58. Puntos débiles
Nota de autor: Y ahora un poema: La historia es de Moonsign, el mundo de J.K, pero como yo soy buena persona la versión en español está acá.
"Sin embargo, como hemos dicho, todos los niños son crueles, pero esto no precisamente aplica a los adolescentes. Los corazones adolescentes son salvajes y nuevos, rápidos y furiosos, y no conocen su propia fuerza. Tampoco conocen la razón y contención, y si quieres saber la verdad, muy pocos adultos la han aprendido."
"La chica que cayó a la Tierra de las Hadas y lideró a los rebeldes ahí" por Catheryn Valente.
REMUS:
Remus no podía dudar que se sentía culpable por dejar a Canuto solo en la habitación, pero era la única idea que se les había ocurrido para convencer al terco animago de transformarse. Esperaban que Sirius se aburriera tanto estando solo un Domingo que terminara cambiando. La paciencia no era una virtud de Sirius.
— Me preocupaba que ustedes no siguieran el plan —James confesó, al ver que Remus entraba a la cocina. Peter y él estaban sentados en una mesa, la escoba de James reclinada en la pared. Obviamente había mentido sobre volar, Remus no pudiendo culparlo al escuchar la lluvia repiquetear afuera. Remus se sentó opuesto a James y suspiró con cansancio.
— Casi abandono el plan —Remus le informó— Se veía tan confundido y dolido sentado ahí en mi cama con su cabecita ladeada.
— Yo lo ignoré mientras salía —James admitió— Sabía que me rendiría si lo veía. Quien haya pensado arriba que darle a él un perro como forma animaga era lo mejor debe estar riéndose de nosotros. Sus ojos de perrito son mucho más efectivos que antes. Venga, Lunático, cómete un muffin de chocolate para animarte.
Remus agarró el muffin de la bandeja que le ofrecía ansiosamente un elfo doméstico. La cocina estaba caliente, el techo iluminado suavemente por dos antorchas en dos paredes contrarias. Era una colmena de actividad, los elfos domésticos removiéndose por todas partes, la mayoría atendiendo a los tres muchachos que venían de visita. Algunos cocinaban, otros cargaban la ropa sucia para desaparecerla por un muro, divisaron una puerta de tamaño elfo cerca a las enormes estufas en donde los calderos burbujeaban. El aire estaba lleno de aquel reconfortante aroma de la comida que preparaban para la cena.
— ¿Piensan que funcionará? —Peter preguntó tras un tiempo— ¿Dejarlo solo hasta que se aburra y cambie?
— No lo sé —Remus respondió. Se sirvió una taza de té y le dio un sorbo— Ni siquiera puedo entender por qué no desea cambiar. Creo que le tiene miedo a algo pero no sé qué es. No sé qué tan fuerte es su determinación.
— Sabes, Lunático —James empezó, lanzándole una sonrisa de medio lado a Remus— No podrías haber escogido un novio de pedigrí más alto aunque lo intentarás.
— Sí —Peter continuó, compartiendo una mirada traviesa con el Merodeador de cabello desordenado— Podrías tener una relación simple como la de James y Evans. Le preguntas a alguien si quiere salir contigo y ella te rechaza con una maldición. Todo el mundo ya sabe cómo son las cosas.
James bufó y le tiró a Peter un rollito de canela. Le pegó en la nariz y se le quedó en el regazo: — Por lo menos yo intento invitarla a salir. Tú nunca lo has tratado con alguien. Y lo sé porque te vi echándole el ojo a esa Ravenclaw en clase de Encantamientos el Martes.
Peter adquirió el escarlata de Gryffindor y escondió la cara, concentrándose en comer el rollito de canela y procediendo a ahogarse con él.
Remus sintió todo su humor levantarse por primera vez en semanas, riéndose cuando James le golpeó la espalda a Peter hasta que el último estornudó un pedazo de pastel.
— Eso fue asqueroso, amigo —James le dijo, haciendo muecas mientras se apartaba del lugar en donde cayó el pedazo de pastel.
— Entonces, ¿Cómo se llama, Colagusano? —Remus preguntó, culpándose por haberse reído cuando Peter todavía no se recuperaba de la vergüenza. Peter murmuró una respuesta y se sonrojó aún más. Remus esperó que no se pudiese explotar de pena, porque de lo contrario toda la escuela tendría que sacar pedazos de Peter de su cena— ¿Qué dijiste?
— Doreen Short —James respondió por Peter, una sonrisa llenando todo su rostro— Ravenclaw. Callada. Cabello oscuro. Ojos azules. Bigote.
— ¡Ella no tiene bigote! —Peter protestó, aparentemente recuperando la voz para defender a la chica dueña de sus sentimientos.
— Lo tiene, me temo —James bromeó y Peter le dedicó tal mirada que el chico inmediatamente buscó disculparse— Pero no es malo —Le aseguró al Merodeador gordito— Y solo lo puedes ver cuando los cuartos tienen mucha luz. Le da más atractivo. De no estar completamente devoto a mi querida Evans, yo mismo iría por ella.
— Yo pienso que ella es una chica encantadora —Remus intervino, de forma que James ya no pudiera cagarla peor— Pude verla algunas veces en la biblioteca. Tiene una sonrisa hermosa —Decidió no comentar que su bigote era notablemente visible, incluso cuando el cuarto estaba oscuro. Doreen sería mucho más bonita si se afeitara una vez al día. También decidió no comentar la vez en que pensó que alguien estaba destruyendo la sección de Transfiguraciones en la biblioteca, solo para descubrir que era la risa de la chica— Y unos bonitos ojos azules —Añadió.
El rostro de Peter se iluminó: — Sí, eso es lo que más me gusta de ella —Confesó, ignorando a James y centrando su atención en Remus— Tiene unos hermosos ojos azules y brillante cabello oscuro. Es hermosa.
— Entonces ¿La invitarás a salir? —Remus indagó.
Peter se petrificó ante la idea: — ¡Nunca! ¿Qué si me dice que no?
— Evans siempre me dice que no —James le recordó— De no haber sido por Kemp, jamás hubiera besado a nadie.
Remus arrugó la nariz: — ¿Qué pasó con la pobre Bronwyn, de igual forma? Hace años que no sabemos nada de ella.
James se encogió de hombros: — No lo sé. Nunca le escribí en todo el verano y ahora ella me ignora. No me importa, si soy sincero. Era aburrida. Y Evans nunca estuvo celosa de ella.
— De cualquier forma —Peter interrumpió— Yo no tengo tú confianza, Cornamenta. Si ella me dice que no, moriré de vergüenza. Además, ¿Quién querrá salir conmigo cuando hay millones de chicos en la escuela que son más atractivos que yo?
— Yo pienso que eres atractivo —Remus le aseguró. No mentía. Puede que Peter no tuviera aquella belleza propia de James y Sirius, pero tenía un rostro tierno y de buenas facciones, aunque fuera un poco gordito. Además, Remus estaba seguro de que no muchos chicos quisieran ver más allá del bigote por lo que las opciones de Doreen eran tan reducidas como las de Peter.
— ¿Cómo puedes decir eso? —Peter preguntó, luciendo miserable.
Remus intercambió una mirada con James, quien rodó los ojos: — Lunático es tan gay como un poste de mayo —James afirmó— Por supuesto que sabe que eres atractivo.
— No, no lo soy —Remus protestó, sintiéndose indignado— Me estás haciendo sonar como el típico estereotipo de chico marica. Te hago saber que puedo romper todos los huesos de tú brazo sin ni siquiera sudar.
— Nunca dije nada por el estilo —Se defendió James— ¿Alguna vez te ha gustado alguna chica?
— Er... no —Nunca le había gustado nadie aparte de Sirius, pero no pensaba decirle eso a James. Los otros ya decían que era demasiado virgen para darles más motivos de forma que pudieran molestarlo.
— Bueno entonces, eres gay. Eso no implica que dejes de ser masculino y fuerte.
— Bien. Porque lo soy.
— Lo sabemos, Lunático.
— Estoy siendo súper sensible, ¿No es así? —Remus se cansó de repente al ver las expresiones cuidadosas de James y Peter.
— Está bien —James se estiró para poder darle un apretón en el brazo.
Remus suspiró y se puso de pie, balanceando su maleta en sus hombros: — Escuchen chicos, me iré a la biblioteca. Tengo que buscar algunos libros para el ensayo de Encantamientos.
— Bien —James habló, sin lucir muy tranquilo— Solo no vuelvas tan temprano. O trabajes muy duro. Ya sabes que la Luna llena es el Jueves.
— Como si pudiera olvidarlo —Remus murmuró a la vez que abandonaba las cocinas.
La biblioteca nunca estaba llena los Domingos. Las mesas se alineaban en dos grupos marcados: Los que eran tan trabajadores que estudiaban hasta los fines de semana y los que habían dejado todo para última hora.
Remus recogió lo que buscaba de la sección de Encantamientos, para después irse a lo más recóndito de la biblioteca de forma que pudiera estudiar bajo una de las mesas. Era un hábito estúpido e infantil, uno que ya debería superar estando tan cerca a cumplir dieciséis, pero como estaba tan cansado y preocupado solo quería esconderse en una mesa. Olía a polvo, madera tallada y al cerrar los ojos podía ver una imagen que casi olvidaba. Era ella estando sentada con las piernas cruzadas en su laboratorio, la espalda recargada sobre el caldero más grande. Su codo se encontraba sobre la rodilla, una mano contra la barbilla mientras fruncía el ceño ante el libro frente a ella. Su largo cabello arenoso le tapaba los oscuros ojos de la misma forma que le ocurría a Remus. Ella sonrió.
Ahí la memoria se acababa, pero le daba tal calidez a Remus que se podía relajar lo suficiente para sonreír. Estaba tan investido en la memoria que no se dio cuenta de la persona que se acercaba hasta que una silla se movió y lo trajo a la realidad. Antes de que Remus pudiese reaccionar, o recoger el aroma de quien se encontraba con él, un pie se movió y le golpeó el costado.
La persona maldijo con sorpresa, asomando la cara por debajo de la mesa. Era pálida, con la nariz ganchuda y el cabello expulsando grasa. Tan pronto como Snape se dio cuenta de quién era, gritó de terror y se levantó tan rápido que se cayó encima de la silla.
— ¡Qué demonios haces ahí, criatura asquerosa! —Gritó, retrocediendo unos pasos antes de seguir hablando— Pensé que había reglas que le prohibían la entrada a la biblioteca a los animales.
"Me tiene miedo" Pensó Remus, aun cuando las palabras de Snape le dolían "Y tiene todo el derecho. Intenté matarlo."
— Perdóname —Remus murmuró. Salió de debajo de la mesa y aferró su maleta al pecho. También retrocedió— Yo s-solo me iré.
— ¿Fantaseas con ello? —Snape preguntó abruptamente, el odio en su voz siendo poco creíble gracias al miedo de sus ojos. Las manos tenían dedos largos y encorvados, recordándole a Remus a una araña acariciando las túnicas.
Remus dudó. Deseaba darse la vuelta e irse, pero sabía que le debía una explicación a Snape, cualquier cosa, que pudiera servir como una disculpa. Recordó que James brevemente le había dicho que Snape se había orinado de miedo. Incluso James jamás se burló del tema y Remus sabía que era porque el muchacho debió estar cerca de hacer lo mismo.
— ¿Sobre qué? —Remus indagó, tratando de sonar neutro.
— Sobre cómo habría sido el poder despedazarme —Snape respondió. Su voz mordaz y oscura— Sobre cómo se habría sentido tener mi sangre en tus dientes y garras. Sé lo mucho que tus amigos y tú me odian. No soy tan idiota como Dumbledore. Sé que todo fue planeado.
Remus contuvo la respiración y apretó la maleta cerca de su pecho: — N-no, Snape. Sirius estaba... Sirius cometió un error. Todo fue un e-e-error. Y lo siento. Lamento todo lo que sucedió y lo que te p-pasó.
— ¿Lo sientes? —Snape parecía a punto de vomitar cuando dejó salir la palabra— Cómo puedes pensar que podría perdonarte cuando lo único que haces es quedarte parado como el idiota patético que eres, tartamudeando como un fenómeno. Sé lo que eres, y a diferencia de Black, a mí no me prende. Me disgusta y si no me hubieran obligado le diría a todo el mundo lo que eres para que te expulsen.
Pese a que había empezado teniendo las mejores intenciones, Remus no pudo evitar que la ira apareciera: — ¡Deja a Sirius fuera de este asunto!
Snape se burló, nasal y cruelmente: — Black no necesita tú ayuda para degradarse —Dijo. Miró a Remus, sus negros ojos destilando odio— Lo hace solo. Mezclándose con Gryffindors, traicionando a su familia y cediendo a sus asquerosos deseos por la bestialidad.
Ante lo último, Remus trastabilló realmente. Se le cayó la maleta con ruido resonante, los libros golpeando el piso. Miró a Snape boquiabierto, su mente tratando de registrar lo que le habían dicho: — ¿C-c-cómo me has llamado?
Snape se veía contento ante la reacción de Remus, adelantándose un paso: — Me has oído. ¿Cómo quieres que lo llame? El tener relaciones sexuales con una criatura oscura, algo que no es humano y mucho menos femenino. Es desagradable y sucio.
— ¡Severus!
Remus estaba tan sorprendido que ni siquiera registró la voz de Lily. Agarró a Snape por las túnicas y usó toda su fuerza sobrenatural para estamparlo contra la mesa. Lunático gruñía en su interior mientras Remus golpeaba a Snape contra la mesa, presionando tan fuerte las costillas del muchacho que amenazó con romperlas. Su rabia era caliente, feroz y fuerte. Un gruñido bajo le salió de la garganta.
— ¡Remus! ¡Suéltalo, lo estás lastimando! ¡Suéltalo! —Unas pequeñas manos cubrieron las suyas. Unas uñas demasiado delicadas le rasguñaron para soltar su agarre— Remus, por favor. ¡Tiene miedo! Déjalo ir, por favor. Por mí. Me conoces, soy Lily, Remus. Suéltalo.
Y fue ahí cuando Remus la olfateo, el metálico olor a miedo. Un naranja oscuro que todos sus sentidos percibían. Lunático quería más, pero su parte humana se rebeló. Ahora era consciente del corazón de Snape que latía tan débil como un pájaro.
Se alejó de Snape, a duras penas pudiendo respirar: — Aléjate, aléjate —Murmuraba a Lunático, quien protestaba por haber perdido una presa.
Remus cayó sobre sus rodillas y cerró los ojos, temblando violentamente a la vez que luchaba contra el lobo.
— ¿Remus? ¿Remus? —Le tomó un tiempo recepcionar la voz. Entonces fue consciente de la mano que se aferraba a su brazo, unos mechones pelirrojos frente a su rostro. La cara de Lily se contorsionaba en preocupación. Sus brillantes ojos verdes mirándolo con preocupación y compasión— Está bien —Le aseguró— Él está bien. Huyó.
— No está bien —Susurró— Tú no sabes lo que soy... tú no lo sabes.
— Pero lo sé —Respondió, una mano quitándole los mechones del rostro— Sé lo que eres. Lo he sabido por años. Un día me dijiste accidentalmente que tú madre había muerto, así que sabía que la excusa de ir a verla era falsa y que tenías un secreto guardado. Y al observarte y buscarlo descubrí lo que eras.
Remus se alejó de ella, esperando sus hechizos y crueles palabras.
— No me importa, Remus —Habló firmemente. Su mano volvió a revolverle el cabello, el canino dentro de él agradeciendo la caricia— Tienes todo el derecho de atacar a Severus. Lo que te dijo es imperdonable. Eres tan humano como yo. No te tomes en serio lo que te diga. Tú y Black son perfectos juntos.
Remus se sintió asqueado cuando pensó en las palabras de Snape. Pensó en su padre, como siempre le había llamado animal. Pensó en como había sido capaz de cruzar el umbral de la puerta en la bodega de los Black porque no era humano. Era una bestia oscura.
— No te atrevas, Remus Lupin —Lily le riñó.
Sus ojos dejaron de mirar el suelo, la cabeza doliéndole por la proximidad de Lunático: — ¿No me atrevo a qué?
— No te atrevas a creer nada de lo que dijo Severus. No quería decirlo —Remus le dedicó una mirada cansada de incredulidad a la que ella tuvo que suspirar— Bueno, sí. Pero solo porque tiene miedo. Escucha, no puedes tomar enserio todo lo que dice Severus. Es un muchacho roto, amargado y asustadizo. Ha visto lo peor de la vida, como tú, y lo ha cambiado de formas en que solo él, y posiblemente tú, entienden. Pero a diferencia de ti, no encontró en este lugar un santuario ni un hogar. Encontró una gélida fosa de víboras, siendo la burla de todos. Black, Pettigrew y, aunque me duela decirlo, Potter han sido buenos contigo. Se han convertido en tú vida y familia, tu sentido para continuar. Recuerda, Remus, que Severus no tiene eso. No lo abandones tú solo porque él te dijo algo.
Remus presionó sus labios y trató de tragarse la furia y lástima que le despertaron las palabras de Lily. Se alejó de ella para ponerse en pie, recogiendo sus libros para devolverlos a la maleta.
— ¿A dónde vas? —Lily le ayudó a recoger los libros, su frente todavía arrugada en preocupación.
— Al dormitorio. Sirius está ahí.
— ¿Entonces ya se reconciliaron? —Lily sonaba demasiado aliviada para alguien que profesa querer cometer homicidio contra el heredero de los Black.
Remus asintió sin entusiasmo.
— Que bien por ustedes, entonces. No preguntaré qué ocurrió, porque ya supongo que tiene que ver con Black, Severus y tú... er...
— ¿Pequeño problema peludo? —Remus comentó, una sonrisa tratando de asomarse y a duras penas lográndolo.
Lily levantó elegantemente una de sus rojizas cejas, intentando no reírse: — ¿Así te gusta decirle?
— James se lo inventó. Acabamos acostumbrándonos. Su padre pensó por mucho tiempo el que era dueño de un conejito bastante maleducado.
Lily no pudo evitar reírse más tiempo: — Sí, bueno —Empezó cuando pudo calmarse— No preguntaré, dado que es privado y solo debe permanecer entre ustedes, pero quiero que sepas el que me alegra que se hayan reconciliado. Y ven a hablarme si lo necesitas. Siempre estaré encantada de ayudarte.
Remus asintió, alejándose de la biblioteca y yendo camino a la torre de Gryffindor. Sabía que era demasiado pronto y que la idea era que dejaran a Sirius solo por un tiempo, pero Remus necesitaba verlo. Necesitaba confirmar que lo que tenía con Sirius estaba bien y no malvado y corrompido.
Canuto estaba acostado en la cama de Remus, y apenas el chico entró, sus orejas se levantaron y empezó a sacudir la cola para saludarlo. A Remus le entró otro ataque cuando recordó las palabras de Snape. Sirius había hecho esto por él, cambió por él. ¿Era asqueroso y pervertido? ¿Era tomar ese amor y darle el suyo de regreso una aberración?
— Cediendo a sus asquerosos deseos por la bestialidad...
Remus no pudo mirar a Sirius. Se giró y cayó sobre la cama del muchacho, escuchando como Canuto dejaba salir un gemido de preocupación y dándose cuenta de que la cama se hundía cuando el perro se subió a ella. Una nariz fría le golpeteó el cuello caliente, Remus olfateando el dolor y la preocupación del gesto.
— ¡Ya para! —Todo el enojo y su corazón conspiraron contra su mente de forma que al darse la vuelta lo único que deseaba era tirarse contra Canuto y llorar. Al contrario, se giró y golpeó a Sirius tan fuerte que lo tiró de la cama— ¿No captas la indirecta? ¡No quiero que estés aquí! —Era mentira, o al menos una mentira a medias. Quería a Sirius y a la vez no. Quería amor, pero no si significaba ser un fenómeno sucio y corrupto.
Entonces se dio cuenta de que Canuto adquiría una expresión perruna de dolor y confusión. Orejas abajo, la cola entre las piernas, cabeza abajo. Su corazón casi se le sale del pecho: — Oh, p-perdóname Canuto —Susurró, su voz rasposa y temblando— No es culpa tuya. Es solo, alguien me dijo a-a-algo. Me hizo pensar...
Pero no pudo continuar al acordarse del olor del miedo de Snape y como su corazón latía al igual que un pájaro. Se acordó que Snape no tenía a Los Merodeadores para cuidarlo. Y era culpa de ellos que Snape les tuviera miedo, teniendo todo el derecho de odiar a Remus. Estaba en lo cierto, Remus era una criatura oscura, era asqueroso...
De repente la forma de Canuto se volvió borrosa frente a él, por un momento haciéndole pensar que era debido a las lágrimas, pero entonces se convirtió en un muchacho delgado que se balanceaba sobre dos piernas y no cuatro. Esa mancha se acercó a Remus.
Sirius le envolvió entre sus brazos, con una mano sobándole la espalda mientras que otra alejaba los dedos para que dejara de lastimarse la cara.
— Está bien —Sirius murmuró— Está bien.
Remus luchó contra él. Estaba mal, estaban mal. Pero a la vez no lo estaban, porque se sentía bien y los hacía felices, hacía a Sirius feliz, así que no podía estar mal incluso cuando parte de él lo pensara. Dejó de luchar y se recargó contra el pecho de Sirius, respirando aquel maravilloso aroma que no sentía hacía mucho tiempo. Presionó el rostro contra el cuello del chico: — No está bien. ¡No estamos bien!
— Dime qué ocurrió. Dime quién te hirió —Sirius rogó.
Pero Remus no le dijo dado que Snape era solo un amargado cuyo corazón latía como un pajarito. Negó y sus brazos se aferraron aún más a la delgada cintura de Sirius. Era como si abrazara a un xilófono. Sirius era una masa andante de ángulos y ejes. Estaba tan delgado que podría desaparecer: — Gracias por transformarte —Remus dijo— Gracias, gracias...
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Cuando Remus se despertó al día siguiente, todavía seguía en los brazos de Sirius. En la ligera luz que provenía en Noviembre, se sentía avergonzado de cómo reaccionó el día anterior. Si hubiera sido él mismo, estaba seguro, y no estresado debido al estado canino de Sirius, la culpa por lo que sucedió con Snape o el hecho de que la luna llena era dentro de cuatro días, jamás hubiese puesto atención a lo que Snape le dijo. Solo podía agradecer no haber revelado el nombre de Snape en momentos de debilidad.
Sabía que sus amigos sospecharían la verdad, pero sin confirmación alguna, no harían nada que pudiera enojar peor a Remus para tomar represalias contra el Slytherin que ya pagaba caro todas sus bromas.
Incluso siendo consciente de esto, sabía que parte de sí mismo no estaba de acuerdo. El efecto de las palabras de Snape no era tan fuerte como la noche anterior, pero todavía rondaban por su mente. Como un punto débil, Remus pensó, que sabías que podías presionar todo lo que quisieras hasta que dolía. Y se quedaba ahí por años viéndose rojo, hasta que un día reventaba en el momento en que mejor querías sentirte.
Fue sacudido de sus pensamientos cuando Sirius empezó a moverse, intentando pretender que no se daba cuenta de la erección presionada contra su espalda baja.
— ¿Todo bien, Lunático trasero de babuino? —Sirius bromeó, las palabras semi interrumpidas por los bostezos— ¿Te sientes bien?
— Sí —Remus respondió— Lamento lo de anoche. Sé que fui estúpido.
Giró para sonreírle a Sirius, cuyo rostro se iluminó a la vez que le dedicaba una sonrisa: — ¡Basura! Para eso estoy. Es mejor que nos movamos, sin embargo. Tenemos clases, ¿Recuerdas?
Remus gruñó y se obligó a levantarse para tomar una ducha. Después, mientras se lavaba los dientes, se dio cuenta de que sus ojos ambarinos se veían mucho más dorados ahora que el lobo se aproximaba para salir. Ojos de animal. Le dolió el estómago.
— Detesto las manchas debajo de la piel —Murmuró para sí mismo.
— ¿Manchas debajo de la piel? —Peter se movió al fregadero a su lado con el cepillo de dientes en la boca. Se lo quitó y escupió la espuma en el fregadero— Me encantan las manchas debajo de la piel. Son mucho mejores que las manchas por encima de la piel.
Aunque James, Sirius y Remus habían tenido que luchar con la pubertad, era el pobre Peter quien tuvo lo peor. Era susceptible a los brotes repentinos que se alzaban como montañas en su frente. Se estaba dejando crecer el flequillo para ocultarlos.
— Deberías pedirle a Madame Pomfrey por un poco de poción de bubotubérculo —Remus sugirió.
— Solo se los da a los peores casos —Peter explicó, como si aquello fuera una gran tragedia— Dice que es ridículo distribuirla a todas las personas en una escuela llena de adolescentes. Se la dio a esa Hufflepuff, Martha Delwhitt, solo porque trató de usar un hechizo Scourgify tan fuerte que acabó quitándose las tres capas de la piel.
Remus tembló: — Eso suena terrible.
— Sí, como sea —Peter se encogió de hombros— Creo que tendré que seguir su táctica. Puede que a ustedes no les importe, pero si alguna vez invito a salir a Doreen, quiero verme presentable.
— Si te preocupa tanto, estoy seguro que podemos robar un poco de la enfermería. O prepararla nosotros mismos.
Peter sonrió agradecido.
— ¿Qué nos vamos a robar? —Sirius preguntó, acercándose y golpeando juguetonamente a Peter con la cadera.
— Poción de bubotubérculo —Peter le avisó, golpeándole de regreso. Remus alcanzó a girarse para esquivar el escupitajo que le dio al espejo.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Querido Remus,
¡No hemos oído de ti en años! ¿Cómo van las cosas? Espero que todo ande de maravilla, y que ustedes se estén comportando. Neil me comentó el que sospecha que ustedes conocen algunos pasadizos para escabullirse a Hogsmeade, así que les ruego no usarlos. No sé si han leído el periódico últimamente, pero Voldemort otra vez se está levantando, y hay muchos rumores de que trata de reclutar niños que van a Hogwarts.
Te alegrará saber que tenemos muy buenas noticas. Neil fue promovido en el trabajo, así que ahora es el compañero Auror del señor Potter. ¿No es maravilloso? Me preocupa un tanto el que les estén dando las misiones más complicadas, pero Neil asegura que estarán bien. Incluso tenemos dinero para mandarte un poco de mesada extra de forma que te puedas comprar algo para celebrarlo.
Escríbenos para contarnos como van las cosas.
Con todo nuestro amor,
Angela (Y Neil)
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