65. La libertad del lobo
Nota de autor: Espero que todos me paguen el psicólogo Muggle después de generarme la doble personalidad por las veces en las que he negado está obra de arte. Todo crédito a Moonsign y a J.K Rowling.
"Hay noches en las que los lobos se silencian y tan solo la luna aúlla"
George Carlin
SIRIUS:
Era extraño como todo el evento de Rowan y sus padres habían afectado a Los Merodeadores. Sirius sabía, por las repetidas pesadillas que escuchaba esas noches, el que Remus pensaba en su madre. Veía los paralelos entre las traumáticas experiencias de Rowan y Remus y no podía evitar sentir compasión.
Le tomó demasiado tiempo el reconstruir toda la historia sobre la noche en que mordieron a Remus, y cuando este finalmente decidió contársela, Sirius se sintió asqueado de haberlo obligado a revivirla. Podía verlo ahora, la forma en que Remus se había quedado mirando el cadáver destrozado de su madre: Tendones y huesos expuestos, desgarrados y con la sangre encharcando mientras agonizaba. Le era imposible a Sirius pensar en ver morir a alguno de Los Merodeadores para saber lo que sintió Remus. El que nunca volverías a hablar con esa persona de nuevo. Jamás verlos sonreírte, llorar, gritar o mirarte.
Pero Remus, y ahora la pequeña Rowan, habían tenido que abrazar a sus moribundas madres mientras sus cortas vidas se caían a pedazos. E incluso cuando uno de ellos estaba intentando recuperarse, jamás volvería a ser como antes y se quedaría como alguien arreglado, pero que seguía irremediablemente roto.
Peter, por otra parte, reaccionó de una forma totalmente distinta. Sirius sabía que el chico gordito no era el Gryffindor más valiente de la manada. Tenía su propia forma de coraje y lealtad que lo habían dejado en la casa, pero era diferente a los demás. Había desarrollado un tic nervioso en los hombros y le asustaban los ruidos demasiado fuertes.
Sirius sabía que la imagen del cadáver se había instaurado fuertemente en la cabeza de Peter. Una mañana en que bajaron a desayunar y la señora Pettigrew cocinó tocino, huyó al baño y vomitó larga y dolorosamente.
— Está cocinando un cadáver —Murmuró a los demás, quienes lo rodeaban ansiosamente— Cocina la piel del cadáver y quiere que lo comamos —Siguió vomitando hasta que colapsó contra una pared.
De todas las cosas que Sirius esperaba tras el incidente con Rowan, el que Peter se hiciera vegetariano no era una de ellas.
Para Sirius y James, el conocimiento de una sociedad secreta que luchaba en la guerra había encendido una llama de heroísmo y determinación en sus vientres.
Cuando Remus lloraba entre sueños, retorciéndose en su saco de dormir y acercándose a Sirius para recibir consuelo, se daba cuenta de que haría todo en su poder para evitar que otros sufrieran por lo mismo que Remus y Rowan habían pasado.
Abrazó a Remus contra su pecho y miró sobre los mechones de arenoso cabello a donde James, inclinado sobre un codo, los observaba. Sus ojos se encontraron e incluso con la poca luz que atravesaba la ventana, Sirius podía ver la misma chispa.
"Podríamos ser héroes" Pensó, la misma alocada determinación en su mejor amigo "Sí, seremos héroes que protejan a gente como Remus, Peter y Rowan. Lucharemos en esta guerra y ganaremos, demostrando los Gryffindors que llevamos dentro. Y todos los libros de historia nos recordaran por nuestra valentía."*
James era su hermano en todo menos sangre, así que Sirius pudo denotar el entendimiento en sus ojos. Era sorprendente ver lo noble que era James, incluso cuando su desordenado cabello asemejaba a un crisantemo y tenía las gafas a mitad de la cara, en la punta de la nariz. Vio a Sirius y le dedicó un asentimiento solemne.
"Seremos invencibles, tú y yo. Seremos héroes"*
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
El espíritu festivo había abandonado la casa de los Pettigrew. La última semana antes de regresar al colegio se pasó lentamente para todos excepto para Remus, cuya transformación sucedería la noche en que regresaban. Estaba estresado como de costumbre y se la pasaba caminando por el cuarto de Peter como un animal enjaulado.
Sirius ansiaba el sacarlo a pasear para relajarlo, pero Peter había heredado su naturaleza sobreprotectora de sus padres dado que les habían prohibido abandonar la casa hasta el regreso a clases. No ayudaba el hecho de que Sheryl y sus amigas se rieran de ellos cada que los veían, con Ed vigilándolos con una curiosidad demasiado incesante. Tras darse cuenta lo mucho que Remus detestaba la atención, Sirius lamentó lo que hizo en el club y se maldijo por ser impulsivo en lugar de haber pensado las cosas.
Y entonces estaban James y Peter, quienes evitaban tocarlos cada que estaban en la misma habitación: Faltaban los abrazos toscos entre James y Sirius, seguidos de una mano en el cabello o en los hombros. Una profunda parte de Sirius sabía que se debía a que como ahora era pública su relación con Remus, los otros dos Merodeadores intentaban actuar lo más heterosexual posibles para que nadie supusiera erróneamente que eran más que amigos.
Estaba consciente de que no era apropósito o destinada a herirlos pero eso no evitaba sentir un ligero ardor por la traición de ver a James esquivarlo, sus ojos mirando brevemente a Sheryl y sus amigas quienes estaban frente a la televisión. Sirius no pudo contener su respingo y vio la culpa en los ojos de James. No se le acercó, sin embargo.
— No es como si no nos aceptaran —Remus le murmuró aquella noche, cepillándose los dientes a su lado en el baño de los Pettigrew— Es solo que no quieren el que la gente piense que son homosexuales.
— ¡No debería importarles! —Sirius exclamó, escupiendo violentamente al espejo— Deberían apoyarnos sin importar la situación.
— Tienen dieciséis. No pueden evitar sentir vergüenza. Volverán a la normalidad una vez estemos en Hogwarts.
— Tenemos la misma edad. ¿Por qué nosotros somos diferentes?
Remus suspiró y lavó su cepillo, dándole a entender que la mano puesta sobre el lavamanos era para evitar que su exhausto cuerpo se cayera al suelo.
— Perdón, Lunático —Pasó un brazo por la cintura del chico y presionó su frente contra el cuello de Remus— Es solo que me recuerda a lo que pasé con Regulus.
— Lo sé, Canuto. Pero tú también sabes que James jamás te traicionaría en ninguna circunstancia.
Sirius lo sabía. Pero también comprendía que una pequeña acción hiriente dolía más que mil traiciones juntas.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Cuando el primer día del nuevo semestre llegó, los chicos se subieron al Rover de los Pettigrew con alivio. Sirius se mantuvo cerca de Remus todo el viaje, consciente de que el chico no parecía querer soportar el largo viaje de Londres a Escocia en el día de la luna llena, especialmente dado que primero debía llegar a Londres desde Kent.
Mientras Remus se recostaba contra él en la parte trasera, Sirius intercambiaba miradas preocupadas con James y Peter. Sería una mala luna ese mes. Remus y el lobo habían luchado por días.
— ¿Todo bien, Lunático? —Sirius preguntó unas horas después, con la voz demasiado animada mientras ayudaba a Remus a subir al tren. Remus se tambaleó en respuesta. Sirius suspiró y aferró su agarre a la cintura de Remus. Le importaba poco el que alguien dedujera su relación. Era bastante evidente que Remus no podía caminar por su cuenta. Deseaba que James y Peter lo ayudaran, pero se encontraban ocupados distrayendo a los Pettigrew para que no detectaran la condición de Remus.
De repente, un delgado brazo le ayudo a sostener a Remus; era flaco, pecoso y femenino. Sirius encontró unos brillantes ojos verdes y suspiró. Lily Evans, como si su día no pudiera empeorar. Aun así, no rechazaría ayuda de alguien que estaba al tanto de la condición de Remus y no preguntaría cosas raras.
— Gracias —Masculló de mala gana, guiando a Remus a un compartimiento.
— No lo hago por ti, Black —Su voz estaba cargada de mal gusto— Lo hago por Remus.
— Por supuesto que lo sé —Respondió igual de mordaz— Pero él no está en condiciones de agradecerte, ¿O sí?
— Sirius —Remus intervino mientras se dejaba caer en una silla— Cierra la boca.
Sirius obedeció pero Lily no parecía tener intenciones de irse: — Leí en El Profeta que ustedes cuatro encontraron a una niña cuyos padres fueron asesinados —Habló. Sirius quería gritarle que no era momento para traer el tema a colación, pero había algo desesperado y aterrador en su expresión y eso lo obligó a recordar que ella lo juntó con Remus, sin prejuicios, risitas incómodas, solo determinación y compasión.
— Sí —Respondió.
— Lo lamento. Debió ser horrible para ustedes.
Sirius se sentó y dejó que Remus recargara la cabeza en su hombro. Tocó suavemente sus manos temblorosas: — Hemos visto peores.
Lily presionó los labios y los observó: — Detesto el poder creerte.
Sirius se encogió de hombros y vio por la ventana, sin realmente prestarle atención a algo y más pendiente de la forma en que Remus se retorcía con algunos espasmos que marcaban los minutos que faltaban para la transformación. Ansiaba decirle a Lily que se fuera y los dejara relajarse. Lily obviamente tenía otra idea, moviéndose para sentarse en la silla frente a ellos.
— Entonces ¿Qué pasó? —Clamó, rompiendo el incómodo silencio que Sirius no tenía intención de perturbar— ¿Los Mortífagos atacaron sin ningún motivo? ¿Asesinaron a toda una familia sin oportunidad de que se defendieran? ¿Por qué los Aurores no los detuvieron?
Solo tomó el que Remus se tensionara para que la rabia que Sirius retenía explotara: — ¡Por amor a Merlín, Evans! ¿No puedes olvidar tus mórbidas obsesiones dos segundos y pensar en los sentimientos de los demás?
Lily dio un respingo y escondió el rostro en las rodillas, causando que una cortina de flameante cabello rojo la recubriera. Por primera vez Sirius se dio cuenta de lo cansada y demacrada que se veía. Cuando Lily levantó la mirada, sus ojos estaban decorados por las ojeras.
— Perdona —Murmuró— Es solo que...
— ¿Solo qué? —Remus habló, abriendo los ojos para ver a Lily con preocupación— No luces bien, Lily. ¿Qué sucede?
Lily volvió a dejar caer su rostro entre sus manos: — ¡No sé cómo protegerlos mientras estoy en la escuela! —Sus brillantes ojos verdes se abnegaron en lágrimas— Aprendí algo durante las vacaciones de Navidad, leyendo algunos libros de Defensa y quedándome despierta todas las noches para asegurarme de que nadie entrara a la casa. ¡Pero ahora me fui y no sé qué hacer!
— ¿Proteger a quién? —Sirius indagó, sintiendo que se perdía información vital.
— ¡Mi familia, por supuesto! —Lily le dedicó una mala mirada, logrando verse soberbia e indefensa al mismo tiempo— Dios, Black, para ser tan inteligente a veces eres demasiado estúpido. Los ataques suceden en familias de nacidos de Muggles.
Oh. Sirius de repente se sintió desalmado. No sabía que decirle a Lily. Pensó en los padres de James, tan amables y consentidores como cualquier padre debería ser, y en lo asustado que se sentiría de saber que estaban en peligro y no tenían forma de defenderse.
— Lo siento mucho, Lily —Fue Remus quien sabía lo mejor para decir, incluso en su estado— Pero si te sirve como consuelo, creo que solo atacan familias de nacidos de Muggles que tienen algo que ver en la lucha contra Voldemort y sus Mortífagos. Perdón por la poca información.
Lily, a punto de llorar pero luchando contra ello, asintió.
Sirius se aclaró la garganta: — Podrías pedirle ayuda a Dumbledore —Sugirió— No sé si alguien te lo ha contado, pero derrotó a un mago oscuro llamado Grindlewald, y en las vacaciones nos enteramos que tiene una sociedad secreta para luchar contra magos oscuros cuando el Ministerio no hace nada.
Lily sollozo y enderezó sus hombros: — Sí, lo leí en algún lado —Dijo— Sí, eso tendrá que funcionar. Me ayudará, ¿Verdad?
Sirius iba a responderle, pero lo interrumpió la puerta del compartimiento abriéndose para dar paso a James y Peter. El rostro de James se iluminó al ver a la chica.
— ¡Evans! ¿Finalmente mis encantos han funcionado?
Lily se tensionó y su rostro, que estaba sentimental y abierto, inmediatamente abandonó cualquier vulnerabilidad: — En tus sueños, Potter —Se levantó y empujó a James al salir.
James se quedó observándola irse con una mirada cargada de dolor. Sirius se dio cuenta de que no era verdad cuando decía que los rechazos de Lily no le afectaban.
— ¿Tenías que decirle eso, Cornamenta? —Remus le riñó, escondiendo la cara en el hombro de Sirius.
— ¿Decirle qué? —James se dejó caer con mal genio en su asiento, recargando sus piernas en el regazo de Sirius de una forma que no se permitía en las semanas que estuvieron con los Pettigrew— No fue nada malo.
— Fue un poco... ya sabes... acosador —Peter se aventuró.
— ¡Era una broma! —James se cruzó de brazos, encogiéndose en la silla mientras bufaba— Merlín, Colagusano, eres un pesado cuando te lo propones.
Peter se sintió herido y bajó la cabeza mientras se sentaba. Sirius ansiaba el que tuviera las agallas para responderle.
— No tienes por qué desahogarte con él, James, y lo sabes —Remus sonaba furioso por primera vez en el día— Y no puedes tratar a una chica de esa forma para esperar que quiera salir contigo después.
— ¡Oh, tú que vas a saber si eres un maldito marica! —James gritó.
Pasaron tan solo segundos para que James se diera cuenta de lo lejos que había llegado, Remus le viera con asombro dolido y Sirius le pegará un puñetazo. Un agudo dolor pasó por el muslo de Sirius cuando James le pegó una patada, tras una mancha de colores al caerse los dos al suelo mientras se golpeaban, arañaban y pateaban en una pelea que era mitad adulta y mitad niña, recargada con toda su furia y miedos. Todo lo que le había estado molestando y preocupando a Sirius en aquellas semanas fue liberado en los golpes que le propinaba a James en la cabeza, hombros y pecho, incluso cuando evitaba a los que le caían encima.
Fue solo cuando estaban demasiado cansados y magullados que colapsaron en el suelo y Sirius empezó a reír. Como siempre, le era imposible no hacerlo cuando todo era tan ridículamente jodido e irreparable, y ahí tenía a James gritándole que ¡Cállate, por favor! ¡¿Qué no te das cuenta de que esto es enserio?!
Y entonces estaban abrazándose, no de la masculina forma de "Solo una palmada en la espalda" pero un "Lo siento, lo siento tanto hermano" tipo de abrazo, con James repitiendo una y otra vez las disculpas en el oído de Sirius, así como manchándole la camisa de sangre.
Era una muestra de lo bien que se conocían Los Merodeadores el que ni Remus ni Peter intervinieran en la pelea.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Tras llegar al colegio esa tarde, ninguno fue a la cena para cubrir a Remus con la excusa de que le hacían compañía, esperando a la luna llena en los pasillos de la enfermería y logrando hacer enfadar a Madame Pomfrey.
Cuando llegó el momento de que ella ayudara a Remus a pasar el Sauce Boxeador, pretendieron irse a la torre de Gryffindor pero se escabulleron tan pronto como pudieron con Peter transformado en rata y Sirius y James metidos bajo la capa de invisibilidad.
Sirius, todavía preocupado, nervioso y furioso decidió sacar su mal humor en James, acercándosele más de lo normal.
— ¿Qué haces? —James susurró, dejando salir un grito nada masculino cuando Sirius le pellizco el trasero— ¿Qué demonios...
— ¿Habíamos hecho algo así antes? —Sirius también susurro, interrumpiendo sus protestas. Agradecía que el corredor estuviese vacío dado que James se alejó de él, sacando la mitad del cuerpo de la capa.
— ¿Por qué, en nombre de las bolas de Merlín, hiciste eso? —James se alejó aún más, por poco y pisando a la rata gordita que lo observaba con atención.
— Te sorprendió, ¿No es cierto? Porque nosotros jamás los tratamos así, ¿Verdad?
— No hasta ahora —James murmuró, sobándose la retaguardia y viéndolo como si estuviese loco.
— Entonces ¿Por qué nos trataron como leprosos en la casa de los Pettigrew? Todos sabían de nosotros y nos hubiera gustado tener su apoyo, pero en lugar de eso nos dieron la espalda.
— No les dimos la espalda —James protestó— Estuvimos ahí todo el tiempo. ¿Verdad, Pete?
Colagusano movió su pequeña cabecita, sus redondas orejas moviéndose con nerviosismo.
— Sabes a lo que me refiero —Sirius presionó los labios, consciente de los moretones que ambos tenían por su reciente pelea— No estuvo bien, amigo. Yo te apoyaría en lo que fuera. Y lo sabes. Heriste a Lunático —James bajó la cabeza con culpa. Era una regla no escrita de Los Merodeadores el asegurarse de que nadie hiriera a Remus. También había otra regla que implicaba el que Remus jamás debía enterarse de eso.
— Ya te dije que lo sentía, amigo —James murmuró— Es solo que todos nos miraban y sabía si se preguntaban el si yo... ya sabes. Y no quería que pensaran que lo era... no es como si fuera algo malo. Es solo que no lo soy y...
Sirius sintió pena por él: — Solo... nunca más ¿Bien? No fue... me refiero a que me sentí... —Traicionado. Como si otro hermano me abandonara por algo que no puedo controlar— No estuvo bien.
— Lo sé, amigo. Y en verdad lamento haberlo hecho.
Hubo un incómodo y largo silencio hasta que Colagusano dejó salir un chillido de alerta, como si fuera un juguete para perro. Entonces James envolvió a Sirius en un nuevo abrazo. Ni siquiera intentó disimularlo como habría hecho cualquier otro chico de dieciséis, incluso revolviéndole el cabello. Sirius escuchaba las palabras que el cerebro masculino de James no le dejaba decir "Jamás te traicionaría. Nunca podrías darme asco. Te amo".
Terminó bastante pronto, ambos sintiéndose avergonzados al separarse. Sirius tosió, asegurándose de que su voz siguiera siendo profunda y adulta mientras James se rascaba los principios de barba, asegurándose de su masculinidad.
— Bueno, entonces —Sirius habló— Lunático ya debió haber llegado, ¿Eh?
— Lunático, verdad. Métete aquí y está vez mantén las manos quietas, por favor. Este trasero solo le pertenece a Lily Evans.
— Deberías darle un recibo cuando se lo regales —Sirius lo molestó, envolviéndose en la capa y caminando a la puerta de salida— Creo que ella querría una devolución.
— Idiota.
— Imbécil.
— ¡SQUEEeeeeep!
— Buena esa, Colagusano.
— ¿De dónde una rata tan educada como tú sacó ese vocabulario?
— ¡Ee-eep!
— Ah, eso lo explica. Les dije que salir con una Ravenclaw con bigote era mala idea. Siempre tienen fetiches extraños. Aquí, movámonos ahora que Pomfrey regresa.
https://youtu.be/-4PTC-CP5us
En tan solo unos minutos, el Sauce Boxeador volvió a quedarse quieto. Le siguió una desgarradora hora de aullidos dolidos que hicieron vibrar a Hogsmeade en agonía.
Entonces, tras dos incesantes horas, se detuvo abruptamente y si alguien de Hogsmeade hubiese decidido echar un vistazo, habrían divisado a tres grandes figuras saliendo por la puerta con una pequeña en la cabeza de un ciervo.
El más salvaje y primitivo de los animales alzó la cabeza, olfateando el viento, lanzándose a la villa de Hogsmeade que se expandía ante él. El ciervo y el perro similar al Grim lo empujaron hasta llevarlo al bosque prohibido. Tras varios intentos de fuga, el lobo se rindió y empezó a jugar entusiasmado con el perro como si, por primera vez en once años, pudiera correr y convocar sombras de luna al divertirse.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
— Lunático va a matarnos —Informó Peter, con los tres sentados en la sala de espera de la enfermería a que Madame Pomfrey les dejara ver a Remus.
— Lo sabemos, Pete —James le aseguró.
Sirius no dijo nada. Le dolían los músculos y sentía como si tuviera algodón en la cabeza tras pasarse una noche entera manteniendo al lobo bajo control para evitar que se fuera a Hogsmeade.
— No, me refiero a que en verdad —Peter continuó, jugueteando con sus nudillos de una forma muy roedora— Cuando se entere de que lo dejamos salir, va a asesinarnos.
— ¡Maldita sea, Peter, ya lo sabemos!
Y lo hacían, cada uno de ellos. Sirius lo había sabido desde que sacó al lobo quejica de la protección que le ofrecía la Casa de los Gritos, sin idea alguna sobre el si James y él podrían controlarlo.
Pero tuvieron que hacerlo. Lunático se estaba despedazando en la casa. Nada de lo que Cornamenta y Canuto hicieran evitaba que se rasguñara y mordiera a sí mismo, lanzándose contra las ventanas y rompiendo los muebles en busca de libertad.
El lobo, ansioso por escaparse, se aprovechaba de la agitación por la que Remus había pasado en las últimas semanas, logrando que el daño fuera mucho mayor. Sirius, James y Peter (Quien se protegía entre la cornamenta de James) intercambiaron miradas ante la decisión que debían tomar. Fue demasiado peligroso, incluso para ellos, pero sabían que otra luna similar a la de la Broma acabaría con la vida de Remus.
Sirius levantó la mirada cuando Madame Pomfrey salió de la habitación. Se veía tan cansada como se sentía: — Ya pueden entrar. Fue una mala, me temo.
No exageraba. Cuando Los Merodeadores ingresaron al cuarto, vieron el pálido rostro de Remus en las cobijas, luciendo débil y roto como si fuera un niño de segundo, incluso cuando Sirius sabía que no se había encogido.
Remus abrió los ojos apenas los escuchó entrar, sus sentidos inmediatamente detectando la presencia: — Manada —Gimió— Canuto —Su mano se extendió en dirección a Sirius— Canuto.
Sirius inmediatamente acortó la distancia y se sentó en la cama, tomando cuidadosamente el vendado y frágil cuerpo de Remus en sus brazos. No sintió ni una pizca de la vergüenza que le dio cuando abrazó a James. Remus siempre sería diferente para él.
— Hola, Lunático.
Remus sollozó y se acurrucó contra Sirius, la nariz aprisionada en su pecho. No se dio cuenta de la pila de chocolate que James y Peter dejaron en la cama, acercando una mano a ellos mientras murmuraba "Cornamenta, Colagusano" hasta que ellos le dieron la mano. Lentamente, se quedó dormido.
Sirius no pudo evitar preguntarse si sería la última vez que Remus lo dejaría abrazarlo. No sabía lo molesto que se pondría el hombre lobo cuando recordara lo que sucedió, pero estaba seguro que sería una situación incómoda.
Sirius tan solo podía agradecer que hubieran vuelto un Viernes a la escuela, teniendo todo el fin de semana para arreglar las cosas.
Una hora después de que Remus se quedara dormido, James y Peter los dejaron solos para ir a traer el desayuno de las cocinas. Sirius no tenía intención alguna de moverse a pesar de que una pierna se le había adormecido por la mala posición.
Su mano peinaba aquel desordenado cabello arenoso, las manos suavemente desenredando los nudos. Bajó la mirada y se dio cuenta de que uno de los pies de Remus se había salido de entre las cobijas. Dudo un tanto, pero al final se agachó para poder meterlo de nuevo.
Remus odiaba sus pies. Era otra de sus extrañas manías. Sirius lo había molestado con eso hasta que Remus le confesó que era debido a que lo delataban; el que sus pies parecían los de un animal. En ese momento, Sirius no tenía idea de a lo que Remus se refería. Para él, los pies de Remus eran perfectamente normales. A duras penas con cicatrices, grandes y delgados como sus manos y con diez dedos.
Ahora, sin embargo, entendía a Remus. Había algo de sus pies que el resto de su cuerpo no tenía. Posiblemente eran las líneas mucho más definidas de lo normal. O tal vez era la forma en que los dedos parecían acomodados, sin importar la forma en que Remus se moviera, para caer en cuatro patas y trotar.
Seguramente era porque sus pies jamás se verían afectados por la personalidad del Remus humano. Las manos siempre las tenían llenas de tinta. El cabello le caía en la cara para darle un aspecto calmado y sabio. Sus ropas eran holgadas y grandes.
Solos sus pies le pertenecían al lobo en la constante lucha que tenía contra Remus, y era extraño lo mucho que aquello lastimaba a Sirius. El saber que nunca podría encontrar a alguien para amarlo de la forma en que lo hacía con el chico que tenía entre brazos.
Recorrió los dedos sobre el pie de Remus en una delicada caricia, lentamente metiéndolo entre las sábanas. El movimiento logró que Remus se removiera entre sus brazos. Abrió los ojos y lo miró.
— ¿Canuto?
*El diálogo que piensa Sirius está inspirado en la canción "Heroes" por David Bowie.
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