70. Revelaciones de un pasado oscuro
Nota de autor: ¿Adivinen qué? Todavía no he logrado usar el giratiempo para publicar la historia primero, así que sigue perteneciéndole a Moonsign. El mundo de "Harry Potter" le pertenece, según me han informado, a una mujer llamada J.K Rowling.
"Soy la única opción, la heredera y la de sobra, así que deben asegurarse de
que el dinero sea bien invertido porque no tendrán una reserva."
Solo un Día por Gayle Forman
REMUS:
Era ya entrada la tarde cuando Neil y Angela se rindieron en tratar de lograr que Remus dejara de ser tan reservado, en especial cuando le gruñó a la mano de Neil cuando se acercó demasiado. Faltaba un día para la luna llena y Lunático, mucho más presente en las actitudes de Remus, aullaba por Canuto en su mente.
El Remus humano no estaba en mejor forma. Había pasado casi todo el tiempo desde que llegó a casa sentado frente a la chimenea, caminando alrededor como un animal enjaulado y esperando que las llamas fueran verdes para anunciar que Sirius estaba a salvo y viviendo con los Potter.
Por las noches, particularmente ahora que la luna llena estaba acercándose y no podía tener paz, se acurrucaría en el sofá, con los miembros temblándole a medida que se acostumbraban al futuro cambio y con los ojos fijos en aquellas llamas anaranjadas. Remus no había tenido síntomas pre-luna tan terribles desde que era un niño en sus primeras transformaciones. A duras penas se daba cuenta de las presencias preocupadas de Angela y Neil, impotentes y frustrados como si fueran extras.
De seguro fue una ironía bastante cruel el que cuando James finalmente se mostró, Remus estuviese teniendo su corto descanso para ir al baño. Sus buenos sentidos captaron el rugir de las llamas, así que se reacomodo el pantalón del pijama con prontitud antes de tambalearse fuera del baño.
Tenía las piernas débiles por los espasmos del cambio, maldiciendo a medida que prácticamente se caía de cara en la sala. Con el lobo tan cercano a la superficie, sentía como si su cuerpo fuese una marioneta en la que no tenía ningún control, la mayor parte de los hilos cortados de forma que no pudiera moverse con tranquilidad.
— ...as a Merlín que llegaste —Oyó decir a Angela— Ya no sabemos qué hacer... solo se sienta frente al fuego... gruñe cada que intentamos acercarnos...
No escuchó lo que dijo James dado que el molesto ruido del fuego le taladraba la cabeza. Desde que se había caído al entrar a la sala, simplemente se arrastró hasta la chimenea.
— Santo Godric, Remus —James exclamó, observándolo con sorpresa— Te ves de la mierda.
— ¿Algo pasó con Sirius? —Remus indagó— ¿Está bien?
— Escapó —James le aseguró— Está aquí.
— ¿Está bien? —Incluso en su estado, Remus no era lo suficientemente estúpido como para no darse cuenta de que James evadía responder esa pregunta.
James dudó: — Ya casi nos acercamos a eso.
— ¿Qué sucedió?
— Lo desheredaron.
— ¿Qué? ¿Por qué?
Los ojos de James examinaron a Neil y Angela por sobre el hombro de Remus, analizando cómo decirlo de forma apropiada: — Er... entendí el que Regulus le dijo a su padre que, ya sabes, le gustaba jugar para el equipo de Quidditch contrario.
Remus, no obstante, no estaba lo suficientemente bien como para entender el doble sentido de aquel comentario. Se quedó mirando a James, confundido.
James hizo una mueca: — Ayúdame con esto, Lunático. Le dijeron al padre de Sirius que, bueno, prefiere a los chicos.
— Oh. Oh. Oh Merlín, ¿Qué le hicieron? Déjame pasar —Remus se arrojó contra las llamas pero la mano de James le prohibió pasar.
— ¡Cuidado! Podrías lastimarte, amigo. Ya te lo dije, está bien. Su padre...lo lastimó un poco, pero está estable. Regulus lo ayudó a salir.
Remus puso sus manos al lado de la cabeza de James: — Por favor, déjame pasar. Por favor, por favor.
— De acuerdo, de acuerdo. Por las bolas de Merlín, Remus. Al menos deja que me quite. Aguanta.
Tan pronto como la cabeza de James desapareció de entre las llamas, Remus se arrastró por la conexión de la red flu, cayendo en la costosa alfombra persa que decoraba la sala de la Mansión Potter. Observando toda la habitación, Remus rogó porque Sirius no estuviera en una de las habitaciones de arriba, dado que sus débiles piernas no podrían cargarlo.
— Vamos, venga —James le ayudó, apoyando a Remus contra uno de sus puntiagudos hombros— Te llevaré a verlo antes de que maldigas a alguien. O te los comas.
Remus se recargó contra él, agradecido y sorprendido de que el delgado James tuviera tanta fuerza.
— Ustedes también pueden venir —James avisó a los Anders, quienes acababan de salir de la chimenea. Su tono fue cortante, logrando el que Remus recordara vagamente lo preocupado que James estaba sobre la seguridad de su padre estando en peligro en caso de que los Anders estuvieran trabajando con Voldemort. Ojalá tuviera la suficiente energía para sentirse culpable.
Les tomó un tiempo frustrantemente largo el llegar a la habitación en donde Sirius siempre se quedaba cuando visitaba a los Potter. Para cuando finalmente abrieron la puerta, Remus sintió como su estómago daba un salto triple, en parte por la alegría de ver a Sirius y otra parte en horror al darse cuenta como estaba.
Estaba tan pálido como un hueso, su cabello negro luciendo como si la tinta se hubiese derramado contra la almohada. Lo que más perturbaba a Remus era la forma en que se encontraba acostado. Cuando Sirius dormía, siempre se retorcía en la cama; los miembros alrededor de todo el lugar, boca abierta y pijama revuelta. La forma en que estaba ahora, completamente derecho, era extraña. Su respiración era suave, cada cierto tiempo sus brazos o piernas se movían de una forma que a Remus le parecía dolorosamente familiar. Era la señal de que los músculos intentaban relajarse tras una experiencia especialmente dolorosa.
El propio brazo de Remus se retorció en simpatía, el conocimiento de lo que sucedía inmediatamente invadiendo su mente.
— Cruciatus —Murmuró, tambaleándose contra James.
— Chico listo —La voz cargada de inseguridad del señor Potter lo sacó de su ensoñación, su cuerpo inmediatamente poniéndose en estado de protección.
— Tranquilo, Lunático. Es solo mi papá.
— Quien no confía en mí —Remus gruñó, sintiendo la picante emoción de miedo que se desprendía del señor Potter.
— Papá —James lo reprendió con molestia.
— Lo lamento, James, pero no puedo evitar sentirme nervioso cuando un muchacho de dieciséis años sabe los efectos de una maldición prohibida.
Remus le mostró los dientes: — Conozco los efectos de la maldición porque la he tenido encima personalmente —Una de sus manos empezó a quitarse la camisa en un gesto que era mucho más animal que humano. James luchó para mantenerlo en pie a medida que sacaba los brazos de las mangas de la camisa. Una parte de su mente le rogaba el que no mostrara su dañado cuerpo, pero el lobo en posesión de su mente no le dejó pensarlo.
Un silencio incómodo cayó en la habitación mientras que el señor y la señora Potter, quien había aparecido a su lado, observaban su cuerpo. Se preguntaba lo que pensarían apenas lo vieran, una serie de cicatrices tan profundas que la poción cicatrizante nunca pudo arreglar, así como las nuevas y rosadas marcas que le decoraban la piel, los constantes temblores en su cuerpo dándole a pensar que se le romperían los huesos. Se preguntaba cómo alguien podría sentir por él algo más que asco o pena.
— Remus —Angela empezó, haciendo ámago de acercársele para interrumpir su espectáculo.
— No —Le gritó— Esto es lo que soy —Lo último lo dijo para el señor Potter, quien seguía observándolo atentamente.
Un pequeño jadeo les llegó de la cama, la atención de Remus inmediatamente trasladándose para allí. Se quitó a James de encima y se tambaleo adelante, prácticamente cayendo de rodillas y estirando una mano para acariciar el rostro pálido de Sirius.
— Lunático —James susurró a su lado, agarrando la mano que estaba sobre el rostro de Sirius— Mis padres no saben de tu relación con Canuto. Por favor, no les des más sorpresas. El pobre corazón de mi papá no lo aguantaría.
— Pero... —¿Qué James no le había dicho que todo esto sucedió porque Regulus reveló que Sirius era gay?
— No saben lo que Regulus dijo —James explicó en voz baja— Los amo hasta los huesos, pero son muy chapados a la antigua.
Remus dudó, accediendo finalmente a poner su mano sobre la de Sirius. Los amigos tenían permitidos hacer eso, ¿Verdad?
— Perdón —James se disculpó en susurros, su voz demasiado suave.
— ¿F-fueron a t-t-traerlo? —Remus indagó. Ahora que lo tenía a la mano, el lobo parecía haberse calmado un tanto. Todas las preguntas que había estado formulando en su cabeza finalmente podían salir. Al igual que su maldito tartamudeo. Eso era un rasgo característicamente humano.
— No —Extrañamente, fue la señora Potter quien habló. Dejando a los demás adultos en la puerta, se movió para sentarse al otro lado de la cama. Se veía mucho más vieja de lo que Remus recordaba, el estrés y preocupación por Sirius claramente pasándole factura. Su rojizo cabello tenía ciertos mechones grises, unas líneas profundas apareciendo sobre las comisuras de sus ojos y labios— Se Apareció aquí.
— ¿Apareció?
— Sí —James respondió— Creo que intentaba llegar a la casa, pero como tenemos protecciones alrededor, rebotó contra ellas y cayó justo frente a la puerta principal. Se le quedó la camisa, una porción de cabello y las cejas detrás. Mamá tuvo que hacerlas crecer de nuevo, dado que empezaba a molestarle.
— ¿Estaba despierto?
— No al principio. No estoy seguro de cuándo llegó. Uno de nuestros elfos domésticos lo encontró inconsciente hace unas horas. Lo trajimos adentro y llamamos a Madame Pomfrey. Se despertó apenas ella se fue, me dijo lo que pasó, empezó a quejarse por no tener cejas, preguntó por ti y luego se desmayó.
— ¿Estará b-bien?
— Estará bien, Lunático.
Sirius murmuró entre sueños y giró en dirección a Remus. La mano del chico se afianzó a la suya, el dedo pequeño de Sirius jugueteando con el pulgar de Remus. Intentó disimular la reacción que aquello tenía sobre él.
— ¿Le has dicho a Pete?
— No. Primero te avisé a ti. Iré a mandarle una lechuza, ¿Bien?
Remus asintió, incapaz de quitar la mirada del rostro de Sirius: — Sí. Es bueno tener a la manada alrededor cuando te sientes roto. Te da... seguridad.
— ¿Remus? —La señora Potter lo llamó. Le tomó unos momentos darse cuenta el que debía responder cuando alguien decía su nombre— ¿Quisieras quedarte?
Antes de que Remus respondiera, Neil habló: — Es luna llena mañana. Es mejor que se quede en casa.
La idea de abandonar a Sirius logró que el corazón de Remus latiera con urgencia. Observó a la señora Potter, intentando que su expresión dijera todo lo que no podía transmitir con palabras.
— Bueno... —La mujer empezó, sus instintos de madre entrando en acción— Tenemos un sótano bastante grande...
— Adelaide —La interrumpió el señor Potter.
— Él preguntó por Remus —Ella se puso firme en su posición— No veo razones para impedirle quedarse.
— ¿Remus? —Los gentiles dedos de Angela le acariciaron el cabello, la calma que transmitía siendo contraria a lo que su vistosa pijama verde con manchas amarillas y rojas que se movían a toda velocidad sugerían— La decisión es tuya, amor. ¿Quieres quedarte?
Era evidente que ella no quería el que lo hiciera, pero lo ocultó lo mejor que pudo.
— Yo... —Miró al señor Potter por el rabillo del ojo. No quería imponer su presencia a alguien que, claramente, detestaba a los hombres lobo.
Para su sorpresa, el hombre se coloreó de la vergüenza: — Eres bienvenido en esta casa, muchacho —Habló con cuidado— Debes perdonarme. Soy un hombre viejo que ya está acostumbrado a ciertos prejuicios. A veces me cuesta cambiar la mentalidad.
Remus supuso que eso era una disculpa: — Entonces, si a usted no le i-importa, me gustaría quedarme.
Angela se veía triste, pero le sobó el hombro con cariño: — Si Madame Pomfrey viene a ver a Sirius, posiblemente pueda curarte igualmente.
Remus asintió, su atención nuevamente en Sirius.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— ¿Lunático?
La mente de Remus regresó a la consciencia, al igual que un entumecimiento que le indicó que apenas se moviera estaría en completa agonía. Se mantuvo quieto, con los ojos cerrados, sus brazos y piernas acomodados de forma en que pudiera descansar en una silla junto a la cama de Sirius.
— No lo levantes —James riñó a Sirius— Déjalo dormir. La luna llena es hoy y está rendido por haberse preocupado por ti. Llegó un punto en donde pensé que atacaría a mi papá.
— ¿Qué? —La voz de Sirius era rasposa y dura— ¿Por qué?
— Conoces a mi papá. Es genial, pero hay veces en donde no piensa lo que dice.
— Sí. He evidenciado que eso es un rasgo común en la familia Potter.
Hubo un pequeño crujido, luego un suave whump y un pequeño "¡Ow!" de alguien que era golpeado de regreso. Siguió un largo silencio en el que el lado canino de Remus podía sentir como alguien lo observaba.
— ¿Qué hará para la transformación? —Sirius preguntó.
— Se quedará aquí. Mi papá y Anders han puesto toneladas de protecciones sobre el sótano.
— No quiero que lo encierren en un sótano de nuevo —Sirius reclamó ferozmente.
— No hay otras opciones, amigo. Venga, deja que te ayude a sentarte.
— Puedo hacerlo por mí mismo, muchas gracias. No estoy paralizado. Estás convirtiéndote en tu madre con todas tus atenciones, Potter.
— Eres un patán como paciente. Ahora ya entiendo por qué Pomfrey siempre te deja ir rápido. La debes volver loca.
— Me aburre estar en la cama. Odio no poder hacer nada. Quiero salir y montar a Sombra de Luna.
James dejó salir una risita: — Santo Merlín, sigo sin poder creer que le pusiste Sombra de Luna a tu motocicleta, gran tonto.
— Es una Vincent Black Shadow —Sirius se defendió— Es un nombre perfectamente lógico.
Remus ansiaba tener suficiente energía como para sonreír. Sentía como si los estuviese viendo desde arriba, flotando encima de ellos gracias a unos hilos invisibles.
— Bueno, el caso es que no puedes hacerlo —James habló, Remus escuchando como la cama volvía a rechinar mientras Sirius se recostaba nuevamente— Madame Pomfrey te maldeciría hasta la otra semana.
Hubo un silencio contemplativo, entonces: — ¿Crees que está cómodo? Parece incómodo. ¿No lo podemos mover aquí conmigo? ¿Por qué nadie intentó ponerlo en una cama? —Sirius estaba ansioso y Remus deseaba asegurarle que todo andaba bien. El dolor en sus músculos protestó al respecto.
— ¿Has intentado mover a Lunático de donde quiere estar el día anterior a una luna llena? —James cuestionó— Casi me quita la mano por sugerir el que estaba quitándote la circulación por lo fuerte que estaba agarrándote. Me agrada tener diez dedos.
— A mí no me importa. La circulación es para los débiles. Se ve tan pequeño. ¿No te parece pequeño? Espero que no esté encogiéndose, ¿Sabes? Deberías buscarle una manta. ¿No te parece que tiene frio?
— Relájate, amigo. Tú eres el enfermo. Lunático solo está pasando por el síndrome pre luna. Y no tiene frio. Estamos en pleno verano, por amor a Godric.
Remus casi decide abrir los ojos en ese instante, aunque fuese solo para pegarle a James. Solo le bastó darse cuenta del dolor al que tendría que someterse para mantenerse quieto.
Escuchó varios movimientos en la cama, el sonido de unos dedos tamborileando contra la mesa de noche.
— En verdad lo amo, para que sepas —Sirius declaró de repente.
De no haber estado completamente quieto, Remus se habría paralizado.
James se aclaró la garganta con incomodidad: — Sí, Canuto. No soy ciego.
— No, me refiero a que en verdad lo amo. No es un simple gusto. ¿Sabes cómo me di cuenta?
Un incómodo silencio provino de donde estaba James: — Er... ¿Cómo?
— Porque cuando mi padre estaba lanzándome la maldición torturadora, todo en mi mente se fue menos él. Sé que suena estúpido y cliché, pero es verdad. No podría haberte dicho en qué casa estaba o quién es mi madre o incluso mi propio nombre, pero habría podido reconocer a Lunático en un instante.
Remus se sintió mal por estar espiando la conversación. Sirius no estaría diciendo eso de saber que Remus estaba despierto. Al mismo tiempo, algo en su pecho se infló en una mezcla cálida de oro y cariño.
— ¿No deberías decírselo a él? —James intervino, sonando un tanto asombrado.
— No quiero asustarlo. Además, está dormido.
— Así que ¿Prefieres declararme tu amor infinito por él a mí?
— Aw... también te amo, Cornitas. Eres el hermano idiota que siempre quise. Aunque supongo que Regulus no está tan mal. Incluso siendo un pequeño idiota que se deja influenciar por todos —Hizo una pausa significativa, agregando— Lo digo en serio, y no te atrevas a usar esa vieja broma. ¿Por qué crees que vine aquí? Los Potter son mi familia. Lo sabes, ¿Verdad?
— Ahora puedo confirmar que te pones sentimental cuando tomas pociones tranquilizadoras —La voz de James sonaba avergonzada pero cariñosa al mismo tiempo.
— Púdrete.
— Hablando de Regulus —James empezó con prontitud, igual de ansioso por cambiar el tema como Remus— Madame Pomfrey encontró esto dentro de tu pantalón cuando te vestía después de haberte sanado. No quería tocarlo hasta que ella le puso encima un encantamiento de limpieza.
— Por favor no digas cosas así. Ahora tendré pesadillas mientras imagino la mano de Madame Pomfrey tocándome allí abajo para...oh. Oh, Reg.
El oír como su voz se rompía por la pena fue lo único que motivó a Remus para moverse, sus ojos abriéndose de inmediato a la vez que su cuerpo empezaba a quejarse por el dolor. Presionó los labios para evitar jadear por el dolor.
Sirius y James estaban observando atentamente algo que se encontraba en las manos del primero, una especie de mochila verde.
— ¿Canuto? —Remus logró hablar— ¿Te encuentras bien?
— ¡Lunático! —Sirius lo miró, sus ojos grises destellando con la poca luz que entraba— ¿Cómo te sientes?
— Soy yo quien debe preguntarte eso —Remus sonrió e intentó no moverse demasiado.
— Ven aquí. Ayúdalo a pasarse, Cornamenta.
James bajó de la cama y arrastró a Remus para que se acomodara en ella. Remus aceptó la ayuda, falto en coordinación y moviéndose torpemente.
— Se me han dormido lugares del cuerpo que no sabía que existían.
Sirius sonrió y lo metió en la cama junto a él, acurrucándose a su lado: — Es bueno verte, Lunático.
Remus recordó la conversación de hace poco: — Lo que siento por ti tampoco es un simple gusto —Murmuró, escondiendo el rostro en el cuello de Sirius.
— Puedo oírlos —James les recordó— No soy simplemente una estatua de Adonis que está aquí para mejorar la decoración.
Sirius lo ignoró. Sus ojos estaban fijos en Remus: — ¿Me escuchaste? —Sus mejillas estaban coloreadas de un rojo particular— Siempre he dicho que eres un chismoso de profesión.
— Y tú siempre has sido un romántico empedernido —Remus replicó, sonriendo mucho más— Mira las sábanas, tienen pequeños lirios dibujados. Bastante clásicas.
— Son de Cornamenta.
James se sonrojó y empezó a replicar: — Fueron un regalo de mi tía abuela Matilda. Tiene ciento trece años. No podía simplemente rechazarlas.
— ¿Qué diría Evans de enterarse que duermes con sábanas que tienen dibujitos?
— Cállate, maldito.
Sirius sonrió, girando para ver si tenía algo que arrojarle a su mejor amigo. Su mano bajó apenas se dio cuenta de que Remus estaba observando la mochila verde. Su sonrisa desapareció.
— ¿Qué es eso? —Remus preguntó con gentileza.
— Nada. Algo estúpido. Solo una vieja maleta que tenía chocolates dentro. Reg la usaba para pasarme las velas y el pergamino cuando me encerraban en la bodega.
Remus dudó, extendiendo su mano a Sirius para silenciosamente pedirle permiso de ver la mochila. Por un momento pensó que el chico no lo haría, pero suspiró y accedió al final. En el frente había una nota pegada rústicamente. Estaba escrita en un pedazo de pergamino, tan doblada que era prácticamente ilegible.
Sirius,
Felices vacaciones. Otro verano que pasarás allí abajo por desobedecer a mamá. Un día de estos lo llevarás muy lejos. Aun así, no te preocupes. Solo dos veranos más después de este. Entonces podrás ser libre.
Le diré a Kreacher que te lleve comida.
RAB.
— ¿Dos veranos más? —Remus miró a Sirius para pedirle explicaciones— La escribió para el verano anterior, no para este —Se abstuvo de agregar "Me dijiste que no te había dejado ninguna vela. Dijiste que te había traicionado."
Pudo ver como Sirius pensó lo mismo, sin embargo.
— Solía ocultar la maleta entre los estantes que usaba mi papá para apilar los barriles de vino, al fondo de la bodega —Sirius explicó, su voz sin ninguna emoción como aquellas veces en las que sabía que se avecinaba algo duro— La podía encontrar en la oscuridad por el tacto. Debió haberse caído de su lugar habitual —Hizo un sonido que asemejó un sollozo— ¿Saben qué es lo peor? Recuerdo que mientras la buscaba, mi mano tocó el pergamino. Toqué la nota. Si tan solo me hubiese molestado en mirar...
... "Habría encontrado las velas. No me habría quedado en la oscuridad todas esas semanas. No me habría tenido que emborrachar para evitar volverme loco, convirtiéndome en un alcohólico que luego le diría a Snape como atravesar el Sauce Boxeador, traicionándote y odiando a Regulus el resto del año escolar, pensando que se había vuelto en mi contra..."
Las palabras quedaron en el aire, no pronunciadas, pero colgando sobre ellos en aquella mañana súbitamente invernal.
Sirius volvió a reír: — Todo por no haberme estirado tan solo unos centímetros.
— Unos cuantos centímetros pueden convertirse en metros, depende la situación —Remus lo consoló— Unos cuantos centímetros y el lobo no habría podido morderme antes de que mi madre lo quitará de encima de mí. Una daga en el pecho solo debe entrar unos centímetros para perforar el corazón. Avada Kedavra solo debe ser evitada por centímetros para salvar una vida.
— Soy un completo idiota —Sirius habló con furia.
— No lo sabías —James le pasó una mano por los hombros— No había nada que pudieras hacer al respecto, amigo.
Sirius bufó y empezó a juguetear con uno de los lirios bordados en las sábanas.
— ¿Qué harás respecto a las cosas de la escuela? —Remus intentó cambiar el tema— Podrías tomar algunas de las mías, si quieres.
Sirius lo miró, sonriendo con agradecimiento forzado: — No, ya todo está arreglado. Reg debía haber estado planeando mi huida desde hace un tiempo. Tenía mi baúl empacado y encogido. Lo llenó de algunos galeones, igualmente. Lo metió en mi bolsillo sin que me diera cuenta. Mis padres lo castigarán apenas lo sepan. Espero que pueda sobrellevarlo.
— Ahora es el heredero —James recordó— No dejarán que se vaya. Ya no tienen más de sobra. Estará bien.
Remus se quedó mirándolo, sorprendido por su falta de tacto. Sirius, sin embargo, se relajó mucho más con las palabras de James: — Sí, tienes razón. Estará bien. Es un chico bastante astuto —Le guiñó un ojo a Remus.
Algunas veces, Remus pensó, se sorprendía de darse cuenta de lo poco que entendía sobre cómo funcionaban los sangre pura. Incluso aquellos que acababan de ser desheredados.
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