75. Ataque en Roma
Nota de autor: ¡Ya estoy de regreso! Lamento haber tardado tanto, pero entre la Universidad y un proyecto propio (El cual estoy publicando y aparece en mi perfil, el cual amaría si pudiesen compartir)no había podido actualizar. Recordemos, previamente, el que la historia fue creada por la fantástica, brillante y creativa Moonsign. Yo solo soy la bella traductora.
"Por cada buena razón para mentir, existe una mejor para
decir la verdad"
Bo Benett
REMUS:
Una de las cosas que Remus más odiaba de pasar tanto tiempo en la enfermería era la cantidad de trabajos que luego debía adelantar. Gracias al incidente con Greyback, se encontraba tan atrasado en sus clases que pasaba la mayor parte de su tiempo en la biblioteca para el disgusto de sus amigos.
Durante una tarde de Domingo, no mucho después de haber sido liberado por Madame Pomfrey, entró a la biblioteca con las anotaciones de Astronomía de James bajo un hombro y las notas que Sirius tomó de Herbología en el otro. La biblioteca se encontraba desierta salvo por algunos alumnos sentados en diferentes mesas. Una brillante cabellera roja captó su atención de inmediato. Caminó hacía Lily, quien se encontraba sola en la sección de Criaturas Mágicas.
— ¿Te molestaría si te hago compañía?
Lily levantó la mirada de entre un viejo libro que parecía proceder de la sección prohibida: — Oh, hola Remus. Sabes que no me molesta. Déjame hacerte espacio.
Remus bajó la mirada y la detuvo sobre uno de los tomos, levantando las cejas: — "Rituales olvidados y Ritos antiguos. Juramentos de sangre a través de los años, Magia sin varita en cantidades exorbitantes" Dios, Lily, ¿En qué demonios te estás metiendo?
Lily se encogió de hombros, agachando la cabeza de forma que su cabello rojo tapara parte de su rostro: — Buscaba sobre otras cosas y me interesé en el tema.
Remus regresó su atención a los libros, preocupación surgiendo en su pecho. Algunos contenían magia oscura realmente peligrosa: — ¿Qué tema?
Hubo una pausa tan grande que Remus pensó el que jamás tendría respuesta, más Lily suspiró e indagó: — ¿Qué sabes sobre los juramentos mágicos?
— ¿Juramentos mágicos? Solo un poco. James y Sirius están mejor informados después de buscarla en Tercer año. Querían que todos hiciésemos un juramento que se asegurara el que seríamos amigos por siempre.
— Santo cielo, Remus, ¿Tienes idea lo peligroso que es?
Remus bufó: — Por supuesto. Ellos también. Cuando descubrimos todas las posibles consecuencias, bueno... —Se encogió de hombros.
— Así que ¿No lo hicieron?
— Claro que no —Remus omitió decirle el que James y Sirius solo desistieron una vez se enteraron que eran manada para Remus. En sus ojos, eso era mejor que cualquier tipo de juramento.
— Entonces... —Lily dudó— ¿Potter sabe mucho sobre ellos?
Remus frunció el ceño y se inclinó sobre la mesa: — Lo hace. Seguramente mejor que todos en el castillo salvo Sirius y Dumbledore. Ya tenía algunas nociones al ser sangre pura. Esas familias tienen millones de juramentos de magia. ¿Por qué te interesa, Lily?
— ¿Me estás diciendo que Potter sabía exactamente los riesgos que corría al realizar uno en la tienda?
De repente todo cobró sentido. Remus recordó el día en que fueron atacados, Lily siendo retenida por un Mortífago hasta que James prometió por su magia el que no le harían nada si la soltaba y se iba inmediatamente. Los hilos púrpuras que salían de sus muñecas.
Sonrío con dureza: — Sabía perfectamente lo que hacía.
En verdad lo hacía. Pese a todos sus defectos, James era ferozmente valiente y tan leal que a veces asustaba a Remus el pensar en lo que sería capaz de hacer por proteger a los que amaba. De haber roto su promesa ese día, habría perdido toda su magia de golpe. Muchos magos no sobrevivían al proceso, pero de hacerlo eran peor que los Squib. Eran conchas vacías de sí mismos. Como si ambas piernas y brazos les hubiesen sido arrancados y tuvieran permanentemente que sangrar, nunca sanando ni lidiando con el dolor. Eso siempre ocurría con los magos que rompían un juramento hecho sobre su magia.
Lily presionó sus labios en una delgada línea, mirando los libros pese a que Remus sabía el que no leería nada: — ¿Por qué hizo eso por mí? Ni siquiera lo pensó dos veces.
Remus no pudo evitar su emoción al ver la expresión de la chica. Años y años de constantes coqueteos y rechazos finalmente tenían frutos. James iba a... maldita sea, ni siquiera sabía cómo reaccionaría James cuando se enterara. Intentó por todos los medios de no sonreír.
— Te lo ha dicho cada día desde que tiene trece. Lo hizo porque te ama.
— ¡No puede ser! —Lily lucía frenética— Es solo un estúpido enamoramiento. Y es simplemente porque soy la única que no le pone atención.
Remus negó: — Podría haber empezado así cuando tenía once y te vio por primera vez, Lily. Pero hace ya mucho que ha cambiado. Puede que jamás sientas lo mismo, pero James Potter daría su vida por ti sin dudarlo. Si Voldemort y sus Mortífagos atacaran Hogwarts, tú serías la primera persona que protegería.
Lily dejó salir una risita: — Mentira. Estaría protegiéndote.
— Oh no —Finalmente sonrió— Confiaría en que yo me lanzaré para proteger a Sirius.
— ¿Tú? —Lily volvió a reír— Podría entender si confiara en que Black te protegería, todavía no entiendo cómo puedes tenerlo tan idiotizado, pero a duras penas puedo imaginarte como el protector.
— Hombre lobo ¿Recuerdas? —Remus habló, manteniendo la voz baja— Sé que lo descubriste hace mucho, pero jamás hemos hablado al respecto. ¿Cuánto sabes realmente de los Hombres lobo?
Lily se encogió de hombros: — He investigado, por supuesto, pero los libros son tan intolerablemente ridículos que decidí abandonarlo.
— Bueno, hace siete años una mujer lobo se enamoró de un hombre Muggle. Fueron víctimas de un ataque realizado por una pandilla de magos puristas que pensaban el que eran una abominación, durante un paseo nocturno. Todo lo que las autoridades pudieron recoger de los atacantes fueron pedazos destrozados sobre charcos enormes de sangre. El hombre no tenía ni un solo rasguño.
Lily abrió los ojos con sorpresa: — ¿Qué sucedió con la mujer?
— Azotada para posteriormente ser ejecutada con un hacha de plata. Eso es lo que te pasa si muestras tu verdadera naturaleza.
— ¡Pero si solo intentaba proteger a su novio! —Lily vociferó con ira, aunque se contuvo de elevar su tono— De haber usado magia para aniquilar a esos hombres, la habrían liberado por ser autodefensa —Se detuvo unos segundos— ¿Acaso, ya sabes, se transformó y simplemente los masticó? ¿Puedes hacer eso?
— Nadie puede transformarse sin luna llena a menos que te metas una cantidad de pociones oscuras. Ella los destrozó con sus propias manos. Y eso es lo que yo haría de alguien intentar ponerle una mano encima a Sirius.
Seguramente fue la forma en que lo dijo, como si fuese una verdad universal, pero por primera vez desde que supo su secreto, Lily estaba realmente asustada. Dedicándole una sonrisa temblorosa, dijo: — Recordaré eso la próxima vez que sea particularmente molesto y me haga perder mi temperamento.
— Oh, se merece cada hechizo que le lances —Remus le aseguró, desesperado porque ella viera más allá del lobo. Aparte de Los Merodeadores, Lily era la única amiga que no podría soportar perder— La verdad, Lily, es que soy muy rápido y fuerte. Mis sentidos son más agudos. No me gusta debido a que sacan el lobo muy a la superficie, pero están ahí cuando más los necesito. Tú también estás en mi lista de protección, por cierto.
— Oh, Remus —La expresión de Lily se suavizó y se estiró para tomar la mano de Remus— Lo sé. Jamás te tendría miedo. Lo único que me aterra es lo que podrían hacerte si algo así sucediera. No podría soportar la idea de que quisieran ejecutarte, y Black, Dios sabe que sería imparable. Ni siquiera yo puedo imaginar lo que haría si supiera que estás en peligro. Los otros dos igual. Y yo —Le sonrió con firmeza— Haríamos que el Mundo Mágico temblara sobre sus fundadores.
Sabía que lo harían. Si Sirius, James, Peter y Lily decidiesen que la venganza era la mejor opción, los resultados serían catastróficos. Era ahora su turno de aterrorizarse.
— Haré todo lo posible para impedir despedazar personas, entonces —Bromeó torpemente.
— Haz eso —Lily le dio unas palmaditas en la mano— Entonces, ¿Quién protege a Pettigrew? ¿Su novia? La Ravenclaw del bigote.
— Doreen Short —Remus replicó desaprobatoriamente— No. Si soy sincero, siento que solo está con Peter debido a que nadie más la quiere. Pobre chico. No tengo corazón para decirle. Pero no debes preocuparte por Colagusano. No vale la pena el que alguien se tome el tiempo de saltar a protegerlo dado que Pete ya se estará escondiendo por su cuenta. Tiene gran sentido de la preservación.
— Eso no es muy Gryffindor de su parte.
Remus se encogió de hombros: — Creo que hay distintos tipos de valentía. Peter es de un tipo callado, supongo.
— Un mejor tipo.
— ¿Te refieres a que es mejor que James y Sirius? —Remus negó. ¿Por qué Lily estaba determinada a pensar mal de ellos?— Posiblemente el juramento no te ha convencido, pero esos chicos han hecho más cosas por mí de las que podrías imaginarte. No tienes ni idea, Lily, de los riesgos que han atravesado solo para protegerme. Tú solo crees que son un par de arrogantes, pero hay más cosas que nadie se molesta en fijarse.
Lily preguntó, un tanto avergonzada: — ¿Cosas como qué?
— No puedo decírtelo.
— ¿Por qué? ¿Son peligrosas? ¿Ilegales?
Remus pensó en las transformaciones animagas y todos los riesgos que implicaban, tanto en el proceso para lograrlo como las consecuencias que afrontarían de ser descubiertos.
— No puedo hacerlo, Lily. Lo lamento. Pero en verdad creo que deberías darle una oportunidad a James. Entiendo por qué lo detestabas antes. Actuaba como un idiota. Pero ha crecido mucho después de eso. Varias chicas querrían salir con él.
— No soy esas chicas.
— No. Tú eres el amor de su vida.
— ¿Lo dices en verdad? Tipo, ¿Me ama como Sirius y tú?
Remus no tuvo que pensarlo: — Sí.
Lily negó: — Desearía no confiar en ti tan ciegamente.
— ¿Le darás una oportunidad?
— Consideraré darle una oportunidad.
— Lo más dramático de esto —Remus empezó a reír— es que incluso esa pequeña esperanza será suficiente para que se suba al techo y empiece a cantar temas de victoria de Quidditch y declarando que ha sido El-mejor-día-de-su-vida.
Lily rodó los ojos: — No digas eso, Remus Lupin.
— No soy yo —Remus se burló— La Quaffle está en tú lado, Lily Evans. Pero si lo lastimas...
— Lo sé, lo sé. Seré pedazos de carné sobre sangre de Lily.
— Bueno... —Remus hizo una mueca— Te haré sufrir la ley del hielo. Y he descubierto un hechizo que hace que se te caiga el cabello. Todo el cabello. No permite pelucas. Y me muero por probarlo en alguien.
Lily se agarró su brillante cabellera, viéndose mucho más aterrorizada por la idea de quedar calva a ser asesinada: — No lo harías.
— Lo haría. No lo olvides.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Ya era casi el toque de queda cuando Remus volvió de la biblioteca. Avanzó por el retrato de la Dama Gorda y se dirigió a su dormitorio. No estaba intentando evitar a sus amigos, pero evidentemente ellos no lo vieron venir. James, Sirius y Peter estaban sentados en la cama del primero, ojeando la nueva edición del Diario El Profeta.
— No digo que evitemos buscar más información —Sirius repuso— Solo digo que es mejor no mostrarle a Lunático por el momento. Se enojaría sin razón alguna.
— ¿Sin razón alguna sobre qué? —Indagó, haciéndose notar.
Los tres chicos saltaron con sorpresa al verlo: — Nada —James trató de convencerlo— No hablamos sobre ti.
— ¿En serio? —Remus dejó caer sus libros dentro de su baúl— ¿Acaso se hicieron amigos de otro hombre lobo también apodado "Lunático"? ¿Debería ponerme celoso?
Sirius rodó los ojos con molestia: — Ya basta, Corna. No podrías mentirte ni aunque te fuese la vida en ello.
— No podría mentirle a Lunático aunque me fuese la vida en ello. Ni siquiera es posible intentarlo. Siempre se da cuenta en menos de segundos.
— ¿Entonces? —Remus cuestionó— ¿Qué sucede? Tienen que decirme.
De mala gana, Peter le alcanzó el periódico: — Hubo una serie de ataques por parte de Mortífagos en Roma —Le dijo— Roma. Justo donde tus padres se están quedando.
— Gracias por esa información, Colagusano —Sirius lo riñó— Estoy bastante seguro de que él se puede dar cuenta de eso solo.
Peter se sonrojó y bajó la cabeza.
— No te desquites con Peter —Remus suspiró, leyendo el artículo. Era evidente el que grandes cantidades de Mortífagos habían realizado el ataque por alguna razón. Su corazón se sentía pesado dentro de su pecho.
Los demás se quedaron en silencio mientras tiraba el artículo a la basura.
— No puedes hacer nada, Lunático —James habló— Si tus padres en verdad apoyan a Voldemort, no hay nada que puedas hacer.
Remus dejó salir una risa cruda: — ¿Dices su nombre? La gente dice que está maldito. Si alguien lo dice se arriesga a un ataque por parte de Mortífagos.
— Al ritmo que van, eso no implica nada —Sirius intervino, su expresión bastante enojada— A la gente la están atacando por todos los frentes. El artículo dice que buscaban algo. ¿Qué será?
— No puedo con esto —Remus se dejó caer sobre su cama— Estoy demasiado cansado. Todo esto me va a dar jaqueca.
Sirius se sentó a su lado: — Lo sabemos, Lunático. Es por eso que íbamos a ocultar el artículo.
— Me alegra que no lo hicieran. Es mejor saber las cosas.
Sirius se convirtió en Canuto, acomodándose al lado de Remus. Remus sonrió y lo acurrucó. Sirius siempre sabía cuándo necesitaba este tipo de consuelo.
— Oigan —James llamó— No besuqueos.
— James —Remus respondió pacientemente— Es un perro. Yo no beso perros.
— Los detalles sobre lo que ustedes dos hagan cuando cierran las cortinas no me interesan, gracias.
— Y espero que recuerdes eso mismo cuando Lily y tú empiecen a hacerlo detrás de tus cortinas —Remus repuso con una sonrisa.
James abrió los ojos como un ciervo: — Cuando Lily y yo...
— No te estoy prometiendo nada —Remus se apresuró en agregar— Pero se está suavizando.
Romper un poco su promesa a Lily valía la pena para ver como los ojos de James destellaban brillos. Era como si alguien le hubiese lanzado un encantamiento Lumos encima.
— Lunático, eres Dios. Voy a empezar a alabarte día y noche.
Sirius cambió de forma brevemente para decir: — La fila va detrás de mí, comedor de pasto.
— Gracias, sin embargo —Dijo Remus— Fue tú rescate heroico de la tienda lo que logró algo, Cornitas. El mérito es tuyo.
— Sí, claro —James le sonrió con ternura— Sé perfectamente que Lily jamás hubiese visto más allá de sus prejuicios contra mí de no ser por el encanto Lunático.
— No tengo idea de a qué te refieres.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Fue dos días después que se enteraron de la verdad.
Remus estaba en DCAO siendo aleccionado por un profesor nuevo en la larga línea que ya les había dado la clase, está vez siendo mandado por alguien del Ministerio. El hombre imitaba a un ratón y parecía tenerle mucho más miedo a su clase de Sexto año que a los vampiros que supuestamente había enfrentado.
Alguien tocó la puerta y la profesora McGonagall ingresó tentativamente: — Discúlpeme profesor Twigworth, pero debo hablar urgentemente con Remus Lupin.
El sentimiento de pesadez regresó al estómago de Remus. ¿Qué era tan urgente como para que la profesora McGonagall tuviese que sacarlo de clases? ¿Alguien se habría enterado que era un hombre lobo? ¿Lo expulsarían? ¿Sería ejecutado? ¿Tendría que huir?
— Usted se queda, señor Black —La profesora McGonagall añadió y solo entonces Remus notó que Sirius ya se estaba poniendo en pie. Se sentó despacio, sus ojos ansiosamente encontrándose con los de Remus.
Sin sentir absolutamente nada, Remus guardó sus libros. No volteó a ver a sus amigos, siguiendo a la profesora McGonagall. No sabía qué vería en sus expresiones si lo hacía.
Se apresuró tras su jefa de casa y fue llevado prontamente a la Enfermería. Cientos de dudas se arremolinaban en su cabeza.
— ¿Profesora....?
— No aquí, señor Lupin.
Cerró la boca de inmediato, casi tropezando en su afán de seguirle los pasos. Madame Pomfrey y Dumbledore aguardaban por él dentro de la Enfermería.
— Siéntese, señor Lupin —Madame Pomfrey le pidió gentilmente, acercándole una silla.
— ¿Qué sucede? —Remus preguntó, su voz quebrándose.
— Me temo que tiene que ver con sus padres.
Por un momento espantoso, la mente de Remus se llenó de imágenes de Serena y John Lupin. "Están vivos y bien" Se imaginó que Madame Pomfrey le decía "Te quieren de regreso". Le sorprendió aún más darse cuenta de que su reacción habría sido gritar "¡No! ¡Yo me quiero quedar con los Anders!"
Y fue entonces cuando se dio cuenta. Hablaban de los Anders: — ¿Q-qué les ocurrió? ¿Se encuentran b-b-bien?
— Hubo un ataque en Roma...
"Descubrieron que apoyaban a Voldemort" Los rincones más oscuros de su mente susurraban "Serán llevados a Azkaban. Estarán en la cárcel por tu culpa."
— Se encuentran en San Mungo. Ambos siguen con vida, pero estuvieron cerca.
Remus luchó contra las náuseas. No sabía si se debían al alivio o el pánico.
— ¿Q-qué les suce-sucedió?
— Estaban en la central de búsqueda cuando los Mortífagos atacaron.
— ¿C-central de búsqueda? —Todo lo que salía de la boca de Madame Pomfrey le parecía lejano e inentendible.
— La central de búsqueda de hombres lobo en Roma. Debes saber al respecto. Han estado ahí desde hace un tiempo. ¿Acaso no te lo dijeron?
— N-n-neil me dijo que estarían allí por cuestiones de t-trabajo —Una pequeña burbuja de esperanza se alzó dentro de Remus.
— Espere un momento —Lo interrumpió la profesora McGonagall— ¿Me está diciendo el que no estaba enterado sobre el Programa de Búsqueda para la Poción Mata Lobos?
Remus negó, la esperanza creciendo.
— ¡Pero si ellos han estado donando dinero desde hace años! Empezaron apenas lo adoptaron, de hecho. Han puesto hasta la última libra en ese programa. ¿Qué acaso nunca se preguntó a dónde iba todo el dinero? ¿Jamás se preguntó por qué viajaban en búsqueda de los ingredientes?
La pequeña burbuja era ahora toneladas que lograba el que su cabeza diera vueltas.
— Minerva, contrólate por favor —Madame Pomfrey demandó— ¿Qué no te das cuenta de que el pobre niño está en shock?
— Pero ¿Cómo puede no saberlo?
— Supongo que no querían darle falsas esperanzas. En caso de no funcionar.
— ¿Dieron su d-dinero a una fundación para h-h-hombres lobo? —Remus habló apenas en susurros, aunque Dumbledore, quien hasta entonces no se había pronunciado, dio un paso al frente.
— Roma, señor Lupin, es el único lugar del mundo donde los hombres lobos no son discriminados. Sus fundadores, Rómulo y Remo —Le dedicó una sonrisa a Remus, refiriéndose a la ironía de su nombre— Fueron criados por lobos y varias leyendas claman el que ellos mismos eran hombres lobo. Por estos motivos, hay una facultad capacitada para buscar cómo facilitarles la vida. Recientemente han trabajado en encontrar una poción que les permita conservar su mente durante la luna llena. Sus padres han estado involucrados completamente en la búsqueda, particularmente en recuperar y poner en práctica varios de los descubrimientos alrededor del mundo.
La mente de Remus entró en sobrecarga hasta que lo único en lo que podía pensar era "¡No apoyaban a Voldemort! Todo este tiempo jamás estuvieron de su lado. ¿Por qué demonios no me lo DECIAN?"
— Infortunadamente —Dumbledore continuó— Voldemort se enteró de los avances significativos y envió Mortífagos a las instalaciones; tenían órdenes de maldecir o hechizar a todos los que se encontrasen dentro. Años de trabajo perdidos. Les llevará mucho el volver a avanzar tanto —Sus ojos azules, tras aquellas gafas de media luna, siempre mostrando simpatía— Intenta atraer hombres lobos con la promesa de una poción falsa.
Y era por eso que no había podido oler la mentira en Greyback cuando le dijo sobre la poción si se unía a Voldemort. Era verdad, al menos en cierta medida.
— ¿Mis p-padres?
— Lo llevaremos a verlos ahora —Madame Pomfrey puso una mano sobre su hombro— Pero debo advertirle... —Tomó aire lentamente— Neil era la única persona en aquel centro que tenía entrenamiento suficiente como para proteger a los demás. Estuvo involucrado en la parte más violenta de la batalla y, en verdad lo lamento Remus, pero perdió las piernas.
— ¿P-p-perdió sus...? —¿Y se lo mencionaban hasta ahora?
— Sé que es mucho por procesar. Fue una maldición cortadora que el Sanador no pudo tratar a tiempo.
— ¿Ambas p-piernas?
— Sí. En verdad lo siento.
Era terrible. Estaba debatiéndose entre vomitar debido al horror o permitirse el captar todo lo que se había dicho. Deseaba que Sirius hubiese venido, que le agarrara la mano y preguntara las preguntas adecuadas. Su tartamudeo hacía las cosas mucho más complejas: — D-d-d-d-d...
— Remus —Madame Pomfrey apretó suavemente la mano todavía sobre su hombro apenas se dio cuenta de que no podría hablar— No había nada qué hacer. Si los Sanadores hubiesen llegado a tiempo, la historia sería otra. Pero los tomaron por sorpresa y muy pocas personas salieron con vida. Angela está mejor. Se rompió algunas costillas, la clavícula y se dislocó un hombro, pero se recuperará pronto. Ellos quieren verte. ¿Estás en capacidad para ir?
Remus asintió, no confiando en que pudiese hablar.
— Bien —Alzó un viejo reloj— Este es un Traslador. Tócalo para poder ir.
A duras penas experimentó las náuseas del viaje. Su mente y cuerpo estaban en momentos distintos a la vez que entendían ciertas revelaciones "Sus piernas, sus piernas, sus piernas" era lo único que rondaba su cabeza.
Cuando levantó la mirada, estaban en una sala de espera en San Mungo llena de personas que se veían igual de afectadas a él. Madame Pomfrey lo tomó del brazo y lo arrastró hasta donde se encontraba una Sanadora de túnica verde.
— Disculpa, Nora, pero es el hijo de los Anders. ¿Puede entrar a verlos?
Los ojos de la Sanadora se quedaron viéndolo mientras asentía: — Por supuesto. Si no estoy mal, están en la planta siete. Ya sabes por donde, Poppy —Se apresuró en ir a la ayuda de un hombre cuyo rostro estaba al contrario.
— Por aquí, Remus —Madame Pomfrey siguió dirigiéndolo a través de los corredores. Todo se veía demasiado brillante. Remus sentía que se desmayaría al ver a tantas personas en las diversas plantas.
La habitación era privada y pequeña, conteniendo solo las dos camas en donde los padres de Remus descansaban. Giraron a verlo apenas abrió la puerta, sonriendo al darse cuenta de que se trataba de su hijo adoptivo.
— Remus —Neil lo saludó, siendo el de la cama cercana a la puerta. Le ofreció su mano y Remus casi tropieza en su afán por sujetarla, realizando esfuerzos sobrehumanos para ignorar la falta de forma que se daba en las cobijas— ¿Cómo te encuentras, hijo? —Su rostro, usualmente tan encantador y juvenil, se veía dolido y viejo.
— Bien —Remus sintió su corazón calmarse al ver que no estaban moribundos como temía. El mundo dejó de girar y pudo pensar con claridad— M-mejor que ustedes, por lo menos —Sonrío tentativamente a Angela y agarró una silla de forma que se pudiese sentar en medio de ambas camas. Se agachó para besarla en el cachete. Estaba rojo y tenía un sabor salado, prueba contundente de sus lágrimas.
Tras una breve pausa incómoda, Remus ya no pudo contenerse: — ¿Por qué no me lo dijeron?
Neil y Angela intercambiaron miradas.
— ¿Sobre la investigación? —Angela preguntó suavemente— Fueron muchas razones, amor. No queríamos darte falsas esperanzas en caso de no funcionar. Tampoco queríamos que te sintieras culpable por causa del dinero. Te sientes culpable por el simple hecho de que te demos un regalo de navidad, por amor a Merlín. Pensamos que actuarías irracionalmente una vez lo supieses, incluso cuando nosotros no podemos idearnos una mejor forma para gastar el dinero.
Tenía sentido. Eso era lo frustrante. Era algo que Remus habría hecho de enterarse. Remus agachó la cabeza y empezó a reírse histéricamente.
Neil apretó su mano: — ¿Qué ocurre, Remus?
Remus levantó la mirada, secándose las lágrimas: — Pensé que apoyaban a Voldemort —Era extraño lo fácil que le fue decirlo, como si aquellas palabras no fuesen demasiado pesadas para pronunciarlas.
Tanto Neil como Angela lo vieron boquiabiertos.
— Tiene sentido —Remus intentó defenderse— Nunca había dinero. Voldemort prometía una poción para los hombres lobo. Sabía que ustedes dos querían ayudarme. Me preguntaron si algún Mortífago se me había acercado. Me mintieron sobre sus viajes y tuve que enterarme porque el señor Potter, que también es Auror, no se iba a ninguna parte. De hecho, todos los Aurores se están quedando en Gran Bretaña para lidiar con los problemas de aquí. Y los periódicos dicen que Voldemort ha adquirido simpatizantes y seguidores alrededor del país.
— Merlín... —Neil murmuró, su voz llena de shock— Cuando lo pones así, todo tiene más sentido.
— ¿Por qué no nos dijiste, Remus? —Angela indagó.
— Porque pensaba que todo lo hacían por mí culpa y eso me hacía sentir peor. No quería meterlos en problemas.
— Oh, mi pobre palomita. Ven aquí —Angela abrió sus brazos y Remus se pasó a su cama para dejarla abrazarlo, cuidándose de no lastimar sus heridas— Tenemos una gran cantidad de mala comunicación en esta familia —Habló con el rostro enterrado en su cabello— Supongo que tendremos que poner en mayor práctica el aprender a hablar entre nosotros.
— Y ahora resultaron heridos por culpa de ello —Remus murmuró, su mirada posándose en el lugar donde las piernas de Neil deberían estar— Lo siento, en verdad lo s-siento, Neil. Desearía que nada de esto hubiese ocurrido.
Neil suspiró: — Si los deseos fueran peces, amigo, todos viviríamos en el mar. Haré mi duelo y luego lo superaremos. No fue culpa tuya. No fue culpa mía. Es de Voldemort únicamente. Los Aurores tenemos que enfrentarnos a situaciones como estas todos los días. Era solo cuestión de tiempo para que me tocara a mí.
— ¡Pero no es justo! Ya había sido herido una vez. ¿Qué hay de tú rodilla? Fue por estar recuperándote de ella que tuviste que darnos clase en Hogwarts.
Neil sonrío: — Y fue el mejor año de mí vida —Anunció— De no haber enseñado en Hogwarts, no te habría conocido. Ya tuve mi buena racha de "¿Y si?" Pero qué hay de los ¿Por qué no fui yo? Un montón de personas en ese lugar tuvieron destinos peores. Veintitrés muertos. Y yo sería el veinticuatro si Angela no me hubiese salvado la vida.
— ¿Tú qué? —Remus observó con sorpresa a la peli rizada mujer que, acostada, no parecía material de héroe.
Angela sonrío: — Tu padre estaba determinado en protegernos a todos. Estaba cubriéndonos mientras hallábamos una forma de escapar. Nos encontrábamos en uno de los sótanos de los laboratorios cuando atacaron. Logramos que tanta gente como pudiésemos huyera mientras él luchaba contra tres Mortífagos al tiempo.
— ¿Tres? —Remus preguntó, asombrado.
— No era un combate plenamente —Neil explicó— Fue más que todo defensivo, tratando de retenerlos algún tiempo. La maldición cortadora atravesó mis escudos. Me cortó las piernas de una forma tan sutil que apenas lo percibí. De haber sido más alto, me habría cortado a la mitad —Su risa sonaba más forzada que nunca— Lo siguiente que supe era que me desangraba en el suelo y Angela se tiró frente a mí. Recuérdame jamás volverme a quejarme sobre su ropa de nuevo.
Remus parpadeó: — ¿Por?
— ¿El Mortífago que me hizo esto? —Neil señaló de su cintura para abajo— Fue estrangulado por una de sus bufandas mientras que a los otros dos los hizo explotar —La observó con tanto amor que a Remus casi le da pena el estar interrumpiéndolos.
La pequeña evilla de león que Angela llevaba puesta dejó salir un pequeño, aunque orgulloso, rugido. Remus se quedó viéndola con renovado respeto: — ¿Tu ropa te es leal? —Preguntó con abismal sorpresa— ¿Te protegen?
— He tenido esa bufanda por más de diez años —Angela explicó— Supongo que detecta mis emociones.
— Eso es una locura —Dijo Remus— Pero bueno. Muy, muy bueno. No quiero perder a otro padre.
— Perdiste dos tercios de uno —Neil bromeó, aunque su expresión delataba su dolor— Me ordenaran una de esas sillas de ruedas mágica. Y ya no podré servir en el campo. Será todo papeleo a partir de ahora.
Trató de sonar animado, pero Remus pudo denotar el terror que aquello le provocaba. No podía comprender cómo se sentía perder ambas piernas. Pensó que podría asemejarse a perder la humanidad, como en su caso. Esperaba que tuviera suficiente compasión como para apoyar a su padre en los meses oscuros que aguardaban.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top