69. Escapando de la oscuridad
Nota de autor: Y ahora una canción en la que me ayudó Sirius: "Moonsignlo escribió (Whoa, whoa) Yo solo traduzco (Whoa, whoa) Para que ustedes lloreny griten (Whoa, whoa) Disfruten del nuevo capítulo.
"Yo creo que uno debe escapar para encontrarse"
Rabih Alameddine en "Yo, la divina. Una novela en primeros capítulos.
SIRIUS:
El viaje en tren a Kings Cross jamás había sido un viaje feliz para Los Merodeadores. Esta vez fue mucho peor. Los cuatro se encontraban sentados en silencio, rostros tristes y músculos tensos por la espera.
Nadie hablaba.
Sirius sabía que esto se debía a que los otros pensaban que cualquier cosa que dijeran haría las cosas más difíciles para él, pero no sabía cómo decirles que el silencio sepulcral era mil veces peor que falsas esperanzas. James estaba sentado al frente suyo, sus ojos turnándose entre divisar el paisaje y el rostro de Sirius. Peter, sentado junto a James, tenía el cuerpo en estado de alarma. No dejaba de removerse en su silla. Abría la boca como para decir algo, pero cada que Sirius lo miraba esperanzado, volvía a cerrarla.
Remus se aferraba a él. Ambos sabían que las demostraciones públicas de afecto no eran de la comodidad de James y Peter, así que siempre las mantenían en lo mínimo. Hoy, sin embargo, Remus parecía estar pegado a Sirius como un siamés, ambas manos agarrándolo con una fuerza sobrehumana. No sabía cómo lo explicarían a quienes pasaran frente al compartimiento, pero no pensaba protestar.
Las horas pasaron con lentitud y muy rápido al mismo tiempo. A medida que el expreso Hogwarts llegaba a Londres, Sirius sintió que su corazón latía tan velozmente que pensó el que se desmayaría. El agarre de Remus se tornó doloroso, su inmenso control siendo lo único que lo mantenía de romperle los huesos. Sirius presenció como la ventana mostraba aquel horrible cielo gris y los edificios que conformaban la ciudad de Londres.
Al ser un tren mágico, el paisaje de la ventana alternaba flashes de concreto sólido y la electricidad que usaban los Muggles para iluminarse; los autos dominaban las calles llenas de tiendas de ropa como jeans, mini faldas y elementos electrónicos, pero nunca faltaban los pedazos del Londres mágico que aparecían por las ventanas. Estos últimos eran visiones de concreto sólido; lámparas iluminando, habitado por personas con capas que vendían lechuzas, ingredientes para pociones o elementos de Quidditch. Sirius estaba sorprendido de que el mundo mágico, creyéndose tan superior al Muggle, fuera tan arcaico.
Finalmente el recorrido empezó a detenerse, llegando a su fin.
— Lunático —La voz de Sirius era tensa— Las personas empezarán a moverse. Creo que deberíamos... ya sabes...
Lo siguió una pausa larga, entonces Remus lo soltó. Sirius empezó a sentir como la sangre volvía a circular normalmente.
— Disculpen —Remus dijo a James y Peter.
— Olvida eso, amigo —James contestó.
El tren se detuvo completamente al arribar a la estación y Sirius se mordió el interior de la mejilla tan fuerte que pronto sintió el sabor metálico de la sangre.
— Escúchame, Canuto —James habló torpemente— Si tú nos... Y si alguna vez quieres... siempre estaremos... no pienses en lo malo... o... —Se aclaró la garganta— Entonces... sí. Solo para que lo sepas.
— Igualmente —Agregó Peter.
Sirius los observó atentamente, agradecimiento instaurándose en su pecho: — Sí. Gracias, chicos.
Mientras el tren empezaba a vaciarse, Sirius observó por la ventana y divisó a Kreacher de pie, luciendo molesto y amargado en el área de la red flu, sus labios moviéndose mientras murmuraba por lo bajo. Sirius no necesitaba oírlo para saber lo que decía.
James alternó su mirada de Sirius a Remus, dándoles a ambos una palmadita en el hombro antes de salir del compartimiento, Peter siguiéndolo prontamente tras dedicarles una despedida solemne. Sirius iba a seguirlos, pero una mano en su brazo lo detuvo. Giró para ver que Remus tenía la mirada fija en el suelo.
— Sirius... —Levantó la cabeza para verlo a los ojos.
— Lo sé, Rem. Yo igual. Siempre superaremos estas cosas ¿O no?
— Sí —Remus le dedicó una sonrisa tensa— Lo hacemos. Siempre de arriba abajo, ¿Verdad?
— Hasta que alcancemos la cima.
— Travesura Realizada.
Una furiosa y dura bofetada provocada con magia le dio a Sirius en la mejilla, provocando que saltara y volviera a mirar por la ventana. Kreacher y Regulus lo miraban fijamente desde la plataforma.
Suspirando, llevó a Remus al corredor vació, donde no podrían verlos. Tomó impulso y le planto al hombre lobo un suave beso en los labios.
— Debo irme. La familia llama —Señaló su roja mejilla— Nos vemos después, Lunático —Ansiaba ser mejor en sus despedidas.
— Adiós, Canuto.
Solo miró atrás una vez, al entrar a la chimenea. Remus lo veía miserablemente desde donde se recargaba contra la barrera. Neil Anders estaba a su lado. Sirius alzó su mano para despedirse mientras las llamas verdes lo engullían.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Regresar fue peor de lo que esperaba. Sirius se tiró sobre su cama, los oídos timbrándole por la hora en que su madre estuvo gritándole desde el momento en que se tambaleó de la chimenea en la sala. El horror de haber regresado solo era superado por el mareo que le provocó el regaño. Todo podía ser resumido en una simple frase que lo persiguió en todo su camino a las escaleras.
— ¡Solo espera a que tu padre vuelva SIRIUS BLACK!
Se preguntaba el si aquella reunión sería peor de lo que imaginaba. Posiblemente. Su padre era un hombre impredecible. Incluso su madre le tenía mucho más miedo que Sirius.
Suspirando, giró y se quedó observando el cielo nocturno. Su habitación empezaba a oscurecerse. Los elfos domésticos no se habían molestado en traerle lámparas, todos los muebles cubiertos de polvo. Las sábanas estaban tan sucias que parecía el que nadie las hubiese tocado por todo un año.
El cielo era de un tenue índigo, tornándose negro. Las estrellas empezaban a salir, la luna a una semana de ser llena. Lunático estaría solo y aterrado en su próxima transformación. A Sirius le enfermaba solo pensar en la sangre, huesos rotos y la delicada voz de Remus gritando para encontrarlo mientras Sirius estaba aquí, incapaz de ayudarle.
Tap-tap-tap.
Los golpes en su puerta eran tan suaves que pensó el haberlos imaginado. Entonces volvieron a sonar. Solo había una persona en toda la maldita casa, escoria de Mordred, que tocaría su puerta.
— ¿Regulus? —Su voz estaba rota por el polvo y la oscuridad.
La puerta se abrió y Regulus entró, su mano sosteniendo un candelabro. Cerró la puerta nuevamente y se sentó a los pies de la cama de Sirius, mirándolo con aquella expresión típica de sangre pura que jamás había podido lograr de niño. Ya era todo un profesional.
— ¿Por qué has regresado? —Preguntó, tras un largo silencio que Sirius no pensaba romper— No perteneces aquí.
Sirius sintió como aquella rabia contenida estallaba en su interior: — ¿Acaso piensas que quería volver?
Regulus se encogió de hombros, su expresión neutra: — Podrías haberte quedado con el traidor a la sangre de Potter. Sé que fue su padre el que te rescató el verano pasado. Papá enloqueció cuando se dio cuenta de que te habías ido —La falta de emoción en su voz dejaba a entender que la experiencia no era tan mala.
— ¡Me traicionaste! —Sirius gritó— Me dejaste en la oscuridad sin una sola vela.
La máscara se rompió en los bordes y Sirius se regocijó por el hecho: — Sucedió hace mucho tiempo.
— Casi me vuelvo loco.
— ¡Pero te has vuelto loco! —El fuego en los ojos de Regulus era algo que Sirius nunca pensó ver. Pensaba que Slytherin había logrado apagarla. Le alegraba saber que todavía tenía rabia y carácter, incluso si era contra él— ¿En qué estás pensando al mantener, lo que sea que tengas, con ese mestizo de Lupin? ¡Es un chico, por amor a Salazar! Enfermo, pervertido... ¿Te has vuelto loco?
Sirius le dio la espalda, cansado de discutir: — Púdrete, Reg. Es un buen chico.
El golpe que le dio fue completamente inesperado. Fue torpe y poco coordinado, la forma en la que Regulus temblaba después sugiriendo el que había sido más doloroso para él que para Sirius. Aun así, fue lo suficientemente efectivo para que volviera a mirarlo.
— ¿Por qué volviste, grandísimo idiota? —La máscara de frialdad se rompió completamente, dejando a un niño asustado y triste— ¡No sabes lo que él planea hacerte!
— Heir officium, Reg.
Regulus se paralizó: — ¿Qué?
— ¿Sabes de lo que hablo?
— ¡Por supuesto que sé de lo que hablas!
— Me lo lanzó cuando era un niño. La única forma de romperlo es siendo desheredado. A menos de que lo haga, debo volver. Y si no me ha desheredado hasta ahora, no sé qué lo impulsará a hacerlo.
— Pero... —Regulus se veía mucho más pálido con la luz de las velas— Nadie usa ese maleficio. Es ilegal.
— ¡Por favor! —Sirius se burló con locura— Somos la más Noble y Ancestral casa de los Black. Las leyes están por debajo de nosotros.
Regulus maldijo en voz baja. La llama del candelabro temblando cada que movía la mano.
— Ahora ¿Podrías irte? —Sirius preguntó, recostándose en su cama.
— Quiere matarte, Sirius. No piensa perdonarte una vez más.
Sirius sonrió con reconocimiento: — Travesura Realizada, entonces, hermanito.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Sirius esperó los días siguientes en su habitación. Había pasado del miedo, a la preocupación y acelerándose prontamente a ese oasis de calma que proviene después de un extendido periodo de miedo. No volvió a oír a Regulus, pero suponía que los elfos domésticos le traían comida por órdenes de su hermano.
Cuando llegó su padre, sintió alivio, de una manera tóxica y vomitiva. Oyó los murmullos de voces abajo, antes de que el volumen se alzara tanto que las palabras cobraron sentido.
(Aviso: Se viene una escena un tanto fuerte relacionada al maltrato intrafamiliar. Si son sensibles a estos temas, por favor no lo lean)
— ...haciendo allí arriba? —Su padre gritó, Sirius imaginando a su madre arrinconándose por la cobardía— ¡Tenías que encerrarlo en el sótano apenas llegara!
Habían pasado siglos desde que Sirius había sentido algo más que disgusto por su madre, pero el hecho de que le haya permitido quedarse en su habitación en lugar del sótano logró que el sentimiento se levantará en su vientre. No logró escuchar su respuesta, apenas un susurró lamentable.
— ¿Acaso soy el único en esta casa que tiene deseo alguno de disciplinar a nuestros hijos? —Orión continuó, su voz mucho más fuerte a medida que subía las escaleras— ¡Fuera de mi camino, niñito!
Lo último tuvo que ser dedicado a Regulus, quien se escondía en las esquinas para presenciar conversaciones importantes. Slytherin de los pies a la cabeza.
— ¡Si no piensas disciplinar a ese maldito apropiadamente, Walburga, lo haré yo mismo! Juro que tu lado de la familia se pudrió hace años. ¡Jamás debería haberme casado contigo! Mira lo que tus asquerosos genes han provocado.
— Te lo suplico, Orión... —Sirius oyó lo débil que sonaba su madre. Le daba asco como podía convertirse en algo tan pequeño e insignificante. De haber tenido la fuerza para ponerle frente a su marido, las cosas podrían no ser tan malas. Oh, sabía que su madre lo odiaba desde que nació, pero podría...
Saltó con violencia cuando los pasos se detuvieron ante su puerta. La derribaron de los goznes, golpeando la pared. Sirius se acurrucó en la única protección que le brindaban las cobijas de su cama.
...podría haberlo motivado a que él también se enfrentara a su papá.
— ¡COMO TE ATREVES! —Las botas de piel de dragón se detuvieron frente a su cama y Sirius fue arrastrado por el collar de su camisa. Era irónico, teniendo en cuenta de que era más alto que su padre. No obstante, Orión tenía la magia del terror que ejercía sobre su familia, así que las luchas de Sirius no significaron nada al final— TRAYENDO TRAIDORES A LA SANGRE A MÍ CASA PARA LUEGO IRTE SIN MÍ PERMISO. ¡TIENES SUERTE DE QUE NO ESTÉ MATÁNDOTE JUSTO AHORA! —Sirius rara vez veía a su padre gritar. Normalmente era trémulo y frío cuando estaba molesto. Regulus tenía razón, no había vuelta atrás. Orión se rompió y pronto Sirius iba a estar muerto.
Lo arrastró fuera de su habitación, pasando a su hermano quien estaba acurrucado contra el escritorio de la sala, llevándolo hasta las escaleras que daban a la bodega. Apenas Sirius cayó en cuenta de cómo lo mataría, dejó de luchar y perdió toda la valentía de Gryffindor para empezar a llorar y rogar misericordia.
— ¿Misericordia? —Su padre se burló— Esto es toda la misericordia que mereces, vil traidor a la sangre.
Sirius gritó y se removió en todo el camino a la bodega y por el oscuro y húmedo corredor, hasta que finalmente llegaron a las bodegas de vino donde con una pizca de magia, Orión lo arrojó al rincón más oscuro. Sirius se estrelló contra los barriles y estantes de madera. El último se rompió por el repentino peso, todo su contenido cayéndole encima y estrellándose en el suelo a su alrededor, Sirius siendo cortado por los pedazos restantes hasta que encontró una maleta.
Conocía la maleta, podría hacerlo solo con el tacto. Estaba tapizada con tela verde y Regulus la usaba desde hace años para pasarle velas, fósforos, plumas, tinta y pergamino. Había un pedazo de pergamino roto y viejo en el frente. Regulus sí le había llevado cosas el verano pasado. Oh, Merlín, lo había hecho. Y si su padre lo descubría, su hermanito tendría un castigo también.
Bajo el pretexto de estar temblando y gimiendo, Sirius escondió la maleta.
— Te quedarás aquí y pensarás en todo lo que hiciste, maldita creatura —Orión declaró cruelmente, sus ojos llenos de odio y rencor— En dos meses estará hecho.
— ¡ESPERA!
Tanto Sirius como Orión se detuvieron, sus cabezas girando para ver a Walburga y Regulus en la puerta. Sirius se llenó de terror al darse cuenta de que fue el segundo quien había gritado.
— ¿Qué has dicho? —Orión exclamó, viendo a Regulus lentamente. El chico se cobijó en el marco de la puerta.
— H-h-hay algo q-que debes saber. So-s-sobre Sirius.
El aire se le atoró en la garganta. Regulus no lo haría...
— ¿Bien? —Orión se acercó a su hijo menor— ¡Adelante, muchacho!
— É-é-él es gay.
Fue el silencio más largo en toda la casa y Sirius sintió que se moría, la visión nublándosele en los bordes.
— ¿Es qué? —Orión siseó.
— G-gay. H-h-homos-sexual. Lo vi b-b-besándose con un chico en la e-escuela.
Otro silencio, entonces Orión empezó a chillar. No había otra palabra para describirlo. No dejó salir frases, solo golpes violentos que compaginaban toda su furia.
— ¡No...eres...hijo...mío! —Logró clamar— Vil...sucio...MONSTRUO...¡CRUCIO!
El dolor fue indescriptible, pero antes de aquello, justo después de pronunciar las palabras "No eres hijo mío" había dejado caer algo, un peso se levantó de los hombros de Sirius.
No eres hijo mío. Su padre había dicho las palabras con tanto sentimiento que liberó el hechizo de Heir Officium. No pudo disfrutarlo dado que su mente estaba llena de una agonía caliente que llegaba a todo su cuerpo. Sirius daría cualquier cosa para detenerlo, pero no podía generar más sonidos que gritos horrorosos.
Siguió y siguió y siguió.
Entonces se detuvo, abruptamente. Sirius logró girar la cabeza y... oh Merlín... su madre estaba agarrando la varita de su papá con fuerza sobrehumana. Gritaba cosas como "Ministerio" e "Imperdonable" y "¡No lo hagas!".
(Fin de la escena, ya pueden seguir normalmente XD.)
Y después unas manos le agarraron por debajo de las axilas, levantándolo y la parte genética de Sirius que se aferraba a la supervivencia dejó que aquella persona lo arrastrara mientras su madre distraía a su padre fervientemente, subiendo las escaleras, a la cocina, el pasillo y llegando a la puerta. Sirius fue dejado en el pavimento, los músculos ardiéndole y tensos tras los efectos de la maldición.
— Aquí —Regulus estaba llorando, poniendo algo en los bolsillos de Sirius— Ya puedes irte.
— No...puedo...caminar —Sirius gimoteó, su garganta en rojo vivo por haber gritado.
— Aparécete entonces, idiota. ¡Eres un maldito mago!
— Desprendimiento —Sirius dijo.
— Nada será peor a lo que te hará papá si te encuentra aquí.
Sirius no pudo discutir con eso. No sabía cómo Aparecerse, pero era un mago poderoso y ya sabía hacer magia sin una varita como para poder encargarse.
Regulus se agachó y le tocó la cara: — Vete, tú gran y tonto Gryffindor.
Sirius logró dedicarle una sonrisa. Se concentró lo mejor que pudo. La piel le cosquilleó y entonces todo su cuerpo se sentía diferente. El cosquilleo pasó a ser llamas y le parecía que se encogía, dejándole la sensación de tratar de meterse dentro de una tubería. La sangre le llegó a las orejas, se le atrapó el aliento y entonces oyó un fuerte crack.
Sirius cayó del cielo, rebotó en algo y se pegó mucho más fuerte, sumiéndose en la inconsciencia.
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