63. Luchando contra las chicas
Nota de autor: ¿Si se dan cuenta de que he negado está historia 63 veces? Sigue siendo de nuestra diosa y amada Moonsign mientras que el mundo le pertenece a alguien llamado J.K Rowling. Yo solo traduzco.
"Cuando no escuchamos a nuestra intuición, abandonamos nuestras almas. Y abandonamos nuestras almas por el miedo de, que por no hacerlo, otros nos abandonen."
Terry Tempest Williams "Cuando las mujeres fueron aves".
SIRIUS:
Sirius no pudo pasar por alto el que Remus estaba preocupado por algo, pero no fue hasta que se encontraban en la cama esa noche que el chico decidió acercársele. James y Peter roncaban suavemente, con Peter en la cama y James durmiendo en el suelo a su lado. Un ruido se provocó en el saco de dormir en donde estaba Remus hasta que ambos muchachos se encontraban a menos de centímetros el uno del otro. Sirius sacó sus brazos y envolvió a la bolita que se acurrucaba a su lado, finalmente cerrando el espacio.
— ¿Qué sucede, Lunático? —Murmuró— Sé que te pasa algo. Todo el día has estado estresado.
La cabeza de Remus emergió del saco de dormir, su arenoso cabello levantado por la estática, totalmente despeinado, y presionando su rostro en el cuello de Sirius: — Me alegra que estés aquí —Susurró— Angela y Neil lo saben.
— ¿Saben qué?
— De nosotros. Tú y yo.
El corazón de Sirius se detuvo en su pecho. ¿Esto había estresado a Remus? Apostaría todo su dinero en creer que los Anders apoyarían a Remus, en especial tras la muestra de aceptación que tuvieron con respecto a su licantropía. Era cósmicamente injusto que Remus terminara con familias que no lo aceptaran completamente.
— Oh, Merlín, Rem, lo siento tanto —Sirius pasó sus dedos por el fino cabello de Remus.
Remus negó sin levantar la cabeza: — No, no. Está bien. Ellos... me refiero... están bien con nosotros. Me dieron "La charla". Solía pensar que la única ventaja de haber perdido a mis padres biológicos era que podría evitar hablar sobre el sexo. Casi me derrito por la vergüenza. ¿Cómo es que saben tanto sobre el sexo homosexual?
Sirius dejó salir una risita mientras que una traicionera parte hormonal dentro de él esperaba que Remus hubiese tomado notas a pesar de estar avergonzado: — ¿Entonces qué es lo que te molesta?
Los siguió un silencio bastante largo, entonces Remus se revolvió nuevamente hasta que estaba boca abajo, apoyándose en sus codos para poder ver a Sirius a la cara. Se veía pálido y cansado con la poca luz que atravesaba las cortinas y provenía de la calle: — Sirius —Empezó, su voz suave y demasiado seria— Si alguien te ofreciera una poción o hechizo que pudiera ayudarme en la luna llena, ya sabes, como quitar el dolor, permitirme conservar mi mente y eso, ¿Qué harías para dármela?
Sirius abrió la boca para dejar salir un "Cualquier cosa, Lunático" pero se detuvo antes de hacerlo. Había algo en el tono de voz de Remus que le había puesto los nervios tan tensados como las cuerdas de un violín. Se dio cuenta de que Remus quería oír la respuesta sincera. Una verdadera respuesta. Lo pensó por un momento antes de responder: — Casi cualquier cosa, Lunático. Daría mi vida si eso te ayudara en tus transformaciones.
— Casi cualquier cosa —Remus repitió, pero su voz no sonaba dolida o molesta, solo rara. Bañada tétricamente en cinismo— ¿Dijiste que darías tú vida, Canuto?
— Sí —Sirius respondió, el corazón martilleándole en el pecho.
— ¿Darías todo tu dinero?
— Por supuesto que lo haría. Te daría todo mi dinero a ti. Lo sabes. Remus ¿Por qué me preguntas esto? —Era bastante extraño que lo llamara por su nombre completo. Usualmente le ponía apodos como "Rem" o "Lunático". Sabía que Remus entendería que comprendía lo serio de la situación. Se mordió el interior de la mejilla— ¿Has oído de una poción que pueda ayudarte? ¿Qué necesitas? ¿Dinero? Te daré todo lo que me pidas.
— Dijiste que darías tú vida a cambio —Remus habló. Había un temblor en su voz que mandó a Sirius de estar tenso a verdaderamente aterrado. Remus se inclinó tanto que sus labios chocaron contra la oreja de Sirius— ¿Matarías a James a cambio?
— ¿Qué? —Sirius echó la cabeza hacia atrás, mirando a Remus con sorpresa.
Remus puso una mano sobre la boca de Sirius y sujetó su cabeza, los dedos acariciando su oscuro cabello: — ¿Matarías a J-J-James a cambio? —Su voz se convirtió en un sollozo, interrumpido solo por su tartamudeo— ¿O a P-Peter? ¿Qué me dices de R-Regulus? ¿O de alguien a quien no c-c-conozcas? ¿Serías capaz de sacrificar la v-vida de alguien inocente, un Muggle, para a-a-ayudarme? ¿Sacrificarías todas las cosas b-buenas que has tratado de hacer estos años solo para ayudar a una criatura oscura como y-y-yo?
Remus temblaba violentamente, su mano abriéndose y cerrándose sobre la boca de Sirius. Su respiración acelerada y caliente.
"Se rompió" Sirius pensó, entrando en pánico "Fue demasiado para él. Todo por lo que ha pasado finalmente le cayó encima hasta que lo volvió loco. Lo siento, Lunático. Dios, lo siento tanto..."
Se movió violentamente pero al tener a Remus encima, con toda su fuerza de licántropo, le fue imposible escapar. Sirius no podía evitar pensar en todos los libros que había leído sobre el tema desde que descubrió la condición de Remus. Conocía las estadísticas. Sabía que las esperanzas de vida de los hombres lobo no eran grandes. Se despedazaban en las lunas llenas o simplemente se mataban antes de tener que pasar por una transformación más. En otros casos se volvían locos de remate. La delgada línea entre lobo y hombre partiéndose, convirtiéndolos en bestias. De acuerdo a los periódicos, eso fue lo que le sucedió a Greyback, el hombre lobo que mordió a Remus de niño.
Pero Remus era más fuerte que eso. Tenía una voluntad de hierro y una valentía de acero. Un apego por la vida que no abandonaba. Tenía una manada, familia y a Sirius para poder amar tan ferozmente que podía incrustárselo. Volverse loco no debería sucederle a Lunático.
— ¿Qué estarías dispuesto a hacer? —Sollozaba contra Sirius, manteniéndolo fijo en la cama— ¿Qué h-harías para s-s-salvarme de lo que soy? —Sus manos temblaban tanto que le sacudía la cabeza a Sirius, causando que este se mordiera la lengua dolorosamente— ¡Maldita sea, Sirius! ¡R-respóndeme! Resp-p-p-p...
El cuarto se iluminó en un instante. Remus se asustó, su cabeza girando a ver la lámpara en la mesa de noche de Peter de una manera muy propia de un animal. Sirius, todavía inmovilizado, logró divisar a unos pálidos y aterrados James y Peter, los dos sacando las varitas y apuntando a Remus.
— Aléjate de Sirius, Lunático —James habló. Su voz tembló pero el agarre que tenía a su varita era fuerte.
Remus parpadeó, su expresión la definición de desconcierto. Su cabello estaba revuelto, todavía con parte del cuerpo dentro de su saco de dormir y tan solo con las mangas del pijama siendo visibles. De no estar aprisionado debido a una fuerza sobrehumana, Sirius encontraría la situación cómica o verdaderamente triste.
— Muévete, Remus —James repitió, su voz ahora más segura.
Remus lo observó, entonces volvió a mirar a Sirius. En ese instante, Sirius vio como su expresión cambiaba de desenfreno a un horrorizado asco. Alejó las manos de inmediato e intentó retroceder, pero como estaba tan enrollado en su saco de dormir terminó tropezando, golpeándose la cabeza contra el suelo del cuarto de Peter. No intentó moverse, conformándose en quedarse recostado ahí mientras gimoteaba de una forma canina.
Sirius se sentó, debilitado por una mezcla de asombro, alivio y angustia. Miró a James y Peter quienes se veían igual de incrédulos que él, para luego regresar la mirada a Remus. Se veía tan vulnerable mientras se encogía en el suelo. No parecía un chico que estaba a punto de cumplir dieciséis.
— Sirius, no deberías —James empezó, pero se calló cuando Sirius le dedicó una mala mirada.
Gentilmente, muy gentilmente, le puso una mano en la curva de la espalda a Remus encima de su saco de dormir. Remus saltó y su respiración comenzó a acelerarse nuevamente: — LosientoLosientoLosiento.
Por el rabillo del ojo pudo ver que los otros bajaban las varitas, el alivio reflejado en sus rostros.
— Está bien —Dijo, manteniendo la voz tan calmada como podía. Se preguntaba si así se sentiría Hagrid cuando se acercaba a un animal salvaje— Está bien, Lunático. No me lastimaste. Venga, mírame.
Sabía que Remus se negaba a hacerlo, pero la culpa del muchacho lo obligaría al final. Remus se giró un poco, quedando recostado sobre su espalda y con la cabeza en un ángulo extraño. Le tomó a Sirius varios segundos el darse cuenta de que era un gesto canino de sumisión, pero cuando lo hizo, el nudo que tenía en la garganta creció tanto que le impedía respirar. Respondiendo a sus propios sentidos perrunos, se inclinó y puso la boca sobre la garganta de Remus. Se quedaron así hasta que la respiración del hombre lobo se calmó.
Al levantar la cabeza, se encontró con los ambarinos ojos de Remus que le miraban suplicantes: — Lo siento —Repitió con voz ronca.
Sirius se empezó a reír. No era divertido, pero no pudo detenerse. Era extraño como siempre terminaba riendo en los momentos más inapropiados, como esa vez en la oficina de Dumbledore tras el accidente con el sauce boxeador. Sabía que debía verse histérico.
— Voldemort —Remus dijo.
Sirius dejó de reírse. Le dirigió una mirada a James y Peter, quienes estaban rígidos. Volvieron a agarrar con fuerza sus varitas.
— Recluta criaturas oscuras —Remus añadió. Su voz seguía un tanto rota aunque no le impedía hablar con seguridad— Gigantes, Arpías, Vampiros. Hombres lobo. Les hace promesas, ya saben. Los gigantes tendrán tierras, los vampiros víctimas constantes y solo Merlín conoce lo que quieren las arpías. A los hombres lobo les aseguró una poción o hechizo, no estoy seguro. Les dice que ayudará en las transformaciones. Promete que nos dejará conservar nuestra mente. Saben lo mucho que yo, que cualquier hombre lobo, quiere eso.
Sirius no sabía si sentirse feliz porque había una cura o aterrorizado por el precio a pagar.
— ¿Vas a unírtele? —Extrañamente, fue Peter quien preguntó. El color que tenía su rostro le recordaba a Sirius el hígado echado a perder.
— Nosotros... —Sirius le dedicó una mirada incierta a James y Peter— Um... Yo no te culparía. Si tú... me refiero a que, desearía que no pensarás en eso... pero si lo hicieras...
— ¿También lo harías? —Remus indagó, la cabeza inclinada nuevamente en aquel acto de sumisión. Sirius se dio cuenta de que era para asegurarle que no volvería a atacarlo— Por mí. ¿Lo harías?
Fue lo más difícil que haya tenido que responder. Oía los chillidos de Remus en su cabeza "¿Sacrificarías todas las cosas b-buenas que has tratado de hacer estos años solo para ayudar a una criatura oscura como y-y-yo?"
Tenía que decirle la verdad. Tenía que hacerlo. Y los demás sabían que esta pregunta era para él, no para ellos: — No, Remus —Susurró. Remus permaneció estoico, Sirius queriendo saber qué sentía— Me refiero a que —Elaboró— Me encantaría que tuvieras eso. Pero es como dijiste. Todo lo que he hecho en mi vida se debe a que deseo ser una buena persona. Algunas veces me equivoco, y reconozco eso, pero me esfuerzo demasiado. Y el unirme a Voldemort... Sería algo muy incorrecto, Lunático. Para mí lo sería. Perdóname.
Remus se quedó mirándolo y Sirius ansiaba poder leer su expresión.
— Tienes derecho de hacer tus propias decisiones, por supuesto —Sirius continuó, queriendo llenar el silencio de la habitación— Y de haber una poción, significa que pueden haber más pociones. Si Voldemort pudo crear una, nosotros también. Yo haría todo para descubrir la poción, Lunático. Haría todo en mi poder para fabricarla. Pero no me uniré a él. No después de luchar contra todo lo que él cree.
Y fue entonces cuando, para sorpresa de Sirius, el rostro de Remus se rompió en una sonrisa. Era una de esas pocas que dejaba relucir y llenaban sus ojos de forma que se veía como su versión infantil. Sirius se dejó caer con alivio.
— La poción no existe, Canuto —Remus le aclaró gentilmente— Tampoco el hechizo.
Sirius frunció el ceño: — Pero acabas de decir...
— Dije lo que Voldemort promete para conseguir Hombres lobo de su lado. Promete que los Hombres lobo tendrán derechos en la sociedad que planea. Pero tú y yo sabemos, conociendo nuestro historial sobre mentiras y traiciones, que son solo palabras vacías. ¿Verdad, Sirius? Sabemos a qué punto las personas pueden... —Dejó de hablar, estudiando cuidadosamente la expresión de Sirius— Tenía que saberlo —Confesó— Tenía que saber que ninguno se pondría en peligro por mí. ¿No lo ven? Sé que lo hacen. Y debía cerciorarme de ello.
Sirius acercó una mano y pasó sus dedos por una ceja de Remus, quitándola tan pronto se dio cuenta de que James y Peter los observaban con interés.
— ¿Es por eso que montaste este teatro? —Susurró— Pensé que te habías vuelto loco.
Remus acomodó la cabeza, sus ojos alejándose de Sirius: — Lo hice, un poco. Algunas veces me es muy difícil mantener el control. Lo intento, lo hago, pero algunas veces no soy lo suficientemente fuerte. Por eso deberían tenerme miedo. Yo lo tengo —Miró a James y Peter, sonriendo— Verdaderos Gryffindor, todos ustedes. Ya toma demasiado coraje el levantar la varita contra un enemigo pero mucho más hacerlo contra un amigo. Me alegra que puedan hacerlo.
James y Peter se debatían entre estar orgullosos o culpables.
— Creo —Remus dijo, enunciando cada palabra cuidadosamente— que Neil y Angela le están dando dinero a Voldemort.
Fue una revelación tan fuerte que Sirius pensó el que bien alguien podría haberles disparado.
— ¿Qué? —Los tres se quedaron boquiabiertos.
— Actúan muy esquivos y sé que su dinero se está yendo a alguna parte. La forma en la que hablaban sobre las pociones y hechizos que promete Voldemort... era como si intentaran justificarse. Sé que harían cualquier cosa por mí y creo que por eso él los ha reclutado —El hecho de que su voz se rompiese al final les demostró lo mucho que le costaba decirlo.
"Oh" Todo cobró sentido en la mente de Sirius "Oh, Merlín y Mordred, por eso nos puso a prueba. Quería comprobar si todos a quienes ama estaban dispuestos a traicionarse a sí mismos por él."
— Puedes estar saltando a conclusiones apresuradas —James lo consoló, aunque se veía inseguro de lo que decía.
Remus suspiró: — Posiblemente. Pero con la poca información que tengo es lo único en lo que puedo pensar.
— Maldición, Lunático —Sirius se inclinó y abrazó a Remus, quien seguía dentro de su bolsa de dormir— Pobre muchacho. Alguien allí arriba enserio la tiene contra ti.
Remus escondió el rostro en el pecho de Sirius y dejó salir una risita: — Seguramente fui muy, muy malo en mi vida pasada —Sugirió.
— No creo que puedas ser malvado —Dijo Peter— Pero si vuelves a asustarme de este modo, juro que voy a maldecirte. Casi mojo la cama, lo juro.
Remus dejó salir una carcajada esta vez: — Perdón, Colagusano. Tienes todo mi permiso para maldecirme en una próxima ocasión.
— ¿Qué vas a hacer? —James preguntó— Con respecto a los Anders, me refiero.
Remus suspiró nuevamente y negó: — No lo sé. En verdad no lo sé. No hay mucho que pueda hacer.
— Supongo que no.
Fue horas más tarde, cuando el sol ya se asomaba, que pudieron conciliar el sueño.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Aunque estaban molidos a la mañana siguiente, Remus estaba mucho más relajado que cuando llegó. No sabía si se trataba de haberle contado a alguien más sobre los Anders o el hecho de tener a su manada de nuevo, pero Sirius lo agradecía profundamente.
Fue de corta duración la dicha, sin embargo, cuando las amigas de Sheryl empezaron a llegar a la casa todos los días. Parecía que todas las mujeres que tenían entre catorce y diecisiete habían escuchado sobre los muchachos que se quedaban con los Pettigrew, encontrando excusas para venir a visitar. James estaba encantado. Sirius y Remus no tanto.
Sirius estaba acostumbrado a las niñas gritonas del colegio, que siempre se contenían de coquetearle al conocer perfectamente que podría maldecirles la piel para que fuera verde o para que les aparecieran puntos en lugares poco agraciados. Esta chicas Muggle no tenían esos límites y Sirius no podía evitar tensarse con cada día que pasaba. También se preguntaba cómo Peter explicaba las marcas de garras que aparecían en cada mesa o sillón que tenía contacto con Remus. El hombre lobo estaba empezando a molestarse, dando a conocer que faltaba muy poco para que su paciencia y educación se acabará.
Eso sucedió una tarde, cuando Sirius y sus amigos se encontraban en la sala luchando con las chicas. "Solo-llámame-Lizzy" había tenido la audacia de dejarse caer en el regazo de Sirius con la excusa de que no había sillas.
— Hay un espacio vacío por allí —Sirius habló entre dientes, resistiendo la urgencia de lanzarle un maleficio.
"Solo-llámame-Lizzy" se removió un poco, mirando a Sirius con aquellos grandes ojos marrones: — Pero no te importa que me siente aquí, ¿Cierto?
— Me molesta demasiado, de hecho —Exclamó, sin importarle el si llegaba a comportarse como un patán— Estoy saliendo con alguien a quien no le gustaría verme en esta situación —El débil sonido de la madera rompiéndose que provenía de donde se sentaba Remus dándole veracidad a sus palabras.
Los rostros de todas las chicas se dirigieron a él tras aquella revelación: — ¿Tienes novia? —"Solo-llámame-Lizzy" se quejó— Nunca lo dijiste.
— Lo hice, de hecho, está mañana. Es diferente que ninguna de ustedes me pusiera atención por tratar de coquetearme.
Se puso colorada y se bajó inmediatamente de su regazo: — ¡No tienes por qué ser grosero!
— Además —"Sam-o-Sarah" empezó, teniendo mucha menos decencia que su amiga "Solo-llámame-Lizzy"— Las relaciones pueden terminarse.
— Discúlpenme —Remus exclamó, levantándose antes de que se le acabara la educación— Creo que iré al baño —Se fue con furia de la habitación.
— ¿Es siempre tan reservado? —Una de las amigas de bolsillo preguntó, mirando a Remus lujuriosamente— Es lindo, con un estilo muy sabelotodo.
"¡Tiene novio!" Sirius pensó furiosamente "Así que ve a meterle las garras a otra persona".
— Tiene un cinturón negro en karate —Peter acudió en su defensa— Podría sacarle el estómago a alguien a través de su espina dorsal. Lo ha hecho antes. Y no le gustan las inmaduras.
Sirius no tenía idea lo que "Karate" era, pero por la forma en que se abrieron los ojos de la chica supo que ninguna intentaría nada con Remus. Podría haber besado a Peter. En lugar de ello, se levantó y salió de la habitación bajo la mirada de cada chica.
Remus estaba en la habitación de Peter, sentando en la cama y con las rodillas recogidas como si intentara no desmayarse. La forma en sus dedos le apretaban el cuello delataban que se calmaba para no quitarle un miembro a alguien.
Apenas levantó la mirada cuando Sirius entró: — Perdón, Canuto.
— No tienes que pedirme perdón por nada. Tienes todo el derecho de enojarte. De saber que habría sido así, ni siquiera hubiera venido.
— Yo sí lo hubiera hecho —Sirius le miró en sorpresa— Para poder verte.
Sirius se sentó a su lado y pasó una mano por el cabello de Remus: — No me siento atraído por ninguna, para que sepas —Le recordó— Solo te quiero a ti, Lunático.
Remus se rio: — Lo sé. Es solo que el lobo no puede entender el concepto del coqueteo por un solo lado. Y ya de por si estaba predispuesto al mal humor.
— Bueno —Sirius sonrió, una idea golpeándolo— Sé de algo que podrá animarte.
— ¿Qué? —Remus preguntó con cuidado.
— ¿Recuerdas que te prometí el escribir una canción sobre nuestro amor? Bueno, la tía abuela de James, Rosemary, vino a quedarse unos días para Navidad y es verdaderamente aterradora. Parece una arpía en vestidos viejos, con una voz que asimila a un gato siendo estrangulado. Se la pasaba llamándome "Mi pequeño angelito" y me daba palmaditas en el trasero.
Remus dejó salir una carcajada y Sirius le dio un codazo.
— De cualquier forma —Continuó— Cada que entraba a una habitación no me dejaba más opción que ocultarme en la biblioteca, a donde no le gusta entrar porque supuestamente vio un Poltergeist una vez, aunque James dice que en realidad era solo un Boggart, por lo que estaba tan aburrido que escribí la canción. ¿Quieres oírla? Hasta tiene coreografía.
Remus gruñó: — ¿No podrías haber leído un libro?
— Lunático —Sirius puso una expresión escandalizada— ¿Cómo puedes sugerir tal cosa? Tú eres la fuente de todo mi conocimiento.
— Puede que alguna vez te guste ser un sabelotodo —Remus replicó, desesperado— El conocimiento es poder, Sirius. El poder corrompe. Pensé que te gustaba corromper a la gente al estilo Merodeador. Estudiar duro. Ser malvado. ¿Ves a dónde voy? Componer y más importantemente, interpretar canciones, no te llevaran por ese camino.
— Pero yo mismo la hice. ¡Tienes que escucharla!
Remus suspiró y se dejó caer en la cama: — ¡Está bien, venga! Ya estoy listo. Terminemos con esto. Cántala rápido. Así será como quitarse una curita.
Sirius hizo un puchero: — No me estás tomando en serio. Me tomó años pensar en todas las palabras. Incluso rima —Dudó— Casi.
— ¿La escuchó James?
— Se la interpreté primero. Aunque no estoy seguro de que la escuchara por encima de su almohada.
— ¿Su almohada?
— Intentaba sofocarse al mismo tiempo.
— Bien —Remus se sobó la cabeza— Adelante. Las cosas que hago por ti. ¡Honestamente!
Sirius sonrió y saltó para ponerse frente a Remus. Se aclaró la garganta y adquirió una pose dramática al poner las manos en sus caderas y echar la cabeza hacia atrás. Remus podría no apreciar la canción, Sirius denotó, pero definitivamente disfrutaría de la vista al ver la forma en que sus ojos recorrían todo su cuerpo.
— ¡Espera, espera! —Remus levantó la mano y lanzó un encantamiento silenciador a la puerta.
— Te meterás en problemas por usar magia fuera de la escuela.
— Los Pettigrew son una familia mágica. Nadie lo sabrá. Ahora comienza.
Sirius tosió ceremonialmente y empezó:
"Había un dios del sexo llamado Sirius Black,
Quien tenía el atractivo que muchos envidiaban,
Era encantador e ingenioso, todos los corazones palpitaban,
'¡Desearía estar con Canuto!' lo demás murmuraban."
— ¡Detente! —Remus, quien había temblado por la vergüenza ajena durante todo el verso, levantó la mano— No soportaré está tortura si la canción habla únicamente de lo asombrosamente brillante que eres.
— Si me dejaras pasar el primer verso, te darías cuenta de que no es así —Sirius le riñó.
— ¡Bien, bien! Adelante. ¿Cuántos versos tiene?
— Tres.
— Tres. Genial —Remus sentó y acomodó sus hombros como si fuera a la guerra. Sirius bufó, pero continúo.
"Había un muchacho con un pequeño problema peludo,
(Mucho más salvaje que un conejo, pero más tranquilo que un Duende)
Con un cabello como hojas en otoño y los ojos de un puro ambarino,
Muchos deseaban amarlo, pero solo uno lograba animarlo."
— No sé si debería sentirme halagado u horrorizado —Remus habló— ¿A qué te refieres con "Más tranquilo que un Duende"?
— Es que no encontré nada que rimara con "peludo". Ahora cállate y déjame seguir.
"Y el que lo hacía (Has adivinado) era Sirius Black,
Quien se enorgullecía de gritar que lo amaba de verdad.
Montado en su corcel, fue a rescatar a su amor,
Partiendo directo al amanecer, atravesando los cielos alrededor,
Es para aclarar que el corcel de Canuto no era un caballo,
(Pues él tiene mucho más estilo que eso)
Pero sí una brillante moto nueva, para poder partir,
Con sus admiradoras desmayándose (O eso escuché decir)"
Remus, para el alivio de Sirius, no intentaba sofocarse con una almohada como James había intentado. De hecho, pese a que seguramente sentía demasiada vergüenza ajena, sonría brillantemente y ladeaba la cabeza, completamente complacido.
— Es realmente hermosa, Canuto —Avisó, abriendo los brazos. Sirius cerró el espacio que había entre ellos, acurrucándose contra Remus.
— Solo dices eso porque finalmente se acabó.
Remus dejó salir una carcajada: — No es verdad. Sabes que nunca te miento. Si alguien más la cantara, sería mi favorita.
— ¿En serio?
— Lo prometo. Nadie nunca me había compuesto una canción.
Ambos se separaron de un salto cuando la puerta se abrió. Ed el que eructaba asomó la cabeza. Sus aguados ojos, similares a los de Peter aunque les faltaba esa constante expresión de asombro, los veían curiosamente.
— Er... hola. Toqué la puerta.
El encantamiento silenciador, Sirius se dio cuenta: — No nos dimos cuenta —Respondió— ¿Sucede algo?
— Solo me preguntaba si ustedes querrían una excusa para alejarse de las chicas. Mis amigos y yo iremos por unas bebidas y quería saber ¿Les gustaría acompañarnos? Me di cuenta de que las cosas ahí abajo están poniéndose difíciles.
Ed, Sirius pensó, era mucho más observador que Peter. Aunque esperaba el que no fuera tan observador como para descubrir su relación con Remus.
— Nos encantaría —Remus respondió por los dos, claramente feliz de poder quitarse a las chicas de encima.
— Claro. Bien. Bueno... hasta más tarde —Cerró la puerta al salir.
— ¿Crees que sospecha algo? —Sirius preguntó. No tenía que especificar el qué.
— No estoy seguro. ¿Por qué Peter no nos dijo que tenía un primo demasiado observador?
— Pese a que amo mucho a Peter, él es tan observador como un gusano de tierra. Probablemente ni se ha dado cuenta.
— Sirius, eso fue cruel.
— Pero cierto. Supongo que tendremos que ver cómo continua. Odio decir esto, pero espero regresar a clases pronto. Estás han sido las peores Navidades.
— Te apoyo totalmente.
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