius gritó de regreso. La adrenalina lo hacía sentirse invencible— ¡Es una competencia, Smidgen!
— Tienen deseos suicidas.
Sirius giró para sonreír a Lily quien estaba enfadada, con su varita ya afuera: — Eso suena muy mal, Evans.
— ¡Capturaron a nuestros maestros, dejaron sueltas a un montón de peligrosas criaturas y no tienen idea de cómo derrotarlas!
— Oh, estoy seguro de que Lunático buscó cómo —Sirius la consoló, viendo con ternura a Remus, quien instruía a los de segundo y tercero sobre seguridad al respecto de cómo escalar un mástil embrujado. Remus, pese a sus constantes protestas, era un Merodeador de corazón y su rostro (Aunque algo pálido y sudoroso en refrenar sus instintos más básicos) brillaba con emoción.
— ¿Qué tan seguro? —Lily preguntó, luciendo algo más tranquila.
— Bastante. Le dejé los libros en secreto para que los leyera. ¿Piensas que lo pondría en peligro? Es Lunático.
Lily lo observó por algunos instantes, suspirando y negando con vehemencia: — No te entiendo, Black. Justo cuando pienso que no tienes remedio y eres completamente un desastre, vas y dices cosas como esa.
— Venga, no te atrevas a insultarme diciéndome cosas tan blandas como un Hufflepuff, Evans. Soy completamente un desastre y no quiero que lo olvides.
¡CRUNCH!
Sirius se fue de espaldas a cubierta, Lily cayéndole encima, con la sacudida que dio el barco.
— ¿Qué demonios? —Sirius se sentó, empujando a Lily para que se le quitara de encima.
— Santo cristo, las chicas sí que no son lo tuyo ¿Verdad? —Lily murmuró— Ni siquiera intentaste agarrarme.
Sirius la ignoró. Tras ellos, un grupo de Gryffindors gritaban obscenidades a los de Slytherin que les habían estrellado el barco.
— ¡No es nuestra culpa que esto no tenga frenos! —Gritó una voz familiar. Sirius corrió hasta poder verlo.
— ¡Reggie!
Hubo una pausa en lo que Regulus registró su presencia y por un breve momento vio una sonrisa asomarse. Entonces una mueca la reemplazó: — ¡Traidor a la sangre!
— ¡Conformista!
— ¡Muévanse! —Gritó un Ravenclaw, cuyo barco ya se estaba acercando.
— ¡Gryffindors! —Frank llamó desde el timón— ¡Manos a...er...creo que se llama estribor!
El barco empezó a moverse a la vez que los Gryffindors se dirigían a donde Frank señalaba. A la derecha, otro corredor repleto de agua se abrió paso en la oscuridad para dar con su salón de Runas Antiguas. Una luz iluminó el corredor y Sirius frunció el ceño a medida que se dirigía a las barandas para examinar mejor. No recordaba por qué se suponía que debía haber luz...
¡Splash!
Algo salía del agua y Sirius, reflejos de Merodeador y un Black desde el corazón, lo esquivó a tiempo. El pelirrojo de cuarto año, Boris Borchuck, quien estaba a su lado, no fue tan rápido y empezó a gritar cuando sus dedos se vieron atrapados por algo que quería llevárselo al agua.
— ¡Santo Godric, Grindylows! —Lily chilló, muy cerca del oído de Sirius.
Sirius suspiró y tomó el libro pesado sobre criaturas mágicas que la chica había sacado de su maleta. Lily tenía mucho que aprender sobre tácticas de batalla si en verdad se iba a poner a buscar todo lo que veía. Lo dejó caer con un violento ¡Thwap! sobre los dedos del Grindylow, que se encontraban apretando la muñeca de Boris. Tanto el chico como el Grindylow chillaron por el dolor, la criatura regresando al agua.
— ¡Mis dedos! —Boris bramó, apretándolos contra su pecho— ¡Maldito imbécil, mis dedos!
— Siento mucho haberte salvado la vida —Sirius exclamó— A la próxima lo resuelves solo.
— ¿Por qué no usabas un encantamiento?
— Los dedos de los Grindylow son demasiado resistentes —Sirius usó deliberadamente aquel tono que indicaba el que hablaba con un idiota— La única forma de soltarlos es aplastando su agarre. Veías eso en DCAO del año pasado, imbécil. Además, solo están un tanto magullados.
— ¡Magullados! ¡No puedo moverlos! Y tuvimos a ese idiota del Ministerio como profesor de DCAO el año pasado. ¡No aprendimos nada útil!
— ¡Los Grindylows son peligrosos! —Rebecca agregó, viéndolo furiosa.
Sirius le sonrió sin arrepentimiento alguno a su ex novia.
— ¡Hablo en serio! ¿Qué los hizo pensar que sería buena idea el dejarlos sueltos con millones de estudiantes inexpertos?
— A Remus le gustan.
Boris hizo tal sonido que parecía el que alguien se le había sentado encima: — ¡Eso no es justificación! Si a Lupin le gustaran los Colacuerno Húngaros ¿Ustedes habrían traído uno a la escuela?
— Sip.
— Definitivamente.
— Probablemente.
— Sí.
Las respuestas vinieron de personas diferentes incluyendo a Sirius, James, Peter, Rebecca y todos aquellos que conociesen el que los Merodeadores tenían esa protección incondicional a Remus.
Boris abrió la boca para reponer, pero fue a parar al suelo, al igual que otro número de Gryffindors, cuando el barco de Slytherin los sobrepasó y se dirigió a toda velocidad por el vagamente iluminado corredor de Runas. Sirius sospechaba que algunos desagradables estudiantes de séptimo año estarían dándole latigazos a los de primer año para que remaran con rapidez.
— ¡Tenemos que alcanzarlos! —Frank gritó, girando el timón con ayuda de Douglas.
Recibieron otro golpe cuando el barco de Ravenclaw también los rebasó.
— No se afanen —Remus los consoló con emoción, recargándose contra el mástil como si fuera un profesor sabelotodo— De seguro ya se están enfrentando al siguiente obstáculo. Eso los detendrá un tiempo.
— Un poquito de ayuda aquí —James imploró, mientras que Frank, Douglas y él intentaban mover el timón— Tuvimos una falla durante la transformación. Los libros jamás nos dijeron que mover esto sería tan complicado.
Remus se acercó prontamente y agarró el timón: — Se trata de la técnica que usemos —Mintió, empujando con facilidad el timón. Sirius encontró esta manifestación de su fuerza lobuna demasiado atractiva.
— ¡Es increíble! —Frank admiró, viéndolo con los ojos abiertos por la sorpresa— Me tengo que leer ese libro. Juraba que era imposible mover el timón
Con ayuda de Remus, además de sobornar a los de primer año con cantidades de chocolate, no les tomó mucho el poder alcanzar a los demás, con los Hufflepuff pisándoles los talones. Los cuatro barcos habían llegado a una intersección que les permitía movilizarse con mayor libertad. Varios corredores tenían un encantamiento que prohibía la entrada de agua. El que llevaba al Gran Comedor se encontraba bloqueado por...
— Oh, díganme que no lo hicieron —Alice Richards pidió, aferrándose protectoramente a Frank.
La sirena no se parecía en nada a la del baño de prefectos. Medía tres metros y sus músculos asemejaban más a los de un delfín o tiburón. Su piel era grisácea, su cabello como si tuviese tentáculos de algas y tenía un rostro tan feo que definitivamente hundía más barcos de los que levantaba. Con una tenebrosa mano sostenía un peligroso y afilado tridente.
Con la llegada de los Hufflepuff, la sirena sonrió con satisfacción, mostrándoles hileras de afilados dientes. Tomó aire y empezó a cantar.
— ¡Cúbranse los oídos! —Alguien del barco de Ravenclaw gritó, con muchos siguiéndolo. Algunos alumnos no corrieron con suerte, así que ahora varios barcos tenían chicos hipnotizados. Sus ojos se nublaron completamente, bocas abiertas de par en par. Tenían sonrisas falsas sobre sus rostros a medida que caminaban a las barandas para tirarse al agua.
Las chicas, quienes no fueron afectadas por el canto, luchaban para impedir que saltasen, pero algunos se escapan de sus agarres e iban a parar directo al agua.
Fue una chica de quinto año de Hufflepuff quien, sorpresivamente, pensó en atacar directamente al sonido y lanzó un encantamiento silenciador a la sirena. Cuando eso no funcionó, otra chica intentó con algo diferente. Pronto, magia de todas partes estaba siendo disparada y Sirius, quien tenía los dedos metidos en sus orejas, temía que nada funcionara.
No fue hasta que un encantamiento afortunadamente transformó la canción en un ataque de asma que se sintió seguro. Podría haber sido una combinación de hechizos, si lo pensaba ahora.
Con cuidado, los chicos se destaparon las orejas lentamente. Caminaron con cuidado al borde y miraron el agua. No había rastro de quienes saltaron.
— ¿Qué les ha sucedido? —Rebecca susurró— Los hemos visto saltar. ¿Qué si los Grindylows los tienen? ¡No puedo creer que ustedes imbéciles hicieran esto!
— Miren —Douglas interrumpió— Justo ahí.
Todos observaron a donde señalaba y, efectivamente, algo intentaba salir del agua. Rompió a la superficie con tal fuerza que varios resultaron empapados. Pronto fue seguido por millones más. Sirius sonrió al ver las bocas abiertas por sorpresa. Cada chico que había saltado se encontraba seguro en una jaula similar a la de los profesores. Flotaban al techo luciendo mojados y petulantes.
— ¿Cómo los bajamos? —Lily preguntó.
— Serán liberados automáticamente apenas termine el juego —James comentó— Al menos eso creo que los bromistas planearon.
— Ya para con eso, Potter. Todo el mundo sabe que fueron ustedes.
— No tengo idea de lo que hablas. En serio, deberías tenerme más fe...
— ¡Tiene a Black! —Gritaron los de Slytherin y Sirius pudo ver a la sirena amenazando a su hermanito contra un muro. Regulus estaba verde del susto. Los Slytherin habían tratado de escabullirse mientras los demás miraban a los alumnos enjaulados, con Regulus siendo atrapado del barco. Se encontraba retorciéndose, empapado de la cabeza a los pies y ahogándose contra la pared. Incluso desde la distancia, Sirius podía ver un punto rojo en su cuello de donde el tridente había atravesado la piel.
Sirius entró en pánico. Agarró a Remus, quien también observaba con una expresión de terror: — ¿Qué hacemos, Lunático? ¡Por favor, dime que tienes un plan!
— ¡Yo n-no lo sé! —Remus empezó a retorcerse las manos— Podría lanzar un encantamiento de b-b-bomba que la quitaría del camino, pero le haría daño a Regulus si lo hago ahora.
Las náuseas consumieron a Sirius: — ¿Nada podría persuadirla de dejarlo libre?
— Lo único que podría garantizar su favor es un beso de algún caballero —Lily informó, levantando su cabeza del libro que Sirius había usado para aplastar al Grindylow.
— ¡Excelente! Entonces alguien tendrá que ir y besar a aliento de pescado —Sirius agarró el timón y redirigió el barco. No podía soportar ver cómo Regulus dejaba salir hipidos de pánico. ¿Cómo podrían haber pensado que esto era buena idea?
— ¡No! —Lily agarró su brazo— Las leyendas dicen que si un hombre besa a una sirena será obligado a permanecer como su prisionero bajo el agua por un año y un día. No creo que tú seas capaz de sobrevivir a eso.
— ¿Leyenda? —Sirius hizo una mueca— Que se pudran las leyendas. Son mentiras que tienen bonitos paquetes.
— Pero hay verdades en ellas —James intervino— No puedes arriesgarte, amigo.
— Es Regulus, Cornamenta. Y fue nuestra culpa. No deberíamos haber traído una maldita sirena.
— Pero...
— A la mierda —Sirius abandonó su batalla con el timón y, sin dejar que nadie protestara, se lanzó al agua. Estaba helada y sabía que contaba solo con segundos. Mientras una jaula se alzaba para capturarlo, Sirius lanzó el hechizo de transformación. La jaula luchó con su verdadera forma, más al final se rindió y transformó en un pequeño bote.
Ignoró los gritos a sus espaldas y remó con dirección a la sirena. No estaba lejos y llegó pronto. Su voz todavía era una tos y lucía furiosa. Sin quitar el tridente del cuello de Regulus, giró a ver a Sirius y lanzó una mano para agarrarlo. La esquivó.
— ¿Quieres un besito? —Preguntó, agradecido por los años que permitieron el que supiera ocultar el miedo en su voz.
— Sirius, no seas idiota —Regulus imploró— ¿Qué demonios piensas que haces?
Ignoró a su hermano y se quedó viendo a la sirena: — Ya sabes, un besito ¿Besito? —Imitó el sonido y ella lo vio con sorpresa. Con un movimiento demasiado rápido como para poder registrarlo, liberó a Regulus y se lanzó sobre su pequeño bote para arrastrarlo a sus brazos. Intentó girar para poder divisar a Regulus cayendo al agua y siendo capturado por una de esas jaulas, más ella agarró su mentón con una fuerza sobrehumana.
Justo cuando sus labios iban a tocarse, un fuerte thunk resonó y sus horribles ojos de pescado se abrieron a medida que se daba la vuelta. Colapsó de nuevo al agua al divisar a Remus, Peter y James siendo sostenidos por un bote precario. Remus tenía el libro de Lily "1001 Criaturas Peligrosas y sus Hábitos y Hábitats" en sus manos, preparándose para su siguiente tiro.
Sirius, intentando convencer a su corazón de no romper sus costillas con ese incesante tamborileo, le alzó una ceja.
— Eres una maldita reina del drama, Sirius. No te atrevas a mirarme así. No sabía que funcionaría. Este maldito libro no dice nada acerca de "Cómo derrotar sirenas: Golpéalas en la cabeza usando un libro sobre criaturas oscuras" Más imaginé que si funcionaba con un Grindylow, entonces valía la pena intentar —No añadió que su fuerza lobuna había colaborado en gran parte al éxito de su plan.
— Lunático...
— Venga, ¿Pensaste que dejaría el que esa perra con aliento de pescado te pusiera sus garras encima?
— ¡Fuera del camino, Gryffidiotas! —Exclamó una voz sobre sus cabezas.
A duras penas lograron alejarse lo suficiente para evitar ser aplastados por el barco de los Ravenclaw. Los seguía el de Slytherin, quienes ni siquiera se preocuparon en asegurarse de que Regulus se encontrase a salvo en su jaula. Obviamente la camaradería y gratitud eran propios de seres lejanos.
Afortunadamente, Regulus se veía a salvo, puesto que se quedó mirándolos y gritó: — ¿Bueno? ¿A qué esperan? ¿Van a dejar que Ravenclaw gane?
— ¿Te encuentras bien? —Sirius tuvo que preguntar.
— Solo fue un rasguño, sentimental. Vete.
Los Hufflepuff los pasaron y los Gryffindor llegaron en último lugar, arrojando sogas para ayudarlos a subir.
— Pronto, pronto —Afanaba Frank— Apúrense para que podamos alcanzarlos —Ya se había metido de lleno en la broma, habiendo conjurado un sombrero tricolor y un parche para su ojo. Su sonrisa le habría venido bien a un tiburón.
— ¡Aye, aye, capitán! —James exclamó, saludándolo a medida que empezaban a escalar las sogas. Peter tuvo que ser atado y después liberado por un grupo de tercer año.
— Entonces —Lily se resignó— ¿Qué sigue?
— El desafío final —James habló— Donde deslumbraremos a todos al tener que luchar...contra el kraken.
— ¿El kraken? ¡Santo Dios, Potter! Justo cuando pensaba que habías madurado. ¿No tienes sentido común?
James parpadeó: — ¿Pensabas que había madurado?
— ¿Un kraken?
— No es de verdad —James se apuró en explicar— Los de verdad son tan grandes que no cabría por la puerta, aunque no es como si lo hubiésemos intentado, dado que hemos madurado gratamente. Porque lo hemos hecho. Madurar, me refiero. Como el queso. No...er...no es peligroso. Nadie se va a morir. O a resultar herido. Seriamente...haha, Seriamente... ¿Entiendes?... Me voy a callar ahora.
Fue bueno que lo hiciera, porque con cada palabra que dejaba salir Sirius enterraba una uña en la tierra que marcaba el funeral de su relación con Lily.
...por otro lado, Lily no estaba molesta. Esto tenía que ser una de las siete señales del apocalipsis.
— ¿Me juras que no es peligroso?
— Umm... ¿No? No. Por supuesto que no. No.
— Hmm —Lily le dedicó una última mirada antes de dirigirse a donde estaban Alice y Frank, quienes observaban el agua.
Sirius hizo una mueca cuando James le agarró con fuerza el brazo: — ¿Has visto eso? —James susurró reverentemente, observando a Sirius sobre sus gafas. Se vía confundido— Piensa que he crecido para convertirme en un atractivo, sensible y maduro caballero. ¡Quiere salir conmigo! ¿Lo maneje de forma coqueta y discreta? ¿Lo hago?
— ¿Hacer qué? —Sirius indagó. ¿De qué hablaba? ¿Acaso no se había escuchado? Parecía que alguien le hubiese tirado una maldición traba lengua.
— ¿Debería invitarla a salir? —James preguntó, dedicándole toda su atención— ¿Justo ahora? ¿Aprovechando que ya me quiere?
— ¡No! —Sirius gritó, siendo acompañado por Remus y Peter. Ambos se habían acercado, obviamente curiosos al ver la expresión de idiota que tenía James.
— Deja que lo piense un poco, Corna —Remus aconsejó— Solo arruinarías todo si la invitas ahora.
La expresión de James decayó. No por mucho, sin embargo. En ese instante, cruzaron al Gran Comedor. Los otros barcos ya habían llegado, su camino a la jaula de los profesores siendo bloqueada por una pantalla de magia violeta.
— ¡AHOY, CAMARADAS!
Los alumnos, quienes esperaban emocionados el desafío, saltaron violentamente ante el ensordecedor saludo. Elevaron la mirada para observar como la armadura parlante los observaba desde una viga del techo. Se estaba tomando una botella de whiskey de fuego. El sonido del líquido golpeando el metal era demasiado obvio.
— ¿Qué sucede? —Un Ravenclaw cuestionó— ¿Cómo pasamos la barrera?
— DEBEN DERROTAR... AL KRAKEN. UNA VEZ LA BESTIA HAYA SIDO DESTRUIDA, LA BARRERA SE ROMPERÁ.
— Y ese fue uno de nuestros mejores trucos a la fecha —Remus murmuró contra el oído de Sirius— Me parece una perdida el tener que destruirlo.
— ¿Kraken? —El Ravenclaw chilló.
Desde lo profundo de lo que ahora era el Gran Comedor, un ruido hueco resonaba como si un tambor estuviese siendo golpeado contra una cueva. El agua que brillaba por la barrera se movió un tanto, deteniéndose de inmediato. Los estudiantes contuvieron su respiración, varitas apretadas fuertemente en sus manos.
Un silencio y entonces:
— ¡Ahí! ¡Justo ahí!
Un Slytherin de segundo año señaló el espacio de agua de donde algo sobresalía.
— ¡Es enorme!
— ¡Se mueve muy rápido!
— ¡Crece!
— Es...er... ¿Es naranja?
— Los krakens no son naranjas.
James sonrió y guiñó un ojo a Lily, quien no le estaba prestando atención.
— ¡Por las bolas de Merlín! —El Ravenclaw que había preguntado sobre la barrera sonreía brillantemente— Es una de esas arañas de la broma de Halloween.
La cosa que salió a la superficie, pese a ser llamada "Kraken" era redonda, naranja y solía ser una calabaza, así que varios estudiantes gritaron por la sorpresa. Incluso Sirius alzó sus cejas. En verdad se habían sobrepasado con esto. El kraken de calabaza era simplemente asombroso. Se tomaba más de la mitad del Gran Comedor y tapaba por completo la jaula de los profesores. Su rápido crecimiento de posible linterna a monstruo-de-lo-profundo logró que grandes olas atacaran los barcos de forma que casi los regresaron a la puerta de entrada. Fueron solo los fuertes remos de los niños de primer año lo que los mantuvieron a flote.
El kraken de calabaza tenía una sonrisa tan perversa y distorsionada, con sus ojos vacíos observando de forma tenebrosa a los estudiantes. Las arañas de calabaza tenían ocho escurridizas patas. Esta monstruosidad tenía veintitrés tentáculos que poseían ventrículos naranjas. En el silencio que siguió a su aparición, el kraken de calabaza alcanzó uno de esos tentáculos y se llevó a una aterrorizada niña de segundo año de Hufflepuff de su barco y la lanzó al agua. Los Hufflepuff gritaban por el horror e incluso algunos Slytherins lucían preocupados hasta que una jaula salió con la niña adentro, alcanzando el techo. La niña, mojada y petrificada del susto, pero de otra forma en perfecto estado, parpadeo al verlos.
— ¡DEBEN TRABAJAR JUNTOS! —La armadura ebria exclamó— SI PIERDEN A TODOS SUS MIEMBROS ANTES DE QUE EL KRAKEN SEA DERROTADO, NO PODRÁN LIBERAR A SUS PROFESORES Y OBTENER EL PREMIO —El enorme cofre de dinero de chocolate era apenas visible, descansando arriba del kraken de calabaza.
Tres tentáculos más salieron para reclamar estudiantes de Gryffindor, Slytherin y Ravenclaw. Los estudiantes gritaban al ser lanzados al agua, emergiendo en jaulas.
— ¡Buenos, chicos y chicas! —Frank exclamó, acomodando su sombrero tricolor y tomando un trago de una bebida que lucía sospechosamente como ron. Sirius se preguntaba de dónde la había sacado. El alcohol era complicado de transfigurar— ¡Varitas afuera y apunten a los tentáculos! Vamos a cortárselos.
Fue extraño ver las diferentes tácticas que las casas usaron. Mientras algunos tentáculos todavía agarraban algunos alumnos, los demás se preparaban para luchar.
Los Gryffindors, poco conocidos por planear las cosas, se dedicaron a lanzar hechizos a diestra y siniestra contra el kraken de calabaza, varios de los cuales no fueron nada efectivos, otros que combinados tenían resultados peculiares. Por algún motivo, dos de los hechizos lanzados a la cara de la criatura permitió que ahora lanzara llamas por una fosa nasal.
Los Hufflepuffs habían decidido que luchar en turnos sería una opción viable, por lo que tenían cuatro estudiantes lanzando hechizos en cubierta. Funcionaba en teoría, dado que los tentáculos no podían atacar a quienes no estaban afuera más también implicaba que los demás eran un fuerte objetivo. Los mejores duelistas de la casa fueron eliminados prontamente.
Los Ravenclaw se habían alineado en rangos y parecían tener éxito en eliminar los tentáculos de forma individual. Ya le habían prendido fuego a uno, el cual se deshizo en llamas verdes en cuestión de segundos. Los estudiantes de todas las casas felicitaban. Los Ravenclaw también habían armado un equipo de búsqueda, quienes se escondían tras los duelistas y aprovechaban para gritarles sugerencias.
Fueron los Slytherins quienes sorprendieron a todos. Sirius pensaba que terminarían huyendo o lanzando tantas maldiciones oscuras que terminarían en detención apenas los profesores fuesen liberados. Se había preparado para ello. Sin embargo, empezaba a ser claro el por qué tantos magos exitosos salían de esa casa pese a su mala reputación.
Tres de los peores alumnos de séptimo año habían tomado el mando, obligando al resto a seguir su plan de batalla. Su plan consistía en esperar a que las demás casas lanzaran sus hechizos para debilitar al kraken de calabaza, empezando a lanzar violentos pero efectivos contraataques. Para pesar de Sirius, Snape fue quien encontró un hechizo que eliminaba rápidamente los tentáculos. Escabulléndose tanto de sus compañeros de casa como de los tentáculos con sorprendente agilidad, Snape apuntó y susurró su hechizo. Hubo una brillante luz y por un momento, Sirius pensó que había fallado. Entonces, como si fuese en cámara lenta, el tentáculo que se había acercado a la grasosa cabeza del Slytherin cayó al agua, habiendo sido rebanado del resto del cuerpo.
Lo que siguió fue un momento terriblemente silencioso en una broma ruidosa. Entonces los Slytherins entendieron lo que debían hacer y un grito de triunfo se apoderó del barco. Se encargaron de cuidar a Snape, cubriéndolo mientras decía una y otra vez su hechizo, con los tentáculos del kraken de calabaza siendo cercenados, dejando nada más que muñones.
Las demás casas sabían que habían perdido, por lo que decidieron recurrir a tácticas de defensa a medida que los Slytherin diezmaban sistemáticamente la calabaza transfigurada. Cuando, de repente el último tentáculo cayó por la varita de Snape, un muchacho de séptimo año lanzó un poderoso encantamiento contra la boca abierta del kraken de calabaza. Sin tentáculos que pudiesen protegerlo, la maldición llegó a su cometido.
Unos breves segundos en donde todos contuvieron el aire y entonces...
¡BOOM!
El monstruo explotó en millones de pedazos, permitiendo que una lluvia de calabaza cayera encima de los alumnos. La barrera violeta empezó a titilar, desapareciendo finalmente y los Slytherins gritaron por su triunfo, empujando a los Ravenclaw y liberando a los profesores de su jaula.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¿Quién lo habría imaginado? —James mencionó de malas, los cuatro Merodeadores esperando afuera de la oficina de McGonagall entrada la tarde— Vamos a ser castigados tan severamente que hasta nuestros nietos tendrán que limpiar calderos hasta su séptimo año, todo para que al final fueran los de Slytherin quienes acabaran triunfando. Me siento decepcionado.
— Ganaron de forma limpia —Remus reclamó— Aunque todavía no sé qué hechizo usó Snape. ¿Creen que lo haya inventado?
— ¿Qué? ¿Inventar un hechizo? —Sirius se burló despectivamente— Le das demasiado crédito, Lunático. Es un pequeño, flacucho y grasiento tarado que no podría encontrar su propio trasero ni siquiera usando compás y un mapa.
— Y aún así era el único que sabía un hechizo que funcionaba apropiadamente. Incluso los que yo había estudiado no lograron su cometido.
— La mierda sobrepaso músculos, cerebro y lloriqueos —James se quejó— Quien lo diría.
— Debemos ser justos, los Hufflepuffs no eran los únicos que estaban lloriqueando —Peter habló, viendo sobre sus uñas con temor la puerta de la profesora McGonagall— Juro que esto ha sido lo peor que hemos hecho. Vamos a estar en muchos problemas.
— No es lo peor que yo he hecho —Sirius murmuró, recordando aquella vez en que Snape casi es asesinado por Lunático.
La puerta de la oficina de McGonagall finalmente se abrió con un click: — Caballeros —Llamó con una voz extrañamente calmada— Por favor pasen.
Intercambiaron miradas, lentamente abriéndose paso. Tanto la profesora McGonagall como el profesor Dumbledore se encontraban tras el escritorio. Juntos eran una pareja poderosa.
— Ni siquiera se les ocurra negar el que están detrás de los entretenimientos de la tarde —La profesora McGonagall empezó con tono serio— Solo necesitamos de un prior incantatem sobre sus varitas para descubrirlos.
"Ah" Sirius pensó "Deberíamos haber previsto eso"
— Fue por diversión —James intentó defenderlos— Y nadie resultó herido. Además, también realizamos un hechizo para que todo volviera a la normalidad al finalizar.
— Tengo un hermano Black en la enfermería con una cortada en el cuello que dice lo contrario, incluyendo también a un cuidador que vino a quejarse debido al agua que se filtró en su oficina.
— Reg se encuentra bien —Sirius intervino, la culpa comiéndole el estómago— Madame Pomfrey dijo que fue solo un rasguño.
— Y no pretendíamos que la oficina de Filch se arruinara —Mintió Peter— Fue un accidente —Era sorprendente lo convincente que podía ser, Sirius se dio cuenta. Incluso él mismo le habría creído de no haber sido quien propuso la idea de que aprovecharan la broma para vengarse de Filch.
— Incluso si eso fue lo que sucedió —Continuó la profesora McGonagall— Es un hecho el que ustedes inundaron parte de la escuela, encerraron a los profesores en una jaula, transformaron valiosas antigüedades de la institución y sometieron a los alumnos a ser atacados por toneladas de criaturas peligrosas. ¿Lo niegan?
— No eran tan peligrosas —Sirius intentó— Más bien...como un pequeño rebaño.
— ¿Cómo pudieron convencer a los Grindylows y sirenas de participar en tan descabellada idea? —Dumbledore preguntó— No pensaba que pudiesen ser coaccionados.
— A los Grindylows les agrada Lunático debido a alguna extraña razón —James informó— Se le acercan como perritos esperando abrazos. Debe estar relacionado a alguna cosa lobuna. Y lo otro... —Sonrió— Le sorprendería lo lejos que está dispuesta una sirena a llegar solo por una bolsa de grageas silbantes y la oportunidad de atormentar adolescentes.
— ¿Grageas silbantes? —Dumbledore sacudió la cabeza— ¡Fascinante! ¿Cómo lograron crear tremendo caos siendo tan solo cuatro adolescentes, si no les molesta que pregunte?
— ¡Albus! —Lo riñó la profesora McGonagall— Se supone que estamos castigándolos.
— Usamos poción Borgoniosa —James le contó a Dumbledore
— ¿En serio? —Sus ojos azules brillaban de emoción a medida que pasaba su mirada sobre los cuatro muchachos— Pensé que había detectado un aroma a medias viejas, más no pensaba que unos muchachos de sexto año hubiesen podido prepararla. Es de nivel profesional.
— Y se encuentra en la sección restringida —La profesora McGonagall agregó.
— Tuvimos algunos errores de práctica —Sirius admitió, fingiendo no oírla— Nuestra habitación olía tan mal que Remus tenía que dormir en el baño. Por su nariz sensible.
— ¡Albus!
Dumbledore parpadeó y sonrió: — Sí. Bueno, muchachos. Saben que serán castigados severamente por esto. Tendrán que limpiar la oficina de Argus Filch, restaurándola a su estado normal desde mañana por la tarde. Y también recibirán detención cada noche hasta las vacaciones de Navidad...
Los chicos sonrieron. Solo faltaba una semana para eso.
— ...así como también tendrán que darles clases una vez por semana a los niños de primero por lo que queda del año.
Boquearon con horror: — ¿Qué? —James chilló con pánico— ¡No, señor! ¿No nos puede mandar a limpiar la lechucería o algo? De verdad, soy muy malo para lidiar con niños de primero. Haré que renuncien a la magia.
— Los admiran bastante —La profesora McGonagall informó— Muchos los idolatran. Es su deber mostrarles que no son solo una panda de holgazanes que desea destruir la escuela, sino que poseen un sentido de lealtad y trabajo duro, así como consideran su academia un punto fundamental.
— ¡Pero no es verdad! —Sirius protestó.
— Entonces será mejor que comiencen, señor Black. Su primera sesión de tutorías se realizará mañana a las cuatro en punto. Confío en que ponerlos en posición de un docente les dará un mejor sentido de la responsabilidad. Tendrán que hablar regularmente con sus profesores para notificar avances significativos con los niños de primer año. Ya pueden retirarse.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Fue mucho después, cuando los Merodeadores caminaban a su habitación quejándose de lo injusto y cruel de su castigo, que Sirius se dio cuenta que algo andaba mal con Remus. El chico caminaba mucho más despacio, apenas contribuyendo a la conversación, con una delgada capa de sudor cubriéndole la frente. La emoción de la broma se había disuelto y Remus se ofrecía a ayudarle a los de primer año todo el tiempo, así que Sirius sabía que no eran nervios.
Mientras se alistaban para irse a dormir, Sirius lo observó cuidadosamente, esperando que se rindiera y le dijera voluntariamente qué sucedía. Conociendo tanto tiempo al hombre lobo, sabía que no obtendría respuesta alguna si preguntaba directamente
— Algo malo le sucede a Lunático —James gesticuló exageradamente.
— Lo sé, tarado —Sirius le contestó.
Cansado del acercamiento indirecto (Algo en lo que nunca había sido bueno) Sirius se puso de pie, caminó a la cama de Remus y se metió en ella sin permiso.
La cabeza de Remus se levantó en sorpresa, su camisón para dormir cubriendo prontamente su estómago y piernas antes de que Sirius pudiese ver qué hacía. El pequeño frasco en sus manos y el fuerte olor a bálsamo, no obstante, lo delató de inmediato.
— ¿Tocaste plata?
Remus resistió una mueca, más sus labios se curvaron. La mano que apretaba el frasco temblaba en lo que Sirius reconocía como dolor contenido.
Y entonces Sirius lo recordó: — ¡Esa maldita bandeja! —Exclamó, dejándose caer de rodillas para levantarle el camisón.
La mano de Remus lo detuvo: — Por favor, Canuto. Estoy bien.
— Basura. Déjame ver.
Remus dudó unos instantes, alejando su mano y permitiendo a Sirius levantar su camisón. En sus piernas usualmente pálidas, impresa en horribles marcas rojas, se encontraba la forma de la bandeja de plata que se le había caído encima aquella tarde. Solo había esquivado una parte vital de la anatomía de Remus por poco.
— Merlín, Lunático —Sirius se quedó observando aquellas ronchas, incapaz de mirar a otra parte— ¿Todo esto sucedió a través de tú pantalón?
— Es por la magia que usan los elfos para mantener le comida caliente —Remus jugueteó con la tapa del tarro— En verdad...aumenta los efectos de la plata. Es precisamente por eso que utilizan plata. Actúa como una especie de poder extra para los elfos. No hay nada que podamos hacer al respecto si esperamos comer. Por eso evito tocar directamente las bandejas.
— ¡No sabían que podían hacerte tanto daño!
— Siempre lo supuse. Mis dedos siempre tienen un temblor extraño cuando están demasiado cerca. En verdad, Sirius. Estaré bien. Mira, la poción ya surge efecto.
Efectivamente, las ronchas que habían estado molestándolo al tocar tela tanto tiempo estaban empezando a cerrarse. Otras estaban desinflamándose.
— Debiste decir algo —Sirius lo riñó, poniendo delicadamente una mano sobre la parte del muslo de Remus que no estaba herido.
— ¿Por? La broma ya había iniciado ¿Qué podrías haber hecho?
— Yo habría, ya sabes, estado pendiente. Me habría encargado de que estuvieras bien.
Remus empezó a reír: — Ya lo haces.
— Aún así...encontraré una forma de convencer a los elfos domésticos de que utilicen algo más para amplificar su magia que no sea plata. No dejaré que esto vuelva a suceder.
— Eso no es posible.
— ¿Posible? ¡Pfft! —Sirius movió la mano para quitarle importancia— Todo es posible para un Merodeador.
Y lo era, reflexionó. Se habían convertido en animagos, orquestado la mejor broma en la historia de Hogwarts, domesticado un hombre lobo y sobrevivido a ataques de Mortífagos. Podían lograrlo todo. Observó cómo Remus se aplicaba más pomada en su quemadura, su rostro lleno de concentración. Sirius jamás se lo mencionaría, pero podía ver algunas canas asomándose en su enmarañado cabello arenoso, otro signo más que indicaba el estrés con el que tenía que lidiar diariamente. El corazón de Sirius dolía con aquella necesidad de protegerlo.
— Encontraré una forma.
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