56. Encontrando a Canuto
Nota de autor: Por última vez ¡Feliz Cumpleaños, Harry! Espero que les hayan gustado estos tres capítulos de regalo en nombre del niño que vivió. Recuerden que la historia pertenece a Moonsign y el mundo a J.K Rowling, yo solo traduzco.
"El perdón es la prueba final de amor"
Reinhold Niebuhr
REMUS:
Al momento que abrió los ojos, Remus supo que algo estaba terriblemente mal. Para empezar, era de noche, no obstante podía sentir a la fuerza del lobo retrocediendo en su interior desde hace dos días. Eso significaba que se había quedado en su forma infantil más de lo que pensaba.
La otra cosa, era la agonía. Tras diez años de constantes abusos con su padre, Remus sabía que tenía la barra de dolor muy alta pero incluso él podía darse cuenta de que lo que sentía era demasiado fuerte y poco tolerable. Al intentar moverse, se dio cuenta de que estaba completamente cubierto de vendajes y pociones.
¿Qué había sucedido?
Su habitación en la enfermería estaba tenue, una única luz proviniendo de la vela al lado de su cama. Se movía y reflejaba sombras en la pared, sombras que asustarían a Sirius si estuviese aquí. En la mesa de noche había una pila de dulces, chocolates y pociones para calmar el dolor.
— ¿Madame Pomfrey? —Su voz era un patético susurro, como si toda la garganta se la hubiesen cubierto de brea. Ella debía haber estado demasiado atenta, porque pese a que él no pudo gritar, entró a la habitación cual ráfaga, con sus brazos llenos de pociones.
— Es bueno ver que vuelves a ser tú mismo, Remus —Le dijo a medida que empezaba a realizar los encantamientos de chequeó sobre él. Le pasó las manos delicadamente por los brazos para ayudarlo a sentarse— Mira, tómate esto.
Remus levantó las manos robóticamente, con los vendajes solo siendo útiles para hacer que bebiese la poción tontamente. El dolor y la rigidez desaparecieron un poco.
— ¿Qué sucedió? —Preguntó, buscando entre sus recuerdos para hallar algo más que angustia y traición. Recordaba gritar demasiado, a James, Peter y Madame Pomfrey intentando calmarlo. El resto era muy confuso— ¿Dónde está Sirius? ¿Qué sucede? —Empezó a toser, la garganta doliéndole tras ser utilizada para algo más que gritar.
— No hables, Remus —Madame Pomfrey se acercó para ponerle un mechón tras la oreja— Considero que depende de tus amigos contarte lo que sucedió. Están acabando la cena. Deberían llegar en cualquier momento.
— Oh, Merlín —Remus se asustó— Herí a alguien, ¿Verdad? Lastimé a Sirius, ¿No es así? Por eso no vino. Yo... —Lo dominó un nuevo ataque de tos.
— ¡No! —Madame Pomfrey se sentó al borde de la cama y empezó a consolarlo— Todos están bien. Lo prometo.
Remus no pasó desapercibido el hecho de que ella no agregará "Nadie salió lastimado".
— Por favor —Susurró— Dígame qué sucedió.
— Remus, creo que no deberíamos...
— ¡Lunático! —Madame Pomfrey y él se sobresaltaron para ver a James y Peter entrar al cuarto. Expresiones de gran alivio decoraban sus rostros cuando se dieron cuenta de que Remus otra vez era racional. Suponía, por cómo le dolían los ojos y tenía las mejillas, que había llorado los dos días. ¡Dos días! El pensamiento le aterraba. ¿Qué si un día de estos su mente no regresaba a la normalidad? ¿Qué si se quedaba como un niño para siempre?
— Hola chicos —Habló con voz baja. Miró a la puerta, esperando a que Sirius hiciera su aparición— ¿Dónde está Canuto?
Los dos chicos hicieron una mueca y el corazón de Remus se removió en dolor. Miró a Madame Pomfrey: — ¡Lo prometió! —La acusó, odiando que su voz sonará cortada e infantil. Lunático seguía muy cerca de la superficie, no dejándole posible pensar— ¡Me prometió que no lo había lastimado! ¡Me dijo que todos estaban bien! —Está vez terminó tosiendo tan fuertemente que le bajaron lágrimas sobre las mejillas a la vez que intentaba recuperar el aire. Tenía un sabor metálico en la boca.
— Él está bien, Lunático —Peter le aseguró, apresurándose a la cama, seguido por James— Por favor escúchanos. Tenemos que contarte algo.
— ¿Contarme? —Su voz temblaba muchísimo.
— Um... —Peter miró a James, claramente nervioso de ser el primero en hablar.
— Me retiraré —Madame Pomfrey murmuró— Traten de no molestarlo, muchachos —Se levantó y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella.
— Lunático —James ocupó el lugar de Madame Pomfrey en la cama— ¿Qué recuerdas?
— N-nada —Remus susurró, tratando de no forzar su garganta— Sirius y yo discutimos en la b-b-biblioteca, pero no fue algo serio y creo que nos arreglamos. Pero yo q-quería estar solo así que vine temprano a la enfermería. Es todo lo que recuerdo.
— ¿Discutieron? —Peter preguntó— Ustedes nunca discuten.
— Yo i-intentaba arreglar las cosas con Lily por James —Remus les contó— Para arreglar el haberte l-l-lastimado. Pero Sirius lo a-arruinó todo. No fue su intención. Solo q-quería protegerme.
— ¿Protegerte? —Para el asombro de Remus, Peter sonaba rencoroso.
— Por supuesto que lo hacía —Remus lo defendió, alzando su voz lo más que podía— Ustedes saben que siempre es así. Snape estaba siendo un patán conmigo. Me l-l-llamó un perro faldero.
— Oh, Lunático, lo siento tanto —James le dijo, tocándole delicadamente una mano vendada.
Remus sacudió la cabeza con impaciencia, su cuello protestando ante la acción: — Solo díganme qué ocurrió —No podía dejar de mirar la puerta. Si Sirius no estaba herido, ¿Por qué no venía? Posiblemente estaba tratando de comer un pudín extra en la cena. O le iba a traer algo a Remus. Algunas veces lo hacía.
— Lunático —Peter habló con el tono más gentil que alguna vez había usado— Él no vendrá —Se dejó caer en la silla al lado de la cama.
— ¿Por qué? —Remus odiaba sonar tan patético.
James respiró profundamente, obviamente preparándose para la tarea más difícil: — Cuando te fuiste para la enfermería, volvió a embriagarse —Era evidente lo mucho que intentaba mantener la voz calmada— No me han contado todos los detalles, pero de alguna manera terminó paseándose por la escuela completamente borracho. Se encontró a Que... Snape —Remus no pudo ignorar el hecho de que James evitara usar el apodo de Snape. No quería imaginarse lo grave de la situación si está obligaba a que James llamara al Slytherin con respeto— De igual forma, comenzaron a pelear y Sirius... él... él... —James tragó y sus dedos se aferraron a las cobijas rojas y doradas de Remus— Él le contó a Snape cómo... cómo atravesar el Sauce Boxeador —Su voz era demasiado suave al final, tanto que si Remus no fuese un hombre lobo, probablemente no lo hubiese escuchado. Pero como no era así, Remus sintió como si alguien le hubiese perforado el pecho con una bala de plata. El dolor era tan cruel que le emanaba de todo el cuerpo.
— No —Su boca formó la palabra, le era imposible decirla en voz alta.
— ¿Lunático? ¿Lunático? —James lo sacudía gentilmente, tratando de no tocarle las heridas, pero no debería haberse molestado. Remus se sentía tan distante de todo que ni siquiera lo hubiese sentido.
James se quedó observándolo con aquellos ojos avellanas llenos de preocupación, tanto que Peter acercó su mano a la cálida cama: — Yo no... no creo que quisiera hacerlo a propósito —James habló, su voz trémula— Estaba ebrio. Y trató de detener a Snape apenas se dio cuenta de lo que hizo. Me lo encontré cuando él bajaba por un corredor y le pedí que fuera a ver a Dumbledore. Entonces yo seguía Snape.
— ¿Tú... —Remus vio a James con ganas de desmayarse.
— Tenía que hacerlo, Rem. Tenía que alcanzarlo antes de que Lunático lo hiciera. De cualquier forma, llegué justo a tiempo para verlo pasar por el Sauce así que lo seguí. Traté de gritarle para que se detuviera, pero apenas me oyó simplemente empezó a ir mucho más rápido y gritaba "Muy tarde, Potter. Sé lo del pasaje ahora" —James retorció sus manos entre las cobijas, sus ojos evitando a Remus— Corrí detrás de él —Continuó— Y un segundo después corríamos juntos, porqué tú, bueno Lunático, había empezado a aullar. Se detuvo y estaba completamente pálido cuando giró a verme. Dijo "Proviene de la cabaña de los gritos, ¿verdad?" —James dejó salir una risa nerviosa— Ni siquiera sonaba molesto. Estaba muy calmado, del tipo de calma que obtienes cuando estás aterrado. Expliqué que teníamos que irnos, y él estaba a punto de aceptar, pero entonces Lunático comenzó a aullar muy duro y creo que reconoció el aroma. Lo escuchamos abrir la puerta y bajar por las escaleras. De lo metidos que estábamos en el pasaje, ya casi llegábamos a la cabaña y la puerta no estaba apropiadamente cerrada, así que corrí para cerrarla antes de que Lunático saliera —Remus iba a comenzar a hiperventilar, su respiración saliendo a intervalos irregulares. James le dedicó una mirada de preocupación, pero continuó hablando cuando Remus se lo pidió— Lunático llegó primero y del golpe que le dio me mandó volando —James se tocó el hombro, Remus dándose cuenta de las vendas que lo cubrían tras las túnicas del uniforme— Tú...Lunático, quiero decir, salió lentamente y Snape empezó a gritar. Creo que se hizo pipí encima y no lo culpo. Eres demasiado aterrador en esa forma, Remus. Tú boca y dientes estaban llenos de sangre dado que ya te habías lastimado, tu consciencia completamente abajo. Te veías completamente feroz. Afortunadamente no solté la varita y le lancé una maldición a Lunático. Te golpeó muy fuerte, perdón por eso. Logré meterte por el corredor y se te cayó ese viejo armario, creo. Igualmente, cerré la puerta antes de que pudieses salir y Snape, Snape el cobarde, vino para ayudarme a cerrar la puerta. Fue una buena cosa, porque tú empezaste a darle como si fuera un tambor. Casi le partes el brazo a Snape —Peter dejó salir una risa pero se calló ante la mirada de reprimenda de James— Afortunadamente —James retomó, demostrando asco ante la palabra y disculpándose con Remus— Lunático ya estaba muy destruido para entonces, así que no tenía mucha fuerza. Usé el hechizo que le ponemos a nuestros baúles, agarré las túnicas de Snape y lo arrastré a la entrada del Sauce. El hechizo no era tan fuerte, duró lo que tardamos en llegar a la entrada, cuando la puerta se abrió de nuevo. Nos tiramos y logramos presionar el punto del tronco antes de que nos mataran a golpes. Dumbledore venía corriendo, sin zapatos y en pijama, y le mandó otra maldición a Lunático antes de que nos ayudara a irnos y el Sauce volviera a moverse.
James se detuvo entonces, Remus notando que aquellas fuertes manos del jugador de Quidditch temblaban con nerviosismo. Remus se preguntaba cómo se sentiría aquella emoción. ¿Miedo por ver su lado licántropo? ¿Disgusto? Remus sentía las náuseas dominarlo.
— ¡Santo Dios! —Susurró— DiosDiosDios. Casi te mato. Y casi m-m-m-mato a Snape. Santo Dios —Entonces algo más le llegó a la mente— Me van a expulsar, ¿Cierto? —Miró a James, su cara perdiendo todo el color— Snape se lo contará a todos, seré expulsado, me mandarán al Ministerio para m-matarme o ponerme en una r-r-reserva —Sabía que se estaba poniendo histérico, pero no podía detenerse— Y Sirius me hizo esto. M-mí Sirius...
Con vergüenza las lágrimas le empezaron a bajar por las mejillas.
— Oh, Lunático —James se le acercó y lentamente, muy lentamente, envolvió a Remus entre sus brazos— No te van a expulsar. Dumbledore obligó a Snape a jurar que no diría nada. No dirá nada. No lo hará.
— Pero deberían —Todo el cuerpo de Remus temblaba entre los brazos de James— Casi asesino a dos personas a-anoche. Deberían m-matarme.
— No —Está vez fue Peter quién habló, tomando con algo de cuidado la mano de Remus que quedaba libre, tratando de abrir los dedos de forma que el chico no pudiese clavarse las uñas en la palma— No fue tú culpa, Lunático. No fue tú culpa en lo absoluto. Fue culpa de Sirius y de Snape, por haberle dado un motivo. También es culpa de la familia de Sirius por haber logrado volverlo loco.
Era extrañó, Remus reflexionó, cómo se sentía ahora. Parte de él quería quedarse quieto y con la mente en blanco. Otra quería molestarse con Sirius por lo que había hecho. Una mucho mayor intentaba desesperadamente darle sentido a la historia de James para poder entenderla. Lunático no colaboraba mucho cuando solo aullaba por la traición del miembro más preciado de la manada.
Era como un sueño; uno de esos sueños en dónde te la pasabas cambiando de estar en una escena dentro de tú cabeza a verla en la distancia. Y todo lo que ves sabes que es verdad, pero al mismo tiempo no tiene sentido.
— ¿Lunático? —James intentaba llamar su atención.
Remus tenía la mirada perdida: — Déjame solo, por favor.
— Remus...
— Por favor.
James y Peter se miraron con desesperación, pero al final se levantaron y decidieron irse. James lo dudó, quedándose al lado de la cama, con sus puños abriéndose y cerrándose con impotencia. Remus suponía que quería darle uno de esos pocos abrazos masculinos pero no podía por miedo a herirlo. En un impulso torpe, James se inclinó y le dio un beso a Remus en la frente. Era una cosa tan rara que James hiciese eso y le mandó un corrientazo de sorpresa a Remus que lo despertó de su estado catatónico, parpadeando ante el chico que se veía como si tampoco supiera lo que sucedió. Se presionó un puño en los labios como si intentará darse un castigo. Peter los veía con la boca abierta.
— Solo no, por favor no, hagas nada estúpido —James le advirtió— Merlín sabe que Sirius ya ha hecho suficiente por nosotros tres —Escarlata por la vergüenza, dio media vuelta y salió del cuarto, seguido por un Peter que no creía lo que había visto.
Remus lenta y dolorosamente se llevó una mano a la frente. Había sentido todo lo que James quería decirle en ese beso. Cosas que no podía expresar con un simple abrazo. Un amor de hermano. Su protección como el líder designado de la manda Merodeadores. Una disculpa a nombre de quien no tenía permitido disculparse, no todavía. Ni nunca.
Le decía, rompiendo todas las barreras de confusión, dolor y rabia de Remus, que no estaba solo. Nunca estaría solo.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Remus sabía que debía estar molesto. Necesitaba estar molesto, porque lo que Sirius hizo era imperdonable. En los días siguientes a su liberación de la enfermería, se había forzado a quedarse totalmente a la sombra del muchacho patético y esquelético que se sentaba en los rincones más oscuros de las clases con todas sus defensas abajo.
Tuvo que ignorar el que esta sombra de persona no era vista en el dormitorio ni en el Gran Comedor para el desayuno y almuerzo en el espacio de tiempo cuando los días pasaron a ser semanas. Tenía que ignorar que la persona se volvía cada vez más delgada, doblegada y oscura con cada día.
Debía ignorarlo porque en el momento en que viera que aquella criatura frágil y abandonada era Sirius, su Canuto, perdonaría todo sin remedio. Otra vez. Como siempre. Perro faldero...lobo faldero... eso era. Una disculpa total, molesta e irremediable que luchaba por contener.
Tampoco lo ayudaban aquellos comentarios que Snape le dedicaba cuando no había nadie, cosas como "Asquerosa criatura oscura" o "Pervertido" y "Animal", las miradas interrogantes y piadosas de Lily, y el que James y Peter se intentaran convertir en sus consejeros personales.
Sabía que no debía perdonar a Sirius, pero todo le decía que lo hiciera. Lo extrañaba con una intensidad que le daba miedo. No podía comer, dormir ni concentrarse apropiadamente en clases. James y Peter, en demostraciones de compasión fuera de lugar, no comentaban el que lo encontraban siempre acurrucado en la cama de Sirius en lugar de la propia, abrazando la almohada del muchacho y respirando las esencia que le recordaba a tormentas y se desvanecía con cada noche que pasaba.
Pero por supuesto Sirius, siendo Sirius incluso cuando sufría un grave caso de depresión, tenía que romper todas las barreras de Remus al meterse en el cuarto. Y lo que era peor fue que no venía buscando disculpas. No venía para molestar a Remus. Solo se había quedado observándolo dormir. Pero Remus no podía dormir mientras olfateaba la culpa que desprendía Sirius, dándole un olor tan potente que parecía un limón pinchado.
Y se enojó demasiado, porque aquella necesidad de perdonarlo inmediatamente irradió en su pecho.
Remus no estaba seguro de cómo había sucedido la conversación. Recordaba, muy claramente, a Sirius contando todos los eventos que llevaron a La Broma. Y entendió, como sabía que lo haría. Y lo perdonó. Y eso hizo que le dijera cosas a Sirius. Eran cosas a medias, pensamientos formados con furia sobre precios, pertenencias y disculpas. Era un dique rompiéndose que no fue capaz de retener, incluso cuando se daba cuenta de que cada palabra era un golpe físico para Sirius, cuya forma temblante se alejaba cada vez más de él.
Su corazón le gritaba silencio, y finalmente lo obedeció. Pero ya era tarde y tuvo que ver a Sirius irse de nuevo. Dejarlo otra vez y, Merlín, se merecía cada doloroso minuto por lo que había hecho.
— Eso fue bastante cruel, amigo —James le dijo, rompiendo el silencio que dejó la huida de Sirius.
La respiración de Remus se atoró: — Lo sé —Susurró— Pero no pude p-parar una vez empecé. No pude hacerlo. Debería ir a b-b-buscarlo.
Intentó salir de la cama pero James lo retuvo: — Es casi medianoche, Remus. No puedes irte a vagar por los pasillos.
— Tengo que hacerlo. Viste lo que le hice.
— Fue cruel —Peter intervino— Pero no una mentira. Es verdad, todo lo que dijiste sobre él.
Remus se levantó de un salto y se bajó de la cama de Sirius: — Pero yo no quería decirle nada de eso. Y qué si él... ¿Qué si va y se corta las venas o algo por el estilo?
Tanto James como Peter se pusieron pálidos: — ¿Piensas que haría eso? —Peter preguntó con miedo.
Remus simplemente se quedó mirándolo.
— ¡Por Merlín, tenemos que encontrarlo! —James se tiró de la cama y fue corriendo al baúl de Remus— Mapa, mapa ¿Dónde demonios está el mapa?
¡El mapa! Remus se maldijo por no haber pensado en ello. Debería haber buscado el mapa.
— ¡No está aquí! —James gritó, tirando todas las posesiones de Remus al suelo.
— Tal vez lo pusimos en alguno de los otros baúles —Peter sugirió— No lo hemos usado desde... ya saben... Sirius...
Remus corrió hasta el baúl de James y empezó a rebuscar, Peter buscando en el propio. James finalizó con el baúl de Remus y, dudando, empezó con el de Sirius. Habían pasado diez minutos hasta que James dejó salir una exclamación triunfante y sacó el pedazo de pergamino.
— Necesitamos la capa de invisibilidad —Remus bramó, su cerebro apenas y carburando.
Los tres vieron el desastre que formaron sus pertenencias en el suelo y gruñeron. Entonces Peter gruñó mucho más fuerte y se golpeó en la frente con la mano. Levantó la varita y murmuró: — Accio capa de invisibilidad.
James y Remus evitaron mirarse a los ojos, ambos preguntándose cómo no se les vino eso a la mente.
— Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas —James habló, tocando el mapa con la punta de su varita. Remus y Peter se inclinaron para mirar, sus ojos revisando a todos los ocupantes de Hogwarts. Afortunadamente, la mayoría estaba en la cama y eso implicaba menos gente moviéndose alrededor.
— No está aquí —Remus susurró al final, su voz rompiéndose— Que si él ya... que si él ya hizo...
— Tiene que estar por alguna parte —Peter exclamó, inclinándose aún más sobre el mapa. Sonaba a punto de romper a llorar.
— No lo veo...
— ¡Ahí! —James interrumpió a Remus, señalando con un dedo. Remus creyó que su corazón explotaría al ver la etiqueta con el nombre "Sirius Black" tambaleándose a la cabaña de los gritos— ¿Creen que otra vez estará ebrio? —James cuestionó, mirando con preocupación a Remus— No se ve muy estable. Se está golpeando con todas las paredes.
— No me importa —Remus gritó, quitándole el mapa de las manos a Peter— Vengan, tenemos solo minutos antes de que desaparezca del mapa.
James y Peter pasaron sobre todo el desorden del suelo para seguirlo. Los tres ya no cabían bajo la capa, especialmente cuando estaban corriendo. Remus sinceramente se preguntaba qué tan malo sería que Filch viera tres pares de piernas sin cuerpo corriendo por el pasillo. ¿El shock les permitiría escapar?
No tuvo que preocuparse. James se mantuvo al tanto de que no se chocaran con Filch. Salieron por el corredor que daba a la enfermería. Ya estaba abierta la puerta y el aire frío de Octubre silbaba alrededor.
— Apresúrense —Remus rogó, James deteniéndose un poco para verificar que nadie los seguía.
— Si la puerta se cierra, Pomfrey despertará y se dará cuenta de que Sirius ya no está —James le gritó, corto de temperamento.
— Soy tan idiota —Remus murmuró, quitándose la capa a la vez que llegaban al sauce— Todo esto es mi culpa.
— Tonterías —James jadeó, buscando un palo para inmovilizar el sauce— Todo esto fue una serie de horribles malentendidos que arreglaremos tan pronto lo encontremos.
Encontraron una larga y flexible rama que usaron para pegarle al tronco, logrando calmarlo en el segundo intento. Remus no esperó a Peter y James. En un choqué de velocidad, gracias a la energía del lobo, tiró la puerta del pasaje y corrió, tropezando y golpeándose con las paredes del túnel y solo deteniéndose una vez para sacar la varita e iluminar el camino. Oía a James y Peter siguiéndolo, luchando para mantenerse a su nivel.
Al final llegó a la trampilla de entrada y entró al vestíbulo de la cabaña de los gritos. Estaba bastante dañada tras los eventos de la última luna llena. Remus dudó unos segundos antes de encaminarse al centro de la habitación.
¿Dónde estaba Sirius? Levantó la cabeza y respiró profundamente. La casa olía a viejo, moho, sangre y al lobo. Era poderoso y vomitivo, pero entre todos aquellos olores, sintió el aroma de Sirius en la habitación de arriba. Había algo diferente al respecto. Algo que ya no se sentía como Sirius, causándole a Remus una gran preocupación.
Remus corrió escaleras arriba y abrió la habitación. Estaba a punto de entrar cuando el susto lo detuvo. Dentro del cuarto, bajo el alfeizar de la ventana, con la cola levantada, los labios abiertos en una mueca de defensa, estaba el Grim. Era un perro masivo y espectral; su cuerpo tan peludo como el de un oso, las orejas levantadas de la forma demoniaca que mostraban los libros.
Remus se congeló con sorpresa. Solo podía pensar en esa línea del libro que usó en tercer año para DCAO. "El Grim es un presagió de muerte. Tener una visión del Grim predice el deceso de uno mismo o un ser querido."
Pasos urgentes se oyeron por la escalera, James apareciendo de repente, deteniéndose justo al lado de Remus: — Por Merlín —Exclamó con horror— Llegamos tarde.
Peter llegó el último, sin tener la coordinación motora de James y Remus, tropezándose y mandándolos a todos dentro de la habitación. La boca de Remus se llenó del cabello de James y volutas de polvo, su mano aterrizando encima de una mancha de sangre seca que pertenecía al lobo.
Se tensionó cuando Peter gritó felizmente.
— ¡Canuto! ¡Lo lograste!
Sorprendido, intentando escapar el enredo de miembros que sucedía en el suelo, Remus se quedó mirando a Peter con horror. El Merodeador gordito veía al perro demoniaco con una alegría resplandeciente, logrando que todo encajara en la cabeza de Remus. Recordó los gritos de alegría de Sirius cuando despertó de su meditación.
— El Grim. ¡Soy el Grim, soy el Grim! ¡Tomen eso, erizos!
El enorme perro, que ya se estaba alejando de ellos y escondiéndose bajo la cama, era la forma animaga de Sirius. ¡Por supuesto! ¡Qué estúpido había sido! Por supuesto que era Sirius.
Se dio cuenta de que James también estaba avergonzado.
— ¿Canuto? —Remus se soltó de aquella montaña Merodeadora y se agachó para mirar bajo la cama. Así de cerca, su nariz no podía ser engañada. Era definitivamente Sirius quien estaba ahí abajo, aunque ahora su nariz debía detectar el nuevo aroma canino— ¡Canuto, lo hiciste!
Un gemido perruno le llegó de respuesta, cargado de angustia.
— Lamento haberte gritado —Remus se disculpó, asomándose para divisar a Canuto entre la oscuridad de la cama. El aire que lo rodeaba destilaba pena y lástima, pero no miedo. Remus se preguntaba si Sirius había superado su terror a la oscuridad o si esos pensamientos de terror psicológico no eran detectados por la mente canina— Te perdono —Remus continuó, su voz lo más gentil que podía— Y quiero que tú me perdones. Lamento haberte dicho esas cosas, mí Canuto. Vales cada precio que tenga que pagar por ti. Te he extrañado todas estas semanas, lo sabes. Me encontraste en tú cama, por Merlín.
Le llegó como respuesta un gemido que provenía de las sombras cambiantes. Una cabecita peluda emergió para mirar a Remus con grandes ojos grises.
— Por favor —Remus susurró, acercando una mano para tocar la cabeza de Canuto— Eres un perro ahora. ¿No puedes oler lo mucho que lo siento?
El lenguaje canino no estaba diseñado para situaciones complejas. No tenía palabras como "Inconsolable" "Destrozado" ni "La culpa me come el alma". Ni siquiera tenía forma de explicar una frase tan simple como "Estoy verdaderamente muy arrepentido por lo que hice y no sé cómo pagártelo".
Pero Sirius hizo lo mejor que pudo con las circunstancias. A medida que Remus metió las manos bajo la cama para sacar a la bolita de pelo temblante y dejarlo en su regazo, Canuto dejó salir una cantidad de pequeños quejidos que el lado lobuno de Remus traducía como "Mal perro... mal perro... ¡Canuto mal perro! Herir Lunático, herir Lunático de Canuto. Mal perro..."
Remus no pudo evitar que una risa mezclada con sollozo escapara sus labios, enterrando la cabeza en el suave pelaje de Sirius. Odiaba el hecho de que pudiese sentir las costillas del muchacho entre todo el pelo.
Recorrió con sus manos la cabeza, costados y hombros del perro en un intento de consolar y asegurar.
— Sí —Murmuró al oído del animal— Sí, fuiste un mal perro, pero eres mí mal perro y siempre voy a amarte.
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